jueves, 29 de diciembre de 2016

Time Out. PARTE 16.



~~*~~
De partidos variados a juegos peligrosos  


A Sugawara le hizo un poco de gracia escuchar el tono celoso en la voz de Sawamura, era raro verle así, sobre todo porque hacía tiempo que su novio se concentraba en una sola cosa: su embarazo. Y no es que le disgustara la actitud del capitán, de hecho le halagaba saber que aunque poco a poco su cuerpo va cambiando tomando nueva forma, siga resultando atractivo y digno de celos por parte de su novio.

– ¿Cómo podría saberlo, Daichi? Supongo que le llamará la atención verme un poquito más llenito… – El peliplatino respondió cayendo en cuenta de aquello, honestamente por qué habían de asumir que Iwaizumi estaría mirándole por otra razón. Entonces los ojos del muchacho se agrandaron mirando con aprehensión a su novio… – Dai, ¿qué si comienzan a preguntar más cosas? Es decir, ayer Iwaizumi-kun ya decía que era extraño que hubiese dejado de jugar.

– ¿Él te preguntó acerca de eso?

– Por supuesto, le llamó la atención desde el torneo, verme como manager en la banca. Ya sabes, no es como si hubiera reportado que había tenido alguna lesión que me alejaran de las canchas, simplemente había abandonado el club por voluntad, pero quedarme como manager, naturalmente tiene que llamar la atención de algunas personas.

Sawamura gruñó bajito y asintió. Claro, la teoría de su novio no era para nada descabellada, pero a él le seguía pareciendo que la mirada del chico de Aoba no era precisamente de curiosidad por saber sobre eso, sino más bien como que le gustaba lo que veía. Es decir, claro que Sugawara ha comenzado a ganarse algunos gramos de masa corporal, pero no ha dejado para nada de ser atractivo, de hecho es probable que su belleza se haya incrementado. Tenía el plus que viene por default en los embarazos, él podría jurar eso. Si es que a él le cuesta un mundo mantener sus manos alejadas de la anatomía de Sugawara por las noches, es una tortura dormir en futones cercanos y no poder hacerle nada.

Dan ganas de llorar de frustración… – Pensó largando un suspiro. Ahora que estaba aquí en el campamento, para él estaban funcionando como una especie de vacaciones pues no tenía que trabajar y las 24 horas del día podía de una u otra forma pasarla con su novio. ¡Pero sin hacerle el amor!... – Quiero tocarle, besarle. Quiero ver su linda cara bañada de placer, escucharle gemir mi nombre, sentir la calidez de su interior. Ah, lo extraño tanto.

– ¿Daichi? ¿Daichi? Daichi, estás otra vez en las nubes~ – Reclamó con un pucherito, frunciendo lindamente las cejas y cruzando los brazos. Luego se estremeció porque su novio acababa de mandarle una de esas miradas que le decían claramente cuánto deseaba tenerle desnudo… – Dai, no me mires de esa manera~

– Suga, ¿no crees que esta noche, podríamos… no sé, escaparnos o algo? – Insinuó jugueteando con la mano de su novio, enlazando y desenlazando sus dedos.

– Dai, estamos de campamento. No podemos hacer algo así… – Murmuró rojo de las mejillas, su corazón latiendo un poco más aprisa.

– Pero, hace tanto que no… te extraño, Koushi.

– ¡Aléjate de Kageyama, gran rey!

El grito de Hinata les sorprende y hace que vuelvan la mirada a las canchas, donde un breve receso de diez minutos se estaba extinguiendo. Sugawara y Sawamura lo ven y no saben si reír o intervenir. Aunque bien, ya Tanaka estaba haciendo lo propio conteniendo a Hinata –junto a Nishinoya, que por alguna extraña razón también parecía írsele a la yugular al apuesto muchacho de Aoba. ¿O la cosa era con Futakuchi? El chico de Datekou que estaba justo parado a lado del capitán de Aoba–.

– Chibi-chan, por qué estás gritándome. No he hecho absolutamente nada con Tobio-chan… – Oikawa se defendió sonriendo inocentemente.

– ¡Tampoco lo llames por su nombre! ¡No tienes derecho!

– ¿Y por qué no? Soy su superior y además Tobio-chan nunca ha dicho que no pueda llamarle así. ¿Es que estás celoso, chibi-chan?

– ¡Claro que no!

Hinata había respondido por inercia, rojo hasta las orejas y enfadado por esa serie de sensaciones que le hacían jadear de molestia. Probablemente era verdad que él no entendía mucho sobre sentimientos, pero eso no quitaba el hecho de que los experimentara en carne propia.

Por su parte, Kageyama no estaba participando de la riña entre Hinata y Oikawa, ha decidido no hacer nada más hasta que su novio se aclare y use las neuronas para pensar. Así que está ahí, en la cancha junto a Ennoshita practicando boleo en tanto se agota el tiempo de descanso y pueden retomar los partidos de prácticas.

Más allá, los entrenadores les estaban permitiendo ser, no iban a tomar parte de nada a menos que la seguridad física de algún jugador estuviese en juego. Por ahora, observar sus reacciones en diversas situaciones también les ayudaba a ellos a conocer mejor a sus jugadores, y en la medida de sus posibilidades, ofrecerles herramientas para mejorar. Takeda sensei recién estaba volviendo de su habitación, y Ukai estaba poniéndole al tanto de los resultados al momento.

– Hasta ahora han jugado el primer set de cada partido, se están jugando tres a la vez, uno por cada cancha del gimnasio. Después de esto iremos a la cancha de arena para que ejerciten ahí algunos movimientos. ¿Te sientes mejor?

– Sí, Ukai. Los consejos de Sugawara-kun me han ayudado muchísimo.

