jueves, 29 de diciembre de 2016

Match Point. PARTE 5.



Entre pañales y mamilas, ¡olvídate de sexo y mamad…!


Han sido momentos de locura. Intensa locura. Y una felicidad enorme. Hinata y Kageyama han tenido un varón, de cabellera negruzca y ojos amielados. Casualmente, Yamaguchi y Tsukishima han tenido también un varón, con la cabellera rubia platinada y ojos castaños, pero unas lindas pequitas en las mejillas. Por supuesto, la travesía del nacimiento de las hermosas criaturas no había sido tan “divertida”. Ha sido un momento de muchas lágrimas, nervios, alegría y un sinfín de emociones que difícilmente podrían nombrar los recién estrenados papás.

A Hinata y Yamaguchi les habían anestesiado localmente, para que pudieran ver el nacimiento de sus bebés. Pero, con las emociones a flor de piel, sujetar la mano de Kageyama y Tsukishima respectivamente, se convirtió en una sutil tortura para ellos, cuya mano fue apretada en diferentes intensidades durante el tiempo de la cesárea. De esa manera se había vuelto imposible grabar el nacimiento de sus bebés, las tomas habían salido movidas, y las voces que se escuchaban en el video eran más que nada gritos y algún que otro improperio de parte de “las mamás”.

Salir del quirófano ha sido casi un alivio –con suerte ninguno se había desmayado, aunque tanto Kageyama como Tsukishima sintieron que estuvieron cerca de hacerlo. No lo dirían nunca, obviamente–, pero Hinata no paraba de preguntar por su bebé, ansioso por tenerle en brazos más de ese minuto que le permitieron cuando le sacaron de su vientre y le escuchó llorar agudamente antes de tranquilizarse arrullado contra su pecho.

— Tobio, ¿cuánto más tenemos que esperar?

— No mucho, le están haciendo la revisión correspondiente. Espera un poco más, Shoyo.

— Pero ya quiero cargarlo otra vez~. ¿Tú no quieres? No te ves emocionado.

— Ya me conoces, es difícil que tenga expresiones claras. Estoy emocionado, mira… — Dijo, alargando las manos y mostrándole a su novio que estaba temblando de pura emoción.

— Estás temblando~ ¡Mi Tobio sí está emocionado por la llegada de nuestro Tsubasa~!

— Por eso te digo, cálmate un poco, se te abrirán los puntos de la cesárea… — Abrazándole y acomodándole en la camilla, el pelinegro sentía el vacío en el estómago, producto de la emoción, los nervios y probablemente la falta de alimento.

Cuando la enfermera llegó con el bebé, los ojos de los padres primerizos se abnegaron de lágrimas. Estaban tan emocionados, que parecían unos adolescentes de nuevo, nerviosos y asustados de lo desconocido. La enfermera sonrió, francamente enternecida por la actitud de los jovencitos. Cuando pasó al bebé a brazos del pelinaranja, notó también que le temblaban las manos, que sus lágrimas de felicidad finalmente resbalaban por sus mejillas, y que sus besos en la frente del bebé eran temblorosos.

— Es tan chiquito, y se siente tan frágil en mis brazos… — Hinata gimoteó.

— Lo harás bien, ambos lo harán. Solo recuerda todos los consejos que les dieron en los cursos de “padres primerizos”. — La enfermera dijo, intentando darles algo de confianza y ánimo… — Y seguro que hay un montón de personas ahí afuera que también les ayudarán a llevarlo lo mejor posible.

En breve la habitación estaba llena de familiares y amigos, incluso tomando turnos para poder, al menos, saludar y felicitar a los primerizos padres. Y era curioso como algunos incluso decían que iban donde Yamaguchi y Tsukishima o que venían de ahí.

— Quiero verlos, quiero conocer al bebé de Yamaguchi también~.

— Tendremos que esperar, las visitas no han terminado.

— Por eso, Tobio, ¿no sería mejor si ambos estamos en la misma habitación?

— Supongo que sí. Pero déjame ser un poco egoísta y disfrutar de nuestro momento como papás. Y que ellos disfruten el suyo también.

En la habitación de Yamaguchi y Tsukishima, ambos estaban felices también. Aunque el rubio lo demostraba de una forma bastante particular dada su personalidad. Compartía menos que Kageyama, y actuaba un poquito más sobreprotector también. El pecoso por su parte, estaba más que contento con el nacimiento de su bebé y las interminables visitas, felicitaciones, abrazos y obsequios para su pequeño, a quien han llamado Yakumo.

