lunes, 16 de julio de 2018

Entrenando a Otosan. Capítulo 24.


Capítulo 24. De besos robados y empatía hasta en los partos
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Bien, no es que Takao hubiera esperado que Midorima chillara de felicidad al otro lado de la línea. Venga, que eso habría resultado surrealista y hasta tenebroso; pero tampoco es que el simple “oh mierda” y el silencio consecuente le sirviera de ánimo alguno. Haber tenido que ser él quien terminara la llamada sin recibir nada de nada a cambio se sentía demasiado incómodo, no, era doloroso de hecho. ¿Midorima estaría en serio renuente a ser papá? Vale, vale, que a tan corta edad cualquiera entraría en pánico, pero con la personalidad del peliverde, Takao no sabe honestamente qué esperar de él.

– Supongo que esperaré, por si me llama más tarde, o viene a hablar conmigo. O termina lo nuestro… – Susurró por último, dejándose caer en su cama con desgano y semblante abatido.

Oh no, esto seguramente no sería bueno para su bebé. Lo que sea que vaya a tener, que con los gemelitos de Kuroko y Kagami no tiene ni la más mínima idea de la cantidad de sorpresas que la naturaleza le podría deparar.




Kuroko y Kagami aún están en la Clínica, supervisión sugerida de parte de su doctora particular para vigilar el desarrollo de sus mellizos durante al menos unos días antes de enviarles a casa.

– Es por seguridad, ya que nacieron antes de tiempo. Solo hoy y mañana podrán irse a casa a disfrutar totalmente de su estrenada paternidad.

– Gracias, doctora… – Pelirrojo y peliazul inclinan la cabeza y sonríen suavemente. Sus pequeños están en las cunitas dormitando luego de haber tomado mamila por segunda vez en lo que va de la mañana.

– Así que, tu papá viene hacia acá.

– Sí. Eso dijo en el texto que envío. Se iba a ir directo a la casa pero le dije que aún no estábamos allá y me pidió la dirección del hospital.

– Quería darle una mejor impresión que ésta… – Kuroko dice con un suspirito.

– ¿Ah? ¿De qué estás hablando, Tetsuya? – Kagami parpadea confundido, ayudándole a volver a la cama luego de unos minutos de ejercicio ahí en la habitación. Andar, le había recomendado la doctora.

– Estoy más pálido de lo normal, y ojeroso, y no me he duchado adecuadamente. Aparte me duele todo el cuerpo por la cesárea… – Gimoteó quedito, levantando la sábana para acomodarse en la camilla… – Encima llevo bata de hospital. Cómo voy a encantarle así a tu papá.

– Tetsuya, estás pensando un montón de tonterías, ¿sabías?

– No son tonterías.

– Lo son. Hazme caso, le encantarás a mi padre no por cómo te veas, sino porque tu alma es hermosa, él lo verá… – El pelirrojo prometió, acercándose para besarle dulcemente los labios y luego la frente… – Ahora vamos, tienes que comer.

– Quiero batido de vainilla.

– Te compraré apenas volvamos a casa, aquí no puedo simplemente dejarte e ir a comprar. Y la gelatina se ve deliciosa, y es de naranja, a ti te gustaba comerla al menos un par de días a la semana durante el embarazo.

Kuroko suspiró resignado. Claro que podría empeñarse en pedir batido de vainilla, y Kagami lo ama tanto que estaría en el dilema de consentirle pero tener que dejarle un rato. Pensó en que sus padres debieran estar por ahí en ese momento, o alguno de los chicos, pero todos estaban en sus casas seguramente, aunque dijeron que llegarían temprano para visitarles otra vez. Sin embargo, Kagami había convencido a casi todos de esperarles para que pudieran visitarles en su hogar apenas les dieran el alta. Kiyoshi aceptó, además le preocupaba traer de arriba abajo a Izuki en su estado y el día anterior tanto ajetreo le había agotado. Igual ha sido para Kise y Sakurai, por lo que Kasamatsu como Aomine también dijeron que apenas les avisaran irían a visitarles a su casa.

