martes, 20 de junio de 2017

NEED Parte 7. Miniserial (TVXQ/JYJ)



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Parte 7

Presentarse ante el detective Mokomichi les daba un poquito de grima. Particularmente al Principado JeJun y al arcángel Yoon

Y, qué estamos esperando. Vamos a resolver esto ya. — El arcángel Choikang dijo, bufando exasperado.

Todo porque llevaban cinco minutos simplemente mirando al detective Mokomichi. Quien ha terminado por levantarse de su sitio, salir al balcón y encender un cigarrillo, aunque no ha dado ni una sola calada.

— Mierda, comienzo a sentirme tenso. Pareciera que alguien me observara. — Dijo para sí.

Pero, como era de esperarse, los seres alados detrás de él tomaron su parte del asunto.

¿Será que nos presiente? — El arcángel Yoon dijo, achicando la mirada cual si pudiera escanear la mente del detective.

No sería de extrañar, Yoon. La experiencia que tuvo antes podría significar mucho.

Lo que me recuerda que estamos perdiendo tiempo. necesitamos encontrar a Xia y al íncubo Yoochun.

En lo que parecía avecinarse como otra discusión entre Principado y Arcángel, se convirtió en la apertura que el arcángel Choikang aprovechó para, sin más, revelarse a las espaldas del detective. El Principado Jejun ahogó un grito de impresión, mientras que el arcángel Yoon se golpeaba la frente y lanzaba un gruñido.

— Hey.

— Así que no estaba simplemente divagando. Realmente había alguien aquí, eh. — El detective japonés dijo con una sonrisilla, dando media vuelta y encarando al arcángel de cabellos morochos. — Ah, tú. Tenía la leve sospecha de que no había sido precisamente accidental aquel encuentro.

— Sí, sí. Lo que sea. Me llamo Choikang, y necesito que confíes en mí.

— ¿Por qué?

— Bueno, soy de los de “allá arriba”, sabes. Eso supone que tengas fe ciega en mí. — El arcángel morocho dijo. Como quien explica que el agua es clara porque es agua. Es decir, no había una explicación real. Solo creencias fieles a su propia naturaleza.

— ¿Allá arriba? — El detective ladeó ligeramente el rostro. Honestamente esperando comprenderle mejor.

El arcángel suspiró, miró a sus costados, donde sus amigos continuaban “invisibles” y luego lo hizo. Se mostró en todo su esplendor ante los ojos del japonés.

— Vaya. Qué alas tan preciosas.

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Para los demonios el sexo no era suficiente. Había en ellos demasiada lujuria contenida como para conformarse con unas horas entregándose al placer. Saben también, sin embargo, que Lucifer se recuperará pronto y atacará de nuevo. Con mucha más fuerza, probablemente con un número considerable de legiones.

— Debemos irnos de aquí, Yoochun.

— Lo sé, Xia. Pero, incluso a donde vayamos, todavía no puedo dejarte ir así nada más.

Provocándose con la mirada, ambos demonios compartieron un caliente beso, en tanto ambos desplegaban sus alas y las agitaban levantando el vuelo. Desnudos sobrevolaron hasta tierras más lejanas, hacia un valle enclavado en la nada, donde la civilización o persona alguna todavía no pisaban. No había manera de que renunciasen aún al deseo de unirse en cuerpo como lo eran en alma.

Los anillos que portaban en sus manos, los llamados anillos del alma brillaban incluso con más fuerza desde que se han reencontrado. Y vibraban en ellos con una descomunal fuerza que les llenaba de vitalidad, de un regocijo sin precedentes ni explicaciones claras.

Xia. — El íncubo le nombra, devorando de nuevo los rojos labios de su amante, acariciándole a diestra y siniestra, mordiéndole, haciéndole sangrar y bebiendo el rojo carmín como si fuera manjar de dioses.

— Ng~ Yoochun. — Aferrado a los hombros de su amante, el demonio pelirrojo sonreía y se dejaba hacer, entregado por completo al placer que la boca del íncubo azabache le ofrecía.

