martes, 2 de enero de 2018

Sport Lovers. Parte 18. Crossover KNB&HQ!



~*~*~*~
Parte 18. Cuando el río suena…


Honestamente, Tetsuya tenía ciertas inquietudes respecto a qué tanto su hermano había hecho realmente con el pelinaranja. No es que dude de la decisión que ambos muchachitos pudieran ponerle a todo esto del sexo. Simplemente le parecía que, pese a todo, el pelinegro no podía ser tan inconsciente como para lanzarse sobre la enorme responsabilidad de tener su primera vez sin al menos haberlo preparado todo detalladamente.

— Entonces, Tobio-chan, ¿qué tanto Sho-chan y tú hicieron?

— ¿Qué tanto? — El menor Kageyama ladeó el rostro.

Sí, estaba divagando en los recuerdos.


…Flashback…

La verdad era que había sido idea del pelinaranja. Bien, no exactamente eso, pero había insinuado que ellos dos podían ir más lejos que besos, tomaditas de manos o acercamientos sugerentes.

— Tengamos sexo, Tobio. — El menor Kagami había dicho, justo cuando ambos estaban esperando que pasara el autobús a casa. El pelinegro se atragantó con su propia saliva.

— Qué. — Preguntó con tono más bien hosco, mirándole de lado, casi feliz de que las otras personas en la misma parada estuvieran en sus propios asuntos, tal vez, y solo tal vez, no han escuchado el disparate que su novio ha soltado tan repentinamente.

— Lo que has escuchado. ¿No deberíamos? Yo quiero, Tobio. — Dijo, mirándole con ojos brillantes.

Y ya que de paso son enormes, era sencillamente imposible resistirse a esos suplicantes ojos avellana que estaban anclados con los suyos. El menor Kageyama tragó hondo, notando que de la nada, la garganta más bien se sentía seca.

— Tú, ¿eres idiota? Espera, eso es obvio.

— ¡Qué!

— Por qué quieres hacerlo de pronto, Shoyo.

— Porque… — La voz del pelinaranja fue incluso más baja, y por alguna razón, encontró entretenido jugar con sus dedos, haciendo puchero para rematar. — Es lo que las parejas hacen, ¿no?

¡Tan lindo!
Al pelinegro le dieron unas ganas tremendas de besarlo. Y, como no es de los que se aguantan los deseos sin más, el menor Kageyama arrastró al menor Kagami lejos de la parada de autobús, lejos de posibles miradas y cuchicheos, en un rincón oscuro calle arriba. Y le besó, tan repentinamente apasionado que, aunque el pelinaranja ha ido cogiendo experiencia en las artes del besar, no pudo seguirle el ritmo y terminó absolutamente dominado, con el corazón desbocado y los labios rojos llenos de saliva.

— Tú, por qué de repente el beso adulto. — Gimoteó avergonzado. Sí, pero con una excitación incontrolable palpitándole en el bajo vientre. Por alguna razón, su cuerpo temblaba de expectación.

Quería. No, necesitaba más, mucho más de esos contactos con su novio.

— ¿Quién es el único que me ha provocado, Shoyo idiota? — El pelinegro dijo, y aunque a modo de pregunta, la severidad de sus ojos negros era evidente. Y también el bulto que comenzaba a notarse bajo sus pantalones. — No podemos ir a tu casa o la mía.

— Un, ¿hotel?

— No sé si nos dejarán entrar, somos menores de edad.

— Pero, yo realmente quiero hacerlo contigo, Tobio~.

— Tsk, deja de usar ese tonito dulce conmigo, Shoyo. Ya tengo problemas para controlarme a mí mismo aquí… — Dijo, señalando su entrepierna.

El menor Kagami mordió su labio inferior, consciente del estado de su novio. Y de su propia excitación.

— Entonces, ¿a dónde podríamos ir, Tobio?

El pelinegro frunció el ceño ligeramente frustrado por el evidente obstáculo frente a ellos. Podrían intentar colarse en un hotel, no perdían nada. Pero, si aquello no resultaba ¿qué? Sus casas estaban absolutamente descartadas, y de pronto parecía escaso de ideas.