— Tiene características de Tsukishima, pero espero que herede tu carácter, Yamaguchi.

— Eh, gracias, supongo, Tanaka-senpai… — El pecoso sonrió, tomando las palabras de su amigo como una broma.

— a Denji le gusta Yakumo. Serán buenos amigos… — Ennoshita, cuya personalidad no ha sufrido cambios, dijo con tono neutro, pero una de esas sonrisas que lo volvían un hombre confiable. Una madre a quien acudir si tenía dudas. Eso pensaba el pecoso al verle. Y pensó lo mismo cuando vino Takeda sensei, o Sugawara-san.

— A todos los mocosos les ha gustado, parece.

— Oh vamos, Tsukishima, no pongas esa cara malhumorada por algo tan lógico. ¡Son niños! Es natural que se gusten entre ellos.

El rubio chasqueó la lengua, pero no cedió ante las palabras de Tanaka. Que continuó lanzándole algunas frases tratando de convencerlo, de ablandarlo, de que mostrara más respeto por su paternidad. En tanto, Ennoshita estaba dándole consejos a Yamaguchi al alimentar a su bebé. Yakumo estaba más que entusiasmado succionando la mamila, manteniendo los ojos cerrados, y las manitas, todavía algo arrugadas, empuñadas sujetando el meñique de la diestra de su madre, y en la otra su mantita.


El nacimiento de Tsubasa y Yakumo era algo que todos los amigos estaban celebrando, pero al mismo tiempo había despertado la nostalgia de algunos. El deseo de otros. Particularmente de Yaku, quien era el más afectado. Los resultados negativos de sus últimos intentos por embarazarse solo habían conseguido sembrar en lo más profundo de su corazón la inquietante sensación de culpa mezclado con coraje y tristeza.

— Yaku-san, no llores.

— Lo siento, es solo que, me siento tan impotente porque no puedo darnos familia.

Los sollozos del muchacho resonaron en la estancia del departamento. Es consciente de que debe alegrarse por sus amigos. Y lo hace. Pero también se vuelve sensible y vulnerable. Fue un momento difícil para él cuando, junto a Lev, recorrieron las tiendas en busca de regalos para los bebés. Ver ropa, accesorios, muebles, todo lo necesario para un bebé, y saber que nada de aquello era para ellos, había dejado una impresión sensible en su corazón.

— Yaku-san… — El mestizo le abrazó, no sabiendo de qué otra manera apoyarle.

Sabiendo que en situaciones como aquellas, el amor no lo es todo. Ni la confianza, la comprensión o el apoyo incondicional. Que hay heridas que están ahí sin que sanen por más medicina que se ponga sobre ellas, pequeñas grietas que solo pueden curarse, quizá, con el tiempo, o la realización de sus sueños. Y Lev sabe, que el tiempo es traicionero, y que los sueños, no siempre se cristalizan en realidades.


— Vamos, Shoyo, cálmate.

— Pero no puedo hacerlo, Tobio~ — Gimoteó el pelinaranja, aferrándose con fuerza a la cintura de su amante… — No sirvo para ser “madre” de nuestro Tsubasa~.

Lloriqueó. Y es que, a saber, a una semana del parto, Hinata aún no tenía el valor para duchar a su pequeño. Se volvía un manojo de nervios ni bien Kageyama avisaba que la tina estaba lista.

— No digas tonterías. Claro que cumples como “madre” de nuestro Tsubasa. Es normal estar un poco asustado y ponerse nervioso. Ser padres no es algo que se aprende ni yendo a todos los cursos que asistimos.

— Pero tú no te pones nervioso como yo… — Gimoteó, sorbiendo la nariz y dejándose mimar por las toscas manos del pelinegro sobre su cabeza y espalda.

— Pero tú siempre has sido así. Los nervios te traicionan cuando se trata de situaciones que te emocionan mucho. Estás tan contento de que Tsubasa nació que te gana la ansiedad. Sé, porque lo veo en tus ojos, que quieres ser perfecto para él. Y esa es la visión errónea.

— ¿Lo es? — El pelinaranja preguntó con ojos lacrimosos, pero levantando finalmente el rostro. Dejándose hacer cuando los pulgares del pelinegro comenzaron a limpiar el surco de lágrimas en sus mejillas.

