martes, 2 de enero de 2018

Sport Lovers. Parte 6. Crossover KNB&HQ!



~*~*~*~
Parte 6. De experiencias vergonzosas a besos con sabor a inexperiencia


Más que silencio sepulcral, lo que reinó en el gimnasio fue las caras de sorpresa y grititos ahogados de aquellos que no daban crédito a que ellos dos en particular, estuviesen en una relación romántica cuando todo el tiempo estaban discutiendo. Bien, habían estado algo cariñositos días pasados, pero había sido una temporada extremadamente corta como para tomarles en serio nada. Si bien algunos compañeros de club intuían que no era simple pantalla o broma –como Sugawara, el menor Takeda o mismo Kuroo–. Obviando al respectivo hermano de ellos.

El mayor Kagami hizo el amago de entrar al gimnasio cuando se enteró de lo que estaba sucediendo, pero su novio le detuvo antes de que pudiera dar un paso dentro y le jaló al costado de las puertas.


— Tetsuya…

— Vamos, no debemos interferir en discusiones de pareja.

— ¿¡Ah!? Pero Shoyo me había dicho que lo de ellos era solo una tontería, que no estaban saliendo de verdad.

— Bueno, puede que haya sido así. ¿Pero no puedes verlo? Parece que ahora ellos realmente se están entendiendo.

El pelirrojo gruñó por lo bajo, dio una mirada dentro del gimnasio –donde los involucrados seguían discutiendo sin bajar el tono de voz– y chasqueando la lengua, se alejó con su novio de allí. Adentro, como ya el pelirrojo notara, los hermanos menores de la pareja seguían discutiendo a voz en cuello, o casi.

— ¡Qué encuentras de normal en hacer esa clase de preguntas!

— ¡Joder, Shoyo, es normal que me preocupara! ¡Nunca había salido con nadie así que no sé cómo comportarme!

— ¡Es que tú nunca lo sabes! ¡Eres un dolor en el trasero!

— ¡¿Ah?! ¡No tengo que escuchar eso viniendo de ti!

— ¡Claro~! ¡Pues si no quieres escuchar nada de mí…! ¡Terminamos!

Agitado, el pelinaranja salió con prisa del club –corriendo, para variar–. El pelinegro maldijo entre dientes y echó a correr detrás suyo. Esta vez, no podía dejarle escapar. En el pasillo que conecta el club con los edificios de las aulas se cruzaron con sus respectivos hermanos, pero ninguno se dio cuenta en absoluto, tanto Shoyo como Tobio estaban concentrados en correr, uno para alejarse, el otro para atrapar.

— ¡Shoyo, detente ahí!

— ¡Deja de seguirme, idiota!

— ¡Te digo que pares!

— ¡No lo haré!

— ¡Detente! ¡Joder! ¡Me gustas, Shoyo!

Al grito del menor Kageyama, el pelinaranja frenó abruptamente. Permaneciendo de espaldas hacia donde sabe el pelinegro también desaceleró, el menor Kagami jadeaba, entre agitado por la caminata y por la declaración del otro.

— ¿Qué… dijiste?

— Dije… — Chasqueó la lengua y desvió la mirada un segundo, pero luego la centró nuevamente en el pelinaranja. No debía titubear… — Dije que me gustas, Shoyo.

El menor Kagami entonces dio media vuelta, encarando al menor Kageyama con su rostro colorado.

— P-pero… tú, yo… nosotros solo… — Tartamudeó, entre nervioso y avergonzado.

— Sí, lo sé. Éramos novios solo para molestar a tu hermano, pero… lo comprendí. Mh, de alguna forma, aunque seas ruidoso, escandaloso y torpe…

— Esa no es precisamente una declaración romántica… — Murmuró el pelinaranja, haciendo un gracioso puchero de inconformidad. Bien, no es que pudiera pedir demasiado del pelinegro.

— ¿Qué murmuras?

— Nada. Solo que, mh… ¿hablas en serio?

— Sí… — Dijo, y casi fue entonces cuando el propio Kageyama comprendió lo que estaba haciendo. Confesándose. Así que sus mejillas se ruborizaron.

— Pero, por qué no me lo dijiste antes. Aquella vez.

