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De
partidos variados a juegos peligrosos
A
Sugawara le hizo un poco de gracia escuchar el tono celoso en la voz de
Sawamura, era raro verle así, sobre todo porque hacía tiempo que su novio se
concentraba en una sola cosa: su embarazo. Y no es que le disgustara la actitud
del capitán, de hecho le halagaba saber que aunque poco a poco su cuerpo va
cambiando tomando nueva forma, siga resultando atractivo y digno de celos por
parte de su novio.
–
¿Cómo podría saberlo, Daichi? Supongo que le llamará la atención verme un
poquito más llenito… – El peliplatino
respondió cayendo en cuenta de aquello, honestamente por qué habían de asumir
que Iwaizumi estaría mirándole por otra razón. Entonces los ojos del muchacho
se agrandaron mirando con aprehensión a su novio… – Dai, ¿qué si comienzan a
preguntar más cosas? Es decir, ayer Iwaizumi-kun ya decía que era extraño que
hubiese dejado de jugar.
–
¿Él te preguntó acerca de eso?
–
Por supuesto, le llamó la atención desde el torneo, verme como manager en la
banca. Ya sabes, no es como si hubiera reportado que había tenido alguna lesión
que me alejaran de las canchas, simplemente había abandonado el club por voluntad, pero quedarme como manager,
naturalmente tiene que llamar la atención de algunas personas.
Sawamura
gruñó bajito y asintió. Claro, la teoría de su novio no era para nada
descabellada, pero a él le seguía pareciendo que la mirada del chico de Aoba no
era precisamente de curiosidad por saber sobre eso, sino más bien como que le gustaba lo que veía. Es decir, claro que
Sugawara ha comenzado a ganarse algunos gramos de masa corporal, pero no ha
dejado para nada de ser atractivo, de hecho es probable que su belleza se haya
incrementado. Tenía el plus que viene por default en los embarazos, él podría jurar
eso. Si es que a él le cuesta un mundo mantener sus manos alejadas de la
anatomía de Sugawara por las noches, es una tortura dormir en futones cercanos
y no poder hacerle nada.
–
Dan ganas de llorar de frustración… –
Pensó largando un suspiro. Ahora que estaba aquí en el campamento, para él
estaban funcionando como una especie de vacaciones pues no tenía que trabajar y
las 24 horas del día podía de una u otra forma pasarla con su novio. ¡Pero sin
hacerle el amor!... – Quiero tocarle,
besarle. Quiero ver su linda cara bañada de placer, escucharle gemir mi nombre,
sentir la calidez de su interior. Ah, lo extraño tanto.
–
¿Daichi? ¿Daichi? Daichi, estás otra vez en las nubes~ – Reclamó con un
pucherito, frunciendo lindamente las cejas y cruzando los brazos. Luego se
estremeció porque su novio acababa de mandarle una de esas miradas que le
decían claramente cuánto deseaba tenerle desnudo… – Dai, no me mires de esa
manera~
–
Suga, ¿no crees que esta noche, podríamos… no sé, escaparnos o algo? – Insinuó
jugueteando con la mano de su novio, enlazando y desenlazando sus dedos.
–
Dai, estamos de campamento. No podemos hacer algo así… – Murmuró rojo de las
mejillas, su corazón latiendo un poco más aprisa.
–
Pero, hace tanto que no… te extraño, Koushi.
–
¡Aléjate de Kageyama, gran rey!
El
grito de Hinata les sorprende y hace que vuelvan la mirada a las canchas, donde
un breve receso de diez minutos se estaba extinguiendo. Sugawara y Sawamura lo
ven y no saben si reír o intervenir. Aunque bien, ya Tanaka estaba haciendo lo
propio conteniendo a Hinata –junto a Nishinoya, que por alguna extraña razón
también parecía írsele a la yugular al apuesto muchacho de Aoba. ¿O la cosa era
con Futakuchi? El chico de Datekou que estaba justo parado a lado del capitán
de Aoba–.
–
Chibi-chan, por qué estás gritándome. No he hecho absolutamente nada con
Tobio-chan… – Oikawa se defendió
sonriendo inocentemente.
–
¡Tampoco lo llames por su nombre! ¡No tienes derecho!
–
¿Y por qué no? Soy su superior y además Tobio-chan nunca ha dicho que no pueda
llamarle así. ¿Es que estás celoso, chibi-chan?
–
¡Claro que no!
Hinata
había respondido por inercia, rojo hasta las orejas y enfadado por esa serie de
sensaciones que le hacían jadear de molestia. Probablemente era verdad que él
no entendía mucho sobre sentimientos, pero eso no quitaba el hecho de que los
experimentara en carne propia.
Por
su parte, Kageyama no estaba participando de la riña entre Hinata y Oikawa, ha decidido no hacer nada más hasta que
su novio se aclare y use las neuronas para pensar. Así que está ahí, en la
cancha junto a Ennoshita practicando boleo en tanto se agota el tiempo de
descanso y pueden retomar los partidos de prácticas.
Más
allá, los entrenadores les estaban permitiendo ser, no iban a tomar parte de
nada a menos que la seguridad física de algún jugador estuviese en juego. Por
ahora, observar sus reacciones en diversas situaciones también les ayudaba a
ellos a conocer mejor a sus jugadores, y en la medida de sus posibilidades,
ofrecerles herramientas para mejorar. Takeda sensei recién estaba volviendo de
su habitación, y Ukai estaba poniéndole al tanto de los resultados al momento.
–
Hasta ahora han jugado el primer set de cada partido, se están jugando tres a
la vez, uno por cada cancha del gimnasio. Después de esto iremos a la cancha de
arena para que ejerciten ahí algunos movimientos. ¿Te sientes mejor?
–
Sí, Ukai. Los consejos de Sugawara-kun me han ayudado muchísimo.
–
Me alivia saberlo. Estaba comenzando a ponerme nervioso. Aunque Sugawara-kun
dice que es normal, y hasta lo sabía por lo que nos dijeron en consulta, pero
no puedo evitar preocuparme por ti, Takeda.
