De momentos de reconciliación a
replanteamientos del futuro
Cuando
Hinata volvió de la ducha, Kageyama casi se va de espaldas. No, corrección,
casi se transformaba en lobo hambriento que acaba de ver a una tierna presa para consumirse, meras
figuraciones producto de la repentina excitación que le palpitó entre las
piernas, por supuesto. Kageyama tragó hondo al contemplarle, Hinata sintió sus
mejillas calentarse.
—
Tú realmente tenías un fetiche reprimido con la lencería, ¿verdad? Pervertido… —
El pelinaranja murmuró, cubriéndose en vano la entrepierna y cruzando el otro brazo
a la altura de su pecho, tapando así sus pezones.
—
No te cubras, estás realmente sexy, Shoyo… — Tal vez era porque estaba
completamente excitado, pero su voz ha sonado ronca y áspera… — No te enojes si
alguna otra prenda cae en tu armario a partir de ahora.
Y
honestamente que no era nada propio del pelinegro reconocer tan abiertamente el
aura sexy de su novio, de hecho seguía siendo un borde para el romance, carecía
absolutamente de tacto y solía racionalizar las situaciones antes que dejarse
llevar por el corazón. Pero, en ocasiones como esta, cuando la excitación
parece ser todo lo que le circula por las venas, el pelinegro era simple y
sencillamente, honesto.
Kageyama
decía, y con cierta razón. Hinata se veía sensual en aquella prenda de encaje
en tono carmín, se le ceñía alrededor de las ingles dibujando finamente su
figura, y su falo estaba verticalmente acomodado debajo de ella, la cabeza
apenas asomaba sobre el borde de la
prenda –pero el pelinegro jura que en cuanto el pelinaranja también se excite,
sobresaldrá y se le antojará de sobremanera–; cuando Hinata se dio la vuelta
intentando escapar y volver al baño para cambiarse por su ropa, el pelinegro no
solo le detuvo por instinto, sino también movido por ese pinchazo de excitación
que le estremeció el bajo vientre. El detalle del moño en la parte trasera
lucía mono a la vista, justo en la unión de los glúteos redondeados que quedaban
al desnudo pues los delineaba el encaje pero no los cubría, como si fueran un
marco de su natural belleza dándole cierto toque inocente pero sumamente sexy
que nadie en su sano juicio ignoraría.
—
Incluso si ni siquiera intentaste ponerte la parte superior, luces
encantadoramente sexy, Shoyo.
—
Para qué iba a ponerme el resto, no tengo pecho de mujer~ — Se quejó con un
pucherito, olvidando por completo que había estado a punto de escapar apenas
unos segundos antes.
—
No, pero ciertamente los noto un poco diferentes, ¿están hinchados por el
embarazo y el cambio hormonal? — Kageyama preguntó, y sus dedos no dudaron en
pellizcar los montecitos erguidos de su novio, endureciéndolos un poco más de
lo que probablemente ya estaban.
—
¿Qué? Claro que no, yo no voy a lactar, Tobio idiota~ — El pelinaranja se quejó
pucheroso, jadeando cuando los dedos de su novio insistieron en torcer sus
pezones antes de comenzar a lamerlos sinuosamente… — Ngh~ oye, pervertido~ qué
crees que estás haciendo, eh.
El
pelinegro le miró apenas unos instantes, sus pupilas ónix metálico centelleaban
lujuria, el pelinaranja sabe que ha encendido un interruptor en su novio. Y en
realidad le gusta, probablemente ahora más que nunca se siente bien ser capaz
de provocar la libido de su novio, pues eso significa que no buscará en ninguna
otra parte lo que tiene con él.
—
Ahh~ Tobio nh~
—
Te deseo, Shoyo… — Kageyama cargó en vilo a su novio, luego se sentó en la cama
con el pelinaranja en su regazo, devorándose los labios como si la vida les
dependiese de ello.
Las
manos del pelinegro vagaban sin cesar por la espalda del más bajo, cuyos jadeos
eran algo más ladinos y constantes, encorvándose cuando los dedos de Kageyama
tocaban esos puntos sensibles en sus costados o debajo de sus axilas, Hinata
sentía que la sangre se le calentaba por todo el cuerpo y unas ganas
irrefrenables de ser tocado sin descanso, hasta que se desmayara incluso.
—
Realmente se te ve muy bien, eres exquisito Shoyo.
—
Ya cállate, te estás poniendo muy pervertido, Tobio.