– Me alivia saberlo. Estaba comenzando a ponerme nervioso. Aunque Sugawara-kun dice que es normal, y hasta lo sabía por lo que nos dijeron en consulta, pero no puedo evitar preocuparme por ti, Takeda.

El sensei se sonrojó y evadió la mirada del rubio para no soltarse a llorar de emoción. Murmuró un agradecimiento y luego se distrajo con la pelea que parecía seguir en curso con los chicos. Además del refunfuño de Hinata con Oikawa, Nishinoya parecía tener sus propias diferencias con el defensa de Datekou, Futakuchi, si mal no recuerda.

– Noya, cálmate.

– ¡Tú, no me digas que me calme! ¡Ése… – Señaló infantilmente con el dedo a Futakuchi… – Se la ha pasado coqueteándote, Asahi!

– ¿Eh? – ­El as de Karasuno parpadeó honestamente confundido e incrédulo. Y tuvo que sujetar con fuerza a su pequeño novio cuando el líbero se zafó del agarre de Tanaka, quien apenas si podía contener al pelinaranja… – Noya, estamos en un campamento, no puedes ir y pelearte, menos a los golpes, con nadie. A fin de cuentas somos compañeros y estamos aquí para aprender entre todos.

– ¿Estás defendiéndolo, Asahi? – El líbero preguntó sin perder ese atisbo de enojo marcándole las delicadas facciones de su rostro afilado.

– No.

– ¿Entonces te da igual si coquetea contigo?

– Noya, ni siquiera me había dado cuenta. Tal vez lo estás malinterpretando.

– ¡No estoy malinterpretando nada! ¡Te estaba comiendo con la mirada! ¿Por qué eres tan inconsciente de tu atractivo, Asahi? – Gimoteó ofendido.

– No sé si encontrar la situación divertida, o avergonzarme por ser su compañero de equipo… – Tsukishima dijo con voz monótona, sentado junto a su novio en la duela, contando los segundos para que cualquiera  de los mayores ponga fin a esta ridícula escena.  

– De Hinata no me extraña, pero de Noya-san… – Yamaguchi se recargó despistadamente en el hombro del rubio, él aceptó su acercamiento de buena gana.

– ¡Bien, tiempo de descanso terminado! ¡Tomen su lugar donde corresponde, chicos! – El asistente del entrenador de Aoba interrumpió todo suceso, Ukai le apoyó y en un minuto estaban todos dispersos en las tres canchas, así como los entrenadores repartidos en ellas para observar el desempeño de los chicos.

En este segundo set la cosa fue de mal en peor en el equipo de Kuroo, que con Oikawa, Nishinoya y Futakuchi con él, estaba que le saltaban las venitas de la sien y le sobraban ganas de darles unos golpes a cada uno para que espabilaran y dejaran de hacer el idiota con pésimas jugadas; que el equipo contrario los estaba apabullando a su antojo; Lev, que conocía más o menos bien al capitán, no podía evitar reírse por las cosas que estaban pasando de su lado en la duela; a Tsukishima más bien le daba igual, si tenía que moverse lo hacía, si el balón ni siquiera llegaba cerca de él, pues seguía sin ser su problema. Y los nervios de Kuroo no andaban precisamente bien, que él tenía su propio asunto pendiente con Futakuchi.

Del otro lado, Hinata estaba completamente desconcentrado, la sonrisa burlona de Oikawa le crispaba los nervios y no tenía manera de hacerle pagar su atrevimiento porque ni siquiera ha conectado con un solo balón pese a que Moniwa daba buenos servicios.

En otra de las canchas, Kageyama estaba desempeñándose mejor que el día anterior, sus servicios estaban siendo bien conectados por nada más y nada menos que Iwaizumi, quien parecía entenderse con el famoso prodigio. Al otro lado, Kenma miraba atentamente al equipo rival y observaba a sus compañeros de equipo, como no los conocía personalmente pensaba mucho cuáles serían los mejores pases para hacer puntos, y aunque contaba con el as de Karasuno y Kindaichi, todavía no conseguía darles los mejores servicios, así que estaba comenzando a frustrarse un poquito.

Los entrenadores que observaban los tres enfrentamientos estaban entre que también perdían los estribos con los chicos, o se reían por la facilidad con que se exaltaban. El marcador de cada encuentro se movía de maneras muy diferentes. El encuentro en donde Kageyama y Kenma participaban estaba bastante cerrado, mientras que el de Kuroo vs Moniwa-Daichi, se inclinaba hacia los segundos, incluso si Oikawa también podía ser muy capaz como armador, las cosas no se le simplificaban cuando su equipo estaba tan desorganizado.

Ah, extraño a mi Iwa-chan~ al menos él me pelea pero hace lo que debe. En cambio aquí cada quien está moviéndose por su cuenta y no hemos conseguido ni la mitad de los puntos que tiene la mancuerna de líderes del otro lado. Si chibi-chan jugara como sabe hacerlo, hace mucho que ya se habrían llevado el set. Pero chibi-chan está tan molesto que no está rindiendo nada.

Oikawa pensó variando las expresiones de su cara conforme a cada línea de pensamiento, sonriendo burlón al final. Ahora era su turno de sacar, así que tenía pensado tomar unos buenos puntos con eso. Aunque del otro lado estaba Daichi, y el capitán de Karasuno había conseguido recibir su saque en varias ocasiones antes. Miró y se lamentó de que a chibi-chan lo hayan cambiado justo en aquél momento, habría querido molestarle un poquito.

Afuera, Hinata no sabía bien a dónde mirar. Por un lado tenía que poner atención a su partido, pero también estiraba el cuello tratando de vislumbrar el partido de su novio en la cancha del final. Allá el partido parecía bastante serio, y Kageyama estaba rindiendo con normalidad.

