jueves, 29 de diciembre de 2016

Match Point. PARTE 1.



De las metidas de pata esperables en un seme, a la intervención apropiada de una “abuela”


Tsukishima levantó los brazos cuando su pecoso novio se hizo un sitio en su regazo, una rebanada de pizza en un plato y un vaso de agua de frutas en el otro –mucho hielo flotaba en el líquido saborizado, y es que Yamaguchi se manda unos calores extraordinarios que solo se le calmaban con este tipo de líquido bien frío–.

— Ya puedes ponerle play, Tsukki… — El pecoso dijo con tono relajado, acomodándose mejor en el hueco que hacían las piernas cruzadas de su novio.

El rubio se acomodó los anteojos y suspiró. No era que se molestara particularmente por los extraños hábitos que Yamaguchi estaba adquiriendo con el embarazo, era sí que ahora pasaba más tiempo tirado en el sofá mirando películas aburridas para complacer a su pecoso novio. Y eso, honestamente, que no era precisamente su pasatiempo favorito ni encajaba con su personalidad. Aunque tampoco es que se tratase de un muchacho que la pasara de fiesta en fiesta o conviviendo por la tarde con sus amigos. Es decir, todavía contaría con los dedos de sus manos aquellos a quienes considera verdaderos amigos. Y cada uno tiene sus propias ocupaciones con sus respectivas familias, o pareja.

En verdad, estas consecuencias de amar a alguien son un poco… — Pensar en ello de cualquier manera no le llevaba particularmente a ningún sitio. Y no se trataba de culpa o arrepentimiento. En realidad, solo eran sus pensamientos, eso y nada más.

— Tsukki~

— ¿Qué?

— ¿Quieres? — Yamaguchi le ofrece de su pizza, la que apenas ha mordido en la punta. Tsukishima observa el pedazo de comida chatarra y frunce ligeramente el ceño… — ¿Qué? ¿No quieres? Está rica.

— Después de esto, tú vas a comer de verdad, esto no te nutre en absoluto, y menos ahora que debes comer por dos, ¿entendido?

— Oh vamos, ya lo sé Tsukki~ solo tuve antojo, te dije… — Decir con aire quejumbroso, con ese puchero engreído que recién hace un par de semanas le ha mostrado.

Tsukishima está seguro de que guarda relación directa con los cambios hormonales debidos al embarazo. Ahora Yamaguchi se ha vuelto más caprichoso y demandante, no tiene vergüenza en pedirle ninguno de sus antojos –extrañas posturas para el sexo, incluidas– y continuamente consigue salirse con la suya. ¿Es que el amor volvía débil a cualquiera que cayera en él?

— Tadashi.

— ¿Mh? — Atiende sin prestarle más atención. Dando otro bocado a su pizza ya que su novio no quiso probar, metido entonces también en la pantalla, emocionado con esa película acerca de la extinción de la humanidad y un impresionante derroche de efectos especiales que tenía al pecoso más que interesado.

— Te has vuelto un poco engreído, ¿no crees?

Yamaguchi volvió el rostro, apenas lo suficiente para toparse con las pupilas doradas de Tsukishima, pasó el bocado que tenía en la boca y se limpió las comisuras con una toalla de papel.

— ¿Lo soy? ¿Ya no te gusto?

— No comiences a distorsionar mis palabras, Tadashi… — Responde enfático, mordisqueando una esquina del pedazo de pizza en mano de su novio… — Solo digo que últimamente estás más caprichoso, comes todo cuanto quieres y además, me haces esos pucheros.

— ¿Eso es… malo? — Pregunta con cuidado, casi receloso de la posible respuesta.

— Te digo que no distorsiones mis palabras. No es malo para nada, solo me estaba dando cuenta de eso. La pizza sabe bien, aunque el pepperoni no me gusta.

— No te gustan muchas cosas de las que ahora a nuestro bebé tanto se le antojan, así que no hay más que complacerle.

— Desde donde yo lo veo, te estoy complaciendo a ti, en todo. Y en realidad está bien, para que no empieces a reclamarme nada… — Aclara ni bien se da cuenta de la intención de su novio por cuestionarle las palabras… — Cielos, creo que estoy cambiando por ti, o por ustedes… — Agrega, y una de sus manos viaja al vientre de su novio. Todavía no se nota salvo una discreta protuberancia en aquella parte de su anatomía, pero le gusta tocarle de vez en cuando. Como si así él también pudiese estar más cerca de su bebé… — Y no me quejo. Es raro, a veces me toma por sorpresa y puedo sentirme un poco frustrado o contrariado, pero todavía me gusta.

