Había, en esos momentos, una niebla
cubriendo su pensamiento. La sensación que le dejaba no era, sin embargo, mala.
Miedo, ansiedad o desolación, estaban lejos de ser lo que experimentaba. Esa
niebla en su pensamiento parecía sosegar cualquier otra emoción, y le daba la
tranquilidad que necesitaba para caminar por el oscuro sendero dentro del
Primer Palacio. Podía escuchar bajo sus pies piedrecillas, ocasionalmente
notaba el crujir de corteza, madera o tierra suelta, quizá incluso carbón pues
flotaba en al ambiente cierto olor a hollín y no venía de la antorcha encendida
que apenas en algo iluminaba el estrecho sendero.
— Yuuri, ¿estás bien?
— Sí. ¿Tú, ChangMin?
— Bien. Aunque comienzo a sentir espeso
el aire que respiramos.
— Es por lo estrecho y profundo del
camino. Hemos estado andando cuesta abajo desde que entramos. Pero, creo que
vamos por el camino correcto.
— De acuerdo, confiaré en ti, Yuuri.
— Gracias. — Él dijo, aunque no estaba
seguro de por qué, pero el que su amigo wilwarin
confiara en su intuición le hacía sentir cómodo.
Varios minutos transcurrieron hasta que
ellos vislumbraron a unos metros, una especie de salida. Como la entrada a una
cueva desde el otro lado. Al llegar allí, la antorcha no fue más necesaria.
Estaban en un paisaje nítido y brillante, como un pequeño paraíso oculto en las
profundidades de Armenelos.
— Increíble. — El morocho dijo con
asombro.
Y es que al levantar la mirada tan alto
como pudo, vio la razón por la que la luz del sol.
— Es como un cráter. O un valle.
— Un valle. Oculto por la antigua magia
de los primeros Reyes en Armenelos.
— ¿Cómo sabes eso, Yuuri?
— Yo. Creo que... — El wilwarin se tomó su tiempo para
responder, perdido en la nebulosa sensación de su pensamiento… — Pertenezco a
este linaje, tal vez. No, no estoy seguro.
Shim lo miró. No seguro de qué decir a
continuación.
— No había magos en Armenelos, Yuuri.
— Lo sé. Es por eso que yo no estoy
seguro, pero siento un vínculo especial con este lugar. Como si hubiera estado
esperando por mí.
— ¿Qué hay de la joya? ¿Puedes sentirla?
No veo más que vegetación y grandes montañas alrededor de nosotros.
— Lo hago. Puedo sentirla. Hay que
caminar un poco más.
— ¿Está bien que vaya contigo, Yuuri?
— ¿Tu pensamiento ha sido mancillado,
ChangMin?
— No realmente.
— Entonces no hay por qué dudar. Vamos.
Katsuki tomó entonces otro camino, más
bien haciendo el propio pues no había senderos claros en este valle. El canto
de aves comenzó a ganar espacio en el sonido, así como el agua caer de una
pequeña cascada al lado, varios metros más allá. Los tonos otoñales cubrían
casi toda la vegetación alrededor, y el cálido viento que soplaba apenas
meciendo las copas de los árboles daba una auténtica sensación a otoño. Shim
estaba demasiado fascinado con el paisaje, mientras que Katsuki parecía más
bien en trance.
— Yuuri, qué haces. — Dijo, tras ver a
su amigo entrar en el agua y caminar hasta la cascada. Obviamente no era
profundo el pequeño estanque que formaba, pues en ningún momento el agua cubrió
más allá de la cintura de Katsuki.
— Hay que ir dentro.
— ¿Dentro?
— Más allá de la cascada hay una
entrada. Hay que seguir por allí y encontraremos el Ardamírë.
Dubitativo, Shim siguió sus pasos. El
agua estaba fresca, pero no fría. Al pasar por debajo de la cortina, las aguas
se abrieron de par en par, permitiéndoles el paso sin que una sola gota cayera
sobre sus cabezas. Piedra y roca era todo lo que Shim veía, pero cuando Katsuki
tocó el muro, este se movió cual si retrocediera, crujiendo como un enorme
portón y deslizándose consecuentemente hacia el lado, dejando al descubierto lo
que parecía ser un pequeño salón natural.