— Porque saliste corriendo tan rápido que no te alcancé. Y bueno, honestamente, no estaba seguro entonces. Sabía que te gustaba yo a ti, pero yo…

— ¿Pero ahora estás seguro?

— Que sí. ¿Cuántas veces crees que he dicho cosas tan vergonzosas en mi vida?

— ¿Ninguna? — Aventuró el pelinaranja, pero su sonrisa entonces casi translucía diversión. Estaba contento, y sus expresiones no podían ocultarlo.

— Bueno, es más como que hoy ha sido la primera vez. Así que deja de hacerte el difícil, vamos a volver al gimnasio por nuestros bolsos e ir a casa.

— Pero, ya dije que estábamos terminando… — Murmuró el menor Kagami, jugando con sus dedos. La imagen aceleró los latidos del corazón del pelinegro.

Mierda, cómo es que puede lucir así de lindo. Este idiota… — Renegó en su interior, luego aclaró la garganta y dio ese par de pasos que le separaban del pelinaranja.

Ante la cercanía, el menor Kagami dejó de juguetear con sus dedos y levantó la mirada. A veces, en situaciones como esta, no detestaba tanto la altura del pelinegro. Total, solo tenía que evitar alzar los ojos si no se sentía cómodo. Pero justo ahí, ojos brunos contra pupilas naranja estaban anclados, y había mucho más en sus miradas de lo que podrían poner en palabras. El menor Kageyama tomó otro pasito más cerca, dejando así apenas unos centímetros de distancia entre ambos. De esta forma ambos podían sentir el calor emanando de los dos, un calor extraño, muy diferente al que experimentan cuando están en los entrenamientos o en un partido. Este calor era, abrumadoramente encantador.

— En ese caso… — Tobio carraspeó nuevamente, y sin tener plena conciencia de los movimientos de su cuerpo, tomó la mano de Shoyo entrelazando sus dedos… — Tú, ¿quieres ser mi novio? De verdad, sin mentiras ni bromas absurdas.

El menor Kagami tartamudeó varias veces, incapaz de decir claramente su respuesta. Avergonzado de su comportamiento, agachó la mirada. Ver el pecho del pelinegro no era tan interesante como el profundo ónix de sus ojos. Luego se estremeció, la mano enlazada a la suya le ha dado un apretón, y él ha sentido una extraña sensación de seguridad solo con aquel gesto. Y al levantar la mirada, el rostro sonrojado y la mirada brillante de Tobio hicieron latir su corazón tan fuerte que casi le podría haber dolido el pecho. Pero no, lejos de doler, se sentía increíblemente feliz.

— Sí, Tobio.

La respuesta afirmativa del menor Kagami casi consiguió que un sonrojo explotara en su rostro, con suerte solo había aumentado el carmín en sus orejas. Y una extraña sonrisa tiró de las comisuras de sus labios. Sí, él también estaba –jodidamente– feliz.

Así, siendo una pareja de verdad, tanto Shoyo como Tobio sabían que no podían seguir su camino sin al menos besarse. ¡Porque las parejas hacen eso! Por supuesto, no es que ellos de repente tengan deseos de sentir nuevamente esa tibieza de los labios ajenos presionando los propios. ¡Oh bien! Sí lo hacían, pero no iban a decirlo. Al menos no ahora.

Y de esa manera, sin demasiada ceremonia ni rodeos. Los adolescentes simplemente se besaron. El pelinegro se agachó un poco, mientras que el pelinaranja tuvo que alzarse en puntillas, y cuando sus rostros estuvieron lo suficientemente cerca, fusionaron sus bocas, moviendo los labios de acuerdo a lo que les nacía desde el corazón, o el instinto o lo que sea. Fue un beso diferente, incluso si la lengua del menor Kageyama se había colado en la del pelinaranja, no era demasiado húmedo como para sentirse asfixiado o caliente. Era como un beso de adulto que simplemente reafirmaba cuánto se gustaban mutuamente. Al separarse, el menor Kagami se abrazó a la cintura del pelinegro, pegando su rostro al pecho de su novio –bien, no es que pudiese llegar a otra altura–, ahí alcanzaba a escuchar los latidos acelerados de su corazón.

— Se acompasaron.

— ¿Q-qué?

