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Parte 18. Cuando el río suena…
Honestamente,
Tetsuya tenía ciertas inquietudes respecto a qué tanto su hermano había hecho
realmente con el pelinaranja. No es que dude de la decisión que ambos
muchachitos pudieran ponerle a todo esto del sexo. Simplemente le parecía que, pese a todo, el pelinegro no
podía ser tan inconsciente como para lanzarse sobre la enorme responsabilidad
de tener su primera vez sin al menos
haberlo preparado todo detalladamente.
—
Entonces, Tobio-chan, ¿qué tanto Sho-chan y tú hicieron?
—
¿Qué tanto? — El menor Kageyama ladeó el rostro.
Sí,
estaba divagando en los recuerdos.
…Flashback…
La
verdad era que había sido idea del pelinaranja. Bien, no exactamente eso, pero había insinuado que ellos dos
podían ir más lejos que besos, tomaditas de manos o acercamientos sugerentes.
—
Tengamos sexo, Tobio. — El menor Kagami había dicho, justo cuando ambos estaban
esperando que pasara el autobús a casa. El pelinegro se atragantó con su propia
saliva.
—
Qué. — Preguntó con tono más bien hosco, mirándole de lado, casi feliz de que
las otras personas en la misma parada estuvieran en sus propios asuntos, tal
vez, y solo tal vez, no han escuchado el disparate que su novio ha soltado tan
repentinamente.
—
Lo que has escuchado. ¿No deberíamos? Yo quiero, Tobio. — Dijo, mirándole con
ojos brillantes.
Y
ya que de paso son enormes, era sencillamente imposible resistirse a esos
suplicantes ojos avellana que estaban anclados con los suyos. El menor Kageyama
tragó hondo, notando que de la nada, la garganta más bien se sentía seca.
—
Tú, ¿eres idiota? Espera, eso es obvio.
—
¡Qué!
—
Por qué quieres hacerlo de pronto,
Shoyo.
—
Porque… — La voz del pelinaranja fue incluso más baja, y por alguna razón,
encontró entretenido jugar con sus dedos, haciendo puchero para rematar. — Es
lo que las parejas hacen, ¿no?
¡Tan
lindo!
Al
pelinegro le dieron unas ganas tremendas de besarlo. Y, como no es de los que
se aguantan los deseos sin más, el menor Kageyama arrastró al menor Kagami
lejos de la parada de autobús, lejos de posibles miradas y cuchicheos, en un
rincón oscuro calle arriba. Y le besó, tan repentinamente apasionado que,
aunque el pelinaranja ha ido cogiendo experiencia en las artes del besar, no
pudo seguirle el ritmo y terminó absolutamente dominado, con el corazón desbocado
y los labios rojos llenos de saliva.
—
Tú, por qué de repente el beso adulto. — Gimoteó avergonzado. Sí, pero con una
excitación incontrolable palpitándole en el bajo vientre. Por alguna razón, su
cuerpo temblaba de expectación.
Quería.
No, necesitaba más, mucho más de esos contactos con su novio.
—
¿Quién es el único que me ha provocado, Shoyo idiota? — El pelinegro dijo, y
aunque a modo de pregunta, la severidad de sus ojos negros era evidente. Y
también el bulto que comenzaba a notarse bajo sus pantalones. — No podemos ir a
tu casa o la mía.
—
Un, ¿hotel?
—
No sé si nos dejarán entrar, somos menores de edad.
—
Pero, yo realmente quiero hacerlo
contigo, Tobio~.
—
Tsk, deja de usar ese tonito dulce conmigo, Shoyo. Ya tengo problemas para
controlarme a mí mismo aquí… — Dijo,
señalando su entrepierna.
El
menor Kagami mordió su labio inferior, consciente del estado de su novio. Y de
su propia excitación.
—
Entonces, ¿a dónde podríamos ir, Tobio?
El
pelinegro frunció el ceño ligeramente frustrado por el evidente obstáculo
frente a ellos. Podrían intentar colarse en un hotel, no perdían nada. Pero, si
aquello no resultaba ¿qué? Sus casas estaban absolutamente descartadas, y de
pronto parecía escaso de ideas.