Dentro el espacio era pequeño, como un
salón de té. La humedad se olía en el aire, pero una estatua permanecía intacta
al centro del salón, de blanco mármol y piedras brillantes. Era la silueta de
una mujer con ropas que cubrían sutilmente su desnudez. En la palma de su mano
derecha flotaba una hoya, Shim pensó que debía ser el Ardamírë. Sin embargo, cuando Katsuki alargó su mano, tocó la
frente de la estatua, cual si le acariciara. Polvo cayó de aquella parte de la
estatua, y un texto fue revelado a sus ojos.
— No es un idioma que pueda leer, ¿qué
hay de ti, Yuuri? ¿Lo entiendes?
— Sí.
— ¿Y? ¿Qué dice?
Katsuki miró a Shim. Incapaz de
responderle. De pronto, Katsuki sintió miedo.
Entrega tu corazón.
Decía aquella leyenda. Al leerla,
Katsuki había tenido un solo pensamiento en su mente. Víktor Nikiforov.
…
Cirith Ninniach
Jaejoong había dejado a sus padres para
ir en busca de Yunho. El anfauglir
estaba esperando impacientemente en un salón dentro del Palacio, vigilado por
guardias reales cual si se tratara de un prisionero.
— Yunho.
— ¡Jaejoong! ¿Estás bien?
— Lo estoy, gracias por preocuparte.
— Ese dragón, yo no sabía que era de tu
pueblo.
— Está bien, Lairelossë es un dragón que suele responder al llamado de mi
hermano Junsu. Él estaba intentando salvarme.
— Sí, tu madre me lo dijo. Yo, creo que
lastimé al dragón antes.
— Es así, mi madre ha dicho que heriste
sus alas.
— De verdad lo siento.
— No fue un daño mortal. Solo tendrá que
pasar un tiempo en tierra antes de que sus alas sanen y pueda volar de nuevo.
Seguro se quejará muchísimo cuando Junsu vuelva.
— Eso, ¿no vamos a volver?
El elfo agitó la cabeza en negación.
— Mi padre piensa que debemos esperar.
— Pero…
— Es nuestro deber confiar en mi hermano
y tus amigos. — El elfo vio al anfauglir
desviar la mirada con aprehensión. — ¿Quieres ver a Yuri y Otabek?
— Sí.
— Sígueme.
— Jaejoong.
— ¿Sí?
— ¿Está bien que esté aquí? Es la última
ciudad de tu pueblo.
— No conoces el camino hasta aquí,
llegaste con la magia de un dragón. No representas un problema para mi pueblo.
— ¿En verdad? Porque puedo sentir sus
penetrantes miradas mientras camino a tu lado. Y puede que no lo sepan, pero
escucho sus rumores como si me hablaran al oído. — Dijo con tono áspero,
mirando de soslayo a algunos guardias manteniéndose en su lugar de vigilancia,
cual si solo les observaran pasar. — Ellos creen que mi presencia es un mal
augurio.
— Entonces has de demostrar que no es
así, Yunho.
El de tez morena volvió la mirada hacia
el príncipe elfo. Algo en sus ojos le inspiraban toda la confianza de Endor.
Pocos minutos después se reunieron con
Yuri y Otabek. De alguna forma, para el rubio, ver al de tez morena fue
tranquilizador.
— ¿Y los demás?
— Llegarán pronto, Yuri. — El príncipe
elfo aseguró. Luego dirigió su mirada a Altin… — ¿Has estado sintiéndote bien,
Otabek?
— Sí, la hospitalidad de tu gente es
encantadora.
Jung estuvo tentado de opinar lo
contrario, pero guardó silencio. Después de todo, su llegada a la grieta del arcoíris ha sido
completamente diferente.