Riko y Hyuga se pasarían alrededor del mediodía, tenían ganas de ver a los pequeñines pero antes echarían una mano a Kagami y Kuroko preparándoles su casa para recibir a la feliz familia, algo de limpieza y preparar algunos alimentos era lo que la castaña quería hacer. La limpieza estaba totalmente aprobada, pero Hyuga le pidió a Mitobe que se apareciera por ahí para la comida, de modo que el pívot con Koganei también estarían de visita en casa de sus amigos antes que pasarse por el hospital.

Momoi por otro lado se había pasado temprano por ahí, incluso los muchachos le permitieron alimentar a Katsu, el pequeño nene había succionado la mamila con entusiasmo en poco tiempo, y en brazos de la pelirosa se había quedado dormido. Haruko parecía algo más inquieta, pues incluso tras terminarse su mamila estuvo mirando detenidamente el rostro de su madre, Kuroko le estuvo haciendo cariñitos y cantándole nanas hasta que finalmente se durmió también. Momoi estaba feliz por ellos, inmensamente feliz; pero verles así justamente la ponía melancólica, estuvo demasiado tiempo enfocada en su amor por Kuroko, en su amistad profunda con Aomine, y se olvidó de la realidad. Que ella no iba a ser correspondida. Así que ahora solo podía suspirar y soñar con aquella felicidad para ella esperando tras alguna puerta que aún no ha abierto.

– Taiga, luces cansado, duerme un poco también.

– No te preocupes Tetsuya, estoy bien… – Kagami sonrió tranquilizador, acariciándole una mejilla a su prometido antes de mirar nuevamente a sus hijos en las cunitas… – En verdad duermen muchísimo.

– Por supuesto, serán meses de mamilas, pañales y sueño… – Kuroko sonrió tiernamente, el pelirrojo tenía las cunas pegadas a la cama con sus grandes manos en ellas, sus largos dedos toscos acariciaban con mucho cariño y cuidado las barriguitas de sus bebés por encima de los mamelucos.

– Lo único que me preocupa son los pañales, siento que mis manos son enormes y que voy a lastimarlos.

– Anoche lo hiciste muy bien, y ambos estuvieron tranquilitos mientras les cambiabas. No te preocupes Taiga.

Kagami asintió, se inclinó sobre su prometido con la intención de besarle pero entonces alguien les interrumpió. Toc, toc llamaron a la puerta. Ambos voltearon a mirarse, los padres de Kuroko aún no iban a llegar y no esperaban a nadie más, dudaban que fuera personal del hospital porque ellos podían tocar pero casi al instante entraban, mientras que esta persona parecía esperar que le abrieran. El pelirrojo se levantó y atendió.

– Papá…

– Un poco más de emoción no vendría mal, Taiga… – El hombre de cabellos rojo intenso sonrió ampliamente y, aunque llevaba las manos ocupadas, estrechó a su hijo en un abrazo… – Casi siento que creciste un poco más en este tiempo.

– Nada de eso. Adelante, llegas más temprano de lo que esperaba.

– Tomé un taxi y le pagué el doble por pasarse algunos altos y…

– ¡Papá!

– Shh, veo a alguien dormitando. O debo decir, un par de nenes. ¿No decías que tendrías un bebé? Solo traje obsequios para uno… – El hombre renegó pucheando curiosamente. Kagami se golpeó la frente farfullando por lo bajo, mientras que Kuroko tenía sus grandes ojos azules abiertos de par en par. ¿Este hombre apuesto es su suegro? Si hasta parecía su Taiga versión veinte años mayor, aunque no más maduro honestamente… – Tú eres Tetsuya, estás más lindo en persona que en fotos~ – El hombre se fue directo hacia el peliazul… – Estas son para ti, aunque creo que a tu lado pierden belleza… – Dijo dejando un ramo de rosas blancas y rosadas en la pequeña mesa a lado de la cama mientras él se inclinaba y estampaba un sonoro beso en cada mejilla pálida, y uno sobre los labios resecos del peliazul, acción que dejó mudo a Kuroko e hizo bufar al pelirrojo.