Las alas grises se extendieron cuan largas son, casi como si le estuviera dando espacio para acariciar su ancha espalda a voluntad. El demonio pelirrojo sonrió, y llevó sus manos sinuosas por la espalda de su amante, arañando a su paso, delineando el nacimiento de las alas en los omóplatos, descendiendo hasta la puntiaguda cola, acariciando la base con traviesa  intención.

— Ni lo pienses, Xia. — El íncubo dijo con tono autoritario. Ronco, áspero. Tirando entonces de los mechones pelirrojos, exponiendo el níveo cuello, saboreando su tersa piel en los labios, rasgando la piel con sus colmillos, antes de morderle sin miramientos y obtener de su garganta ese gemido mezcla de dolor y placer.

Cuando Xia sintió los colmillos de su amante atravesarle la piel, el dolor que vino con aquella mordida no tenía comparación alguna con el placer que acompañó a esa sensación de ser devorado, succionado, seducido por los colmillos, por la lengua y la saliva caliente del íncubo.

— Ng~ — El gemido que vibró en la garganta del demonio pelirrojo sacudió los sentidos del íncubo, aumentando su libido. — Vamos, Yoochun, dame lo que más me gusta. — Solícito, el demonio pelirrojo agitó las alas carmín, pestañeando con aire coqueto mientras su mano frotaba el falo del azabache.

— Todavía no, Xia. — Lamiendo la herida que dejaran sus colmillos, el íncubo aprovechó el momento para acariciar la espalda de su amante.

Manos que pronto descendieron por la línea dorsal hasta el coxis, apretujando los firmes glúteos en tanto su puntiaguda cola se movía sigilosa por la cintura del pelirrojo, enredándose más allá en la ingle, colándose entre las nalgas, rozando el agujero que todavía estaba caliente y palpitante, donde semen del íncubo aún le impregnaba las rugosas paredes.

— Yo también quiero, Yoochun. — Sonriendo juguetón, y tras mordisquear la prominente nuez en el cuello de su amante, el demonio palmeó el trasero de este, arrancándole algunos gemidos guturales, obteniendo esa mirada desafiante que le ponía de mejor humor. — Soy un hombre con libido también, Yoochun.

Dijo, y tras arrodillarse en el piso de pasto, hierba y piedrecillas, el demonio llevó el falo del íncubo a su boca, succionando la punta con devoción. Lamiendo luego la caliente extensión, llenándole de su saliva, bombeando con su mano, succionando de nuevo y acariciando los testículos. El íncubo sabe lo que su amante busca, y no piensa detenerle, no esa vez, porque después de tanto tiempo separados, todo lo que quiere es el placer mutuo.

Xia succionaba y gemía ahogado, puesto que la cola puntiaguda de Yoochun hacía lo propio profanando su interior. La demoníaca extremidad resbalaba en el semen del azabache, de manera que penetraba profundamente cada vez, simulando el ritmo del trabajo que el demonio realizaba con su boca. Así, cuando el pene de Yoochun penetraba lujuriosamente la garganta de Xia, la cola demoníaca alcanzaba la próstata del demonio pelirrojo.

Ese intercambio de placer arrastró a ambos al éxtasis. Incluso si Xia no se había tocado al frente, el placer en su cavidad anal y la felación que ofreció consiguieron que su semilla fuera disparada. El semen de Yoochun estaba, por el contrario, en su boca, y no pensaba tragarlo.

— Conozco esa mirada tuya, Xia.

El demonio pelirrojo sonrió con la mirada, se incorporó (tras abrir su boca y mostrar a su amante la cantidad de semen que había obtenido de él) y escupió su "premio" en su diestra. Luego enredó una pierna en el muslo del íncubo y acercándole a su anatomía, dirigió el tronco fálico de éste a su ano, jadeando expectante al sentir la punta amoldarse perfectamente a su entrada.

— Hazlo, Yoochun.

Obedeciendo el deseo febril de su amante, sujetando su cintura y sabiendo lo que vendría después, el íncubo empujó su pelvis, penetrando el delicioso agujero del demonio. Por su parte, Xia llevó el semen de su amante al trasero de éste, usándolo como lubricante para empujar sus dedos en él.

