Entre pañales y mamilas, ¡olvídate de
sexo y mamad…!
Han
sido momentos de locura. Intensa locura. Y una felicidad enorme. Hinata y
Kageyama han tenido un varón, de cabellera negruzca y ojos amielados.
Casualmente, Yamaguchi y Tsukishima han tenido también un varón, con la
cabellera rubia platinada y ojos castaños, pero unas lindas pequitas en las
mejillas. Por supuesto, la travesía del nacimiento de las hermosas criaturas no
había sido tan “divertida”. Ha sido un momento de muchas lágrimas, nervios,
alegría y un sinfín de emociones que difícilmente podrían nombrar los recién
estrenados papás.
A
Hinata y Yamaguchi les habían anestesiado localmente, para que pudieran ver el
nacimiento de sus bebés. Pero, con las emociones a flor de piel, sujetar la
mano de Kageyama y Tsukishima respectivamente, se convirtió en una sutil
tortura para ellos, cuya mano fue apretada en diferentes intensidades durante
el tiempo de la cesárea. De esa manera se había vuelto imposible grabar el
nacimiento de sus bebés, las tomas habían salido movidas, y las voces que se
escuchaban en el video eran más que nada gritos y algún que otro improperio de
parte de “las mamás”.
Salir
del quirófano ha sido casi un alivio –con suerte ninguno se había desmayado,
aunque tanto Kageyama como Tsukishima sintieron que estuvieron cerca de
hacerlo. No lo dirían nunca, obviamente–, pero Hinata no paraba de preguntar
por su bebé, ansioso por tenerle en brazos más de ese minuto que le permitieron
cuando le sacaron de su vientre y le escuchó llorar agudamente antes de
tranquilizarse arrullado contra su pecho.
—
Tobio, ¿cuánto más tenemos que esperar?
—
No mucho, le están haciendo la revisión correspondiente. Espera un poco más,
Shoyo.
—
Pero ya quiero cargarlo otra vez~. ¿Tú no quieres? No te ves emocionado.
—
Ya me conoces, es difícil que tenga expresiones claras. Estoy emocionado, mira…
— Dijo, alargando las manos y mostrándole a su novio que estaba temblando de
pura emoción.
—
Estás temblando~ ¡Mi Tobio sí está emocionado por la llegada de nuestro Tsubasa~!
—
Por eso te digo, cálmate un poco, se te abrirán los puntos de la cesárea… —
Abrazándole y acomodándole en la camilla, el pelinegro sentía el vacío en el
estómago, producto de la emoción, los nervios y probablemente la falta de
alimento.
Cuando
la enfermera llegó con el bebé, los ojos de los padres primerizos se abnegaron
de lágrimas. Estaban tan emocionados, que parecían unos adolescentes de nuevo,
nerviosos y asustados de lo desconocido.
La enfermera sonrió, francamente enternecida por la actitud de los jovencitos.
Cuando pasó al bebé a brazos del pelinaranja, notó también que le temblaban las
manos, que sus lágrimas de felicidad finalmente resbalaban por sus mejillas, y
que sus besos en la frente del bebé eran temblorosos.
—
Es tan chiquito, y se siente tan frágil en mis brazos… — Hinata gimoteó.
—
Lo harás bien, ambos lo harán. Solo recuerda todos los consejos que les dieron
en los cursos de “padres primerizos”. — La enfermera dijo, intentando darles
algo de confianza y ánimo… — Y seguro que hay un montón de personas ahí afuera
que también les ayudarán a llevarlo lo mejor posible.
En
breve la habitación estaba llena de familiares y amigos, incluso tomando turnos
para poder, al menos, saludar y felicitar a los primerizos padres. Y era
curioso como algunos incluso decían que iban donde Yamaguchi y Tsukishima o que
venían de ahí.
—
Quiero verlos, quiero conocer al bebé de Yamaguchi también~.
—
Tendremos que esperar, las visitas no han terminado.
—
Por eso, Tobio, ¿no sería mejor si ambos estamos en la misma habitación?
—
Supongo que sí. Pero déjame ser un poco egoísta y disfrutar de nuestro momento
como papás. Y que ellos disfruten el suyo también.
En
la habitación de Yamaguchi y Tsukishima, ambos estaban felices también. Aunque
el rubio lo demostraba de una forma bastante particular dada su personalidad.
Compartía menos que Kageyama, y actuaba un poquito más sobreprotector también.
El pecoso por su parte, estaba más que contento con el nacimiento de su bebé y
las interminables visitas, felicitaciones, abrazos y obsequios para su pequeño,
a quien han llamado Yakumo.