— Lo es. Porque no debes ser un “mami” perfecto para Tsubasa. Deber ser lo suficientemente bueno para que él se sienta seguro. Y por sobre todas las cosas, disfrutar del momento, así como cuando le das su mamila o le cambias el pañal y juegas con él haciéndole esas graciosas caras.

— Pero, me da miedo lastimarlo. O que resbale de mis manos y…

— Shoyo… — Interrumpió, sujetándole firmemente el mentón… — Eso no va a pasar. Voy a estar ahí contigo, no vas a hacerlo solo hasta que te sientas seguro, ¿bien?

El pelinaranja asintió. Y aquella tarde se encargó del baño de Tsubasa por primera vez. Aunque Kageyama le acompañaba, observando y estando atento; Hinata lo manejó bastante bien a pesar de los nervios. Y casi al final, hasta se había olvidado de todo, porque Tsubasa hacía tiernos pucheros y hasta sonreía, mostrándole con sus grandes ojos miel, que lo estaba pasando bien. Arroparle con una toalla, secarle y cambiarle, fue mucho más fácil y divertido ahora. Y para cuando Hinata se sentó en el sofá dándole la mamila, Kageyama se aseguró de hacer algunas tomas con su móvil, estos eran recuerdos que quería conservar en video y fotografía.


Tsukishima dejó a Yakumo en su cuna, cubriéndole con la manta y dejando cerca uno de los tantos peluches que le han llegado de obsequio de entre sus amigos, era un lindo conejo blanco que a su bebé parecía gustarle más que los otros peluches, quizá porque llamaban su atención las largas orejas felpudas.

— Tsukki.

— ¿Qué, Tadashi?

— La cena está lista.

El rubio asintió. Besó la frente de su hijo y salió luego, siguiendo a su novio hasta el comedor. Últimamente estaba muy callado, y eso ponía un poquito inquieto al pecoso.

— ¿Está todo bien?

— Sí.

— ¿Seguro?

— ¿Por qué no debería, Tadashi?

— Es porque, estás muy serio. Y casi no hablamos cuando tenemos tiempo para nosotros.

— ¿Estás celoso de Yakumo, Tadashi?

— ¿Cómo podría? Es nuestro hijo. Pero, desde que nació, es como si no estuvieras aquí cuando Yakumo duerme. Y ya sabes, duerme la mayor parte del tiempo, solo despierta para comer o cuando está hecho del baño. Después, estás en el trabajo, y cuando vuelves… Tsukki, casi no me miras. ¿Subí demasiado de peso?

— ¡Tonterías! No tiene nada qué ver con eso.

— Entonces.

— Es que… — El rubio acomodó sus anteojos, aclaró la garganta y dirigió sus ojos dorados a su pecoso novio… — Te deseo, Tadashi. Y solo puedo controlarme de saltarte encima si no te veo o hablo contigo.

— Bueno, es verdad que no podemos tener sexo como antes, pero… todavía podemos tocarnos, Kei. Yo también te deseo.

Tsukishima estuvo tentado de decirle que tocarse no iba a ser suficiente. Y que no confiaba en su propio autocontrol para evitar llegar hasta el final. Aún así, aquella noche lo intentaría, porque extrañaba como nada, el calor y los besos de Yamaguchi. Su adorable pecoso gimiendo bajo su cuerpo, sudoroso, avergonzado, tímido y febril.

Ng, es mala idea pensar en ello cuando no podremos ir tan lejos.


— En esta ocasión, tendremos un campamento de personal.

— ¿Campamento de personal?

— Así es. Parte de las estrategias para hacer de este un óptimo centro deportivo, es que el personal esté al día, y también que tenga oportunidades para convivir. Antes que llevar a cabo campamentos con los atletas, el personal deberá tener uno previo. Durará una semana, y será el próximo mes.

— Pero, nosotros. ¿Estás pidiendo que deje solo a mi bebé y a Shoyo durante una semana entera?

— Sé que es difícil, Kageyama. Pero esto es trabajo.

— Tsubasa apenas tiene un par de semanas de nacido, no quiero apartarme de mi familia tan repentinamente, aunque sea una semana.

— Tsukishima y tú están en la misma condición, yo lo entiendo. Pero como dije antes, esto es trabajo. Estaba en el contrato que firmaron, y sé que lo leyeron, no es algo nuevo. Lo siento.

