~*~*~*~
Parte 6. De experiencias vergonzosas a
besos con sabor a inexperiencia
Más
que silencio sepulcral, lo que reinó en el gimnasio fue las caras de sorpresa y
grititos ahogados de aquellos que no daban crédito a que ellos dos en
particular, estuviesen en una relación romántica cuando todo el tiempo estaban
discutiendo. Bien, habían estado algo cariñositos días pasados, pero había sido
una temporada extremadamente corta como para tomarles en serio nada. Si bien
algunos compañeros de club intuían que no era simple pantalla o broma –como
Sugawara, el menor Takeda o mismo Kuroo–. Obviando al respectivo hermano de
ellos.
El
mayor Kagami hizo el amago de entrar al gimnasio cuando se enteró de lo que
estaba sucediendo, pero su novio le detuvo antes de que pudiera dar un paso
dentro y le jaló al costado de las puertas.
—
Tetsuya…
—
Vamos, no debemos interferir en discusiones de pareja.
—
¿¡Ah!? Pero Shoyo me había dicho que lo de ellos era solo una tontería, que no
estaban saliendo de verdad.
—
Bueno, puede que haya sido así. ¿Pero no puedes verlo? Parece que ahora ellos
realmente se están entendiendo.
El
pelirrojo gruñó por lo bajo, dio una mirada dentro del gimnasio –donde los
involucrados seguían discutiendo sin bajar el tono de voz– y chasqueando la
lengua, se alejó con su novio de allí. Adentro, como ya el pelirrojo notara,
los hermanos menores de la pareja seguían discutiendo a voz en cuello, o casi.
—
¡Qué encuentras de normal en hacer esa clase de preguntas!
—
¡Joder, Shoyo, es normal que me preocupara! ¡Nunca había salido con nadie así
que no sé cómo comportarme!
—
¡Es que tú nunca lo sabes! ¡Eres un dolor en el trasero!
—
¡¿Ah?! ¡No tengo que escuchar eso viniendo de ti!
—
¡Claro~! ¡Pues si no quieres escuchar nada de mí…! ¡Terminamos!
Agitado,
el pelinaranja salió con prisa del club –corriendo, para variar–. El pelinegro
maldijo entre dientes y echó a correr detrás suyo. Esta vez, no podía dejarle
escapar. En el pasillo que conecta el club con los edificios de las aulas se
cruzaron con sus respectivos hermanos, pero ninguno se dio cuenta en absoluto,
tanto Shoyo como Tobio estaban concentrados en correr, uno para alejarse, el
otro para atrapar.
—
¡Shoyo, detente ahí!
—
¡Deja de seguirme, idiota!
—
¡Te digo que pares!
—
¡No lo haré!
—
¡Detente! ¡Joder! ¡Me gustas, Shoyo!
Al
grito del menor Kageyama, el pelinaranja frenó abruptamente. Permaneciendo de
espaldas hacia donde sabe el pelinegro también desaceleró, el menor Kagami
jadeaba, entre agitado por la caminata y por la declaración del otro.
—
¿Qué… dijiste?
—
Dije… — Chasqueó la lengua y desvió la mirada un segundo, pero luego la centró
nuevamente en el pelinaranja. No debía titubear… — Dije que me gustas, Shoyo.
El
menor Kagami entonces dio media vuelta, encarando al menor Kageyama con su
rostro colorado.
—
P-pero… tú, yo… nosotros solo… — Tartamudeó, entre nervioso y avergonzado.
—
Sí, lo sé. Éramos novios solo para molestar a tu hermano, pero… lo comprendí.
Mh, de alguna forma, aunque seas ruidoso, escandaloso y torpe…
—
Esa no es precisamente una declaración romántica… — Murmuró el pelinaranja,
haciendo un gracioso puchero de inconformidad. Bien, no es que pudiera pedir
demasiado del pelinegro.
—
¿Qué murmuras?
—
Nada. Solo que, mh… ¿hablas en serio?
—
Sí… — Dijo, y casi fue entonces cuando el propio Kageyama comprendió lo que
estaba haciendo. Confesándose. Así que sus mejillas se ruborizaron.
—
Pero, por qué no me lo dijiste antes. Aquella vez.
—
Porque saliste corriendo tan rápido que no te alcancé. Y bueno, honestamente,
no estaba seguro entonces. Sabía que te gustaba yo a ti, pero yo…
—
¿Pero ahora estás seguro?
