miércoles, 9 de agosto de 2017

Oneshot Victuuri. Like the First Time.



Autora: Felina
Pareja: Victuuri
Anime: Yuri!! on Ice.
Clasificación: NC-18
LIKE THE FIRST TIME
~*~
VíctorxYuuri


Katsuki no es uno de esos muchachos que, a sus 24 de edad, se muestre demasiado confiado con ciertas necesidades de su cuerpo. Vamos, que para ponerlo en términos adecuados, no se masturba a menudo para desfogar las calenturas hormonales de su cuerpo. No lo hace por, principalmente, dos razones. 1, vergüenza. 2, familia. Hombre, que en casa era sencillamente imposible tener suficiente privacidad. E incluso durante sus años en Detroit, con su amigo Phichit aquello todavía era demasiado complicado de lograr, aunque su tailandés compañero era un tanto desinhibido con el tema y solía insinuar dejarle a solas en el dormitorio para que se encargara de "lo suyo".


En fin, las cosas ahora no eran para nada diferentes. Por el contrario, podía ser un poco más complicado, de hecho. Sí bien no estaba viviendo en Japón con sus padres, no podía hacer mucho compartiendo departamento con Nikiforov en San Petersburgo. Incluso si son novios y han ido tan lejos como para tocarse un poquito por debajo de la ropa, todavía no han tenido sexo y sus acercamientos más "osados" han sido besos de aquellos que dejan al japonés mareado, atontado, con el corazón a mil y una palpitante sensación en la entrepierna.

Nikiforov no ha intentado ir más lejos aún cuando se ha percatado del estado de su amante. Quizá porque siente que Katsuki es demasiado precioso y valioso como para ir al final sin una grandiosa velada minuciosamente planeada.

Por lo tanto, y volviendo a la razón original, Katsuki sigue "acumulando" deseo y, aunque a tope de vergüenza, tiene que encargarse de lo suyo. Aquella tarde su amante llegaría hasta la cena, por lo que él tenía al menos un par de horas para "tranquilizarse". Que se encontrara con la chaqueta de su ruso novio sobre la cama, y terminara tocándose mientras huele la prenda. Bueno, fue cosa de "suerte" y una lascivia que pretendía desbordarse cual volcán en erupción.

— Ng~ nhh. Víctor~.

Jadea con los ojos lacrimosos, las mejillas coloradas y el pene goteando de placer. Juega con los dedos en la cabeza y muerde sus labios. Demasiado caliente.

— ¿Yuuri?

Demasiado calien...

— ¡Víctor!

...te.

Entre la sorpresa por ver a su amante en el umbral de la habitación y la explosión en el bajo vientre al escuchar su nombre en la sensual voz del ruso, Katsuki se había derramado, mojando su mano y ensuciando la prenda de Nikiforov.


Cuando Nikiforov volvió a su departamento, había decidido darle una sorpresa a su adorable novio, así que en el camino de regreso compró un ramo de rosas rojas, un buen vino tinto y pan recién horneado de la panadería favorita de ambos. Tenían algunos quesos en casa, así que le apetecía algo sencillo mientras escuchan algún blues y conversan de cualquier cosa que fuera surgiendo, realmente nunca se cansaba de escuchar a Katsuki, una vez que tomaba confianza hablaba hasta por los codos.

— Aunque generalmente hablamos de patinaje. De mí. — Dijo pensativo, aparcando su auto y tomando las cosas en sus manos.

Un par de minutos después, apenas abrió la puerta de su departamento, llamó a su amante al no verle en la estancia ni en la cocina. Por supuesto, no obtuvo respuesta, pero en cambio, apenas agudizando el oído, se percató de los ruiditos que venían de la habitación. La expectativa de lo que estaría sucediendo allí dentro puso todos sus sentidos en alerta, jadeó involuntariamente de solo imaginar cómo encontraría a su amante. Así, sigiloso, dirigió sus pasos hacia la habitación, abriendo la puerta con cautela, jadeando una vez más al contemplarle.