Incluso si los estrenados padres hubieran querido contradecirlo, no lo hicieron por dos sencillas razones. Una, es el jefe. Y dos, tiene razón. La vida es circunstancial, ahora, mañana, en unos años más; siempre habrá situaciones en las que no podrán estar cerca de sus familias, en las que habrá que priorizar el trabajo y seguir adelante. Porque un hogar no se mantiene solo, y ellos no son ningunos muchachos millonarios que puedan ignorar la necesidad económica de sus hogares.

— Esto apesta… — Farfulló el pelinegro entre dientes, tensando los puños antes de conseguir relajarse. Cerró los ojos y presionó sus sienes.

— No eres el único que lo piensa, Kageyama.

— Tal vez Shoyo y Yamaguchi podrían estar juntos durante ese tiempo, ¿no, Tsukishima?

— No.

— ¡Tan siquiera escuchaste lo que dije!

— ¿Acaso el rey quiere que sus demandas se cumplan a rajatabla?

— Idiota.


— ¿Una semana? Pero Fujimi que está pensando~. Justo hablamos ayer de que no me siento seguro aún~.

— ¿Y qué debo hacer, Shoyo? Es trabajo. No me agrada la idea, pero quiero ser responsable. Ya hablé con mis padres, ellos estarán encantados de que te quedes en casa los días que sean necesarios. Y estoy seguro de que tus padres pensarían igual. Incluso la Sra. Fujimi ofreció su casa para ti y Yamaguchi.

— Así que en realidad ya trazaste un plan, ¿verdad?

— Solo trato de ocuparme de mi familia, aunque no vaya a estar. ¿Estás enojado?

Hinata suspiró, negando suavemente con la cabeza.

— No, no podría. Esto es normal, tienes que atender el trabajo mientras yo sigo de permiso por la cuarentena postparto. Pero, todavía tenemos que pensar sobre cómo vamos a manejarnos cuando tenga que empezar a trabajar yo también. No quiero ser solo “ama de casa”, ¿sabes? De todas formas, no se me dan muy bien las tareas del hogar.

Kageyama sonrió un poquito, honestamente resultaba tierno verle enfurruñarse por algo así.

— Hablemos de eso cuando quieras, Shoyo. Lo estamos haciendo bien, como pareja y como padres. Solo tenemos que hablar siempre que sea necesario.


Tsukishima no había sido menos infeliz que Kageyama con el dichoso campamento de personal. Cuando se lo dijo a Yamaguchi, el pecoso sonrió con un dejo de tristeza, pero de inmediato comenzó a decir sobre las cosas que debería empacar.

— Tadashi.

— ¿Sí?

— Enójate.

El pecoso volvió la mirada a su novio. Los dorados ojos de Tsukishima parecían dolidos.

— No lo confundas, Kei. No es que sea indiferente, pero es trabajo. No puedo darle la espalda a los hechos. Y es solo una semana, Yakumo y yo estaremos bien. Te vamos a esperar con entusiasmo, prepararé tu platillo favorito para la comida, y tomaremos la ducha, juntos… — Agregó, con ese tinte tímido que le caracterizaba cuando se trataba de intimidad.

— Diablos, ya quiero que termine la cuarentena, quiero hacerte el amor apropiadamente, Tadashi.

— Tsukki~ — Suspiró, sonriendo radiante con una pizca de timidez y vergüenza, pero alargando los brazos para rodear el cuello de su novio rubio y dejarse hacer cuando éste le besó.

Un beso largo, húmedo, necesitado. Y habrían ido por algunos más de no ser porque Yakumo comenzó a llorar.

— ¿Mamila?

— No, cambio de pañal seguramente~.


— Así que, Tobio dijo que podríamos ponernos de acuerdo y pasar al menos un día en casa de los Fujimi, ya que amablemente nos ofrecieron su hogar para que no estuviésemos solos ahora que nuestros novios se ausentarán por una semana debido al trabajo.

— Bueno, supongo que debemos hacerlo, Hinata.

— Oye, Yamaguchi.

— Mh.

— ¿Extrañas la vida antes de la “familia”?

— Bueno, supongo que en parte podría decirse que sí. Pero amo muchísimo mi vida actual, tener a Yakumo y que Kei se haya vuelto un experto en prepararle la mamila. ¿Sabes? A Yakumo le gustan más sus biberones cuando los prepara Kei, se los termina por completo, mientras que conmigo siempre deja un poco.

