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Parte 4. Amigos sexuales
Yaku
Morisuke, de segundo año, tenía una personalidad un tanto especial. Su carácter
no era el más amable de todos, tendía a llevarse de una forma un poco pesada
para algunos. Y la más de las veces, la gente fuera del club no se le acercaba
mucho porque “es un tipo difícil que solo sabe ordenar”, todo y que en realidad
el joven de baja estatura no ordenaba, aunque había con quienes sí
trataba de imponer su voluntad. Claro, solo con aquellos que le tenían respeto
y sabían que su palabra era casi tan válida como la del capitán.
Sin
embargo, lo que le gustaba a Lev Haiba del muchachito de baja estatura, muy
probablemente era justamente esa actitud caprichosa cuando se metían con su
altura. Era como “un gatito renegado que mostraba las garras y los colmillos
como si fuese a atacar”, eso en palabras del propio mestizo. Por supuesto,
cuando Yaku escuchó al joven de ojos verdes decir aquello con esa sonrisa
petulante que solía adornarle la boca, le dio tremendo puñetazo en la boca del
estómago (que, pese a que el líbero del club de voleibol no quisiera, era la
única parte anatómica del mestizo que quedaba a su alcance, golpearlo en el
rostro le era todo un problema dado el más de 1.80 en que se alzaba). Y desde
entonces, Yaku no tenía más remedio que aguantar al insolente mestizo
tras suyo declarándole todo tipo de cosas que le crispaban los nervios.
¡Amor!
¿Cómo demonios un muchacho como Lev se ponía a hacer declaraciones tan fuertes
como si nada? Eso, por si no ha quedado claro, también le ponía a la defensiva
y con un humor que solía terminar con Haiba en el piso y Yaku sobre su espalda
torturándole con llaves que seguramente se inventaba.
Vaya
cosas con las que tenía que manejarse el capitán del club de voleibol. Con
suerte, tenía más paciencia que sus dos hermanos Yukio y Junpei, porque como
fueran del mismo garbo, menudos problemas que tendrían ambos clubes.
—
¡Dejen de jugar! ¡Vamos todos a limpiar el gimnasio ahora! — Tras las palabras
de Daichi, todos en el club comenzaron a moverse de inmediato.
El
entrenador Kise sonrió complacido al observar a sus pupilos seguir la orden del
capitán sin chistar. No era una simple imposición, es el respeto que el gemelo
Sawamura se ha ganado a base de carácter, liderazgo y trabajo en equipo.
Aunque, aún tenía algunas cosas con las cuales lidiar, como por ejemplo, las
incorregibles fans de Oikawa que siempre piden tiempo del armador para hacerse
fotos o simplemente tontear. Y ya que Oikawa no hace gran cosa para ayudar, se
volvía un poco caótico el momento final del entrenamiento.
—
¡Oikawa, las labores también aplican para ti!
—
Ya voy capitán~ solo estoy siendo amable con tan lindas señoritas… — Dijo
coqueto, guiñando el ojo hacia ese grupito de chicas que chilló emocionado ante
el gesto principesco del chico.
No
fue sin embargo solo al capitán Sawamura a quien le latió la venita en la sien.
Iwaizumi Hajime también se había crispado.
—
Iwaizumi, por favor.
—
Sí, capitán… — El muchacho tomó uno de los balones que junto a sus compañeros
estaba recogiendo, y lo lanzó con impresionante puntería, directo a la cabeza
de su mejor amigo… — ¡Kusokawa, date prisa!
—
¡Ay~ Iwa-chan! ¡Eso dolió! — Se quejó, sobándose la nuca, donde el esférico ha
dado de lleno. Y vaya que cuando quería, Iwaizumi golpeaba con fuerza. Lo cual
era, casi a diario.
—
Es la idea, Kusokawa. El capitán dio una orden… — Farfulló con su generalmente
apática expresión.
Oikawa
sonrió cual inocente palomita y tras despedirse amablemente de sus admiradoras,
se integró a la limpieza del gimnasio, aunque más era lo que tonteaba que lo
que realmente ayudaba. Iwaizumi ni se molestó en dirigirle nuevamente la
palabra, de hecho estaba molesto, muy molesto. Tanto, que le estaba ardiendo el
estómago.
—
Así debe sentirse la bilis. Estúpido Oikawa.
Renegar
sin embargo no iba a serle de mucha utilidad al joven morocho. Pero de eso a
nada, pues mejor ese intento de desahogo mental. Oikawa por su parte no
prestaba atención a los celos callados de su mejor amigo. O quizá sería más
conveniente decir que no pensaba que Iwaizumi le tomase muy en serio.
—
Daichi, ya está todo listo. Podemos informar a Kise-san e irnos.
—
Bien, gracias Koushi.