Nunca se habría esperado encontrarse al japonés así. Obviando el hecho de que estaba masturbándose, lo estaba haciendo con una de sus chaquetas. Y era condenadamente encantador y sexy. Por supuesto, la entrepierna del ruso ha despertado en un santiamén, y dado apenas un paso dentro de la habitación, sin poder evitar que aquél llamado brotara de sus labios.

— ¿Yuuri?

Incluso para él ha sido una sorpresa mencionarle, que su voz sonase áspera y profunda. Reflejo de su inevitable excitación.

— ¡Víctor!

Verle justo así, completamente entregado y rendido, extasiado en placer, ha sido la mejor de las imágenes a grabarse con fuego en la retina. Katsuki se ha derramado “repentinamente” gimiendo su nombre con una voz mezcla de sorpresa y deleite. Tiembla abrasado por el orgasmo, con las mejillas al rojo vivo y una capa de sudor perlada en su rostro, sus expresivos ojos marrones brillando cual si una lluvia de estrellas hubiera explotado en sus cuencas.

— Yuuri. — Le nombra de nuevo. Más por inercia que por tener algo concreto para decirle.

Los pasos del ruso avanzan hasta el lecho, donde Katsuki termina sonrojándose hasta las orejas, cubriendo su desnudez con la prenda de su amante. Nikiforov sonríe de lado, se lleva el índice a los labios y le contempla desde “arriba”, admirando la sensual figura bañada de inocencia y deseo. El japonés respiraba laboriosamente por el orgasmo alcanzado, y los espasmos que todavía sacuden su delicioso cuerpo se le antojan provocadores al ruso.

— Víctor, por qué… tú, yo. — Parlotea sin sentido, deseando de pronto que la tierra se abra y le trague.

Ha sido pillado infraganti por su amante.

— No te avergüences, Yuuri. — Le conforta, subiendo una rodilla a la cama, acercándose lentamente a su japonés novio. — Aunque estoy un poco celoso, creo que no he estado cumpliendo con mi adorable novio que se ve en la necesidad de satisfacerse personalmente. — Añade con un tonito juguetón, sujetando el mentón de un sonrojado Katsuki que atina a dejarse hacer. — Yuuri, qué debería hacer, estoy tan excitado ahora. — Susurra seductor, rozando su respingada nariz por las tibias (calientes, en realidad) mejillas de su novio.

Katsuki estaba un poco atolondrado de momento. Entre el orgasmo que acababa de experimentar, la vergüenza por ser sorprendido en plena autocomplacencia, y la seductora voz de su ruso amante, el japonés no estaba seguro de qué responder a su insinuación. Porque obviamente ha lanzado una en aquel “estoy tan excitado ahora”.

— ¿Yuuri? — Le llama. Aunque más pareciera que ha saboreado su nombre de la misma manera en que lo ha hecho al pasear su lengua por el delgado y largo cuello de su prometido.

Claro que, también ha sonado a cuestionamiento, cual si le estuviera dando oportunidad de tomar en consideración lo que está haciendo. No, se corrige a sí mismo. Lo que pretende hacer. Porque no quiere solo besarle, lamer su piel o tocarle un poquito cuando le tiene perfectamente desnudo bajo su cuerpo. Febril y desorientado, cegado de placer y expectación.

— Yuuri, escúchame, amor. ¿Puedo seguir?

Los ojos marrones le miran, un poquito desconcertado, parpadeando lindamente termina esbozando una sonrisa. Aunque no puede ver bien, tenerle así de cerca le ayudaba a identificar claramente la expresión de su amante. El cabello ligeramente alborotado, con sus “rebeldes” mechones grises cubriendo parte de su frente, más no ocultando de él la intensidad de sus ojos azul verdoso, bañados con el mismo color de un océano bañado por los rayos solares en distinta gravedad.

— Víctor~. — Suspira, y lo hace casi inconscientemente. Ignorando su propio tono de voz o la súplica que brilla en sus cuencas marrones.

