lunes, 16 de julio de 2018

Entrenando a Otosan. Capítulo 5


Capítulo 5. De Sorpresas Prematuras e Ilusiones Tardías
~~*~~


Midorima Shintaro estaba perturbado. Los horóscopos seguían yendo en su contra. Se había levantado más temprano que nunca, azorado por un sueño indeseable para su conciencia, pero demasiado vital para su inconsciente puesto que lo había construido en su estado de letargo absoluto al dormir. Todo se había resumido a Takao y él besándose impolutamente en los vestuarios del gimnasio, comiéndose la boca del otro con unas ganas que desconoce como propias siquiera. Él no tiene ese tipo de deseos, no señor. Eso solo le pasa al resto de los adolescentes mortales, insípidos y plagados de hormonas que fácilmente se encienden a las ilusiones vaporosas de sus anhelos carnales.

– Estoy haciendo el idiota pensando en eso de todas maneras… – Decidido a espabilar la mente, Midorima había tomado una larga ducha de agua fresca tempranito por la mañana, antes de que el reloj marcara la hora en que el pelinegro haría rechinar las llantas de la carroza que se ha convertido en su transporte personal durante lo que va del año.


El peliverde se aseguró de vestir tan pulcro como siempre, de llevar bien peinado cada mechón y de ajustar las venditas en sus dedos. Por primera vez en su vida, Midorima ignoraría la suerte echada para él. O al menos haría el intento, se ha convencido de ello.

– Buenos días, Shin-chan… – Takao le saluda con la sonrisa cotidiana, hay alegría en sus ojos y sensatez en su semblante. Midorima le dirige un segundo la mirada y luego simplemente sube a la parte trasera de la carreta.

El pelinegro advierte su malhumor, lo huele en el ambiente; en su nula intención de dirigirle la palabra. Suspira y echa a andar la carreta, pedalea y acompaña el silencio del peliverde con la misma acción. Él que pensaba hacer de cuenta que nada había pasado antes, que de sus labios no había salido una declaración de amor –si es que a su pobre y algo impulsivo intento de sentimentalismo puede considerársele declaración de amor– y se había mentalizado para actuar con la soltura ordinaria con que solían interactuar. Pero no, Midorima tenía que ser lo suficientemente idiota y cabeza dura como para no cooperarle con la mentira piadosa para su corazón, se le restregaba con maliciosa seriedad haciéndole pasar por él e ignorándole como si fuera cualquier chofer mediocre al que maltratar con su indiferencia.

Aún así le quiere tanto como para aguantarle estos desplantes. Si el maldito no se hubiese hecho de su corazón.

– Takao…

– Mh…

– Los horóscopos de hoy dicen que me sentiré atraído hacia aspectos y facetas de mi vida amorosa que no había contemplado. ¿Sabes qué pienso, Takao?

– ¿Que es una mierda y alguien está alterando tus perfectos designios? – El pelinegro aventuró.

Midorima no respondió nada, Takao creyó escucharle gruñir pero nada más. Hay que ver, cuando el peliverde quiere ser complicado es peor que los astros en el universo, misteriosos y demasiado lejanos para ser alcanzados.


No, no tiene ni pizca de ganas de intercambiar miradas, o saludos ni una sola palabra, con los tres chicos. Izuki se siente como si de pronto hubiese traicionado, como si sus sentimientos expuestos se convirtieran en la vulnerabilidad más peligrosa de toda su vida. Piensa en huir pero sus pies siguen clavados en el mismo sitio, Koganei parlotea interminablemente pero él no le escucha, honestamente ni siquiera le oye; su mirada sigue prendada de los ojos del corazón de hierro, como si hubiera un imán en ellos que le impide soltarlos.

– Buenos días chicos… – Riko saluda con alegría, llena de una energía que casi hace recular a Koganei y Mitobe pues saben de antemano que en la cabecita de su amiga y entrenadora se ha trazado un plan perverso para las prácticas del día.

– Me das miedo cuando sonríes así… –  Koganei se cubrió demasiado tarde la boca. Su pensamiento ya había salido en voz alta. A Mitobe le corrió una vena por la sien y miró angustiado a su minino, preocupado por su integridad.

– Solo por eso, haré algunos ajustes al entrenamiento de hoy… – La sonrisa tan cristalina con que la muchacha los miró hizo sudar a todos.