— Nuestros corazones, hacen bum, bum de la misma manera.

— I-idiota… — Claro, el menor Kageyama estaba simplemente avergonzado.

En tanto la pareja se reconciliaba. No, se formalizaba sin experimentos de por medio; fuera de la escuela sus hermanos caminaban rumbo al local de comida rápido que solían frecuentar. Obviamente, el pelirrojo era el devorador que se pedía una cantidad impresionante de hamburguesas y a veces hasta pollo frito o algún extra que le apeteciera. Mientras que el peliazul se conformaba con un batido de vainilla y algunas papas fritas.

— Taiga, ¿estás malhumorado de nuevo?

— No. Por qué.

— Porque estás devorando como bestia tus hamburguesas, y porque no has abierto la boca para nada mientras veníamos caminando. ¿Tanto te fastidia que nuestros hermanos se gusten?

— Yo… pienso que son celos de hermano. Ya sabes, no es que se trate del mocoso de tu hermano.

— Mi hermano tiene nombre, Taiga.

— Sí, sí. Lo siento, no es particularmente que se trate de Tobio.

— Pero ellos se ven realmente lindos juntos.

— Tú yo nos vemos, mejor que ellos.

El peliazul sorbió la pajita de su bebida, las expresiones faciales no parecían haber mostrado el mínimo cambio, pero el pelirrojo podía ver sus ojos sonreír, brillaban intensamente, como si hubiera encontrado aquellas palabras halagadoras.

— Deberíamos tener una cita doble con ellos.

El pelirrojo casi se atraganta con el bocado que recién se había pasado. Golpeó su pecho y tomó agua para que bajara. Su novio se levantó para ayudarle, dando algunos golpecitos en su espalda.

— No, no me presiones, Tetsuya.

— Está bien, más adelante. Pero entonces, tengamos una cita tú y yo, Taiga.


Habían tenido que posponer la comida en casa de los Sawamura hasta este fin de semana, todo porque el anterior los Sugawara habían salido de viaje a visitar a unos parientes en la ciudad vecina. Los planes para Koushi como para Teppei se habían visto arruinados, pero parecía que todo era para bien. O esa mentalidad tenían los hermanos Sugawara.

— ¿Vendrás a casa después de comer con Sawamura, o tendrán una cita?

— No sé, Daichi no me ha propuesto nada de salir después de comer en su casa. Pero puede que sea así, ha estado algo ansioso porque no hemos tenido oportunidad de salir solos desde hace dos semanas… — El de cabello platinado dijo con una de esas sonrisillas que le hacían lucir algo más adorable. Aunque aquella faceta para su hermano mayor no fuera algo particularmente interesante… — ¿Qué hay de ti? ¿Tienes planes para hoy con Izuki-kun?

— Shun dijo que hoy no podía salir, sus padres irán de compras en familia. Así que los mellizos tienen que ir.

— No pareces satisfecho~ hermano, nunca pensé que pudieras tener esa clase de expresiones… — Dijo, presionando el entrecejo del llamado corazón de hierro… — Te saldrán arrugas~.

— Oh, ¿no son sexys?

El menor Sugawara rió de buena gana. Por supuesto que podían ser sexys en algunas personas. Y está seguro de que Teppei es una de esas personas, pero le entraba bastante en gracia que frunciera el ceño por estar molesto ya que no podrá reunirse con su novio.

— Koushi.

— ¿Sí?

— Esto que voy a preguntarte es raro pero… — Aclarar la garganta y tratar de verse cool a ojos de su hermano menor. Aunque fuera en vano… — Sé que tú con Daichi ya lo han, hecho.

— Oh… — Murmuró el peliplatino sonrojándose copiosamente.

— Esto, ¿puedes darme algún consejo para no arruinarlo cuando?... bueno, cuando. Tú sabes.

— Solo, asegúrate de amarlo, Teppei. Siempre que se trate de amor, que le cuides y le mimes, las cosas resultarán bien para los dos. Y bueno, hay algunas revistas en línea que te pueden dar algunos tips sobre todo lo que es en sí el acto físico… — Agregó, sintiéndose bastante avergonzado de hablarle de esto. No es que no se tuviesen confianza, es que esos temas eran de por sí bochornosos para él.

