Capítulo 24. De besos robados y empatía hasta en los
partos
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Bien, no es que Takao hubiera esperado que
Midorima chillara de felicidad al otro lado de la línea. Venga, que eso habría
resultado surrealista y hasta tenebroso; pero tampoco es que el simple “oh mierda” y el silencio consecuente le
sirviera de ánimo alguno. Haber tenido que ser él quien terminara la llamada
sin recibir nada de nada a cambio se sentía demasiado incómodo, no, era
doloroso de hecho. ¿Midorima estaría en serio renuente a ser papá? Vale, vale,
que a tan corta edad cualquiera entraría en pánico, pero con la personalidad
del peliverde, Takao no sabe honestamente qué esperar de él.
– Supongo que esperaré, por si me llama más
tarde, o viene a hablar conmigo. O termina lo nuestro… – Susurró por último,
dejándose caer en su cama con desgano y semblante abatido.
Oh no, esto seguramente no sería bueno para
su bebé. Lo que sea que vaya a tener, que con los gemelitos de Kuroko y Kagami
no tiene ni la más mínima idea de la cantidad de sorpresas que la naturaleza le
podría deparar.
…
Kuroko y Kagami aún están en la Clínica,
supervisión sugerida de parte de su doctora particular para vigilar el
desarrollo de sus mellizos durante al menos unos días antes de enviarles a
casa.
– Es por seguridad, ya que nacieron antes de
tiempo. Solo hoy y mañana podrán irse a casa a disfrutar totalmente de su
estrenada paternidad.
– Gracias, doctora… – Pelirrojo y peliazul
inclinan la cabeza y sonríen suavemente. Sus pequeños están en las cunitas
dormitando luego de haber tomado mamila por segunda vez en lo que va de la
mañana.
– Así que, tu papá viene hacia acá.
– Sí. Eso dijo en el texto que envío. Se iba
a ir directo a la casa pero le dije que aún no estábamos allá y me pidió la
dirección del hospital.
– Quería darle una mejor impresión que ésta…
– Kuroko dice con un suspirito.
– ¿Ah? ¿De qué estás hablando, Tetsuya? –
Kagami parpadea confundido, ayudándole a volver a la cama luego de unos minutos
de ejercicio ahí en la habitación. Andar, le había recomendado la doctora.
– Estoy más pálido de lo normal, y ojeroso, y
no me he duchado adecuadamente. Aparte me duele todo el cuerpo por la cesárea…
– Gimoteó quedito, levantando la sábana para acomodarse en la camilla… – Encima
llevo bata de hospital. Cómo voy a encantarle
así a tu papá.
– Tetsuya, estás pensando un montón de
tonterías, ¿sabías?
– No son tonterías.
– Lo son. Hazme caso, le encantarás a mi
padre no por cómo te veas, sino porque tu alma es hermosa, él lo verá… – El
pelirrojo prometió, acercándose para besarle dulcemente los labios y luego la
frente… – Ahora vamos, tienes que comer.
– Quiero batido de vainilla.
– Te compraré apenas volvamos a casa, aquí no
puedo simplemente dejarte e ir a comprar. Y la gelatina se ve deliciosa, y es
de naranja, a ti te gustaba comerla al menos un par de días a la semana durante
el embarazo.
Kuroko suspiró resignado. Claro que podría
empeñarse en pedir batido de vainilla, y Kagami lo ama tanto que estaría en el
dilema de consentirle pero tener que dejarle un rato. Pensó en que sus padres
debieran estar por ahí en ese momento, o alguno de los chicos, pero todos
estaban en sus casas seguramente, aunque dijeron que llegarían temprano para
visitarles otra vez. Sin embargo, Kagami había convencido a casi todos de
esperarles para que pudieran visitarles en su hogar apenas les dieran el alta.
Kiyoshi aceptó, además le preocupaba traer de arriba abajo a Izuki en su estado
y el día anterior tanto ajetreo le había agotado. Igual ha sido para Kise y
Sakurai, por lo que Kasamatsu como Aomine también dijeron que apenas les
avisaran irían a visitarles a su casa.