Los
reclamos avergonzados del pelinaranja no rindieron más frutos que liberar el animal que su novio lleva dentro. Cuando
el pelinegro le tumbó sobre el colchón y se colocó encima de él, le veía
incluso más imponente y sexy que antes. Kageyama tenía piernas y manos a los
lados del cuerpo de Hinata, atrapándole entre su anatomía y el colchón
descendió lentamente sobre él comenzando por besarle el cuello y los hombros.
Le mordisqueó la clavícula y dejó algunas marcas en la zona. Su camino siguió
hacia el sur de la misma manera, entre besos, lamidas y chupetones; mientras
sus manos acariciaban los muslos, los costados o la ingle de Hinata, palpando
la prenda que hace unos momentos le había dejado sin aliento y completamente
anonadado.
—
Amo cada milímetro de ti, Shoyo.
Que
continuara hablándole bonito
conseguía el efecto que el pelinaranja más solía evitar, avergonzarse. Todo
porque Kageyama lo decía con tal seriedad que era imposible no creer fielmente
en sus palabras, en esas caricias que también hablaban por sí solas cuando le
tocaban como si fuese el mismísimo contacto de pétalos de terciopelo.
—
Ngh~ su-suficiente, deja de lamerme ahí~ Tobio-chan~.
Un
suave mordisquito cayó sobre su ingle, él sabe que es debido al “chan” que se
le “escapó” de los labios. La mirada del pelinegro ascendió hasta sus
brillantes pupilas y al encontrarse ambos sintieron ese cosquilleo tan conocido
para los dos, la sensación de la expectación mezclada con emociones y
sentimientos, con lujuria y pasión.
Kageyama
sonrió de medio lado, había una pizca de romance en la curva que tiraba de sus
labios pero sobre todo esa conocida malicia que le brotaba al natural, producto
de su extraña personalidad, facetas de él que Hinata probablemente nunca
lograría comprender del todo y que en más de alguna ocasión en el futuro
todavía le desquiciarían, pero que todavía era justamente una de las razones
por las que estaba loco de amor por el prodigioso armador.
—
Sé lo que quieres, así que solo hazlo, Tobio…chan… — Agregó con tono bromista,
provocándole con alevosía y ventaja. Deseoso de esa pasión con que el pelinegro
podía tratarle cuando hacen el amor.
—
Sabes que puedo castigarte a mi antojo, ¿verdad, Shoyo?
Hinata
soltó una risita mientras estiraba los brazos hacia arriba y su postura se
volvía seductora a ojos de Kageyama, como si estuviera ofreciéndose a él
voluntariamente. La excitación que antes le palpitara entre las piernas ahora
se hacía mucho más evidente, el prominente miembro se irguió en su esplendor,
pulsando con deseo, exudando su pasión. Sin embargo, no era el único en tales
condiciones, tal como el pelinegro lo pensara antes, la erección del
pelinaranja ahora resaltaba en la ropa interior, asomando del todo la cabeza
fálica inyectada de un curioso rojizo rubor, y aún por debajo de la prenda el
tronco se remarcaba. Kageyama se relamió los labios y sin dudarlo descendió
nuevamente hasta ahí, pasando la lengua a lo largo en repetidas ocasiones,
humedeciendo con su saliva la tela, haciendo temblar a Hinata de expectación.
Ansioso por sentir sobre su pene aquella lengua caliente y mojada.
—
Nh~ deja de jugar conmigo, Tobio~
—
No, es tu castigo.
—
Ngh~
Las
lamidas de Kageyama se repitieron incesantemente durante minutos,
concentrándose exclusivamente en el tronco, sin llegar siquiera a darle una
mínima atención a la punta del falo de su amante que era la única parte
anatómica que no estaba cubierta por la tela. Con sigilo, los largos y expertos
dígitos de Kageyama se colaron bajo la ropa interior hasta rozar el orificio
comprimido entre los glúteos de Hinata.
—
Ahmg~ — El pelinaranja se removió inquieto, ansioso. Su rostro estaba
completamente rojo hasta las orejas, y habían comenzado a perlarse algunas
finas gotas de sudor por todo su cuerpo, dándole ese aire erótico que
alimentaba el deseo del pelinegro… — Tobio, por favor~
—
¿Por favor, qué? Shoyo… — El pelinegro preguntó con malicia, presionando suavemente
la yema del dígito medio alrededor de la entrada de su novio, sin apenas ser
más que una provocación todavía.