El príncipe elfo notó entonces un aura
diferente entre Plisetski y Altin. Sonrió casi sin darse cuenta de que lo
hacía. El rubio se sonrojó copiosamente, mientras que Altin miraba
alternadamente al wilwarin y al elfo.
— ¿Qué
es esto? ¿Algo cambió entre Yuri y Otabek?
Luego de pronto el príncipe elfo pareció
recordar algo, y apresuró sin más sus pasos de regreso, en busca de sus padres.
Los encontró en el Espejo Cuiviénen.
— Yo, lamento interrumpirlos.
— ¿Qué sucede, hijo?
— Cuando peleamos con Terendul, Junsu y
yo le vimos tener en su poder a Luinil.
— Imposible.
— Estoy seguro de que lo era, padre.
Lenwë y Emeldir apresuraron entonces sus
pasos dentro del Palacio, hasta uno de sus salones. Las amplias puertas se
abrieron de un impulso, el rey caminó dentro con el corazón agitado. Allí, en
un pilar sellado por hechizos mágicos que él mismo invocara siglos atrás,
estaba una almohadilla de fina tela. Vacía.
— Emeldir, he cambiado de parecer.
Llévate a nuestros mejores guardias y busca a Junsu. Terendul irá por él.
— Iré también.
— No puedes, Jaejoong. Estás débil aún.
— Pero…
— Confía en mí, hijo mío. Traeré de
vuelta a tu hermano.
Mientras la reina salía del salón y
llamaba a la élite de sus guardias, el rey cerraba los ojos y recitaba un
antiguo hechizo mágico. El pilar brilló entonces con un haz plateado que cegó
la mirada del príncipe, en tanto el pensamiento del rey era llenado de las
memorias que se sucedieron durante el “robo” de La Estrella de Brillo Azul.
Cuando el príncipe elfo fue capaz de ver
de nuevo, su padre ya no estaba ahí.
— ¿Padre? ¡Padre! — Jaejoong miró
alrededor, incrédulo ante la ausencia de su progenitor.
Corrió fuera en busca de su progenitora
entonces. Emeldir estaba por partir.
— Madre, padre desapareció.
La reina miró a su hijo, y volvió una
vez más sobre sus pasos hasta el salón. Bastó tocar el pilar para entender lo
que había sucedido. Un matiz de alivio cruzó su faz.
— Lo siento, Jaejoong, por el temor que
brevemente sacudió tu corazón. Lenwë está bien, no ha desaparecido por obra de magia
oscura, él está con Elessar, nuestra sagrada piedra del elfo le ha llamado.
Lenwë no desapareció, su apariencia es momentáneamente etérea, volverá en
cualquier momento. Ten paciencia y confianza, Jaejoong. Tengo que irme cuanto
antes. — Besando la frente de su hijo, la reina salió del salón.
…
Armenelos
Cuando la tierra bajo sus pies comenzó a
sacudirse, tanto Katsuki como Shim se apresuraron a salir de la cueva, la estatua de silueta femenina se
venció desde la base, desmoronándose en cuestión de segundos. Pronto quedó
sepultada bajo roca y piedra, la colina de donde colgaba la cascada cambió su
forma. Y el paisaje fue cubierto de un momento a otro por oscuridad y un frío
que calaba hasta los huesos.
Del otro lado, fuera del Primer Palacio,
la tierra también se ha sacudido, y oscurecido la temprana tarde. Nikiforov,
Park y Mokomichi se han puesto en alerta de inmediato.
— Conozco este olor, estaba por todas
partes donde encontré a Junsu. — El azabache dijo antes de transformarse en
lobo y cubrir bajo sus cuatro extremidades el cuerpo del elfo.
— Terendul está aquí. — Mokomichi dijo,
invocando un escudo mágico.
Nikiforov también se había transformado
en lobo, pero casi al instante había sido arrastrado por una fuerza poderosa
dentro del Primer Palacio.
— ¡Víktor! — El llamado de Mokomichi no
sirve de nada. No puede ir tampoco en su ayuda pues cuando intenta dar un paso
su cuerpo es atrapado por una sombra.