—
Sígueme.
El
menor Kageyama volvió a arrastrar a su novio calle arriba, doblando a la
izquierda, cruzando la avenida. Y así, el camino comenzaba a parecerle familiar
al menor Kagami. Cuando comprendió del todo hacia dónde iban, ya estaban ahí,
ingeniándoselas como auténticos delincuentes
para entrar en la escuela, eludiendo al velador y colándose en la sala de
profesores, tomando la llave del gimnasio y entrando sin más allí.
—
¿Estás planeando que gastemos energía practicando?
—
No. Vamos a hacerlo aquí.
—
¡Qué!
—
Shh, no grites, o van a descubrirnos y estaremos en problemas.
Agazapándose
como si alguien anduviera por ahí, aunque no eran más que sus nervios,
pelinaranja y pelinegro suspiraron.
—
¿Se te fueron las ganas?
—
No es eso~. Pero, no es muy romántico hacerlo
aquí, Tobio.
—
Te lo dije, dudo que nos dejen entrar a un hotel.
—
Pero, no me gusta aquí~.
—
Tsk, vámonos entonces. Pensaremos en otra manera.
—
No~ espera. — Sujetando el brazo del pelinegro, el menor Kagami le tiró
haciéndole volver a ras de piso. Sentándose muy formalmente uno frente al otro
en la semioscuridad de un rincón en el gimnasio. — Va-vamos. Vamos a hacerlo.
—
Dijiste que no te gusta, Shoyo.
—
Pero quiero hacerlo.
El
pelinegro chasqueó la lengua, su novio era tan caprichoso. Incluso en ese
cuerpo pequeño y cara de ángel había tal maldad como para ponerle en aquellos
dilemas.
—
Entonces deja de quejarte del lugar y vamos a hacerlo.
—
¿Aquí? — El pelinaranja preguntó, y a su novio le palpitó la venita en la sien…
— Al menos, en el almacén. Siento que aquí será demasiado vergonzoso.
—
Bien, bien. Donde quieras, pero vamos a darnos prisa, se hace tarde.
—
¿Pero sí quieres? Ahora pareces enojado.
—
Si sigues haciéndome perder el tiempo en verdad me voy a enojar, Shoyo.
El
pelinaranja sonrió de medio lado. Cristalino y radiante, con sus grandes ojos
avellana brillando como pequeñas copias del sol, con luz propia. Su pelinegro
novio frunció el ceño, ésta debía ser la forma en que sería manipulado de ahora en adelante. No era tan
malo, poniéndolo en perspectiva, porque Shoyo era increíblemente lindo siendo así.
—
Tu mano está sudorosa, Tobio.
—
Cállate, la tuya también, y además caliente y temblorosa, Shoyo.
—
Es porque estoy nervioso~. ¿Tú no lo estás?
—
Obviamente, aunque lo tengo todo en mi cabeza, lo estudié con una habitación
como escenario, no el maldito almacén del gimnasio.
El
menor Kagami soltó una risita, mientras se internaban allí, donde el olor no
era precisamente agradable y se encontraban rodeados de escobas, trapeadores,
mallas y demás herramientas necesarias para practicar voleibol. Ni pizca de
romanticismo, se sentía más como algo que pasaba por la calentura del momento. Un poquito deshonesto, a decir verdad.
—
Pero yo confío en ti, Tobio~.
Cinco
minutos después, tras varios besos, sus manos realmente habían comenzado a
moverse con aquella intención lasciva de desnudar al otro. Las chaquetas
cayeron primero, después las camisetas de cada uno. La piel desnuda que tenían
frente a sus ojos tiñó de carmín las mejillas de ambos.
—
Ng~. — El menor Kagami respingó cuando los dedos de su novio rozaron
delicadamente su pecho, específicamente uno de sus pezones, provocándole un
estremecimiento que sacudió todo su cuerpo.
—
Aunque no es la primera vez que nos vemos así, se siente muy diferente. —
Concentrado en tocar la piel desnuda de su novio, el pelinegro no se percató
del todo de las reacciones que provocaba en el pelinaranja.
Sus
suaves jadeos, la respiración alterada o el rostro colorado al rojo vivo.