La
joven pareja de enamorados se sonrió tímidamente, a veces actuaban como capitán
y subcapitán, pero tenía cierto aire romántico que algunos casi veían
corazoncitos flotándoles alrededor. Si alguno le tuviera menos respeto del que
le tienen, seguro les hacían comentarios al respecto. Pero ni los otros de
tercer año tenían el valor para hacerlo.
—
Hoy el dúo de raritos estuvo actuando tan extraño que ni siquiera pude
molestarlos. Si siguen actuando así, el club será un aburrido nidito de
enamorados.
Tsukishima
dijo con tono neutro, aunque la expresión de sus ojos le decía a Yamaguchi que
estaba un poco molesto y siendo un tanto sarcástico. Sin embargo el de las
mejillas pecosas entonces decidió no decir nada, ya antes se sintió incómodo
cuando el rubio lo cuestionó si él quería andar de la misma manera, no tenía
ánimos para involucrarse de nuevo en tan comprometedora situación. El rubio se
sacó los anteojos para limpiarlos ya que el ejercicio del entrenamiento siempre
conseguía que quedaran empañados y sucios de sudor y polvo, sus gélidos ojos
azules miraron de soslayo a su pecoso amigo, algo no le cuadraba en el mutismo
de éste y eso, a él le generaba una gran curiosidad. Aunque tenía sus teorías
respecto a la actitud del pecoso.
Por
otro lado, el mestizo ya estaba de nuevo sobre el líbero, diciendo cosas como
caminar con él de camino a casa.
—
¿Acaso soy un niño que necesita compañía? — Preguntó con un tic nervioso
aflorándole en el ojo izquierdo.
—
No, pero eres tan chiquitito y lindo que te podrían robar, Yaku-san…
¡Ay! — Naturalmente, un golpe fue directo a su costado.
—
¡Estúpido niñato de mierda! ¡Te cortaré la lengua si vuelves a decir esa
idiotez! — Decir que el líbero se ha enfurecido, es bastante acertado.
Y
es que no conforme con el puñetazo que le ha dado en el costado, le siguió una
patada bastante cómica que tumbó al larguirucho ojiverde haciéndole caer tan de
lleno, que la nariz le enrojeció por el golpe sobre la duela del gimnasio. Y
Yaku, decidido a darle una lección, se ha sentado en su espalda, aplicándole
una llave sobre la larga extremidad inferior. El resto de los chicos del club
pasó de largo de ellos, ya sabían que esto terminaría con Lev siguiendo de
todas formas a Yaku cuando dejara de tratarlo como un costal de arena
practicando su extraño boxeo o, de lo más novedoso, artes marciales mixtas.
En
tanto, Shoyo y Tobio han salido del gimnasio tomaditos de la mano, rumbo al
otro club donde, según ellos, esperarán por sus respectivos hermanos.
—
Recuérdame qué sentido tiene que vayamos al club de basquetbol por nuestros
hermanos, Tobio-chan.
El
menor Kageyama fulminó con la mirada al pelinaranja, detesta que le llame “Tobio-chan”
pero de momento dejará pasar el detalle.
—
Porque, como te habrás dado cuenta, el día ha terminado y el troglodita que
tienes por hermano ni siquiera se ha percatado de nada. Vamos a llegar ahí
tomados de la mano para ver su reacción.
—
Ah, es eso eh.
—
¡Claro que sí, qué más! — Luego le jaló a un lado, y tras asegurarse de que sus
compañeros del club se perdían de vista, le dijo bajito… — Acordamos que
fingiríamos ser novios para molestar a Taiga, ¿recuerdas? Pues no tiene sentido
hacerlo sin que él muestre su frustración.
—
Pero también habíamos dicho que seríamos discretos, Tobio-chan. Ir y
aparecernos en su club solo para que nos vea tomados de la mano, no es ser
discretos. Además, ya nos vio por la mañana, quizá se ha contenido porque
Tetsu-san ha usado su poder sobre mi hermano para eso.
—
Ah, mi hermano… — El pelinegro meditó un momento las cosas y tuvo que admitir
que el pelinaranja tenía razón. Probablemente el mayor Kagami estaba que echaba
fuego por los ojos pero su propio hermano había intermediado por ellos, ya que
el mayor Kageyama ha parecido particularmente complacido con que él tenga
algo con Shoyo… — Entonces solo vamos a irnos, de todas maneras ellos se
irán por su propia cuenta.
—
¡Sí~ vámonos! — Sonriendo alegremente, y sin soltar la mano que de hecho
también sujetaba la suya como si ni siquiera estuvieran conscientes de que han
estado así por minutos, el pelinaranja echó a andar de nuevo por el camino que
llevaban, pero sin torcer hacia el otro gimnasio.