—
Que sí. ¿Cuántas veces crees que he dicho cosas tan vergonzosas en mi vida?
—
¿Ninguna? — Aventuró el pelinaranja, pero su sonrisa entonces casi translucía
diversión. Estaba contento, y sus expresiones no podían ocultarlo.
—
Bueno, es más como que hoy ha sido la primera vez. Así que deja de hacerte el
difícil, vamos a volver al gimnasio por nuestros bolsos e ir a casa.
—
Pero, ya dije que estábamos terminando… — Murmuró el menor Kagami, jugando con
sus dedos. La imagen aceleró los latidos del corazón del pelinegro.
—
Mierda, cómo es que puede lucir así de
lindo. Este idiota… — Renegó en su interior, luego aclaró la garganta y dio
ese par de pasos que le separaban del pelinaranja.
Ante
la cercanía, el menor Kagami dejó de juguetear con sus dedos y levantó la
mirada. A veces, en situaciones como esta, no detestaba tanto la altura del
pelinegro. Total, solo tenía que evitar alzar los ojos si no se sentía cómodo.
Pero justo ahí, ojos brunos contra pupilas naranja estaban anclados, y había
mucho más en sus miradas de lo que podrían poner en palabras. El menor Kageyama
tomó otro pasito más cerca, dejando así apenas unos centímetros de distancia
entre ambos. De esta forma ambos podían sentir el calor emanando de los dos, un
calor extraño, muy diferente al que experimentan cuando están en los
entrenamientos o en un partido. Este calor era, abrumadoramente encantador.
—
En ese caso… — Tobio carraspeó nuevamente, y sin tener plena conciencia de los
movimientos de su cuerpo, tomó la mano de Shoyo entrelazando sus dedos… — Tú,
¿quieres ser mi novio? De verdad, sin mentiras ni bromas absurdas.
El
menor Kagami tartamudeó varias veces, incapaz de decir claramente su respuesta.
Avergonzado de su comportamiento, agachó la mirada. Ver el pecho del pelinegro
no era tan interesante como el profundo ónix de sus ojos. Luego se estremeció,
la mano enlazada a la suya le ha dado un apretón, y él ha sentido una extraña
sensación de seguridad solo con aquel gesto. Y al levantar la mirada, el rostro
sonrojado y la mirada brillante de Tobio hicieron latir su corazón tan fuerte
que casi le podría haber dolido el pecho. Pero no, lejos de doler, se sentía
increíblemente feliz.
—
Sí, Tobio.
La
respuesta afirmativa del menor Kagami casi consiguió que un sonrojo explotara
en su rostro, con suerte solo había aumentado el carmín en sus orejas. Y una extraña sonrisa tiró de las comisuras de
sus labios. Sí, él también estaba –jodidamente–
feliz.
Así,
siendo una pareja de verdad, tanto Shoyo como Tobio sabían que no podían seguir
su camino sin al menos besarse. ¡Porque las parejas hacen eso! Por supuesto, no
es que ellos de repente tengan deseos de sentir nuevamente esa tibieza de los
labios ajenos presionando los propios. ¡Oh bien! Sí lo hacían, pero no iban a
decirlo. Al menos no ahora.
Y
de esa manera, sin demasiada ceremonia ni rodeos. Los adolescentes simplemente
se besaron. El pelinegro se agachó un poco, mientras que el pelinaranja tuvo
que alzarse en puntillas, y cuando sus rostros estuvieron lo suficientemente
cerca, fusionaron sus bocas, moviendo los labios de acuerdo a lo que les nacía
desde el corazón, o el instinto o lo que sea. Fue un beso diferente, incluso si
la lengua del menor Kageyama se había colado en la del pelinaranja, no era
demasiado húmedo como para sentirse asfixiado o caliente. Era como un beso de adulto que simplemente reafirmaba
cuánto se gustaban mutuamente. Al separarse, el menor Kagami se abrazó a la
cintura del pelinegro, pegando su rostro al pecho de su novio –bien, no es que
pudiese llegar a otra altura–, ahí alcanzaba a escuchar los latidos acelerados
de su corazón.
—
Se acompasaron.
—
¿Q-qué?
—
Nuestros corazones, hacen bum, bum de la misma manera.
