“Oh,
grande fue el pecado de mi espíritu,
Y grande es la duración de su condena;
La piedad del cielo no puede reconfortarle,
Ni encontrar reposo en la tumba:
Los eones infinitos se precipitan batiendo las alas
De las despiadadas tinieblas.”
Y grande es la duración de su condena;
La piedad del cielo no puede reconfortarle,
Ni encontrar reposo en la tumba:
Los eones infinitos se precipitan batiendo las alas
De las despiadadas tinieblas.”
Fragmento Poema “Némesis” por
H.P. Lovecraft
Capítulo
9. FANTASMAS DEL PASADO
~*~
Con
la noche habiendo cubierto la faz de la ciudad, el poder de los inmortales se incrementaba. El mito dice
que la luna les provee de cierta inmunidad a las criaturas de la noche en particular, más los magos no parecen ser
excepción a esta supuesta norma; ni aún los híbridos. Por eso, cuando Mitobe
tocó a Izuki, Hyuuga y Kiyoshi, que sus memorias conectaran su esencia mágica
no le pareció del todo extraño, lo era sí que tanto a la vez vaciara sobre su
mente. Pese a ello, la principal preocupación vino cuando Mitobe se permitió
empatizar con todas estas visiones,
vincularse a ellas era siempre exhausto y a menudo doloroso. Si la vida propia
ya llega a ser un gran peso, mirar en
la de otros cual si se viviese en carne propia, lo era mil veces peor.
Mitobe
miró a Koganei con aprehensión, el chico hizo una mueca de preocupación y de
inmediato volvió su atención a los otros. Hyuuga y Kiyoshi aún se besaban,
mientras que Izuki miraba la escena con marcado dolor en sus facciones. ¿Qué
significaba esto? El ojigris sin embargo no podía soportarlo. Algo corroía sus
entrañas y parecía capaz de corromper su mente, desvió la mirada y salió
corriendo de ahí.
–
¡Izuki! – Koganei gritó inconscientemente cuando vio a su amigo correr.
Pero
el llamado fue suficiente para traer de vuelta a la realidad a los otros dos,
principalmente Kiyoshi, que al escuchar el nombre del ojigris pareció
reaccionar, empujando a Hyuuga para apartarse, virando la mirada en busca del
muchacho.
–
Teppei…
–
Izuki… – El pelicastaño murmuró mientras echaba a correr siguiendo el aroma del
menor.
Hyuuga
se había quedado ahí, mirando a Kiyoshi alejarse. Había un remolino de
pensamientos y emociones volviendo loco su cuerpo y su mente, demasiado como
para soportarlo. Desvanecerse fue una reacción natural, ser sujetado por
Koganei solo cuestión de lógica, tener miradas atentas, una consecuencia
inmutable.
Mitobe
ni siquiera volvió a tocarlo, se mantuvo al margen luchando contra el propio
torbellino de visiones mezclándose en
su cabeza. Luego un deja vú y la
necesidad imperante de detener el
curso de las cosas tal como se perfilaban ahora. Volvió su mirada a Koganei,
suplicándole su apoyo.
–
No le quites la mirada de encima, ya vuelvo.
El
chico minino echó a correr a toda velocidad
en la dirección en que los otros dos se marcharon. Mitobe se sentó junto a
Hyuuga guardando la distancia prudente, el muchacho de anteojos fruncía el ceño
y se quejaba casi entre sueños. Cosas grandes
todavía estaban por suceder.
–
¡Izuki!
–
¡Basta! ¡No me sigas!
Izuki
metió las manos dentro de su inseparable bolso cruzado al hombro, del fondo
sacó una serie de pergaminos que lanzó sin reparo hacia Kiyoshi, haciendo una
serie de movimientos con sus manos y pronunciando algunas palabras en antiguo
celta. Kiyoshi trató de evadir el hechizo que le mandaba el otro pero no fue lo
suficientemente hábil, una barrera de aire le rodeó presionando hacia el
centro, formando así una especie de red invisible que suprimía toda posibilidad
de movimiento.
–
¡Espera, Izuki! ¡Te explicaré!
–
¡No quiero escuchar! ¡Digas lo que digas el final seguirá siendo el mismo!
–
¡No lo sabes!
–
¡Cállate!