—
Tiene características de Tsukishima, pero espero que herede tu carácter,
Yamaguchi.
—
Eh, gracias, supongo, Tanaka-senpai… — El pecoso sonrió, tomando las palabras
de su amigo como una broma.
—
a Denji le gusta Yakumo. Serán buenos amigos… — Ennoshita, cuya personalidad no
ha sufrido cambios, dijo con tono neutro, pero una de esas sonrisas que lo
volvían un hombre confiable. Una madre
a quien acudir si tenía dudas. Eso pensaba el pecoso al verle. Y pensó lo mismo
cuando vino Takeda sensei, o Sugawara-san.
—
A todos los mocosos les ha gustado,
parece.
—
Oh vamos, Tsukishima, no pongas esa cara malhumorada por algo tan lógico. ¡Son
niños! Es natural que se gusten entre ellos.
El
rubio chasqueó la lengua, pero no cedió ante las palabras de Tanaka. Que
continuó lanzándole algunas frases tratando de convencerlo, de ablandarlo, de que mostrara más respeto por su paternidad. En tanto,
Ennoshita estaba dándole consejos a Yamaguchi al alimentar a su bebé. Yakumo
estaba más que entusiasmado succionando la mamila, manteniendo los ojos
cerrados, y las manitas, todavía algo arrugadas, empuñadas sujetando el meñique
de la diestra de su madre, y en la
otra su mantita.
…
El
nacimiento de Tsubasa y Yakumo era algo que todos los amigos estaban
celebrando, pero al mismo tiempo había despertado la nostalgia de algunos. El
deseo de otros. Particularmente de Yaku, quien era el más afectado. Los
resultados negativos de sus últimos intentos por embarazarse solo habían
conseguido sembrar en lo más profundo de su corazón la inquietante sensación de
culpa mezclado con coraje y tristeza.
—
Yaku-san, no llores.
—
Lo siento, es solo que, me siento tan impotente porque no puedo darnos familia.
Los
sollozos del muchacho resonaron en la estancia del departamento. Es consciente
de que debe alegrarse por sus amigos. Y lo hace. Pero también se vuelve
sensible y vulnerable. Fue un momento difícil para él cuando, junto a Lev,
recorrieron las tiendas en busca de regalos para los bebés. Ver ropa,
accesorios, muebles, todo lo necesario para un bebé, y saber que nada de
aquello era para ellos, había dejado una impresión sensible en su corazón.
—
Yaku-san… — El mestizo le abrazó, no sabiendo de qué otra manera apoyarle.
Sabiendo
que en situaciones como aquellas, el amor no lo es todo. Ni la confianza, la
comprensión o el apoyo incondicional. Que hay heridas que están ahí sin que
sanen por más medicina que se ponga
sobre ellas, pequeñas grietas que solo pueden curarse, quizá, con el tiempo, o
la realización de sus sueños. Y Lev sabe, que el tiempo es traicionero, y que
los sueños, no siempre se cristalizan en realidades.
…
—
Vamos, Shoyo, cálmate.
—
Pero no puedo hacerlo, Tobio~ — Gimoteó el pelinaranja, aferrándose con fuerza
a la cintura de su amante… — No sirvo para ser “madre” de nuestro Tsubasa~.
Lloriqueó.
Y es que, a saber, a una semana del parto, Hinata aún no tenía el valor para
duchar a su pequeño. Se volvía un manojo de nervios ni bien Kageyama avisaba
que la tina estaba lista.
—
No digas tonterías. Claro que cumples como “madre” de nuestro Tsubasa. Es
normal estar un poco asustado y ponerse nervioso. Ser padres no es algo que se
aprende ni yendo a todos los cursos que asistimos.
—
Pero tú no te pones nervioso como yo… — Gimoteó, sorbiendo la nariz y dejándose
mimar por las toscas manos del pelinegro sobre su cabeza y espalda.
—
Pero tú siempre has sido así. Los nervios te traicionan cuando se trata de
situaciones que te emocionan mucho. Estás tan contento de que Tsubasa nació que
te gana la ansiedad. Sé, porque lo veo en tus ojos, que quieres ser perfecto
para él. Y esa es la visión errónea.
—
¿Lo es? — El pelinaranja preguntó con ojos lacrimosos, pero levantando
finalmente el rostro. Dejándose hacer cuando los pulgares del pelinegro
comenzaron a limpiar el surco de lágrimas en sus mejillas.