Mirarse a los ojos es todo cuanto necesitan entonces. Yamaguchi sorbe la nariz cuando un sollozo se le atora en la garganta. Tsukishima nunca ha sido particularmente romántico, menos con las palabras. Él suele ser honesto y directo, a veces demasiado. Pero lo ama. Y sabe que es amado de vuelta con la misma intensidad. Así que se siente bien, se siente seguro, cómplice de estos sentimientos que los albergan a ambos cuando están a solas, cuando pueden abrazarse así y fusionar los labios en besos calmos.

— Quiero que me hagas el amor, Tsukki~

— Lo dije, te has vuelto todo un engreído.

— Pero sé que así te sigo gustando. Y de alguna forma, pienso que te gusta que actúe de esa manera contigo… — Susurra con tonito divertido, abandonando la pizza sobre el resto en la mesa que habían colocado al frente. También deja su vaso e ignora la película.

Yamaguchi enreda sus brazos alrededor del cuello de Tsukishima y le mira con aquellos ojos cargados del más puro amor que derrite otro poco el corazón del rubio; cuyas manos no han dudado en abrazarle la cintura mientras casi podría ver corazoncitos flotando alrededor de su pecoso novio mientras murmura su nombre una y otra vez al tiempo que se mueve sinuoso en su regazo. Por supuesto, su anatomía reacciona y allá al sur de su ombligo su cuerpo reacciona favorablemente. Las ropas comenzarán a desaparecer, y esa tarde como otras, seguramente tendrán que domar la ducha y luego limpiar porque le hará el amor con tanta pasión que no habrá manera de evitar que aquí y allá se ensucie.


Ahora que rebosaba cuatro meses de gestación, Hinata se miraba más a menudo al espejo, siempre tocándose la tripa y determinando cuánto ha cambiado desde la última vez que se vio. Lo que ya era gracioso de por sí, considerando el hecho de que se mira todos los días.

— ¿Te duele el vientre?

— No, estoy viendo si ya se me nota más pancita.

— Bueno, leí que lo normal es que se te note un poco entre las 12 y las 18 semanas, como ya estás sobre las 16 por supuesto que se nota pancita.

— ¿Se me nota? Yo me veo casi igual… — Hinata dijo mirándose una vez más. Bueno, siempre fue delgado, pero desde que había comenzado a vivir con Kageyama ya había notado ciertos cambios en su cuerpo, así que no podría decir si en verdad es que esté ganando peso.

— Para nada, subiste de peso. Tal vez uno o dos kilos… — Kageyama dijo con tono serio. Y por alguna razón al pelinaranja le brotó la venita en la sien.

— ¿Estás diciendo que estoy gordo?

— No dije eso. De cualquier forma ya sabemos que lo normal será que ganes peso en estos meses.

— Tobio, ¡careces totalmente de tacto! — Espetó con el ceño fruncido y los ojos lacrimosos. Luego salió de la habitación con prisas y unos segundos después, Kageyama escuchó el portazo.

— ¿Ahora por qué se enoja? No sé si podré lidiar con esos cambios de humor.


Esa tarde con suerte –para el pelinegro al menos– de alguna manera han terminado reunidos en la tienda de Ukai y el rato se ha convertido en una hora de consejos. Allí están Sawamura, Azumane, Tanaka, Tsukishima y por supuesto, Ukai. Kageyama no sabe si en verdad deba considerar esta reunión como algo bueno para él visto que todos le miran con el ceño fruncido después de relatarles lo sucedido una hora antes con Hinata.

— ¡Kageyama idiota! — Ése ha sido Sawamura dándole un golpe en la cabeza.

Naturalmente, el pelinegro había acudido en busca de ayuda con quienes confía en situaciones como ésta –aunque, hay que repetirlo, una parte de su conciencia se estaba arrepintiendo–. Aunque de alguna manera se ha convertido en una reunión de padres de familia, la sensación de “todos contra los primerizos” le estaba dejando un agrio sabor en la boca del estómago y su ceño no dejaba de fruncirse. Le agrada tener una charla con Sawamura, Ukai-san, incluso que esté Asahi-san y hasta Tanaka-senpai, pero ¡por qué mierda tenía que soportar la presencia de Tsukishima!