Park se agazapa todavía más, muestra los
colmillos y está listo para atacar.
Nikiforov es arrojado repentinamente, su
cuerpo lobuno estrellado contra la colina, cae luego en las aguas a las que
antes entraran Katsuki y Shim. Su cuerpo es elevado por una columna de agua, y
del estanque emerge la misma silueta femenina que antes fuese solo una estatua.
— Entrégame tu corazón, y a cambio te
concederé los favores de Ardamírë.
Ella dice, y Shim instintivamente invoca
un escudo mágico. Katsuki por su parte da un paso al frente, su mirada clavada
en la de la mujer en el estanque. Ella es hermosa, de cabellos tan largos que
incluso irían más allá de sus tobillos, eran de un peculiar tono nacarado cual
si el otoño reposara en su cabellera, ondulados y brillantes flotaban sobre el
agua; su piel ocre y sus grandes ojos del color del café tostado. La mujer tenía
expresión juvenil, casi como la adolescente que acaba de convertirse en adulta,
pero su mirada era madura y severa, como la de una anciana cobijada por la experiencia.
A Katsuki esta mujer no le inspiraba
miedo, pero sí un profundo respeto.
— No puedo cederte mi corazón, pídeme
algo más, por favor. — El wilwarin
dijo con seriedad, entrando al estanque, poca distancia entre él y la mujer. El
lobo, inconsciente por el golpe, apostado en la columna de agua detrás de la
mujer.
— ¿Por qué no? ¿Tan preciado es tu
corazón?
— Es lo más hermoso que tengo. Y jamás
podría renunciar a él.
La mujer sonrió entonces, porque tiene
la facultad para mirar en los más profundos sentimientos de todo ser sobre
Endor. Así fue pensada por los antiguos elfos.
— Es por eso que lo quiero, Yuuri.
Katsuki ni siquiera se preocupó por
saber cómo esta mujer sabía su nombre. Tenía el presentimiento de que ella
podía conocerlo todo de él en ese momento. Incluso más de lo que podría saber
de sí mismo.
— Lo siento, pero no te lo daré. Así que
devuélvemelo.
— Ven por él.
La mujer le provocó. Y Katsuki no dudó
en ir en contra de ella. Porque Víktor era su corazón, lo más sagrado que
tenía, lo único que no podía entregar a nadie. Porque Víktor de alguna forma se
había colado en su corazón, y le amaba.
Shim se mantuvo en la retaguardia, en
modo de defensa pero listo para unirse al ataque si era necesario. En tanto,
Katsuki había invocado varios hechizos a la vez, un escudo mágico para él, un
hechizo de atracción para tomar al lobo, uno de ataque para distraer a la
mujer. Su plan era sencillo y obvio, y por eso ineficiente. La mujer lo
esperaba así, por eso encapsuló al lobo en una burbuja de agua y lo sumergió en
el estanque.
— No debe ser tan preciado, si es todo
lo que puedes hacer para recuperar tu corazón.
El wilwarin
frunció ligeramente el ceño, gesto que rara vez mostraba en su tierno rostro. Invocó
otro hechizo y una figura se dibujó en sus pupilas, haciéndole capaz de ver
dentro de las aguas, allí donde antes el agua no rebasara sus cinturas ahora
era una profundidad oscura. Y lejos estaban llevando al anfauglir. Katsuki sintió miedo y preocupación, el lobo podría
morir de asfixia si no le traía de vuelta cuanto antes.
— No te distraigas tanto. — La mujer
dijo, atacándole con agua.
Finas tiras de líquido que asemejaban
cuchillas y podían herir como una. Katsuki levantó inmediatamente un escudo
mágico, y en lugar de centrarse en la mujer, trató de encontrar un hechizo que
le permitiera seguir a Nikiforov.
— Tengan
cuidado, Ardamírë es engañosa.
Recordó entonces lo que les dijeran los
elfos. Y tuvo la sensación de que había sido llamado hasta aquí por una razón.
