lunes, 16 de julio de 2018

Entrenando a Otosan. Capítulo 25



Capítulo 25. Para futuros parentescos, dosis de dulce locura
~~*~~


Cuando pasaron a Kise y Sakurai a revisión para determinar su estado, Kasamatsu y Aomine no tuvieron más opción que esperar.

– ¿Qué no le faltan semanas a Sakurai para dar a luz?

– Sí, poco más de dos según los cálculos; pero se ha despertado con dolorosas contracciones y decidí traerle.

– Ryota se puso igual. Esperaba que fuera más parecido a lo de Kuroko-kun, a él pareció no dolerle tanto.


Aomine simplemente gruñó en una especie de acuerdo. Ambos jóvenes estaban sentados en la Sala de Espera, ninguno ha llamado a nadie aún, ni a sus amigos ni a sus familias. Kasamatsu pensó que estaba tranquilo solamente porque no estaba del todo solo; y era de lo más extraño, casi inverosímil, porque Aomine no es precisamente el tipo en el que uno puede pensar para sentirse acompañado. El constante tronar de dedos del moreno y su silencio absoluto le crispaba los nervios, pero como de todas maneras ya está ansioso, el de ojos cromados terminó aliándose al otro y emulando sus acciones.

– ¿Kasamatsu Yukio?

– So yo.

– Su novio será intervenido ahora mismo, tal parece que sus trillizos tienen prisa por nacer y no están dispuestos a esperar ni un solo día más. Si gusta puede estar presente en la cesárea.

– Sí, yo… Quiero estar con él.

– Entonces sígame… – La enfermera dijo echando a andar por un pasillo, pero entonces el moreno se levantó como resorte llamándole algo tosco pero al caso, con suficiente amabilidad como para que la mujer no llamara a seguridad o le encontrara en plan histérico.

– Disculpe, sobre Sakurai Ryo…

– Aún lo están examinando, hay algunas pruebas más que debemos hacer para cerciorarnos de su salud y la del bebé dado que su fecha de parto estaba programada para dentro de dos semanas. Espere un poco más, por favor, alguien más vendrá a notificarle en un momento.

Aomine gruñó con el ceño fruncido pero asintió.

– Suerte, Kasamatsu.

– Gracias. También para ti.

Ahí estaban, dos chicos con los nervios destrozados por la ansiedad esperando el momento en que sus prometidos dieran a luz.

Kasamatsu pasó directo a una Sala donde le vistieron con un traje especial para poder entrar al quirófano, podía ver desde ahí a través de un cristal a un doctor diciéndole algo a Kise, su rubio prometido asentía y permitía que le pusieran una inyección que pareció dolerle por el gesto que cruzó su atractivo rostro de modelo.

Estoy pensando tonterías… – El de ojos cromados suspiró pesadamente. Sentía el estómago vacío y unas ganas horribles de deponer. Los nervios, trató de convencerse.

– Está listo, ahora podemos entrar ahí, podrá hablar con el joven Kise con normalidad, la anestesia evitará que sienta dolor mientras operamos, pero algunas mamás primerizas suelen asustarse en una intervención así, por lo que nosotros mismos recomendamos la presencia del esposo, novio o prometido, o cualquier persona significativa para la mamá.

– ¿Usted cree que sea buena idea? Creo que estoy más nervioso yo que él.

– Joven Kasamatsu, ¿quién cree que debe darle apoyo ahora a su novio? ¿Con quién cree que se sentirá realmente seguro?

– C-conmigo, por supuesto.

– Entonces solo piense en eso, en que usted es su soporte… – La doctora que asistiría la cirugía le sonrió comprensiva.

El de ojos cromados respiró profundo antes que animarse en dar un paso dentro de la sala de operaciones. Era extraño estar aquí y no podía evitar sentirse ansioso, pero la mujer tenía razón, es él quien debe mostrarse tranquilo y darle seguridad a su prometido. Así que caminó hasta él y colocándose a un lado, donde una enfermera le indicó, sujetó una mano de su prometido y le sonrió del único modo que podía, enamorado.

– Van a nacer, Yukio.

– Sí. Estaremos todos bien, ya verás Ryota.

– ¿Estás asustado?

