“De
las profundas oscuridades de un corazón confuso
Vienen
las verdades más claras junto a un amor impuro”
Felina
Capítulo
10. DEMON VAMPIRE
~*~
Que
Kuroko se lo pidiera con aquella voz suplicante y esa mirada temerosa, no
ayudaba para nada a su propio autocontrol y la decisión que había tomado. La
carta que recibiera de su padre a través de Kagetora Aida estaba llena de
vacíos e incertidumbres, no le decía nada con claridad pero era obvio que su
Clan en Estados Unidos estaba bajo riesgo. Y lo que más le preocupaba era que
su padre hubiese mencionado a su abuela, y a su difunta madre.
–
Escucha, Tetsuya.
–
¡No! No quiero escuchar que digas de nuevo que has venido a despedirte. Por
favor Taiga, tengo un mal presentimiento… – El peliazul dijo mirándole
aprehensivamente.
–
Volveré cuanto antes…
–
¡No! ¡Si vas allá, no volverás!
–
Tetsuya… – El pelirrojo sujetó el mentón del más bajo para que dejara de
esconder su rostro contra su pecho… – ¿Por qué estás tan asustado? ¿Qué ha
pasado estos días que no te vi? Habla conmigo, por favor.
Kuroko
quiso negarse, pero si quería retener a Kagami ahí no tenía más opción. Aunque
de todas maneras no era nada claro, solo sensaciones y visiones esparcidas en
su mente sin sentido alguno.
–
Tetsuya…
–
Yo, no sé por dónde comenzar. Todo es confuso y… – Frunció los labios y respiró
profundo… – Solo sé que me duele el pecho, me sofoco y siento que podría morir
si te pasa algo. Y están estas visiones extrañas donde te veo manchado de
sangre, rodeado de fuego y un aura perversa. ¡No quiero que te conviertas en
alguien tan temeroso, Taiga! – Sollozó aferrándose a los brazos del pelirrojo.
Kagami
se quedó sin palabras o aliento, él también estaba confundido. ¿Por qué Kuroko
le ve de aquella manera? Algunos
recuerdos le vinieron a la mente entonces. Memorias del día en que fue traicionado en su Clan.
…Flashback…
El
Clan Kagami es considerado uno de los grupos lycan más poderosos de todo el
mundo, sin embargo también se le reconocía por su inhóspito comportamiento.
Actuaban como una manada de lobos agreste y cerrada, apegada a sus tradiciones
y costumbres. Algunos también los consideraban nómadas porque a lo largo de los
años han habitado aquí y allá en diversas regiones, asentándose donde les place
y haciéndose de territorio sin importar demasiado las formas. Ahí radicaba su
poder. En la actitud temeraria. Por esta misma razón eran ásperos a la vida político-económica
pero participaban de ella con importantes figuras cuyos nombres solían destacar
entre las listas de los más ricos y poderosos de todo el mundo. Sin embargo, el
Clan Kagami tenía un pequeño secreto, una indiscreción
de familia según decían los rumores. El primogénito a la sucesión del Clan,
Taiga Kagami, no había sido concebido con la esposa legal del paladín Keishiro Kagami, sino con una amante que ocultó
hasta que el pequeño había nacido. Dado que la esposa legal no podía concebir, se recibió al niño bastardo en el Clan bajo cierto anonimato pues el origen de su
nacimiento fue ocultado para todos excepto para los principales involucrados;
Keishiro, su esposa, su amante, la progenitora del Adalid y un amigo de
confianza para él, Himuro Saburo, padre de Tatsuya.
–
Será mejor que Tomoe-san vaya con tu madre a viajar lejos de aquí, al menos por
unos meses, así podrás justificar las cosas cuando vuelvan con bebé en brazos.
Con ellas debe ir también Kazue, debemos ser precavidos con la situación, nadie
más debe enterarse. Keishiro, qué estabas pensando cuando te liaste de esa
manera con una mujer que no es tu esposa, si esto se sabe…
–
Esto no tiene por qué saberse. Tú mismo lo has dicho, cuando vuelvan el bebé ya
habrá nacido. Y Tomoe está dispuesta a asumir el rol de madre aunque no lleve
su sangre, después de todo nosotros sabemos que ella no puede darme herederos.