—
Ngh~
—
No puedo saber si no hablas claramente… — Continuó provocándole, lamiendo
entonces sí, la punta rojiza del falo del pelinaranja.
—
¡Ahh~!
—
¿Qué quieres, Shoyo? ¿Mi boca aquí? — Dijo, enredando la lengua en la punta
fálica, arrancándole un gemido agudo a su novio… — ¿O tal vez mis dedos acá? —
Agregó, presionando un poco más la yema de su dedo, llegando a entrar un
poquito en la cavidad del pelinaranja.
—
To-tod… Ngh~ todo, Tobio por favor~ — Hinata extendió los brazos enredándolos
en los hombros del pelinegro… — Hazme apropiadamente el amor, Tobio… —
Susurrándole aquello al oído, lamiendo su cuello y exhalando su cálido aliento
contra su piel.
—
¡Ng! — Fue entonces Kageyama quien gimió, tan profundo que realmente parecía
que su garganta hacía el mismo eco que un cuervo surcando el cielorraso de una gruta.
Por
supuesto, le ponía de sobremanera cuando Hinata le hablaba de esa manera, con
aquella picardía natural que le brillaba en las cuencas chocolates, junto a esa
sonrisa matizada de una confianza que deslumbraría al mismísimo astro sol.
Kageyama le besó apasionadamente, enredando sus lenguas y chupando sus labios mientras
sus dedos tomaban la ropa interior y la deslizaba suavemente hacia abajo,
descubriendo la desnudez del pelinaranja finalmente. Luego, cuando sus bocas
rompieron el beso y la saliva mojó labios y mentón, el pelinegro gimió gutural
otro par de veces mientras su novio mordisqueaba su cuello, cual si estuviese
persiguiendo algo de sumo interés al concentrarse en su manzana de adán,
siguiendo sus movimientos de arriba abajo cuando él pasaba saliva sintiéndose
más y más excitado.
Finalmente
Kageyama se alejó, privando a su novio de su reciente entretenimiento descendió
directamente hasta la entrepierna de Hinata, tragándole por completo al tiempo
que colaba su mano entre los glúteos, rozando la cavidad anal con sus dedos,
buscando a tientas el lubricante que antes dejaron por ahí en algún lugar de la
cama, entre tanta excitación ninguno volvió a tomar en cuenta la diminuta y
sexy prenda de lencería que en pocos minutos quedó enredada entre mantas
desordenadas. El pelinegro pronto había dado con el lubricante, y sus dedos se
habían encargado con precisión de dilatar el estrecho pasaje de su intimidad;
cuando penetró en aquel orificio, la gloria lo recibió con cánticos de ángeles
o algo parecido, porque era simplemente extasiante. Hinata se había aferrado
con brazos y piernas al cuerpo de su amante, le ha arañado la espalda cuando ha
tocado el punto sensible de su apretado interior haciéndole gemir su nombre de
placer.
Aquella
noche, apenas había comenzado para la joven pareja. Y el ser que crecía en el
vientre de Hinata, seguía percibiendo a través de su madre, todo el amor que su padre también le profesaba aunque le
faltasen palabras e incluso otro tipo de acciones.
…
Cuando
Azumane llegó a casa, el pequeño Taichi y Nishinoya estaban sentados en la
estancia mirando un programa infantil, gusto del pequeño seguramente.
—
Estoy en casa.
—
¡Bienvenido, papá~! — Exclamó el niño con entusiasmo, corriendo a abrazar a su
progenitor.
—
Bienvenido, Asahi… — Nishinoya dijo también, sonriendo al ver a su esposo e
hijo abrazados. Taichi probablemente heredaría la estatura de su padre, y eso
le daba gusto aunque también un poquito de envidia… — ¿Qué tal estuvo el
trabajo?
—
Bien, con suerte pude zafarme de horas extras. ¿Tu día, Yuu?
—
Excelente, pude llegar por Taichi junto con el resto de los padres de familia.
La maestra nos recordó la próxima reunión para la organización escolar del
segundo trimestre, así que asegúrate de pedir el día en el trabajo, a ser
posible me gustaría que fuéramos los dos.
—
Ah, es verdad, mañana mismo haré la petición.
—
Vamos a cenar para que puedas tomar el baño y luego todos a dormir.
Cuando
Nishinoya dijo eso, Azumane comprendió que era incapaz de ocultarle nada a su
esposo, ni siquiera sus estados de ánimo o el cansancio.