– Un poco, pero sobre todo contento. Al fin podremos tener a nuestros bebés en casa, darles de comer, dormirles, cantarles en brazos y acunarlos con sus ropitas, estrenarán montones con tantos regalos que nuestros padres y amigos les han hecho.

Kasamatsu dijo con aire soñador y contagió entonces de tranquilidad a Kise, el rubio sonrió feliz, imaginándose todo eso que su prometido ha dicho. Deseando que estén ya de aquel modo.

– Ryota, no he avisado a tus padres o los míos.

– Está bien, hazlo después. Ahora realmente estoy feliz y contento solo contigo a mi lado.

Los chicos compartieron una mirada llena de amor y un suave beso. Entonces el equipo médico supo que era el momento justo para iniciar una de las tareas más maravillosas de su profesión, traer al mundo a nuevos seres que serían recibidos con todo el cariño y la emoción posible.

--//--

Aomine caminaba de un lado a otro sumamente impaciente, maldiciendo entre dientes lo tardado que estaba resultando que le dijeran cualquier cosa. Gruñendo por lo bajo se encaminó en busca de alguien que pudiera darle información.

– Al joven Sakurai aún le están prac…

– ¡Eso ya me lo dijeron! Pero por qué tardan tanto, quiero saber cómo se encuentra Ryo, así que dejen de joderme la existencia con sus respuestas insípidas… – Bramó a punto de perder el control.

La enfermera suspiró. No es que no tenga a menudo padres primerizos –y no primerizos– con los nervios a flor de piel y al borde del colapso. Un guardia de seguridad por las dudas se acercó, y otro enfermero estaba listo, por si tenían que someterlo y darle algún tranquilizante. Aomine enarcó la ceja cuando vio las intenciones de esos hombres, estaban locos si pensaban que podrían contra él, haría lo que fuera con tal de saber lo que estaba pasando con su prometido.

– Tengo entendido que usted es el prometido del joven Sakurai, ¿verdad?

– Sí.

– Está bien, permítame un segundo… – La enfermera tomó el teléfono e hizo una llamada rápida… – Le acompañaré donde está su prometido. Sígame por favor… – El moreno miró de soslayo al enfermero y al guardia, no quería sorpresitas absurdas para someterle, pero nada pasó, él realmente siguió a la enfermera por unos pasillos hasta la habitación donde tenían a su prometido.

– Ryo… – El moreno se sintió aliviado de solo verle, más relajado pero con bata de hospital. Un doctor estaba ahí revisando a saber qué tanto en su prometido que le tenía el vientre descubierto y hasta le había bajado los pantaloncillos… – Qué hace.

– Daiki… – El castaño había suspirado, feliz de verle también, sonriendo ligeramente al notar el ceño fruncido de su prometido, celoso hasta de un doctor que solo hace su trabajo.

– Reviso a su novio.

– Prometido… – Aclaró el moreno con un gruñido, como si de hecho fuera necesario.

– Reviso a su prometido… – El doctor dijo con una sonrisita.

– ¿Y para eso tiene que semidesnudarlo? – Aomine volvió a gruñir. Sakurai se sonrojó, esta escena era vergonzosa. Su prometido celoso sin razón.

– Pues en realidad sí, pero no es que quiera meterle mano, así que tranquilo que solo verifico los signos vitales de tu beba y el estado de salud de tu prometido.

– Pues más le vale. Usted le mete mano y yo…

– ¡Daiki! – Sakurai protestó rojo como tomate, el doctor soltó una risa.

– Sin ofender, pero tu prometido no es mi tipo. Prefiero las curvas y, sobre todo, estoy felizmente casado, con una hermosa mujer.

Aomine suavizó la expresión, depositó un beso en labios de Sakurai –aunque el castaño fuese rojo farolillo con las mejillas infladas– y se dedicó a observar al doctor.

– ¿Entonces, Ryo no dará a luz esta noche?

– No creo. Ha tenido fuertes contracciones pero durante estas semanas es normal. Parece más una falsa alarma, pero por seguridad le tendremos en observación las próximas horas.

El doctor terminó de hacer algunas anotaciones en la laminilla al extremo de la camilla y luego se despidió dejándoles a solas.

– Me has dado un buen susto, pensaba que te me desmayabas en el taxi.

– Es que me han dolido mucho las contracciones, también pensaba que nacería ya. Lo siento Daiki.