Tengo la sensación de que está ignorándome. Debe estar molesto por lo de ayer. Bueno, Noya-san dijo que tenía que pensar seriamente sobre nosotros. Pero, todavía no entiendo cómo puede Kageyama estar enamorado de mí.

Hinata sintió una especie de vuelco en el estómago cuando vio a Kageyama servir para Iwaizumi. Aunque su apreciación pudo no ser muy buena a la distancia, todavía tuvo la impresión de que se estaban entendiendo bien, y sintió envidia. No es que le disguste la idea de que Kageyama sea tan buen setter que pueda servir pases buenos para cualquier rematador. Es lo que de alguna forma hace en Karasuno, servir para cualquiera de sus compañeros, aunque se enfoque en Asahi, Tanaka o él, generalmente. Pero, esto se sentía diferente.

Celos.
La palabra apareció en su mente, e involuntariamente su ceño se frunció. Quienes le veían se preguntaban en qué podría estar pensando el señuelo de Karasuno para mostrar tal expresión. De hecho, de cierta forma lucía adorable.

– ¡Hinata, tu turno!

– Eh… sí. ¡Sí!

Distraído, el pelinaranja ingresó nuevamente a la cancha, solo entonces se dio cuenta de que Daichi-san había detenido los pases de Oikawa al segundo intento. ¿Tan poco tiempo había pasado? ¿Por qué él lo había sentido más largo? ¿Era porque estaba observando a Kageyama y había echado en falta ser él quien rematara sus servicios?

Lo que fuera, el juego debía continuar, y él tenía que enfocarse. Los humos parecían haberse tranquilizado en el equipo contrario y estaban funcionando un poco mejor. Kuroo y Oikawa estaban entendiéndose en las jugadas y remontarían el marcador si se distraían un poco, así que se sintió con la responsabilidad de responder a este equipo conformado por chicos que antes solo había visto como contrincantes y no como aliados, exceptuando naturalmente a Daichi.

Tras varios minutos de juego un poco más serio y cerrado, el equipo de Moniwa-Daichi estaba a un punto de llevarse el set. Moniwa pensó que era momento de intentar nuevamente pasarle el balón a Hinata para que rematara, él le ha visto jugar y sabe que puede conseguir el punto ganador. Supuso que era solamente que quería darle un voto de confianza como armador. Lo que fuese, Moniwa sirvió para Hinata, el pelinaranja se impulsó y trató de hacer lo que solía con los servicios de Kageyama, e incluso los que tuvo tiempo de practicar con Sugawara-san antes de que tuviera que retirarse del club por su estado. Luego de pronto tuvo en la mirada a Oikawa, toda su molestia de antes le bulló desde el estómago y lo único que tuvo en mente en ese preciso instante, fue que quería borrarle esa sonrisa sobrada de confianza de la cara. Remató el esférico sintiendo el ardor en la palma de su mano por la fuerza impresa, las pupilas chocolate del pelinaranja se dilataron cuando fijó su objetivo. El balón zumbó y al segundo impactó con un sonoro estruendo en la duela. Había pasado a nada del rostro de Oikawa, y no era la primera vez, pero ciertamente en esta ocasión el capitán de Aoba sintió un escalofrío.

El silbato sonó y fue anunciado el final del encuentro. Hinata no supo de sí hasta que Inuoka comenzó a felicitarle y a decir lo genial que había sido al rematar y otras palabras que, si bien el pelinaranja le estaba entendiendo a la perfección, no compartía su alegría del todo. Chasqueó la lengua y enfurruñado volvió la mirada hacia el partido que aún estaba en curso en la cancha del final.

Qué fue eso. ¿En verdad quería impactar el balón en la cara del gran rey?

Los chicos tomaron un poco de agua y luego terminaron observando el partido de Kageyama vs Kenma, que seguía reñido y aunque estaban ya sobre el tercer set, iban uno a uno en los resultados. Era curioso ver cómo el resto de los chicos de las diversas escuelas estaban reunidos alrededor de la cancha, ya que este era el único partido que se ha jugado con la debida seriedad desde el primer minuto. Venga, que en el partido que había estado desarrollándose en el medio las cosas habían sido más como una cascarita para espabilar el aburrimiento, honestamente hablando.

Media hora más tarde finalmente hubo un vencedor, y los entrenadores se mostraron nuevamente más que satisfechos con lo que estaban observando. Les dieron un descanso de diez minutos y luego tomaron lugar en las canchas de arena afuera del gimnasio techado.

– Espero que nadie haya olvidado su traje de baño… – Ukai les dijo cuando los chicos estaban tomando sus bolsos para moverse a las siguientes instalaciones. El rubio tenía una sonrisita divertida, se estaba imaginando la serie de sucesos que se darían a partir de ahora y le entraba bastante gracia… – Son todos un estuche de monerías. Tan críos pero tan claros con sus sentimientos y opiniones.

Hinata fue en busca de Kageyama, pero el pelinegro, aunque no le ignoraba, le estaba respondiendo con monosílabos o gesticulaciones que de todas maneras no eran suficientes para el hiperactivo pelinaranja.

– ¿Kageyama, estás enojado conmigo?

– ¿Tengo por qué estarlo, Hinata?

– Pues, tal vez. Pero, yo creí que ya estábamos bien, entonces tú fuiste y dijiste todas esas cosas, y ahora me siento extraño, y me molesto con el gran rey cada que te mira o te habla. Pero tú actúas como si… como, bueno no sé.

A Kageyama le extrañó ver a Hinata así, parecía preocupado por la forma en que le trataba. Y eso, siendo sincero consigo mismo, le gustaba. Puede que haberle declarado abiertamente que estaba enamorado de él no haya sido tan malo después de todo.

O podría ser que el muy idiota no sabe qué hacer con todo esto. Sí, es más probable eso. Hinata, entérate de una vez de tus propios sentimientos y háblame claro. Esto del primer amor es, asquerosamente inquietante.