Él era el indicado para obtener los favores de la Joya del Mundo. Así que renunció a su escudo mágico y vacío su
mente. No atacaría, tampoco se defendería.
Entregaría su corazón.
— ¡Yuuri! — Shim exclamó, haciendo el
amago de atacar a la mujer. Pero vio a su amigo levantar la mano, como si le
indicara que estaba bien. — Tsk, no sé en
qué está pensando. — Dubitativo, Shim todavía fue capaz de mantenerse al
margen.
La mujer detuvo las cuchillas de agua a
escasos centímetros del cuerpo de Katsuki, flotando rodeaban todo su cuerpo. Si
ella lo deseaba, podría tomar su vida en cualquier momento. Sin embargo, la
mente del joven wilwarin era atractiva para ella, aparentemente vacía
pero no del todo.
— Una mente hermosa. — Susurró la mujer,
cuya expresión de pronto parecía embelesada, entrecerrando los ojos cual si
disfrutase de algo espectacular.
Y lo hacía. Porque era así de bella la
mente de Katsuki, sus honestos pensamientos, sus puros sentimientos. Su entrega
total y desinteresada. Y vio ahí, en aquel majestuoso espacio, un pensamiento
flotar con peculiar brillo. La mujer le siguió de cerca, como el girasol que
sigue la luz del sol, y contempló con embeleso el origen de aquel pensamiento.
— Así que de ahí viene la belleza de tu
alma, Yuuri. Hay en tu pensamiento un legado sinigual, como el hijo tardío de Minyatur noblemente me rendiré ante ti.
La mujer dijo, y casi de inmediato del
agua volvió a emerger la burbuja donde el lobo estaba atrapado. Flotó hasta el
lado, y explotó dejando caer al lobo
sobre el pasto. Al mismo tiempo la mujer se volvió agua y luego una radiante
joya brilló con fuerza en su interior. Katsuki avanzó de nuevo y extendió la
mano, pasando a través de la cortina de agua que quedara de lo que fue una
presencia humana del poder de la Joya del
Mundo. Ardamírë fue tomada en la
diestra de Katsuki, y cuando su piel entró en contacto con ella, la joya
resplandeció todavía más, se elevó un poco y cambió su tamaño por uno más
pequeño, como un dije que Katsuki no tardó en colgar de su cuello.
Luego fue hacia el lobo, se arrodilló a
su lado y acariciando gentilmente su cabeza acercó su frente a la del anfauglir.
— Despierta, Víktor, tengo algo que
decirte. — Dijo en tono quedito, con las mejillas encendidas de rubor y una
ansiedad que le revolvía las entrañas.
Los ojos del anfauglir se abrieron de inmediato, y recuperando su forma humana, importándole
nada su desnudez, Nikiforov le abrazó con fuerza.
— ¡Estaba tan preocupado por Yuuri!
— Eras tú quien estaba en peligro,
Víktor.
— ¿Yo? — Preguntó con aire confundido,
el wilwarin asintió, y llevó una mano
del lobo a su propio pecho.
— Porque me pidió algo que no podía
hacer. Pero entendí que entregar mi corazón no era necesariamente un mal
presagio. Porque cuando entregamos el corazón, significa que hemos encontrado
el complemento de nuestra alma. Y yo lo hice, Víktor. Te conocí a ti, y me
enamoré. Tuyo es ahora mi corazón.
Shim se dijo a sí mismo que debería
dejarles continuar sumidos en su burbuja rosa, pero la tierra volvió a
sacudirse y él apuró a la pareja para
volver fuera.
Nikiforov no encontró palabras que
devolverle a Katsuki, demasiado emocionado por la repentina confesión. Además,
sus amigos libraban entonces una batalla contra Terendul.
Así que salieron, Nikiforov había vuelto
a tomar su forma lobuna, Katsuki y Shim corrieron siguiéndole el paso hasta la
entrada al Primer Palacio. Cuando salieron de lo que quedaba de éste, la
oscuridad continuaba ceñida sobre el lugar, y tanto Mokomichi como Park estaban
peleando contra espectros. El azabache hacía hasta lo imposible por mantenerse
alrededor del elfo, quien extrañamente continuaba inconsciente.