— Gracias, lo revisaré. Y, Koushi.

— ¿Qué?

— Mejor te vas o llegarás tarde.

— ¡Oh, es verdad! Nos veremos después… — Besando la mejilla de su hermano mayor (una costumbre que tenía cuando salía de casa), tomó una chaqueta y se apresuró a salir… — ¡Me voy mamá!

— Salúdame a los Sawamura~ querido.

Camino a casa de los Sawamura, el peliplatino texteó a su novio para avisarle que ya iba para allá.

Te veo en la estación, salí a comprar unas cosas y también estoy regresando.

El peliplatino sonrió, se sentía emocionado, avergonzado y un poco temeroso por esta reunión. Lo que le dijo su novio aquella noche seguía generándole curiosidad, pero mismo Daichi no había querido decirle más porque no estaba seguro de nada.

Cuando llegó a la estación, Daichi ya estaba ahí, con el bolso de las compras colgando de su mano y una sonrisa tranquila en los labios. Al reunirse, el gemelo Sawamura le saludó enlazando sus manos sin preocuparse demasiado por si les veían o no. Apenas unos pocos minutos después estaban en casa de los Sawamura. Los señores Sawamura recibieron a Koushi de buen agrado, como siempre.

— Bienvenido. Tan puntual como siempre, Koushi-kun. ¿Cómo está tu familia?

— De maravilla, Ren-san.

— Querido, ven a sentarte un momento aquí… — La señora de la casa dijo, palmeando un sitio en uno de los sofás de la estancia.

— De acuerdo, Nozomi-san.

Para entonces, el menor Sugawara ya se sentía nervioso. Y eso lo obviaron los adultos.

— Tranquilo, solo queremos hablar debidamente contigo y Daichi. Cariño, siéntate junto a él, como corresponde.

— Nh, sí mamá.

La adolescente pareja se sentó uno junto al otro como les indicaron. Ambos estaban algo rígidos, y nerviosos pues ignoraban lo que los señores Sawamura querían hablar con ellos. Bien, el gemelo tenía una idea enorme. Y probablemente era de hecho su culpa que lo hubiesen notado, siempre hablando de Koushi, incluso su padre le había sorprendido una vez mientras se masturbaba, y a la fecha dudaba de si le habría escuchado cuando gimió el nombre de su novio al alcanzar el clímax. Aquella tarde su padre había vuelto demasiado temprano a casa después de su trabajo, por eso le había pillado en aquel acto tan vergonzoso para que su progenitor le viera.

— No estén tensos, realmente esta charla es para… ¿cómo deberíamos decirlo amor? — Nozomi preguntó a su esposo. El hombre (tan apuesto como sus hijos, aunque la mujer también era hermosa, y probablemente el negro de su cabello se lo heredaron a ella) miró brevemente a su esposa y luego volvió la mirada hacia los chicos.

— Para decirles que no necesitan ocultar lo que tienen, nosotros estamos de acuerdo con su relación.

— ¿Eh?

— Bueno, puede ser un poco repentino decirlo tan directamente, pero Ren y yo hemos hablado de esto seriamente. Y antes que nada, la felicidad de nuestro Daichi es lo más importante. Además, Koushi-kun, no creo que haya incluso ninguna chica más bonita que tú, eres absolutamente perfecto para Daichi. Y lo más, más importante de todo esto es, que ustedes se quieren, ¿no es así?

El peliplatino estaba tan avergonzado como halagado por las palabras de Nozomi-san que todavía no le salía la voz.

— Es así, mamá, papá. Koushi y yo nos amamos. Yo, sospechaba que ustedes estaban enterados de lo nuestro, gracias por hacer de nuestra relación algo, agradable para ustedes.

— Pero qué tonterías, Daichi. Claro que es agradable, ya sabes que Koushi-kun es querido por nuestra familia. Y bueno, tu madre lo dijo antes, ustedes se ven bien juntos. Vamos a estar para ustedes siempre, aunque haya quien no lo vea de esta manera, ustedes van a contar con nosotros en lo que sea.