– Quieres omitir esos besos, papá. Tetsuya además de ser mi prometido, no está acostumbrado para nada a esos contactos íntimos, ¡y menos viniendo de un viejo como tú!

– ¡Ah! ¿A quién llamas viejo? Aún ni siquiera llego a los 40.

– ¡Cállate!

– No has cambiado nada, sigues siendo un malcriado Taiga.

– No lo sería si tú fueras más respetuoso, ¡acabas de besar a mi prometido!

– No lo besé, eso fue un saludo nada más. Una bienvenida a la familia. Si quisiera besarlo, realmente besarlo, créeme, lo dejaría sin aliento.

– ¡Ya está sin aliento!

– Está sorprendido nada más. ¿Verdad, chico? – Dijo besándole nuevamente, riendo divertido al instante.

– ¡Papá! – Kagami espetó, controlando a duras penas el tono de su voz que no quiere despertar ni asustar a sus pequeños.

– Ya va, ya. Caray que te has vuelto todo un amargado… – El hombre señaló con diversión, mientras que a su hijo le daba un tic nervioso en el ojo… – Entonces, gemelitos eh. Bueno, antes que nada, soy Takuma Kagami, papá del ingrato que se ha ganado tu corazón.

– Mu-mucho gusto, Señor. Soy Kuroko Tetsuya… – El peliazul tartamudeó, todavía sorprendido por ese par de besos que su suegro le ha dado. Aunque claramente no había ni un ápice de romanticismo ni intenciones insanas en aquellos roces, no era tampoco que estuviera demasiado feliz por ellos.

– ¿Y ellos son…? – La expresión del hombre entonces se suavizó y tornó incluso más madura, más como lo que es ahora, un abuelo feliz. Se acercó a las cunas acariciando muy suavemente una mejilla de cada uno de sus nietos.

– Katsu y Haruka, niño y niña, papá.

– Son dos pedacitos de cielo, están preciosos. Y se ve que ustedes dos están más que encantados con su paternidad… – Dijo dedicándoles una sonrisa… – Lamento no haber podido llegar antes.

– Nos ha ayudado mucho a distancia, Señor.

– Takuma, llámame por mi nombre por favor Tetsuya.

– Ah, yo… si usted así lo quiere, Takuma-san.

– Así lo quiero… – Asintió sonriendo más, feliz de que sus nietos hagan pequeños sonidos como si estuvieran al tanto de su presencia.

– Papá, estamos realmente felices de que estés aquí. A tiempo de conocerles, y eso es lo más importante para Tetsuya y para mí.

El hombre se arrojó de nuevo a brazos de su hijo, Kagami era apenas unos cinco centímetros más alto que su padre pero de todas maneras se sentía como un crío avergonzado por el cariño tan transparente de su progenitor.

– Has cambiado Taiga, sigues siendo un idiota pero ahora que eres un idiota enamorado recién estrenado en paternidad, te quiero avergonzar más que nunca.

– Papá… – El pelirrojo gruñó.

– Vale, suficiente de mimos para ti… – El hombre dijo y su hijo enarcó una ceja. ¿Mimos? Si es que su padre tiene algunos problemas mentales… – Quiero comerme a tu prometido~ ¡Eres tan lindo!

Kuroko abrió desmesuradamente sus ojos azul océano mientras Takuma se acercaba y llenaba su rostro de besos sonoros, Kagami se daba un tope contra el muro y luego arrancaba –casi literalmente– a su padre de encima de su prometido. Katsu y Haruko despertaban con un estruendoso llanto clamando atención, porque ni bien estuvieron en brazos del abuelo se calmaron abriendo y cerrando sus ojos con gracia, una gracia propia de bebés llenos de amor.



Midorima no ha salido del patio de su casa desde que se levantó esa mañana. Tras la noticia del embarazo de Takao el ojiverde solo tenía mente para esto, encestar un balón tras otro mientras constantemente se le repetían en el pensamiento las palabras de su novio.

– Shin-chan, estoy embarazado.

No es que le desagrade la noticia, tampoco es que no esté emocionado. Es solo que, ha sido demasiado prematuro.