Sin
embargo, porque no todo puede ser miel sobre hojuelas…
—
¡Shoyo!
—
¿Eh? — El pelinaranja apenas tuvo que virar el rostro hacia un lado para ver a
su hermano venir, junto con el peliazul. De todas formas, la cara de su hermano
estaba tensa y su mirada echaba chispas… — ¡Ah! — Entonces levantó su mano.
Mano que no estaba sola, pues la del menor Kageyama estaba fuertemente aferrada
a la suya… — Esto…
—
¿Por qué tan agarraditos de la mano, Shoyo? — El pelirrojo preguntó al estar
más cerca, sonreía pero claramente se notaba que no era para nada de alegría.
—
¿Te ando preguntando porque agarras la mano de mi hermano? — Retó el pelinegro,
encarando a su cuñado sin ápice de respeto o miedo, lo que era peor, visto que
son de estaturas similares, el duelo de miradas se ponía bastante interesante.
—
No te pregunté a ti, mocoso… — Gruñó el pelirrojo.
Pero
antes de que aquello se volviera en un ida y vuelta de comentarios sarcásticos
entre el mayor Kagami y el menos Kageyama, el peliazul mencionó el nombre de su
novio.
—
Taiga… — Tetsuya tiró de la manga de la sudadera del uniforme deportivo de su
novio. Cuando los ojos rojos del mayor Kagami cayeron sobre su novio, éste
tragó hondo… conocía esa mirada, y sabe lo que vendrá después… — Me iré a casa,
¿debo irme solo?
—
N-no, vamos… — Carraspeó y luego volvió la mirada hacia su hermano, pero sobre
todo su cuñado… — Tú y yo hablaremos en otra ocasión, Tobio.
—
Cuando quieras, cuñado… — El pelinegro siseó con tono sórdido.
Y
el pelirrojo sintió un pinchazo de bilis en la boca del estómago porque ha
comprendido la burla que el menor Kageyama le ha lanzado. Cuñado, tanto
si es porque él está saliendo con Tetsuya, como si le estuviera echando en cara
que algo tiene con su hermano Shoyo.
—
Maldito mocoso, ya verás que conmigo no puedes.
—
Taiga, si no tuvieras esa manía de fruncir el ceño cuando estás pensando tomar
venganza tal vez yo no te fastidiaría. Pero te lo repetiré, si interfieres
entre Sho-chan y mi Tobio, yo voy a enojarme contigo.
—
¡Tetsuya!
—
Lo he dicho, y sabes que siempre cumplo con mi palabra. Ahora vamos, quiero
batido de vainilla. Y tal vez, si te portas mejor, te deje besarme antes de
llegar a casa.
El
pelirrojo maldijo interiormente a diestra y siniestra. Tetsuya no le ha dejado
besarle ni una sola vez en todo el día. ¡Y eso no es justo! Resultaba ahora que
tendría que tragarse su orgullo de hermano mayor si quería seguir bien
con su novio. ¡Completamente intolerante!
—
Por qué no conozco ningún punto débil en Tetsuya. Siempre es solo él quien
puede manipularme… — Pensó casi con aire resignado.
Casi,
porque el mayor Kagami tampoco estaba muy dispuesto a ceder sin dar algún tipo
de pelea.
—
Oye, Tobio.
—
Qué.
—
¿Por qué detestas tanto a mi hermano? ¿Es solo celos de hermano?
—
¿Ah? ¡Pues claro, qué mas!
—
Es que, no lo entiendo muy bien.
—
No, porque eres un idiota, Shoyo.
—
No es porque sea idiota… — Murmuró frunciendo el ceño… — Es porque a mí no me
dan celos de que mi hermano salga con Tetsu-san. ¿No es que, te guste mi
hermano?
—
¡Ah! ¡Ves como sí eres un idiota! ¡Cómo demonios iba a gustarme Taiga! ¡Es tan
troglodita que no entiendo cómo es que mi hermano se enamoró de él!
—
¿Y yo, Tobio?
—
¿Eh?
—
¿No soy más que el idiota hermano del troglodita?
—
¿Qué?
—
Aceptaste tan rápidamente mi idea solo porque en verdad quieres fastidiar a mi
hermano, ¿verdad? Porque sabes que si lo haces enfadar podrías hacer que
Tetsu-san y niisan se peleen, y es lo único que quieres.
El
pelinegro chasqueó la lengua. El razonamiento del pelinaranja era extrañamente
lógico, aceptable y, en cierta forma, se acercaba a su propio pensamiento
porque claro que había concluido aquello. Fastidiar a Taiga hasta que perdiera
la razón, hiciera alguna idiotez y entonces Tetsuya terminara con él. Pero
llegar a plantearse que hubiera la mínima posibilidad de que hiciera todo
aquello por celos, o porque a él le gustara Taiga. ¡Eso sí que le revolvía el
estómago!