—
Papá, papá, ¿el fin de semana podemos ir al parque a jugar? — Preguntó un
entusiasmado Taichi que, aunque estaba bastante crecidito, todavía se mimaba
con su padre colgándose de su cuello para que le abrazase.
—
Seguro, hagamos un día de campo en el parque, Taichi-chan… — Dijo, sonriéndole
con cariño mientras le revolvía el cabello y sellaban la promesa enganchando
los meñiques.
Nishinoya
sonrió, sabe que cuando Azumane le hace aquellas promesas a Taichi, siempre han
sido irrompibles. Sin importar el cómo, su esposo cumple su palabra. Y vaya que
lo ha visto hacer malabares para no faltar.
—
Una razón más por la que lo amo, aunque
sea un cabezota para otras cosas, como no decirme cuando está cansado o le nota
la tensión en los hombros. Me pregunto qué le tiene estresado esta vez… —
Pensaba mientras calentaba la cena y veía a su hijo y esposo encargarse de
poner la mesa y acercar todo lo necesario.
Después
de la cena, Taichi jaló a su padre para que le acompañase a asear sus dientes y
tomar la ducha, que le secara el cabello y se asegurara de que se ha puesto
correctamente el pijama. Nishinoya les dejó ser, padre e hijo aprovechaban esos
momentos para convivir porque hacía días que Azumane casi no tenía tiempo por
el trabajo, donde estaba acumulando más y más horas extra aunque no quería.
Además, desde que ambos comenzaron a trabajar, Azumane ha sido quien ha tenido
más carga laboral, mientras que Nishinoya se ha dedicado con un poco más de
conciencia al hogar. No se queja en realidad, eso le sirve para estar ocupado y
no aburrirse.
—
Taichi ya se durmió, Yuu.
—
Oh, eso está bien. ¿Quieres ducharte ahora?
—
Sí, pero si quieres ir primero…
—
No, adelante.
Azumane
se internó en la ducha sintiendo finalmente esa sensación de cansancio atizarle
el cuerpo. Ayudar a sus abuelos con el negocio no le importaba, pero todos los
días tenía que repartir sus energías entre dos empleos y su familia, para
cuando llegaba a casa solía estar exhausto. Y no hace mucho había discutido con
Yuu, así que se sentía mal porque no se había disculpado formalmente, y aún así
ahora actuaban como si todo estuviese bien. No es que no lo estuviera en
realidad, había sido una discusión absurda después de todo, quizá simplemente
se habían exaltado porque él estaba estresado y la personalidad de su esposo
siempre era retadora.
La
puerta de la ducha se abrió de repente, Nishinoya estaba entrando, con solo una
bata de toalla y su pijama en la mano, ropas que dejó en la encimera del
lavabo.
—
¿Yuu?
—
¿Qué? ¿Te molesta compartir la ducha conmigo? — Preguntó mientras se sacaba la
bata y dejaba al descubierto su desnuda anatomía.
—
No dije eso.
—
Tallaré tu espalda, Asahi… — Murmuró, tomando la esponja y jabón, comenzando a
pasarla por los anchos hombros de su esposo, parados ambos bajo la regadera,
sintiendo las gotas de agua caer sobre sus cuerpos… — Estás tenso, ¿qué te
preocupa, Asahi?
—
No es nada, solo es trabajo Yuu.
—
¿Vas a seguir mintiéndome? ¿Estás enojado conmigo por algo?
El
más alto se dio media vuelta de inmediato, cerrando el grifo y alzando el
rostro de su esposo para mirarle a los ojos.
—
El único que debería estar molesto eres tú conmigo, Yuu. Te falté al respeto
hace unos días.
—
Elevar la voz de vez en cuando no es faltarme al respeto, además, ambos
estábamos exaltados entonces. Y yo dije una tontería… — Murmuró por último, y
fue cuando el antiguo as de Karasuno volvió a escuchar el tono culpable en el
tono de su voz.
—
Yuu…
—
No debí mencionar nada de los reclutadores nacionales, ni de las veces que te
has negado a formar parte del equipo nacional de voleibol por querer estar con
nosotros.
—
Has hecho lo mismo, Yuu. No soy el único que negó oportunidades, ambos
decidimos que Taichi, nuestra familia, iba a ser más importante que jugar de
manera profesional.