— Los espectros están absorbiendo la
poca energía que recupera. — Shim dijo de pronto, uniéndose a su novio en la
batalla.
Park, al escuchar eso, pensó que
entonces debía alejar al elfo de ahí, llevarlo donde los espectros no pudieran
succionar su energía. Sin embargo, cuanto más peleaban, más espectros surgían
de la oscuridad.
— Te ayudaré, pero puede ser peligroso. —
Katsuki le dijo al lobo Park.
El lobo le miró, asintió con la cabeza y
Katsuki comenzó a recitar un hechizo. Nikiforov, Shim y Mokomichi se apostaron
alrededor de ellos para cubrirles mientras tanto. Lo que Katsuki hizo fue
transferir parte de la energía vital de Park al elfo, al mismo tiempo en que
mantenía alrededor de ellos una resplandeciente luz que alejaba la habilidad de
los espectros para succionar energía pues solo podían hacerlo en la oscuridad.
Como anteriormente, Terendul se mantenía
a la distancia, observando las habilidades de cada uno, conociendo al enemigo.
Transcurridos unos instantes, la energía
que Park cediera a Kim fue suficiente para devolverle la conciencia. Abrió los
ojos al mismo tiempo en que aspiraba una gran inhalación y sentía su sangre
fluir adecuadamente por su cuerpo. Por otro lado, Park había recuperado su
apariencia humana y caído de rodillas, con apenas energía para mantenerse
consciente.
— ¡Yoochun!
— Estoy bien. ¿Tú lo estás, Junsu?
— Sí. — Musitó, mirando alrededor todo
lo que estaba pasando.
Katsuki también había perdido parte de
su energía mágica después de obtener a Ardamírë
y tras ayudar al elfo. Mokomichi y Shim estaban haciéndolo bien, pero Nikiforov
había sido herido en una ocasión al defender a Katsuki.
El príncipe elfo sintió congoja por sus
amigos. Intentó levantarse pero todavía no tenía suficiente poder.
— Aurë.
La luz cegadora llegó de pronto. La voz
conocida por todos. La reina Emeldir ha arribado, llegado ahí gracias a un
puente mágico abierto por uno de los dragones en Cirith Ninniach, Fëanáro, el Espíritu de Fuego, el dragón más arcaico en la Grieta del Arcoiris.
Emeldir no ha arribado sola, una
veintena de los guerreros elfo más fuertes y hábiles le acompañan, y atacan de
inmediato a los espectros con los dones propios de su pueblo, con la luz de las
estrellas bañando sus trajes y encriptada en sus flechas y arcos, espadas y
cuchillas. Emeldir busca a Terendul, pero advierte su cobardía cuando le ve
invocar un hechizo oscuro y desaparecer entre espeso humo gris electrificado.
Ante la ausencia de Terendul, los espectros escapan hasta las entrañas de
Endor.
La Reina le deja ir, es su prioridad
llevarlos a todos a Cirith Ninniach. Ordena a los guerreros elfo tomar la ruta
por el océano, mientras ella pide de nuevo el favor de Espíritu de Fuego y volver cuanto antes a casa.
…
Cirith Ninniach
Lenwë ha recibido el mensaje de Elessar, y sido presa de nuevo de la
congoja que sacude su corazón. La maldad en Endor todavía no ha sido desatada,
Terendul es apenas el menor de sus problemas y vicisitudes.
— ¿Padre?
Jaejoong le llama, pero ve una sombra
caer sobre la faz de su progenitor antes que decir nada.
— Mi amado hijo, nos aguarda una guerra
cruel. Los Moringotto han despertado.
— Pero, dijiste que era un pueblo exánime.
— Jamás debí alejar mi vista de Oromet, confíe demasiado y ahora Endor mismo
podría pagar mi descuido.