–
Es injusto para ambas, ¿estás consciente de eso?
–
Estoy consciente de todo. De mi infidelidad, de la traición a un juramento de
sangre. Del hecho de que me enamoré de una mujer que no es mi esposa. La
indiscreción es totalmente mía, no hay por qué ensuciar la dignidad de nadie
más en todo esto, por eso estoy confiando en ti para que me ayudes a encubrirlo
todo, Saburo.
–
Y voy a hacerlo. Porque soy tu amigo, pero cuando tu hijo crezca, espero que su
parecido sea muy apegado a ti o los rumores serán imposibles de detener.
–
El tiempo se encargará de esa parte. Por ahora solo encárgate del resto.
Saburo
hizo lo concerniente a aquella petición. El Clan supo que Lady Tomoe viajaría a
tierras canadienses durante un tiempo por mero gusto personal, y también porque
se encargaría de algunos negocios en aquel país. El viaje entonces se extendió
por cerca de un año, a su regreso cargaba en brazos a un pequeño de alrededor
de cuatro meses de nacido. Cuando Tomoe se presentó de nuevo ante su esposo, le
sonrió cálidamente mientras despejaba la pequeña cara de su hijo. Tomoe es una mujer hermosa, de
cabellos cuyo color suele verse cenizo pero bajo la luz del sol irradia un tono
nacarado, además de peculiares ojos rubíes. Por eso, que el bebé tuviese ojos y
cabello rojo fuego ciertamente no fue del todo sorpresivo para quienes le
conocieron. Keishiro poseía ojos negros y cabellos brunos con destellos záfiro,
pero era alto, musculoso y delgado, de figura totalmente atlética, muy
atractivo.
–
Es precioso, ¿verdad?
–
Lo es, Tomoe.
Keishiro
sintió una punzada de culpa al ver a su esposa tratar con tal cariño a un hijo
que no era suyo, pero evitó el tema. Entonces, y durante largos años en el
futuro.
–
Tengo una carta para ti… – La mujer sacó una carta del bolsillo interno de su
kimono estampado de grullas y vivos colores (después de todo se ha celebrado el
nacimiento del futuro heredero), la entregó a su esposo y anunció que estaría
en sus aposentos alimentando al pequeño… – Es un glotón, creo que la naturaleza
licántropa predomina de momento en él, pero quién sabe qué poderes desarrollará
en adelante. Tendré que tener un ojo pegado en ti, eh… – Dijo haciéndole
cariñitos al bebé, cuya sonrisa se extendía respondiendo a la voz femenina.
Keishiro
no respondió pero esperaba que su esposa comprendiera cuán agradecido estaba,
porque a pesar de todo él no le merecía a ella, ni a Kazue. La letra prolija
con que estaba escrito su nombre al reverso del sobre era definitivamente de
ella. Ansioso por conocer el contenido de su carta se apresuró a su oficina.
Rompió el sello de cera y sacó el papel que olía a violetas, la flor favorita
de Kazue. En un campo lleno de aquellas flores la había conocido, después de
todo.
Querido Keishiro.
Hubiera querido
reencontrarme contigo y ser yo quien presentara ante ti a nuestro bebé, pero
las circunstancias se han presentado de esta manera y es algo que sabíamos
desde el principio. No estoy arrepentida de nada. Aunque ahora mismo mi corazón
se agita en dolor por tener que separarme de ustedes.
Durante estos meses he
convivido con Tomoe-san mucho más de lo que habría imaginado que podríamos,
desde que nos conocimos tuve la inquietud de recibir su rencor e incluso odio,
pero ella es una mujer bondadosa. Cuidó de mí durante el embarazo y cuando
nuestro bebé nació, Tomoe-san estuvo todo el tiempo conmigo. Sé perfectamente
que sus actos son honestos, después de todo sería difícil que ella me engañara,
por no decir que imposible, eso suena un poco ególatra de mi parte.
Quisiera decirte mucho
más, pero todavía espero que podamos vernos algún día, no quiero hacer de estas
palabras una despedida definitiva.
