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Parte 11. Entre romances color rosa, y
relaciones de corazones fríos
La
vida de un adolescente nunca, pero en serio, N-U-N-C-A es sencilla. Para
muestra, un botón. Es decir, basta mirar en cualquier instituto y enterarse de
los líos que padece cada uno de los estudiantes. Desde los más aplicados y
cumplidos, hasta los llamados “delincuentes” y aburridos o despreocupados. Cada
cabeza es un mundo, después de todo. Y un mundo adolescente suele ser, por
naturaleza, caótico. Pero, dentro de todo ese caos, por supuesto, se rescatan
los grandes momentos, y las experiencias que van marcando quiénes son y hacia
dónde van.
Y,
vaya la reiteración, aprenden a vivir a base de dificultades, tropiezos,
aventuras y, caos.
—
Taiga, echas a perder mi batido de vainilla con esa expresión.
—
¿Mh? ¡Espera! Apenas está comenzando el día y ya estás tomando esa cosa.
—
¿Qué es lo raro? Es mi compensación porque anoche solo me dejaste en casa y
corriste en busca de Sho-chan. Mi hermano me dijo que los encontraste cerca de
casa, y que interrumpiste su momento romántico.
—
¡Ah! ¿Cómo ese mocoso llama romántico
a tener sus manos en el trasero de mi hermanito?
—
Aquí viene, el Taiga celoso de Sho-chan que se olvida de su propio novio… — El
peliazul frunció apenas perceptiblemente el ceño, pero sorbió con
desconcertante fuerza la pajilla de su batido.
Estaba
claramente molesto. Y, quizá por ese rasgo masoquista que habitaba en todo ser
humano, el pelirrojo encontró el gesto excitante. ¡Qué! Es un adolescente sano,
con las hormonas alteradas, enamorado y con mucha energía para desahogar –desde
que se inventaron las excusas–.
—
No me olvidé de ti, Tetsuya.
—
Lo pareció. Sabes, Taiga, de verdad es divertido vuelto loco con el noviazgo de
Tobio y Sho-chan, pero todavía la mayor parte del tiempo quiero ser tu número
uno, ¿entiendes? Si no me cuidas, otro podría venir y robarme.
A
pesar de que el peliazul ha dicho aquello con aire desinteresado, demasiado
sereno; la reacción del pelirrojo fue equivalente a un volcán que despierta,
con la caliente lava ardiendo en su interior, a punto de explotar.
—
Eso jamás. Si algún imbécil te pone un dedo encima, Tetsuya… — Honestamente
sobraba decir más, la expresión del mayor Kagami, la forma en que apretó la
lata vacía en su mano y la forma en que se le marcaron los músculos de la
espalda, decía más que lo que seguramente estaba pensando.
El
mayor Kageyama sorbió de su batido, mirándole fijamente. Endemoniadamente
extasiado.
—
Es como un tigre al acecho, defendiendo
su territorio. Ah, creo que es una razón más por la que lo amo tanto. Aunque
sea algo bobo tratándose de Sho-chan. — Pensó, tragando el líquido frío, saboreando
el gusto de la vainilla, deseando un beso.
—
Maldición, Tetsuya. — El pelirrojo dijo repentinamente, inclinándose y
atrapando los delicados labios del más bajo entre los suyos. Besándole
apasionadamente.
La
mayoría de las personas era incapaz de comprender la mirada del mayor Kageyama,
pero el pelirrojo las entendía perfectamente. Y se deja seducir por cada una de
ellas. Sabe también que esa actitud suya es su forma de ser caprichoso y
egoísta, que aunque siempre está dispuesto a dar lo mejor de sí para que otros
“brillen” (particularmente él), en el amor es tan posesivo como cualquiera.
…
En
la escuela la vida transcurría, normal.
Los entrenamientos de los clubes, también.
¡Mentira!
Los chicos del club de baloncesto como el de voleibol jurarían que sus
respectivos entrenadores se habían vuelto espartanos. ¡Vilmente espartanos! Las
actividades eran cada día más intensas que el anterior. Pero claro, ellos
también se estaban volviendo auténticos profesionales en su correspondiente
deporte.