– Oye, por qué pagaremos nosotros por su bocaza.

– Porque son un equipo, ¿no, Hyuga-kun?

El Capitán maldijo entre dientes y fulminó con la mirada al minino, cuya sonrisa de chico bueno no le compró ni un gramo de perdón en el ojinegro. Mientras tanto, Kiyoshi seguía mirando a Izuki, sonriendo bobamente, esperando que la mirada ahora negada del ojo de águila vuelva a permitirle su hermosa oscuridad. Izuki por su parte estaba demasiado nervioso, como si en cualquier momento todos fueran a darse cuenta de que algo sucedía entre ellos.

– ¿Estás enfermo? – Riko preguntó de pronto irrumpiendo su hilo de pensamientos. Izuki volteó a mirarle casi con cara de espanto. Se percató entonces de que todos le observaban. Inevitablemente sus ojos se encontraron con los de Kiyoshi. Tembló bajo su intenso mirar… – Izuki-kun…

– Estoy bien. Cansado solamente.

– Buenos días a todos… – La voz suave y monótona del peliazul sesga la escena, las miradas cambian de destino y caen entonces sobre el Dúo recién llegado. 

– Ah, Kuroko-kun y bakagami…

– ¡Oye! – El pelirrojo protesta por el sobrenombre con que la chica les saluda.

– Es raro verles llegar juntos… – Riko revolea los ojos ante las palabras del Capitán. Kiyoshi le palmea el hombro a Hyuga, y nota al mirar de soslayo al ojo de águila, que su movimiento no le ha caído en gracia.

– Se van juntos, no es tan extraño que lleguen juntos Hyuga-kun… – Riko señala con tono vivaz, escudriña a los recién llegados con prudencia. Algo luce diferente hoy y ella quiere saberlo.

– Vamos todos a darnos prisa, no queremos llegar tarde a nuestras respectivas clases… – Kiyoshi es quien anima, empuja suavemente al Capitán, notando cómo nuevamente a Izuki aquel gesto parece no agradarle.

El corazón de hierro se pregunta si serán celos, duda quizá de todo lo que le dijo el día anterior. Él no piensa que tenga que cambiar su forma de ser con sus amigos, Hyuga incluido. No cree que deba, sin embargo admite que estos gestos son probablemente las razones primordiales por lo que todos a su alrededor siguen convencidos de que sus sentimientos por el Capitán del equipo son más fuertes que los reservados para una amistad.

– Riko…

– ¿Qué pasa?

– ¿Puedo hablar contigo un momento?

Todos lucen extrañados por la petición que el muchacho le hace a la entrenadora, pero nadie protesta ni dice nada. Les dejan un paso por detrás y siguen camino a sus respectivas aulas mientras que Riko y Kiyoshi caminan por el pasillo hasta un área más solitaria donde poder conversar.

– ¿Debería preocuparme por tu integridad física?

– No, mi rodilla sigue bien… – Se permite una sonrisa y hasta dar un par de saltos para mostrarle la fuerza de sus músculos.

– Entonces a qué se debe el misterio tan temprano.

– Ayer le confesé a Izuki que me gusta.

– Oh… – La confusión en el rostro de su amiga le hizo sentir incómodo… – ¿Cuándo dejó de gustarte Hyuga?

– Hace tiempo, quizá mientras estaba en rehabilitación. Pero tú sabías ya que Hyuga no… que no me…

– Lo sospechaba, pero aún dudaba. No ha cambiado mucho tu confianza con él así que… – Riko juega con el borde del saco de su uniforme y se sonroja suavemente. Es raro hablar tan abiertamente del tema con el mayor.

– Así que pensaste que tal vez aún me gustaba… – Kiyoshi concluye y le ahorra un poco de vergüenza al tener que decir esas palabras. Él sin embargo tiene que sopesarlo en su pensamiento… – Supongo que hay cosas que tendrán que cambiar. Hyuga no me gusta más, pero sigue siendo mi mejor amigo, la confianza que le tengo es por eso, no por el sentimiento que haya tenido por él antes.

– No es fácil sacarse una idea de la mente cuando te ha quedado tan grabada. Cuando supe que él te gustaba fue difícil para mí, eres mi amigo, igual que Hyuga, pero diferente a la vez.

– Es increíble cómo te das cuenta de muchas cosas solo con observarnos, Riko.

– Es lo mismo que haces tú.