— Sígueme.

El menor Kageyama volvió a arrastrar a su novio calle arriba, doblando a la izquierda, cruzando la avenida. Y así, el camino comenzaba a parecerle familiar al menor Kagami. Cuando comprendió del todo hacia dónde iban, ya estaban ahí, ingeniándoselas como auténticos delincuentes para entrar en la escuela, eludiendo al velador y colándose en la sala de profesores, tomando la llave del gimnasio y entrando sin más allí.

— ¿Estás planeando que gastemos energía practicando?

— No. Vamos a hacerlo aquí.

— ¡Qué!

— Shh, no grites, o van a descubrirnos y estaremos en problemas.

Agazapándose como si alguien anduviera por ahí, aunque no eran más que sus nervios, pelinaranja y pelinegro suspiraron.

— ¿Se te fueron las ganas?

— No es eso~. Pero, no es muy romántico hacerlo aquí, Tobio.

— Te lo dije, dudo que nos dejen entrar a un hotel.

— Pero, no me gusta aquí~.

— Tsk, vámonos entonces. Pensaremos en otra manera.

— No~ espera. — Sujetando el brazo del pelinegro, el menor Kagami le tiró haciéndole volver a ras de piso. Sentándose muy formalmente uno frente al otro en la semioscuridad de un rincón en el gimnasio. — Va-vamos. Vamos a hacerlo.

— Dijiste que no te gusta, Shoyo.

— Pero quiero hacerlo.

El pelinegro chasqueó la lengua, su novio era tan caprichoso. Incluso en ese cuerpo pequeño y cara de ángel había tal maldad como para ponerle en aquellos dilemas.

— Entonces deja de quejarte del lugar y vamos a hacerlo.

— ¿Aquí? — El pelinaranja preguntó, y a su novio le palpitó la venita en la sien… — Al menos, en el almacén. Siento que aquí será demasiado vergonzoso.

— Bien, bien. Donde quieras, pero vamos a darnos prisa, se hace tarde.

— ¿Pero sí quieres? Ahora pareces enojado.

— Si sigues haciéndome perder el tiempo en verdad me voy a enojar, Shoyo.

El pelinaranja sonrió de medio lado. Cristalino y radiante, con sus grandes ojos avellana brillando como pequeñas copias del sol, con luz propia. Su pelinegro novio frunció el ceño, ésta debía ser la forma en que sería manipulado de ahora en adelante. No era tan malo, poniéndolo en perspectiva, porque Shoyo era increíblemente lindo siendo así.

— Tu mano está sudorosa, Tobio.

— Cállate, la tuya también, y además caliente y temblorosa, Shoyo.

— Es porque estoy nervioso~. ¿Tú no lo estás?

— Obviamente, aunque lo tengo todo en mi cabeza, lo estudié con una habitación como escenario, no el maldito almacén del gimnasio.

El menor Kagami soltó una risita, mientras se internaban allí, donde el olor no era precisamente agradable y se encontraban rodeados de escobas, trapeadores, mallas y demás herramientas necesarias para practicar voleibol. Ni pizca de romanticismo, se sentía más como algo que pasaba por la calentura del momento. Un poquito deshonesto, a decir verdad.

— Pero yo confío en ti, Tobio~.

Cinco minutos después, tras varios besos, sus manos realmente habían comenzado a moverse con aquella intención lasciva de desnudar al otro. Las chaquetas cayeron primero, después las camisetas de cada uno. La piel desnuda que tenían frente a sus ojos tiñó de carmín las mejillas de ambos.

— Ng~. — El menor Kagami respingó cuando los dedos de su novio rozaron delicadamente su pecho, específicamente uno de sus pezones, provocándole un estremecimiento que sacudió todo su cuerpo.

— Aunque no es la primera vez que nos vemos así, se siente muy diferente. — Concentrado en tocar la piel desnuda de su novio, el pelinegro no se percató del todo de las reacciones que provocaba en el pelinaranja.