—
Tobio, ya puedes soltar mi mano.
—
Ngh, sí… — ¡Mierda, no se había dado cuenta!
El
pelinaranja dio media vuelta y siguió camino fuera de la escuela. Todo el ánimo
y la emoción que había tenido desde el día anterior y hoy se ha esfumado como
una hoja que es arrastrada por el viento.
—
¿Shoyo?
—
¿Qué?
—
¿Por qué dijiste de actuar como ellos?
—
También quería molestar a mi hermano. Pero me di cuenta de que no es tan
divertido. Yo no quiero que por esto Tetsu-san y él tengan problemas.
—
No te creo.
—
¿Eh?
—
Dije que no te creo. Que hayas dicho eso solo porque querías molestar a Taiga.
—
¿Y entonces por qué iba a decirlo?
—
¿Tal vez, porque te gusto?
El
pelinaranja se congeló al instante. Y abrió sus grandes ojos chocolate de par
en par porque, sencillamente, entraría en pánico y terminaría confesándose solo
si el pelinegro presionaba un poco. ¡Cosa que esperaba no hiciera!
—
He dado en el clavo, ¿verdad?
—
Pa-para nada… ¡No es así!
—
Te has puesto rojo, y tu mano sudaba todo el tiempo cuando las tuvimos
enlazadas.
—
Eso… eso no tiene qué ver.
—
Sí que lo tiene.
—
¡No!
—
¡Sí!
—
¡Déjame en paz! — Gritó desesperado, frustrado y asustado. El pelinaranja
apretó la correa de su bolso y echó a correr al máximo de su velocidad. Y su
velocidad no era broma.
El
pelinegro chasqueó la lengua y echó a correr detrás del pelinaranja. Había
posibilidades de que no tuviera el ritmo para darle alcance, pero le quedaba
confiar en su propia velocidad y el hecho de que sus largas piernas le
permitieran una zancada mayor.
…
Desde
que Ryouta no le presta atención, se siente como si haya pasado una eternidad.
O algo parecido en cuestiones de tiempo, porque realmente solo han pasado un
par de días, pero Yukio Sawamura se ha dado cuenta de que echa de menos que
ande revoloteando alrededor de él, diciéndole que le gusta y todas esas
cursilerías que salían de su boca.
Al
salir de su trabajo en el café, el gemelo Sawamura no hacía otra cosa que
pensar en el rubio modelo. Y cuanto más trataba de alejarlo de su mente, más
parecía aferrarse a su recuerdo.
—
¡Maldición! Tengo que hacer algo con todo esto, incluso en el entrenamiento me
siento inquieto. Atento solamente a lo que hace o deja de hacer ese Ryota idiota.
¿Y qué fue eso de hoy? Estaba coqueteando con las chicas solo para molestarme,
¿verdad?
—
Senpai~
Por
un segundo, el corazón del gemelo Sawamura dio un brinco de premeditada
emoción, pero cuando el adolescente volteó para encarar a su interlocutor, se
encontró con alguien completamente diferente al modelo. De hecho era un chico
de segundo año que también lo llamaba “senpai” de vez en cuando. Muy, de vez en
cuando.
—
Murasakibara, qué haces por aquí.
—
Vengo del café donde trabaja, Yukio-san. Pero ya estaba cerrado, y tenía tantas
ganas de esos panecillos que venden.
—
¿Y? No es como si yo tenga llave para regresar y venderte algunos.
—
Ya sé que no. Por qué estás tan malhumorado desde ayer, Yukio-san. Un capitán
así no es para nada entretenido.
—
Olvídalo, solo dime lo que quieres.
—
¿Mañana podrías apartar unos para mí?
—
¿Por qué simplemente no pasas más temprano?
—
Es porque acompaño a Tatsuya a su casa, y cuando regreso siempre es más tarde.
—
¿Tatsuya? Ah, el hermano de Shun.
—
Sí. Así que, ¿puede hacerme ese favor, senpai?
—
Supongo. Por qué no, bien.
—
Gracias… — El alto muchacho de cabellos violetas rebuscó en su bolsillo dinero
y le encargó una considerable cantidad de panecillos al gemelo Sawamura, luego
se despidió y torció en sentido contrario en la siguiente esquina.
—
Cierto que solo me dice “senpai” cuando quiere algo. Generalmente tiene que
ver con golosinas, postres o sencillamente comida. Me pregunto si será verdad
que él es novio de Izuki Tatsuya. Bueno, no es de mi incumbencia de todas
formas.
