Capítulo 25. Para futuros parentescos, dosis de dulce
locura
~~*~~
Cuando pasaron a Kise y Sakurai a revisión
para determinar su estado, Kasamatsu y Aomine no tuvieron más opción que
esperar.
– ¿Qué no le faltan semanas a Sakurai para
dar a luz?
– Sí, poco más de dos según los cálculos;
pero se ha despertado con dolorosas contracciones y decidí traerle.
– Ryota se puso igual. Esperaba que fuera más
parecido a lo de Kuroko-kun, a él pareció no dolerle tanto.
Aomine simplemente gruñó en una especie de
acuerdo. Ambos jóvenes estaban sentados en la Sala de Espera, ninguno ha
llamado a nadie aún, ni a sus amigos ni a sus familias. Kasamatsu pensó que
estaba tranquilo solamente porque no
estaba del todo solo; y era de lo más extraño, casi inverosímil, porque Aomine
no es precisamente el tipo en el que uno puede pensar para sentirse acompañado.
El constante tronar de dedos del moreno y su silencio absoluto le crispaba los
nervios, pero como de todas maneras ya está ansioso, el de ojos cromados
terminó aliándose al otro y emulando sus acciones.
– ¿Kasamatsu Yukio?
– So yo.
– Su novio será intervenido ahora mismo, tal
parece que sus trillizos tienen prisa por nacer y no están dispuestos a esperar
ni un solo día más. Si gusta puede estar presente en la cesárea.
– Sí, yo… Quiero estar con él.
– Entonces sígame… – La enfermera dijo
echando a andar por un pasillo, pero entonces el moreno se levantó como resorte
llamándole algo tosco pero al caso, con suficiente amabilidad como para que la
mujer no llamara a seguridad o le encontrara en plan histérico.
– Disculpe, sobre Sakurai Ryo…
– Aún lo están examinando, hay algunas
pruebas más que debemos hacer para cerciorarnos de su salud y la del bebé dado
que su fecha de parto estaba programada para dentro de dos semanas. Espere un
poco más, por favor, alguien más vendrá a notificarle en un momento.
Aomine gruñó con el ceño fruncido pero
asintió.
– Suerte, Kasamatsu.
– Gracias. También para ti.
Ahí estaban, dos chicos con los nervios
destrozados por la ansiedad esperando el momento en que sus prometidos dieran a
luz.
Kasamatsu pasó directo a una Sala donde le
vistieron con un traje especial para poder entrar al quirófano, podía ver desde
ahí a través de un cristal a un doctor diciéndole algo a Kise, su rubio
prometido asentía y permitía que le pusieran una inyección que pareció dolerle
por el gesto que cruzó su atractivo rostro de modelo.
– Estoy
pensando tonterías… – El de ojos cromados suspiró pesadamente. Sentía el
estómago vacío y unas ganas horribles de deponer. Los nervios, trató de
convencerse.
– Está listo, ahora podemos entrar ahí, podrá
hablar con el joven Kise con normalidad, la anestesia evitará que sienta dolor
mientras operamos, pero algunas mamás
primerizas suelen asustarse en una intervención así, por lo que nosotros
mismos recomendamos la presencia del esposo, novio o prometido, o cualquier
persona significativa para la mamá.
– ¿Usted cree que sea buena idea? Creo que
estoy más nervioso yo que él.
– Joven Kasamatsu, ¿quién cree que debe darle
apoyo ahora a su novio? ¿Con quién cree que se sentirá realmente seguro?
– C-conmigo, por supuesto.
– Entonces solo piense en eso, en que usted
es su soporte… – La doctora que asistiría la cirugía le sonrió comprensiva.
El de ojos cromados respiró profundo antes
que animarse en dar un paso dentro de la sala de operaciones. Era extraño estar
aquí y no podía evitar sentirse ansioso, pero la mujer tenía razón, es él quien
debe mostrarse tranquilo y darle seguridad a su prometido. Así que caminó hasta
él y colocándose a un lado, donde una enfermera le indicó, sujetó una mano de
su prometido y le sonrió del único modo que podía, enamorado.
– Van a nacer, Yukio.
– Sí. Estaremos todos bien, ya verás Ryota.
– ¿Estás asustado?
– Un poco, pero sobre todo contento. Al fin
podremos tener a nuestros bebés en casa, darles de comer, dormirles, cantarles
en brazos y acunarlos con sus ropitas, estrenarán montones con tantos regalos
que nuestros padres y amigos les han hecho.