El pelinegro gruñó a su pensamiento y dejó atrás al pelinaranja cuando apuró los pasos hacia los vestuarios para cambiarse por el dichoso traje de baño que les habían encargado empacar como parte de los accesorios indispensables en este campamento. Bueno, el voleibol de playa no ha llamado su atención antes, y no es como si fueran a enseñarles a posta aquella rama del deporte, pero sin duda tendrían que practicar un poco.

Mientras cada equipo se preparaba para la práctica en las canchas de arena, Yaku reñía a Lev por su deplorable desempeño en los partidos anteriores.

– ¿Acaso tienes miedo o qué? Estúpido granuja… – El líbero de Nekoma dio un puntapié a la pantorrilla del chico mestizo. Sus rasgos extranjeros acentuaban su apariencia y generalmente daba la impresión de ser un matón o algo por el estilo, pero de personalidad era completamente un crío malcriado. Su altura era equiparable a su comportamiento infantil.

– ¡Ay! Yaku-san~ duele~ – Gimoteó el mestizo, cuyas largas extremidades lo hacían lucir algo torpe cuando se encorvaba, pero imponían respeto cuando mostraba sus verdaderas habilidades en la cancha. Habilidades que, como en muchos jugadores de primer año, todavía estaban en fase de pulido.

– Es la idea, sino, no te pegaría donde sé que va a dolerte… – Yaku dijo cruzando los brazos, esperando por el resto de su equipo a que terminara de cambiarse. Él en cambio, práctico para aquel tipo de cosas, se había cambiado como de rayo sacándose las ropas delante de todos sin ápice de bochorno.

Otros como Kenma habían usado los cubículos privados. Muy pocos se habían animado en sacarse el uniforme anterior delante de los demás. Oikawa, Nishinoya, Futakuchi, como Lev y Yaku, habían sido los más descarados. Cuando Iwaizumi salió vestido con su traje de baño, que más parecía una simple bermuda playera, le dio tic en el ojo al ver a su novio modelando –literalmente– su diminuto traje de baño.

– Oikawa… – Siseó entre dientes casi lanzando chispas por los ojos.

El capitán de Aoba estaba de lo más entretenido mostrando sus atributos físicos a sus compañeros de equipo, y alguno que otro distraído de las otras tres escuelas.

– Cuando quieran llamar la atención de chicas, o chicos… – Agregó guiñando coquetamente un ojo, justo hacia Daichi, que enarcó una ceja pillado por sorpresa por el gesto del capitán de Aoba… – Es súper importante que su apariencia sea digna de sus ojos. No van a esperar que una linda chica o un apuesto chico voltee a mirarles si van por la vida actuando como mojigatos. Tienen que dejarles ver lo astutamente atractivos que son.

Para entonces, más de alguno estaba tomando nota de los sabios consejos del popular Oikawa Tooru, entre ellos Yamamoto y Haiba Lev de Nekoma, así como Futakuchi y Yamazaki de Datekou, Kindaichi de entre sus compañeros, y hasta Kinoshita y Narita de Karasuno. Iwaizumi estuvo por arrastrar a su novio rumbo a las canchas de arena cuando el entrenador de Nekoma les llamó para ello. Al menos de momento la sabiduría de Oikawa fue puesta en standby.

Rumbo a su siguiente punto de entrenamiento, algunos fueron notando la personalidad de los demás chicos. Ahí había pues, otros atrevidos como Oikawa con diminutos y atrayentes bañadores, Nishinoya y Kuroo encabezaban la lista. Otros eran más reservados, pero la mayoría llevaban prendas como la de Iwaizumi, que más parecían bermudas que otra cosa. Sin embargo, de quien todos se mostraron extrañados, pero particularmente celoso Hinata, fue de Kageyama, que vestía un traje casi tan diminuto como el de Oikawa.

– No estoy intentando llamar la atención. En la tienda deportiva a la que siempre voy me lo recomendaron… – Dijo solemne cuando Hinata le preguntó el motivo por el cual vestía algo tan pequeño.

Hinata le miró desconfiado, sobre todo porque dejaba poco a la imaginación y la entrepierna de Kageyama sí o sí, resaltaba sobre la tela oscura.  

– ¿De casualidad te atendió alguna chica? ¿O un chico de dudosa preferencia sexual? – Nishinoya le preguntó sonriendo socarronamente.

– ¿Ah?

– Kageyama, en el voleibol de playa femenino sí es bastante común el traje de baño así de sexy; pero en el masculino son mucho más comunes los trajes de baño normales… – El peliteñido dijo palmeándole la espalda… – Honestamente, creo que alguien quería jugarte una broma, o verte usando algo tan provocativo.

Las mejillas del setter de Karasuno se ruborizaron. Luego gruñó entre dientes y maldijo por lo bajo. Volvió a mirar a Hinata y se encontró con unos ojos brillantes que no le sacaban la vista de encima. Tragó hondo, no era momento de poner la mente a divagar por lares que no iba a incursionar por ahora. Además, se supone que aún está algo resentido con el pelinaranja.

Por otro lado, Yaku fue atrapado por la curiosidad cuando notó en algunas partes del cuerpo del línero de Karasuno, marcas.

– Eso son, ¿moretones? – Preguntó señalando uno de aquellos rastros violáceos que se le notaban al peliteñido en el vientre e incluso la parte interna de los muslos, o en la clavícula. Aquellos moretones no se veían cuando usaba el uniforme de la escuela o las ropas de los entrenamientos, pero con un bañador.

– Sí, son resultado de mis entrenamientos. Es inevitable que me golpee aquí o allá… – Nishinoya respondió con seguridad, mientras que a unos pasos Azumane sudaba frío y se recordaba a sí mismo tener más cuidado con las marcas que deja en la piel de su novio.