El
sensei se sonrojó y evadió la mirada del rubio para no soltarse a llorar de
emoción. Murmuró un agradecimiento y luego se distrajo con la pelea que parecía seguir en curso con
los chicos. Además del refunfuño de Hinata con Oikawa, Nishinoya parecía tener
sus propias diferencias con el
defensa de Datekou, Futakuchi, si mal no recuerda.
–
Noya, cálmate.
–
¡Tú, no me digas que me calme! ¡Ése… – Señaló infantilmente con el dedo a
Futakuchi… – Se la ha pasado coqueteándote, Asahi!
–
¿Eh? – El as de Karasuno parpadeó honestamente confundido e incrédulo. Y tuvo
que sujetar con fuerza a su pequeño novio cuando el líbero se zafó del agarre
de Tanaka, quien apenas si podía contener al pelinaranja… – Noya, estamos en un
campamento, no puedes ir y pelearte, menos a los golpes, con nadie. A fin de
cuentas somos compañeros y estamos aquí para aprender entre todos.
–
¿Estás defendiéndolo, Asahi? – El líbero preguntó sin perder ese atisbo de
enojo marcándole las delicadas facciones de su rostro afilado.
–
No.
–
¿Entonces te da igual si coquetea contigo?
–
Noya, ni siquiera me había dado cuenta. Tal vez lo estás malinterpretando.
–
¡No estoy malinterpretando nada! ¡Te estaba comiendo
con la mirada! ¿Por qué eres tan inconsciente de tu atractivo, Asahi? – Gimoteó
ofendido.
–
No sé si encontrar la situación divertida, o avergonzarme por ser su compañero
de equipo… – Tsukishima dijo con voz monótona, sentado junto a su novio en la
duela, contando los segundos para que cualquiera de los mayores ponga fin a esta ridícula escena.
–
De Hinata no me extraña, pero de Noya-san… – Yamaguchi se recargó
despistadamente en el hombro del rubio, él aceptó su acercamiento de buena
gana.
–
¡Bien, tiempo de descanso terminado! ¡Tomen su lugar donde corresponde, chicos!
– El asistente del entrenador de Aoba interrumpió todo suceso, Ukai le apoyó y
en un minuto estaban todos dispersos en las tres canchas, así como los
entrenadores repartidos en ellas para observar el desempeño de los chicos.
En
este segundo set la cosa fue de mal en peor en el equipo de Kuroo, que con
Oikawa, Nishinoya y Futakuchi con él, estaba que le saltaban las venitas de la
sien y le sobraban ganas de darles unos golpes a cada uno para que espabilaran
y dejaran de hacer el idiota con pésimas jugadas; que el equipo contrario los
estaba apabullando a su antojo; Lev, que conocía más o menos bien al capitán,
no podía evitar reírse por las cosas que estaban pasando de su lado en la
duela; a Tsukishima más bien le daba igual, si tenía que moverse lo hacía, si
el balón ni siquiera llegaba cerca de él, pues seguía sin ser su problema. Y
los nervios de Kuroo no andaban precisamente bien, que él tenía su propio
asunto pendiente con Futakuchi.
Del
otro lado, Hinata estaba completamente desconcentrado, la sonrisa burlona de
Oikawa le crispaba los nervios y no tenía manera de hacerle pagar su
atrevimiento porque ni siquiera ha conectado con un solo balón pese a que
Moniwa daba buenos servicios.
En
otra de las canchas, Kageyama estaba desempeñándose mejor que el día anterior,
sus servicios estaban siendo bien conectados por nada más y nada menos que
Iwaizumi, quien parecía entenderse con el famoso prodigio. Al otro lado, Kenma
miraba atentamente al equipo rival y observaba a sus compañeros de equipo, como
no los conocía personalmente pensaba mucho cuáles serían los mejores pases para
hacer puntos, y aunque contaba con el as de Karasuno y Kindaichi, todavía no
conseguía darles los mejores servicios, así que estaba comenzando a frustrarse
un poquito.
Los
entrenadores que observaban los tres enfrentamientos estaban entre que también
perdían los estribos con los chicos, o se reían por la facilidad con que se exaltaban.
El marcador de cada encuentro se movía de maneras muy diferentes. El encuentro
en donde Kageyama y Kenma participaban estaba bastante cerrado, mientras que el
de Kuroo vs Moniwa-Daichi, se inclinaba hacia los segundos, incluso si Oikawa
también podía ser muy capaz como armador, las cosas no se le simplificaban
cuando su equipo estaba tan desorganizado.
–
Ah, extraño a mi Iwa-chan~ al menos él me
pelea pero hace lo que debe. En cambio aquí cada quien está moviéndose por su
cuenta y no hemos conseguido ni la mitad de los puntos que tiene la mancuerna
de líderes del otro lado. Si chibi-chan jugara como sabe hacerlo, hace mucho
que ya se habrían llevado el set. Pero chibi-chan está tan molesto que no está
rindiendo nada.
Oikawa
pensó variando las expresiones de su cara conforme a cada línea de pensamiento,
sonriendo burlón al final. Ahora era su turno de sacar, así que tenía pensado
tomar unos buenos puntos con eso. Aunque del otro lado estaba Daichi, y el
capitán de Karasuno había conseguido recibir su saque en varias ocasiones
antes. Miró y se lamentó de que a chibi-chan lo hayan cambiado justo en aquél
momento, habría querido molestarle un poquito.
Afuera,
Hinata no sabía bien a dónde mirar. Por un lado tenía que poner atención a su
partido, pero también estiraba el cuello tratando de vislumbrar el partido de
su novio en la cancha del final. Allá el partido parecía bastante serio, y
Kageyama estaba rindiendo con normalidad.
–
Tengo la sensación de que está
ignorándome. Debe estar molesto por lo de ayer. Bueno, Noya-san dijo que tenía
que pensar seriamente sobre nosotros. Pero, todavía no entiendo cómo puede
Kageyama estar enamorado de mí.