Sin
embargo, mientras continuaba su propio camino a casa, el gemelo Sawamura iba
pensando en cosas tales como que, cuando se trata de amor, aplica bastante ese
dicho de “el amor es ciego” ya que, no solo porque se trata de
relaciones gay, sino porque además es entre chicos que cualquiera se
preguntaría que pueden tener en común como para gustarse de tal manera.
—
¿Qué le gustará a Ryota de mí?
—
Senpai…
—
Ahora qué, Murasakibara.
—
No soy Murochin, senpai.
—
Ryota…
…
Si
bien el beso de aquella noche en el parque podía haberse tomado como un pequeño
desliz, que Aomine hubiese vuelto a caer seducido por los bonitos labios
de Sakurai, ya no podía considerarse otro desliz, sino más bien un gustito
inevitable que le ha surgido por la adictiva boquita dulce del castaño. Y el
hecho de que Sakurai no se le resista y se sonroje como termostato cuando él le
besa, solo ha conseguido que el moreno se sienta en una vorágine de emociones
novedosas que están poniendo todo su mundo “patas arriba”.
Por
eso, cuando le ha sonsacado que le buscase de nuevo esa noche en el parque, el
moreno ni siquiera se había tomado la delicadeza de cualquiera con un ápice de
sentido común, en avisarle nada al castaño. Simplemente le ha arrastrado bajo
un árbol donde hay suficiente oscuridad como para evitar las miradas de algunas
personas que andan por ahí, y ha asaltado su boca con besos cada vez más
confiados y húmedos.
Sakurai
ha sido pillado por sorpresa en cada una de esas ocasiones, pero no se ha
negado en absoluto. Los besos de Aomine le gustan por una sencilla razón y
salta a la vista. Lo quiere. Cuando la lengua del moreno se ha colado
descaradamente en su boca y el beso se ha vuelto tan demandante que le consume
rápidamente el aliento, el castaño ha aferrado sus manos en las mangas de la
sudadera del mayor de los dos, sintiendo que de no ser por el soporte del
tronco del árbol en que está recargado, sus piernas hace rato que se habrían
vencido.
—
Aomine-senpai~ — Suspiró cuando el moreno se dignó en darle un respiro. Tenía
las mejillas coloradas y los labios hinchados. Sus ojos permanecían cerrados,
casi como si tuviera miedo o demasiada vergüenza, abrirlos.
—
Ryo, ¿habías besado antes a alguien? — El moreno preguntó, casi inconsciente
del tono grave de su voz o la mirada metálica cruzada por un inexplicable
enojo.
—
Yo, solo Aomine-senpai me ha besado… — Respondió abriendo suavemente los ojos,
demasiado avergonzado para controlarse a sí mismo.
—
No dejes que nadie más te bese, ¿entiendes?
—
¿Eh?
—
Eres mío, Ryo.
—
Senpai…
…
Cuando
Oikawa le pidió a Iwaizumi que le permitiera pasar –otra vez– la noche en su
casa, el chico morocho presintió que su amigo tenía otras intenciones
escondidas. Cenó en casa, y como cada vez, su madre estaba encantada con el
armador, riendo divertidísima con los halagos que Oikawa le hacía. Su padre,
por otra parte, bromeaba diciendo que si Oikawa continuaba coqueteando con su
mujer, probablemente él tendría que seducir nuevamente a su esposa para que no
cayera en las redes juveniles del adolescente. Para Iwaizumi estas bromas
habían sido –relativamente– normales antes, pero ahora cuando pensaba en cómo
su mejor amigo flirteaba con las chicas, se le iba acentuando esa acidez en la
boca del estómago que le hacía pensar que eso sería lo natural en Oikawa,
coquetear con alguna chica bonita, hacerla su novia y luego, hacer crecer una
lista de relaciones que solo usaría para inflar su ego.
Terminada
la cena, Oikawa ha ayudado a la señora de la casa a limpiar la cocina, acción
en que ha arrastrado a Iwaizumi. Recogieron la mesa y mientras lavaban los
trastes, el armador se había puesto a juguetear ensuciándole la nariz con jabón
o atrapando sus dedos bajo el chorro de agua como si fueran más que amigos. Al
menos en el pensamiento de Iwaizumi este tipo de acciones no las hacían los
amigos. De todas formas trató de ignorar los hechos y no mostrarse perturbado
por el actuar de Oikawa. El armador por su parte sonreía divertidísimo. Y
cuando se encerraron en la habitación del morocho, ni siquiera dudó en tumbarlo
en la cama yéndosele encima para sentarse a horcajadas en su regazo.
—
Quítate, Oikawa.
—
¿Por qué, Iwa-chan?
—
No fastidies, tenemos tarea.
—
Podemos hacerla después.
—
No, voy a hacerla ahora. No me interesa si quieres perder el tiempo en otra
cosa, no me incluyas. Así que quítate.