—
I-idiota… — Claro, el menor Kageyama estaba simplemente avergonzado.
En
tanto la pareja se reconciliaba. No, se formalizaba sin experimentos de por
medio; fuera de la escuela sus hermanos caminaban rumbo al local de comida
rápido que solían frecuentar. Obviamente, el pelirrojo era el devorador que se
pedía una cantidad impresionante de hamburguesas y a veces hasta pollo frito o
algún extra que le apeteciera. Mientras que el peliazul se conformaba con un
batido de vainilla y algunas papas fritas.
—
Taiga, ¿estás malhumorado de nuevo?
—
No. Por qué.
—
Porque estás devorando como bestia tus hamburguesas, y porque no has abierto la
boca para nada mientras veníamos caminando. ¿Tanto te fastidia que nuestros
hermanos se gusten?
—
Yo… pienso que son celos de hermano. Ya sabes, no es que se trate del mocoso de tu hermano.
—
Mi hermano tiene nombre, Taiga.
—
Sí, sí. Lo siento, no es particularmente que se trate de Tobio.
—
Pero ellos se ven realmente lindos juntos.
—
Tú yo nos vemos, mejor que ellos.
El
peliazul sorbió la pajita de su bebida, las expresiones faciales no parecían
haber mostrado el mínimo cambio, pero el pelirrojo podía ver sus ojos sonreír,
brillaban intensamente, como si hubiera encontrado aquellas palabras
halagadoras.
—
Deberíamos tener una cita doble con ellos.
El
pelirrojo casi se atraganta con el bocado que recién se había pasado. Golpeó su
pecho y tomó agua para que bajara. Su novio se levantó para ayudarle, dando
algunos golpecitos en su espalda.
—
No, no me presiones, Tetsuya.
—
Está bien, más adelante. Pero entonces, tengamos una cita tú y yo, Taiga.
…
Habían
tenido que posponer la comida en casa de los Sawamura hasta este fin de semana,
todo porque el anterior los Sugawara habían salido de viaje a visitar a unos
parientes en la ciudad vecina. Los planes para Koushi como para Teppei se
habían visto arruinados, pero parecía que todo era para bien. O esa mentalidad
tenían los hermanos Sugawara.
—
¿Vendrás a casa después de comer con Sawamura, o tendrán una cita?
—
No sé, Daichi no me ha propuesto nada de salir después de comer en su casa.
Pero puede que sea así, ha estado algo ansioso porque no hemos tenido
oportunidad de salir solos desde hace dos semanas… — El de cabello platinado
dijo con una de esas sonrisillas que le hacían lucir algo más adorable. Aunque aquella faceta para su
hermano mayor no fuera algo particularmente interesante… — ¿Qué hay de ti?
¿Tienes planes para hoy con Izuki-kun?
—
Shun dijo que hoy no podía salir, sus padres irán de compras en familia. Así
que los mellizos tienen que ir.
—
No pareces satisfecho~ hermano, nunca pensé que pudieras tener esa clase de
expresiones… — Dijo, presionando el entrecejo del llamado corazón de hierro… — Te saldrán arrugas~.
—
Oh, ¿no son sexys?
El
menor Sugawara rió de buena gana. Por supuesto que podían ser sexys en algunas
personas. Y está seguro de que Teppei es una de esas personas, pero le entraba
bastante en gracia que frunciera el ceño por estar molesto ya que no podrá
reunirse con su novio.
—
Koushi.
—
¿Sí?
—
Esto que voy a preguntarte es raro pero… — Aclarar la garganta y tratar de
verse cool a ojos de su hermano menor. Aunque fuera en vano… — Sé que tú con
Daichi ya lo han, hecho.
—
Oh… — Murmuró el peliplatino sonrojándose copiosamente.
—
Esto, ¿puedes darme algún consejo para no arruinarlo cuando?... bueno, cuando.
Tú sabes.
—
Solo, asegúrate de amarlo, Teppei. Siempre que se trate de amor, que le cuides
y le mimes, las cosas resultarán bien para los dos. Y bueno, hay algunas
revistas en línea que te pueden dar algunos tips sobre todo lo que es en sí el
acto físico… — Agregó, sintiéndose bastante avergonzado de hablarle de esto. No
es que no se tuviesen confianza, es que esos temas eran de por sí bochornosos
para él.
—
Gracias, lo revisaré. Y, Koushi.