De un momento a otro es empujado de nuevo contra el colchón, sus labios asaltados con pasión por la boca de su amante. Calientes pliegues carnosos con sabor a menta y una esencia dulce que se le impregna en las papilas gustativas. La rugosa lengua se enreda con la del japonés, tira de ella y le muestra cómo es un verdadero beso de pura pasión.

— Ng~ ¡Víctor~! — Katsuki rompe el beso de manera abrupta. Necesita aire y controlar un poquito los presurosos latidos de su corazón.

Nikiforov le mira desde arriba, se lame los labios y comienza a desnudarse, desabotonando la pulcra camiseta blanca con ritmo seductor. El japonés jadea de nuevo, le mira incapaz de hacer más que “aprender” de su amante, traga hondo y se lame inconscientemente el labio inferior, mordisqueando la esquina, sintiendo el calor expandirse por todo su cuerpo, y cobrar “forma” irguiendo su miembro.

— ¿Te gusta, Yuuri? — El tono es por demás coqueto, su pícara expresión resplandece en sus ojos y se refleja en la curvatura que tira de las comisuras de sus labios.

La camiseta resbala por sus brazos y se desvanece en su espalda, dejando al descubierto su torso, los músculos definidos, los tentadores pectorales, los huesos pélvicos que definen aquella parte de la anatomía del ruso que más inquietaba al japonés, particularmente desde que se dio cuenta de la atracción sexual que sentía por su novio, rebelados después de que Nikiforov se desabrochara los pantalones y comenzara a deslizarlos cintura abajo.

— Yuuri, ¿estás bien? — Pregunta, y hay en su tono un toque de diversión.

Lo admite, es demasiado adorable ver a su tierno novio sonrojarse hasta las orejas y respirar pesado, casi le preocupa que pueda desmayarse o caer rendido por la “fiebre”. Pero por supuesto, esta calentura es algo para lo que Nikiforov tiene la medicina perfecta.

— Oh, Yuuri, me gustas tanto.

— Ví-Víctor~. Ngh~ ngh~.

Los primeros gemidos de Katsuki resuenan en los oídos de Nikiforov cual música de un perfecto programa sobre el hielo.

— Por todos los cielos, creo que podría tener un orgasmo solo escuchándole. — Piensa.

Y no es para menos, pues mientras la mano del ruso atiende el falo de su amante, el japonés revuelve las piernas, muerde la sudadera de su novio y suda entre temblorcitos de placer dejándose hacer. Completamente entregado a lo que sea que Nikiforov decida hacer con él.

— Víctor~. — Jadea con ojos lacrimosos, aspirando involuntariamente el olor de su novio en la prenda que tiene celosamente apretada contra su pecho, cubriéndole la mandíbula. Ahí donde olerle es fácil.

— Vamos, Yuuri. Tienes al auténtico frente a ti, por qué no me hueles en su lugar. — Celoso de su ropa, el ruso tira de la molesta sudadera lanzándola lejos, jadeando cuando la febril anatomía del japonés le abraza con fuerza.

— Víctor, muy ca-liente~. — Jadea, inquieto y perdido en el mar de sensaciones.

Nikiforov ni siquiera se ha desnudado por completo, pero siente que su falo, preso bajo la ropa interior, está por explotar. Tal poder tenía Katsuki sobre él.

— Sopórtalo, Yuuri. Yo también siento caliente.

Unos cuantos movimientos bastan para que las prendas faltantes abandonaran el cuerpo del ruso. Katsuki le mira sin poder creer que (pese a no ser la primera vez, ni de cerca) tal cuerpo esculpido por los mismos dioses, se estremezca por su propia anatomía. Nikiforov debía tener gustos muy particulares para sentirse tan excitado por él. O eso pensaba. Y claro, se olvidaba un poquito de que aquello era sencillamente el “poder del amor”.

— Víctor~. — Suspirando el nombre de su prometido, Katsuki le empuja con la suficiente fuerza para tumbarle sobre el colchón, invirtiendo de aquella forma los papeles, al menos un poquito.