Y
esa ráfaga poderosa que ondea con estrépito sus mechones y sus ropajes. Izuki
siente el elemento aire corriéndole por las venas, instándole a usarle a su
antojo, a dominarle a voluntad. La voluntad que viene de las emociones que
bullen desde su alma con súbita necesidad de ser expresadas. Kiyoshi luchaba
contra la barrera mágica pero era imposible sobrepasarla, los poderes de Izuki
eran superiores a como le vio usarlos en aquella ocasión cuando le ayudó a
escapar de un grupo de vampiros que intentaron capturarle.
A
la distancia, no más de treinta metros, Koganei finalmente les dio alcance. La
gente alrededor de aquella plazuela estaba impactada por lo que veía, aunque no
sabían exactamente de qué se trataba.
–
¡Ah! ¡Cómo es que son tan descuidados!
Mis habilidades mágicas no son tan buenas… – El minino se quejó en pensamientos mientras recitaba hechizos y levantaba
una barrera de invisibilidad en torno a ellos, al mismo tiempo solo esperaba
que la gente pasara de largo y en medio de sus confusiones no hiciera de esto
un rumor que llamara la atención de ninguno de los grupos regentes de cada
especie.
Junto
a Hyuuga, Mitobe fruncía el ceño y sentía el pecho oprimido. Todo lo que bullía
en su mente causaba estragos en su cuerpo, por esto detestaba su muy particular don mágico. Retazos de la vida pasada
de Kiyoshi junto a Junpei golpeaban con fuerza su mente, conectada casi en su
totalidad al pensamiento onírico del chico de anteojos semi-inconsciente
tumbado a su lado.
En
tanto, Izuki se había percatado de la barrera de invisibilidad levantada en
torno a ellos, le sorprendió sin embargo darse cuenta del autor de dicha
defensa. Koganei parecía estar sufriendo
para sostenerla. Y cuanto más miraba a Kiyoshi luchar por liberarse de su
propio hechizo, más herido se sentía.
–
Por qué. Por qué me seguiste, Kiyoshi.
El
pelicastaño abrió la boca para responder. Pero solo entonces se dio cuenta de
que realmente no tenía una razón. No, se corrige a sí mismo, obviamente la
tuvo, solo que hasta ese momento se detiene a pensar en ella. ¿Razón? Miedo. Un
miedo quemante a perder a Izuki. Sin embargo, su corazón también había latido
con fuerza cuando sus labios besaron aquella boca que había echado en falta
durante décadas enteras. Porque Junpei ha sido su primer y único amor a lo
largo de su existencia. ¿Su único amor? Si era así, por qué el miedo de perder
a Izuki. Por qué correr tras él, por qué.
–
¿Desde cuándo Hyuuga y tú están juntos? ¿Por qué no me lo dijiste antes?
–
No es como lo estás pensando, Izuki. Libérame y hablemos. La barrera de
invisibilidad no durará mucho más, tu amigo está debilitándose.
Izuki
titubeó, y aquello fue suficiente para que Kiyoshi se liberara por su propia
fuerza del hechizo. Los pergaminos se consumieron en un fuego que el
pelicastaño no supo de dónde se generó ya que ordinariamente los hechizos de
aquella naturaleza no se desvanecen así. Volvió la mirada al ojigris, viendo
entonces en aquellas pupilas un fondo rojizo que, comprendió, venía justamente
de la magia de fuego. ¿Significa que Izuki es en verdad un mago de primera
generación? Había escuchado los rumores, de hecho aquella noche cuando le ayudó
a liberarse de un grupo de vampiros, Kiyoshi había ido en busca del chico por
esta razón. Lo que todavía no ha podido averiguar es el motivo por el cual el
Imperio Akashi tiene su vista puesta en él especialmente, no es que sea el
único mago de primera generación en el mundo.
–
Izuki…
–
No, no me hables con esa suavidad, no me hables con esa preocupación. No
juegues más conmigo, Kiyoshi. Solo termina de arrancarme el corazón y dímelo,
que es a Hyuuga Junpei a quien amas.
–
El Hyuuga Junpei al que amé, sacrificó toda su esencia mágica hace casi cien
años para salvar a su Clan. El Junpei de hace unos minutos, es sola una
reminiscencia de su pasada vida. Podría amarle otra vez, pero estoy aquí Izuki.