—
Este fin de semana tendremos campamento. Y ya que con el entrenador Kise nos
hemos entendido muy bien, lo haremos en conjunto con el club de voleibol.
—
¿Otra vez? — Algunos exclamaron.
—
¿Tienen alguna objeción? — El entrenador Kagetora preguntó. Pero su mirada
decía más que claramente que más valía que nadie se atreviera a quejarse.
Así
que reinó el silencio.
—
Bien, es bueno saberlo, porque igual las formas para solicitar permiso con sus
padres están hechas, Takeda sensei se las hará llegar más tarde. Entonces,
quiero cincuenta suicidios para
terminar el entrenamiento del día.
El
suspiro fue generalizado. Pero acataron la indicación a rajatabla. Algunos
estaban más enteros que otros, la resistencia evidentemente variaba de un
jugador a otro, tanto por complexión como por alimentación y niveles de
energía. Sí, Tetsuya fue el primero en casi desmayarse –todo y que apenas
llevaba diez de esos ejercicios aterradores–, así que se hizo a un lado,
tirándose en la duela e hidratándose. El entrenador no le iba a exigir más,
porque no quiere quedarse sin uno de sus jugadores más valiosos. Y porque, no
hay que negarlo, el mayor Kageyama tenía esa habilidad de salirse con la suya
como pocos. Sakurai y el mellizo Izuki fueron los siguientes, cumpliendo apenas
la mitad de los suicidios, mientras
que el resto, particularmente Yukio como capitán del equipo, terminaron los
ejercicios a fuerza de orgullo más que otra cosa. El sudor les ha terminado de
empapar las casacas, haciendo incluso un poco resbalosa la duela, las
respiraciones agitadas y el cabello pegado a sus rostros eran la prueba
fidedigna de haber completado la misión.
Después de unos minutos de merecido descanso,
se dispusieron a limpiar y ordenar todo en el gimnasio, y finalmente la
necesitada ducha.
—
Shun.
—
Ah, Te-Teppei.
—
¿Nos vamos juntos?
—
No puedo hoy.
—
¿No? Eso has dicho los últimos días.
—
Es porque, han surgido cosas. ¡Lo siento! — Con actitud nerviosa, el mellizo se
escabulló lejos de la mirada de su novio.
El
mayor Sugawara suspiró, vio a su novio desaparecer por la puerta de entrada al
gimnasio y luego simplemente echó a andar también. Por más que ha intentado
hablar con el ojigris, éste le huye una y otra vez.
—
Supongo que tendré que pedir la ayuda de Tatsuya.
—
¿Qué quieres tú con MI Tatsuya, Teppei?
—
Ah, Murasakibara… — Sonriendo gentilmente, el corazón de hierro pensó que era mejor aprovechar la oportunidad
para explicar al pelilila los hechos. Al menos solo lo altamente necesario.
…
En
el gimnasio contiguo, el club de voleibol también estaba dando por terminadas
las prácticas, y han terminado tan sudados y cansados como sus compañeros
basquetbolistas. Sin embargo, aquí la diferencia probablemente la marcaban los
más hiperactivos de ambos clubes, el menor Kagami, el menor Kageyama, Nishinoya
y Lev.
—
¡Uno más, Tobio~!
—
Shoyo idiota, ¡pero no me mires de esa manera!
—
¡Ay, ay~! ¡Suéltame~!
A
saber, el pelinaranja había puesto su mejor expresión mimosa. Y un avergonzado
y tsundere pelinegro ha respondido –además de las palabras– sujetándole de las
mejillas, presionando lo suficiente para que los labios del menor Kagami se
alzaran en trompetilla. Aunque el puchero no era tierno, sino más bien forzado,
y cómico. Muy cómico. Que el hecho de que Shoyo se pusiera a patalear
demandando libertad, y que Tobio se le acercase cada vez más era divertido.
Sobre todo a ojos de ciertas celebridades en el club –vamos a dejarlo así, que
el ego de cierto modelo armador necesita ser alimentado–.