– Hey, no te disculpes Ryo, es normal. Es nuestra primera vez con todo esto del embarazo y los preparativos para el parto… – El moreno dijo tranquilizándole con suaves caricias sobre los castaños mechones y llevando una mano a la tripa también… – ¿Ya no duele?

– No igual, el doctor me dijo que es normal que tenga algunas contracciones más fuertes que otras. ¿Has sabido algo de Kise-senpai y Kasamatsu-senpai?

– No. Pero a Kise si le iban a operar ya, así que tal vez en unos momentos más nazcan ya sus bebés. Tres ha dicho Kasamatsu, ¿puedes creerlo?

– Es muy raro, pero son cosas de la naturaleza, o un hermoso milagro. Aunque seguro también será más difícil para ellos. Somos adolescentes, y encima primerizos.

– Pero ellos, como tú y yo, cuentan con el apoyo de sus familias. Les irá bien.

– Daiki, ¿irás a ver cómo va todo con ellos? Tal vez que necesitan avisarle a alguien, o se sienten solos.

– Pues no pienso dejarte solo.

– Por favor, Daiki~

– No.

Sakurai le puso entonces su carita más tierna. Y Aomine cayó redondito. Suspiró y dándole un beso le aseguró volver en cinco minutos.

--//--

A fin de cuentas Aomine terminó haciendo llamadas por Kasamatsu, pero al menos lo hizo sentado a lado de Sakurai, porque ni bien tomó el móvil del de ojos cromados corrió de vuelta a la habitación de su prometido para llamar a los padres de Kise y Kasamatsu. De paso envió mensajes de texto a todos sus amigos, le importaba un comino que todavía fuese de madrugada y la mayoría estuvieran plácidamente dormidos. A él se le ha ido el sueño y probablemente en adelante ni un solo día pueda pegar ojo con comodidad.

Como era de esperarse los padres de ambos muchachos llegaron como de rayo, impacientes y algo histéricos por saber qué había pasado. Un par de enfermeras se encargaron de explicarles mientras les llevaban a la habitación donde Kise estaba ya con sus trillizos en compañía de Kasamatsu. Las madres de cada uno soltaron el llanto de felicidad, y los ojos de los hombres se cristalizaron de emoción.

– ¡Son hermosos!

– Oh hijo mío, son tan pequeñitos y preciosos.

Decían las mujeres mientras se acercaban a las cunitas para observar a los recién nacidos. Los hombres estrecharon en un abrazo al de ojos cromados felicitándole por la estrenada paternidad.

– ¿Y bien? ¿Nos contarán ya cómo van a nombrar a tan hermosas criaturitas? – Cuestionó todavía con lágrimas en los ojos la Sra. Kise, la mujer, preciosa con su cabello largo y ondulado, se sentía tan vulnerable que inevitablemente recordó la felicidad que le embargó tras el nacimiento de cada uno de sus hijos.

– Ryoichi y Ryoto para los varoncitos, Señora.

– Yukino para nuestra princesita, mamá.

Kasamatsu y Kise respondieron, abnegados en ternura por el cuadro familiar que se desarrollaba en aquella habitación de hospital. Ciertamente que no habían tenido oportunidad de reunir a sus familias antes, esta era la primera vez que los padres de ambos coincidían, aunque tuvieron antes la intención, entre una cosa y otra simplemente no había sido posible.

Mientras los abuelos se derretían de ternura con los pequeñines, Kasamatsu besaba la sien de Kise y le susurraba palabras de amor al oído, agradeciendo infinitamente esta felicidad. Ser padre, ser la otra mitad de su alma.

Más tarde, cuando el alba despuntaba y los rayos de sol se colaron por la ventana en la habitación, poco a poco fueron llegando los amigos de los muchachos, todos más adormilados que nada, pero sonrientes y dispuestos a los abrazos y las felicitaciones. Sakurai y Aomine también se pasaron por ahí, el doctor ha recomendado que el castaño haga caminatas breves cada tanto durante el día, y pronto pensaba darle el alta pues su nena definitivamente aún no nacería.