— ¿Yuuri?

— Yo también, quiero dártelo, Víctor. — Murmura con tono áspero.

No es para menos, por supuesto, Katsuki está tan excitado como Nikiforov, pero encuentra sumamente injusto ser el único al que le estén haciendo aquello, así que decide “improvisar” con aquella popular postura en la que ambos pueden disfrutarse.

Advirtiendo la intensión de su prometido, el ruso le deja hacer su voluntad, aunque le da también un poquito de morbo. Esta será, después de todo, la primera vez que hagan esto.

Con el rostro a la altura de la pelvis de Nikiforov, Katsuki ha dejado la propia frente al rostro de su amante. La lengua del ruso no titubea ni un poquito cuando decide comenzar a lamerle, saboreando no solo su particular humor, sino también los temblorcitos y jadeos que sacuden el cuerpo del japonés.

— Ngh~. — Atrapado por un instante en la sensación, Katsuki tarda unos segundos en responder, pero cuando lo hace, Nikiforov siente que podría tocar el cielo con la punta de los dedos.

Podría, pero lo resiste porque no quiere hacer tal “papel” frente a su amante, correrse ahora está absolutamente prohibido, fuera de cuestionamiento alguno. La lengua del japonés asciende desde la base hasta la punta con suma lentitud, no tiene idea de cómo debe hacerlo pero trata de imitar lo que está recibiendo a cambio en ese preciso momento. Es, sin embargo, la lengua del ruso más hábil que la suya, se le enreda en la punta fálica y le hace perder control sobre sus sentidos, embotándoselos peligrosamente.

Hacer el amor y tener sexo no era en definitiva la misma cosa. Pero cuando se tenía sexo mientras hacen el amor, era magistralmente significativo. Sobre todo si era la primera vez. Porque lo era, sí, antes llegaron a tocarse un poquito aquí y allá, pero este era el momento exacto en que ambos se entregaban plenamente al otro, sin restricción alguna, con el corazón en la mano y los sentimientos a flor de piel. La “calentura” del momento se convertía entonces en solo una extensión de todo aquello que sienten el uno por el otro.

— Víctor~. — Gimoteó, indeciso entre la vergüenza y el placer, todo porque la lengua de su prometido ha abandonado las atenciones de su falo para ir hacia el norte, justo ahí presionando contra su agujero. — Eso no~ ¡da vergüenza~!

— Pero quiero hacerte mío, Yuuri. Y no puedo tomarte sin prepararte a “profundidad”. — Dice. Y hay por supuesto en su tono, cierto toque pícaro.

Lo que ha dicho tiene doble intención. Ambas muy “sucias” a decir verdad. Katsuki tiembla, piensa en mirar hacia atrás pero la vergüenza le puede, de momento, más. Así que trata de concentrarse en lo que estaba haciendo, lamiendo y acariciando el tronco de Nikiforov, pero por cada vez que la lengua de su amante se pasea por su cavidad anal, él tiembla y se agita en vergüenza.

El ruso piensa en levantarse por el lubricante –vaya que lo tiene, está preparado para esto, pero le da un poco de pereza levantarse y buscar el bolso con los aditamentos que se encuentra en un rincón del guardarropa–, pero presiente que, de hacerlo, probablemente tomaría tiempo volver a entrar en “ambiente” y retomar por donde van. Así que se anima a hacerlo así por ahora, lamer, llenarle de saliva, empujar lentamente y profanar aquella parte de la anatomía del japonés completamente virgen.

— Víctor~. — Jadea de nuevo. A saber cuántas veces ha jadeado o gemido el nombre de su prometido.

A Katsuki se le tiñen las mejillas de carmín mientras siente la lengua de Nikiforov entrar en su cavidad anal, está tentado de pedirle que pare, de argumentar que está “sucio” de allí. Pero la curiosidad, el deseo y la necesidad se sobreponen de nuevo. Arquea la espalda y termina elevando el rostro, apretando con sus manos los muslos del ruso, abandonando por default el pene de éste, dejándole así. Alzado, poderoso, hermoso y excitado. Con las venitas inyectándole de excitación y exudando el presemen.