—
Lo sé, pero ese día realmente estaba enfadado y dije eso solo por molestarte
también. Estaba tan frustrado porque de pronto me di cuenta de que no teníamos
todo lo que hemos soñado. Ni siquiera un segundo hijo.
—
Yuu… — Azumane sujetó el mentón de su esposo con cariño. Claro que sabe que
cada uno tiene sus preocupaciones, que es el tema de la paternidad la principal
fuente de tensión para ambos. La primera vez fue difícil, la segunda no se
perfila diferente… — Seguiremos intentando, quiero un segundo bebé contigo
tanto como tú lo quieres conmigo. Y aunque quizá no tengamos la vida libre de
limitaciones que a veces imaginamos, me aseguraré de que no falte lo básico.
—
¿Eso te incluye a ti, Asahi?
—
¿Eh?
—
Detesto cuando te hacen trabajar horas extras.
—
Es trabajo, y sigue siendo dinero para nuestros ahorros. Quiero que un día
podamos comprar nuestra propia casa, Yuu. Vamos, quita esa cara, te adoro más
cuando eres el hombre inquieto, sonriente y travieso que caracteriza tu
personalidad. No me hagas sentir más culpable si al vivir conmigo cambias eso
de ti.
—
¡De ninguna manera, Asahi! Vivir contigo es genial, me fascina.
—
¿En serio?
—
Sí, aunque ahora no me hagas el amor tan a menudo como antes… — Se quejó
haciendo un gracioso mohín de disgusto.
—
¡Eh! — El más alto se rio nerviosamente, luego de pronto su esposo le empujó
contra el azulejo y él respingó por el repentino cambio de temperatura en su
espalda… — Yuu, Taichi…
—
Taichi duerme. Cerré la puerta con seguro, además hoy jugué mucho, mucho con
nuestro Taichi, estoy seguro de que duerme profundamente. Prometo… — Se mordió
el labio inferior y con las mejillas ruborizadas, enmarcó el rostro de su
esposo acercándolo al suyo, obligándole a inclinarse en el acto… — Prometo
mantener mi voz contenida, Asahi.
Azumane
tragó hondo. Nishinoya era demasiado lindo y provocativo cuando le trataba de
esta manera, cuando le miraba con esos grandes ojos almendrados y le acorralaba
contra su propio deseo de acariciarle de pies a cabeza y besarle hasta dejarle
sin aliento.
—
Será mejor que ambos podamos contenerla, Yuu… — Dijo con voz ronca, cargándole
en vilo e invirtiendo la posición, siendo Nishinoya quien quedaba esa vez
empotrado contra el azulejo en tanto él demandaba de sus labios un apasionado
beso.
--//--
Tokio
Estando
en su último año de universidad, Haiba Lev seguía siendo tan popular como desde
que la comenzó. La diferencia es que ahora no estaba por ahí su novio para espantar a todas esas chicas que
insistían en conseguir una cita con él, invitarle a fiestas o reuniones de
estudio con el mero pretexto de acercársele.
—
Yaku-san~ — Gimoteó infantilmente, corriendo a refugiarse en el regazo de su
amante ni bien entró en el modesto departamento que el mayor rentaba ahora que
era un hombre independiente. Y no, aunque el mestizo quería, no vivían juntos. Pero
a menudo pasaba por ahí cuando su novio se lo permitía.
—
Qué demonios, estoy haciendo trabajo Lev… — Se quejó pinchándole la espalda con
su lápiz… — No flojees, quisiste venir para estudiar, tienes examen mañana,
¿no? Pues adelante, quita y ponte en ello.
—
Yaku-san~ siempre tan cruel~.
—
Si no te gusta, no me pidas permiso para venir, mocoso.
—
Eso es aún más cruel~. Además, Yaku-san~ estoy agotado.
—
Deja de gimotear, dijiste que estabas entusiasmado con tu tesis.
—
Pero no estoy hablando de mi tesis, sino de todas esas chicas que siguen
molestándome… — Ni bien dijo, una venita en la sien del más bajo saltó.
—
Así que no sirvió de nada dejarte ser cariñoso conmigo todos esos años, eh.
—
Ellas dicen cosas horribles, Yaku-san. Las chicas dan miedo cuando quieren algo
y se obsesionan con ello. Los chicos también, pero a ellos sí puedo decirles
algo, incluso golpearles si es el caso.
—
Sí, sí. Los modales con las chicas te impiden ser más claro con ellas. Supongo
que tendremos que hacer algo al respecto.