Kasamatsu dijo con aire soñador y contagió
entonces de tranquilidad a Kise, el rubio sonrió feliz, imaginándose todo eso
que su prometido ha dicho. Deseando que estén ya de aquel modo.
– Ryota, no he avisado a tus padres o los
míos.
– Está bien, hazlo después. Ahora realmente
estoy feliz y contento solo contigo a mi lado.
Los chicos compartieron una mirada llena de
amor y un suave beso. Entonces el equipo médico supo que era el momento justo
para iniciar una de las tareas más maravillosas de su profesión, traer al mundo
a nuevos seres que serían recibidos con todo el cariño y la emoción posible.
--//--
Aomine caminaba de un lado a otro sumamente
impaciente, maldiciendo entre dientes lo tardado que estaba resultando que le
dijeran cualquier cosa. Gruñendo por lo bajo se encaminó en busca de alguien
que pudiera darle información.
– Al joven Sakurai aún le están prac…
– ¡Eso ya me lo dijeron! Pero por qué tardan
tanto, quiero saber cómo se encuentra Ryo, así que dejen de joderme la
existencia con sus respuestas insípidas… – Bramó a punto de perder el control.
La enfermera suspiró. No es que no tenga a
menudo padres primerizos –y no primerizos– con los nervios a flor de piel y al
borde del colapso. Un guardia de seguridad por las dudas se acercó, y otro
enfermero estaba listo, por si tenían que someterlo y darle algún tranquilizante.
Aomine enarcó la ceja cuando vio las intenciones de esos hombres, estaban locos
si pensaban que podrían contra él, haría lo que fuera con tal de saber lo que
estaba pasando con su prometido.
– Tengo entendido que usted es el prometido
del joven Sakurai, ¿verdad?
– Sí.
– Está bien, permítame un segundo… – La
enfermera tomó el teléfono e hizo una llamada rápida… – Le acompañaré donde
está su prometido. Sígame por favor… – El moreno miró de soslayo al enfermero y
al guardia, no quería sorpresitas absurdas para someterle, pero nada pasó, él
realmente siguió a la enfermera por unos pasillos hasta la habitación donde
tenían a su prometido.
– Ryo… – El moreno se sintió aliviado de solo
verle, más relajado pero con bata de hospital. Un doctor estaba ahí revisando a
saber qué tanto en su prometido que le tenía el vientre descubierto y hasta le
había bajado los pantaloncillos… – Qué hace.
– Daiki… – El castaño había suspirado, feliz
de verle también, sonriendo ligeramente al notar el ceño fruncido de su
prometido, celoso hasta de un doctor que solo hace su trabajo.
– Reviso a su novio.
– Prometido… – Aclaró el moreno con un
gruñido, como si de hecho fuera necesario.
– Reviso a su prometido… – El doctor dijo con
una sonrisita.
– ¿Y para eso tiene que semidesnudarlo? –
Aomine volvió a gruñir. Sakurai se sonrojó, esta escena era vergonzosa. Su
prometido celoso sin razón.
– Pues en realidad sí, pero no es que quiera
meterle mano, así que tranquilo que solo verifico los signos vitales de tu beba
y el estado de salud de tu prometido.
– Pues más le vale. Usted le mete mano y yo…
– ¡Daiki! – Sakurai protestó rojo como
tomate, el doctor soltó una risa.
– Sin ofender, pero tu prometido no es mi
tipo. Prefiero las curvas y, sobre todo, estoy felizmente casado, con una
hermosa mujer.
Aomine suavizó la expresión, depositó un beso
en labios de Sakurai –aunque el castaño fuese rojo farolillo con las mejillas
infladas– y se dedicó a observar al doctor.
– ¿Entonces, Ryo no dará a luz esta noche?
– No creo. Ha tenido fuertes contracciones
pero durante estas semanas es normal. Parece más una falsa alarma, pero por seguridad le tendremos en observación las
próximas horas.
El doctor terminó de hacer algunas
anotaciones en la laminilla al extremo de la camilla y luego se despidió
dejándoles a solas.
– Me has dado un buen susto, pensaba que te
me desmayabas en el taxi.
– Es que me han dolido mucho las
contracciones, también pensaba que nacería ya. Lo siento Daiki.