—
¿Qué?
—
Mejor te vas o llegarás tarde.
—
¡Oh, es verdad! Nos veremos después… — Besando la mejilla de su hermano mayor
(una costumbre que tenía cuando salía de casa), tomó una chaqueta y se apresuró
a salir… — ¡Me voy mamá!
—
Salúdame a los Sawamura~ querido.
Camino
a casa de los Sawamura, el peliplatino texteó a su novio para avisarle que ya
iba para allá.
— Te
veo en la estación, salí a comprar unas cosas y también estoy regresando.
El
peliplatino sonrió, se sentía emocionado, avergonzado y un poco temeroso por
esta reunión. Lo que le dijo su novio aquella noche seguía generándole
curiosidad, pero mismo Daichi no había querido decirle más porque no estaba
seguro de nada.
Cuando
llegó a la estación, Daichi ya estaba ahí, con el bolso de las compras colgando
de su mano y una sonrisa tranquila en los labios. Al reunirse, el gemelo
Sawamura le saludó enlazando sus manos sin preocuparse demasiado por si les
veían o no. Apenas unos pocos minutos después estaban en casa de los Sawamura.
Los señores Sawamura recibieron a Koushi de buen agrado, como siempre.
—
Bienvenido. Tan puntual como siempre, Koushi-kun. ¿Cómo está tu familia?
—
De maravilla, Ren-san.
—
Querido, ven a sentarte un momento aquí… — La señora de la casa dijo, palmeando
un sitio en uno de los sofás de la estancia.
—
De acuerdo, Nozomi-san.
Para
entonces, el menor Sugawara ya se sentía nervioso. Y eso lo obviaron los
adultos.
—
Tranquilo, solo queremos hablar debidamente contigo y Daichi. Cariño, siéntate
junto a él, como corresponde.
—
Nh, sí mamá.
La
adolescente pareja se sentó uno junto al otro como les indicaron. Ambos estaban
algo rígidos, y nerviosos pues ignoraban lo que los señores Sawamura querían
hablar con ellos. Bien, el gemelo tenía una idea enorme. Y probablemente era de
hecho su culpa que lo hubiesen notado, siempre hablando de Koushi, incluso su
padre le había sorprendido una vez mientras se masturbaba, y a la fecha dudaba
de si le habría escuchado cuando gimió el nombre de su novio al alcanzar el
clímax. Aquella tarde su padre había vuelto demasiado temprano a casa después
de su trabajo, por eso le había pillado en aquel acto tan vergonzoso para que
su progenitor le viera.
—
No estén tensos, realmente esta charla es para… ¿cómo deberíamos decirlo amor? —
Nozomi preguntó a su esposo. El hombre (tan apuesto como sus hijos, aunque la
mujer también era hermosa, y probablemente el negro de su cabello se lo
heredaron a ella) miró brevemente a su esposa y luego volvió la mirada hacia
los chicos.
—
Para decirles que no necesitan ocultar lo que tienen, nosotros estamos de
acuerdo con su relación.
—
¿Eh?
—
Bueno, puede ser un poco repentino decirlo tan directamente, pero Ren y yo
hemos hablado de esto seriamente. Y antes que nada, la felicidad de nuestro
Daichi es lo más importante. Además, Koushi-kun, no creo que haya incluso
ninguna chica más bonita que tú, eres absolutamente perfecto para Daichi. Y lo
más, más importante de todo esto es, que ustedes se quieren, ¿no es así?
El
peliplatino estaba tan avergonzado como halagado por las palabras de Nozomi-san
que todavía no le salía la voz.
—
Es así, mamá, papá. Koushi y yo nos amamos. Yo, sospechaba que ustedes estaban
enterados de lo nuestro, gracias por hacer de nuestra relación algo, agradable
para ustedes.
—
Pero qué tonterías, Daichi. Claro que es agradable, ya sabes que Koushi-kun es querido
por nuestra familia. Y bueno, tu madre lo dijo antes, ustedes se ven bien
juntos. Vamos a estar para ustedes siempre, aunque haya quien no lo vea de esta
manera, ustedes van a contar con nosotros en lo que sea.
—
Gracias, Nozomi-san, Ren-san… — El peliplatino estaba tan feliz, que no pudo
evitar el sonrojo que se expandió en sus mejillas, ni la sonrisa que se dibujó
en sus labios. Tal era la contentura, que incluso sentía ganas de llorar… — Amo
a Daichi, y sé que estaremos juntos toda la vida, por eso… por eso, gracias por
aceptar lo nuestro.