—
¿Cómo qué? No puedes volver a la universidad.
—
Eso ya lo sé, idiota. Pero, puedo pasar y recogerte de vez en cuando. Ya sabes,
aparecerme por ahí cada tanto para recoger a mi novio.
—
¿En serio? — Exclamó emocionado, dejando su sitio en el regazo del mayor para
mirarle a los ojos. Lo cual de paso significaba que prácticamente se le ha ido
encima… — ¿De verdad harás eso, Yaku-san?
—
Sí, supongo que no hace mal. Pero aparta, estamos respirando el mismo aire.
—
Oh, pero Yaku-san, estás perfecto para un beso~.
—
Mocoso idiota… — A diferencia de
tiempo atrás, aunque aún renegaba y seguía pateando a menudo a su novio, ahora
el mayor de los dos se dejaba hacer con menos resistencia. Incluso eran más las
ocasiones en que él tomaba la iniciativa.
El
beso de Lev se alargó a saber por cuánto tiempo, Yaku no podría decirlo. Pero
le dolían los labios, los sentía calientes y húmedos. Y por alguna razón estaba
recostado en el sofá y las manos del menor estaban curioseando bajo su ropa.
—
Yaku-san~ ¿podemos hacerlo?
—
Viniste con esa intención, ¿verdad, mocoso?
— El mayor dijo, jaloneando los cabellos cenizos de su amante.
—
Es porque hace más de una semana que no lo hacemos~.
—
No. Te lo dije antes, lo haremos hasta que hayan terminado tus exámenes.
Además, todavía falta que termines la revisión de tu tesis. Enfócate.
—
Pero no me puedo concentrar porque de todas formas estoy pensando en ti~.
Yaku-san, ¿tú no me extrañas?
—
¡Tsk! De acuerdo, pero solo una vez, ni se te ocurra querer hacerlo hasta que
el último tren pase. ¿Escuchaste, Lev?
—
Sí, sí~ lo he escuchado, Yaku-san… — La sonrisa sórdida del mestizo le dio mala
espina al mayor, pero de todas formas lo dejó seguir. Se aseguraría de mandarlo
a casa para que estudiara como es debido.
Más
tarde, mientras salía de la ducha y veía a su novio listo para marcharse con el
bolso al hombro, Yaku sintió la mirada de Lev y se estremeció. Parecía más
profunda que antes, pero no como cuando tiene pensamientos pervertidos, esto
era diferente.
—
Yaku-san, quiero preguntarte algo.
—
Adelante, tu voz seria me pone los pelos de punta.
—
¿Cuándo conoceré a tu familia?
—
¡¿Ah?! ¿Mi familia?
—
Sí. Quiero decir, todos nuestros amigos están haciendo sus vidas, algunos
tienen hijos y se casaron. Pero yo ni siquiera conozco formalmente a tus
padres, o tú a los míos.
—
¿Cuál es la prisa?
—
¿Prisa? Llevamos años saliendo, Yaku-san.
—
De todas maneras, no es un tema que debamos hablar ahora. Voy a meditarlo y lo
retomaremos otro día. Ahora realmente necesito que te concentres en tu examen,
Lev.
—
Lo sé. Y confío en que lo pensarás seriamente, Yaku-san. Así que me retiraré… —
Se acercó para darle un último beso, no menos profundo que todos los
anteriores, y luego finalmente se acercó a la puerta para marcharse… — Antes de
irme, Yaku-san. Sé que lo has dicho antes y todo pero, en el futuro,
¿considerarías tener hijos conmigo? — Lev sonrió suavemente, no había atisbo de
burla en su expresión. Yaku juraría que es en momentos como ése cuando ve
realmente cuánto ha madurado su novio. Aunque los momentos suelen hacerle
sentir entre la espada y la pared… — Ah, tampoco necesitas responder ahora, ni
siquiera la próxima vez solo, tenlo en mente también, por favor. Bien,
descansa, nos vemos~.
Yaku
le vio marcharse, y él suspiró pesado cuando se quedó solo en su departamento.
En realidad ha tenido el pensamiento algún tiempo atrás, y por mera curiosidad
se había hecho los estudios médicos para saber su compatibilidad con el
tratamiento para la concepción. Los resultados no habían sido lo que esperaba.
—
¿Cómo voy a decirte, Lev? Que no puedo darte hijos.
--//--
Fujimi
olfateó el aroma a pasta y pollo frito desde que estaba aparcando su auto en la
cochera de su casa con Ikejiri. Sonrió abiertamente y apresuró el paso hacia el
interior.