Sus suaves jadeos, la respiración alterada o el rostro colorado al rojo vivo. Tampoco fue consciente del pulso acelerado del menor Kagami o la mirada lacrimosa que le mostraba con sus grandes ojos avellana. El pelinegro tenía toda su atención en las partes que iba descubriendo en la anatomía de su novio, ya no solo sus pezones sino también cuesta abajo, rozando la piel hasta el ombligo, delineándolo como si fuera una de las cosas más impresionantes que ha visto en la vida.

— Tobio~. — El pelinaranja suspiró su nombre, tomando la mano que le acariciaba y llevándola a su pecho, allí donde su corazón tamborileaba con fuerza… — Suficiente, siente mi corazón, siento que moriré si no haces algo más que eso~.

El pelinegro tragó hondo casi involuntariamente. De pronto lo ha comprendido, cuán adorable luce su pequeño novio así. Y asaltó su boca, besándole con apremio, colando la lengua en la húmeda cavidad, dándole uno de esos besos adultos que tanto les han gustado últimamente, aumentando la temperatura que les crepitaba en el interior, alterándose por demás las hormonas.

Y luego de pronto se supo ahí, recostado en el frío piso del almacén, con el peso de su pelinegro novio recordándole con febril pasión que estaban en medio de hacerlo. Y cuando sintió los dedos de Kageyama bordeando sus pantalones, estremecerse de nuevo con más fuerza que antes fue inevitable, jadeando en medio de un beso, con las mejillas y el cuerpo tan calientes que sentía que podría derretirse.

— Levanta la cadera, Shoyo.

— Ng~.

El menor Kageyama le bajó los pantalones hasta los tobillos, pero honestamente no se entretuvo en sacárselos del todo, porque sus manos resbalaron, cual si tuvieran vida propia, por las piernas del menor Kagami, acariciándole tan íntimamente por primera vez en su relación. Cuando subió los ojos más allá de las firmes piernas hasta la cintura, descubrió la erección creciente bajo la ropa interior del pelinaranja, y decidiendo conocer la expresión que tendría en ese momento, el pelinegro subió aún más su mirada hasta el rostro de su novio.

El menor Kagami tenía el rostro bañado de carmín, y tenía los labios entreabiertos, jadeando seriamente alterado. Ni en sus sueños más húmedos –y sí que los ha tenido desde que sale con Kageyama– se sintió como ahora. Porque esto era real, su novio lo estaba tocando con intención lasciva, mostrándole incluso en sus ojos negros cuánto deseaba recorrerle de pies a cabeza y conocer cada rincón de su anatomía.

— Estás excitado, Shoyo.

— Claro que lo estoy~ me estás tocando tanto~. Además, no soy el único~.

Dijo, y su mirada viajó del rostro de su novio a la pelvis de éste. El bulto bajo los pantalones era tan evidente que sintió una repentina vergüenza al verle así, e intentó lindamente ocultar su rostro con sus manos.

— ¡Ngh~! — Soltando ese jadeo chillón cuando la pelvis del pelinegro se frotó contra la suya, estimulando ambos cuerpos de aquella manera. — ¡Ngh~ Tobio!

— Mírame, Shoyo. — Ordenó con voz áspera, empujando su pelvis con un poco más de fuerza contra la ajena. Guardando sus propios jadeos en la garganta, queriendo lucir más varonil y maduro ante su novio. Necesitaba ser el hombre en la relación.

El pelinaranja apartó sus manos mostrando entonces su rostro colorado y brillante mirada a un pelinegro que sí, lucía, de alguna forma, más varonil y maduro, con sus ojos negros fulgurando una intensidad que superaba a su concentración y determinación en el partido de voleibol más complicado que hubiesen tenido.

— ¡Angh~ Tobio~! Des~despacio~ ngh~.

— ¿Te duele?

— Un poco~.

El menor Kageyama se apartó entonces, su novio lo miró, y casi a punto de reclamarle alejarse, le vio desnudarse por completo. Así, sin darle tiempo de prepararse mentalmente para verle en traje de adán. La erección del pelinegro le hizo jadear entre asustado y ansioso, y tragó hondo en respuesta a ello. Encogiendo las piernas y retrocediendo casi involuntariamente.