– Tal vez, sin embargo incluso yo no me doy cuenta de algunos detalles que a tus ojos saltan a la vista. Me pregunto si tienes algún consejo que me pueda ser de utilidad, no quiero que Izuki siga pensando que me gusta Hyuga, pero honestamente tampoco quiero cambiar mi forma de ser con nadie.

La castaña suspiró y miró hacia los pasillos un momento. El resto de los estudiantes seguían pasando por ahí metidos en sus propias conversaciones, en el móvil o en sus reproductores de audio. La vida adolescente definitivamente no es sencilla, hay que enfrentar varias cosas a la vez.

– Entonces solo asegúrate de que Izuki vea en tus ojos tu honestidad. Izuki es sensible a esas cosas, notará que dices la verdad y confiará en ti.

--//--

Kagami se removía en su asiento cada cinco segundos, la clase le estaba resultando más aburrida que nunca, por más que intentaba concentrarse simplemente no podía. Su mente viajaba una y otra vez a los sucesos de apenas esa noche. Cuando hizo el amor con Kuroko.

¡Mierda! – El pelirrojo gimoteó ruborizándose escandalosamente.

– Kagami-kun… – El peliazul susurró pinchándole un hombro. Su novio atendió girando levemente la mirada, todavía tenía que evitar que el profesor les llamara la atención… – Deja de moverte, me distraes.

– ¿Ah? Tsk, tú eres quien me distrae a mí.

– No había hablado hasta ahora.

– Pero no hago más que acordarme de ti, anoche… – Murmura bajito, enterrando su rostro en la tabula rasa de su silla de trabajo, su cara arde, y su cuerpo también… – Maldición, no puede ser que me pase esto por estar acordándome de su cuerpo desnudo, sudoroso y caliente, de su aliento tibio y mi nombre susurrado en mi oído. O lo apretado de su…

El sonrojo en la cara de Kagami explotó al memorar justamente aquel recuerdo, cuando su erección se hizo espacio en la otrora virgen intimidad de Kuroko, la forma en que se mordió los labios para no gritar de dolor, o cómo le dirigió una mirada cariñosa acariciándole las mejillas para darle seguridad y que no fuese a arrepentirse de aquel momento. Ser uno era la única cosa en la vida de la que Kuroko quería sentirse seguro, y que Kagami no sintiera culpa por ese pasaje de dolor que inevitablemente tenía que pasar aunque el pelirrojo se hubiese esmerado en prepararle lo más suavemente que pudo.

– Taiga…

– ¿Te duele mucho?

– Duele lo que tiene que doler, pero es más mi felicidad por saber que eres tú con quien estoy haciendo esto. Te Amo, Taiga.

– Tetsuya… – El pelirrojo sintió su pecho henchirse de ternura. Bajó el torso y unió sus labios a los del peliazul besándole con infinito cariño.

Uno de esos tantos besos dulces que han compartido durante la noche, pero este era significativamente más hermoso que todos los demás. Lo era por una sencilla razón, era el primero que se entregaban estando unidos de sus anatomías. Con la virilidad de Kagami enterrada en la apretada y húmeda cavidad de Kuroko; era el momento más íntimo y romántico de sus vidas. Un poco de saliva quedó en sus bocas cuando rompieron el beso por falta de oxigeno, el pelirrojo los limpió con uno de sus dedos y sonrió algo avergonzado por su gesto. La cara del peliazul era demasiado hermosa a la luz de la luna, la palidez de su rostro hacia juego con el azul claro de sus cabellos y el intenso de sus ojos.

– Muévete, Taiga. Lléname de ti.

El pelirrojo nunca imaginó que alguien tan “monótono” como Kuroko pudiera ser capaz de tanta sensualidad en una sencilla oración. No fueron solo sus palabras, sino también la intensidad de su mirada y la fuerza con que se aferró a su espalda para recibir sus primeras estocadas, o cómo suspiró contra su cuello dando algunas lamidas ahí, saboreando el sudor perlado en su piel, dejando besos húmedos que no hacían otra cosa que aumentar la libido del pelirrojo, descontrolándole cada minuto más y más hasta hacerle desear embestir con tal fuerza que sintiera que toca ahí dentro tan profundo que se “ahogue” en placer.

– Tetsuya…

– Taiga…

Susurrar sus nombres y sentir que están en la gloria, que están a un estirón de tocar el cielo con la punta de los dedos.