— Ustedes dos realmente carecen de tacto para tratar a sus novios, sobre todo ahora.

— ¿Por qué estoy siendo incluido en el paquete, Ukai-san? — El rubio preguntó con tono monótono, pero claramente molesto con el pelinegro. Bien, según su análisis, está siendo arrastrado por los errores de su congénere.

— Porque Yamaguchi-kun vino el otro día a hablar con nosotros acerca de tú limitándole algunos alimentos. No debes hacer eso, y menos hacerle sentir como un crío que solo piensa en comer, el muchacho ahora debe comer por dos.

Tsukishima selló los labios. Tenía el presentimiento de que incluso si expusiera sus argumentos, terminaría perdiendo. Todo y que él solo se preocupa por la sana alimentación de su novio, y de su bebé. A Yamaguchi le ha dado por antojos de comida chatarra –cotidianamente– y él solo piensa que incluirle alimentos balanceados sería más saludable.

— Vamos chicos, dejen de estar sobre Kageyama-kun y Tsukishima-kun; ustedes no actuaron tan diferente a ellos cuando estaban en su lugar como padres primerizos… — Takeda dijo, entrando en la estancia de la casa Ukai.

— ¿No me porté a tu altura, Ittetsu? — Ukai pregunta y casi parece que le mira con expresión de cachorro regañado. El sensei sonríe y le da un beso en la mejilla al tiempo que veía a los más jóvenes tomar uno de los pastelitos de arroz que ha acercado a la mesa.

— No es sobre eso, Keishin. Como tú, Sawamura-kun, Azumane-kun o Tanaka-kun, fueron buenos novios, pero estaban nerviosos, y pasando por situaciones particulares, sobre todo Sawamura-kun con Sugawara-kun. Cada uno hace las cosas a su manera, seguro que cometerán algunos errores, o tendrán sus discusiones con sus novios, pero Kageyama-kun y Tsukishima-kun están haciendo bien las cosas, se preocupan por Hinata-kun y Yamaguchi-kun a su manera. Sus personalidades son diferentes.

Al pelinegro y al rubio casi les brillaron los ojos –casi, porque con esa personalidad tsundere que se carga cada uno, estaba lejos de suceder en ese momento. A menos que a Kageyama le pusieran un balón de voleibol entre las manos (o a Hinata desnudo sobre la cama), y a Tsukishima la oportunidad excelsa de soltar todo su ácido humor (o a Yamaguchi con orejitas y cola de gato en la bañera)–. Abruptamente Kageyama y Tsukishima se sonrojaron, y honestamente que no era por las lindas palabras de apoyo de parte de Takeda sensei, sino de esos otros pensamientos indecorosos que se han colado en sus pensamientos.

— Oh, conozco esa mirada… — Tanaka dijo con una sonrisilla pícara.

— ¡No estoy pensando en sexo! — Curiosamente, pelinegro y rubio dijeron al unísono. Y el sonrojo en sus rostros aumentó hasta las orejas.

— Nadie dijo la palabra “sexo”, chicos… — Tanaka sonrió un poco más.

Por su parte, Azumane era el único que permanecía en silencio, comiendo lentamente algunos panecillos mientras escuchaba pero se reservaba la opinión a menos que se la preguntaran. Sin embargo, estar tan callado no podía pasar desapercibido para Sawamura y Tanaka, que no pueden evitar meterse un poco con él.

— ¿Noya aún quiere un segundo hijo, Asahi? — Sawamura preguntó.

— ¿Eh?

— Bueno, la última vez habían dejado de intentar embarazarse porque no estaba resultando aunque lo intentaron por medio año. Así que pensé que tal vez con Hinata y Yamaguchi a él le había vuelto a surgir el deseo… — Insistió Sawamura.

Para entonces las miradas de los más jóvenes iban de Azumane a Sawamura como si fuera un partido de ping pong. Bastante cómica a decir verdad.

— Desde que nuestro Taichi entró al preescolar creo que Yuu ha estado lo suficientemente ocupado con estar al tanto de todo en la escuela que no hemos hablado de más hijos. Quizá el año próximo. ¿Qué hay de Suga y tú, Daichi?