– Claro que eso no sería así si nos hubiéramos cuidado… – Dijo para sí, terminando de recoger todos los balones que desperdigó por el patio trasero en su casa… – Es difícil pensar en protección cuando Kazunari me engatusa. Bien, no ha sido solo su culpa, mía también por no tener control. Ah mierda, qué haré ahora.

Se limpió el sudor de la frente con una toalla y decidió dejarlo de momento. Guardó todas sus cosas y se encaminó a la ducha. Su madre estaba curiosa por la actitud taciturna de su hijo, pero como siempre, le dejaba estar en su mundo antes que iniciar alguna conversación para indagar nada. Después de todo su personalidad es así, y nadie ha podido hacer nada para cambiarla, no es que lo espere tampoco.

Luego de tomar la ducha y vestir casual, Midorima salió de su casa rumbo a la de Takao, tenían que hablar y él no era nadie para alargar el momento. Cuando estuvo frente a la casa de su novio tuvo que respirar profundo muchas veces antes que animarse en enviarle un texto indicándole que estaba fuera para que le permitiera pasar.

– Existen los timbres, ¿sabes? O podrías haber simplemente tocado la puerta… – Takao le dijo con una sonrisita, pero Midorima simplemente le miró fijamente… – Está bien, vamos a mi habitación a conversar, mamá fue a comprar algunas cosas pero de todas formas es más seguro si hablamos en privado.

– Lo es… – El peliverde le siguió a la habitación. Él se sentó en la silla de la mesa de trabajo y el pelinegro en su cama… – Así que, te hiciste una prueba de sangre.

– Sí.

– ¿Cuánto tienes?

– El doctor dijo que debo estar apenas sobre el mes.

– Mh.

Silencio. De esos espesos e incómodos que suelen matar de nervios. Ninguno de los dos sabía cómo continuar. Takao entonces notó algo en su novio.

– ¿No traes objeto de la suerte hoy?

Incluso Midorima se percató de aquello. Nunca, nunca en su vida había salido a ninguna parte sin su objeto de la suerte. ¿Qué había pasado hoy que lo ha olvidado por completo? Ah claro, recibió una llamada a temprana hora para recibir la noticia de su futura paternidad.

– Kazunari, ¿qué quieres hacer?

– ¿Eh?

– ¿Quieres seguir el ejemplo de los otros? Casarnos y todo eso.

– Tendré a este bebé Shintaro, contigo o sin ti. Si no estás seguro de lo que quieres está bien, no voy a obligarte a nada… – El pelinegro dijo con algo de enfado.

– No estoy diciendo nada sobre dejarte o no estar seguro de lo que quiero.

– En serio, porque no pareces contento o entusiasmado con esto.

– No lo esperaba. Y sabes bien que cuando algo inesperado sucede en torno a mí pierdo el control de mis respuestas. Estoy contigo, ¿no? Te amo y todas esas cursilerías, discúlpame por no ser romántico o abrazarte y levantarte en vilo para girar como locos.

Takao suspiró. Ciertamente no esperaba nada así, pero al menos algo más de convicción sí. Midorima le observaba atentamente, queriendo leer en su mirada lo que, obviamente, se estaba guardando.

– Quiero hacer familia contigo, pero la verdad es que no quiero pensar en matrimonio, no aún. Quiero estar contigo Kazunari, pero sin todos esos rituales innecesarios para mí.

– Eres tan complicado Shin-chan.

– Lo siento. En serio Kazunari, sé que mi personalidad es de lo peor.

– Es que eres todo un tsundere~

– Y tú un masoquista.

Luego finalmente se sonrieron. Sí, ambos son complicados en realidad, quizá Midorima más que nadie en el mundo, y eso que competía con Aomine, aunque bueno son polos diversos en un mismo espacio y sale sobrando todo lo que pueda decirse al respecto.

– Eventualmente serás más cálido y romántico Shin-chan. Presiento que ser padre te cambiará al menos en eso.