—
Oh, ¡beso, beso! ¡Tobio-chan, chibi-chan!
—
¡Guarde silencio, Oikawa-san! — Farfulló el pelinegro, sonrojándose hasta las
orejas. Soltando finalmente a su novio.
—
¡Oikawa-san, no se meta con nosotros! — Exclamó ofuscado el pelinaranja.
Honestamente, ¡le ha echado a perder el beso!
El
pelinegro miró de soslayo al pelinaranja. Ya que ahora estaba haciendo un
auténtico puchero, él tenía ganas de besarlo.
—
Maldición, lo encuentro cada día más
adorable. — Chasqueando la lengua, el pelinegro trató de ignorar los
latidos de su corazón y se dedicó a guardar balones.
—
¿Qué haces? ¿Ya no vas a levantarla para mí, Tobio? — Shoyo preguntó
inocentemente, mirándole con esos grandes ojos color avellana que mandaba al
carajo cualquier rasgo de lógica o razón en su novio.
—
¡Deja de excitarme con esa ternura, idiota!
—
¿Ah? ¡A quién llamas idiota! ¡Tú eres el idiota aquí, idiota!
—
¡Has dicho lo mismo una y otra vez, idiota!
Como
era de esperar, la peculiar pareja –sí, románticamente hablando– se encaminó a
las duchas en medio de una de sus tantas peleas absurdas que, sobra decirlo,
resultaban de lo más divertidas.
—
Míralos nada más, tan atentos el uno con el otro que hasta me dejaron de lado.
Mi orgullo está herido~. Iwa-chan~ consuélame~. — El modelo armador se acercó a
su amigo con claras intenciones. Sí,
ese tipo de intenciones.
—
No.
—
Pero Iwa-chan~ has estado actuando tan frío conmigo últimamente. Ni siquiera me
has besado una sola vez, siempre te ando buscando y de todas maneras solo me
emocionaste.
—
Porque no soy quién para que juegues. ¿No es que tienes novia?
—
¿Otra vez con lo mismo? Ya te expliqué que no es así para nada, Iwa-chan. ¿Qué
tengo que hacer para que me creas?
—
Si fueras un poco menos popular.
—
Imposible.
—
Lo sé.
—
No soy popular porque quiera, está en mis atractivos genes, Iwa-chan~. Además,
sabes que no te miento, no estoy saliendo con nadie más que contigo. Cuando
actúas así se siente como si yo fuera el hombre
en nuestra relación, sabes Iwa-chan.
—
Sueña todo cuanto quieras, es a ti a quien le encanta morder la almohada, Kusokawa.
—
No lo niego, es que tu técnica mejora cada vez. Así que, Iwa-chan~ que tal si
nosotros…
—
Ni creas que conseguirás algo de sexo esta noche, kusokawa.
—
¿Por qué no? ¿Sigues enojado? ¿Ya no me deseas?
—
Deja de ser tan melodramático. Simplemente no tengo ganas.
—
¡Por eso digo que ya no me deseas~! ¡Iwa-chan, tienes a otro~!
—
¿Acaso soy gay, Kusokawa?
—
¿Eh? Bueno, lo haces conmigo, así que, ¿sí? — Aventuró, con esa cara de
circunstancia que hacía latir la venita en la sien del morocho.
—
No soy gay. Lo hago contigo porque eres tú, idiota.
—
¿Porque estás enamorado de mí~?
—
Qué mierda. Deja de hablar tantas tonterías, estamos siendo la comidilla de los
demás.
—
Oh, por favor sigan, encuentro la situación entretenida. — Kuroo estaba
sonriendo, por supuesto, mientras esperaba a Kenma, quien se estaba demorando
en las duchas por, seguramente, hacer las cosas a su ritmo.
—
Oh, Kuroo~ podrías haberte escondido o algo, ahora Iwa-chan no me dará lo que
quiero~.
—
Qué te quejas, de todas formas no te iba a dar nada, Iwaizumi no es de los que
dan su brazo a torcer fácilmente. Y se nota que quiere castigarte. Todo por ser
tan fácil con las chicas, Oikawa.