El rostro del excapitán de Karasuno ensombreció. Aunque su pequeña Eri tiene ya 8 años, es momento en que Sugawara no ha podido embarazarse por segunda vez. Al principio tuvieron un par de ocasiones en las que el peliplatino presentaba todos los síntomas, pero cuando se realizaba la prueba de sangre daba negativo. Así que la pregunta había tocado fibra sensible para él, que ansiaba, sinceramente, tener un varón.

— Ah, lo siento.

— No te disculpes, yo pregunté primero. En realidad es curioso, ¿no creen? Ninguno de nosotros hemos tenido más hijos aunque los hemos deseado.

— Es porque están pensando todo el tiempo en ello. Si ustedes se estresan, sus parejas lo hacen. Y así no van a conseguirlo. Disfrutarse mutuamente es la clave.

— Ukai-san, no lo diga como si eso le hubiera resultado a ustedes, por favor.

El entrenador encorvó la espalda derrotado. Adora a sus gemelas, pero la verdad es que también desea más hijos, quiere volver a pasar por todo el maravilloso proceso de un embarazo, complacer a su novio en todos sus antojos, volverse un poco loco con sus cambios de humor –aunque Takeda no era particularmente irascible–, ver cómo va cambiando el tamaño de su tripa, ponerse ansioso con la fecha próxima, el primer llanto, el primer parpadeo, el primer roce de sus dedos, la primera vez entre sus brazos. Y todo, absolutamente todo lo primero que viene cuando nace un hijo, Ukai deseaba volver a vivirlo.

— Es porque Keishin no ha conseguido relajarse. Y porque durante un tiempo nos estuvimos cuidando. Aunque tenemos más de un año buscando un embarazo, parece que el estrés no nos deja.

— Usted nunca luce estresado, Takeda-sensei… — Tanaka dijo mirándole casi como si el mayor hubiese dicho algo increíble.

— ¿No lo parezco? Oh, eso es por mi personalidad, pero también me estreso, chicos.

— ¿Con Noriko y Natsumi?

— No particularmente, las niñas son algo traviesas pero aprenden cuando Keishin y yo acordamos sus castigos. Pero la escuela es un tema aparte. He tenido algunos casos especiales con algunos chicos.

— No me lo recuerdes… — Ukai dijo con tono hosco.

Cabe mencionar –vamos a admitir un poco de morbo por la actual vida laboral de Takeda sensei– que a Takeda le habían hostigado un par de chicos el año anterior, y uno el actual. Era tal que había llegado a nivel de acoso, el caso tuvo que darse a conocer a las autoridades escolares y se tomaron las medidas necesarias. Al final, dos de los tres chicos admitieron estar tan enamorados de Takeda sensei que iban a clases solo por verlo, y aceptaron también tener ese deseo sexual por el profesor. En tanto, el tercer chico estaba un poquito más obsesionado con él, y definitivamente le habían tenido que expulsar. Esta situación había generado bastante estrés para la pareja, Takeda porque sintió el miedo a ser tomado por la fuerza –esa ocasión Ukai ni siquiera había ido a la escuela porque había estado en casa enfermo–, Ukai porque cuando vio a uno de los chicos acercarse demasiado a su novio, casi se había ido a los golpes con el adolescente. De hecho, mismo Takeda se había interpuesto entre su novio y el adolescente para evitar que los golpes llegaran a su objetivo. A decir verdad la cosa había estado delicada, y con suerte se había mantenido lo suficientemente en secreto como para que no se convirtiera en la comidilla de la escuela.

Los más jóvenes por supuesto que estaban curiosos, pero parecía que el tema era tabú para sus superiores así que decidieron no tocarlo.

— En fin, es un hecho que mientras la pareja pueda relajarse, los bebés vendrán… — Takeda dijo con una de esas sonrisas amables que le eran naturales. Y el resto admitió (internamente) que era bastante relajante ver al sensei actuar de esta manera.

— ¡Mamá~ papá~!

Las conocidas voces de las gemelas irrumpieron de pronto en la estancia. Las niñas entraron como bólidos en la casa, detrás sus abuelos.

— Bienvenidas, Natsumi-chan, Noriko-chan.

— ¡El abuelo nos compró manzana dulce, y otras cosas!

— Ah, así que consentidas de nuevo eh.