Midorima le miró, se ajustó los anteojos y blasfemó por lo bajo con el ceño fruncido. Sin embargo pensaba que Takao estaba en un pequeño error, él ya estaba cambiando, por él. Porque realmente hacía latir su corazón como nada ni nadie, era capaz de hacerle pensar en cosas ridículas como una vida juntos o cómo lucirán de ancianitos. Porque Takao está las 24 horas del día metido en su cabeza, porque ahora cuando lanza un balón no lo hace solo por hacer perfectos tiros de tres, sino porque sabe que él estará admirando su desempeño. Además, es más y más común que él tenga deseos de abrazarle, de besarle y; bueno, recorrer su desnudez por completo.

– Kazunari, te amo; en verdad lo hago. Estaré contigo más que nunca, quiero que tengas un embarazo de ensueño. O algo así.

– Shin-chan… – El pelinegro sonrió conmovido y terminó lanzándose a sus brazos, sentándose en su regazo y compartiendo un beso confiado lleno de cariño. De ese amor tan de ellos que tal vez no muchos puedan comprender o ver.

Pero que en sus almas brilla con el ímpetu con que les late el corazón.



Kagami bostezó por enésima vez en la última media hora. Aunque hace ya casi un mes que sus bebés nacieron, cada día parece que duerme menos que el anterior. Entre las mamilas durante la noche, los cambios de pañal y vigilar el sueño de Kuroko, se le iba el tiempo.

– Taiga.

– ¿Mh?

– Anda, ve y duerme, yo cuidaré de ellos.

– Pero tú aún estás delicado, Tetsuya.

– Nada de eso, ha pasado tiempo suficiente, puedo hacerme cargo de nuestros hijos mientras descansas un poco. No quiero que vayas a enfermar por descuidarte, entonces sí quién cuidará de todos nosotros, ¿eh?

– Va-vale… – Dijo en medio de otro bostezo. Luego se acomodó en el sofá.

– Taiga, ve a la cama.

– Dormiré aquí, quiero estar cerca de ustedes.

Kuroko sonrió, se inclinó y besó los labios de Kagami con suavidad.

–Está bien, descansa.



Era de madrugada cuando Kise comenzó a sentir aquellos dolores que le hicieron despertar con lágrimas en los ojos. Kasamatsu despertó también apenas le escuchó gimotear adolorido.

– ¿Qué te pasa, Ryota?

– Yukio, creo que… ngh, creo que es hora.

– ¿Estás diciendo que…? ¡Oh mi dios!

El de ojos cromados saltó de la cama y corrió por la habitación buscando la maleta preparada y su móvil, tendría que llamar a un taxi. El rubio se concentró entonces en respirar como había aprendido en las clases.

– Vamos, sujétate de mí Ryota.

– ¿Piensas cargarme? ¡Peso toneladas! Ngh~

– ¿Acaso puedes caminar? Si nada más mirarte me doy cuenta que te duele horrores.

El modelo tuvo que admitir que era verdad, le estaba doliendo mucho más de lo que se imaginaba que dolería. A Kuroko no pareció dolerle tanto. Una punzada de nerviosismo y preocupación le asaltó repentinamente.

– Tranquilo, vas a estar bien Ryota. Tú solo enfócate en respirar.

– Tengo miedo~

– No tienes por qué. Además yo estoy contigo, y te amo Ryota.

Entre gimoteos y contracciones, Kise se dejó cargar hasta la calle, cinco minutos después llegó el taxi y ellos tomaron camino rumbo a la clínica, en tanto Kasamatsu llamaba a su doctor para informarle lo sucedido, después de todo estaban apenas a un par de días de la fecha programada para la cesárea.

--//--

Cuando Kise y Kasamatsu llegaron a la clínica se llevaron una gran sorpresa. No eran los únicos que estaban ahí.

– ¿Aomine y Sakurai?

– Ustedes…

Los cuatro chicos intercambiaron miradas, luego Sakurai y Kise gimotearon de dolor y sus respectivos prometidos espabilaron, gritaron por ayuda y un grupo de enfermeras y doctores aparecieron de inmediato. Mientras rubio y castaño eran llevados en camilla a una sala para revisión y determinación de la intervención quirúrgica, Kasamatsu y Aomine intercambiaron nuevamente una mirada. Luego ambos sintieron que los nervios los enloquecerían.


Continuará……

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