— ¿Qué estás haciendo, Shoyo?

— N-nada. Solo fue, nada.

— Ven aquí, hay que quitarte el bóxer también.

— E-espera~.

— ¿Ah?

— Yo, lo haré yo solo.

— ¿Por qué?

— ¡Tú te desnudaste solo también!

— ¡Ah!

Con puchero y entrecejo ligeramente fruncido, el pelinaranja se apresuró en quedar al desnudo también. Su trompetilla aumentó cuando se dio cuenta de que su amiguito al ser del ombligo era más pequeño que el de su novio.

— Tobio.

— ¿Qué? Deja de tratar de escapar y quédate quieto.

— ¡Asegúrate de que no me duela, ok!

— ¡Ah!

— ¡Tu pene es más grande que el mío~!

— Bueno, soy más alto, idiota.

— ¡Estoy seguro de que eso no tiene nada qué ver!

— Tal vez no, de todas formas, ¿es momento de discutir sobre eso? Y deja de gritar, alguien va a venir y nos pillarán así.

El menor Kagami se cubrió la boca de inmediato –aunque ahora no resolviese lo alterado que estuvo antes–, y su novio aprovechó para acercarse, separarle las piernas y colarse entre ellas de modo que le fuera imposible cerrarlas de nuevo.

— Sé un poco más gentil, Tobio~.

— Estoy siendo gentil, tú eres el único que está siendo caprichoso. Y eso que fuiste tú quien insistió en hacerlo.

— Es que te impones de unas formas muy rudas. — Gimoteó.

El menor Kageyama le lanzó una de sus miradas asesinas, perdiendo la paciencia –si es que podía decirse que la tenía–, suspiró y luego se inclinó sobre el cuerpo de su novio, apoyando sus manos a lado de sus hombros.

— Vale, entonces cómo quieres que lo hagamos, Shoyo.

— ¿Eh?

— No quiero que te sientas intimidado, por lo que te estoy preguntando, cómo quieres que lo hagamos.

— Ah, esto… yo… ng. Primero, esta postura es incómoda, el piso es…

Ni bien terminaba de hablar, el pelinegro ya estaba moviéndose, tomando sus ropas para acomodarlas a modo de mantas, improvisando el peor lecho del mundo para ofrecerle a su novio. El pelinaranja parpadeó entre confundido y sorprendido, luego sonrió y se sentó cómodamente sobre las ropas de su novio. Que estuvieran desnudos le daba cierto toque cómico a la escena.

— Bien, qué más.

— No luzcas más maduro que yo. — Gimoteó, francamente, caprichoso.

— Ng, lo intentaré.

— Y, continúa donde interrumpiste antes de desnudarte como si nada. — Añadió con un puchero.

Puchero que el menor Kageyama le mordió en tanto le empujaba sobre las ropas y le besaba, acomodando su cuerpo contra el del menor Kagami con suavidad, rozando sus erecciones y jadeando entre besos. La fricción continuó por unos minutos más, no muchos pues ambos encontraron que era agotador hacer aquello, y que, por si fuera poco, su inexperiencia los haría terminar antes de sentir que lo han disfrutado lo suficiente.

— Gírate, Shoyo.

— ¿Eh?

— Voy a prepararte. Aunque no tengo lubricante conmigo, leí que la saliva también puede funcionar, así que voy a intentarlo.

— ¡Eh! ¿Vas-vas a, entrar en mí?

El pelinegro arqueó una ceja.

— Dijiste que querías hacerlo. Por supuesto que quiero entrar en ti, Shoyo.

El pelinaranja jadeó con gesto asustadizo. Nervioso se dio media vuelta, poniéndose de rodillas y temblando otro poquito cuando el calor del cuerpo de su novio le hizo sentir vulnerable.

— Tranquilízate, Shoyo, si te duele o no te gusta, me voy a detener.

— ¿Lo prometes?

— Lo prometo.