—
Lo es. Porque no debes ser un “mami” perfecto para Tsubasa. Deber ser lo
suficientemente bueno para que él se sienta seguro. Y por sobre todas las
cosas, disfrutar del momento, así como cuando le das su mamila o le cambias el
pañal y juegas con él haciéndole esas graciosas caras.
—
Pero, me da miedo lastimarlo. O que resbale de mis manos y…
—
Shoyo… — Interrumpió, sujetándole firmemente el mentón… — Eso no va a pasar.
Voy a estar ahí contigo, no vas a hacerlo solo hasta que te sientas seguro,
¿bien?
El
pelinaranja asintió. Y aquella tarde se encargó del baño de Tsubasa por primera
vez. Aunque Kageyama le acompañaba, observando y estando atento; Hinata lo
manejó bastante bien a pesar de los nervios. Y casi al final, hasta se había
olvidado de todo, porque Tsubasa hacía tiernos pucheros y hasta sonreía,
mostrándole con sus grandes ojos miel, que lo estaba pasando bien. Arroparle
con una toalla, secarle y cambiarle, fue mucho más fácil y divertido ahora. Y
para cuando Hinata se sentó en el sofá dándole la mamila, Kageyama se aseguró
de hacer algunas tomas con su móvil, estos eran recuerdos que quería conservar
en video y fotografía.
…
Tsukishima
dejó a Yakumo en su cuna, cubriéndole con la manta y dejando cerca uno de los
tantos peluches que le han llegado de obsequio de entre sus amigos, era un
lindo conejo blanco que a su bebé parecía gustarle más que los otros peluches,
quizá porque llamaban su atención las largas orejas felpudas.
—
Tsukki.
—
¿Qué, Tadashi?
—
La cena está lista.
El
rubio asintió. Besó la frente de su hijo y salió luego, siguiendo a su novio
hasta el comedor. Últimamente estaba muy callado, y eso ponía un poquito
inquieto al pecoso.
—
¿Está todo bien?
—
Sí.
—
¿Seguro?
—
¿Por qué no debería, Tadashi?
—
Es porque, estás muy serio. Y casi no hablamos cuando tenemos tiempo para
nosotros.
—
¿Estás celoso de Yakumo, Tadashi?
—
¿Cómo podría? Es nuestro hijo. Pero, desde que nació, es como si no estuvieras aquí cuando Yakumo duerme. Y ya sabes,
duerme la mayor parte del tiempo, solo despierta para comer o cuando está hecho
del baño. Después, estás en el trabajo, y cuando vuelves… Tsukki, casi no me
miras. ¿Subí demasiado de peso?
—
¡Tonterías! No tiene nada qué ver con eso.
—
Entonces.
—
Es que… — El rubio acomodó sus anteojos, aclaró la garganta y dirigió sus ojos
dorados a su pecoso novio… — Te deseo, Tadashi. Y solo puedo controlarme de
saltarte encima si no te veo o hablo contigo.
—
Bueno, es verdad que no podemos tener sexo como antes, pero… todavía podemos
tocarnos, Kei. Yo también te deseo.
Tsukishima
estuvo tentado de decirle que tocarse
no iba a ser suficiente. Y que no confiaba en su propio autocontrol para evitar
llegar hasta el final. Aún así, aquella noche lo intentaría, porque extrañaba
como nada, el calor y los besos de Yamaguchi. Su adorable pecoso gimiendo bajo
su cuerpo, sudoroso, avergonzado, tímido y febril.
—
Ng, es mala idea pensar en ello cuando no
podremos ir tan lejos.
…
—
En esta ocasión, tendremos un campamento de personal.
—
¿Campamento de personal?
—
Así es. Parte de las estrategias para hacer de este un óptimo centro deportivo,
es que el personal esté al día, y también que tenga oportunidades para
convivir. Antes que llevar a cabo campamentos con los atletas, el personal
deberá tener uno previo. Durará una semana, y será el próximo mes.
—
Pero, nosotros. ¿Estás pidiendo que deje solo a mi bebé y a Shoyo durante una
semana entera?
—
Sé que es difícil, Kageyama. Pero esto es trabajo.
—
Tsubasa apenas tiene un par de semanas de nacido, no quiero apartarme de mi
familia tan repentinamente, aunque sea una semana.
—
Tsukishima y tú están en la misma condición, yo lo entiendo. Pero como dije
antes, esto es trabajo. Estaba en el contrato que firmaron, y sé que lo
leyeron, no es algo nuevo. Lo siento.