Hinata
sintió una especie de vuelco en el estómago cuando vio a Kageyama servir para
Iwaizumi. Aunque su apreciación pudo no ser muy buena a la distancia, todavía
tuvo la impresión de que se estaban entendiendo bien, y sintió envidia. No es que le disguste la idea
de que Kageyama sea tan buen setter que pueda servir pases buenos para
cualquier rematador. Es lo que de alguna forma hace en Karasuno, servir para
cualquiera de sus compañeros, aunque se enfoque en Asahi, Tanaka o él,
generalmente. Pero, esto se sentía
diferente.
Celos.
La
palabra apareció en su mente, e involuntariamente su ceño se frunció. Quienes
le veían se preguntaban en qué podría estar pensando el señuelo de Karasuno para mostrar tal expresión. De hecho, de cierta
forma lucía adorable.
–
¡Hinata, tu turno!
–
Eh… sí. ¡Sí!
Distraído,
el pelinaranja ingresó nuevamente a la cancha, solo entonces se dio cuenta de
que Daichi-san había detenido los pases de Oikawa al segundo intento. ¿Tan poco
tiempo había pasado? ¿Por qué él lo había sentido más largo? ¿Era porque estaba
observando a Kageyama y había echado en falta ser él quien rematara sus
servicios?
Lo
que fuera, el juego debía continuar, y él tenía que enfocarse. Los humos
parecían haberse tranquilizado en el equipo contrario y estaban funcionando un
poco mejor. Kuroo y Oikawa estaban entendiéndose en las jugadas y remontarían
el marcador si se distraían un poco, así que se sintió con la responsabilidad
de responder a este equipo conformado por chicos que antes solo había visto
como contrincantes y no como aliados, exceptuando naturalmente a Daichi.
Tras
varios minutos de juego un poco más serio y cerrado, el equipo de Moniwa-Daichi
estaba a un punto de llevarse el set. Moniwa pensó que era momento de intentar
nuevamente pasarle el balón a Hinata para que rematara, él le ha visto jugar y
sabe que puede conseguir el punto ganador. Supuso que era solamente que quería
darle un voto de confianza como armador. Lo que fuese, Moniwa sirvió para
Hinata, el pelinaranja se impulsó y trató de hacer lo que solía con los
servicios de Kageyama, e incluso los que tuvo tiempo de practicar con
Sugawara-san antes de que tuviera que retirarse del club por su estado. Luego
de pronto tuvo en la mirada a Oikawa, toda su molestia de antes le bulló desde
el estómago y lo único que tuvo en mente en ese preciso instante, fue que
quería borrarle esa sonrisa sobrada de confianza de la cara. Remató el esférico
sintiendo el ardor en la palma de su mano por la fuerza impresa, las pupilas
chocolate del pelinaranja se dilataron cuando fijó su objetivo. El balón zumbó
y al segundo impactó con un sonoro estruendo en la duela. Había pasado a nada
del rostro de Oikawa, y no era la primera vez, pero ciertamente en esta ocasión
el capitán de Aoba sintió un escalofrío.
El
silbato sonó y fue anunciado el final del encuentro. Hinata no supo de sí hasta
que Inuoka comenzó a felicitarle y a decir lo genial que había sido al rematar
y otras palabras que, si bien el pelinaranja le estaba entendiendo a la
perfección, no compartía su alegría del todo. Chasqueó la lengua y enfurruñado
volvió la mirada hacia el partido que aún estaba en curso en la cancha del
final.
–
Qué fue eso. ¿En verdad quería impactar
el balón en la cara del gran rey?
Los
chicos tomaron un poco de agua y luego terminaron observando el partido de
Kageyama vs Kenma, que seguía reñido y aunque estaban ya sobre el tercer set,
iban uno a uno en los resultados. Era curioso ver cómo el resto de los chicos
de las diversas escuelas estaban reunidos alrededor de la cancha, ya que este
era el único partido que se ha jugado con la debida seriedad desde el primer
minuto. Venga, que en el partido que había estado desarrollándose en el medio
las cosas habían sido más como una cascarita
para espabilar el aburrimiento, honestamente hablando.
Media
hora más tarde finalmente hubo un vencedor, y los entrenadores se mostraron
nuevamente más que satisfechos con lo que estaban observando. Les dieron un
descanso de diez minutos y luego tomaron lugar en las canchas de arena afuera
del gimnasio techado.
–
Espero que nadie haya olvidado su traje de baño… – Ukai les dijo cuando los
chicos estaban tomando sus bolsos para moverse a las siguientes instalaciones.
El rubio tenía una sonrisita divertida, se estaba imaginando la serie de
sucesos que se darían a partir de ahora y le entraba bastante gracia… – Son todos un estuche de monerías. Tan críos
pero tan claros con sus sentimientos y opiniones.
Hinata
fue en busca de Kageyama, pero el pelinegro, aunque no le ignoraba, le estaba
respondiendo con monosílabos o gesticulaciones que de todas maneras no eran
suficientes para el hiperactivo pelinaranja.
–
¿Kageyama, estás enojado conmigo?
–
¿Tengo por qué estarlo, Hinata?
–
Pues, tal vez. Pero, yo creí que ya estábamos bien, entonces tú fuiste y
dijiste todas esas cosas, y ahora me siento extraño, y me molesto con el gran rey cada que te mira o te habla.
Pero tú actúas como si… como, bueno no sé.
A
Kageyama le extrañó ver a Hinata así, parecía preocupado por la forma en que le trataba. Y eso, siendo sincero
consigo mismo, le gustaba. Puede que haberle declarado abiertamente que estaba
enamorado de él no haya sido tan malo después de todo.
–
O podría ser que el muy idiota no sabe
qué hacer con todo esto. Sí, es más probable eso. Hinata, entérate de una vez
de tus propios sentimientos y háblame claro. Esto del primer amor es,
asquerosamente inquietante.