– ¡Kagami!

– ¡Qué! – El pelirrojo levanta la mirada y enfoca todo a su alrededor. El profesor tiene cara de pocos amigos, le palpita la venita en la sien y le fulmina con la mirada… – L-lo siento, profesor. No quise gritarle.

– Más vale que se centre de una vez o le mandaré a castigo extraescolar.

– ¡Por favor, no!

– Entonces compórtese apropiadamente.

El llamado de atención le vale suficiente. Se sienta y maldice internamente a diestra y siniestra. Todo sigue siendo culpa del idiota de Kuroko. Voltea de soslayo y le ve felizmente recostado en su mesa de trabajo, dormitando tranquilamente sin que nadie se dé cuenta.

Maldito, aprovecha su poca presencia para dormir en clase mientras que a mí el profesor casi me vota del aula… – Piensa malhumorado. Un malhumor que sin embargo se desvanece en cuestión de segundos al contemplarle detenidamente (al menos lo que un par de segundos le permite, que no quiere que el profesor le pille mirando a su compañero)… – ¡Joder! Es demasiado lindo para mi salud mental. Y física… – Concluye azorado, percatándose del ritmo acelerado de su corazón, del calor en sus mejillas y el peligro inminente de que una parte de su anatomía más al sur despierte.


Takao suspiró por enésima vez durante la mañana. Ya sabía que la coraza de Midorima sería dura de roer, pero no imaginaba que tanto, ni mucho menos que a él le fuese a doler tanto la supuesta indiferencia del peliverde. Después de que llegaran a la Preparatoria, Midorima había tomado su rumbo y le había dejado sin más.

– Shin-chan me lo está poniendo demasiado difícil. Cuando consiga hacerle entrar en razón le patearé el trasero por insensible e idiota… – Gruñó para sí, masticando sin ánimos de su almuerzo, el peliverde no estaba por ahí, y por la actitud que ha tenido, duda que le hable más de lo estrictamente necesario durante las prácticas.



Aomine se había devorado el almuerzo que Sakurai preparó para él, y encima había asaltado el del castaño también. Tenía mucha hambre, o quizá era simplemente que la sazón del menor era demasiado exquisita.

– Cocinas mejor que mi mamá.

– G-gracias, Aomine-senpai.

– Ahora, el postre… – La sonrisa maliciosa del moreno hizo enrojecer furiosamente al castaño, pero lo que realmente le hizo sentir alterado y disparó todas las alarmas del menor fue la forma en que el moreno se le fue encima.

Los poderosos brazos de Aomine estamparon a Sakurai contra el muro detrás suyo al tiempo que se apodera de sus labios haciendo más que besarle, mordiéndole cada pliegue como si en verdad quisiera comérselo. Sakurai sintió dolor e intentó alejarle, un poco asustado de las pulsiones del moreno; pero entonces los gestos se suavizaron y el beso se transformó en un intercambio húmedo de caricias, no dulces ni tiernas, solo lo suficientemente relajadas para mitigar el repentino temor que el castaño sintió.

– No te asustes, no voy a violarte Ryo… – Las palabras brotan amortiguadas contra los labios del castaño, sus alientos se mezclan y es suficiente para atontar los sentidos de ambos, aunque sea Sakurai quien lo demuestre en su intenso sonrojo y los temblorcitos de su cuerpo.

– ¿Y qué es lo que Aomine-senpai quiere de mí? – El castaño murmura con aire avergonzado, entrecerrando los ojos al sentir las manos del moreno apretarle la cintura y trazar un camino indefinido por debajo de su camiseta.

– Te lo he dicho, quiero comerte… – Responde sin tapujos, atacando nuevamente su cuello, dejando besos algo rudos, marcándole la piel.

– Aomine-senpai, este tipo de cosas…

– ¿Qué con ellas?

– Las personas las hacen con… con…

– Cállate, Ryo. No me dejas comer tranquilamente… – El moreno corta de una la conversación, le besa con pasión y deja una estela húmeda de saliva por su cuello y descendiendo mientras desabrocha los botones de la camiseta y desanuda la corbata del uniforme.

– Sen-senpai… – Un gruñido le advierte que el moreno no quiere interrupciones nuevamente. El sonrojo en su cara no da para más, tampoco los latidos de su corazón que parecen retumbarle en los oídos.