Aunque es Yuu quien empieza y siempre anda pidiéndome que le deje algún chupetón porque le resulta sexy, y muestra de amor incondicional… – Recordaba el as de Karasuno, suspirando y pensando que es, a falta de otra palabra, débil a las peticiones de su novio.

Yaku asintió a la respuesta de Nishinoya, pero honestamente no le creía. Él ha visto esta clase de supuestos moretones antes, los que Kuroo le ha dejado a Kenma últimamente de hecho.

Así que, dudo que tenga una novia tan apasionada. Por lo tanto, Nishinoya-kun está saliendo con alguien de su club, ¿cierto? – Yaku pensaba y paseaba su mirada por los miembros de Karasuno.

Descartó de inmediato a Kageyama o Hinata, porque se notaba que ese par tenía su propio mundo y dudaba que permitieran que alguien entrara sin más en él. O algo parecido. Luego observó a Tanaka y se dijo a sí mismo que era siquiera imposible imaginarle en una relación de aquella naturaleza, aunque se llevaban bastante bien todavía le parecía más una estrecha amistad de verdaderos amigos, casi hermanos. A tres de ellos no les conocía mucho porque ni siquiera habían jugado contra ellos en partidos anteriores, pero se notaba que tampoco entenderían su idioma. Luego estaba el chico de las pecas, que parecía un poco tímido y torpe, además siempre estaba con el alto rubio de lentes. De hecho, cuanto más estaba pensándolo más le parecía que ellos dos lucían como una pareja, por lo tanto era imposible. Finalmente estaba el capitán y el anterior setter, por alguna razón ellos simplemente no encajaban con Nishinoya, y así, solo quedaba una opción.

Azumane, el as de Karasuno. Vaya, cómo no pensé en él de buenas a primeras. Ahora que lo pienso, les veo juntos cada que pueden estarlo.

– ¡Muy bien, vamos a jugar chicos!

El entrenador de Datekou interrumpió su hilo de pensamientos. El de Yaku y de todos los ahí presentes, y comenzó a explicar cómo desarrollarían esta actividad. Dos contra dos en partidos de diez minutos, set único, ganaría el que más puntos consiguiera. Ni bien el entrenador explicaba, los chicos ya estaban tratando de organizarse a su manera. Hinata de inmediato había tirado de Kageyama seguro de que haría equipo con él.

Ganaremos contra quien sea si estamos juntos~ – Pensó emocionado.

– Los equipos serán de la siguiente manera… – Cuando el hombre sacó su carpeta rígida para chequear las binas que junto a los otros entrenadores habían organizado, el murmullo inconforme se hizo general entre los chicos… – ¡Silencio! – El hombre dijo endureciendo la mirada, un gimoteo generalizado junto a una escueta afirmación apenas se oyó… – Bien, entonces.

Al final, como era de esperarse, algunas binas eran más fuertes que otras. Ahí donde Kageyama, Oikawa y Kenma estaban, quizá un poco más. Los ases de cada escuela sin embargo no lucían igual con compañeros que no les conocían y cuyos servicios dejaban mucho qué desear. Las cosas se pintaron de manera regular en cada encuentro puesto que cada jugador se vio obligado a improvisar y a ingeniárselas para hacer lucir sus propias habilidades cuando hacían equipo con otros que conocían prácticamente para nada.

Curiosamente, con Iwaizumi quedó Daichi de compañero, y ellos a su vez en algún momento enfrentaron a Oikawa con Ennoshita. Ambas binas conocían al menos algunos movimientos del compañero al otro lado de la red, así que fue un partido digno de observarse, y Ennoshita demostró por qué, a pesar de no ser un jugador titular, seguía formando parte del club de voleibol de Karasuno. Iwaizumi sin embargo estaba un poquito incómodo con el encuentro, Oikawa le distraía con ese traje de baño que se ha mandado, y verle con el cuerpo cubierto aquí o allá de arena, con las mejillas rojas por el calor y el esfuerzo, la fuerza marcándole cada músculo en su cuerpo…

– ¡Cuidado Iwa…! – La advertencia del cuervo le vino tarde. El balón que Ennoshita rematara dio de lleno contra su cara.

– ¡Mierda! – Gimió adolorido. El entrenador Ukai paró el juego y corrió a observar al muchacho, con suerte el balón le había dado más bien en la zona frontal y no en la nariz, así que la piel enrojecida y un ligero dolor de cabeza era todo cuanto había ganado por distraído.

– ¿Seguro que estás bien?

– Sí, Ukai-san.

Oikawa se había acercado a mirar también, su rostro ligeramente preocupado dio un vuelco al corazón de Iwaizumi; si bien tenían una forma muy rara de demostrarse cariño, por acciones como esta es que él no dudaba de ser especial para el idiota Casanova que tenía por novio.

– Iwa-chan, sería mejor que descansaras.

– Aún quedan cinco minutos. Vamos a ganar. ¿Verdad, Daichi-san?

– ¿Mh? Sí, claro… – Sawamura asintió por inercia. En realidad comenzaba a darse cuenta de que algo sucedía entre esos dos… – Aún así, como vuelva a mirar a Suga de alguna manera inapropiada, tendré que dejarle claras algunas cosas.

Al final de la práctica en las canchas de arena, la mayoría terminó sumamente cansado. El requerimiento físico variaba muchísimo de una duela a la arena. Así que se dirigieron de inmediato a las duchas antes de ir al comedor y comer con sumo entusiasmo.

– ¿Te has sentido mejor, Takeda?

– Sí. Creo que lo más pesado serán las mañanas, Ukai.

– Oh, entonces tendré que mimarte mucho más por las mañanas.

– Para, no me avergüences aquí… – Sensei murmuró con las mejillas sonrosadas.