El
pelinegro gruñó a su pensamiento y dejó atrás al pelinaranja cuando apuró los
pasos hacia los vestuarios para cambiarse por el dichoso traje de baño que les habían encargado empacar como parte de los
accesorios indispensables en este campamento. Bueno, el voleibol de playa no ha
llamado su atención antes, y no es como si fueran a enseñarles a posta aquella
rama del deporte, pero sin duda tendrían que practicar un poco.
Mientras
cada equipo se preparaba para la práctica en las canchas de arena, Yaku reñía a
Lev por su deplorable desempeño en los partidos anteriores.
–
¿Acaso tienes miedo o qué? Estúpido granuja… – El líbero de Nekoma dio un
puntapié a la pantorrilla del chico mestizo. Sus rasgos extranjeros acentuaban
su apariencia y generalmente daba la impresión de ser un matón o algo por el estilo, pero de personalidad era completamente
un crío malcriado. Su altura era equiparable a su comportamiento infantil.
–
¡Ay! Yaku-san~ duele~ – Gimoteó el mestizo, cuyas largas extremidades lo hacían
lucir algo torpe cuando se encorvaba, pero imponían respeto cuando mostraba sus
verdaderas habilidades en la cancha. Habilidades que, como en muchos jugadores
de primer año, todavía estaban en fase de pulido.
–
Es la idea, sino, no te pegaría donde sé que va a dolerte… – Yaku dijo cruzando
los brazos, esperando por el resto de su equipo a que terminara de cambiarse.
Él en cambio, práctico para aquel tipo de cosas, se había cambiado como de rayo
sacándose las ropas delante de todos sin ápice de bochorno.
Otros
como Kenma habían usado los cubículos privados. Muy pocos se habían animado en
sacarse el uniforme anterior delante de los demás. Oikawa, Nishinoya,
Futakuchi, como Lev y Yaku, habían sido los más descarados. Cuando Iwaizumi salió vestido con su traje de baño, que
más parecía una simple bermuda playera, le dio tic en el ojo al ver a su novio
modelando –literalmente– su diminuto traje de baño.
–
Oikawa… – Siseó entre dientes casi lanzando chispas por los ojos.
El
capitán de Aoba estaba de lo más entretenido mostrando sus atributos físicos a
sus compañeros de equipo, y alguno que otro distraído de las otras tres
escuelas.
–
Cuando quieran llamar la atención de chicas, o chicos… – Agregó guiñando
coquetamente un ojo, justo hacia Daichi, que enarcó una ceja pillado por
sorpresa por el gesto del capitán de Aoba… – Es súper importante que su
apariencia sea digna de sus ojos. No van a esperar que una linda chica o un
apuesto chico voltee a mirarles si van por la vida actuando como mojigatos.
Tienen que dejarles ver lo astutamente atractivos que son.
Para
entonces, más de alguno estaba tomando nota de los sabios consejos del popular
Oikawa Tooru, entre ellos Yamamoto y Haiba Lev de Nekoma, así como Futakuchi y
Yamazaki de Datekou, Kindaichi de entre sus compañeros, y hasta Kinoshita y
Narita de Karasuno. Iwaizumi estuvo por arrastrar a su novio rumbo a las
canchas de arena cuando el entrenador de Nekoma les llamó para ello. Al menos
de momento la sabiduría de Oikawa fue puesta en standby.
Rumbo
a su siguiente punto de entrenamiento, algunos fueron notando la personalidad
de los demás chicos. Ahí había pues, otros atrevidos
como Oikawa con diminutos y atrayentes bañadores, Nishinoya y Kuroo encabezaban
la lista. Otros eran más reservados, pero la mayoría llevaban prendas como la
de Iwaizumi, que más parecían bermudas que otra cosa. Sin embargo, de quien
todos se mostraron extrañados, pero particularmente celoso Hinata, fue de
Kageyama, que vestía un traje casi tan diminuto como el de Oikawa.
–
No estoy intentando llamar la atención. En la tienda deportiva a la que siempre
voy me lo recomendaron… – Dijo solemne cuando Hinata le preguntó el motivo por
el cual vestía algo tan pequeño.
Hinata
le miró desconfiado, sobre todo porque dejaba poco a la imaginación y la
entrepierna de Kageyama sí o sí, resaltaba sobre la tela oscura.
–
¿De casualidad te atendió alguna chica? ¿O un chico de dudosa preferencia
sexual? – Nishinoya le preguntó sonriendo socarronamente.
–
¿Ah?
–
Kageyama, en el voleibol de playa femenino sí es bastante común el traje de
baño así de sexy; pero en el masculino son mucho más comunes los trajes de baño
normales… – El peliteñido dijo palmeándole la espalda… – Honestamente, creo que
alguien quería jugarte una broma, o verte usando algo tan provocativo.
Las
mejillas del setter de Karasuno se ruborizaron. Luego gruñó entre dientes y
maldijo por lo bajo. Volvió a mirar a Hinata y se encontró con unos ojos
brillantes que no le sacaban la vista de encima. Tragó hondo, no era momento de
poner la mente a divagar por lares que no iba a incursionar por ahora. Además,
se supone que aún está algo resentido con el pelinaranja.
Por
otro lado, Yaku fue atrapado por la curiosidad cuando notó en algunas partes
del cuerpo del línero de Karasuno, marcas.
–
Eso son, ¿moretones? – Preguntó señalando uno de aquellos rastros violáceos que
se le notaban al peliteñido en el vientre e incluso la parte interna de los
muslos, o en la clavícula. Aquellos moretones no se veían cuando usaba el
uniforme de la escuela o las ropas de los entrenamientos, pero con un bañador.
–
Sí, son resultado de mis entrenamientos. Es inevitable que me golpee aquí o
allá… – Nishinoya respondió con seguridad, mientras que a unos pasos Azumane
sudaba frío y se recordaba a sí mismo tener más cuidado con las marcas que deja
en la piel de su novio.