— ¡Wow! Qué vista, Yuuri. — Nikiforov se vanagloria con la panorámica.

Desde ahí no solo puede admirar el trasero de Katsuki, sino que el ángulo le permite vislumbrar la línea de su espina dorsal, su lechosa piel perlada en sudor, tinturada de rosado aquí y allá. Sus manos deciden entonces pasearse por las nalgas del japonés, acariciándole el torneado y redondo trasero, separando sus firmes glúteos con ambas manos, lamiendo nuevamente el orificio al medio.

— Ng, Víctor~. Yo, no~.

— Yuuri, sabes qué hacer con ellos, ¿verdad? — Dijo, tras elevar la diestra y acercarla al rostro de su prometido, específicamente la boca.

Katsuki sin embargo, se pierde primero en el anillo dorado que porta en su dedo, recuerda cuando se lo entregó y el extraño camino que había tomado para confesarse y además, proponerse a tal punto. Lame el anular con delicadeza, sumamente concentrado en la textura de la argolla, luego lo lleva al interior de su boca, chupando con parsimonia.

De pronto Nikiforov se siente más excitado, la forma en que le chupa, imaginar la expresión de su rostro. El ruso piensa que no, no podrá continuar así. por lo que, en un par de movimientos, invierte nuevamente las posiciones, empuja con suavidad a su prometido contra el colchón, besando los mojados labios del japonés, acomodándose entre sus piernas y rozando, sin plan alguno, sus erecciones en el acto.

Ambos jadean en medio del beso. De la cantidad de besos que le siguen a ése, mientras sus febriles anatomías se mantienen en contacto, se rozan y se provocan una libido que ni siquiera sabían que poseían. Ardiendo cual lava a punto de explotar en un volcán.

— Espera aquí, Yuuri.

— Nh, qué.

Nikiforov se aparta del lecho por brevedad, lo que le toma buscar en el clóset la bolsa donde ha guardado el lubricante y algunos condones (entre otras cosas). Katsuki le mira, contrariado y todavía excitado, aguardando pacientemente ahí, tumbado en el colchón, con la respiración alterada y una erección que grita por atención. Cuando el ruso vuelve a su lado, trepando en la cama con una sonrisita confiada, acomodándose nuevamente entre sus piernas, sujeta su diestra y besa el anillo en su dedo anular. Así como lo llegó a besar en una pista de hielo con miles de testigos. Katsuki sonrió tiernamente, tirando de las manos enlazadas para besarle también. La mirada de ambos brillando, expresando cuán enamorados están el uno del otro.

— Yuuri, eres mi vida, eres mi amor. Tienes todo de mí.

— Víctor. Yo, te amo.

Cada uno se confiesa a su manera, usando palabras diferentes pero expresando el mismo sentimiento. Sus labios se encuentran, se funden en el fuego que crepita con amor y pasión.

— Voy a prepararte apropiadamente, esta vez no usaré mi lengua solamente, Yuuri. Porque quiero que lo disfrutes por completo.

Katsuki asintió, sonriéndole a los ojos. La botellita en manos de Nikiforov lo dice todo. Aunque no estaba en contra de chupar sus dedos, el lubricante para el sexo anal debía ser definitivamente más apropiado.

— Confío en ti, Víctor.

Con aquellas miradas enamoradas en sus rostros, la pareja continúa con lo que han iniciado, entregándose pacientemente al amor. Nikiforov ha colocado una almohada bajo la espalda de Katsuki, permitiéndose así una postura más cómoda para acceder a aquella parte de su anatomía tan íntima y delicada. El orificio entre los torneados glúteos del japonés merece un trato adecuado, el ruso le pide mantener las piernas abiertas para él, sobreponiéndose al intenso sonrojo que cubre la faz del menor de los dos.