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Después de un tiempo, Choikang había explicado (no a detalle) quién era y por qué estaba ahí. Y finalmente había echado una mirada en las memorias del detective japonés. Ha visto el “despertar” del demonio que había estado oculto en el detective Park, y el anillo del alma que había sacado de su propio pecho. Pero nada en las memorias del detective Mokomichi podía indicar a dónde el demonio se pudo dirigir.

— Entonces, Choikang, hay alguien más, ¿cierto?

— ¿Qué?

— Bueno, cuando te mostraste me sentí un poco más ligero. Pero la verdad es que sigo sintiendo como si alguien me acuchillara con la mirada.

— Arcángel Yoon, podría dejar de verlo como un enemigo. Es un testigo, testigo. — Siseó, cruzando los brazos y aguardando a que el mencionado se mostrase también. — Por favor, Principado JeJun, esto era su idea también. Cooperen conmigo.

El principado JeJun y el arcángel Yoon intercambiaron una mirada. Y al segundo siguiente se revelaron ante el detective Mokomichi también.

— Impresionante. Entonces, esto significa que estoy en medio de una disputa entre el cielo y el infierno, ¿o algo así?

— Es, algo así. — El arcángel Yoon dijo. Percibiendo cierta astucia en el aura del japonés. — ¿Por qué no estás sorprendido? Incluso si presenciaste antes la transformación del demonio, no luces ahora para nada inquieto.

No solo el arcángel de tez morena pensaba eso, sino que el Principado también. Por eso se habían mantenido ajenos a su vista. Y si se han mostrado ante el hombre, ha sido por petición de su congénere, más había una inquietud asentada en el pensamiento de los ángeles mayores.

— ¿Por qué será? Me pregunto. — El detective se llevó la mano al mentón, meditando las palabras del arcángel. — Quizá porque ustedes son de “allá arriba”. No tengo idea. Sentí un poco de temor con Yoochun, pero cuando él me miró, sentí que era el mismo. Mi amigo. Pero estaba frente a un demonio. Y ahora, estoy frente a tres ángeles, pero no he experimentado ni un poco de miedo o reserva alguna. Supongo que, como Choikang dijo, solo estoy confiando ciegamente en ustedes.

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En aquella postura, frente a frente, la unión de sus cuerpos resultaba particularmente exquisita. La forma en que el falo del azabache se enterraba profundamente en la cavidad anal del pelirrojo, saboreando la estrechez caliente y húmeda de sus rugosas paredes; junto a la sensación asfixiante de los delgados dedos del demonio rozando descaradamente el interior del íncubo. Alternando los movimientos dentro y fuera con las embestidas del azabache. De modo que, cuando Yoochun empujaba, los dedos de Xia reculaban; pero cuando el azabache retrocedía, los dígitos del demonio le profanaban.

— Ng. Sácalos, Xia. — Ordenó con voz ronca, llevando su cola demoniaca a la mano en su trasero, enredando el flexible músculo en la muñeca del demonio.

— ¿Por qué~? No seas tacaño, Chun~. Yo también quiero sentir tu caliente y apretado interior. — Dijo coqueto, lamiéndole el cuello, mordisqueando la prominente nuez, dejando besos castos en la nívea piel.

— Hoy no. — Aseguró. Áspero, varonil. Así como al demonio pelirrojo conseguía estremecerle de pies a cabeza.

Y luego bastó un segundo para dominarle. Xia fue levantado en vilo, sus manos apresadas por la cola demoniaca y llevadas por encima de su cabeza. Su espalda arqueada mientras Yoochun embestía salvajemente, marcando su ritmo y haciéndole perder por completo el control.

Los gemidos del pelirrojo no pararon en adelante, mientras recibía con gusto cada profunda estocada. Gimió con una sonrisa lasciva en los labios, por cada rasguño dejado en su piel por las afiladas y nada condescendientes uñas de su amante, rojizas marcas en sus nalgas, en sus muslos, en su vientre y espalda. Marcas que él también se encargaría de plasmar en la piel del íncubo en cuanto se satisfaga lo suficiente y libere sus manos.