—
¿Por qué estás enojado, Iwa-chan?
—
No lo estoy.
—
Claro que sí, te conozco… — Dijo con tono audaz, y sigiloso se inclinó sobre el
cuerpo de su amigo, acercando tanto sus rostros que sus narices se rozaron… —
¿Estás celoso?
—
¿De quién?
—
De mí, por supuesto.
—
No tengo razón alguna para estar celoso de ti, Kusokawa. Quítate.
—
Oh, pensé que flirteando con las chicas conseguiría ponerte un poquito celoso,
Iwa-chan~ — Canturreó insistiendo en rozar sus narices, pero entonces agregó a
aquel gesto el movimiento sutil de su cadera sobre la pelvis de su amigo. Casualmente
el roce era sobre la entrepierna del morocho. E Iwaizumi no era para nada de
piedra, claramente su cuerpo reaccionó… — ¿Esto te disgusta?
—
¿Estás caliente de nuevo, kusokawa?
—
Me pongo cuando estoy contigo, Iwa-chan.
—
¿Qué soy, tu juguete? Si quieres desahogar ve al baño y haz lo tuyo.
—
¿No entendiste? Me pongo contigo, Iwa-chan… — Dijo, y sus labios cayeron sobre
el cuello del morocho comenzando a besar en tanto continuó rozando su trasero
contra la entrepierna del otro.
Iwaizumi
quiso pensar en cuánto detestaba esta actitud caprichosa de Oikawa, pero su
cuerpo no estaba cooperando con la intención de su raciocinio. El jadeo que
vibró en su garganta fue la señal que el armador pudo estar esperando para atacarle
de verdad.
Sin
que Iwaizumi lo previera, Oikawa había metido su mano bajo el pantaloncillo
deportivo que vestía y comenzado a acariciar con sus largos dedos la extensión
de su virilidad. Los jadeos de antes comenzaron a sonar como gemidos roncos que
Oikawa se apuró en callar con algo que hasta entonces no habían hecho
realmente, besarse.
A
Iwaizumi le dio un poco de grima pensar en que Oikawa besara tan condenadamente
rico como para pensar que fuese su primer beso. Él por su parte estaba
avergonzado porque sí era su primero. Y en cierta forma, lo detestaba. Porque
no ha hecho más que tener sus primeras veces con Oikawa como si tuvieran algo
más que una torcida amistad.
—
Iwa-chan, ¿puedo hacértelo con la boca?
—
¿Ah, qué?
—
Vamos Iwa-chan, no flotes en el espacio… — Le escuchó decir con una sonrisita,
e Iwaizumi estuvo tentado de tumbarle de una patada, pero justo entonces el
propio armador se bajó de su regazo… — Quiero intentar chupártelo~.
—
¡Qué! No, espera Oikawa… — Luego un alargado gemido que mismo Iwaizumi escuchó
tan fuerte que se apuró en morderse los labios y mirar de reojo con suma
preocupación la puerta de su habitación, temeroso de que sus padres viniesen a
preguntar qué estaba pasando.
A
quien parecía importarle un reverendo cacahuate todo, era a Oikawa. Y es que el
muchacho se había metido el pene erecto de Iwaizumi a la boca sin mayor
advertencia de nada. No lo ha tragado por completo, tal vez poco menos que la
mitad, porque como no tiene experiencia en esto, primero necesita analizar la
situación. El falo de Iwaizumi era considerablemente largo y ancho, estaba tan
bien dotado como él mismo. Ni de broma podría meterlo completo en su boca sin
sentir arcadas, pero la felación parece una de las actividades favoritas de
todas las parejas que disfrutan de su sexualidad, así que él quiere descubrir
los por qué.
Comenzó
explorando con su lengua la cabeza fálica, lamiendo y enrollando alrededor de
la cabeza, presionando la hendidura. Luego fue más abajo sintiendo cómo entraba
el pene en su boca hasta tocarle la garganta, luego retrocedió antes de que una
arcada le hiciera perder su lado cool. Y repitió la acción repetidas ocasiones,
descubriendo así que las succiones mojaban el miembro y lo endurecían
rápidamente hasta su punto máximo de excitación.
Tirado
en la cama, Iwaizumi había alcanzado con la mano uno de sus almohadones y ahora
mordía una de las puntas, callando así sus gemidos, y también las insaciables
ganas de llevar sus manos a la cabeza de Oikawa y marcarle un ritmo diferente.
Imaginarse y experimentar el sexo oral eran mundos absolutamente diferentes,
esto era la maldita gloria. La lengua de Oikawa era rugosa, y muy
flexible, además de caliente y húmeda; aunque eso diría que es toda la cavidad
bucal de su amigo. Podía sentir también el roce de sus dientes cuando subía y
bajaba, y en alguna ocasión jura que le dio pequeñas mordidas en la punta.