Tampoco fue consciente del pulso acelerado del menor Kagami o la mirada
lacrimosa que le mostraba con sus grandes ojos avellana. El pelinegro tenía
toda su atención en las partes que iba descubriendo en la anatomía de su novio,
ya no solo sus pezones sino también cuesta abajo, rozando la piel hasta el
ombligo, delineándolo como si fuera una de las cosas más impresionantes que ha
visto en la vida.
—
Tobio~. — El pelinaranja suspiró su nombre, tomando la mano que le acariciaba y
llevándola a su pecho, allí donde su corazón tamborileaba con fuerza… —
Suficiente, siente mi corazón, siento que moriré si no haces algo más que eso~.
El
pelinegro tragó hondo casi involuntariamente. De pronto lo ha comprendido, cuán
adorable luce su pequeño novio así. Y
asaltó su boca, besándole con apremio, colando la lengua en la húmeda cavidad,
dándole uno de esos besos adultos que
tanto les han gustado últimamente, aumentando la temperatura que les crepitaba
en el interior, alterándose por demás las hormonas.
Y
luego de pronto se supo ahí, recostado en el frío piso del almacén, con el peso
de su pelinegro novio recordándole con febril pasión que estaban en medio de hacerlo. Y cuando sintió los dedos de
Kageyama bordeando sus pantalones, estremecerse de nuevo con más fuerza que
antes fue inevitable, jadeando en medio de un beso, con las mejillas y el
cuerpo tan calientes que sentía que podría derretirse.
—
Levanta la cadera, Shoyo.
—
Ng~.
El
menor Kageyama le bajó los pantalones hasta los tobillos, pero honestamente no se
entretuvo en sacárselos del todo, porque sus manos resbalaron, cual si tuvieran
vida propia, por las piernas del menor Kagami, acariciándole tan íntimamente
por primera vez en su relación. Cuando subió los ojos más allá de las firmes
piernas hasta la cintura, descubrió la erección creciente bajo la ropa interior
del pelinaranja, y decidiendo conocer la expresión que tendría en ese momento,
el pelinegro subió aún más su mirada hasta el rostro de su novio.
El
menor Kagami tenía el rostro bañado de carmín, y tenía los labios
entreabiertos, jadeando seriamente alterado. Ni en sus sueños más húmedos –y sí
que los ha tenido desde que sale con Kageyama– se sintió como ahora. Porque
esto era real, su novio lo estaba tocando con intención lasciva, mostrándole incluso
en sus ojos negros cuánto deseaba recorrerle de pies a cabeza y conocer cada
rincón de su anatomía.
—
Estás excitado, Shoyo.
—
Claro que lo estoy~ me estás tocando tanto~. Además, no soy el único~.
Dijo,
y su mirada viajó del rostro de su novio a la pelvis de éste. El bulto bajo los
pantalones era tan evidente que sintió una repentina vergüenza al verle así, e
intentó lindamente ocultar su rostro
con sus manos.
—
¡Ngh~! — Soltando ese jadeo chillón cuando la pelvis del pelinegro se frotó
contra la suya, estimulando ambos cuerpos de aquella manera. — ¡Ngh~ Tobio!
—
Mírame, Shoyo. — Ordenó con voz áspera, empujando su pelvis con un poco más de
fuerza contra la ajena. Guardando sus propios jadeos en la garganta, queriendo
lucir más varonil y maduro ante su novio. Necesitaba ser el hombre en la relación.
El
pelinaranja apartó sus manos mostrando entonces su rostro colorado y brillante
mirada a un pelinegro que sí, lucía, de alguna forma, más varonil y maduro, con
sus ojos negros fulgurando una intensidad que superaba a su concentración y
determinación en el partido de voleibol más complicado que hubiesen tenido.
—
¡Angh~ Tobio~! Des~despacio~ ngh~.
—
¿Te duele?
—
Un poco~.
El
menor Kageyama se apartó entonces, su novio lo miró, y casi a punto de
reclamarle alejarse, le vio desnudarse por completo. Así, sin darle tiempo de
prepararse mentalmente para verle en traje de adán. La erección del pelinegro
le hizo jadear entre asustado y ansioso, y tragó hondo en respuesta a ello.