–
Aunque es Yuu quien empieza y siempre
anda pidiéndome que le deje algún chupetón porque le resulta sexy, y muestra de
amor incondicional… – Recordaba el as de Karasuno, suspirando y pensando
que es, a falta de otra palabra, débil
a las peticiones de su novio.
Yaku
asintió a la respuesta de Nishinoya, pero honestamente no le creía. Él ha visto
esta clase de supuestos moretones antes, los que Kuroo le ha dejado a Kenma
últimamente de hecho.
–
Así que, dudo que tenga una novia tan
apasionada. Por lo tanto, Nishinoya-kun está saliendo con alguien de su club,
¿cierto? – Yaku pensaba y paseaba su mirada por los miembros de Karasuno.
Descartó
de inmediato a Kageyama o Hinata, porque se notaba que ese par tenía su propio
mundo y dudaba que permitieran que alguien entrara sin más en él. O algo
parecido. Luego observó a Tanaka y se dijo a sí mismo que era siquiera
imposible imaginarle en una relación de aquella naturaleza, aunque se llevaban
bastante bien todavía le parecía más una estrecha amistad de verdaderos amigos,
casi hermanos. A tres de ellos no les conocía mucho porque ni siquiera habían
jugado contra ellos en partidos anteriores, pero se notaba que tampoco
entenderían su idioma. Luego estaba
el chico de las pecas, que parecía un poco tímido y torpe, además siempre
estaba con el alto rubio de lentes. De hecho, cuanto más estaba pensándolo más
le parecía que ellos dos lucían como una pareja, por lo tanto era imposible.
Finalmente estaba el capitán y el anterior setter, por alguna razón ellos
simplemente no encajaban con Nishinoya, y así, solo quedaba una opción.
–
Azumane, el as de Karasuno. Vaya, cómo no
pensé en él de buenas a primeras. Ahora que lo pienso, les veo juntos cada que
pueden estarlo.
–
¡Muy bien, vamos a jugar chicos!
El
entrenador de Datekou interrumpió su hilo de pensamientos. El de Yaku y de
todos los ahí presentes, y comenzó a explicar cómo desarrollarían esta
actividad. Dos contra dos en partidos de diez minutos, set único, ganaría el
que más puntos consiguiera. Ni bien el entrenador explicaba, los chicos ya
estaban tratando de organizarse a su manera. Hinata de inmediato había tirado
de Kageyama seguro de que haría equipo con él.
–
Ganaremos contra quien sea si estamos
juntos~ – Pensó emocionado.
–
Los equipos serán de la siguiente manera… – Cuando el hombre sacó su carpeta
rígida para chequear las binas que junto a los otros entrenadores habían
organizado, el murmullo inconforme se hizo general entre los chicos… –
¡Silencio! – El hombre dijo endureciendo la mirada, un gimoteo generalizado
junto a una escueta afirmación apenas se oyó… – Bien, entonces.
Al
final, como era de esperarse, algunas binas eran más fuertes que otras. Ahí
donde Kageyama, Oikawa y Kenma estaban, quizá un poco más. Los ases de cada
escuela sin embargo no lucían igual con compañeros que no les conocían y cuyos
servicios dejaban mucho qué desear. Las cosas se pintaron de manera regular en
cada encuentro puesto que cada jugador se vio obligado a improvisar y a
ingeniárselas para hacer lucir sus propias habilidades cuando hacían equipo con
otros que conocían prácticamente para nada.
Curiosamente,
con Iwaizumi quedó Daichi de compañero, y ellos a su vez en algún momento
enfrentaron a Oikawa con Ennoshita. Ambas binas conocían al menos algunos
movimientos del compañero al otro lado de la red, así que fue un partido digno
de observarse, y Ennoshita demostró por qué, a pesar de no ser un jugador
titular, seguía formando parte del club de voleibol de Karasuno. Iwaizumi sin
embargo estaba un poquito incómodo con el encuentro, Oikawa le distraía con ese
traje de baño que se ha mandado, y verle con el cuerpo cubierto aquí o allá de
arena, con las mejillas rojas por el calor y el esfuerzo, la fuerza marcándole
cada músculo en su cuerpo…
–
¡Cuidado Iwa…! – La advertencia del cuervo
le vino tarde. El balón que Ennoshita rematara dio de lleno contra su cara.
–
¡Mierda! – Gimió adolorido. El entrenador Ukai paró el juego y corrió a
observar al muchacho, con suerte el balón le había dado más bien en la zona
frontal y no en la nariz, así que la piel enrojecida y un ligero dolor de
cabeza era todo cuanto había ganado por distraído.
–
¿Seguro que estás bien?
–
Sí, Ukai-san.
Oikawa
se había acercado a mirar también, su rostro ligeramente preocupado dio un
vuelco al corazón de Iwaizumi; si bien tenían una forma muy rara de demostrarse
cariño, por acciones como esta es que él no dudaba de ser especial para el
idiota Casanova que tenía por novio.
–
Iwa-chan, sería mejor que descansaras.
–
Aún quedan cinco minutos. Vamos a ganar. ¿Verdad, Daichi-san?
–
¿Mh? Sí, claro… – Sawamura asintió por inercia. En realidad comenzaba a darse
cuenta de que algo sucedía entre esos
dos… – Aún así, como vuelva a mirar a
Suga de alguna manera inapropiada, tendré que dejarle claras algunas cosas.
Al
final de la práctica en las canchas de arena, la mayoría terminó sumamente
cansado. El requerimiento físico variaba muchísimo de una duela a la arena. Así
que se dirigieron de inmediato a las duchas antes de ir al comedor y comer con
sumo entusiasmo.
–
¿Te has sentido mejor, Takeda?
–
Sí. Creo que lo más pesado serán las mañanas, Ukai.
–
Oh, entonces tendré que mimarte mucho más por las mañanas.
–
Para, no me avergüences aquí… – Sensei murmuró con las mejillas sonrosadas.
–
¿Se ha estado sintiendo mal, Takeda-san?