— Pero papá, nos hemos portado bien~ el abuelo dijo que era una recompensa por nuestro arduo trabajo.

— Seguro… — Ukai volvió la mirada hacia su padre, viéndole saludar animadamente a los más jóvenes para evitar sus palabras… — No te escaparás más tarde, viejo… — Gruñó en pensamiento, sonriendo con un deje de diversión. La verdad es que ellos dos seguían actuando como siempre, como un par de críos peleando por las gemelas, sea su atención o las formas de crianza.

— Nosotros nos retiramos.

— ¡Pero chicos, no hemos llegado para que se vayan~! Traje sake… — La abuela Ukai dijo con una sonrisilla.

— Lamento tener que desistir en ésta ocasión, abuela. Aún tenemos cosas qué hacer y ya hemos quitado bastante del tiempo de Ukai-san y Takeda-sensei.

— Ustedes siempre tan adorables… — La abuela dijo sonriendo ampliamente… — Entonces acordemos una visita para después, y traigan a esas preciosuras que tienen por pareja. Aunque Hina-chan y Yama-chan no puedan beber, el resto brindaremos por sus bebés.

Los más jóvenes asintieron, se despidieron de las gemelas y el Abuelo Ukai y salieron de la casa. Kageyama y Tsukishima solo habían entendido una cosa de todo esto. Ser padres primerizos realmente era difícil aunque trataran de ser buenos en todo.


Varios kilómetros a la distancia, otras jóvenes parejas vivían sus propias historias. Así, si damos una mirada al interior del hogar de Oikawa e Iwaizumi nos encontraríamos con la batalla diaria para el segundo, que con las gemelas Shiori y Sora con tres años cumplidos y Oikawa siendo tan caprichoso, está seguro de que cuida de tres niños y no de dos.

— ¡Vamos a comer hamburguesas!

— Las niñas no pueden comer eso, Tooru.

— ¿Por qué no? — Oikawa pregunta con cara feliz. Iwaizumi eleva una ceja. Oikawa frunce los labios y pregunta a sus hijas si le acompañan a comprar carne para hamburguesas mientras empuja el carrito en aquella dirección del súper mercado.

— ¡Oikawa Tooru, te digo que no!

— Las niñas quieren, Iwa-chan.

— No me jodas con el “Iwa-chan” de siempre. No vamos a darles eso para la cena. Necesitan comer sano.

— Comer algo “no sano” de vez en cuando no les hará daño.

— El problema es que contigo no es “de vez en cuando”, si tú decidieras el menú de las niñas todos los días estarían comiendo de esa manera.

— ¿Me estás diciendo irresponsable otra vez?

— Sí.

Ante el descaro de Iwaizumi para responderle, Oikawa aceleró el paso. Se ha cabreado, y ambos lo saben. Las gemelas van caminando una a cada lado de su mami, aferradas con sus manitas a la ropa de mami. Ignorando la discusión de sus padres porque están un poquito acostumbradas a escucharlos hablar así, y para ellos –para bien o para mal– lo ven como algo normal.

— Tooru, no seas tan cabezota.

— Como yo lo veo no soy el único “cabezota” aquí.

— Estoy tratando de ser objetivo con la alimentación de las niñas. Están pequeñas todavía para que les demos esa comida.

— Hay maneras de hacer hamburguesas “sanas” para ellas, ¿sabes?

— No me digas.

— Lo digo en serio, Hajime.

— Bien, vale. Entonces cuéntame cómo.

— Lo que quieres es que te convenza.

— Pues sí, tú me das buenos argumentos y yo dejo de ser un cabezota.

Oikawa suspiró, miró de soslayo a Iwaizumi y luego comenzó a explicarle su idea de “hamburguesas” para las niñas. Más tarde estaban metiendo las bolsas con la despensa en el carro que han adquirido apenas el año anterior. Las niñas fueron aseguradas en el asiento trasero, y esa vez, Oikawa tomó lugar tras el volante.

— Hajime.

— ¿Qué?

— ¿No te gustaría tener unas vacaciones? Desde que me embaracé que no salimos a ninguna parte. Ya sé que fue por la universidad y luego por la casa y los muebles, pero, ahora estamos un poco mejor, ¿no? Tal vez podríamos darnos el gustito.

— ¿A dónde quieres ir?