– ¿Se ha estado sintiendo mal, Takeda-san?

– ¡N-no! Para nada, estoy bien Nekomata-sensei.

– Es usted un chico tan entusiasta… – El hombre de mayor edad dijo con una sonrisa… – Sabe, tiene edad para ser cuidado por una linda chica. Aunque según he notado Ukai-kun también se encarga bastante bien de eso, ¿no es así, Takeda-san?

Ambos jóvenes se sonrojaron, Ukai de hecho se atragantó con su comida, por lo que el asistente del entrenador de Aoba se vio obligado a palmearle la espalda para socorrerle en tal aprieto. Nekomata-sensei rió de buena gana cuando se dio cuenta de la vergüenza de los más jóvenes. Ciertamente, tenía un lado un poquito maldoso el hombre.


Después de la comida tuvieron otra hora para reposar los alimentos, por lo que eran libres de ir y hacer lo que quisieran mientras tanto. Tsukishima ha arrastrado a Yamaguchi a pasear por los alrededores, y el pecoso se sentía en una cita porque la vista era simplemente increíble.

– Las montañas se alcanzan a ver por todas partes, Tsukki~

– Sí… – Dijo, pero sus ojos no estaban para nada en los paisajes, sino en el chico junto a él que sí que admiraba la panorámica. Pero también era consciente de la penetrante mirada de su novio… – Tadashi.

– Qué.

– Te has bronceado.

– ¿En serio? Oh, y eso que he usado bloqueador solar del adecuado. Será molesto si más tarde comienza a arder~

Tsukishima asintió, pero una vez más parecía algo ajeno a las palabras de Yamaguchi. De hecho ha mencionado aquello porque le agrada cómo su novio se ve con la piel un poquito más oscura por el calor. Y sin darse cuenta, ya estaba besándole suavemente, ahí, sin importar si alguien les veía. El pecoso le ha respondido porque, honestamente, ha tenido ganas de ser besado así desde que llegaron al campamento.

En tanto ellos se arriesgan a darse cariño incluso si alguien les pilla, Kageyama y Hinata se han reunido en la habitación de su cabaña para retomar la charla que ya sostuvieron antes. Esta vez, ha sido el pelinaranja quien le ha pedido unos minutos.

– Y bien, de qué quieres hablar, Hinata.

La seriedad de Kageyama no le gustaba al pelinaranja, pero admitía que esta vez probablemente era toda culpa suya.

– Lo que me dijiste antes, de que… de…

– Que estoy enamorado de ti… – El pelinegro ayudó, si bien en el fondo solo quería repetirlo una y otra vez hasta que su tonto novio lo comprenda.

– S-sí. Yo, mh… – Torpemente el pelinaranja jugaba con sus pulgares y se encontraba incapaz de mirarle a los ojos… – Realmente no sé, yo nunca. Sé que me molesta que el gran rey te hable con su tonito de voz chillón, o que se te acerque y mucho más que te toque de cualquier manera. También me dio envidia verte servir para Iwaizumi-kun, o para cualquier otro que no sea de Karasuno. Y yo, la verdad no sé. Kageyama, no sé qué nombre darle a lo que siento. Y me enojo fácilmente. Tú me preguntaste antes, por qué salir contigo si peleamos las más de las veces. Yo, pienso que es lo mismo para ti. Entonces, por qué te enamoras de mí cuando no hacemos más que discutir y gritarnos todo el tiempo.

Kageyama se dio cuenta de esto justo entonces, ya que antes realmente no lo había pensado. Hinata tenía razón en cuestionarse aquello. De hecho.

– No lo sé. Me gustas, siento esto por ti pero no sé por qué.

Silencio.

Sentados frente a frente resultó incómodo seguir con el tema. Había muchas cosas que parecían demasiado complejas para ellos, y no eran las personas más asertivas para resolverlas o darse luz en ellas.

– Kageyama, no quiero que dejemos de ser novios… – Hinata murmuró rojo hasta las orejas, y el pelinegro tuvo que levantar la mirada para ver al otro y corroborar que sí era él quien estaba diciendo aquello… – Yo, lamento ser tan… pues, no sé, tonto supongo. No sé nada sobre el amor y tal vez soy el peor novio del mundo pero… pero todavía quiero seguir contigo. No me gusta la idea de que estés con alguien más, y tampoco me veo estando con alguien que no seas tú. Yo, no puedo explicar lo que siento ni lo que estoy diciendo en realidad… – Continuó, riendo bobamente al final, evadiendo en todo momento la mirada que insistente, buscaba la suya.

Kageyama le sujetó las manos por las muñecas y le empujó sobre el tatami. Cara a cara los dos chicos se miraron largo rato. Hinata no se opuso en absoluto a esta postura aunque se sentía acorralado y vulnerable. Los ojos de Kageyama lucían casi aterradores. No, el pelinaranja cambia de opinión a medio camino de hacerse ideas del estado de ánimo de su novio, esos ojos lucen decididos, seguros, omnipotentes. Le estremecen, le resecan la garganta, le hacen temblar el corazón y sacude cada fibra de su ser.

– Kageyama…

– Cállate, Hinata.

No suena a una demanda hiriente ni enojada. El pelinaranja no sabe bien a qué suena de hecho, pero cuando los labios del pelinegro cubren los suyos, se olvida de todo. Extrañaba este tacto, este sabor, este roce. Se besan al principio con calma, pero a cada nuevo beso la intensidad aumenta. Hay pasión y les arde el cuerpo ansioso de un contacto más íntimo. Los jadeos entre besos, el calor de sus anatomías, el rumor de sus ropas, cada sonido parece incentivarles algo que los marea lentamente. Quieren más, mucho más.

– Kageyama~

– Hinata.