—
Estoy en casa, Hayato.
—
Bienvenido, Arita… — Le recibió, amable y sonriente como cada día. Además,
llevaba delantal rosado y por esa simple razón, las fantasías del ojiazul se
habían disparado… — ¿Qué tal estuvo el trabajo? ¿Conseguiste hablar con alguno
de los chicos?
Las
preguntas del castaño le sacaron de su imaginación. Pero se dijo a sí mismo que
un día le propondría a su esposo esperarle desnudo bajo el delantal.
—
Sí, le envíe el proyecto a casi todos, y en dos días tendré una reunión con
nuestros amigos aquí. Tengo fe en que pueda resultar tal como lo planteo.
—
Me da gusto, voy a animarte tanto como me sea posible, Arita. Ah, voy a servir
la cena ya, debes estar hambriento.
—
Sí, te ayudo.
Dijo,
siguiendo sus pasos hasta la cocina, ayudándole a llevar todo al comedor,
saboreando los platillos que su esposo había preparado con esmero para el
disfrute de ambos.
—
El trabajo estuvo bien para ti.
—
Sí, los chicos en la primaria estuvieron entusiasmados con las clases hoy, creo
que les gustaron las actividades al aire libre, así que ya estoy pensando en
cómo podría hacerlas más a menudo durante la primavera.
—
Es una gran idea. Esos chicos tienen suerte de que seas su profesor, les tengo
envidia. ¿Puedo ir de oyente un día?
—
¿Qué? Claro que no, no digas cosas tan vergonzosas.
Fujimi
sonrió, Ikejiri avergonzado era endemoniadamente erótico. O bien él era un
pervertido de primera por verlo así. Lo que fuera, le encantaba. Pero sobre
todo, le hacía feliz escucharle contento con los logros que consigue en el
trabajo.
…
En
casa, Sugawara y Sawamura tenían su propio momento feliz, con su pequeña Eri
descansando después de un largo día de tareas.
—
El modelo de Eri-chan quedó mono… — Sawamura dijo, admirando la maqueta de un
ecosistema que su pequeña había terminado por la tarde con ayuda de su mamá… — Dan ganas de acompañarla a la
escuela mañana.
—
¿Puedes, Daichi? Estoy seguro de que a Eri le encantaría también que vinieras
con ella.
—
Tal vez si hablo con el jefe ahora y le pido entrar unos minutos tarde, puedo
compensar con una hora extra cuando se requiera.
—
Lo que sea posible, solo no te exijas demasiado.
—
Koushi.
—
¿Sí?
—
¿Cómo fueron los resultados de los análisis?
Sawamura
preguntó, el peliplatino suspiró y le invitó a sentarse en el sofá junto a él.
Desde que han querido embarazarse por segunda vez y no han tenido suerte, han
decidido agotar todas las opciones posibles. Así que hace unos días Sugawara se
había hecho pruebas para conocer las condiciones de su cuerpo. Sawamura se las
había realizado con anterioridad, saliendo bien en todas.
—
Soy tan fértil como cuando me embaracé de Eri-chan, la doctora insiste en que
es una cuestión emocional. Dice que tengo que encontrar una forma de relajarme
o no llegará el segundo bebé. Pero, Daichi, no sé cómo relajarme cuando ni
siquiera sé si realmente estoy estresado. Al principio sí lo estaba, pero ahora
simplemente he decidido dejar todo al destino, cuando hacemos el amor estoy
cien por cien en ello, por el gusto y placer de intimar contigo, no porque esté
pensando en embarazarme.
—
Tal vez necesitamos salir de vacaciones, Koushi.
—
Sí.
—
Me refiero a unas del tipo “segunda luna de miel”.
—
¿Eh?
—
Hablé con mis padres, y ellos están bien con cuidar a Eri-chan unos días. Y a
Eri-chan le gusta pasar tiempo con sus abuelos, seguro que tus padres también
estarían de acuerdo.
—
Daichi, ¿estás seguro?
—
Completamente, no perdemos nada con intentarlo, ¿verdad? Solo ir y relajarnos a
unas aguas termales, o la playa, o donde quieras ir.
El
peliplatino sonrió, asintió y le abrazó. La idea le ilusionaba en realidad. Y a
decir verdad…
—
Pero Daichi, sería nuestra primera luna de miel, ya que nosotros no tuvimos
realmente una antes… — Dijo con una sonrisita, besándole una mejilla y acercándose
con pequeños besos a los labios de su esposo.