— Eso debe ser interesante de ver~. Tobio es bueno en todo, sobre todo al momento de duchar a Tsubasa~.

— Pero eso es porque tú todavía te sientes nervioso, ¿verdad, Hinata?

— Sí~ es como si no pudiera evitarlo.

— Estoy seguro de que cambiará cuando Tsubasa haya crecido un poco más… — El pecoso sonrió amable.

Y de repente Hinata se sintió en aquellos años de secundaria, particularmente durante el tercer año, cuando Yamaguchi había “adoptado” el rol de “mamá cuervo” en Karasuno, supliendo a Ennoshita-san.

— ¿Hinata?

— Yamaguchi, eres genial.

— ¿Eh? — Murmuró, sonrojándose abruptamente.


— Arita, te estás estresando demasiado con este campamento, creo que necesitas relajarte y tomarlo con calma. Aunque es diferente de cualquier otro campamento que hayas organizado con nuestros amigos, pienso que todo irá bien. Pero necesitas dejar de darle vueltas al proyecto.

Fujimi miró a su esposo, Hayato llevaba ya el pijama. Y por la forma en que bostezaba, se dio cuenta de que probablemente había intentado dormir sin él, pero no había conseguido hacerlo por lo que había ido a su encuentro en la pequeña oficina que tenía en casa.

— ¿Te estoy quitando el sueño, Hayato?

— Sí. Pero no es divertido. Sería mejor si al menos estuvieses de travieso en la cama, Arita.

Fujimi sonrió de lado, y pícaro fue a abrazar a su esposo. Ikejiri se sonrojó hasta las orejas cuando se dio cuenta de lo que había dicho.

— ¿Arita?

— Voy a hacerte el amor toda la noche, ya que no nos veremos durante una semana, Hayato-san.


La partida al campamento sería de madrugada, por lo que los chicos que participan se despiden de sus respectivas parejas en casa.

— Tobio, ¿me llamarás todos los días?

— Lo haré. Por la mañana y por la noche, y si encuentro tiempo también por las tardes. Así que mantén contigo tu móvil, Shoyo.

— Sí. No te sobreesfuerces.

— Claro que no. Te amo, Shoyo… — Un beso largo, un fuerte abrazo y la sensación de no querer apartarse… — Si me es posible, les traeré recuerdos. Tsubasa, te amo bebé, mami cuidará de ti, y aunque no me verás unos días, vas a escuchar mi voz a diario… — Dijo, besando el rostro de su pequeño y casi queriendo llorar por tener que dejarles ahí, en casa de sus suegros.

Y la misma historia se repitió con Yamaguchi y Tsukishima, aunque el pecoso se animó en acompañarle hasta el punto de reunión, aprovechando que Yakumo estaba dormido y que le conocían sus ritmos de sueño.

— Llámame cuando tengas tiempo para hacerlo, Kei.

— Sí. Vamos, vuelve ya, está fresco aquí y no traes mucho abrigo… — El rubio se sacó su propia sudadera para dársela.

— Pero Tsukki, tú.

— Yo estoy bien, subiré al autobús y no sentiré frío.

El pecoso aspiró el aroma de su novio en la sudadera que le ha ofrecido. Y de pronto sintió ganas de llorar, era una semana solamente, pero le iba a extrañar demasiado.

— Hey, Tadashi… — Le llamó, sujetando su mentón y mirándole a los ojos… — Lo siento, por dejarlos solos ahora.

— Está bien, en serio. Yakumo y yo vamos a esperar pacientemente por ti, Kei.

— Ng, mierda, me dan envidia… — Kageyama dijo, viéndolos besarse al despedirse. Mientras que él se había tenido que conformar con hacerlo hace casi media hora en casa de Hinata.

— Vamos, no eres el único que no podrá estar con su familia esta semana, Kageyama… — Sawamura le palmeó la espalda.

— ¡Estamos listos! ¡Ya quiero que empiece este campamento!

— Bokuto-san, baja la voz.

— ¡Es que estoy emocionado, Akaashi!

— Suficiente, si sigues gritando así no viajaré junto a ti.

— ¡Ah! — El búho se cubrió la boca, siguiendo graciosamente a su novio hasta el autobús que estaba por partir.

Algunas cosas definitivamente cambian con el tiempo. Otras, bueno, continúan igual. ¿O no?


Continuará…

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