Nombrar al otro y perder de foco todo. Los besos no cesan y sus manos en cambio se ponen inquietas, acarician al otro sin prisas y encuentran estorbosas las ropas. Todavía no es suficiente. Ansían más. El calor es sofocante, y la respuesta en la entrepierna se hace evidente, las manos de ambos adolescentes se mueven hábiles alcanzando la virilidad del otro. Necesitan esto. Masajean el tronco ajeno y entre besos matan los gemidos que amenazan con hacer eco en la habitación semivacía. Pero incluso cuando llegan al final entre temblores de placer, sienten que no es suficiente, que necesitan más.

Kageyama besa a Hinata suavemente, lame sus labios humedeciéndolos con su saliva, le saca los pantaloncillos deportivos y se deshace de su propia ropa. Hinata no se opone, está inquieto, mareado, ansioso. Y cuando parece que pueden continuar, escuchan los gritos de otros afuera, recuerdan dónde están y la vergüenza los ataca de golpe. Se miran a los ojos y se apresuran a limpiarse y cambiarse.

– Ha sido peligroso.

– Sí, alguien podría habernos visto.

– Pero, Kageyama, no me arrepiento. Tú tampoco, ¿verdad?

Al pelinegro le da un vuelco el corazón. Adorable, jodidamente adorable. Gruñe internamente y agita la cabeza en negación.

Me gustas, Hinata idiota. Cómo podría arrepentirme de sentirte de esta manera.

Los culpables de interrumpir a Hinata y Kageyama son nada más que Yaku y Haiba, el mestizo corre tratando de huir de la furia del líbero. Le ha jugado una broma pesada. Robarle un beso al mero estilo de la bella durmiente cuando Yaku estaba felizmente tomando una siesta antes de continuar con el entrenamiento, merecía un severo castigo. Pero era momento en que todavía estaba persiguiendo al de pelo cenizo por todos lados sin poder darle alcance, lo que es obvio dada la diferencia de estaturas y lo que las piernas de Lev pueden cubrir en la carrera.

– ¡Estúpido Lev, ven aquí!

– Si prometes no pegarme, lo haré Yaku-san~

– Mocoso engreído.


Antes de que se retomara el entrenamiento, Takeda estaba descansando en su habitación. Se sentía cansado y adormilado. Pero también estaba un poco decaído. Cuando Sugawara le había preguntado esa mañana por sus padres él no había podido responderle nada. Eso era porque recordar el pasado le resultaba de alguna manera doloroso.

Los padres de Takeda se divorciaron cuando él era un niño. Luego vivió con su padre porque su madre era demasiado joven y aún tenía muchas metas que cumplir en la vida, un niño era un obstáculo para eso. Así que básicamente fue criado por una sola figura, la paterna. Y su padre había sido bueno pese a todo, de él había aprendido a querer la enseñanza como profesión, porque el hombre había sido profesor en una prestigiosa universidad en Tokyo. Pero había muerto a temprana edad, ni siquiera había alcanzado los 40 cuando un paro cardíaco le robó la vida. Entonces Takeda tenía 16 años de edad, pero se sentía lo suficientemente capaz de valerse por sí mismo que ni siquiera había aceptado la ayuda de familiares, incluso de su madre, que viviendo en Francia le había sugerido mudarse con ella o hacerle llegar una mensualidad para ayudarle a solventar sus gastos.

– No es necesario. Puedo valerme por mí mismo, mamá.

– De acuerdo. Estoy segura de que es así, Ittetsu.

Y la mujer no había vuelto a contactarle más. Takeda supo por su padre que su progenitora había tenido éxito en aquel país europeo, y que por eso no volverían a verle. A Takeda recordar su pasado no le había pesado tanto como ahora, y quería creer que era por los cambios hormonales propios de su estado de embarazo que se pusiera sensible al respecto.

– Takeda, es hora de reiniciar el entrenamiento. ¿Quieres venir, o prefieres seguir descansando?

– Iré, no puedo perderme lo que yo mismo propuse, ¿verdad? – Dijo forzando una sonrisa, dejándose mimar cuando el rubio le abrazó murmurando su preocupación por su salud… – En verdad, estoy bien, es solo que no tenía idea de que tener bebés fuera tan agotador como hermoso… – Finalmente una sonrisa sincera cruzó sus labios, y fue suficiente para que Ukai se sintiera aliviado.


En las prácticas vespertinas los muchachos se sintieron más ligeros sobre la duela, el esfuerzo del mediodía en la arena ha valido la pena. Tras varias horas de practicar diversas jugadas prefabricadas con equipos aún inconsistentes, el entrenamiento terminaría tras cumplir con el reto de la noche anterior.

– Bien, es hora de que consigan estar “Todos a Bordo”. Recuerden que hoy hay medio metro cuadrado menos que ayer. Pero todavía tienen que estar todos dentro del recuadro. Irán todos a cenar hasta que lo hayan conseguido.

La figura había sido marcada a un costado de las canchas, delimitada a los cuatro lados con cinta de papel. Tsukishima y Kuroo de inmediato tomaron la mano de Yamaguchi y Kenma respectivamente. Hoy tampoco dejarían que nadie tocase a sus novios.

En silencio, los chicos fueron entrando en el recuadro, pero ya no había espacio y aún había al menos diez personas fuera. Se miraron entre sí pero ninguno parecía dispuesto a tomar la batuta.

– Escuchen, esto no va a funcionar si no nos organizamos… – Daichi finalmente dijo, perdiendo la paciencia cuando nadie abría la boca más que para quejarse de que alguien ocupaba demasiado espacio o de que se estaban empujando por las puras… – Ahora, los más altos son también los más fuertes, ¿no? Yo creo que deberían estar en los límites del recuadro para contener al resto.

– Aone, ya escuchaste, tú ponte allí… – Moniwa indicó a su compañero. El silencioso muchacho sin cejas asintió a su capitán… – Futakuchi, tú también, no te hagas.