Incluso
si los estrenados padres hubieran querido contradecirlo, no lo hicieron por dos
sencillas razones. Una, es el jefe. Y dos, tiene razón. La vida es
circunstancial, ahora, mañana, en unos años más; siempre habrá situaciones en
las que no podrán estar cerca de sus familias, en las que habrá que priorizar
el trabajo y seguir adelante. Porque un hogar no se mantiene solo, y ellos no
son ningunos muchachos millonarios que puedan ignorar la necesidad económica de
sus hogares.
—
Esto apesta… — Farfulló el pelinegro entre dientes, tensando los puños antes de
conseguir relajarse. Cerró los ojos y presionó sus sienes.
—
No eres el único que lo piensa, Kageyama.
—
Tal vez Shoyo y Yamaguchi podrían estar juntos durante ese tiempo, ¿no,
Tsukishima?
—
No.
—
¡Tan siquiera escuchaste lo que dije!
—
¿Acaso el rey quiere que sus demandas
se cumplan a rajatabla?
—
Idiota.
…
—
¿Una semana? Pero Fujimi que está pensando~. Justo hablamos ayer de que no me
siento seguro aún~.
—
¿Y qué debo hacer, Shoyo? Es trabajo. No me agrada la idea, pero quiero ser
responsable. Ya hablé con mis padres, ellos estarán encantados de que te quedes
en casa los días que sean necesarios. Y estoy seguro de que tus padres
pensarían igual. Incluso la Sra. Fujimi ofreció su casa para ti y Yamaguchi.
—
Así que en realidad ya trazaste un plan, ¿verdad?
—
Solo trato de ocuparme de mi familia, aunque no vaya a estar. ¿Estás enojado?
Hinata
suspiró, negando suavemente con la cabeza.
—
No, no podría. Esto es normal, tienes que atender el trabajo mientras yo sigo
de permiso por la cuarentena postparto. Pero, todavía tenemos que pensar sobre
cómo vamos a manejarnos cuando tenga que empezar a trabajar yo también. No
quiero ser solo “ama de casa”, ¿sabes? De todas formas, no se me dan muy bien
las tareas del hogar.
Kageyama
sonrió un poquito, honestamente resultaba tierno verle enfurruñarse por algo
así.
—
Hablemos de eso cuando quieras, Shoyo. Lo estamos haciendo bien, como pareja y
como padres. Solo tenemos que hablar siempre que sea necesario.
…
Tsukishima
no había sido menos infeliz que Kageyama con el dichoso campamento de personal.
Cuando se lo dijo a Yamaguchi, el pecoso sonrió con un dejo de tristeza, pero
de inmediato comenzó a decir sobre las cosas que debería empacar.
—
Tadashi.
—
¿Sí?
—
Enójate.
El
pecoso volvió la mirada a su novio. Los dorados ojos de Tsukishima parecían
dolidos.
—
No lo confundas, Kei. No es que sea indiferente, pero es trabajo. No puedo
darle la espalda a los hechos. Y es solo una semana, Yakumo y yo estaremos
bien. Te vamos a esperar con entusiasmo, prepararé tu platillo favorito para la
comida, y tomaremos la ducha, juntos… — Agregó, con ese tinte tímido que le
caracterizaba cuando se trataba de intimidad.
—
Diablos, ya quiero que termine la cuarentena, quiero hacerte el amor
apropiadamente, Tadashi.
—
Tsukki~ — Suspiró, sonriendo radiante con una pizca de timidez y vergüenza,
pero alargando los brazos para rodear el cuello de su novio rubio y dejarse
hacer cuando éste le besó.
Un
beso largo, húmedo, necesitado. Y habrían ido por algunos más de no ser porque
Yakumo comenzó a llorar.
—
¿Mamila?
—
No, cambio de pañal seguramente~.
…
—
Así que, Tobio dijo que podríamos ponernos de acuerdo y pasar al menos un día
en casa de los Fujimi, ya que amablemente nos ofrecieron su hogar para que no
estuviésemos solos ahora que nuestros novios se ausentarán por una semana
debido al trabajo.
—
Bueno, supongo que debemos hacerlo, Hinata.
—
Oye, Yamaguchi.
—
Mh.
—
¿Extrañas la vida antes de la “familia”?
—
Bueno, supongo que en parte podría decirse que sí. Pero amo muchísimo mi vida
actual, tener a Yakumo y que Kei se haya vuelto un experto en prepararle la
mamila. ¿Sabes? A Yakumo le gustan más sus biberones cuando los prepara Kei, se
los termina por completo, mientras que conmigo siempre deja un poco.