—
Bienvenido a la familia, Koushi-kun… — Nozomi dijo, pero sus palabras fueron
secundadas por su esposo.
Ya
para el momento de la comida, Yukio y Junpei se unieron en la mesa, y degustar
los platillos preparados por el matrimonio –sí, el matrimonio ya que Ren
participaba de la elaboración de los alimentos cada que tenía tiempo– había
sido uno de los momentos más agradables que Koushi y Daichi podrían conservar
en la memoria.
…
Aunque
Shun hubiera querido evadirlo, Tatsuya finalmente se había salido con la suya y
ahora ahí estaba el mellizo, sentado en su cama con un montón de cosas nuevas que él todavía no sabía si
quería usar. Lubricante, condones y un par de vibradores han sido sus
adquisiciones de su última salida con su mellizo. No, obviamente no ha sido
resultado de su salida con sus padres, con ellos habían salido para comprar un
computador nuevo para cada uno, y también algunos accesorios para el hogar.
—
¿Qué haces ahí solo mirando? Comienza a usarlos.
—
Tatsuya, ¿cuándo dejaste de conocer la vergüenza?
—
¿Qué? Oh vamos, no estamos hablando de temas tabú ni nada. Es perfectamente
normal que muestres interés en tu propia sexualidad Shun.
—
Sí, pero…
—
Pero nada. Presiento que ni siquiera has leído las instrucciones de nada.
El
ojo de águila farfulló entre dientes.
Su hermano suspiró, luego se sentó frente a su mellizo en la cama, mirándole
tan fijamente que Shun incluso se puso más nervioso.
—
¿Qué tanto estás mirándome?
—
¿Quieres tener o no sexo con Teppei?
—
S-sí. Bueno, no solo sexo, ya sabes.
—
Sí, sí. Quieres hacer el amor, pero aunque se trate de sentimientos, el acto en
sí es puramente físico. Y no es que lo diga en mal sentido, cuando hay
sentimientos se involucran otras emociones y todas esas cosas, pero te guste o
no, sigue siendo un acto físico. Su pene entrará en tu…
—
¡Basta! — Exclamó, enrojeciendo furiosamente… — Ya sé cómo es, ok. Es solo que,
no puedo verlo de la misma manera que tú, y prepararme y todas estas cosas.
Solo, no sé, supongo que puedo esperar hasta que el momento adecuado llegue.
Confiaré en Teppei.
—
Seguro. Ahora, empuña tu mano y aprieta lo más fuerte que puedas.
—
¿Qué?
—
Solo hazlo, vamos.
Dudoso,
Shun hizo lo que su mellizo le pidió. Luego le mostró el puño, y Tatsuya le
sujetó el brazo por la muñeca, luego presionó uno de sus delgados dedos contra
el hueco que formaban los dedos de su mellizo.
—
¿Comprendes? No es solamente dejarlo a tu pareja, Shun. Tú también debes poner
de tu parte. Si por algo Teppei no sabe cómo actuar, o le ganan los nervios
solamente, te podría lastimar sin querer. Tú y yo sabemos de lo que estoy
hablando. Un hombre no es anatómicamente apto para el sexo anal, pero es lo que
queremos, así que toma un poco más de conciencia de las cosas. Sea que tú recibas a Teppei, o le des todo tu amor.
—
Tatsuya.
—
¿Sí?
—
¿Siempre eres tan práctico para este
tipo de cosas? Quiero decir, era necesario hacer eso con mi mano… — Murmuró,
sintiéndose más y más avergonzado conforme hablaba.
—
Pues parece que sí. Como sea, te he dado mi consejo mayor.
—
Por unos cuantos minutos, Tatsuya.
—
Ten en cuenta mis palabras, ¿bien?
—
Sí. Mh, gracias.
….
Yukio
no estaba seguro del por qué, pero ahora está ahí, esperando por Ryouta fuera
del cine. Esto era, aunque él no quisiera pensarlo de esa manera, una cita. Después
de aquel beso saliendo de su trabajo, no había intentado dar explicación alguna
de nada. Y –aunque eso le tomó un tanto por sorpresa–, mismo Ryouta no había
preguntado nada. Pero su felicidad era evidente.