Tomoe-san te ama
probablemente tanto como yo, y ama a nuestro bebé como si fuese suyo, así que
estoy confiada de que será buena madre para él. Y ya ha sido buena esposa para
ti.
Tengo un solo deseo que
pedir, y espero que puedan cumplir este pequeño capricho.
Nómbrale, Taiga.
Ahí
terminaba la carta de Kazue, sin una sola palabra de despedida, ni siquiera un
“hasta luego”. Keishiro sonrió, ella era así, algo arrebatada y rebelde, por
decirlo de alguna manera. Y era esa personalidad suya lo que más había
encantado al Adalid, además de su formidable belleza por supuesto; jamás podría
negar que fue aquella visión lo que le cautivó la primera vez que le vio. Había
sido una noche de verano en aquel campo de violetas, Kazue estaba de pie entre
aquel mar de vivos colores acariciando
las flores a su alrededor mientras tarareaba una canción a la luz de la luna,
su larga cabellera apenas se mecía por el suave viento, brillante y rojizo
resplandecía como una llama de fuego puro adornando su rostro delicado
enmarcado por unos profundos ojos carmín y profusos labios escarlata, tan
carnosos y seductores, que Keishiro cayó en su encanto sin tener un solo
pensamiento por su esposa en aquel instante. La pelirroja vestía ligeros
ropajes de seda y lino que cubrían apenas su desnudez, Keishiro podía ver
claramente las curvas que componían su silueta, nada protuberante, más bien
armoniosamente distribuido por todo su cuerpo. Keishiro recuerda la sonrisa
ladina, la mirada coqueta, la muda invitación a acercarse. Aquella noche marcó
el resto de su vida como esposo fiel, rompió una regla sagrada en las
comuniones entre licántropos de su Clan. Probó el elixir de una piel que no
debía pertenecerle.
–
¿Keishiro?... ¡Keishiro!
–
Qué sucede, Tomoe… – El Adalid dobló la carta y la guardó en el cajón de su
escritorio. La mujer ignoró el hecho, lamentablemente estaba acostumbrada a esto.
–
Nuestro pequeño se quedó dormido. Hay que hacer el papeleo de su registro
cuanto antes, después de todo ya estamos aquí.
–
Sí… – Carraspeó ligeramente incómodo, cómo debía plantearle a su esposa que el
nombre del pequeño que no es suyo debe ser el que su madre biológica ha
elegido.
–
No te tortures, es vergonzoso y algo estúpido que lo hagas a estas alturas de
toda la situación. Estuve conviviendo con Kazue por casi un año, puedo entender
por qué te enamoraste de ella y la preferiste por encima de mí; no estoy
enojada con ella, ni mucho menos con el bebé al que quiero como si fuera mío.
Sé que Kazue quería darle un nombre, vamos a ponerle como te lo ha pedido.
–
Tomoe…
–
Sí.
–
Lo lamento.
Las
palabras salieron honestas, la mujer lo sabía, aún así.
–
No sirve de nada que lo lamentes ahora. Pero Keishiro, eres el único con quien
podré estar enojada durante toda mi vida.
–
Lo sé.
…
De
aquella manera, presentado como el primogénito, Taiga fue integrado al Clan
Kagami como futuro heredero al cargo de Adalid. Esa noche hubo luna llena y los
lobos maullaron en las penumbras, hubo fiesta, vino y comida llenaban las mesas
en los jardines de la Mansión Kagami en los suburbios de la ciudad, hombres y
mujeres festejaban el advenimiento de un nuevo integrante.
–
Bueno, espero que Taiga y mi Tatsuya se lleven bien en adelante, ya que son de
la edad.
–
Lo serán, Saburo. Lo serán.
Tatsuya,
primogénito de los Himuro, había nacido alrededor del mismo tiempo que Taiga;
pero cuando el chico tenía apenas un par de años, se marchó junto a su familia
a otra ciudad, todo como parte de las responsabilidades de su padre como
segundo al mando en el Clan.
Aún
en la distancia y sin haberse vuelto a ver, resultando más que desconocidos el
uno del otro, a medida que fueron creciendo la diferencia de personalidades fue
acentuándose. El pelirrojo era inquieto, hiperactivo y travieso, temerario como
se le reconocía a su casta; mientras que el otro niño, de facciones más
delicadas y temperamento más dócil, comenzó a comportarse más tímido, en
ocasiones su actitud resultaba retraída. Taiga era imprudente, y Tatsuya
rencoroso.