– Hey, no te disculpes Ryo, es normal. Es
nuestra primera vez con todo esto del embarazo y los preparativos para el
parto… – El moreno dijo tranquilizándole con suaves caricias sobre los castaños
mechones y llevando una mano a la tripa también… – ¿Ya no duele?
– No igual, el doctor me dijo que es normal
que tenga algunas contracciones más fuertes que otras. ¿Has sabido algo de
Kise-senpai y Kasamatsu-senpai?
– No. Pero a Kise si le iban a operar ya, así
que tal vez en unos momentos más nazcan ya sus bebés. Tres ha dicho Kasamatsu,
¿puedes creerlo?
– Es muy raro, pero son cosas de la
naturaleza, o un hermoso milagro. Aunque seguro también será más difícil para
ellos. Somos adolescentes, y encima primerizos.
– Pero ellos, como tú y yo, cuentan con el
apoyo de sus familias. Les irá bien.
– Daiki, ¿irás a ver cómo va todo con ellos?
Tal vez que necesitan avisarle a alguien, o se sienten solos.
– Pues no pienso dejarte solo.
– Por favor, Daiki~
– No.
Sakurai le puso entonces su carita más
tierna. Y Aomine cayó redondito. Suspiró y dándole un beso le aseguró volver en
cinco minutos.
--//--
A fin de cuentas Aomine terminó haciendo
llamadas por Kasamatsu, pero al menos lo hizo sentado a lado de Sakurai, porque
ni bien tomó el móvil del de ojos cromados corrió de vuelta a la habitación de
su prometido para llamar a los padres de Kise y Kasamatsu. De paso envió
mensajes de texto a todos sus amigos, le importaba un comino que todavía fuese
de madrugada y la mayoría estuvieran plácidamente dormidos. A él se le ha ido
el sueño y probablemente en adelante ni un solo día pueda pegar ojo con
comodidad.
Como era de esperarse los padres de ambos
muchachos llegaron como de rayo, impacientes y algo histéricos por saber qué
había pasado. Un par de enfermeras se encargaron de explicarles mientras les
llevaban a la habitación donde Kise estaba ya con sus trillizos en compañía de
Kasamatsu. Las madres de cada uno soltaron el llanto de felicidad, y los ojos
de los hombres se cristalizaron de emoción.
– ¡Son hermosos!
– Oh hijo mío, son tan pequeñitos y
preciosos.
Decían las mujeres mientras se acercaban a
las cunitas para observar a los recién nacidos. Los hombres estrecharon en un
abrazo al de ojos cromados felicitándole por la estrenada paternidad.
– ¿Y bien? ¿Nos contarán ya cómo van a
nombrar a tan hermosas criaturitas? – Cuestionó todavía con lágrimas en los
ojos la Sra. Kise, la mujer, preciosa con su cabello largo y ondulado, se
sentía tan vulnerable que inevitablemente recordó la felicidad que le embargó
tras el nacimiento de cada uno de sus hijos.
– Ryoichi y Ryoto para los varoncitos,
Señora.
– Yukino para nuestra princesita, mamá.
Kasamatsu y Kise respondieron, abnegados en
ternura por el cuadro familiar que se desarrollaba en aquella habitación de
hospital. Ciertamente que no habían tenido oportunidad de reunir a sus familias
antes, esta era la primera vez que los padres de ambos coincidían, aunque
tuvieron antes la intención, entre una cosa y otra simplemente no había sido
posible.
Mientras los abuelos se derretían de ternura
con los pequeñines, Kasamatsu besaba la sien de Kise y le susurraba palabras de
amor al oído, agradeciendo infinitamente esta felicidad. Ser padre, ser la otra
mitad de su alma.
Más tarde, cuando el alba despuntaba y los
rayos de sol se colaron por la ventana en la habitación, poco a poco fueron
llegando los amigos de los muchachos, todos más adormilados que nada, pero
sonrientes y dispuestos a los abrazos y las felicitaciones. Sakurai y Aomine
también se pasaron por ahí, el doctor ha recomendado que el castaño haga
caminatas breves cada tanto durante el día, y pronto pensaba darle el alta pues
su nena definitivamente aún no nacería.