—
¡Senpai~! — Exclamó, arrojándose a brazos del gemelo. Aunque, como era de
esperar, Yukio se hiciera a un lado evitando la efusiva llegada de su, cita… —
Qué malo~ por qué te quitas, Yukio-senpai~
—
Cállate y vamos. No quiero entrar tarde a la sala.
—
¿Qué peli veremos?
—
La que quieras está bien.
—
¿Incluso si elijo una romántica?
—
Nh, bueno… no te extralimites.
El
modelo sonrió, por supuesto que no pensaba hacer eso, pero había querido probar
la paciencia de su… Oh bien, hay ocasiones en que piensa que son algo así como
amantes, pero, dado que el mayor no se lo ha preguntado, tiene que echarse para
atrás en pensamiento y seguir viéndole como su inalcanzable y algo testarudo,
primer amor. El senpai al que admirar.
Compraron
entradas para una película de súper héroes, de esas que estaban de moda en las
grandes casas cinematográficas, y que –para qué negarlo– tocaban el alma
infantil de todo mundo.
—
¿Qué personaje del universo Marvel te gustaría ser, senpai?
—
Mh, no sé. Hay muchos buenísimos.
—
Yo quiero ser Wolverine… — Dijo, y simuló la popular postura del guepardo al mostrar las cuchillas en sus
manos. Yukio se permitió una risotada.
—
No hagas el ridículo, eres demasiado enclenque para ser Wolverine.
—
No soy enclenque~
—
Sí lo eres, basta con saber que eres modelo.
—
Ah, pero eso no significa que sea enclenque. Yo soy muy fuerte senpai~ te
podría cargar ahora mismo.
—
Ni se te ocurra… — Dijo el gemelo Sawamura, fulminándole con la mirada para
asegurarse de que no hiciera tremenda estupidez.
—
Yukio-senpai, ¿te gusta mi figura?
—
¿Qué?
—
Bueno, si me ves enclenque, tal vez no te guste mi cuerpo. ¿Estoy demasiado
delgado? — El rubio entonces se estaba tratando de mirar a sí mismo, dando
algunas vueltas como para echar un vistazo a su trasero y tocándose por todas
partes.
—
Idiota, tú… estás bien así.
—
Eh, ¿entonces te gusto?
—
Sí. Y ya para de hacer preguntas tan… tan…
—
¿Tan, qué? Yukio-senpai~ — El modelo preguntó sonriendo con aire cómplice.
—
Sigue tentando tu suerte, Ryouta… — Bufó, mirándole de soslayo mientras subían
las escaleras eléctricas del centro comercial, iban a comer algo y luego tal
vez saldrían a caminar a algún otro lugar. La Torre de Tokio le parecía buena
idea al gemelo, pero también podía ser demasiado, romántico para una primera cita.
—
Yukio-senpai…
—
Ahora qué.
—
Te quiero, Yukio-senpai… — Las dulces
palabras que dijera el rubio (aunque fueran un mero murmullo) habían mandado a
galopar como potro desbocado el corazón del de ojos metálicos.
—
Yo, también, Ryouta… — Murmurando de
la misma manera que el rubio, el de ojos azul metálico correspondió, a su
manera, los sentimientos del modelo.
El
menor Kise estaba tan sorprendido por ese “yo también”, que se había quedado de
pie en su sitio. Y el gemelo ya se había alejado un metro.
—
Sen…pai.
—
¿Qué haces? Dijiste que querías comer algo italiano, ¿verdad?
—
Es que, dijiste… tú dijiste, “yo también”.
—
Sí, lo hice.
—
P-pero, eso significa… no sé lo que significa, Yukio-senpai.
Ante
el obvio shock del rubio, el gemelo suspiró y volvió sobre sus pasos. La gente
continuaba su camino, y ellos estaban prácticamente apenas a un lado de las
escaleras, así que le obligó a moverse tirando de su muñeca, llevándole a un
costado donde pudiera hablarle sin que llamasen demasiado la atención. Aunque
Ryouta siempre lo hacía de cualquier manera.
—
Oye, te besé la otra vez, ¿no es así?
—
S-sí.
—
Y, ¿crees que voy por ahí besando a cualquier o por las puras ganas?
—
No.
—
Bien, entonces pon a tu cerebro a trabajar para variar. Eso significa que me
gustas, Ryouta. Así que espabila ya y vamos a cenar.