— Gracias, Nozomi-san, Ren-san… — El peliplatino estaba tan feliz, que no pudo evitar el sonrojo que se expandió en sus mejillas, ni la sonrisa que se dibujó en sus labios. Tal era la contentura, que incluso sentía ganas de llorar… — Amo a Daichi, y sé que estaremos juntos toda la vida, por eso… por eso, gracias por aceptar lo nuestro.

— Bienvenido a la familia, Koushi-kun… — Nozomi dijo, pero sus palabras fueron secundadas por su esposo.

Ya para el momento de la comida, Yukio y Junpei se unieron en la mesa, y degustar los platillos preparados por el matrimonio –sí, el matrimonio ya que Ren participaba de la elaboración de los alimentos cada que tenía tiempo– había sido uno de los momentos más agradables que Koushi y Daichi podrían conservar en la memoria.


Aunque Shun hubiera querido evadirlo, Tatsuya finalmente se había salido con la suya y ahora ahí estaba el mellizo, sentado en su cama con un montón de cosas nuevas que él todavía no sabía si quería usar. Lubricante, condones y un par de vibradores han sido sus adquisiciones de su última salida con su mellizo. No, obviamente no ha sido resultado de su salida con sus padres, con ellos habían salido para comprar un computador nuevo para cada uno, y también algunos accesorios para el hogar.

— ¿Qué haces ahí solo mirando? Comienza a usarlos.

— Tatsuya, ¿cuándo dejaste de conocer la vergüenza?

— ¿Qué? Oh vamos, no estamos hablando de temas tabú ni nada. Es perfectamente normal que muestres interés en tu propia sexualidad Shun.

— Sí, pero…

— Pero nada. Presiento que ni siquiera has leído las instrucciones de nada.

El ojo de águila farfulló entre dientes. Su hermano suspiró, luego se sentó frente a su mellizo en la cama, mirándole tan fijamente que Shun incluso se puso más nervioso.

— ¿Qué tanto estás mirándome?

— ¿Quieres tener o no sexo con Teppei?

— S-sí. Bueno, no solo sexo, ya sabes.

— Sí, sí. Quieres hacer el amor, pero aunque se trate de sentimientos, el acto en sí es puramente físico. Y no es que lo diga en mal sentido, cuando hay sentimientos se involucran otras emociones y todas esas cosas, pero te guste o no, sigue siendo un acto físico. Su pene entrará en tu…

— ¡Basta! — Exclamó, enrojeciendo furiosamente… — Ya sé cómo es, ok. Es solo que, no puedo verlo de la misma manera que tú, y prepararme y todas estas cosas. Solo, no sé, supongo que puedo esperar hasta que el momento adecuado llegue. Confiaré en Teppei.

— Seguro. Ahora, empuña tu mano y aprieta lo más fuerte que puedas.

— ¿Qué?

— Solo hazlo, vamos.

Dudoso, Shun hizo lo que su mellizo le pidió. Luego le mostró el puño, y Tatsuya le sujetó el brazo por la muñeca, luego presionó uno de sus delgados dedos contra el hueco que formaban los dedos de su mellizo.

— ¿Comprendes? No es solamente dejarlo a tu pareja, Shun. Tú también debes poner de tu parte. Si por algo Teppei no sabe cómo actuar, o le ganan los nervios solamente, te podría lastimar sin querer. Tú y yo sabemos de lo que estoy hablando. Un hombre no es anatómicamente apto para el sexo anal, pero es lo que queremos, así que toma un poco más de conciencia de las cosas. Sea que tú recibas a Teppei, o le des todo tu amor.

— Tatsuya.

— ¿Sí?

— ¿Siempre eres tan práctico para este tipo de cosas? Quiero decir, era necesario hacer eso con mi mano… — Murmuró, sintiéndose más y más avergonzado conforme hablaba.

— Pues parece que sí. Como sea, te he dado mi consejo mayor.

— Por unos cuantos minutos, Tatsuya.

— Ten en cuenta mis palabras, ¿bien?

— Sí. Mh, gracias.

….

Yukio no estaba seguro del por qué, pero ahora está ahí, esperando por Ryouta fuera del cine. Esto era, aunque él no quisiera pensarlo de esa manera, una cita. Después de aquel beso saliendo de su trabajo, no había intentado dar explicación alguna de nada. Y –aunque eso le tomó un tanto por sorpresa–, mismo Ryouta no había preguntado nada. Pero su felicidad era evidente.