--//--

Un par de semanas más tarde Aomine volvió a la Clínica, entonces no por falsas alarmas. Su bebé realmente nacería esa noche. Sí, de noche nuevamente, pero al menos esa vez fue antes de que pudiese llamársele madrugada. El moreno estuvo que volvía loco al taxista que les llevó a la clínica, el pobre hombre casi agradeció al llegar porque finalmente podía deshacerse de ese chiquillo engreído y malhablado que la pasó gritándole todo el camino exigiéndole darse prisa, intrigándole para que se pasara incluso los altos.

– Daiki, has asustado al pobre hombre.

– Él tuvo la culpa por imbécil, parecía tortuga… – Gruñó de mala gana, sosteniendo su mano mientras los doctores ponían algo sobre la tripa de su prometido y revisaban una última vez todo su equipo, del cual él no entendía nada.

– Estás nervioso, por eso te comportaste así.

– No estoy para nada nervioso… – Renegó frunciendo el ceño, pero apenas echó un vistazo de nuevo a la tripa de su novio y vio cómo un doctor pasaba el bisturí por la piel, el hilillo de sangre que naturalmente brotó le impactó tanto que, aunque sea difícil de creer, le provocó un desmayo.

– Daiki~ – Sakurai gimoteó pucheroso, casi queriendo llorar porque su prometido iba a desmayarse justo en ese instante en que él más lo necesita… – ¡Daiki baka!

Sí, la pequeña llegó al mundo justo cuando una enfermera conseguía hacer volver en conciencia a su padre. El llanto estruendoso de la bebita le llegó sin embargo como música al oído, el moreno se incorporó de inmediato queriendo verla, buscó también la mirada de su prometido con ansiedad. El rostro agotado pero feliz de Sakurai se le antojó como uno de los momentos en que le ha encontrado más hermoso.

– Lo hiciste magnífico, Ryo… – Murmuró emocionado, besando castamente los resecos labios del castaño.

– ¿Ya la viste, Daiki?

– La están revisando, pero le veo un poco. Y está hermosa como su mami. Estará igualita a ti, y así la amaré mucho más.

Sakurai sonrió, casi parecía mentira que Aomine estuviera diciendo todo eso. Pero bueno, dicen que los hijos cambian a cualquiera, y el moreno no iba a ser la excepción.

Más tarde, como parecía que se tornaría un ritual, la caravana de familia y amigos desfilaron por la habitación en la clínica. Kuroko y Kagami llevaban a sus gemelos, los pequeñitos de poco más de un mes ya abrían más a menudo sus ojos y bostezaban o abrían sus boquitas como si quisieran descubrir todo lo que podrán hacer cuando salga la voz que por ahora solo brota en llanto. Kise y Kasamatsu estaban ahí también con sus trillizos, el de ojos cromados cedió el cuidado de uno de sus varoncitos a Riko, que junto con Momoi estaban la mar de contentas con los pequeñines y siempre que podían pedían cargarles y hacerles cariñitos.

– Bueno, hoy le estamos dando la bienvenida a otra princesita… – Momoi dijo, con Yukino en sus brazos y acercando a la beba de Kise y Kasamatsu a la pequeña que dormitaba en brazos de Sakurai.

– Maki, Daiki y yo hemos decidido nombrarla así.

– Maki, bienvenida señorita… – Riko se acercó también, con Haruko en brazos.

– ¿Saben? Ahora que lo pienso hay una señal en todo esto… – Kise dijo de pronto con semblante pensativo, todos le prestaron atención… – Katsu seguro hace pareja con una de estas preciosuras. Y cariño, seguro a alguno de nuestros pequeños les gusta Haruko, así todo queda en familia. Por tanto, Izuki~ debes tener gemelitos, la parejita, para que así puedan emparejar con el varoncito y la nenita que seguiremos teniendo solteritos~

Kasamatsu enarcó la ceja. Nada más esto le faltaba, que Kise comenzara a planear el futuro romántico de sus hijos. ¡Y el de los demás! A Aomine le estaba saltando la venita en la sien, Sakurai sonreía divertido, Kagami se golpeaba la frente; Kuroko meditaba las posibilidades, Kise dialogaba con los pequeños como si en verdad fuesen a recordar sus palabras cuando fueran mayores; y el resto de los chicos tenían reacciones diferentes, algunos divertidos, otros incrédulos.

– ¿Y qué vamos a hacer con lo que tengamos Shin-chan y yo?

– ¿Eh?