Estoy aquí frente a ti, tratando de explicarte algo que ni yo mismo puedo
entender del todo, pero asustado de que me odies, de que te alejes. No sé si es
el amor que tú buscas, no sé si estoy enamorado de ti, pero haber venido tras
de ti es algo que hice inconscientemente, sin dudar. De algún lado emergió esta
necesidad, Izuki.
--//--//--
– Entonces, solo ten sexo
conmigo, Himuro.
El
muy maldito se atrevió a decirle aquello. Ah, maldita lujuria, maldito deseo,
maldita mirada cargada de pasión. ¿Y dónde le dejaba la oportunidad de negarse?
¡En ninguna parte! El chico de rasgos delicados sonrió coqueto mientras le daba
carta abierta para hacer con él lo que quisiera. Murasakibara golpeó el pilar
detrás suyo agrietando la estructura de concreto, Himuro sintió las vibraciones
del golpe por todo su cuerpo, si fuera otra clase de persona seguramente se
habría intimidado, pero estaba seguro de que su vida no corría peligro alguno,
solo había provocado a la bestia
escondida en la naturaleza del más alto.
–
Nunca más te acuestes con otros, Himuro.
–
Que posesivo, Murasakibara.
–
Lo soy. Y es una advertencia para ti, si no quieres ser causante de la muerte
de otros, no te insinúes a nadie.
–
De acuerdo, no soy tan perverso.
El
de rasgos delicados rodeó con sus brazos el cuello del pelilila saboreando
anticipadamente todo lo que éste chico tenía para ofrecerle. Sintió cómo le
rasgó las ropas tironeando de ellas hasta dejarle completamente desnudo y a su
merced. Nada de tacto, nada de amabilidad. Salvaje, directo, seductor. Tan
excitante.
Murasakibara
admiró la total desnudez de Himuro durante un buen rato, se permitió recorrer
lentamente de arriba abajo la anatomía del más bajo, la nívea piel tan suave,
brillante a la luz de las lámparas a lo largo y ancho del parking, imaginó que
bajo la luz de la luna sería mucho más atractiva. Aquella visión inyectó su
falo de una excitación que nunca antes había experimentado.
–
¿Y bien, cuándo vas a comenzar, Murasakibara? ¿Estás arrepintiéndote?
Aunque
Himuro dijo aquello con cierto tono socarrón, en el fondo se sentía intimidado
por aquellos fieros ojos lilas que le recorrían de pies a cabeza. Jadeó
desprevenido cuando en un rápido movimiento sus piernas fueron tomadas por los
tobillos y elevados a su punto más alto por las fuertes manos de Murasakibara,
la flexibilidad de su columna alcanzó el punto máximo con aquella postura,
sentir el pene del más alto en su cavidad anal le tomó totalmente por sorpresa.
Que le penetrara de una, sin ningún tipo de preparación, ni física ni mental
(hombre, que algunos besos y caricias antes del acto siempre venían bien), lo
llevó a un estado de éxtasis que nunca en su vida había sentido. Y honestamente
ha tenido varios amantes masculinos como para tener puntos de comparación.
–
¡Nghh! ¡Atsushi!
Que
gimiera su nombre con aquella expresión placentera y el cuerpo tembloroso
simplemente derrumbó una serie de barreras que habían acorazado alguna parte de
su personalidad. Todo lo que supo fue que no podía negarse a esas sensaciones
de placer cada vez que embestía el cuerpo del más bajo. Lucía delicado por
donde quiera que se mirase, pero poseía una fortaleza extraordinaria aún
tratándose de un inmortal.
–
¡Ahh~ ahh~ más! ¡Ahí, otra vez Atsushi!
–
¡Mgh, Tatsuya!
Estocada
a estocada Himuro sentía cómo perforaba su interior con la fuerza bestial de
los licántropos, no había estado más que con uno antes, pero no había forma de
decir que se parecieran siquiera. Murasakibara realmente podría partirle en dos
si solo empleaba toda su fuerza, pero parecía estar conteniéndose para no
lastimarle. Aún así, alcanza a tocar tan hondo en su interior que casi parecía
que revolvía sus entrañas con cada embestida. Los estremecimientos de placer
iban y venían por todo su cuerpo, y por lo caliente del tronco que se enterraba
en su interior una tras otra y otra vez, está seguro de que no es el único
disfrutando aquel encuentro.