—
¡No soy fácil! — Renegó haciendo puchero.
—
Bueno, ellas dicen “Oikawa-san~ tomemos una foto~” con esas voces tan chillonas
y tú de inmediato sonríes todo altanero y seductor. Cualquiera se da cuenta de
eso.
—
¡Pero es solo un reflejo! Soy modelo, y no puedo negar mi atractivo, las chicas
merecen al menos un poco de mi atención.
—
Pues piénsalo. No creo que Iwaizumi vaya a tolerarte la actitud toda la vida.
Vas a tener que elegir entre seguir siendo popular, o ser su novio.
—
Iwa-chan no es así. Él sabe que tenemos algo verdadero.
—
Oh claro, entre las piernas sin duda.
Oikawa
frunció el ceño. Kuroo le sostuvo la mirada. No lo ha dicho solo por fastidiar,
y es un chico de buen corazón que solo quiere ver a la pareja llevarse bien –no
es que sus peleas sean divertidas y quiera tener de ello para, al menos, el
resto del año; no, nada de eso–. No hay duda de que hay química entre ellos,
probablemente incluso un sentimiento honesto, pero Oikawa y su coquetería no
ayudaban mucho, ni tampoco les cooperaba el carácter de Iwaizumi. Así que, la
tienen difícil. El modelo armador dio media vuelta sin decir una sola palabra
más, ¿necesita ser solo él quien hable de sentimientos? Iwaizumi podría ser un
poco más amable con él, ¿no?
…
—
Es raro que me haya pedido venir, Suga-senpai.
—
Tatsuya, gracias por venir, no te quitaré mucho tiempo.
El
mellizo Izuki se sentó frente al mayor Sugawara. Estaban en un restaurante
familiar de ramen, así que no se prestaba para malas interpretaciones que dos
jóvenes estudiantes se reunieran.
—
Está bien, de todas formas creo saber por qué quieres hablar conmigo. Es sobre
mi hermano, ¿verdad?
—
Sí. ¿Te ha dicho algo?
—
Aún si lo hiciera, no te lo diría. Lo que pasa entre ustedes debe ser resuelto
entre ustedes solamente, Suga-senpai.
—
Lo sé. No pretendo obtener información de ti, pero necesito tu ayuda para poder
hablar con él. Siempre que le pido ir juntos, escapa o alguien más termina
viniendo con nosotros, es obvio que no quiere estar conmigo a solas.
—
Entiendo. Entonces, solo ven conmigo ahora.
—
¿Ahora?
—
Sí, solo sígueme.
Saliendo
del restaurante, doblaron a la derecha y siguieron el camino hasta un
parquecito varias calles más allá. Cuando llegaron, Tatsuya caminó en silencio
hasta una de las bancas más escondidas a esa hora de la noche, aunque había
familias y grupos de amigos por ahí, alguna que otra pareja se desperdigaba, la
mayoría de ellas coqueteando sutilmente cerca de algún puestecito de golosinas
o admirando las fuentes en el parque.
—
Siéntate. Y no voltees hasta que te diga, Suga-senpai.
—
¿Qué?
—
Silencio… — El mellizo rodeó la banca y se paró delante, justo donde podía
ocultar quién estaba detrás suyo. Texteó algo en su móvil y un par de minutos
después su hermano llegaba.
—
¿Por qué cambiaste de último momento el lugar? Murasakibara está esperando
donde quedamos, estaba comprando pastelillos.
—
Oh, está bien. Iré de inmediato. Shun, deja de ser inmaduro y solo enfréntalo,
¿sí?
—
¿Eh?
Cuando
Tatsuya se movió avanzando al frente, la silueta del mayor Sugawara quedó al
descubierto. Los ojos de Shun se ensancharon, y luego sintió nuevamente los
nervios asaltarle. Podía huir, dar media vuelta y salir corriendo como ha
venido haciendo los últimos días. Pero la mirada de su novio aguijoneó culpa en
su corazón y sus piernas se paralizaron en su sitio.
Estaban
solos.