— A visitar a Tobio-chan y Chibi-chan~

— Lo que quieres es ir y molestarlos directamente ahora que supiste que Hinata está embarazado, ¿verdad?

Oikawa sonrió ladino. No había dudas de que Iwaizumi lo conocía muy bien. O de que quizá él era demasiado transparente cuando se trataba de fastidiar al prójimo, sobre todo si se trataba de aquel dúo en particular.

--//--

Mientras que Oikawa e Iwaizumi llevaban una “feliz” relación en familia, había otras parejas que no reconocían siquiera estar en una relación de pareja. Por supuesto, se trata de Hanamaki y Matsukawa, cuya relación de “amigos sexuales” continuaba en la actualidad. Cada uno ha tenido novia en algunas ocasiones, pero en cuanto sus parejas intentan mutar la relación en algo “más serio”, ellos no dudan en terminar y convertirse nuevamente en el típico “joven guapo soltero” que atrae a las féminas.

— Así que, ¿irás al goukon que organizaron los chicos del trabajo?

— No tengo muchas ganas de ir, pero han insistido bastante. ¿Vendrás?

— ¿Quieres que vaya?

— Bueno, así podemos salir juntos. Y no sé, ir a tu departamento.

— Bien.

Hoy en día era incluso difícil decir quién de los dos estaba más interesado en reunirse a solas que los pretextos sobraban. Sin embargo quedaba la duda del porqué ninguno se animaba en analizar sus propios sentimientos.


En la gran ciudad, Kenma y Kuroo tampoco han cambiado prácticamente nada, ni aún tras años de haberse convertido en padres. Ayane era, tal como muchos habían predicho, una niña por demás encantadora, hermosa desde la punta de los pies hasta el cabello. A sus casi cinco años demostraba también una inteligencia sobresaliente, y una personalidad arisca a ciertos niños, pero muy amigable con otros. En pocas palabras, era honestamente selectiva. Le gustaba relacionarse con niñas y niños que gustaran de actividades más bien físicas –en ese sentido tenía un poco más de los genes de su padre, que de su madre–, pero no negaba un reto con videojuegos. Era muy propia y gustaba de la limpieza, incluso si a esa edad la mayoría quiere ensuciarse con tierra, lodo o pinturas, Ayane siempre se procuraba pulcra.

— ¿Quieres ese peinado, Ayane?

— Sí, mami. ¿Puedes hacerlo por mí, por favor?

— Bueno, lo intentaré.

Aunque Kenma no se sentía cómodo con todos estos detalles para su niña, se esforzaba sin chistar en lo mínimo. Y se estaba volviendo bastante hábil con peinados complicados como trenzas elaboradas finamente o desayunos con bonitas figuras de conejos, osos y cualquier animalito que su hija le pidiera. Sí, en realidad también es un poco consentida, pero suele ganarse cada capricho ayudando en lo que puede y que sus padres le permiten.

— ¿Papá salió temprano otra vez?

— Sí, está haciendo horas extras para pedir pronto sus vacaciones.

— ¿Vamos a salir?

— Seguramente.

— ¿Puedo decir a dónde?

— Podemos discutirlo con Kuroo cuando llegue.

Mami, por qué siempre llamas a papá por su apellido.

— ¿Eh? Oh, bueno. Costumbre, quizá.

— Pero los papás de mis amigos se llaman por su nombre. ¿Tú no amas a papi?

Las mejillas del felino se sonrojaron tenuemente. Y a decir verdad costaba decir esas palabras delante de su hija. De alguna manera, era bastante más vergonzoso ahora que cuando más joven.

— Claro que sí.

— Pero nunca te he escuchado decirle que lo amas.

— Pero él lo sabe.

— Me gustaría escucharte decírselo, mami.

Kenma se guardó cualquier otro comentario. No quería simplemente decir que lo haría, porque probablemente se sentiría tan avergonzado como ahora. Pero negarse rotundamente solo haría que Ayane se lo pidiera constantemente.

— ¿Cuándo fue la última vez que le dije esas palabras a Kuroo? — Si pensaba en ello, parecía bastante lejano el día.