Katsuki entrecierra los ojos y muerde –inconscientemente– sus labios, sobrado de vergüenza y sofocado de excitación. Los labios de su amante seducen una vez más su erección mientras frota suavemente sus dígitos en torno a su cavidad anal, la humedad que siente es fría y pegajosa. El lubricante comienza a ser untado por toda la zona con esmero. Nikiforov no escatima en cantidad, ni en cuidado al presionar el primer dígito en el ano, empujando lento, sintiendo la inevitable resistencia a la invasión.

— Ng.

— ¿Duele mucho, Yuuri?

El japonés agita la cabeza en negación. Respirando agitado.

— Está bien, pu-puedo manejarlo, Víctor.

La confianza estaba ahí. Básica e imprescindible para ambos en un momento tan importante.

El ruso entonces cambia su postura, se estira de pecho al colchón, concentrando sus atenciones en la anatomía entre las nalgas del japonés. Con una mano acaricia el miembro mientras la siniestra labora en su ano. Un dígito finalmente ha entrado, pero nota la tensión de los anillos internos, de la carne caliente palpitando alrededor de su dedo. La falange retrocede lento, y vuelve dentro de la misma manera una y otra vez. Los gemidos incómodos de Katsuki continúan todavía durante los minutos en adelante, pero son suaves y bajos, Nikiforov está seguro de que no lo está lastimando. De que vale todo el tiempo que se toma, la paciencia para soportar el ligero dolor de su entrepierna. Y es que, quizá por ese toque erótico que posee su novio al gemir, la excitación no le ha bajado ni un poquito. Los gemidos de Katsuki, su piel febril perlada en sudor, el olor de su sexo y saberle tan erecto como él, incentivaban su libido con creces.

— Víctor~. — Gimoteó, minutos después, pillado un poquito por sorpresa cuando, tras haber soportado dos dígitos moviéndose en su interior, un empuje tocó un punto en su interior que le volvió todo un desorden de placer.

Tembló, revolvió las piernas y arqueó la espalda, jadeando laboriosamente, agitando inconscientemente sus caderas, buscando quizá que los invasores tocasen una vez más el mismo sensible lugar. Nikiforov sonrió casi victorioso al comprobar que finalmente había dado con su próstata, que tocarle allí realmente le volvía un poco loco y que su pene palpitaba reflejando el placer que sentía. Pero sobre todo, que allí dentro las paredes carnosas también se sentían diferente, quizá más calientes, más húmedas, más “elásticas”.

— Yuuri, ¿crees que puedas soportar otro dedo?

Preguntó con tono dulce, apoyándose en sus codos para mirar por encima del torso de su amante, sonriendo lascivo al observarle agitado, rojo por todas partes, sudoroso, con brillantes ojos marrones.

Apenas enfocando a su prometido, Katsuki asintió, quejándose sin embargo cuando el tercer intruso se abrió paso en su interior, contrayendo inconscientemente sus anillos alrededor de ellos.

— Lo siento, tal vez no deba…

— ¡Estoy bien! — Exclamó, respirando profundamente. — Por favor, Víctor, no te detengas.

— Está bien, Yuuri. Continuaré con amabilidad.

Casi le parecieron largos los minutos que tardó en acostumbrarse a esa invasión, a los movimientos lentos, y finalmente a ese placer que llegó cuando, con su canal íntimo relajado, el ruso golpeó asertivamente su próstata en varias ocasiones. Casi pareciendo que era deliberado, que estaba usando ese punto sensible en su interior para arrastrarle a un placer novedoso, algo más intenso que el anterior. Quizá porque, al tiempo en que aquellos intrusos golpeaban su próstata, la boca de Nikiforov le engullía hasta el fondo, presionando sus labios alrededor de su tronco mientras succionaba, lento primero, más rápido después, enredando la lengua alrededor de la punta, empujando ocasionalmente en la hendidura.

— Víc~tor~ ba~basta. Yo, ngh~ voy a~ ¡Ngh~!