Todavía
sintiendo que flotaba en una nube, el modelo se dejó arrastrar por su amado
senpai. No había duda, ellos definitivamente son novios. ¿Podía ponerse a
bailar y festejar?
…
Después
de que se despidieron en el hotel aquella
mañana luego de una apasionada noche de sexo que ninguno podía recordar
claramente –o inconscientemente se negaban en hacerlo–, Shimada y Takinoue
apenas si se veían en la calle o el tren. Obviamente, ambos se estaban
evitando. Y Makoto, bueno, él iba y lloraba con su primo Takeda.
—
Oh, Makoto-san, estás de nuevo en casa. ¿Por qué estás llorando?
—
¡Kaname~! — El de anteojos tiró de su primo menor ahogándole con un abrazo. La
cosa era que Ittetsu aún no volvía del trabajo… — Los hombres son tan crueles,
¡no debes confiar nunca en ninguno!
—
Esto, nosotros también somos hombres, Makoto-san. Y suelta, me vas a destrozar
las costillas. Te prepararé algo de té.
Shimada
siguió moqueando y sollozando hasta que su primo menor volvió a la estancia con
un té para él.
—
Kaname… — Sorber la nariz… — Te gustan las chicas, ¿verdad?
—
¿Eh? ¿Por, por qué me preguntas algo así tan de repente? — El menor Takeda
farfulló entre dientes, sumamente incómodo con la situación. Y es que conoce a
su primo, al hombre solo lo soporta su hermano Ittetsu.
—
¡Te lo acabo de decir! Los hombres son crueles~ aléjate de ellos. ¡Nunca te
enamores de ninguno!
—
Esto… incluso si me enamorara de una chica, ellas también me podrían romper el
corazón. No es cuestión de género, sino de sentimientos.
El
menor Takeda se arrepintió de haber abierto la boca, Shimada se había soltado
en llanto y gimoteaba incapaz de decir una sola palabra con claridad. Unos
minutos después –tiempo en el que Kaname no había hecho más que palmear la
espalda de su primo sin tener idea de cómo consolar a un adulto gay–, el mayor
Takeda finalmente llegó a casa.
—
¿Qué sucede? — Preguntó ni bien vio la escena.
—
Bueno, no ha parado de decir que los hombres son crueles y que no se me ocurra
enamorarme de uno. Pero más, no sé nii-san.
—
Oh, ya veo. Yo me encargo ahora, Kaname. Podrías servir la cena, traje algo
hecho ya que es tarde. Luego podrás tomar la ducha, terminar tus tareas e irte
a dormir.
—
Sí, ya lo sé. No soy un niño, nii-san.
—
Sé que no, Kaname… — Dijo, sonriéndole suavemente mientras tomaba su lugar a
lado de Shimada.
Mientras
Kaname se internó en la cocina para servir lo que su hermano mayor había
llevado y preparaba la mesa, Ittetsu trató de sacarle un poco más de
información a su primo, pero Makoto estaba que no podía parar de llorar.
—
Bueno, veía venir esto de todas formas.
Supongo que las cosas no resultaron con ese chico, su primer amor.
…
Cuando
Nishinoya le mandó un texto a su hermano para avisarle que estaría llegando
tarde a casa, Futakuchi se dio idea del motivo por el que sería así. Y se
sonrojó por vergüenza ajena. Inevitablemente se había imaginado a su hermano
teniendo sexo con el rematador de su club, y aquello casi había resultado
traumático.
—
Kenji-kun, la cena está servida.
—
Sí, mamá. Enseguida voy… — El chico suspiró y guardó su móvil en el bolsillo de
su pantalón. Pero antes de salir de su habitación, éste había vuelto a vibrar… —
Ahora qué será, espero que no se le ocurra decir que no vendrá a casa… —
Susurró para sí, sacó el móvil y revisó su nuevo texto.
— Kise-san
dijo que necesito tenis nuevos, ¿me acompañas a comprar unos?
A
Futakuchi casi se le cae el móvil de las manos. Este texto es de Aone. Su
corazón comenzó a latir con furia, retumbándole en los oídos. Envió su
respuesta con un simple “sí, pongámonos de acuerdo mañana” que envió con dedos
temblorosos.