Riko y Hyuga se pasarían alrededor del
mediodía, tenían ganas de ver a los pequeñines pero antes echarían una mano a
Kagami y Kuroko preparándoles su casa para recibir a la feliz familia, algo de
limpieza y preparar algunos alimentos era lo que la castaña quería hacer. La
limpieza estaba totalmente aprobada, pero Hyuga le pidió a Mitobe que se
apareciera por ahí para la comida, de modo que el pívot con Koganei también
estarían de visita en casa de sus amigos antes que pasarse por el hospital.
Momoi por otro lado se había pasado temprano
por ahí, incluso los muchachos le permitieron alimentar a Katsu, el pequeño
nene había succionado la mamila con entusiasmo en poco tiempo, y en brazos de
la pelirosa se había quedado dormido. Haruko parecía algo más inquieta, pues
incluso tras terminarse su mamila estuvo mirando detenidamente el rostro de su madre, Kuroko le estuvo haciendo
cariñitos y cantándole nanas hasta que finalmente se durmió también. Momoi
estaba feliz por ellos, inmensamente feliz; pero verles así justamente la ponía
melancólica, estuvo demasiado tiempo enfocada en su amor por Kuroko, en su
amistad profunda con Aomine, y se olvidó de la realidad. Que ella no iba a ser
correspondida. Así que ahora solo podía suspirar y soñar con aquella felicidad
para ella esperando tras alguna puerta que aún no ha abierto.
– Taiga, luces cansado, duerme un poco
también.
– No te preocupes Tetsuya, estoy bien… –
Kagami sonrió tranquilizador, acariciándole una mejilla a su prometido antes de
mirar nuevamente a sus hijos en las cunitas… – En verdad duermen muchísimo.
– Por supuesto, serán meses de mamilas,
pañales y sueño… – Kuroko sonrió tiernamente, el pelirrojo tenía las cunas
pegadas a la cama con sus grandes manos en ellas, sus largos dedos toscos
acariciaban con mucho cariño y cuidado las barriguitas de sus bebés por encima
de los mamelucos.
– Lo único que me preocupa son los pañales,
siento que mis manos son enormes y que voy a lastimarlos.
– Anoche lo hiciste muy bien, y ambos
estuvieron tranquilitos mientras les cambiabas. No te preocupes Taiga.
Kagami asintió, se inclinó sobre su prometido
con la intención de besarle pero entonces alguien les interrumpió. Toc, toc
llamaron a la puerta. Ambos voltearon a mirarse, los padres de Kuroko aún no
iban a llegar y no esperaban a nadie más, dudaban que fuera personal del
hospital porque ellos podían tocar pero casi al instante entraban, mientras que
esta persona parecía esperar que le abrieran. El pelirrojo se levantó y
atendió.
– Papá…
– Un poco más de emoción no vendría mal,
Taiga… – El hombre de cabellos rojo intenso sonrió ampliamente y, aunque
llevaba las manos ocupadas, estrechó a su hijo en un abrazo… – Casi siento que
creciste un poco más en este tiempo.
– Nada de eso. Adelante, llegas más temprano
de lo que esperaba.
– Tomé un taxi y le pagué el doble por
pasarse algunos altos y…
– ¡Papá!
– Shh, veo a alguien dormitando. O debo
decir, un par de nenes. ¿No decías que tendrías un bebé? Solo traje obsequios
para uno… – El hombre renegó pucheando curiosamente. Kagami se golpeó la frente
farfullando por lo bajo, mientras que Kuroko tenía sus grandes ojos azules
abiertos de par en par. ¿Este hombre apuesto es su suegro? Si hasta parecía su
Taiga versión veinte años mayor, aunque no más maduro honestamente… – Tú eres
Tetsuya, estás más lindo en persona que en fotos~ – El hombre se fue directo
hacia el peliazul… – Estas son para ti, aunque creo que a tu lado pierden
belleza… – Dijo dejando un ramo de rosas blancas y rosadas en la pequeña mesa a
lado de la cama mientras él se inclinaba y estampaba un sonoro beso en cada
mejilla pálida, y uno sobre los labios resecos del peliazul, acción que dejó
mudo a Kuroko e hizo bufar al pelirrojo.
– Quieres omitir esos besos, papá. Tetsuya
además de ser mi prometido, no está acostumbrado para nada a esos contactos
íntimos, ¡y menos viniendo de un viejo como tú!