Encogiendo las piernas y retrocediendo casi involuntariamente.
—
¿Qué estás haciendo, Shoyo?
—
N-nada. Solo fue, nada.
—
Ven aquí, hay que quitarte el bóxer también.
—
E-espera~.
—
¿Ah?
—
Yo, lo haré yo solo.
—
¿Por qué?
—
¡Tú te desnudaste solo también!
—
¡Ah!
Con
puchero y entrecejo ligeramente fruncido, el pelinaranja se apresuró en quedar
al desnudo también. Su trompetilla aumentó cuando se dio cuenta de que su
amiguito al ser del ombligo era más pequeño
que el de su novio.
—
Tobio.
—
¿Qué? Deja de tratar de escapar y quédate quieto.
—
¡Asegúrate de que no me duela, ok!
—
¡Ah!
—
¡Tu pene es más grande que el mío~!
—
Bueno, soy más alto, idiota.
—
¡Estoy seguro de que eso no tiene nada qué ver!
—
Tal vez no, de todas formas, ¿es momento de discutir sobre eso? Y deja de
gritar, alguien va a venir y nos pillarán así.
El
menor Kagami se cubrió la boca de inmediato –aunque ahora no resolviese lo
alterado que estuvo antes–, y su novio aprovechó para acercarse, separarle las
piernas y colarse entre ellas de modo que le fuera imposible cerrarlas de
nuevo.
—
Sé un poco más gentil, Tobio~.
—
Estoy siendo gentil, tú eres el único que está siendo caprichoso. Y eso que
fuiste tú quien insistió en hacerlo.
—
Es que te impones de unas formas muy rudas. — Gimoteó.
El
menor Kageyama le lanzó una de sus miradas asesinas,
perdiendo la paciencia –si es que podía decirse que la tenía–, suspiró y luego
se inclinó sobre el cuerpo de su novio, apoyando sus manos a lado de sus
hombros.
—
Vale, entonces cómo quieres que lo hagamos, Shoyo.
—
¿Eh?
—
No quiero que te sientas intimidado, por lo que te estoy preguntando, cómo
quieres que lo hagamos.
—
Ah, esto… yo… ng. Primero, esta postura es incómoda, el piso es…
Ni
bien terminaba de hablar, el pelinegro ya estaba moviéndose, tomando sus ropas
para acomodarlas a modo de mantas, improvisando el peor lecho del mundo para
ofrecerle a su novio. El pelinaranja parpadeó entre confundido y sorprendido,
luego sonrió y se sentó cómodamente sobre las ropas de su novio. Que estuvieran
desnudos le daba cierto toque cómico a la escena.
—
Bien, qué más.
—
No luzcas más maduro que yo. — Gimoteó, francamente, caprichoso.
—
Ng, lo intentaré.
—
Y, continúa donde interrumpiste antes de desnudarte como si nada. — Añadió con
un puchero.
Puchero
que el menor Kageyama le mordió en tanto le empujaba sobre las ropas y le
besaba, acomodando su cuerpo contra el del menor Kagami con suavidad, rozando
sus erecciones y jadeando entre besos. La fricción continuó por unos minutos
más, no muchos pues ambos encontraron que era agotador hacer aquello, y que,
por si fuera poco, su inexperiencia los haría terminar antes de sentir que lo
han disfrutado lo suficiente.
—
Gírate, Shoyo.
—
¿Eh?
—
Voy a prepararte. Aunque no tengo lubricante
conmigo, leí que la saliva también puede funcionar, así que voy a intentarlo.
—
¡Eh! ¿Vas-vas a, entrar en mí?
El
pelinegro arqueó una ceja.
—
Dijiste que querías hacerlo. Por
supuesto que quiero entrar en ti, Shoyo.
El
pelinaranja jadeó con gesto asustadizo. Nervioso se dio media vuelta,
poniéndose de rodillas y temblando otro poquito cuando el calor del cuerpo de
su novio le hizo sentir vulnerable.
—
Tranquilízate, Shoyo, si te duele o no te gusta, me voy a detener.
—
¿Lo prometes?
—
Lo prometo.