—
Eso debe ser interesante de ver~. Tobio es bueno en todo, sobre todo al momento
de duchar a Tsubasa~.
—
Pero eso es porque tú todavía te sientes nervioso, ¿verdad, Hinata?
—
Sí~ es como si no pudiera evitarlo.
—
Estoy seguro de que cambiará cuando Tsubasa haya crecido un poco más… — El
pecoso sonrió amable.
Y
de repente Hinata se sintió en aquellos años de secundaria, particularmente
durante el tercer año, cuando Yamaguchi había “adoptado” el rol de “mamá
cuervo” en Karasuno, supliendo a Ennoshita-san.
—
¿Hinata?
—
Yamaguchi, eres genial.
—
¿Eh? — Murmuró, sonrojándose abruptamente.
…
—
Arita, te estás estresando demasiado con este campamento, creo que necesitas
relajarte y tomarlo con calma. Aunque es diferente de cualquier otro campamento
que hayas organizado con nuestros amigos, pienso que todo irá bien. Pero
necesitas dejar de darle vueltas al proyecto.
Fujimi
miró a su esposo, Hayato llevaba ya el pijama. Y por la forma en que bostezaba,
se dio cuenta de que probablemente había intentado dormir sin él, pero no había
conseguido hacerlo por lo que había ido a su encuentro en la pequeña oficina
que tenía en casa.
—
¿Te estoy quitando el sueño, Hayato?
—
Sí. Pero no es divertido. Sería mejor si al menos estuvieses de travieso en la
cama, Arita.
Fujimi
sonrió de lado, y pícaro fue a abrazar a su esposo. Ikejiri se sonrojó hasta
las orejas cuando se dio cuenta de lo que había dicho.
—
¿Arita?
—
Voy a hacerte el amor toda la noche, ya que no nos veremos durante una semana,
Hayato-san.
…
La
partida al campamento sería de madrugada, por lo que los chicos que participan
se despiden de sus respectivas parejas en casa.
—
Tobio, ¿me llamarás todos los días?
—
Lo haré. Por la mañana y por la noche, y si encuentro tiempo también por las
tardes. Así que mantén contigo tu móvil, Shoyo.
—
Sí. No te sobreesfuerces.
—
Claro que no. Te amo, Shoyo… — Un beso largo, un fuerte abrazo y la sensación
de no querer apartarse… — Si me es posible, les traeré recuerdos. Tsubasa, te
amo bebé, mami cuidará de ti, y
aunque no me verás unos días, vas a escuchar mi voz a diario… — Dijo, besando
el rostro de su pequeño y casi queriendo llorar por tener que dejarles ahí, en
casa de sus suegros.
Y
la misma historia se repitió con Yamaguchi y Tsukishima, aunque el pecoso se
animó en acompañarle hasta el punto de reunión, aprovechando que Yakumo estaba
dormido y que le conocían sus ritmos de sueño.
—
Llámame cuando tengas tiempo para hacerlo, Kei.
—
Sí. Vamos, vuelve ya, está fresco aquí y no traes mucho abrigo… — El rubio se
sacó su propia sudadera para dársela.
—
Pero Tsukki, tú.
—
Yo estoy bien, subiré al autobús y no sentiré frío.
El
pecoso aspiró el aroma de su novio en la sudadera que le ha ofrecido. Y de
pronto sintió ganas de llorar, era una semana solamente, pero le iba a extrañar
demasiado.
—
Hey, Tadashi… — Le llamó, sujetando su mentón y mirándole a los ojos… — Lo
siento, por dejarlos solos ahora.
—
Está bien, en serio. Yakumo y yo vamos a esperar pacientemente por ti, Kei.
—
Ng, mierda, me dan envidia… — Kageyama dijo, viéndolos besarse al despedirse.
Mientras que él se había tenido que conformar con hacerlo hace casi media hora
en casa de Hinata.
—
Vamos, no eres el único que no podrá estar con su familia esta semana,
Kageyama… — Sawamura le palmeó la espalda.
—
¡Estamos listos! ¡Ya quiero que empiece este campamento!
—
Bokuto-san, baja la voz.
—
¡Es que estoy emocionado, Akaashi!
—
Suficiente, si sigues gritando así no viajaré junto a ti.
—
¡Ah! — El búho se cubrió la boca, siguiendo graciosamente a su novio hasta el
autobús que estaba por partir.
Algunas
cosas definitivamente cambian con el tiempo. Otras, bueno, continúan igual. ¿O
no?
Continuará…
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