—
Ah, es cierto. Entonces, vamos a planear nuestra luna de miel súper, súper
atrasada.
Una
risita compartida, más besos dulces y algunas caricias llegaron entre la joven
pareja mientras el reloj en la pared hacía tic tac y el tiempo avanzaba.
--//--
Dos
días después, la ciudad volvía a ser el punto de reunión para amistades
particulares. Lentamente van arribando en diferentes horarios los convocados,
la Mansión Fujimi se perfila como el destino final de cada uno de ellos. Los
primeros en llegar han sido Oikawa e Iwaizumi con sus gemelas Shiori y Sora,
las rebosantes pequeñitas no tardan en encontrar agradable la compañía de la
señora de la casa, Hanna está más que encantada con las chiquitas.
—
Tobio-chan y Chibi-chan a qué hora llegan… — Preguntó Oikawa con una sonrisilla
traviesa. Sus vacaciones no estarían completas hasta no ver al pelinaranja con
su vientre abultado.
—
Tardarán un poco, Oikawa-san, ya que los he citado a todos para la hora de la
comida… — Respondió el ojiazul.
—
Oh, apenas son las once, qué haré mientras esperamos.
—
¿Qué le parece darse un baño y descansar? Seguro el camino en autobús fue
cansado.
—
Oh no, estamos bien, además tengo que mantener un ojo en mis hijas. Nunca sabes
cuándo se les puede ocurrir alguna travesura.
—
Eso es porque lo heredaron de su madre…
— Iwaizumi señaló sonriendo con malicia.
—
¡Qué pesado, Iwa-chan~! — Gimoteó haciéndose el ofendido.
Y
así, entre charlas relajadas el tiempo siguió transcurriendo, algunas horas
después la mansión se había llenado de buenos amigos y pequeños jugando en el
jardín, siguiendo a los perros de la casa en ratos, riendo con los lametones
que les daban en sus infantiles caritas. La llegada de Yamaguchi y Tsukishima
llega primero. Oikawa se emociona al ver al pecoso con su pancita de casi cinco
meses de gestación.
—
¡Te ves tan genial~! ¡Mira nada más que bonita pancita~!
—
Esto, gracias, Oikawa-san… — Murmuró avergonzado, y es que no estaba
particularmente acostumbrado a tratar con el popular muchacho.
—
Chibi-chan debe verse aún más mono, ya que es bajito y súper delgado.
—
Sí, supongo que sí… — Yamaguchi dijo, ligeramente incómodo con las palabras del
otro. En cierta forma se planteaba ahora la forma en que les veían los demás.
Es
verdad que Hinata es bajito y delgado, siempre fue así desde la preparatoria.
Mientras que él ha sido más alto y corpulento. ¿Lucirá gordo ahora? ¿Se verá mal? ¿La altura y su complexión no le harán
lucir lo suficientemente mono a ojos
de los demás?
—
Oikawa idiota, deja de incomodar a Yamaguchi… — Iwaizumi le riñó.
—
¿Eh? No le estoy incomodando, ¿verdad que no?
—
N-no.
—
¿Ves? El pobre titubeó, deja de molestarlo Oikawa.
—
Lo siento~ ¿no te gusta que te toquen el vientre?
—
¿Eh? No, no es para nada eso, Oikawa-san.
— ¡Kenma~! ¡Ayane-chan~!
La
exclamación le llegó a oídos al apuesto estratega y de inmediato buscó con la
mirada la fuente de aquella escandalosa voz. Por supuesto, Hinata y Kageyema
acababan de llegar.
—
¡Pero si realmente luce tan mono~! ¡Mira, mira, Iwa-chan~! ¡Chibi-chan es una
cosita linda con pancita~!
Oikawa
dijo con tal entusiasmo, que todos terminaron enterándose. Y el rostro de
Hinata se había encendido al rojo vivo, fundiéndose con el color de sus
cabellos.
—
¡No soy una “cosita linda con pancita”, Oikawa-san!
—
¡Sí lo eres~!
—
¡No lo soy!
—
Oikawa-san, por favor no haga exaltar a Shoyo… — Cuando Kageyama se puso
delante de su novio cual si le estuviese protegiendo de un ataque inminente, a
Oikawa se le iluminó la mirada.
Esto
iba a ser la mar de divertido.
Continuará…
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