– ¡Ah! ¿A quién llamas viejo? Aún ni siquiera
llego a los 40.
– ¡Cállate!
– No has cambiado nada, sigues siendo un
malcriado Taiga.
– No lo sería si tú fueras más respetuoso,
¡acabas de besar a mi prometido!
– No lo besé,
eso fue un saludo nada más. Una bienvenida a la familia. Si quisiera besarlo, realmente besarlo, créeme, lo dejaría sin aliento.
– ¡Ya está sin aliento!
– Está sorprendido nada más. ¿Verdad, chico?
– Dijo besándole nuevamente, riendo divertido al instante.
– ¡Papá! – Kagami espetó, controlando a duras
penas el tono de su voz que no quiere despertar ni asustar a sus pequeños.
– Ya va, ya. Caray que te has vuelto todo un
amargado… – El hombre señaló con diversión, mientras que a su hijo le daba un
tic nervioso en el ojo… – Entonces, gemelitos eh. Bueno, antes que nada, soy
Takuma Kagami, papá del ingrato que se ha ganado tu corazón.
– Mu-mucho gusto, Señor. Soy Kuroko Tetsuya…
– El peliazul tartamudeó, todavía sorprendido por ese par de besos que su suegro le ha dado. Aunque claramente no
había ni un ápice de romanticismo ni intenciones insanas en aquellos roces, no
era tampoco que estuviera demasiado feliz por ellos.
– ¿Y ellos son…? – La expresión del hombre
entonces se suavizó y tornó incluso más madura, más como lo que es ahora, un
abuelo feliz. Se acercó a las cunas acariciando muy suavemente una mejilla de
cada uno de sus nietos.
– Katsu y Haruka, niño y niña, papá.
– Son dos pedacitos de cielo, están
preciosos. Y se ve que ustedes dos están más que encantados con su paternidad…
– Dijo dedicándoles una sonrisa… – Lamento no haber podido llegar antes.
– Nos ha ayudado mucho a distancia, Señor.
– Takuma, llámame por mi nombre por favor
Tetsuya.
– Ah, yo… si usted así lo quiere, Takuma-san.
– Así lo quiero… – Asintió sonriendo más,
feliz de que sus nietos hagan pequeños sonidos como si estuvieran al tanto de
su presencia.
– Papá, estamos realmente felices de que
estés aquí. A tiempo de conocerles, y eso es lo más importante para Tetsuya y
para mí.
El hombre se arrojó de nuevo a brazos de su
hijo, Kagami era apenas unos cinco centímetros más alto que su padre pero de
todas maneras se sentía como un crío avergonzado por el cariño tan transparente
de su progenitor.
– Has cambiado Taiga, sigues siendo un idiota
pero ahora que eres un idiota enamorado recién estrenado en paternidad, te
quiero avergonzar más que nunca.
– Papá… – El pelirrojo gruñó.
– Vale, suficiente de mimos para ti… – El
hombre dijo y su hijo enarcó una ceja. ¿Mimos? Si es que su padre tiene algunos
problemas mentales… – Quiero comerme a tu prometido~ ¡Eres tan lindo!
Kuroko abrió desmesuradamente sus ojos azul
océano mientras Takuma se acercaba y llenaba su rostro de besos sonoros, Kagami
se daba un tope contra el muro y luego arrancaba
–casi literalmente– a su padre de encima de su prometido. Katsu y Haruko
despertaban con un estruendoso llanto clamando atención, porque ni bien
estuvieron en brazos del abuelo se calmaron abriendo y cerrando sus ojos con
gracia, una gracia propia de bebés llenos de amor.
…
Midorima no ha salido del patio de su casa
desde que se levantó esa mañana. Tras la noticia del embarazo de Takao el
ojiverde solo tenía mente para esto, encestar un balón tras otro mientras
constantemente se le repetían en el pensamiento las palabras de su novio.
–
Shin-chan, estoy embarazado.
No es que le desagrade la noticia, tampoco es
que no esté emocionado. Es solo que, ha sido demasiado prematuro.