—
¿Te molesta, Shun? ¿Vernos, es incómodo para ti?
—
N-no. No es exactamente eso, Teppei.
—
Entonces, ¿puedes sentarte junto a mí?
El
ojigris mordió su labio inferior, pero se sentó a su lado en la banca. Pocas
personas pasaban por ahí, por lo que podían hablar con suficiente privacidad.
—
Shun, ¿quieres romper?
—
¡No! Te digo que no es nada de eso, Teppei.
—
Pero seguiré pensando cosas así a menos que me digas qué sucede, Shun.
El
mellizo bajó la mirada con aire avergonzado. El corazón de hierro cruzó las manos al frente, se echó hacia atrás
recargándose en la banca y mirando el cielo oscuro. Hoy no había muchas
estrellas brillantes que se pudieran admirar desde ahí.
—
El próximo campamento será en el campo, seguro habrá muchas estrellas para
mirar.
Shun
le miró de soslayo. ¿Por qué se ponía tan nervioso por algo como el sexo cuando
Teppei es tan atento? Bueno, quizá solo había sido inevitable.
—
¿Te excito, Teppei?
—
¿Qué?
Hombre,
tan directamente, pillaba por sorpresa. Pero finalmente la luz se abrió a la
vista del mayor Sugawara.
—
Esto…
—
Claro que sí, Shun. Me gustas, y estoy enamorado de ti. Es natural que me
excite por ti, pero aún cuando lo haga, no significa que tendremos sexo de
inmediato.
—
Pero, si los dos nos sentimos de esa manera, ¿lo natural no es que suceda,
también?
—
Sí, debe serlo. Pero, Shun ¿tienes miedo del sexo?
—
B-bueno, sí. Un poquito~. — Murmuró con las mejillas a tope de carmesí, además
de hacer la seña dejando casi unidos su pulgar e índice. Aunque la realidad era
otra, y no solo “un poquito”.
—
¿Puedo saber por qué?
—
Pues, para empezar somos hombres. No funciona de la misma manera que con una
pareja heterosexual, lo sabes, ¿no?
—
Sí. He estudiado al respecto, pero Shun, ¿qué es lo que te da tanto miedo que
me huyes? ¿La forma en que es el sexo
entre hombres? ¿El que uno de los dos sea quien recibe?
El
mellizo asintió, escondiendo su mirada de los sinceros ojos marrones de su
novio.
—
Teniendo en cuenta tu anatomía y la mía, estoy seguro de que no será fácil, y
me da un poco de miedo el dolor.
—
Nuestras, anatomías. Shun, ¿piensas que la intimidad se resumirá al sexo anal?
Aunque
Teppei hubiera preguntado con calma y una mirada serena. Los nervios de Shun se
dispararon con un sonrojo que casi hace salir humo por sus orejas.
—
¿No?
—
Bueno, es seguro que la penetración sucederá pero, no tenemos por qué llegar
hasta el final la primera vez. Ni tampoco significa que voy a empujarte abajo y
ser quien tome el rol activo. En tal caso lo más importante es que ambos
estemos cómodos y lo podamos disfrutar. Acostumbrarnos a tocarnos con esa
intención. Ahora cuando nos besamos yo solo pienso en lo afortunado que soy de
poder saborear tus labios; y cuando comencemos a explorarnos en la intimidad,
quiero conocer tu cuerpo de principio a fin, descubrir los puntos en los que
eres más sensible y llenarte de besos y caricias dulces también. Aunque estamos
enamorados ahora, todavía pienso que ambos habremos de aprender a hacernos el
amor.
—
Qué injusto, Teppei.
—
¿Eh?
—
Has dicho tantas palabras tan bonitas, que pareciera que lo tenías memorizado~.
— Gimoteó, avergonzado y emocionado a partes iguales. Mirándole finalmente a
los ojos, enlazando sus dedos y apoyándose en su hombro con los labios resecos
y el corazón palpitando como potro desbocado.
—
No voy a mentir y decir que se me acaba de ocurrir, Shun. He estado dándole
vueltas a todo desde hace días, así que he pensado mucho. Algo de esto y aquello.