Incluso si ha tenido toda la intención de avisarle antes de correrse, su semilla ha salido disparada en la boca de su amante. Nikiforov retrocedió con una extraña sensación hormigueándole la boca del estómago, el semen de Katsuki le ha llegado hasta la garganta, y él ni siquiera ha dudado al pasar saliva y llegarse los rastros con ella, relamerse los labios y, con sus dedos dentro de su amante, levantar la mirada para observarle.

Tan hermoso.
Inocentemente alterado, con el pelo pegado a la cara, las mejillas arreboladas de carmín, los labios entreabiertos tomando bocanadas de aire, su pecho subiendo y bajando, los pezones duros, la piel erizada.

— Yuuri, lo siento.

— ¿Eh?

Nikiforov apartó sus dedos, se apostó sobre sus rodillas, elevó las piernas de Katsuki hasta sus hombros y, usando la diestra colocó la punta de su pene contra la dilatada, mojada y caliente entrada de su prometido, empujando suavemente su pelvis.

— ¡Víctor~! — Gimoteó áspero, llevando inconscientemente sus manos a los antebrazos del ruso, que en ese momento descansaban a sus costados, enterrando las uñas en la nívea piel.

La penetración es lenta, pero ligeramente dolorosa. No hay comparación entre los dígitos y el tronco caliente enterrándose en su canal.

— Lo siento, Yuuri. Lo siento, amor. — Dijo, besando las traicioneras lágrimas que resbalaron por las mejillas de su amante.

Katsuki respiró profundo, notando todavía más caliente todo su cuerpo. Nikiforov le imitó, conteniendo las ganas de moverse, sintiendo un placentero sofoco alrededor de su pene, preso entre los carnosos anillos de su amante.

— E-estoy bien. Solo, ha dolido un poquito. — Musita, sonriendo amoroso hacia su prometido.

— Bobo, que tú me consueles cuando soy yo quien te está lastimando…

— ¿Lastimando? No lo siento así, Víctor. Estamos haciendo el amor, ¿no es así?

Katsuki dice. Y Nikiforov de pronto siente ganas de llorar. Cómo podía su prometido ser tan, pero tan adorable.

— Lo estamos. Y creo que acabo de caer otro poco por ti, Yuuri. — Apoyando su frente en la contraria, el ruso sonrió enamorado. — Te amo, mi Yuuri.

— Yo también te amo, Víctor. — Abrazando la espalda de su amante, con sus piernas todavía en los hombros de éste, el japonés comprendió que aquel movimiento solo había conseguido que el sutil movimiento del ruso llegara más profundo y le volviese un lío de incomodidad y placer. — Ngh~.

— Yuuri.

Llamarle, casi solo porque sí. Atrapando sus calientes labios con los propios, besándole apasionadamente mientras su pelvis comienza aquel vaivén adelante y atrás, embistiendo suavemente al principio, sabiendo que, innegablemente, el ritmo aumentará no mucho después.

— ¡Ngh! ¡Mgh! ¡Angh!

Los gemidos suenan uno tras otro. Sin saber a quién pertenece cada uno de ellos, y no que importase en realidad. Algunos minutos bastan para que Katsuki se acostumbre a las embestidas, para que disfrute plenamente el roce de carne contra carne, para sentirse más caliente y endurecerse de nuevo. Para Nikiforov la experiencia no tiene precedentes, el placer intenso, el sofoco y el nebuloso velo de placer entorpeciendo sus sentidos le arrastran a un mundo desconocido.

No saben cuándo o cómo, pero cambian de postura en varias ocasiones. De pronto Nikiforov está sentado, acunando el trasero de Katsuki con sus manos y piernas, lamiendo, chupando y mordisqueando sus montecitos mientras el japonés bota de arriba abajo, dominando el ritmo de las penetraciones. Luego vuelve al lecho, de rodillas sobre el colchón, con la espalda inclinada y el rostro contra una almohada, ajeno a los escandalosos gemidos vibrando en su garganta mientras el ruso embiste con un poco más de confianza y velocidad, provocando ese sonido sordo y húmedo al chocar sus cuerpos. Más tarde vuelve a descansar sobre su espalda, con las piernas aferradas a la cintura de Nikiforov y sus manos alrededor de su cuello. Jadeando en su oído, repitiendo incansablemente su nombre, mareado en placer, disfrutando de las sensaciones, de las penetraciones y de la fricción que su pene, atrapado entre sus cuerpos, obtiene al rozarse contra el torso esculpido.