– Claro que eso no sería así si nos
hubiéramos cuidado… – Dijo para sí, terminando de recoger todos los balones que
desperdigó por el patio trasero en su casa… – Es difícil pensar en protección cuando Kazunari me engatusa.
Bien, no ha sido solo su culpa, mía también por no tener control. Ah mierda,
qué haré ahora.
Se limpió el sudor de la frente con una
toalla y decidió dejarlo de momento. Guardó todas sus cosas y se encaminó a la
ducha. Su madre estaba curiosa por la actitud taciturna de su hijo, pero como
siempre, le dejaba estar en su mundo antes que iniciar alguna conversación para
indagar nada. Después de todo su personalidad es así, y nadie ha podido hacer
nada para cambiarla, no es que lo espere tampoco.
Luego de tomar la ducha y vestir casual,
Midorima salió de su casa rumbo a la de Takao, tenían que hablar y él no era
nadie para alargar el momento. Cuando estuvo frente a la casa de su novio tuvo
que respirar profundo muchas veces antes que animarse en enviarle un texto
indicándole que estaba fuera para que le permitiera pasar.
– Existen los timbres, ¿sabes? O podrías
haber simplemente tocado la puerta… – Takao le dijo con una sonrisita, pero
Midorima simplemente le miró fijamente… – Está bien, vamos a mi habitación a
conversar, mamá fue a comprar algunas cosas pero de todas formas es más seguro
si hablamos en privado.
– Lo es… – El peliverde le siguió a la
habitación. Él se sentó en la silla de la mesa de trabajo y el pelinegro en su
cama… – Así que, te hiciste una prueba de sangre.
– Sí.
– ¿Cuánto tienes?
– El doctor dijo que debo estar apenas sobre
el mes.
– Mh.
Silencio. De esos espesos e incómodos que
suelen matar de nervios. Ninguno de los dos sabía cómo continuar. Takao
entonces notó algo en su novio.
– ¿No traes objeto de la suerte hoy?
Incluso Midorima se percató de aquello.
Nunca, nunca en su vida había salido a ninguna parte sin su objeto de la
suerte. ¿Qué había pasado hoy que lo ha olvidado por completo? Ah claro,
recibió una llamada a temprana hora para recibir la noticia de su futura
paternidad.
– Kazunari, ¿qué quieres hacer?
– ¿Eh?
– ¿Quieres seguir el ejemplo de los otros?
Casarnos y todo eso.
– Tendré a este bebé Shintaro, contigo o sin
ti. Si no estás seguro de lo que quieres está bien, no voy a obligarte a nada…
– El pelinegro dijo con algo de enfado.
– No estoy diciendo nada sobre dejarte o no
estar seguro de lo que quiero.
– En serio, porque no pareces contento o
entusiasmado con esto.
– No lo esperaba. Y sabes bien que cuando
algo inesperado sucede en torno a mí pierdo el control de mis respuestas. Estoy
contigo, ¿no? Te amo y todas esas cursilerías, discúlpame por no ser romántico
o abrazarte y levantarte en vilo para girar como locos.
Takao suspiró. Ciertamente no esperaba nada
así, pero al menos algo más de convicción sí. Midorima le observaba atentamente,
queriendo leer en su mirada lo que, obviamente, se estaba guardando.
– Quiero hacer familia contigo, pero la
verdad es que no quiero pensar en matrimonio, no aún. Quiero estar contigo
Kazunari, pero sin todos esos rituales innecesarios para mí.
– Eres tan complicado Shin-chan.
– Lo siento. En serio Kazunari, sé que mi personalidad
es de lo peor.
– Es que eres todo un tsundere~
– Y tú un masoquista.
Luego finalmente se sonrieron. Sí, ambos son
complicados en realidad, quizá Midorima más que nadie en el mundo, y eso que
competía con Aomine, aunque bueno son polos diversos en un mismo espacio y sale
sobrando todo lo que pueda decirse al respecto.
– Eventualmente serás más cálido y romántico
Shin-chan. Presiento que ser padre te cambiará al menos en eso.