Aomine saborea cada pedacito de piel, ha llegado a la clavícula y decide que dejar otra marca por ahí será buena idea. Quiere que todo mundo sepa que Sakurai está ocupado, que no es agente libre para cualquiera que quiera siquiera voltearle a mirar. Tiene cierto celo posesivo hacia el muchacho, no reniega de eso pero lo atribuye a su creciente egoísmo.

– Ahh~ – Sakurai jadea y de inmediato se cubre la boca con una mano, sumamente avergonzado del sonido que escapó de sus labios. El moreno tiene la culpa en dado caso por succionar tan fuerte en su clavícula, estremeciéndole y alterando de sobremanera su cuerpo.

El moreno sonríe descaradamente, le abre un poco más la camiseta y observa los botoncitos rosados en el pecho del castaño, lame uno y obtiene otro jadeo amortiguado en la mano que cubre esa boca que repentinamente se le antoja apetecible. Y Aomine nunca aguarda por nada, sacia sus deseos sin reservas. Por eso apartó la mano y la subió apretándola de la muñeca por encima de la cabeza de Sakurai, se hizo una vez más de sus labios mordisqueándolos y saboreándolos como si fuesen un manjar exquisito de aquellos que solo se obtienen en sofisticados restaurantes. Quería todo de él.

Y lo quería ahora.


– Kuroko, he notado que caminas un poco extraño. ¿Te lastimaste? – Uno de los chicos de primero le pregunta con inocencia. Kagami se atora con su propia saliva y #2 ladra escandalosamente mientras corretea por ahí empujando un balón en la duela del gimnasio.

– En realidad no, pero Kagami-kun tiene de todas formas la culpa… – El peliazul responde con suma tranquilidad. Los chicos de primero no comprenden, Koganei escucha la opinión de Mitobe y se sonroja abruptamente; Hyuga frunce el ceño, Riko fulmina con la mirada al pelirrojo, y Kiyoshi hace lo posible por obtener un poco de atención de Izuki.

– ¡No tengo nada que ver!... Bueno, casi. ¡No es de su incumbencia! – Kagami concluye e intenta hacerse el fuerte, intimidar a sus compañeros y zanjar el tema. Toma un balón y comienza a practicar.

Kuroko sonríe suavemente, le gusta cuando el pelirrojo se sonroja. Se le hace tan adorable que se pregunta cómo es que este chico alto y robusto, de mirada dura y músculos poderosos, sea capaz de tanta ternura. No lo sabe, y honestamente no es que le interese en detalle, ama a Kagami por ser quién es. Por amarle de vuelta.

– Izuki…

– No tengo ganas de hablar, Kiyoshi…

– Sé que no. Pero quería recordarte que me gustas. Shun Izuki, me gustas mucho… – La sonrisa cristalina y pura que se extiende en labios del corazón de hierro derrite una capa de dureza que el ojo de águila había construido apenas la noche anterior.

– ¡Muy bien todos, a entrenar! – Riko dirige las prácticas, la coordinación no está mal, pero nota algunas grietas entre los chicos. Intuye que algo habrá qué hacer. Su principal preocupación recae sobre el trío. Izuki parece desconcentrarse cuando tiene que pasar el balón a Hyuga o Kiyoshi; y estos dos no están precisamente en sintonía… – ¿Cómo se supone que arreglo esto?


– Takao…

– Lo sé. Te llevo a tu casa y luego desaparezco de tu campo de visión.

– No… – Midorima tomó del brazo al pelinegro y le arrastró detrás del gimnasio. La carreta estaba ahí, pero no era precisamente lo que al ojiverde le importaba… – El romance no es algo en lo que quiera enfocarme, Takao.

– Bien. No hay problema… – El pelinegro evade la mirada del más alto, intimidado por primera vez en toda su vida por el brillo en su mirada. Realmente parecía molesto.

– Sí lo hay. Ha sido un lío demencial todo desde ayer, odio que me hayas dicho eso.

– Lo siento. Shintaro, en verdad lo siento. Supongo que tenía la esperanza de que correspondieras.

– ¿Es que alguna vez te di alguna señal de eso?


Kise estaba más inquieto que nunca, a Kasamatsu incluso le preocupaba tanta energía en su rubio novio. Como baje la guardia un poco siquiera, presiente que terminará cediendo al deseo creciente del modelo por encamarse con él.

Continuará……

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