– ¡Lev, deja de encorvarte tratando de parecer más bajo, idiota! – Sobra decir que ese ha sido Yaku gritoneando al pelicenizo y pateándole para que se pusiera en el límite externo.

– Yaku-san~ es cansado tener que soportarlos a todos~ – Se quejó infantilmente. Y por supuesto, lo único que consiguió fue que el líbero de Nekoma lo fulminara con la mirada… – De acuerdo, lo haré si eres tú quien se queda aquí cerca.

– ¿Eh? – Yaku se sonrojó cuando se dio cuenta de que su espalda estaba pegada al pecho de Lev, y sus largos brazos le rodeaban por el frente. Iba a comenzar a protestar cuando Daichi y Moniwa continuaron acomodando a los chicos de las diferentes escuelas.

Al final, casi estaban todos dentro cuando repentinamente Kuroo gritó el nombre de Futakuchi.

– ¡Juro que ha sido accidental! ¡No era mi intención tocarte ni nada!

– Bastardo… – Kuroo siseó y apenas fue contenido por Inuoka y Yamamoto para que no se le fuera encima al de Aoba.

A Daichi le palpitaban las venitas de la sien peligrosamente, y su mirada centelleaba a punto de agarrar a todos a patadas si era necesario. Sugawara suspiró, era imposible contener el lado estricto de Sawamura cuando era ignorado como líder. Iba a intervenir cuando se dio cuenta de que ya alguien parecía encargarse de la situación. O empeorarla, en dado caso.

– Kuroo, venga, yo me pongo aquí y coloco mis manos por acá. Así nadie te tocará el trasero y podemos terminar con este ejercicio, muero de hambre… – Kenma dijo con su habitual cara imperturbable. Pero se había colocado de frente a su novio, cubriendo con sus manos el trasero de éste.

– ¡Oh, oh. Es una buena idea Kenma-chan!

– ¡No toquetees a Kageyama, estúpido Oikawa!

A saber –aunque resulta obvio–, Oikawa le ha tocado el trasero a Kageyama (para salvarlo de las manos inquietas que pudieran toquetearlo, que él solo es un buen samaritano). El pelinegro le ha lanzado un puñetazo directo la cara, al mismo tiempo que Hinata se le ha ido encima de un brinco. Por lo que Kageyama no acertó su golpe, y Hinata se ha ido de largo terminando de bruces contra la duela porque Oikawa, nada tonto ni lento de reflejos, se ha hecho a un lado.

– ¡Es suficiente, trabajen seriamente todos! – Daichi se impuso al instante. Honestamente daba miedo enojado.

Tras varios suspiros, quejas por lo bajo y otra ronda de desaciertos, minutos después el objetivo finalmente se alcanzó. Aunque Kenma había continuado protegiendo el trasero de Kuroo hasta culminar. Mientras que Futakuchi pronto había sido etiquetado como el pervertido de todos.

– ¡Eso no es verdad! ¡Ya dije que fue un accidente~! Aone, tú me crees, ¿verdad? – El silencioso muchacho asintió y para confortarlo, le dio tremendo abrazo que básicamente lo dejó son aire… – La próxima vez, sé menos efusivo, Aone… – Dijo entre bocanadas de aire para recuperar el aliento.

– Te lo tienes merecido, Futakuchi. Debe ser una especie de maldición que tenga que lidiar con un kouhai como tú… – Se quejó el capitán.

– Moniwa, es porque no has sabido criarle…

– ¡Qué significa eso, Kamasaki!

– Muy bien, pueden irse todos a cenar, después tendrán un par de horas para descansar y hacer lo quieran antes de dormir. Pueden hacer uso de cualquier parte de las instalaciones siempre y cuando dejen todo limpio y ordenado al final.

--//--

Fujimi e Ikejiri se han encontrado en una cafetería en el centro de la ciudad. Para el pelicastaño es raro encontrarse así con un chico al que no conoce, salvo por su nombre, pero no se sentía particularmente preocupado. Era como si Fujimi emitiera un aura amigable, o algo así. Por su parte, el ojiazul no estaba seguro del por qué tan impulsivamente le había invitado a salir.

– Prefieres que vayamos a otro lugar, Ikejiri.

– No, está bien aquí. Parece que los frapés son deliciosos.

Tras pedir su orden, ambos chicos se sentaron en una mesa redonda junto a una de las ventanas que da a la calle.

– Entonces, ¿también conoces a Sawamura?

– Más o menos, en realidad conozco a otro jugador del equipo, Yamaguchi.

– Oh, creo que… creo que lo recuerdo del torneo pasado.

– Es el chico lindo de las pecas en las mejillas. De hecho, te le pareces en eso… – Fujimi dijo con una sonrisa, provocando un sonrojo en su acompañante. Todo y que esa no era realmente su intención… – Supongo que al decir que Guchi es lindo, indirectamente se lo dije a él. Debo tener más cuidado con lo que digo.

– Fujimi-kun, ¿puedo preguntarte algo?

– Seguro.

– ¿Sawamura tiene novia?

--//--

Luego de la cena, todos fueron arrastrados por el poder de convencimiento –o la curiosidad, que en este caso funcionó igual– de Oikawa hacia una de las salas de la cabaña principal. El gran rey llevaba unos recuadros de papel y una mirada particularmente traviesa.

– Vamos todos a jugar a Mouth to Mouth.

– ¡Qué! – Se exaltaron en su mayoría.

– Kageyama, qué es Maus to maus.

– Es Mouth to Mouth, idiota.

– ¡Eso es lo que he dicho!

– ¡Para nada, Hinata!

– Entonces, hagamos dos equipos y compitamos entre nosotros.

Oikawa propuso con su perfecta sonrisa de chico popular.

Continuará……

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