— Ngh~ angh~. ¡Más, Yoochun~!

— ¡Mgh! Apriétame, Xia. Voy a llenarte con mi semilla hasta que puedas darme un hijo incluso.

— ¡Ng~gh~!

Cuando el demonio sentía que explotaría de placer, la posición fue repentinamente invertida por el íncubo. El azabache le liberó, pero en lugar de dejarle sencillamente plantar los pies sobre el suelo, tras recostarle en la superficie, sujetó sus piernas y las elevó de manera tal que el pelirrojo tuvo que buscar equilibrio y soporte sobre su nuca y hombros.

— Adelante, sabes que me gusta todo lo que me haces, Yoochun. — Dijo con una sonrisilla confiada. Sensual y lascivo mordiéndose los labios.

El azabache devolvió la sonrisa, sus pozos destilando lujuria, se acomodó a horcajadas entre los muslos del pelirrojo, sin soltar una de las piernas de su amante, volviendo a penetrarle de aquella manera, moviéndose arriba y abajo, flexionando las rodillas lo necesario para mantenerse ahí, embistiendo el muy mojado y caliente ano del demonio.

La pierna que Yoochun ha dejado libre se ancla a uno de sus muslos, frotándose de tanto en tanto contra él. Xia gime sin pudor, sostiene parte de su peso con sus alas, mientras las de su amante se mantienen erguidas hacia arriba, apuntando al firmamento.

— ¡Ohh~ Yoochun! — Gimotea de pronto, y es que lo ha sentido.

La cola demoniaca de su amante se une a las embestidas, penetrando profundamente en su interior, rozando sus anillos carnosos y provocándole mil sensaciones de placer. Apenas consciente de la realidad, el demonio pelirrojo se masturba al ritmo de las estocadas de su amante. Se miran profusamente mientras se mantienen unidos en aquella complicada postura. Sus alas comienzan a doler un poco (después de todo hacía muchísimo que no las usaba durante el sexo), y sus sentidos a nublarse de placer.

El azabache lame los dedos de la pierna que sostiene, los chupa y muerde su tobillo, le acaricia la pantorrilla y se saborea lánguidamente la panorámica. Porque desde ahí, puede verle claramente, su cuerpo sudoroso, su respiración agitada, su mirada vidriosa, su cabello pegándose al contorno de su hermosa cara, su húmeda cavidad y la forma en que él profana intensamente una y otra vez. Están cerca del orgasmo y lo saben. Y no importa alargarlo más, continúan gimiendo, mirándose. Esperando mutuamente el final.

Xia llega primero. Disparando su esencia hacia su propio torso y cara con fuerza, manchándose de su propio semen, saboreando el que gotea contra sus labios. Su orgasmo contrae deliciosamente su interior, y exprime el falo de su amante. Yoochun le sigue en segundos, derramándose en el interior del pelirrojo. Su semen es tal que chorrea apenas abandona la cavidad anal de su amante, deslizándose hacia afuera y resbalando entre los muslos e ingles.

El íncubo le baja entonces, recostándole en el escarpado terreno, mirándole aquí y allá, las heridas que le ha ocasionado con sus uñas, lamiendo gentilmente cada una de ellas.

— Sanarán pronto, Yoochun.

— Lo sé.

— Entonces, solo te gusta lamerme, ¿no?

— Lamerte después de un orgasmo es exquisito. Tu sudor sabe a sexo, Xia.

El pelirrojo ríe ladino, le atrae sujetando el rostro ajeno con sus manos para besarle. Lengua, saliva, pasión y deseo se mezclan pronto en el beso que inicia tierno y calmado. Sus manos pronto resbalan por la espalda de su amante, donde rasguña sin miramientos, sorteando sagaz el nacimiento de las alas.

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— Hay algo extraño en él. Te lo digo, JeJun, no me siento cómodo con todo esto.