Midorima le miró, se ajustó los anteojos y
blasfemó por lo bajo con el ceño fruncido. Sin embargo pensaba que Takao estaba
en un pequeño error, él ya estaba cambiando, por él. Porque realmente hacía
latir su corazón como nada ni nadie, era capaz de hacerle pensar en cosas
ridículas como una vida juntos o cómo lucirán de ancianitos. Porque Takao está
las 24 horas del día metido en su cabeza, porque ahora cuando lanza un balón no
lo hace solo por hacer perfectos tiros de tres, sino porque sabe que él estará
admirando su desempeño. Además, es más y más común que él tenga deseos de
abrazarle, de besarle y; bueno, recorrer su desnudez por completo.
– Kazunari, te amo; en verdad lo hago. Estaré
contigo más que nunca, quiero que tengas un embarazo de ensueño. O algo así.
– Shin-chan… – El pelinegro sonrió conmovido
y terminó lanzándose a sus brazos, sentándose en su regazo y compartiendo un
beso confiado lleno de cariño. De ese amor tan de ellos que tal vez no muchos
puedan comprender o ver.
Pero que en sus almas brilla con el ímpetu
con que les late el corazón.
…
Kagami bostezó por enésima vez en la última
media hora. Aunque hace ya casi un mes que sus bebés nacieron, cada día parece
que duerme menos que el anterior. Entre las mamilas durante la noche, los
cambios de pañal y vigilar el sueño de Kuroko, se le iba el tiempo.
– Taiga.
– ¿Mh?
– Anda, ve y duerme, yo cuidaré de ellos.
– Pero tú aún estás delicado, Tetsuya.
– Nada de eso, ha pasado tiempo suficiente,
puedo hacerme cargo de nuestros hijos mientras descansas un poco. No quiero que
vayas a enfermar por descuidarte, entonces sí quién cuidará de todos nosotros,
¿eh?
– Va-vale… – Dijo en medio de otro bostezo.
Luego se acomodó en el sofá.
– Taiga, ve a la cama.
– Dormiré aquí, quiero estar cerca de
ustedes.
Kuroko sonrió, se inclinó y besó los labios
de Kagami con suavidad.
–Está bien, descansa.
…
Era de madrugada cuando Kise comenzó a sentir
aquellos dolores que le hicieron despertar con lágrimas en los ojos. Kasamatsu
despertó también apenas le escuchó gimotear adolorido.
– ¿Qué te pasa, Ryota?
– Yukio, creo que… ngh, creo que es hora.
– ¿Estás diciendo que…? ¡Oh mi dios!
El de ojos cromados saltó de la cama y corrió
por la habitación buscando la maleta preparada y su móvil, tendría que llamar a
un taxi. El rubio se concentró entonces en respirar como había aprendido en las
clases.
– Vamos, sujétate de mí Ryota.
– ¿Piensas cargarme? ¡Peso toneladas! Ngh~
– ¿Acaso puedes caminar? Si nada más mirarte
me doy cuenta que te duele horrores.
El modelo tuvo que admitir que era verdad, le
estaba doliendo mucho más de lo que se imaginaba que dolería. A Kuroko no
pareció dolerle tanto. Una punzada de nerviosismo y preocupación le asaltó
repentinamente.
– Tranquilo, vas a estar bien Ryota. Tú solo
enfócate en respirar.
– Tengo miedo~
– No tienes por qué. Además yo estoy contigo,
y te amo Ryota.
Entre gimoteos y contracciones, Kise se dejó
cargar hasta la calle, cinco minutos después llegó el taxi y ellos tomaron
camino rumbo a la clínica, en tanto Kasamatsu llamaba a su doctor para
informarle lo sucedido, después de todo estaban apenas a un par de días de la
fecha programada para la cesárea.
--//--
Cuando Kise y Kasamatsu llegaron a la clínica
se llevaron una gran sorpresa. No eran los únicos que estaban ahí.
– ¿Aomine y Sakurai?
– Ustedes…
Los cuatro chicos intercambiaron miradas,
luego Sakurai y Kise gimotearon de dolor y sus respectivos prometidos
espabilaron, gritaron por ayuda y un grupo de enfermeras y doctores aparecieron
de inmediato. Mientras rubio y castaño eran llevados en camilla a una sala para
revisión y determinación de la intervención quirúrgica, Kasamatsu y Aomine
intercambiaron nuevamente una mirada. Luego ambos sintieron que los nervios los
enloquecerían.
Continuará……
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