— ¡Senpai~! — Exclamó, arrojándose a brazos del gemelo. Aunque, como era de esperar, Yukio se hiciera a un lado evitando la efusiva llegada de su, cita… — Qué malo~ por qué te quitas, Yukio-senpai~

— Cállate y vamos. No quiero entrar tarde a la sala.

— ¿Qué peli veremos?

— La que quieras está bien.

— ¿Incluso si elijo una romántica?

— Nh, bueno… no te extralimites.

El modelo sonrió, por supuesto que no pensaba hacer eso, pero había querido probar la paciencia de su… Oh bien, hay ocasiones en que piensa que son algo así como amantes, pero, dado que el mayor no se lo ha preguntado, tiene que echarse para atrás en pensamiento y seguir viéndole como su inalcanzable y algo testarudo, primer amor. El senpai al que admirar.

Compraron entradas para una película de súper héroes, de esas que estaban de moda en las grandes casas cinematográficas, y que –para qué negarlo– tocaban el alma infantil de todo mundo.

— ¿Qué personaje del universo Marvel te gustaría ser, senpai?

— Mh, no sé. Hay muchos buenísimos.

— Yo quiero ser Wolverine… — Dijo, y simuló la popular postura del guepardo al mostrar las cuchillas en sus manos. Yukio se permitió una risotada.

— No hagas el ridículo, eres demasiado enclenque para ser Wolverine.

— No soy enclenque~

— Sí lo eres, basta con saber que eres modelo.

— Ah, pero eso no significa que sea enclenque. Yo soy muy fuerte senpai~ te podría cargar ahora mismo.

— Ni se te ocurra… — Dijo el gemelo Sawamura, fulminándole con la mirada para asegurarse de que no hiciera tremenda estupidez.

— Yukio-senpai, ¿te gusta mi figura?

— ¿Qué?

— Bueno, si me ves enclenque, tal vez no te guste mi cuerpo. ¿Estoy demasiado delgado? — El rubio entonces se estaba tratando de mirar a sí mismo, dando algunas vueltas como para echar un vistazo a su trasero y tocándose por todas partes.

— Idiota, tú… estás bien así.

— Eh, ¿entonces te gusto?

— Sí. Y ya para de hacer preguntas tan… tan…

— ¿Tan, qué? Yukio-senpai~ — El modelo preguntó sonriendo con aire cómplice.

— Sigue tentando tu suerte, Ryouta… — Bufó, mirándole de soslayo mientras subían las escaleras eléctricas del centro comercial, iban a comer algo y luego tal vez saldrían a caminar a algún otro lugar. La Torre de Tokio le parecía buena idea al gemelo, pero también podía ser demasiado, romántico para una primera cita.

— Yukio-senpai…

— Ahora qué.

Te quiero, Yukio-senpai… — Las dulces palabras que dijera el rubio (aunque fueran un mero murmullo) habían mandado a galopar como potro desbocado el corazón del de ojos metálicos.

Yo, también, Ryouta… — Murmurando de la misma manera que el rubio, el de ojos azul metálico correspondió, a su manera, los sentimientos del modelo.

El menor Kise estaba tan sorprendido por ese “yo también”, que se había quedado de pie en su sitio. Y el gemelo ya se había alejado un metro.

— Sen…pai.

— ¿Qué haces? Dijiste que querías comer algo italiano, ¿verdad?

— Es que, dijiste… tú dijiste, “yo también”.

— Sí, lo hice.

— P-pero, eso significa… no sé lo que significa, Yukio-senpai.

Ante el obvio shock del rubio, el gemelo suspiró y volvió sobre sus pasos. La gente continuaba su camino, y ellos estaban prácticamente apenas a un lado de las escaleras, así que le obligó a moverse tirando de su muñeca, llevándole a un costado donde pudiera hablarle sin que llamasen demasiado la atención. Aunque Ryouta siempre lo hacía de cualquier manera.

— Oye, te besé la otra vez, ¿no es así?

— S-sí.

— Y, ¿crees que voy por ahí besando a cualquier o por las puras ganas?

— No.