Dentro
de todo aquel sofocante placer, Himuro no se sentía satisfecho. Y de hecho
Murasakibara tampoco, como si no fuera suficiente tomar el cuerpo de Himuro,
quería más, necesitaba más. Gimieron por algunos minutos más sin control
alguno, el miembro del de rasgos delicados se friccionaba preso entre sus
cuerpos proporcionándole el doble de placer, por lo que al correrse tan
inadvertidamente no fue extraño para él, aunque el pelilila mostró algo de
sorpresa, sentir la caliente esencia del otro en su piel pareció incentivar
algo más en su interior, embistiendo profunda y salvajemente algunas ocasiones
más antes que terminar también, derramando su semilla en el interior del otro.
Semen que resbaló por el interior de los muslos cuando sacó su falo y bajó las
piernas de Himuro. La respiración de ambos era un desorden, pero se sentía
demasiado bien como para ignorar el gozoso placer de lo que acababan de hacer.
–
Aunque, todavía no parece suficiente, Tatsuya.
–
Tal vez, haya que probar otra vez, Atsushi.
Himuro
sonrió coqueto, con esa sensual mirada gélida que solía usar. Enrolló
gatunamente sus manos alrededor de los hombros de Murasakibara y tiró de él
hacia abajo reduciendo la distancia natural debida a sus diferencias de altura.
El pelilila se dejó guiar sin apartar ni un instante su mirada de los ojos cenizos
del otro, esos ojos grises poseían un oscuro matiz que asemejaba un hoyo negro o
algo parecido; no era como el universo, porque ahí no había estrellas
titilando; no, era más profundo y misterioso, perverso de alguna manera; y en
todo aquello, encantadores.
El
resultado fue la unión de sus labios. Era la primera vez que Murasakibara
besaba, y era para Himuro la primera vez que sentía calidez al tacto con otra
boca. No es que hubiera previsto sentir esta suavidad, pero cuando Himuro logró
tener algo de claridad, tuvo que admitir en pensamiento que aquella sensación
podía tratarse de sentimientos. Murasakibara
se dejó llevar por el instinto,
imitando lo que Himuro hacía al besarle y añadiéndole dosis de una pasión que
bullía en su interior clamando por ser liberada. Enredaron sus lenguas
incesantemente, se mordieron los labios y lamieron todo a su paso incursionando
el interior de la boca del otro. Luego Himuro rompió el beso y dirigió sus
besos y lamidas hacia el cuello de Murasakibara, sonriendo satisfecho al
escucharle jadear y respirar excitado, su falo estaba erecto de nuevo.
–
¿Quieres hacerlo de nuevo, Atsushi?
–
Sí, pero volvamos a nuestro
departamento, Tatsuya.
No
hubo necesidad de decirlo una segunda vez. Aunque claro, antes que llegar al
departamento de Murasakibara, o encender siquiera el auto en que había llegado
ahí –todo y que en realidad casi nunca lo usa pues gusta más de caminar o
correr, esa noche lo había sacado del parking del edificio donde reside–, se lo
montaron otra vez. Había sido algo complicado por la estatura de Murasakibara y
en más de una ocasión se había golpeado contra el techo de su auto, o atorado
las piernas en alguna parte. Al final el auto había sufrido los estragos de su
frustración, los asientos fueron rasgados, y el tapiz del techo casi arrancado
junto con el metal. Habían caído algunas risas y prevaleció el alto calor, los cristales
estuvieron empañados de principio a fin, y el semen había manchado el asiento
trasero.
–
Estúpidos automóviles, nunca más volveremos a tener sexo en uno… – Murasakibara
dijo evidentemente molesto, aunque lucía algo infantil al decirlo, provocando
una risa divertida en el de rasgos delicados… – ¿Qué es lo gracioso? – Gruñó.
–
Que estés tan enfadado por algo así, lo disfrutamos bastante, ¿no? Solo tenemos
que mejorar las técnicas.