También pensé qué podría hacer si te arrepentías de estar conmigo y cómo podía
recuperarte.
—
Eso no pasará. Estoy totalmente en el amor por ti, Teppei~.
—
Igual que yo, te amo Shun.
Dijo,
tan dulce y honesto que sus palabras se deslizaron como miel en un arcoíris de
una tarde lluviosa de verano. Tan cálido y hermoso, que cuando unieron sus
labios, poco importó las miradas que pudiesen captarlos o lo que el mundo
pudiese pensar.
—
¿Ya podemos irnos, Tatsuya?
—
Oh, sí, Atsushi. Esta noche tenemos que conseguir acostumbrarme a tres dedos~.
…
Ya
que estaban aquí más por acto de “rebeldía” hacia su padre, Akashi se había
visto en la necesidad de comprar –sí, comprar, que el muchacho tiene su propia
cuenta bancaria y es jugosa– un departamento cerca de la escuela, donde vivía
con Furihata. Su amigo de la infancia
a quien ha monopolizado desde que eran pequeños. De alguna manera, para el
heredero al Imperio económico Akashi, el castaño se había convertido en una
persona imprescindible en su vida diaria. Pero cuando la adolescencia los
alcanzó y él descubrió a las chicas mirar de forma especial al castaño, algo en
él se había desatado como una tormenta.
—
Akashi, es tarde ya, ¿podemos dejar de estudiar?
—
Sí, claro. Dúchate tú primero.
—
¿No, quieres venir? — Dijo, con las orejas rojas y las mejillas rosadas. No era
propio de él insinuarle nada tan íntimo a su amante, pero realmente quería estar con él y no separarse ni un
momento.
Akashi
le miró fijamente. Si compartían la ducha tendrían sexo. Y él necesitaba
dejarlo descansar, al menos hasta que pasara el próximo campamento, que
iniciaba en cosa de un día.
—
Está bien, tengo que terminar unas cosas, ve tu solo.
—
Oh, sí. Claro.
—
Koki.
—
¿Sí?
Tirarle
del brazo y besarle. Besarle como si la vida se le fuese en ello.
…
Midorima
Shintaro, a diferencia de Furihata y Akashi, se había cambiado de escuela más
que nada por conveniencia dado el nuevo trabajo de sus padres. Que Takao lo
hubiera seguido era alguna especie de mal
karma o algo. Bueno, el chico se pegó a él como lapa durante el primer año
en su anterior escuela, y no ha tenido reparo alguno en decir incansablemente
que está enamorado, que son el uno para el otro y hasta se ha adjudicado el
título de “novio”.
—
¿Qué tiene de interesante salir con alguien de tu mismo sexo, para empezar? —
Meditaba.
Aunque
sabía de antemano que no conseguiría ninguna respuesta que le satisfaga. Había
ocasiones en que pensaba seriamente sobre la extraña relación que tenía con el
muchacho. Takao era un dolor en el trasero, con una personalidad totalmente
opuesta a la suya, lo cual no era del todo un problema. El problema era sí, el
hecho de que tenía el carácter que más le crispaba los nervios. Ruidoso, idiota
y bromista. Tan lleno de energía que lo mareaba.
—
Y es guapo, ¿por qué no se consigue una novia de verdad? A mí ni siquiera me ha
interesado besarlo o ponerme romántico con él, por lo que, ¿qué esperanza tiene
de que llegue a gustarme?
…
Takeda
sensei y su hermano Kaname, junto a los entrenadores de ambos clubes, fueron
los primeros en llegar al punto de reunión en la entrada principal de la
escuela, era de madrugada, pero así es como viajarían hasta su destino en el
campo, aprovechando el resto de la noche para conducir e iniciar actividades
temprano por la mañana, que solo tenían sábado y domingo para el campamento.
—
Es raro, Kamasaki llegando primero que nadie.
El
comentario fue del entrenador Kise, pero la vergüenza asaltó al menor Takeda.
La tarde anterior había hablado con su amigo
terminadas las prácticas, y finalmente le había dado el “sí” que el más alto de
los dos había estado esperando. Así que ambos estaban ansiosos.