El
menor Kagami asintió, y trató de relajarse, confiando así en el pelinegro.
Kageyama se encontró a sí mismo más nervioso de lo que podría aceptar. Leerlo,
verlo en revistas o videos, era absolutamente diferente a hacerlo de verdad. El cuerpo del pelinaranja lucía tan pequeño y delicado, que le preocupó
llegar a herirle. Retrocedería y detendría todo este loco asunto, pero eso podría dañar la confianza que Shoyo ha puesto
en él. Tenía que ser el hombre.
Lamer.
Esa había sido una de las formas en que Kageyama sabía que podía prepararse aquella parte de la anatomía
para el sexo entre hombres. Usó sus manos para separar las nalgas del menor
Kagami, y le sintió respingar al tacto, usando su propia chaqueta para ocultar
su rostro, seguramente muerto de vergüenza otra vez. El comprimido ano le dio
algo de preocupación, y de cierta forma, ternura.
—
Debo estar loco, encontrar tierna esa
parte suya. Ng, en realidad dudo que haya manera de que no le duela. Dilatarlo
será… — Suspiró y acercó su rostro a aquella parte, apenas lamió una vez
cuando el pelinaranja ya había escapado de nuevo. — Shoyo. — Sí, ha siseado con
mirada severa y una venita palpitándole en la sien.
—
Es que, es que… ¡ahí está sucio~! — Gimoteó rojo hasta las orejas.
—
¡Ah! ¡No importa, vuelve aquí!
—
¡Pero realmente…!
Las
exclamaciones del pelinaranja murieron contra los labios de su novio, que en un
santiamén le ha alcanzado y besado para callarle. Que de paso ha recordado que
el alboroto podría ser escuchado por el velador de la escuela. Y también
aprovechó para, teniéndole atrapado contra el piso otra vez, levantarle la
cadera, colando las ropas del pelinaranja bajo su propia cintura y dejándola
ligeramente elevada de esa manera. Así, tras abandonar su boca, tomándole por
los tobillos elevó el cuerpo de su novio de modo que el trasero de éste quedó a
su disposición, haciendo que sostuviera su propio peso en sus hombros mientras
él dejaba caer saliva en el orificio del pelinaranja. Entiende que lamerle no
es buena idea ahora, que no le ha gustado y ha disparado su vergüenza
haciéndole escapar, así que lo dejará para otra ocasión.
El
menor Kagami, todavía lo suficientemente avergonzado como para sentir más
sangre en su rostro que en su entrepierna, trató de soportarlo entonces, pero
gimoteó incómodo cuando sintió que algo
presionaba contra su comprimido anillo. Comprende que debe ser un dedo de su
novio, y entre la vergüenza y la incomodidad, se revuelve bajo el dominio del
menor Kageyama, incapaz de más nada que gemir y jadear, susurrando el nombre de
su novio y derramar algunas lágrimas.
—
¿Duele mucho, Shoyo?
—
E-estoy bien. Pue-puedo soportarlo, Tobio.
El
pelinegro podía verle bien la cara desde el ángulo que le ofrecía esta postura,
las lágrimas resbalando por las sienes hasta perderse en sus naranjas cabellos,
no le gustaban ni un poquito al menor Kageyama; pero tampoco quería parar a
menos que el mismo Shoyo se lo pidiera. Así que continuó su labor. Su dígito ha
entrado casi hasta la mitad, pero la resistencia de las paredes estrechas del
pelinaranja le dice que no es para nada suficiente lo que ha hecho. Así que
intenta escupiendo más saliva, tratando de empujar ésta de inmediato anillo
adentro. La resistencia no comienza a ceder sino hasta varios minutos después.
La erección de ambos ha disminuido, pero de alguna manera se han coordinado en
pensamiento y deseo como para mantener el interés y las ganas de seguir. Cuando
la resistencia desapareció para su primer dígito, el pelinegro agregó
lentamente un segundo. La espalda del pelinaranja, que había vuelto abajo
minutos antes, se arqueó al tiempo que sus labios dejaban escapar un gemido de
dolor, y otro par de lágrimas resbalaban por sus mejillas.