— Yuuri.

— Víctor~.

— ¡Yuuri~!

— ¡Víctor~!

Los gemidos son obvios, indiscriminadamente honestos. El calor de sus cuerpos temblorosos también. El orgasmo ha sido pleno, exquisito y glorioso. Han tocado el cielo con la punta de los dedos. Una primera vez perfecta, aunque sin planearse.

Nikiforov abandona el cuerpo de su amante con cuidado, feliz de no ver ni rastro de sangre, no le ha herido pese a que, lo reconoce, fue un poquito salvaje en algún momento, cegado por el placer. Con el húmedo chasquido al despegarse de su amante, su semen también asoma del palpitante ano, el que todavía se dilata y contrae tras haber atrapado aquel trozo de carne caliente y duro por largos minutos. El ruso sonríe, feliz de haberle marcado, de haberle hecho el amor hasta el éxtasis.

— Víctor, no mires más~. — Se queja, cerrando las piernas en un vergonzoso intento por esconder su intimidad de aquellos penetrantes ojos acuamarina.

— Lo siento, no quería avergonzarte Yuuri. — Sonríe, inclinándose sobre su cuerpo para besarle dulcemente, despidiéndose de los labios del menor con una coqueta lamida. — Voy por una toalla para limpiarte.

— No~ no te vayas todavía, Víctor. — Caprichoso. Así como solía ponerse solo cuando estaba un poquito ebrio. Le detuvo, aferrándose a su cintura.

— Está bien, Yuuri. No me voy aún. — Complaciéndole, se tumbó a su lado, acunándole en su pecho, acariciando sus mojados mechones oscuros, besándole la frente.

— Estuviste muy sexy. — Musitó con los labios pegados a la caliente y sudorosa piel de su amante. — Fue, increíble. Tú eres increíble, Víctor.

Nikiforov sonríe, casi avergonzado de las palabras de su prometido. Buscó entonces su diestra, enlazando sus dedos, besando la argolla dorada en el anular.

— Estudié un montón, Yuuri. Solo quería que nuestra primera vez fuera así, que la disfrutáramos juntos. Así que estoy feliz por ambos. Pero todavía voy a cuidarte… — Añadió, acariciando fervorosamente el trasero de su amante. — Va a doler un poco después, y estarás incómodo. Pero yo, el gran Víctor Nikiforov, va a mimarte un montón~.

— Víctor~.

Riendo, besándose, acariciándose cariñosamente, la pareja permaneció en el lecho compartiendo el calor, la emoción de una primera vez exitosa, amándose otro poco, del mucho que les restaba pues, saben, tienen una larga vida por delante.


FIN

Durante mis pseudo vacaciones de verano, escribí esto en mi fb personal, lo dejo por aquí para quienes gusten de la hermosa pareja y no me tengan en fb ;D

2 comentarios:

  1. ahhhhhhhhh....
    algo para alegrar la pésima semana que tuve mil gracias!!!!
    me reencanta el victuri..... son tan lindos y sexys....
    la inocencia de cada uno es adorable cuando quieren....
    adoro tu trabajo y voy a disfrutar de todo lo que venga... besos y abrazos a la distancia...
    matta ne... <3

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    1. Es un gusto alegrar tus días cuando no van bien~.

      Sí~ el Victuuri es un amor tan lindo que no pude evitar enamorarme de ellos como lo estoy del YooSu, lo he dicho, los amo al mismo nivel, son mis parejas favoritas en la vida <3

      Gracias por estar al pendiente de mis escritos~.

      Ya Ne! ;D

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