— Bien, entonces pon a tu cerebro a trabajar para variar. Eso significa que me gustas, Ryouta. Así que espabila ya y vamos a cenar.

Todavía sintiendo que flotaba en una nube, el modelo se dejó arrastrar por su amado senpai. No había duda, ellos definitivamente son novios. ¿Podía ponerse a bailar y festejar?


Después de que se despidieron en el hotel aquella mañana luego de una apasionada noche de sexo que ninguno podía recordar claramente –o inconscientemente se negaban en hacerlo–, Shimada y Takinoue apenas si se veían en la calle o el tren. Obviamente, ambos se estaban evitando. Y Makoto, bueno, él iba y lloraba con su primo Takeda.

— Oh, Makoto-san, estás de nuevo en casa. ¿Por qué estás llorando?

— ¡Kaname~! — El de anteojos tiró de su primo menor ahogándole con un abrazo. La cosa era que Ittetsu aún no volvía del trabajo… — Los hombres son tan crueles, ¡no debes confiar nunca en ninguno!

— Esto, nosotros también somos hombres, Makoto-san. Y suelta, me vas a destrozar las costillas. Te prepararé algo de té.

Shimada siguió moqueando y sollozando hasta que su primo menor volvió a la estancia con un té para él.

— Kaname… — Sorber la nariz… — Te gustan las chicas, ¿verdad?

— ¿Eh? ¿Por, por qué me preguntas algo así tan de repente? — El menor Takeda farfulló entre dientes, sumamente incómodo con la situación. Y es que conoce a su primo, al hombre solo lo soporta su hermano Ittetsu.

— ¡Te lo acabo de decir! Los hombres son crueles~ aléjate de ellos. ¡Nunca te enamores de ninguno!

— Esto… incluso si me enamorara de una chica, ellas también me podrían romper el corazón. No es cuestión de género, sino de sentimientos.

El menor Takeda se arrepintió de haber abierto la boca, Shimada se había soltado en llanto y gimoteaba incapaz de decir una sola palabra con claridad. Unos minutos después –tiempo en el que Kaname no había hecho más que palmear la espalda de su primo sin tener idea de cómo consolar a un adulto gay–, el mayor Takeda finalmente llegó a casa.

— ¿Qué sucede? — Preguntó ni bien vio la escena.

— Bueno, no ha parado de decir que los hombres son crueles y que no se me ocurra enamorarme de uno. Pero más, no sé nii-san.

— Oh, ya veo. Yo me encargo ahora, Kaname. Podrías servir la cena, traje algo hecho ya que es tarde. Luego podrás tomar la ducha, terminar tus tareas e irte a dormir.

— Sí, ya lo sé. No soy un niño, nii-san.

— Sé que no, Kaname… — Dijo, sonriéndole suavemente mientras tomaba su lugar a lado de Shimada.

Mientras Kaname se internó en la cocina para servir lo que su hermano mayor había llevado y preparaba la mesa, Ittetsu trató de sacarle un poco más de información a su primo, pero Makoto estaba que no podía parar de llorar.

Bueno, veía venir esto de todas formas. Supongo que las cosas no resultaron con ese chico, su primer amor.


Cuando Nishinoya le mandó un texto a su hermano para avisarle que estaría llegando tarde a casa, Futakuchi se dio idea del motivo por el que sería así. Y se sonrojó por vergüenza ajena. Inevitablemente se había imaginado a su hermano teniendo sexo con el rematador de su club, y aquello casi había resultado traumático.

— Kenji-kun, la cena está servida.

— Sí, mamá. Enseguida voy… — El chico suspiró y guardó su móvil en el bolsillo de su pantalón. Pero antes de salir de su habitación, éste había vuelto a vibrar… — Ahora qué será, espero que no se le ocurra decir que no vendrá a casa… — Susurró para sí, sacó el móvil y revisó su nuevo texto.

Kise-san dijo que necesito tenis nuevos, ¿me acompañas a comprar unos?

A Futakuchi casi se le cae el móvil de las manos. Este texto es de Aone. Su corazón comenzó a latir con furia, retumbándole en los oídos. Envió su respuesta con un simple “sí, pongámonos de acuerdo mañana” que envió con dedos temblorosos.