El menor Kagami asintió, y trató de relajarse, confiando así en el pelinegro. Kageyama se encontró a sí mismo más nervioso de lo que podría aceptar. Leerlo, verlo en revistas o videos, era absolutamente diferente a hacerlo de verdad. El cuerpo del pelinaranja lucía tan pequeño y delicado, que le preocupó llegar a herirle. Retrocedería y detendría todo este loco asunto, pero eso podría dañar la confianza que Shoyo ha puesto en él. Tenía que ser el hombre.

Lamer. Esa había sido una de las formas en que Kageyama sabía que podía prepararse aquella parte de la anatomía para el sexo entre hombres. Usó sus manos para separar las nalgas del menor Kagami, y le sintió respingar al tacto, usando su propia chaqueta para ocultar su rostro, seguramente muerto de vergüenza otra vez. El comprimido ano le dio algo de preocupación, y de cierta forma, ternura.

Debo estar loco, encontrar tierna esa parte suya. Ng, en realidad dudo que haya manera de que no le duela. Dilatarlo será… — Suspiró y acercó su rostro a aquella parte, apenas lamió una vez cuando el pelinaranja ya había escapado de nuevo. — Shoyo. — Sí, ha siseado con mirada severa y una venita palpitándole en la sien.

— Es que, es que… ¡ahí está sucio~! — Gimoteó rojo hasta las orejas.

— ¡Ah! ¡No importa, vuelve aquí!

— ¡Pero realmente…!

Las exclamaciones del pelinaranja murieron contra los labios de su novio, que en un santiamén le ha alcanzado y besado para callarle. Que de paso ha recordado que el alboroto podría ser escuchado por el velador de la escuela. Y también aprovechó para, teniéndole atrapado contra el piso otra vez, levantarle la cadera, colando las ropas del pelinaranja bajo su propia cintura y dejándola ligeramente elevada de esa manera. Así, tras abandonar su boca, tomándole por los tobillos elevó el cuerpo de su novio de modo que el trasero de éste quedó a su disposición, haciendo que sostuviera su propio peso en sus hombros mientras él dejaba caer saliva en el orificio del pelinaranja. Entiende que lamerle no es buena idea ahora, que no le ha gustado y ha disparado su vergüenza haciéndole escapar, así que lo dejará para otra ocasión.

El menor Kagami, todavía lo suficientemente avergonzado como para sentir más sangre en su rostro que en su entrepierna, trató de soportarlo entonces, pero gimoteó incómodo cuando sintió que algo presionaba contra su comprimido anillo. Comprende que debe ser un dedo de su novio, y entre la vergüenza y la incomodidad, se revuelve bajo el dominio del menor Kageyama, incapaz de más nada que gemir y jadear, susurrando el nombre de su novio y derramar algunas lágrimas.

— ¿Duele mucho, Shoyo?

— E-estoy bien. Pue-puedo soportarlo, Tobio.

El pelinegro podía verle bien la cara desde el ángulo que le ofrecía esta postura, las lágrimas resbalando por las sienes hasta perderse en sus naranjas cabellos, no le gustaban ni un poquito al menor Kageyama; pero tampoco quería parar a menos que el mismo Shoyo se lo pidiera. Así que continuó su labor. Su dígito ha entrado casi hasta la mitad, pero la resistencia de las paredes estrechas del pelinaranja le dice que no es para nada suficiente lo que ha hecho. Así que intenta escupiendo más saliva, tratando de empujar ésta de inmediato anillo adentro. La resistencia no comienza a ceder sino hasta varios minutos después. La erección de ambos ha disminuido, pero de alguna manera se han coordinado en pensamiento y deseo como para mantener el interés y las ganas de seguir. Cuando la resistencia desapareció para su primer dígito, el pelinegro agregó lentamente un segundo. La espalda del pelinaranja, que había vuelto abajo minutos antes, se arqueó al tiempo que sus labios dejaban escapar un gemido de dolor, y otro par de lágrimas resbalaban por sus mejillas.

Varios minutos después, incapaz de agregar un tercer intruso, y viendo que era imposible que su erección pudiese entrar en el cuerpo de su novio, ambos estaban tirados en el piso, mirando el techo con la mente aturdida. De todas formas, el menor Kagami sentía que le dolería el trasero al menos hasta el día siguiente.