–
¡N-no! Para nada, estoy bien Nekomata-sensei.
–
Es usted un chico tan entusiasta… – El hombre de mayor edad dijo con una
sonrisa… – Sabe, tiene edad para ser cuidado por una linda chica. Aunque según
he notado Ukai-kun también se encarga bastante bien de eso, ¿no es así,
Takeda-san?
Ambos
jóvenes se sonrojaron, Ukai de hecho se atragantó con su comida, por lo que el
asistente del entrenador de Aoba se vio obligado a palmearle la espalda para
socorrerle en tal aprieto. Nekomata-sensei rió de buena gana cuando se dio
cuenta de la vergüenza de los más jóvenes. Ciertamente, tenía un lado un
poquito maldoso el hombre.
…
Después
de la comida tuvieron otra hora para reposar los alimentos, por lo que eran
libres de ir y hacer lo que quisieran mientras tanto. Tsukishima ha arrastrado
a Yamaguchi a pasear por los alrededores, y el pecoso se sentía en una cita
porque la vista era simplemente increíble.
–
Las montañas se alcanzan a ver por todas partes, Tsukki~
–
Sí… – Dijo, pero sus ojos no estaban para nada en los paisajes, sino en el
chico junto a él que sí que admiraba la panorámica. Pero también era consciente
de la penetrante mirada de su novio… – Tadashi.
–
Qué.
–
Te has bronceado.
–
¿En serio? Oh, y eso que he usado bloqueador solar del adecuado. Será molesto
si más tarde comienza a arder~
Tsukishima
asintió, pero una vez más parecía algo ajeno a las palabras de Yamaguchi. De
hecho ha mencionado aquello porque le agrada cómo su novio se ve con la piel un
poquito más oscura por el calor. Y sin darse cuenta, ya estaba besándole
suavemente, ahí, sin importar si alguien les veía. El pecoso le ha respondido
porque, honestamente, ha tenido ganas de ser besado así desde que llegaron al
campamento.
En
tanto ellos se arriesgan a darse cariño incluso si alguien les pilla, Kageyama
y Hinata se han reunido en la habitación de su cabaña para retomar la charla
que ya sostuvieron antes. Esta vez, ha sido el pelinaranja quien le ha pedido
unos minutos.
–
Y bien, de qué quieres hablar, Hinata.
La
seriedad de Kageyama no le gustaba al pelinaranja, pero admitía que esta vez
probablemente era toda culpa suya.
–
Lo que me dijiste antes, de que… de…
–
Que estoy enamorado de ti… – El pelinegro ayudó,
si bien en el fondo solo quería repetirlo una y otra vez hasta que su tonto novio lo comprenda.
–
S-sí. Yo, mh… – Torpemente el pelinaranja jugaba con sus pulgares y se
encontraba incapaz de mirarle a los ojos… – Realmente no sé, yo nunca. Sé que
me molesta que el gran rey te hable con su tonito de voz chillón, o que se te
acerque y mucho más que te toque de cualquier manera. También me dio envidia verte servir para Iwaizumi-kun,
o para cualquier otro que no sea de Karasuno. Y yo, la verdad no sé. Kageyama,
no sé qué nombre darle a lo que siento. Y me enojo fácilmente. Tú me
preguntaste antes, por qué salir contigo si peleamos las más de las veces. Yo,
pienso que es lo mismo para ti. Entonces, por qué te enamoras de mí cuando no
hacemos más que discutir y gritarnos todo el tiempo.
Kageyama
se dio cuenta de esto justo entonces, ya que antes realmente no lo había
pensado. Hinata tenía razón en cuestionarse aquello. De hecho.
–
No lo sé. Me gustas, siento esto por ti pero no sé por qué.
Silencio.
Sentados
frente a frente resultó incómodo seguir con el tema. Había muchas cosas que
parecían demasiado complejas para ellos, y no eran las personas más asertivas
para resolverlas o darse luz en ellas.
–
Kageyama, no quiero que dejemos de ser novios… – Hinata murmuró rojo hasta las
orejas, y el pelinegro tuvo que levantar la mirada para ver al otro y
corroborar que sí era él quien estaba diciendo aquello… – Yo, lamento ser tan…
pues, no sé, tonto supongo. No sé nada sobre el amor y tal vez soy el peor
novio del mundo pero… pero todavía quiero seguir contigo. No me gusta la idea
de que estés con alguien más, y tampoco me veo estando con alguien que no seas
tú. Yo, no puedo explicar lo que siento ni lo que estoy diciendo en realidad… –
Continuó, riendo bobamente al final, evadiendo en todo momento la mirada que
insistente, buscaba la suya.
Kageyama
le sujetó las manos por las muñecas y le empujó sobre el tatami. Cara a cara
los dos chicos se miraron largo rato. Hinata no se opuso en absoluto a esta
postura aunque se sentía acorralado y vulnerable. Los ojos de Kageyama lucían
casi aterradores. No, el pelinaranja cambia de opinión a medio camino de
hacerse ideas del estado de ánimo de su novio, esos ojos lucen decididos,
seguros, omnipotentes. Le estremecen, le resecan la garganta, le hacen temblar
el corazón y sacude cada fibra de su ser.
–
Kageyama…
–
Cállate, Hinata.
No
suena a una demanda hiriente ni enojada. El pelinaranja no sabe bien a qué
suena de hecho, pero cuando los labios del pelinegro cubren los suyos, se
olvida de todo. Extrañaba este tacto, este sabor, este roce. Se besan al
principio con calma, pero a cada nuevo beso la intensidad aumenta. Hay pasión y
les arde el cuerpo ansioso de un contacto más íntimo. Los jadeos entre besos,
el calor de sus anatomías, el rumor de sus ropas, cada sonido parece
incentivarles algo que los marea
lentamente. Quieren más, mucho más.
–
Kageyama~
–
Hinata.