A kilómetros de ahí, el alto muchacho de aspecto huraño y hasta intimidante, sintió sus mejillas calientes cuando recibió su respuesta. Por supuesto, y cualquiera con algo de intuición y capacidad de observación, nota que este chico siente algo por su amigo.


El mestizo aún persigue a Yaku, molestándole cada vez con actos algo más cursis y ridículos que el anterior. Pero hoy, ha sido el acabose –en términos generales y particularmente en el pensamiento del líbero del club de voleibol–, ¡le ha regalado un ramo de rosas!

— ¿Qué mierda es esto? — Preguntó tenso hasta las entrañas.

Lev Haiba sonreía a metros de ahí, de hecho estaba saludando efusivamente desde el otro edificio, mirándole por el pasillo sin saber que básicamente, había cavado su propia tumba.


Aomine parecía fiera enjaulada por una simple y sencilla razón. Sakurai tiene un pretendiente. Y es un tipo que parece no tenerle a él ni una pizca de miedo.

— Ryo, vámonos.

— ¿Eh? Sí, Aomine-senpai.

— ¿Qué pasa, Aomine? ¿Estás celoso de que tenga unas palabras con el lindo Sakurai?

El moreno fulminó con la mirada al otro, era un tipo tan alto como él, más bien musculoso, y aunque tenía cierta apariencia de delincuente, era uno de los cerebritos de toda la escuela. Y razón por la cual el de ojos chocolate se entendía con el susodicho entre clase y clase. Lo que era más frustrante para el moreno era también que el tipo en cuestión venía de Italia y tenía a muchos cautivados por su supuesto atractivo e inteligencia.

Sakurai había querido escuchar la respuesta de Aomine, pero cuanto más se alejaban del aula más perdía la esperanza de que así fuera.

— ¿Ese tipo te agrada?

— ¿Eh?

— Que si ese imbécil te agrada.

— Es fácil hablar con él.

— ¿Y conmigo no?

— Eso, bueno… Aomine-senpai luce molesto o enojado casi siempre. Pero, me agrada más pasar el tiempo con Aomine-senpai que con nadie.


Para Iwaizumi, su amigo Oikawa era un jodido misterio. Cuando se trata de experimentar cosas como los besos, tocarse y ese tipo de cuestiones, suele ponerle en primer lugar. Pero cuando se comprometen sentimientos o palabras más serias, el pícaro muchacho evade el tema y actúa como ahora. Haciéndose el sexy con su –estúpido– club de fans y dejándole a él de lado.

— La próxima vez que intente colarse en mis pantalones, le patearé el trasero.

— Oikawa-san~ ¡sal con nosotras al karaoke!

— Lo siento chicas, pero no puedo ir.

— ¡Eh! ¿Por qué no?

— Porque estoy seguro de que mi novia se molestará si lo hago.


Para Kuroo no era raro ver a Kenma semidesnudo, como ellos se visitaban a menudo y pasaban mucho tiempo juntos, había cosas cotidianas que se habían vuelto tan naturales que le restaba importancia. Sin embargo, hacía unos cuantos meses que había cambiado, ya no era todo tan tranquilo cuando veía a Kenma recién salido de la ducha, por ejemplo, aunque llevase ya shorts o pantalones, el hecho de ver su delgado torso desnudo o su cabello largo gotear, le calentaba.

— Kuroo, deja de mirarme.

— Por qué, ni que fuera la primera vez que lo hago.

— Me pone nervioso como me estás mirando.

Kuroo rio divertido.

— No tienes por qué. Pero, ¿no estás demasiado flaco? Hasta puedo verte las costillas… — Dijo, y acto seguido y sin rodeos, se acercó al felino tanteando con sus dedos las costillas en los costados de su amigo. El cuerpo de Kenma se estremeció, y a él. Bueno, a él le palpitó la entrepierna.

— No estoy flaco, esta es mi complexión, Kuroo.

— Ya lo creo que sí, Kenma… — El peliazabache dijo, pero su cuerpo actuó por cuenta propia, y lamió la nuca del más bajo.


Continuará……

No hay comentarios.:

Publicar un comentario

Disculpen las molestias, pero se eliminaran los comentarios con contenido de otras parajes fuera de las que se abordan en este blog, esperamos su comprensión