— Estás siendo paranoico, Yoon.

— ¿Crees?

Mientras Principado y Arcángel hablaban “en privado”, Choikang iba sentado en el asiento del copiloto, montado en el auto del detective Mokomichi.

— Habría llegado más rápido a mi manera, sabes.

— Tu manera implica alas, y dejarme atrás en consecuencia. En tal caso, prefiero mi manera. Tengo una placa, y un montón de privilegios como detective. Así que solo vamos a hacerlo al estilo de “aquí abajo”, ¿bien?

— Como sea.

— Eres un poquito arisco, ¿verdad?

El arcángel Choikang chasqueó la lengua por toda respuesta. El detective Mokomichi sonrió.

— El ángel del que hablaron antes, Xia, ¿cierto?

— Sí.

— Él, ¿tiene relación alguna con un accidente en una tienda de maniquíes?

— ¿Eh?

— Bueno, el anillo que Yoochun obtuvo tras transformarse en demonio, era idéntico al de un caso en el que trabajamos. Un anillo que portaba un maniquí, que terminó desapareciendo de la escena.

— Tal vez. — Respondió sencillamente el arcángel. Luego miró por la ventana las calles pasar, sumido en sus pensamientos.

El detective japonés miró por el retrovisor. Los otros ángeles iban en silencio también, mirando cada uno hacia la ventana. Tan callados y pensativos, que Mokomichi no se atrevió a interrumpirlos.

Tal vez se comunican entre sí. — Pensó, preguntándose si los ángeles tendrían algo parecido a la telepatía.

A los minutos arribaron a la estación de policía. El arcángel Choikang fue el único que acompañó al detective Mokomichi al interior, mientras los otros dos esperaban en una cafetería frente al edificio.

— Una reencarnación mal controlada. — El Principado JeJun dijo de pronto.

— ¿Mokomichi?

— Sí. He estado pensando en sus reacciones, y pude relacionarlo con otros casos de hombres reencarnados que tienen reminiscencias de vidas anteriores o de su contacto con los cielos.

— Si se trata de una reencarnación mal controlada, Mokomichi podría ser un eslabón difícil de ajustar en nuestra misión.

— No creo que Choikang quiera borrarle la memoria ahora. Se llevan bien.

— ¿Dónde has mirado eso, JeJun? Apenas si han hablado.

— Te falta acercarte más a la humanidad, Yoon.

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— Debemos irnos, Xia.

— Lo sé.

— No. De inmediato.

— ¿Qué sucede, Yoochun? No presiento a Lucifer en ninguna parte.

— No es él. Pero alguien va tras mi amigo.

— ¿Tu amigo?

— Hayami. — Dijo con aprehensión. — Ven, vamos de prisa. — Sujetando la mano de su amante, ambos demonios levantaron frenéticamente el vuelo.

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Lilith, Reina de la Oscuridad y la Noche, ha sabido que Lucifer encontró a su hijo Niktos, su preciado íncubo a quien no ha visto en decenios, por quien estuvo dispuesta a implorar al gobernante del infierno.

La mujer, de larga cabellera negruzca, irrumpió repentinamente en aquel edificio, sacudiendo todo a su paso, rompiendo ventanas y lanzando fuego de sus manos. Afuera, el firmamento ha oscurecido cual si la noche hubiera llegado ya, y el cielo ha sido ocultado por grises nubes y un frío descomunal.

— Conozco estos cambios climáticos. — El Arcángel Yoon dijo, apresurándose al interior del edificio donde su amigo aún se encontraba.

El Principado JeJun le siguió por inercia, preguntándose cuál de los pilares del inframundo habría subido a la tierra.

En el interior del edificio, el arcángel Choikang se interponía en el camino de Lilith, y Mokomichi.

— Apártate, arcángel. No eres rival para mí.

— ¿Qué es lo que quiere?

— A él, ¿no es obvio?

— ¿Por qué?

— Lo sabes, arcángel. Puedo ver en tu mirada que eres inteligente y audaz. Pero no intentes engañarme.

1 comentario:

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