Varios
minutos después, incapaz de agregar un tercer intruso, y viendo que era
imposible que su erección pudiese entrar en el cuerpo de su novio, ambos
estaban tirados en el piso, mirando el techo con la mente aturdida. De todas
formas, el menor Kagami sentía que le dolería el trasero al menos hasta el día
siguiente.
—
Lo siento, Tobio.
—
¿Por qué?
—
Ya que no pude relajarme más, ahora no podremos hacerlo~.
—
Idiota, no tienes que disculparte por eso. Está bien si lo tomamos con calma.
La próxima vez hay que planearlo bien, estoy seguro que con lubricante será más
fácil.
—
¿Tú, has comprado de esa cosa?
—
Condones también.
—
Eres un pervertido, eh. — Dijo, sonriendo divertido.
El
pelinegro carraspeó con las orejas rojas.
—
No soy pervertido, solo precavido.
Luego
se sumieron por unos instantes más en silencio. Hasta que la mano del
pelinaranja serpenteó tímidamente hasta la entrepierna de su novio.
—
Qué…
—
Podemos masturbarnos, ¿cierto?
El
pelinegro sonrió también, sentándose y siendo imitado por su novio.
—
De todas formas, no vayas a empezar a gritar otra vez, Shoyo.
—
Sí, sí. No voy a gritar. Tobio, tienes que decirme cómo hacerlo que te guste,
¿vale?
—
También tú a mí.
Las
manos de ambos se han movido por la erección del otro, rodeando la base y
masajeando hacia arriba casi en sincronía. Ambos jadearon al toque, y conforme
fueron tomando confianza en tocarse de esta íntima manera, aquellos sonidos se
transformaron en gemidos, y de tanto en tanto fusionaron sus bocas en besos
húmedos, intermitentes, tan adultos.
…Flashback…
El
mayor Kageyama estaba inexpresivo, como a menudo suele ser, pero podía notarse
en sus ojos azul océano la sorpresa.
—
No necesitaba detalles, Tobio-chan.
—
Lo sé, yo solo, ng. — El menor Kageyama frunció el ceño. En realidad, no se dio
cuenta de que estaba relatando su aventura
con el pelinaranja hasta que casi hubo terminado.
—
Pero está bien, entiendo que ustedes dos en realidad no han llegado hasta el
final. Deja que me encargue de Taiga a mí manera, Tobio-chan.
—
Gracias, Tetsu-nii.
…
Todo
estaba listo para su cita con Sakurai. Aomine ha llegado puntual al punto de
encuentro, el centro comercial. Mira su reloj de muñeca continuamente, detesta
admitirlo para sí mismo, pero está nervioso. Nunca en su vida había tenido
citas, y por alguna razón, quiere que sea perfecta para el castaño.
Cinco
minutos antes de la hora acordada, el castaño llegó con prisas. Es que le ha
visto desde la calle del frente, tan guapo esperando en la entrada principal,
con algunas chicas mirándole con interés.
—
Lo siento, Aomine-senpai, he llegado tarde.
—
No, has llegado puntual Ryo. Y, ¿senpai? — Pregunta, elevando una ceja con aire
molesto.
—
Ah, yo. Daiki. — Murmura, todavía sintiendo vergüenza cuando le llama por su
nombre.
—
Eso es, Ryo. Ahora, vamos. ¿Qué quieres hacer primero?
—
Lo que quieras está bien, Daiki.
—
Entonces, vayamos a comprar playeras de pareja, o algo así.
…
Tetsuya
estaba gimiendo ruidosamente mientras Taiga le embestía salvajemente.
Continuará…
No sabes cuanto tardé en encontrar tus fics otra ves ;;;; que noche más boneta, muchas gracias por tus historias!
ResponderBorrarOh por deoos. Pobre Shoyo :( pero hasta que se acostumbre, como lo hizo atsushi.
ResponderBorrarQuien no quiere un hermano mayor como Tetsu-nii ♡
AoSaku! Me encantaaaaan. Ya quería ver algo más de ellos ♡. Yo no sé porque no hay más aceptación de esta pareja en el fandom :(
Ese final! Casi las 2 a.m., pero seguir leyendo ♡♡♡