Takao se mordió la lengua –figurativamente–, tarde se dio cuenta de que había hablado de más. Midorima se acomodó los anteojos y soltó el aire. Ni hablar, tendrían que contarles. Koganei miró a Mitobe, ahí en las pupilas del minino, el pívot seguía vislumbrando un sentimiento de anhelo. Sí, también le gustaría tener hijos con él, y a ser posible que vinieran en paquete de dos.

– Bueno eso, Kazunari y yo también seremos padres, en unos siete meses más o menos. De todas maneras, estoy seguro de que mis soldados fueron más rápidos que los de Aomine.

– ¡Qué mierda significa eso!

– Tuviste solo una nena. Kagami tuvo gemelos con Kuroko, y Kasamatsu trillizos con Kise, saca conclusiones.

– ¡Ah! ¡Bastardo ahora verás!

Por supuesto, hubo que poner orden en la habitación. Y como es lógico, fueron los ukes quienes se encargaron de todo. Y es que una vez que Kagami abrió su bocaza para apoyar a Midorima, la cosa se puso caliente, que otro poco y se tiran los dientes ahí mismo.


Kagami y Kuroko estaban besándose dulcemente en la estancia, a sus gemelos les acaban de dormir. Y desde que nacieron, los tiempos a solas solo vienen justamente cuando los pequeños toman la siesta. Sus labios compaginaban con la soltura de un puzle, piezas que encajan con envidiable perfección; suaves, húmedos, confiados, deseosos de todo el cariño que roban caricia a caricia del otro par de pliegues; suspirando sin prisas, completamente enamorados. Sutilmente terminan los besos boca a boca, se deslizan entonces aquellos que el pelirrojo reparte cuesta abajo depositándolos con especial ternura por el afilado mentón y el cuello hasta alcanzar la unión con el hombro, lamiendo delicadamente cada trocito de piel.

– Taiga… – El peliazul suspira entrecerrando los ojos, echando la cabeza a un lado dejándole inconscientemente más espacio, impulsado por su propio deseo de ser besado, de sentir todas esas caricias que le hacen falta y que en todas esas semanas no han podido llegar más allá.

– Me estás volviendo loco, Tetsuya… – El pelirrojo jadea con voz ronca. Exhalando su tibio aliento sobre el hombro desnudo de su prometido, besando nuevamente y haciendo resbalar aún más la prenda, una de sus playeras que, sobra decir, queda enorme en el cuerpo de su prometido.

– Ahh~ aún no… aún no podemos hacerlo como nos gusta.

– Mierda, date prisa y recupérate. Quiero hacerte el amor.

Kagami le tumbó suavemente en el sofá, ansioso por recorrerle de pies a cabeza, Kuroko suspiraba caricia a caricia, dejándose hacer cuando el pelirrojo fue levantándole su playera, deleitándose con el delicado tacto de sus manos toscas. Sí, él también muere por una sesión de sexo como dios manda, pero por ahora, al menos tocarse, besarse y entregarse mucho, mucho cariño. Que de todas maneras el padre de Kagami no tardaría en llegar. ¡Y seguro intenta asaltarle con uno de esos saludos confiados de besos que no quiere!


Kiyoshi se sorprendió cuando Izuki le llamó entre sueños, gimoteando incómodo. Le nombró un par de veces esperando despertarle sin asustarle, pero los gestos de su novio solo se fruncían un poco más incómodos.

– ¡Ay! ¡Teppei~!

– ¡Shun!

– ¿Eh? – El chico ojo de águila finalmente despertó, parpadeando algo confundido, sudado a mares y con la respiración agitada.

– ¿Tenías una pesadilla?

– C-creo que sí. Pero creo que son tus bebés pateando y haciendo malabares en mi panza… – Izuki gimoteó al sentir nuevos movimientos en su interior, pucheando resentido… – Dios mío, creo que van a heredarte la altura y todo, siento que se me clavan en el vientre como si no tuvieran suficiente espacio para moverse… – Dijo respirando como ha ido aprendiendo en las clases preparto.

– Shun, Te Amo… – El corazón de hierro le besó la tripa, aquel gesto tranquilizó a sus hijos. Pero ambos pensaron que igual no tardarían en nacer. Una semana y descontando tiempo.


Continuará……

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