Cuando
Oikawa se dio cuenta de que el vello púbico en la base del miembro de Iwaizumi
le picaba el mentón, comprendió que de alguna manera estaba tragándole
más profundo. Lo extraño era que no sentía arcadas, y el sabor salado, quizá
agridulce, del presemen que ya exudaba el falo de Iwaizumi, no era tan
desagradable como pudo pensar.
—
Basta, Tooru. ¡Basta! — Iwaizumi empujó tan fuerte el rostro de Oikawa que
inevitablemente liberó su pene.
El
morocho jadeaba con las mejillas arreboladas de carmín, y su miembro erecto
tenía rojiza la punta. Oikawa sintió un pinchazo de excitación cuando le vio, y
solo entonces tomó conciencia de su propia erección, que dolorosa le palpitaba
entre sus ropas. Iwaizumi llevó una de sus manos a su propio pene, bombeando
para aliviar su excitación por cuenta propia, que no le había hecho demasiada
gracia la idea de correrse en la boca de su amigo, sobre todo porque ha pasado
tan poco tiempo y él ya estaba así.
—
Iwa-chan, juntos.
El
armador dijo en tanto exponía su miembro y se acercaba al morocho sentándose en
sus muslos, dejando el espacio justo para que sus erecciones se rozaran,
tomando la mano que él tenía en su entrepierna y colocándola en la suya.
Intercambiando así el objetivo de la mano ajena. Iwaizumi miró a Oikawa a los
ojos, pero su mano no dudó en moverse arriba y abajo bombeando con el ritmo que
ha notado le gusta más al armador.
—
Ahh~ Iwa-chan~ así~
—
Baja la voz, Kusokawa.
Sin
decir nada, el armador topó su boca con la del morocho. Iwaizumi captó de
inmediato que Oikawa ha encontrado en los besos la forma más efectiva de
mantener sus voces a ralla. Así, mientras se mordían los labios y compartían
besos rudos, las manos de ambos se movieron en el miembro del otro con
habilidad hasta que Iwaizumi fue el primero en derramarse ensuciándole la mano
y dejándole tembloroso. Inconscientemente, el morocho redujo los movimientos de
su mano, pero el falo del armador aún no se liberaba.
—
Iwa-chan~ no seas cruel. — Le susurró al oído, mordisqueándole el lóbulo a la
vez que llevaba su propia mano (sucia con el semen del morocho) a la ajena,
marcándole el ritmo de bombeo que su amigo había abandonado… — Nhh~ Iwa-chan~
Después
de un par de minutos gimiendo tan ladino al oído del morocho, el armador alcanzó
su propio orgasmo y derramó su semilla mezclándose con el de su amigo cuando
manchó su mano. Con una sonrisa en los labios, Oikawa no titubeó al besar a
Iwaizumi como si eso fuese lo más natural entre ellos. Después estiró la mano y
alcanzó los pañuelos desechables para limpiarse. Aquel acto fue suficiente para
devolverle algo de cordura al morocho.
—
Oikawa.
—
Mh.
—
¿Qué estamos haciendo?
—
Masturbándonos, Iwa-chan. ¿No que eres inteligente?
—
No estoy bromeando, Oikawa… — Dijo con voz severa, y la mirada del armador cayó
sobre él con serenidad… — Este tipo de cosas no puede seguir.
—
¿Por qué no? Te gusta, incluso te corriste más fácil porque te lo hice con la
boca.
—
No estoy hablando de eso, y lo sabes, no intentes fingir que no entiendes de lo
que estoy hablando.
—
Iwa-chan, no he mentido en ningún momento. Tocarnos mutuamente se siente bien,
y es menos problemática que tener sexo con una chica. Incluso si llegamos al
final, todavía me sigue pareciendo mejor contigo que con una chica.
—
¿Así que solo es por conveniencia?
—
Porque no haría esto con cualquiera. Chico o chica, Iwa-chan. Pero no sé qué
tipo de razón quieres escucharme decir.
—
Tienes razón, tampoco sé que quiero escucharte decir.
La
mirada compartida entonces, no pareció la más relajada en ninguno de los
varoniles rostros.
…
Esa
noche era extraña, para Ittetsu y Keishin estar en esta cita doble
realmente se estaba convirtiendo en algo incómodo. Y es que Makoto estaba
haciendo completamente el ridículo frente a su mencionado amor unilateral.
Intentaba establecer conversaciones con temas absurdos que el susodicho pronto
desechaba, también ha sido un lío con los cubiertos e incluso ha roto un plato,
ha derramado el sake sobre el mantel y quebrado sus anteojos. Lo de sus
anteojos ha sido el acabose, ¡porque nadie entiende cómo sucedió!