Nombrar
al otro y perder de foco todo. Los besos no cesan y sus manos en cambio se
ponen inquietas, acarician al otro sin prisas y encuentran estorbosas las
ropas. Todavía no es suficiente. Ansían más. El calor es sofocante, y la
respuesta en la entrepierna se hace evidente, las manos de ambos adolescentes
se mueven hábiles alcanzando la virilidad del otro. Necesitan esto. Masajean el
tronco ajeno y entre besos matan los gemidos que amenazan con hacer eco en la
habitación semivacía. Pero incluso cuando llegan al final entre temblores de
placer, sienten que no es suficiente, que necesitan
más.
Kageyama
besa a Hinata suavemente, lame sus labios humedeciéndolos con su saliva, le saca
los pantaloncillos deportivos y se deshace de su propia ropa. Hinata no se
opone, está inquieto, mareado, ansioso. Y cuando parece que pueden continuar,
escuchan los gritos de otros afuera, recuerdan dónde están y la vergüenza los
ataca de golpe. Se miran a los ojos y se apresuran a limpiarse y cambiarse.
–
Ha sido peligroso.
–
Sí, alguien podría habernos visto.
–
Pero, Kageyama, no me arrepiento. Tú tampoco, ¿verdad?
Al
pelinegro le da un vuelco el corazón. Adorable, jodidamente adorable. Gruñe internamente
y agita la cabeza en negación.
–
Me gustas, Hinata idiota. Cómo podría
arrepentirme de sentirte de esta manera.
Los
culpables de interrumpir a Hinata y
Kageyama son nada más que Yaku y Haiba, el mestizo corre tratando de huir de la
furia del líbero. Le ha jugado una
broma pesada. Robarle un beso al mero
estilo de la bella durmiente cuando Yaku estaba felizmente tomando una siesta
antes de continuar con el entrenamiento, merecía un severo castigo. Pero era
momento en que todavía estaba persiguiendo al de pelo cenizo por todos lados
sin poder darle alcance, lo que es obvio dada la diferencia de estaturas y lo
que las piernas de Lev pueden cubrir en la carrera.
–
¡Estúpido Lev, ven aquí!
–
Si prometes no pegarme, lo haré Yaku-san~
–
Mocoso engreído.
…
Antes
de que se retomara el entrenamiento, Takeda estaba descansando en su
habitación. Se sentía cansado y adormilado. Pero también estaba un poco
decaído. Cuando Sugawara le había preguntado esa mañana por sus padres él no
había podido responderle nada. Eso era porque recordar el pasado le resultaba
de alguna manera doloroso.
Los
padres de Takeda se divorciaron cuando él era un niño. Luego vivió con su padre
porque su madre era demasiado joven y aún tenía muchas metas que cumplir en la
vida, un niño era un obstáculo para
eso. Así que básicamente fue criado por una sola figura, la paterna. Y su padre
había sido bueno pese a todo, de él había aprendido a querer la enseñanza como
profesión, porque el hombre había sido profesor en una prestigiosa universidad en
Tokyo. Pero había muerto a temprana edad, ni siquiera había alcanzado los 40
cuando un paro cardíaco le robó la vida. Entonces Takeda tenía 16 años de edad,
pero se sentía lo suficientemente capaz de valerse por sí mismo que ni siquiera
había aceptado la ayuda de familiares, incluso de su madre, que viviendo en
Francia le había sugerido mudarse con ella o hacerle llegar una mensualidad
para ayudarle a solventar sus gastos.
– No es necesario. Puedo
valerme por mí mismo, mamá.
– De acuerdo. Estoy
segura de que es así, Ittetsu.
Y
la mujer no había vuelto a contactarle más. Takeda supo por su padre que su
progenitora había tenido éxito en aquel país europeo, y que por eso no
volverían a verle. A Takeda recordar su pasado no le había pesado tanto como
ahora, y quería creer que era por los cambios hormonales propios de su estado
de embarazo que se pusiera sensible al respecto.
–
Takeda, es hora de reiniciar el entrenamiento. ¿Quieres venir, o prefieres
seguir descansando?
–
Iré, no puedo perderme lo que yo mismo propuse, ¿verdad? – Dijo forzando una
sonrisa, dejándose mimar cuando el rubio le abrazó murmurando su preocupación
por su salud… – En verdad, estoy bien, es solo que no tenía idea de que tener
bebés fuera tan agotador como hermoso… – Finalmente una sonrisa sincera cruzó
sus labios, y fue suficiente para que Ukai se sintiera aliviado.
…
En
las prácticas vespertinas los muchachos se sintieron más ligeros sobre la
duela, el esfuerzo del mediodía en la arena ha valido la pena. Tras varias
horas de practicar diversas jugadas prefabricadas con equipos aún
inconsistentes, el entrenamiento terminaría tras cumplir con el reto de la
noche anterior.
–
Bien, es hora de que consigan estar “Todos a Bordo”. Recuerden que hoy hay
medio metro cuadrado menos que ayer. Pero todavía tienen que estar todos dentro
del recuadro. Irán todos a cenar hasta que lo hayan conseguido.
La
figura había sido marcada a un costado de las canchas, delimitada a los cuatro
lados con cinta de papel. Tsukishima y Kuroo de inmediato tomaron la mano de
Yamaguchi y Kenma respectivamente. Hoy tampoco dejarían que nadie tocase a sus
novios.
En
silencio, los chicos fueron entrando en el recuadro, pero ya no había espacio y
aún había al menos diez personas fuera. Se miraron entre sí pero ninguno
parecía dispuesto a tomar la batuta.
–
Escuchen, esto no va a funcionar si no nos organizamos… – Daichi finalmente
dijo, perdiendo la paciencia cuando nadie abría la boca más que para quejarse
de que alguien ocupaba demasiado espacio o de que se estaban empujando por las
puras… – Ahora, los más altos son también los más fuertes, ¿no? Yo creo que
deberían estar en los límites del recuadro para contener al resto.
–
Aone, ya escuchaste, tú ponte allí… – Moniwa indicó a su compañero. El
silencioso muchacho sin cejas asintió a su capitán… – Futakuchi, tú también, no
te hagas.