--//--//--
Kagami
abrió los ojos sintiendo algo frío correrle por la sien izquierda, el aroma a
sangre le resultó tan familiar que el quejido ronco que brotó de su garganta
solo resonó para confirmar lo que ya sabía. Estaba herido. Y encadenado. Rugió
con furia al tiempo que tiraba de las cadenas y miraba alrededor tratando de
ubicar el lugar donde se encontraba preso. No sabía, pero la forma de aquella
celda le resultó de alguna forma conocida. Los gruesos muros de piedra
volcánica se alzaban varios metros hasta la cúpula de vitrales coloridos que
decorados por símbolos extraños, dejaban apenas filtrar algunos rayos lunares.
–
“¿Dónde estoy?” Seguramente te estás preguntando eso, ¿verdad Taiga?
–
Riko… – Bramó entre dientes.
Frente
a él, una chica de cabello corto en tono castaño le miraba con suficiencia,
vestía un traje de cuero ceñido a su cuerpo, que aunque no era voluptuoso
dejaba ver el peculiar atractivo femenino de la cazadora. Sin embargo, para el pelirrojo no era nada grato ni
agradable encontrarse con esta chica.
–
No fue tan difícil capturarte, ¿sabes? Esperaba un poco más de pelea de tu
parte.
–
Usaste drogas que ni siquiera mi organismo puede resistir, puedo oler las
reminisencias en mi sangre. Lo que no entiendo es el por qué. Hay una tregua
entre mi Clan y tu gente, por qué lo has roto, Riko.
–
La tregua fue hecha con el Clan de Caza, no conmigo directamente, así que ese
estúpido contrato puede irse a la mierda.
–
Ah, una chica tan hermosa como mi adorada Riko diciendo tales palabras no se ve
para nada bien.
–
¡Padre!
–
Kagetora-san, tanto tiempo sin verle.
–
Hola, Taiga. Disculpa la imprudencia de mi hija, vamos a liberarte cuanto
antes.
–
¡No vamos a hacer eso, padre! ¡Él debe ser cazado!
–
Nuestro Clan ya sufrió bastantes daños cuando osamos castigar a su madre hace años, no voy a arriesgar a nuestra familia
por seguir tu capricho, Riko.
–
¡Esto no es un capricho! ¡Tú lo dijiste, su familia nos hizo mucho daño antes!
¡Es nuestro deber como cazadores
eliminar a su estirpe!
–
¡Suficiente Riko! ¡Deja de comportarte como una niña caprichosa y escucha! ¡El
Clan Kagami es muy poderoso, sobre todo él! ¡Así que mantente alejada de una
vez por todas!
–
¡Jamás! – La castaña gritó roja de ira, y dando pasos pesados salió de aquel
recinto hecha una furia. El pelirrojo nunca la había visto tan enojada, ni al
hombre frente a él tan alterado.
–
Kagetora-san…
–
Respetaremos la tregua entre tu Clan y mi gente. Por favor, solo ignora por
esta ocasión la imprudencia de Riko. La familia Aida ha sufrido durante largas
décadas desde que se unió a los Cazadores,
pero es algo que mi querida hija no puede comprender aún.
El
hombre de expresión cansada y más arrugas de las esperadas para un sujeto de su
edad, comenzó por liberar los grilletes y luego activó un código que desbloqueó
todas las otras barreras de seguridad, desde los vitrales que se abrieron como
flor de loto dejando paso a los rayos lunares, hasta la inversión de una
delgada capa de muro que ocultó los símbolos grabados en él. Kagami se
sorprendió un poco pero no demasiado, la familia Aida era la más importante
entre los Cazadores por su incursión
en alta tecnología mezclada con los más antiguos artilugios mágicos.
–
Kagetora-san, por qué están aquí.
–
Estados Unidos se volvió complicado para Riko, está obsesionada con cazarte,
así que te siguió hasta aquí. Fue fácil dar contigo ya que no tenías motivo
alguno para ocultarte. Por eso también tuve que venir, Riko había traído
consigo a su propio grupo, los que te atraparon están tan obsesionados como
ella contigo.
–
Lo que han usado, qué clase de droga es. Me dejó fuera de combate en un
parpadeo.
–
Es algo nuevo, de hecho te pido de favor que te revises con algún médico de tu
Clan, todavía desconozco las consecuencias de esta droga, básicamente es
experimental, pero podría matar a los de tu especie si se usa imprudentemente.
–
Dónde la obtuvieron.
–
Lamentablemente Riko no ha querido decírmelo y es la única que ha hecho
contacto con el proveedor. Ha tomado tantas medidas precautorias que ni yo he
podido seguirle la pista.