— Lo siento, Tobio.

— ¿Por qué?

— Ya que no pude relajarme más, ahora no podremos hacerlo~.

— Idiota, no tienes que disculparte por eso. Está bien si lo tomamos con calma. La próxima vez hay que planearlo bien, estoy seguro que con lubricante será más fácil.

— ¿Tú, has comprado de esa cosa?

— Condones también.

— Eres un pervertido, eh. — Dijo, sonriendo divertido.

El pelinegro carraspeó con las orejas rojas.

— No soy pervertido, solo precavido.

Luego se sumieron por unos instantes más en silencio. Hasta que la mano del pelinaranja serpenteó tímidamente hasta la entrepierna de su novio.

— Qué…

— Podemos masturbarnos, ¿cierto?

El pelinegro sonrió también, sentándose y siendo imitado por su novio.

— De todas formas, no vayas a empezar a gritar otra vez, Shoyo.

— Sí, sí. No voy a gritar. Tobio, tienes que decirme cómo hacerlo que te guste, ¿vale?

— También tú a mí.

Las manos de ambos se han movido por la erección del otro, rodeando la base y masajeando hacia arriba casi en sincronía. Ambos jadearon al toque, y conforme fueron tomando confianza en tocarse de esta íntima manera, aquellos sonidos se transformaron en gemidos, y de tanto en tanto fusionaron sus bocas en besos húmedos, intermitentes, tan adultos.

…Flashback…

El mayor Kageyama estaba inexpresivo, como a menudo suele ser, pero podía notarse en sus ojos azul océano la sorpresa.

— No necesitaba detalles, Tobio-chan.

— Lo sé, yo solo, ng. — El menor Kageyama frunció el ceño. En realidad, no se dio cuenta de que estaba relatando su aventura con el pelinaranja hasta que casi hubo terminado.

— Pero está bien, entiendo que ustedes dos en realidad no han llegado hasta el final. Deja que me encargue de Taiga a mí manera, Tobio-chan.

— Gracias, Tetsu-nii.


Todo estaba listo para su cita con Sakurai. Aomine ha llegado puntual al punto de encuentro, el centro comercial. Mira su reloj de muñeca continuamente, detesta admitirlo para sí mismo, pero está nervioso. Nunca en su vida había tenido citas, y por alguna razón, quiere que sea perfecta para el castaño.

Cinco minutos antes de la hora acordada, el castaño llegó con prisas. Es que le ha visto desde la calle del frente, tan guapo esperando en la entrada principal, con algunas chicas mirándole con interés.

— Lo siento, Aomine-senpai, he llegado tarde.

— No, has llegado puntual Ryo. Y, ¿senpai? — Pregunta, elevando una ceja con aire molesto.

— Ah, yo. Daiki. — Murmura, todavía sintiendo vergüenza cuando le llama por su nombre.

— Eso es, Ryo. Ahora, vamos. ¿Qué quieres hacer primero?

— Lo que quieras está bien, Daiki.

— Entonces, vayamos a comprar playeras de pareja, o algo así.


Tetsuya estaba gimiendo ruidosamente mientras Taiga le embestía salvajemente.

Continuará…

2 comentarios:

  1. No sabes cuanto tardé en encontrar tus fics otra ves ;;;; que noche más boneta, muchas gracias por tus historias!

    ResponderBorrar
  2. Oh por deoos. Pobre Shoyo :( pero hasta que se acostumbre, como lo hizo atsushi.
    Quien no quiere un hermano mayor como Tetsu-nii ♡
    AoSaku! Me encantaaaaan. Ya quería ver algo más de ellos ♡. Yo no sé porque no hay más aceptación de esta pareja en el fandom :(

    Ese final! Casi las 2 a.m., pero seguir leyendo ♡♡♡

    ResponderBorrar

Disculpen las molestias, pero se eliminaran los comentarios con contenido de otras parajes fuera de las que se abordan en este blog, esperamos su comprensión