--//--
Un par de semanas más tarde Aomine volvió a
la Clínica, entonces no por falsas alarmas. Su bebé realmente nacería esa
noche. Sí, de noche nuevamente, pero al menos esa vez fue antes de que pudiese
llamársele madrugada. El moreno estuvo que volvía loco al taxista que les llevó
a la clínica, el pobre hombre casi agradeció al llegar porque finalmente podía
deshacerse de ese chiquillo engreído
y malhablado que la pasó gritándole todo el camino exigiéndole darse prisa,
intrigándole para que se pasara incluso los altos.
– Daiki, has asustado al pobre hombre.
– Él tuvo la culpa por imbécil, parecía
tortuga… – Gruñó de mala gana, sosteniendo su mano mientras los doctores ponían
algo sobre la tripa de su prometido y revisaban una última vez todo su equipo,
del cual él no entendía nada.
– Estás nervioso, por eso te comportaste así.
– No estoy para nada nervioso… – Renegó
frunciendo el ceño, pero apenas echó un vistazo de nuevo a la tripa de su novio
y vio cómo un doctor pasaba el bisturí por la piel, el hilillo de sangre que
naturalmente brotó le impactó tanto que, aunque sea difícil de creer, le
provocó un desmayo.
– Daiki~ – Sakurai gimoteó pucheroso, casi
queriendo llorar porque su prometido iba a desmayarse justo en ese instante en
que él más lo necesita… – ¡Daiki baka!
Sí, la pequeña llegó al mundo justo cuando
una enfermera conseguía hacer volver en conciencia a su padre. El llanto
estruendoso de la bebita le llegó sin embargo como música al oído, el moreno se
incorporó de inmediato queriendo verla, buscó también la mirada de su prometido
con ansiedad. El rostro agotado pero feliz de Sakurai se le antojó como uno de
los momentos en que le ha encontrado más hermoso.
– Lo hiciste magnífico, Ryo… – Murmuró
emocionado, besando castamente los resecos labios del castaño.
– ¿Ya la viste, Daiki?
– La están revisando, pero le veo un poco. Y
está hermosa como su mami. Estará
igualita a ti, y así la amaré mucho más.
Sakurai sonrió, casi parecía mentira que
Aomine estuviera diciendo todo eso. Pero bueno, dicen que los hijos cambian a
cualquiera, y el moreno no iba a ser la excepción.
Más tarde, como parecía que se tornaría un
ritual, la caravana de familia y amigos desfilaron por la habitación en la
clínica. Kuroko y Kagami llevaban a sus gemelos, los pequeñitos de poco más de
un mes ya abrían más a menudo sus ojos y bostezaban o abrían sus boquitas como
si quisieran descubrir todo lo que podrán hacer cuando salga la voz que por
ahora solo brota en llanto. Kise y Kasamatsu estaban ahí también con sus trillizos,
el de ojos cromados cedió el cuidado de uno de sus varoncitos a Riko, que junto
con Momoi estaban la mar de contentas con los pequeñines y siempre que podían
pedían cargarles y hacerles cariñitos.
– Bueno, hoy le estamos dando la bienvenida a
otra princesita… – Momoi dijo, con Yukino en sus brazos y acercando a la beba
de Kise y Kasamatsu a la pequeña que dormitaba en brazos de Sakurai.
– Maki, Daiki y yo hemos decidido nombrarla
así.
– Maki, bienvenida señorita… – Riko se acercó
también, con Haruko en brazos.
– ¿Saben? Ahora que lo pienso hay una señal
en todo esto… – Kise dijo de pronto con semblante pensativo, todos le prestaron
atención… – Katsu seguro hace pareja con una de estas preciosuras. Y cariño,
seguro a alguno de nuestros pequeños les gusta Haruko, así todo queda en
familia. Por tanto, Izuki~ debes tener gemelitos, la parejita, para que así
puedan emparejar con el varoncito y la nenita que seguiremos teniendo
solteritos~
Kasamatsu enarcó la ceja. Nada más esto le
faltaba, que Kise comenzara a planear
el futuro romántico de sus hijos. ¡Y el de los demás! A Aomine le estaba
saltando la venita en la sien, Sakurai sonreía divertido, Kagami se golpeaba la
frente; Kuroko meditaba las posibilidades, Kise dialogaba con los pequeños como
si en verdad fuesen a recordar sus palabras cuando fueran mayores; y el resto
de los chicos tenían reacciones diferentes, algunos divertidos, otros
incrédulos.
– ¿Y qué vamos a hacer con lo que tengamos
Shin-chan y yo?
– ¿Eh?