–
Por qué huele diferente. La razón por la que no pude anticipar su ataque fue
porque su aroma no era el mismo de siempre.
–
Riko conoció a alguien hace cerca de un mes. Un mago de segunda generación
según he investigado. Temo que ha hecho alguna especie de pociones para ella
que la han vuelto una cazadora
diferente. Realmente no puedo decirte más, pero respeto a tu linaje Taiga, no
pienso meterme más con ustedes. Esto… – El hombre sacó un sobre del bolso
interno de su chaqueta, estaba sellado con cera y llevaba escrito el nombre del
pelirrojo en el frente… – De parte de tu padre. Espero no sean malas noticias.
–
¿Una carta? No es propio de él comunicarse así conmigo.
–
Te lo dije hace un momento, Taiga; Estados Unidos se ha vuelto complicado, para
todos. Pero no te alertes anticipadamente, lee lo que tu padre te envió, luego
actúa de acuerdo a ello. Ahora vete, hemos tomado demasiado tiempo en charlar,
mi hija no se quedará quieta, y los que están con ella tampoco; así que
recomiendo que de ahora en adelante tengas más cuidado.
–
Volveremos a vernos, Kagetora-san. Gracias por esto.
--//--//--
Kuroko
extendió sus alas iridiscentes, listo para elevar el vuelo. Demiyah admiró
aquel par de hermosas alas y sonrió. La belleza sí que era cosa de genética.
–
Querido…
–
Debo ir, madre. Por favor, no me pidas que me detenga, porque no lo haré.
–
Oh, Tetsuya querido, ¿acaso no me conoces? Te he criado muy mal… – La mujer se
acercó al peliazul, sacando mágicamente algo del interior de su pecho… – Una
joya invaluable que tu madre pretendió heredarte en vida, pero que ahora te
entrega a través de mis manos. No sé exactamente lo que es, Tetsuya; Natsuki
era una mujer misteriosa cuando se lo proponía, y no compartió conmigo sus más
preciados secretos. Pero si dejó esto para ti, solo debe ser con la intención
de protegerte. Natsuki dijo cuando me lo confió, que el día en que sintiera mi
pecho oprimirse al verte extender tus alas con tal determinación, sería el
momento indicado para entregártelo. Hagas lo que hagas, nunca olvides quién
eres, Kuroko Tetsuya, hijo de un vampiro de sangre pura, de un hada tan
poderosa, que el Concilio de Magia le temía. Tienes un largo camino por
recorrer, pero será lo mejor para ti no hacerlo solo. El corazón te dice quién
debe acompañarte, ¿no es así?
–
Sí, pero… también me duele al pensarlo. Y tengo miedo de lo que… – El peliazul
tragó hondo y evadió la mirada de su madre. Ella sonrió comprensiva y
acariciándole maternalmente una mejilla, besó su frente con cariño.
–
No temas a tu poder, ni lo que éste te haga ver, Tetsuya. Es ello lo que debe
hacerte más fuerte.
--//--//--
Tener
sexo con otro chico no era lo más complicado de la situación, ciertamente. No,
lo era el hecho de que el chico con quien acabase de liarse sexualmente, fuera la
persona a la que se supone debería haber cazado días atrás. Pero están ahí,
escondidos en el bosque como si fuera a servir de algo.
–
Hay que volver, Kise.
–
¿Para qué? Quiero decir, ciertamente hay que largarnos de aquí, pero, qué nos
obliga a volver con nuestras familias. Podríamos marcharnos a cualquier otra
parte.
–
Huir de esa manera no resuelve el problema, Kise.
–
Pero Kasamatsu, tampoco simplemente volver. Serás expulsado de tu Clan,
¿verdad? Apenas sepan que sigo vivo, ése será tu castigo.
–
Asumiré las consecuencias de mi decisión, no soy un cobarde.
–
¡Eres idiota, senpai! ¡Crees que en verdad será tan simple como “asumir las
consecuencias”! ¡Ellos no nos dejarán estar juntos! ¡Tu Clan odia al mío! ¡Es
como esa novela de Shakespeare, yo soy tu Julieta y tú mi Romeo!