En tanto, de vuelta a Miyagi, hay otra pareja –por lo pronto– cuyo romance resultó casi de película. Ikejiri y Fujimi, cuya boda había sido bastante llamativa por la influencia de la señora Hanna, que acompañó a Ikejiri casi en cada momento de la planeación. Básicamente, habían derrochado una buena cantidad de dinero en cada detalle. Y honestamente que fue hermoso también. Ahora, aunque han pensado ya en tener bebés, las cosas con ellos siempre parece llevar un ritmo más bien lento, y recién han decidido dejar de cuidarse y esperar que un día, la concepción se dé.

— Estuve hablando con mi papá ayer que fui a su oficina.

— ¿Sobre qué?

— Quiero iniciar una especie de centro de entrenamiento para deportistas de alto rendimiento.

— Esa es una idea muy buena.

— Sí, pero como va a ser algo así como privada ya que asumiré absolutamente toda la inversión, estuve hablando con él sobre estrategia y esas cosas. Y sobre mis planes con este centro.

— ¿Hablaste con tu papá y no conmigo?

— ¡Ah! Lo siento, no te molestes. Es solo que, estuve pensando en ello desde el punto de vista financiero, así que… ng, lo siento.

— Está bien, no estoy molesto en realidad. La idea suena bien. Pero, qué más tienes pensado.

— Quiero contratar gente de confianza.

— Sí… — Dijo, instando al ojiazul a continuar.

— En diferentes rubros. Estuve investigando y me di con varias cosas que me podrían beneficiar. Por ejemplo, Aone Takanobu se había graduado como preparador físico recientemente, ya que había iniciado la universidad después de salir del instituto. Oikawa Tooru tiene potencial para diseñar programas de entrenamiento, y creo que en cierta forma se entendería con Kageyama-kun y Ukai-san. Tengo en mente muchos de nuestros amigos, cada uno tiene un talento nato que podría ubicar en los diferentes programas deportivos que se incluirían en el centro.

— Nuestros amigos son voleibolistas, no se han desempeñado en otros deportes.

— No los pondría necesariamente como encargados de un deporte, sino de las diversas actividades que son necesarias para un deportista de alto rendimiento.

— Arita, ¿planeas convencer a los que viven en otra ciudad de mudarse aquí?

— Sí.

— ¿No es entonces simplemente que sigues intentando hacer que ellos coincidan en el mismo lugar? Lo hiciste con los campamentos años atrás, y con las extravagantes fiestas como nuestra boda.

— ¿Lo hago? — Fujimi preguntó, y es que no lo había visto desde esa perspectiva, pero era probable que su esposo tuviera razón.


Hinata y Kageyama estaban sentados uno frente al otro en la estancia. El pelinaranja de brazos cruzados, el pelinegro respiró profundamente mirando alternamente el bolso en la mesa y a su novio.

— ¿No quieres ver qué es?

— ¿Es un regalo de disculpas?

— Bueno, algo así. Supongo.

— No lo quiero si es así.

— Shoyo, ¿sabes cuán difícil fue para mí comprarte esto? tuve que entrar en esa tienda llena de mujeres que me miraban como si fuera alguna clase de pervertido.

En cuanto la última palabra salió de labios de su novio, el pelinaranja sonrió divertido imaginándose la escena. Pero al segundo se fue sobre el bolso con ansia curiosidad.

— Ahora sí quieres ver lo que compré, ¿verdad?

— Com-…¡compraste lencería!

— Te verás bien en ella… — Murmuró entre avergonzado y molesto. Molesto por su propia vergüenza.

— Tobio, la lencería es para las mujeres, y yo soy un chico, ¿tienes algún fetiche?

— No. Bueno, solo creo que te verás bien.

— Tienes unas formas bastante raras para disculparte por decirme “gordo”.

— Nunca te dije “gordo”. Ni creo que lo estés, pienso que estás bastante atractivo con pancita, o mejillas regordetas.

Hinata sonrió aún más tras escucharle. Aunque no estuviera siendo realmente romántico, estos eran los momentos en que veía a Kageyama más vulnerable y honesto. Y en un segundo, se enamoraba perdidamente de él otra vez –bueno, no es que dejase de estarlo–.

— Voy a probármelo luego de ducharme. Espérame en la habitación — Dijo, tratando de sonar sexy.

Cada uno a su ritmo, cada uno a su manera. La travesía aún tenía largo camino por recorrer.


Continuará…

No hay comentarios.:

Publicar un comentario

Disculpen las molestias, pero se eliminaran los comentarios con contenido de otras parajes fuera de las que se abordan en este blog, esperamos su comprensión