Takao se mordió la lengua –figurativamente–,
tarde se dio cuenta de que había hablado de más. Midorima se acomodó los
anteojos y soltó el aire. Ni hablar, tendrían que contarles. Koganei miró a
Mitobe, ahí en las pupilas del minino,
el pívot seguía vislumbrando un sentimiento de anhelo. Sí, también le gustaría
tener hijos con él, y a ser posible que vinieran en paquete de dos.
– Bueno eso, Kazunari y yo también seremos
padres, en unos siete meses más o menos. De todas maneras, estoy seguro de que
mis soldados fueron más rápidos que
los de Aomine.
– ¡Qué mierda significa eso!
– Tuviste solo una nena. Kagami tuvo gemelos
con Kuroko, y Kasamatsu trillizos con Kise, saca conclusiones.
– ¡Ah! ¡Bastardo ahora verás!
Por supuesto, hubo que poner orden en la
habitación. Y como es lógico, fueron los ukes quienes se encargaron de todo. Y
es que una vez que Kagami abrió su bocaza para apoyar a Midorima, la cosa se
puso caliente, que otro poco y se
tiran los dientes ahí mismo.
…
Kagami y Kuroko estaban besándose dulcemente
en la estancia, a sus gemelos les acaban de dormir. Y desde que nacieron, los
tiempos a solas solo vienen justamente cuando los pequeños toman la siesta. Sus
labios compaginaban con la soltura de un puzle, piezas que encajan con
envidiable perfección; suaves, húmedos, confiados, deseosos de todo el cariño
que roban caricia a caricia del otro par de pliegues; suspirando sin prisas,
completamente enamorados. Sutilmente terminan los besos boca a boca, se
deslizan entonces aquellos que el pelirrojo reparte cuesta abajo depositándolos
con especial ternura por el afilado mentón y el cuello hasta alcanzar la unión
con el hombro, lamiendo delicadamente cada trocito de piel.
– Taiga… – El peliazul suspira entrecerrando
los ojos, echando la cabeza a un lado dejándole inconscientemente más espacio,
impulsado por su propio deseo de ser besado, de sentir todas esas caricias que
le hacen falta y que en todas esas semanas no han podido llegar más allá.
– Me estás volviendo loco, Tetsuya… – El
pelirrojo jadea con voz ronca. Exhalando su tibio aliento sobre el hombro
desnudo de su prometido, besando nuevamente y haciendo resbalar aún más la
prenda, una de sus playeras que, sobra decir, queda enorme en el cuerpo de su
prometido.
– Ahh~ aún no… aún no podemos hacerlo como
nos gusta.
– Mierda, date prisa y recupérate. Quiero
hacerte el amor.
Kagami le tumbó suavemente en el sofá,
ansioso por recorrerle de pies a cabeza, Kuroko suspiraba caricia a caricia,
dejándose hacer cuando el pelirrojo fue levantándole su playera, deleitándose
con el delicado tacto de sus manos toscas. Sí, él también muere por una sesión
de sexo como dios manda, pero por ahora, al menos tocarse, besarse y entregarse
mucho, mucho cariño. Que de todas maneras el padre de Kagami no tardaría en
llegar. ¡Y seguro intenta asaltarle con uno de esos saludos confiados de besos
que no quiere!
…
Kiyoshi se sorprendió cuando Izuki le llamó
entre sueños, gimoteando incómodo. Le nombró un par de veces esperando
despertarle sin asustarle, pero los gestos de su novio solo se fruncían un poco
más incómodos.
– ¡Ay! ¡Teppei~!
– ¡Shun!
– ¿Eh? – El chico ojo de águila finalmente despertó, parpadeando algo confundido,
sudado a mares y con la respiración agitada.
– ¿Tenías una pesadilla?
– C-creo que sí. Pero creo que son tus bebés
pateando y haciendo malabares en mi panza… – Izuki gimoteó al sentir nuevos
movimientos en su interior, pucheando resentido… – Dios mío, creo que van a
heredarte la altura y todo, siento que se me clavan en el vientre como si no
tuvieran suficiente espacio para moverse… – Dijo respirando como ha ido
aprendiendo en las clases preparto.
– Shun, Te Amo… – El corazón de hierro le besó la tripa, aquel gesto tranquilizó a sus
hijos. Pero ambos pensaron que igual no tardarían en nacer. Una semana y
descontando tiempo.
Continuará……
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