Los
rumores acerca del origen bastardo de
Taiga comenzaron a filtrarse entonces en su Clan. El pelirrojo hacía caso omiso
de las habladurías a sus espaldas y seguía adelante con su entrenamiento además
de la vida normal que debía seguir
como un supuesto mortal. Mezclarse
con la sociedad le resultaba relativamente fácil, el deporte le había permitido
relacionarse pero sus habilidades sociales realmente eran pobres, solía meterse
en problemas aunque siempre reclamaba haber hecho lo imposible por evitar cada
uno de ellos.
Más
tarde, cuando ambos tenían 15 de edad, los Himuro volvieron al núcleo del Clan,
regresaron a su antiguo hogar y la amistad que fue trabada en la infancia se
retomó. Taiga y Tatsuya se llevaban bien pese a ser tan diferentes, una vez más
el deporte le permitía al pelirrojo hacer amistades, pero tenía la sensación de
que con Tatsuya sería diferente. Ambos resultaban muy buenos jugadores, y
constantemente se retaban en partidos escolares buscando las victorias cada
vez; a veces la balanza se inclinaba a un lado, en ocasiones al otro. Pero poco
a poco, después de un par de años de amistad, Tatsuya fue apartándose de Taiga.
Al pelirrojo la actitud de su amigo no le estaba sentando bien y tendía a
meterse en más problemas.
–
¡Taiga, a dónde vas, maldición! ¡Te estoy hablando!
–
¡Para qué quieres que escuche, papá! ¡Sé perfectamente lo que vas a decir
porque siempre dices lo mismo, joder!
–
¡Con un demonio! ¡Es mucho pedir que trates de ser discreto! ¡Un día vas a
matar a uno de esos muchachos en una pelea! ¡Recuerda que eres mucho más fuerte
que ellos!
–
¡Mido mis fuerzas, carajo!
–
¡No me hables así, Taiga! ¡Todavía soy tu padre y mando en esta casa!
–
¿Mandas? ¿Tú, mandas? ¡No me hagas reír, papá! ¡Si tú mandas entonces porque la
gente sigue hablando de nosotros! ¡Porque donde quiera que voy en nuestro Clan
la gente no me respeta! ¡Solo sigo escuchando mierda acerca de que soy un
bastardo!
–
¡Taiga…!
–
¡Déjame en paz, maldición!
Las
discusiones de este tipo se sucedían con mayor frecuencia en la Mansión.
Keishiro ha intentado por todos los medios callar los rumores, pero a menos que
exterminase a todo su Clan y se metiera con otros, aquello no iba a parar.
Tomoe también era afectada e incluso su madre, aunque Etsuko siempre mantenía
una expresión serena.
–
Taiga-chan…
–
Ahora no, abuela.
–
Pues vas a tener que escuchar a esta vieja te guste o no, así que abre la
puerta o la tumba de una patada.
–
No podrías…
–
Bien, contaré hasta tres y si no has abierto vamos a averiguar cuán fuerte soy
todavía. Uno, dos… – La mujer sonrió cuando la puerta se abrió. El pelirrojo
fue y se dejó caer aparatosamente en su cama mirando el techo. Tenía los
nudillos heridos y las ropas salpicadas de sangre… – ¿Mandaste alguno al
hospital?
–
No.
–
Perfecto. Ahora, Taiga-chan, ¿vas a hablar con la abuela?
–
No tengo nada de qué hablar, abuela.
–
De acuerdo. ¿Qué ha pasado con Tatsuya? Hace tiempo que no vas a su casa a
perder el tiempo fingiendo que estudias, y él tampoco se ha aparecido por aquí.
–
Tatsuya y yo ya no somos amigos, abuela.
–
¿Tiene que ver con los rumores que siguen circulando por ahí?
–
Supongo. El imbécil cree más en eso que en mí. De todas maneras no lo necesito.
–
Pero es tu amigo.
–
¡Lo era! ¡Puede irse a la mierda con su jueguito de amigos por siempre!