El rey dice con pesadumbre, su hijo
mayor no sabe cómo confortarle o qué palabras de aliento ofrecerle. Entiende
que la posición de su padre como monarca de su pueblo es mayúscula, porque no
está en su haber solo proteger a Cirith Ninniach y los elfos que quedan en la
ciudad, sino también vigilar el curso de la vida en todo Endor. Era, de alguna
forma, responsable del futuro de todos los pueblos.
— ¿Padre?
— Por ahora, Jaejoong, habremos de
concentrar toda la magia posible a través de nuestro pueblo. Cuando tu madre
regrese y seamos capaces de recuperar el Glingal sin tomar la vida del joven
Altin, Junsu y tú tendrán que asumir la responsabilidad que les confiere como encantadores de las criaturas míticas
más poderosas de Cirith Ninniach.
— Se hará como ordenes, padre.
— Jaejoong, podría ser el fin de nuestro
pueblo, pero a cambio dejaremos a Endor protegido. La magia del Glingal pasará
de nuevo a las entrañas de Endor, pero a cambio nosotros podríamos perecer.
¿Entiendes eso?
— Lo hago, padre.
No transcurre demasiado tiempo cuando la
Reina está en el Palacio, junto a su hijo y los amigos que ha hecho en su viaje
en busca del Glingal. El menor de los príncipes elfo estaba mejor, pero se
recuperaría por completo solo en la Grieta
del Arcoiris. Emeldir le había llevado de inmediato a uno de los salones en
el Palacio, mandado recostarse y concentrarse en sanar mientras ella y Lenwë
purificaban su cuerpo. En tanto, Park se había apostado fuera del salón,
dispuesto a esperar cuanto fuese necesario la recuperación del elfo castaño.
Jaejoong se ha reunido con todos los
demás, revisado las heridas de ellos y pedido el apoyo de su gente para
sanarlos también. Las heridas de ellos eran menores en comparación a las de su
hermano y el largo tiempo que había soportado la magia de los espectros.
Plisetski y Altin no pueden más que
mirar, y esperar cualquier resolución. El mayor de los dos siente que algo vibra en su interior, como si
reaccionara a otra presencia mágica. No es doloroso ni incómodo, pero sí
extraño e inquietante.
— No te preocupes, Otabek. Es el Ardamírë, todas las joyas creadas por mi
pueblo reaccionan cuando están cerca la una de la otra. Pero no es algo de lo
que debas preocuparte. — El elfo de cabellos oscuros dijo.
Y es que Katsuki estaba cerca después de
todo, y la Joya del Mundo colgaba de su cuello, algo más brillante y hermosa. Resonando
sí, a la presencia del Glingal contenida en el cuerpo de Altin.
— Perdona que te hayamos hecho esperar,
joven Altin. — El rey dijo, apareciendo de pronto, algo más pálido pero con una
expresión ecuánime. — ¿Cómo está el joven Katsuki?
— Yuuri está bien, padre. Lo he sanado
personalmente.
— Bien hecho, Jaejoong. Ahora entonces,
joven Katsuki, ¿podría permitirme el Ardamírë?
— Por supuesto, mi Lord. — El wilwarin dijo con sumo respeto.
Aunque era esa la primera vez que se
encontraba con el monarca del pueblo élfico, tenía una impresión de
familiaridad que le hacía sentir inquieto. Porque ha comprendido antes que no
hay en su sangre legado élfico, pero todavía le queda la duda de lo que dijera Ardamírë cuando tuvo la forma humana de
aquella hermosa mujer del lago.
— Mi Lord, ¿puedo hacerle una pregunta? —
Katsuki murmuró, entregando la Joya del
Mundo sobre la palma del rey.
— Por supuesto, habla que mis oídos te
escucharán detenidamente, joven Katsuki.
— ¿Qué significa ser un hijo tardío de Minyatur?
El rey miró intensamente al wilwarin.
— ¿Dónde lo escuchaste?