El
de ojos cromados tuvo un tic nervioso. ¿Cómo en una situación tan seria como
esta, Kise tenía la capacidad para hacer un comentario que sonara tan cómico y
salido de atmósfera? Encima de todo realmente estaba actuando
melodramáticamente. Aunque, siendo objetivos, no era tan descabellado como
sonaba. Ciertamente, era la verdad. No se les permitiría estar juntos por nada
del mundo, así que, aunque volver y enfrentar a sus familias era una opción,
nada bueno obtendrían de hacerlo.
--//--//--
Midorima
se acomodó los anteojos ajustándolos al puente de su nariz mientras Takao, de
espaldas a él, se sacaba la camiseta con un movimiento sutilmente sensual. Sexo,
otra vez estaban aquí solo para eso.
–
¿Qué pasa, Shin-chan? ¿Estás hartándote de esto?
–
No. Pero Takao, por qué tienes esa marca en el hombro, no recuerdo haberla
dejado ahí.
El
de cabellos azabaches torció los labios en una mueca de sorpresa. Lo había
olvidado, ciertamente alguien más la
había dejado ahí. Pero no había sido justamente por su propia voluntad. De
todas formas, cómo iba a explicárselo a su amante.
--//--//--
Seijuro
entró en la oficina de su padre en el edificio principal del Imperio en la
capital, la visita no era por su elección, sino porque había sido convocado por
el magnate.
–
Cuál es la prisa por verme, padre.
–
También me da gusto verte, hijo mío.
–
Tengo asuntos que atender, si no te importa darte prisa y dejar las hipocresías
de familia feliz para otra ocasión.
–
Te criamos tan bien, que no me extraña tu comportamiento, Seijuro. Tu amigo
Atsushi Murasakibara, ¿aún es leal a ti?
–
Hace tiempo que no lo veo, pero supongo que sí. Por qué el repentino interés.
–
Necesito que haga un trabajo para mí.
–
Usa a tu gente.
–
Este es un trabajo muy especial, se requiere de alguien como él.
–
¿Qué trabajo?
–
Sé que pediré demasiado pero, preferiría tratarlo directamente con él.
Seijuro
se rió de buena gana, había sorna en su risa. Y su mirada cambió por aquellos
ojos dorados que tanto disgustaban al magnate.
–
Así es, pides demasiado.
–
Lo que tu perro fiel hará es en
beneficio del Imperio, así que no te pongas a la defensiva. Tómalo como un
intercambio entre el bienestar de tu actual juguete
favorito y un pequeño favor que hará para mí tu mascota.
–
No me agrada la idea de prestarte mis cosas.
–
Será solo por esta vez.
--//--//--
–
Akachin, hace mucho no te veía.
–
Vine con una petición especial, Atsushi.
–
Ah, qué es.
Murasakibara
preguntó mientras ambos jóvenes se internaban en el departamento del más alto.
Akashi dio una vista rápida y fue más que suficiente para saber que el muchacho
no estaba solo en aquel lugar.
–
Preséntate aquí esta tarde, mi padre quiere que hagas un trabajo para él… –
Dijo extendiendo un papel con un domicilio escrito en él.
–
¿Qué es?
–
No me lo dijo. Pero estoy seguro de que encontraré la forma de que sea
conveniente para mí.
–
De acuerdo.
–
¿Quién vive contigo? Antes eras más solitario.
–
Ahora tengo amante.
–
Ah. Antes detestabas cuando te quería presentar a alguna chica.
–
Mi amante es un chico de todas formas.
–
Oh… – Aunque su mirada cambió un poco, no fue francamente demasiado sorpresivo
enterarse de eso… – Seguramente es atractivo.
–
El chico más hermoso del mundo. Pero es mío, Akachin… – Dijo fulminando al otro
con la mirada. El de cabellos bermellón sonrió divertido, no le extraña la
advertencia del más alto, después de todo antes se burlaba de él quitándole sus
más preciadas cosas solo porque le venía en gana fastidiarlo. Es que era como
molestar a un animal de filosos colmillos pero temperamento inocente.
–
Entonces mejor piénsalo dos veces antes de llevarle contigo esta tarde, si mi
padre le ve podría poner sus ojos sobre él, probablemente sea el tipo de aventuras
que le gusta tener cuando le hago enfadar.
–
Si él intenta ponerle un dedo encima, yo le destrozaré la garganta.