A
kilómetros de ahí, el alto muchacho de aspecto huraño y hasta intimidante,
sintió sus mejillas calientes cuando recibió su respuesta. Por supuesto, y
cualquiera con algo de intuición y capacidad de observación, nota que este
chico siente algo por su amigo.
…
El
mestizo aún persigue a Yaku, molestándole cada vez con actos algo más cursis y ridículos que el anterior. Pero
hoy, ha sido el acabose –en términos generales y particularmente en el
pensamiento del líbero del club de voleibol–, ¡le ha regalado un ramo de rosas!
—
¿Qué mierda es esto? — Preguntó tenso
hasta las entrañas.
Lev
Haiba sonreía a metros de ahí, de hecho estaba saludando efusivamente desde el
otro edificio, mirándole por el pasillo sin saber que básicamente, había cavado su propia tumba.
…
Aomine
parecía fiera enjaulada por una simple y sencilla razón. Sakurai tiene un
pretendiente. Y es un tipo que parece no tenerle a él ni una pizca de miedo.
—
Ryo, vámonos.
—
¿Eh? Sí, Aomine-senpai.
—
¿Qué pasa, Aomine? ¿Estás celoso de que tenga unas palabras con el lindo
Sakurai?
El
moreno fulminó con la mirada al otro, era un tipo tan alto como él, más bien
musculoso, y aunque tenía cierta apariencia de delincuente, era uno de los cerebritos de toda la escuela. Y razón
por la cual el de ojos chocolate se entendía con el susodicho entre clase y
clase. Lo que era más frustrante para el moreno era también que el tipo en
cuestión venía de Italia y tenía a muchos cautivados por su supuesto atractivo
e inteligencia.
Sakurai
había querido escuchar la respuesta de Aomine, pero cuanto más se alejaban del
aula más perdía la esperanza de que así fuera.
—
¿Ese tipo te agrada?
—
¿Eh?
—
Que si ese imbécil te agrada.
—
Es fácil hablar con él.
—
¿Y conmigo no?
—
Eso, bueno… Aomine-senpai luce molesto o enojado casi siempre. Pero, me agrada
más pasar el tiempo con Aomine-senpai que con nadie.
…
Para
Iwaizumi, su amigo Oikawa era un jodido
misterio. Cuando se trata de experimentar cosas como los besos, tocarse y ese
tipo de cuestiones, suele ponerle en primer lugar. Pero cuando se comprometen
sentimientos o palabras más serias, el pícaro muchacho evade el tema y actúa
como ahora. Haciéndose el sexy con su –estúpido–
club de fans y dejándole a él de lado.
—
La próxima vez que intente colarse en mis pantalones, le patearé el trasero.
— Oikawa-san~ ¡sal con nosotras al
karaoke!
— Lo siento chicas, pero no puedo ir.
— ¡Eh! ¿Por qué no?
— Porque estoy seguro de que mi novia se molestará si lo hago.
…
Para
Kuroo no era raro ver a Kenma semidesnudo, como ellos se visitaban a menudo y
pasaban mucho tiempo juntos, había cosas cotidianas que se habían vuelto tan
naturales que le restaba importancia. Sin embargo, hacía unos cuantos meses que
había cambiado, ya no era todo tan tranquilo
cuando veía a Kenma recién salido de la ducha, por ejemplo, aunque llevase ya
shorts o pantalones, el hecho de ver su delgado torso desnudo o su cabello
largo gotear, le calentaba.
—
Kuroo, deja de mirarme.
—
Por qué, ni que fuera la primera vez que lo hago.
—
Me pone nervioso como me estás mirando.
Kuroo
rio divertido.
—
No tienes por qué. Pero, ¿no estás demasiado flaco? Hasta puedo verte las
costillas… — Dijo, y acto seguido y sin rodeos, se acercó al felino tanteando con sus dedos las
costillas en los costados de su amigo. El cuerpo de Kenma se estremeció, y a
él. Bueno, a él le palpitó la entrepierna.
—
No estoy flaco, esta es mi complexión, Kuroo.
—
Ya lo creo que sí, Kenma… — El peliazabache dijo, pero su cuerpo actuó por
cuenta propia, y lamió la nuca del más bajo.
Continuará……
No hay comentarios.:
Publicar un comentario
Disculpen las molestias, pero se eliminaran los comentarios con contenido de otras parajes fuera de las que se abordan en este blog, esperamos su comprensión