Ittetsu
había intentado salvar la noche. Corrección, lo había pensado, pero él más que
su primo se siente demasiado torpe con eso de ser gracioso o interesante, así
que ha optado por el silencio durante casi toda la cena en un conocido
restaurante del centro de la ciudad. Keishin ha hecho lo propio, pero cuando
hizo algunas preguntas el susodicho terminó platicando de chicas, lo cual
deprimió a Makoto.
Más
tarde, cuando la cena terminó, Makoto pensó que era el momento para tomar cada
quien su camino. La noche ya iba bastante mal como para alargarlo más.
—
Ittetsu y Keishin ya deben irse, gracias por la compañía… — El chico pelioscuro
notó cierto nerviosismo en su primo y el novio de éste, quizá estaban pensando
que su siguiente movimiento era tomar caminos diferentes… — Yuusuke también
querrá irse, ¿verdad?
—
¿Eh? Bueno yo no tengo nada importante qué hacer mañana temprano. Pero si
ustedes tienen que marcharse, entonces no hay más opción que despedirnos aquí.
Salgamos en otra ocasión con más tiempo.
Makoto
casi siente que su mandíbula cae al piso cuando escuchó a su amigo decir
aquello. ¡Si ha sido todo desastroso! ¿Quizá lo ha dicho solamente por ser
cortés? Sí, sí. Eso se ajusta mucho más. Sin embargo, ¿fue su idea o Takinoue
solo parecía haberse dirigido a su primo y Kise? Como si estuviera dando por
hecho que él seguiría la noche.
—
Esto…
—
Sí, Ittetsu y yo aún tenemos que trabajar mañana. Así que, ¿Makoto y tú
seguirán juntos?
—
Sí, vamos a tomar a un bar, ¿verdad Shimada?
—
S-sí…
Takeda
miró a su novio, luego a su primo y finalmente a Takinoue. Algo raro se
respiraba en el ambiente, pero como no sabía bien lo que era, simplemente se
despidió. Cuando se marchó junto a su novio, la expresión de su cara estaba
reflejando su inquietud.
—
Pese a que fue catastrófica la cena, parece que Takinoue realmente quiere
seguir pasando la noche con Makoto. Así que fue mejor dejarles, Ittetsu.
—
Pero, estoy preocupado por Makoto.
—
Si las cosas salen mal, es decir, si Takinoue no tiene el mínimo interés en
Makoto, será mejor que tu primo lo descubra de una vez, ¿no?
—
Supongo que sí. Aún así me sentiré inquieto hasta que él me contacte de nuevo.
—
Vamos, mañana tenemos entrenamiento de fin de semana. No nos preocupemos por
algo en lo que no tenemos nada de control, Ittetsu.
—
Sí, tienes razón Keishin.
—
Lo que deberíamos hacer es… — Acercó su boca al oído de su novio y le susurró
proposiciones que hicieron enrojecer furiosamente al docente… — ¿Y, qué dices?
—
So-solo si prometes que mañana no tendré problemas para caminar… — Murmuró
avergonzado, pero consciente de su propia necesidad por la intimidad con su
novio.
Kise
festejó con un gracioso gesto de victoria.
…
Cuando
despertó, tenía una jaqueca terrible. Apartó la sábana y se sorprendió por
estar desnudo. A su lado, alguien dormitaba tranquilamente bajo la manta, oculta
de pies a cabeza. La silueta que se marcaba bajo la blanca sábana sin
embargo le pareció diferente, aunque lucía delicada y de sexys curvas, no le
encajaban del todo en el pensamiento. Takinoue sonrió de medio lado, debió
tomar mucho anoche al platicar de mil cosas con su antiguo amigo Makoto, y
luego seguramente ligó con alguna chica en el bar.
—
Mh, ahora que pienso en ello, no recuerdo haberme acercado a ninguna chica… —
Dijo para sí mientras con una mano comenzaba a deslizar la sábana y descubrir
así la identidad de su conquista… — Qué demonios.
El
murmullo apenas ha alcanzado a salir de sus labios con algún tono audible. La
sorpresa le ha cruzado la faz de su cara con un inquietante poema al asombro.
No es una ella sino un él quien descansa a su lado en esta amplia
cama de hotel. Además, no es un él cualquiera, sino justamente…
—
Shimada… me acosté con, Shimada.
Y
es que no había más explicación para su desnudez y las ropas de ambos regadas
por la habitación. Tampoco había rastros de presencia femenina alguna como para
pensar en algún trío, es algo que nunca intentó pero que al menos le habría
funcionado como explicación. Pero esto, pensar en haber tenido sexo con otro
hombre.
—
¡Mierda! — Gimoteó por lo bajo, sujetándose la cabeza con las manos.
Continuará……
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