–
No seas idiota, no tienes la habilidad, ni la fuerza o el poder para hacerlo… –
El de mirada bermellón vio al pelilila fruncir el ceño con molestia… – Pero tal
vez llegue el día en que tengas esa madurez, y entonces yo mismo dispondré la
oportunidad para ti, Atsushi. No llegues tarde.
Y
así sin más, Akashi salió del departamento de Murasakibara. En cuanto la puerta
se cerró, Himuro se asomó en la estancia, envuelto en su cuerpo desnudo una de
las sábanas del lecho.
–
No sabía que eras amigo de Akashi Seijuro.
–
No es que seamos amigos en realidad. Solo, nos llevamos bien, supongo.
–
¿Irás donde te pidió?
–
Sí.
–
Él debe odiar mucho a su padre, decir que te daría la oportunidad de
destrozarle la garganta, eso en verdad es…
–
No creo que sea odio. A Akachin simplemente no le gusta sentirse por debajo de
nadie, ni siquiera de su padre. Es cuestión de poder, creo. Akachin ha logrado
mucho por sí mismo desde hace tiempo, aunque ni siquiera ha alcanzado la
mayoría de edad él ya tiene un considerable poder dentro de su familia. Podrías
pensar que el Imperio está casi dividido en dos, sin embargo aún hay cosas que
lo mantienen atado a su padre y tiene que obedecer algunas veces.
–
Ah, es eso. Las familias son problemáticas, ¿verdad? – Murasakibara simplemente
asintió… Luego estuvieron un momento en silencio, el más alto parecía inquieto,
y él solo tenía ganas de ser arrastrado a la ducha y tener otra exquisita
sesión de sexo.
–
¿Quieres venir?
–
¿Quieres que vaya? Estoy un poco preocupado por lo que tu amigo dijo, si su
padre posa sus ojos sobre mí.
–
Dije que le destrozaría la garganta si solo se atrevía a ponerte un dedo encima.
Akachin puede decir que soy incapaz, pero él nunca me ha visto realmente
enojado y no sabe de lo que soy capaz. Y me llenaría de ira si otro hombre te
toca, Tatsuya.
–
Oh, con tal seguridad no tengo objeción alguna entonces. Así que, ¿tomamos la ducha?
--//--//--
Kuroko
no había tenido éxito la noche anterior cuando quiso dominar a su antojo la
aparición de sus alas iridiscentes. Y hoy no estaba teniendo resultados
fructíferos tampoco. Aparte de eso, cuando buscó a Kagami en la Universidad no
le encontró, y algunos compañeros dijeron que era curioso que se buscasen y no
encontraran el uno al otro.
–
Apenas ayer Kagami había dicho que iría a
tu casa a buscarte.
Eso
le había dicho más de alguno de sus compañeros. Pero le extrañaba porque a su casa
no había ido realmente.
–
Tetsuya…
–
¿Taiga?
El
peliazul se sorprendió al verle ahí. Cómo había llegado que ni siquiera lo
había presentido. Aún así, la reacción de su cuerpo fue abalanzarse a los
brazos del pelirrojo y besarle con ímpetu.
–
¿Cómo entraste?
–
Tu madre me trajo aquí.
–
¿En serio?
–
No estés tan sorprendido, tengo la impresión de que tu madre ha sabido de
nosotros desde la primera vez que estuve aquí.
–
Bueno, eso es muy probable. Pero, por qué te trajo.
–
Ella dijo que estaba predestinado. Había tenido la intención de venir desde
ayer pero tuve un contratiempo. Estaba preocupado por ti ya que no te habías
aparecido por la Universidad en días, pero tu madre me explicó que tuviste
algunas cosas qué hacer.
–
Sí, algo de eso. Siento no haberte dicho nada, Taiga.
–
Tetsuya, ayer recibí una carta de mi padre. Me pide que vuelva a Estados
Unidos. Vine a despedirme.
–
¿Qué?
Los
ojos azul océano de Kuroko titubearon ante aquellas palabras. Y su corazón dio
un brinco mientras su estómago se contraía con náuseas. Tenía otra vez esa
sensación de mal presagio.
–
No te vayas, Taiga.
Continuará……
No hay comentarios.:
Publicar un comentario
Disculpen las molestias, pero se eliminaran los comentarios con contenido de otras parajes fuera de las que se abordan en este blog, esperamos su comprensión