Después
comenzaron a llegar casi uno tras otro el resto. El entrenador Kagetora tenía
cara de pocos amigos, a saber, porque su hija Riko les acompañará, y no ha
dudado ni un segundo en sentarse junto a su novio, el joven Junpei Sawamura.
—
Demasiadas parejas en los clubes. ¿Qué
les dan ahora a los chicos? Y se sientan todos con su cada cual, debí traer
algunas revistas o algo, hasta Takeda sensei y Keishin van lanzándose miraditas
tiernas. ¿Debería conseguirme un novio también? Riko seguro lo acepta. Aunque,
no es que me gusten los hombres, y a mi edad. Nh, dormir. Sí, debería intentar
dormir y dejar de pensar estupideces.
—
Taiga.
—
Mh. ¿Tetsuya? — El pelirrojo se sonrojó. A saber, el peliazul se ha sentado en
su regazo y acomodado el rostro en su hombro… — ¿Qué, estás haciendo?
—
Dormiré el resto del camino. No vayas a correrme mano mientras duermo, tigre.
El
pelirrojo casi grita de impresión. Miró a los lados. Y tuvo que tragarse la
sonrisa burlona de Aomine y Kuroo. Honestamente, por qué Tetsuya lo ponía en
esos aprietos.
Por
otro lado, el menor Kageyama y el menor Kagami iban durmiendo pacíficamente.
Shoyo apoyando el rostro en el hombro de Tobio, mientras el pelinegro se
mantenía quietito para no perturbar el sueño de su novio. Era extraordinario su
poder de concentración aún dormido.
Así,
cada pareja iba sentada en los asientos de ambos autobuses. Sí, dos, que en uno
solo todos no podían acomodarse apropiadamente. El segundo autobús era
conducido por Shimada, y de acompañante iba Takinoue. Ellos dos, bueno, después
del trago amargo de su reencuentro y el tórrido encuentro sexual, finalmente
han hablado con el corazón en la mano y confesado sus verdaderos sentimientos.
Sí, ha sido bueno para Shimada. Y ahora puede presumir que tiene por novio a su
primer amor.
—
¿Estás seguro de que no quieres que conduzca, Makoto?
—
Está bien~ no son tantas horas. Y ya es suficiente con que hayas venido,
tuviste que pedir un día de descanso en tu trabajo solo por mí~.
—
Bueno, quiero pasar tiempo contigo. Si no venía, no nos veíamos en todo el fin
de semana. Además, esto me trae recuerdos de cuando éramos adolescentes. Aunque
los campamentos entonces no eran tan continuos.
—
Ahora es así porque mi primo y los entrenadores se esfuerzan. Y porque todos
estos chicos se lo ganan, quieren mejorar, y tienen grandes capacidades, y
hasta talentos.
—
Sí, has dicho que en el club de voleibol hay talentosos armadores y líberos. Y
que el as tiene seria competencia. Casi parecía que me estabas hablando del
equipo nacional, Makoto. Estabas todo emocionado hablando de ellos.
—
Es porque me acordé de cuando era adolescente~. No te burles de mí~.
—
No lo hago. La verdad es que te veías tan lindo que quería besarte en ese
momento.
—
Y por qué no lo hiciste.
—
Porque no me iba a conformar solo con besarte.
Las
mejillas de Shimada se encendieron. Y aclarando la garganta prefirió no seguir
el tema. Necesitaba concentrarse en el camino, y no en evitar una erección.
Tsukishima
sintió que temblaba suavemente. La razón era simple, Yamaguchi dormía en su
hombro, pero lo que le estaba poniendo nervioso, era la cálida respiración del
pecoso golpeando contra la piel de su cuello.
—
Maldición, ¿enamorado de Tadashi?
Continuará…
Izuki me parece la cosa más bella. Ahora que he vuelto a ver KNB (por la 40tena) no puedo dejar de verlo. Es que es bello!
ResponderBorrarY su relación con Teppei me encanta *_*
Ya, Tsukishima! Apurate xD