–
¡Lev, deja de encorvarte tratando de parecer más bajo, idiota! – Sobra decir
que ese ha sido Yaku gritoneando al pelicenizo y pateándole para que se pusiera
en el límite externo.
–
Yaku-san~ es cansado tener que soportarlos a todos~ – Se quejó infantilmente. Y
por supuesto, lo único que consiguió fue que el líbero de Nekoma lo fulminara
con la mirada… – De acuerdo, lo haré si eres tú quien se queda aquí cerca.
–
¿Eh? – Yaku se sonrojó cuando se dio cuenta de que su espalda estaba pegada al
pecho de Lev, y sus largos brazos le rodeaban por el frente. Iba a comenzar a
protestar cuando Daichi y Moniwa continuaron acomodando a los chicos de las
diferentes escuelas.
Al
final, casi estaban todos dentro cuando repentinamente Kuroo gritó el nombre de
Futakuchi.
–
¡Juro que ha sido accidental! ¡No era mi intención tocarte ni nada!
–
Bastardo… – Kuroo siseó y apenas fue contenido por Inuoka y Yamamoto para que
no se le fuera encima al de Aoba.
A
Daichi le palpitaban las venitas de la sien peligrosamente, y su mirada
centelleaba a punto de agarrar a todos a patadas si era necesario. Sugawara
suspiró, era imposible contener el lado estricto de Sawamura cuando era
ignorado como líder. Iba a intervenir cuando se dio cuenta de que ya alguien
parecía encargarse de la situación. O empeorarla, en dado caso.
–
Kuroo, venga, yo me pongo aquí y coloco mis manos por acá. Así nadie te tocará
el trasero y podemos terminar con este ejercicio, muero de hambre… – Kenma dijo
con su habitual cara imperturbable. Pero se había colocado de frente a su
novio, cubriendo con sus manos el trasero de éste.
–
¡Oh, oh. Es una buena idea Kenma-chan!
–
¡No toquetees a Kageyama, estúpido Oikawa!
A
saber –aunque resulta obvio–, Oikawa le ha tocado el trasero a Kageyama (para
salvarlo de las manos inquietas que pudieran toquetearlo, que él solo es un
buen samaritano). El pelinegro le ha lanzado un puñetazo directo la cara, al
mismo tiempo que Hinata se le ha ido encima de un brinco. Por lo que Kageyama
no acertó su golpe, y Hinata se ha ido de largo terminando de bruces contra la
duela porque Oikawa, nada tonto ni lento de reflejos, se ha hecho a un lado.
–
¡Es suficiente, trabajen seriamente todos! – Daichi se impuso al instante.
Honestamente daba miedo enojado.
Tras
varios suspiros, quejas por lo bajo y otra ronda de desaciertos, minutos
después el objetivo finalmente se alcanzó. Aunque Kenma había continuado protegiendo el trasero de Kuroo hasta
culminar. Mientras que Futakuchi pronto había sido etiquetado como el pervertido de todos.
–
¡Eso no es verdad! ¡Ya dije que fue un accidente~! Aone, tú me crees, ¿verdad?
– El silencioso muchacho asintió y para confortarlo, le dio tremendo abrazo que
básicamente lo dejó son aire… – La próxima vez, sé menos efusivo, Aone… – Dijo
entre bocanadas de aire para recuperar el aliento.
–
Te lo tienes merecido, Futakuchi. Debe ser una especie de maldición que tenga
que lidiar con un kouhai como tú… – Se quejó el capitán.
–
Moniwa, es porque no has sabido criarle…
–
¡Qué significa eso, Kamasaki!
–
Muy bien, pueden irse todos a cenar, después tendrán un par de horas para
descansar y hacer lo quieran antes de dormir. Pueden hacer uso de cualquier
parte de las instalaciones siempre y cuando dejen todo limpio y ordenado al
final.
--//--
Fujimi
e Ikejiri se han encontrado en una cafetería en el centro de la ciudad. Para el
pelicastaño es raro encontrarse así con un chico al que no conoce, salvo por su
nombre, pero no se sentía particularmente preocupado. Era como si Fujimi
emitiera un aura amigable, o algo así. Por su parte, el ojiazul no estaba
seguro del por qué tan impulsivamente le había invitado a salir.
–
Prefieres que vayamos a otro lugar, Ikejiri.
–
No, está bien aquí. Parece que los frapés son deliciosos.
Tras
pedir su orden, ambos chicos se sentaron en una mesa redonda junto a una de las
ventanas que da a la calle.
–
Entonces, ¿también conoces a Sawamura?
–
Más o menos, en realidad conozco a otro jugador del equipo, Yamaguchi.
–
Oh, creo que… creo que lo recuerdo del torneo pasado.
–
Es el chico lindo de las pecas en las
mejillas. De hecho, te le pareces en eso… – Fujimi dijo con una sonrisa,
provocando un sonrojo en su acompañante. Todo y que esa no era realmente su
intención… – Supongo que al decir que
Guchi es lindo, indirectamente se lo dije a él. Debo tener más cuidado con lo
que digo.
–
Fujimi-kun, ¿puedo preguntarte algo?
–
Seguro.
–
¿Sawamura tiene novia?
--//--
Luego
de la cena, todos fueron arrastrados por el poder de convencimiento –o la
curiosidad, que en este caso funcionó igual– de Oikawa hacia una de las salas
de la cabaña principal. El gran rey
llevaba unos recuadros de papel y una mirada particularmente traviesa.
–
Vamos todos a jugar a Mouth to Mouth.
–
¡Qué! – Se exaltaron en su mayoría.
–
Kageyama, qué es Maus to maus.
– Es Mouth to
Mouth, idiota.
–
¡Eso es lo que he dicho!
–
¡Para nada, Hinata!
–
Entonces, hagamos dos equipos y compitamos entre nosotros.
Oikawa
propuso con su perfecta sonrisa de chico popular.
Continuará……
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