— La Joya
lo dijo cuando me puso a prueba. Que se rendía noblemente ante mí por ser un
hijo tardío de Minyatur.
Lenwë volvió a mirar fijamente al wilwarin. Tanto que Katsuki sintió que
aquellos profundos ojos claros se hundían hasta su pensamiento más pequeño y
era capaz de tocar su alma. Se sintió un poco somnoliento y mareado, y luego
una voz hizo eco en su mente.
— Amigo
de las Estrellas eres, Katsuki Yuuri. Y bendecido con la magia de los antiguos
elfos ha sido tu legado. Bienvenido seas, tú quien se ha levantado entre las
ruinas de nuestra gente y guiarás al pueblo de Endor por un sendero más
luminoso.
— ¡Yuuri! ¡Yuuri!
— Nh, ¿Víktor? — Pestañeando con aire
confundido, el wilwarin se incorporó,
sentándose sobre aquel lecho suave y cálido, con el sol entrando por los
ventanales de esta habitación de altos pilares y gruesas columnas, tan
perfectamente trazados que casi parecían haber sido pensados con magia.
— ¿Estás bien? ¿Sientes náuseas o mareo?
— ¿Eh? No. ¿Qué me ha pasado?
— Te desmayaste. El Rey Lenwë dijo que
te trajera a esta habitación, y que la estrella más radiante de todas aliviaría
tu alma de inmediato. Supongo que se refería al sol.
— Lo siento, por ocasionar problemas. Pero
estoy bien, deberíamos volver, ¿no?
— El Rey dijo que esperáramos aquí hasta
que nos avisara.
— ¿Por qué?
— Dijo que tu presencia podría
entorpecer el ritual mágico. Ahora mismo están recuperando el Glingal del
cuerpo de Otabek.
...
Este era un bosque diferente en medio de
la inigualable belleza de Cirith Ninniach. Falto de colores vivos o cantos
nítidos, los árboles secos de un inédito color grisáceo se enfilaban en todas
direcciones hacia donde el muchacho mirara. Para obtener el Glingal finalmente
ha venido solamente acompañado por los reyes, el Ardamírë colgando del cuello de Lenwë. Galas hermosas, de colores
celestes y bordados en hilo de plata, los elfos monarcas de La Grieta del Arcoiris parecían incluso
más altos y hermosos. Sus largas cabelleras meciéndose al fresco viento que
soplaba de todas direcciones, y una expresión impasible que le inspiraba
tranquilidad.
Llegaron hasta un pedregal enclavado en
una escarpada colina. Al centro estaba ubicada una piedra verde brillante, y
alrededor de ella un cuenco circular de gran tamaño sobre el que inmóvil el
agua transparente descansaba.
— No vamos a mentirte, joven Altin. Cuando
el Glingal te abandone, sentirás que tu vida lo hace también. Trata de respirar
profundo, toma bocanadas si sientes que debes hacerlo. Ardamírë es caprichosa, y suele dejarse llevar por la atracción que
le provoca el Glingal, nuestra Joya más preciada. Pero Emeldir y yo cumpliremos
nuestra promesa, y Ardamírë habrá de
responder a nuestro llamado dejándote la vida que te pertenece.
El joven Altin asintió, incapaz de la
palabra pues sentía la boca reseca y un escalofrío recorrer su espina dorsal. El
canto de los reyes comenzó. Y él se sintió, de alguna forma, consolado por
tales melodiosas voces.
Continuará.
Después de no sé cuánto tiempo, por fin actualizo este fic acá~ Es recta final, por lo que tal vez la siguiente actu sea el final y de ahí el epílogo para finiquitar este miniserial~
Gracias a quienes siguen pasándose por aquí!
See ya!
OMG!!!!
ResponderBorrarque es lo que esta por pasar??... las dudas van llegando a mi mente como flashes de diferentes escenarios de lo que podria pasar....
pero como siempre hasta que no subas el sig capi no sabre lo que esta pasando de verdad....
fue bello y emocionante el capi... gracias por compartir con nosotras tan bello talento....
matta ne... <3