–
Oh, tan enojado. Pero Taiga-chan, tanto rencor no es bueno.
–
Abuela, dime algo. Acerca de esos rumores…
–
No soy quien para hablarte sobre ello. Si quieres aclarar cualquier inquietud
que tengas, tienes a tus padres para ello.
–
Pero abuela, cuando era un niño recuerdo que hablamos de cómo nacían los
híbridos y esas cosas. Tú dijiste, que yo era uno de ellos, ¿verdad?
–
Si es así como lo recuerdas, debí hacerlo.
–
Pero, ¿soy un híbrido? Hasta ahora solo he conocido mi naturaleza lycan. Y
tanto papá como mamá lo son también, ¿no?
–
Como te dije, esas inquietudes háblalas con ellos. Ahora, no desvíes el tema.
Ve y haz las paces con Tatsuya.
El
pelirrojo gruñó ronco frunciendo el ceño. La mujer se rió de buena gana y
palmeándole la pierna se despidió de él.
Los
días siguientes Taiga hizo el intento de sobreponerse a su orgullo y buscar a
Tatsuya para hacer las paces con él. Pero cuando volvieron a encontrarse fue en
una reunión extraoficial con los más influyentes del Clan Kagami. La familia
(de las ramas que se extendieron hacia otras ciudades a lo largo del mundo) se
reunieron una noche de luna llena, el Salón en la mansión estaba lleno de
personas que ni siquiera conocía. Y él, era el tema principal.
–
Keishiro, has llevado adecuadamente el mando del Clan durante largos años pero
aunque Taiga se acerca a la mayoría de edad, no creemos que sea prudente seguir
considerándole heredero al puesto de Adalid.
–
¿Por qué no?
–
Sabes bien por qué, Keishiro. Si Taiga no es hijo…
–
Taiga es mi hijo… – Cortó de tajo, con una expresión que retaba a cualquiera a
decir nuevamente lo contrario.
–
Pero no de Tomoe, ¿cierto? – Dijo otro familiar, la mujer le fulminó con la
mirada, su temple era digno de respeto, pero la comunión parecía darle
confianza a todos ahí… – Supimos de buena fuente, y tenemos evidencias para
probarlo, que no eres capaz de concebir. Ni ahora, ni hace 17 años.
–
¿Tienen evidencias? – El Adalid dijo con tono sarcástico. Aunque claramente
estaba bullendo de rabia. Si aquello era verdad, solo podía sospechar de una
persona. Himuro Saburo.
–
Sí. Están aquí… – Otro de sus familiares lanzó una carpeta sobre la mesa
principal, el Adalid la abrió para ver el contenido. Los documentos eran
reales, pero una vez más, solo una persona podía haber entregado esta información…
– Nos fueron entregados en anonimato, pero hemos verificado su autenticidad.
Keishiro
tragó hondo. Estaba acorralado. Tomoe miró con desdén a las mujeres que
susurraban por lo bajo mirándole con desprecio. Podía escuchar claramente lo
que decían, su sangre comenzaba a hervir.
–
Y, todo este numerito es porque alguno de ustedes quiere asumir el poder, ¿no?
–
Queremos que se respeten las reglas del Clan.
–
Las reglas del Clan… – Intervino entonces Etsuko, la mujer que también había
estado escuchando desde la silla a lado de su hijo levantó la voz con una
potencia que todavía hacía callar a todos los presentes… – No impiden que un
hijo herede el liderazgo del Clan siempre que lleve la sangre del actual
Adalid. Taiga es hijo de Keishiro, la misma sangre circula por sus venas. Así
que no vengan a tratar de enseñarme a mí las reglas del Clan que sigo siendo la
que más ha vivido en este salón, vi a cada uno de ustedes desde que eran críos
que lloraban por el seno de su madre para alimentarles, también presencié cada
uno de los rituales que los convirtieron en dignos licántropos del Clan cuando
superaron sus pruebas. Hombres y mujeres desfilaron frente a mí por décadas, si
cualquiera de ustedes insiste en manchar el nombre de la familia delante de mí,
juro por mi fallecido esposo que rasgaré sus tráqueas hasta que se ahoguen en
su propia sangre.
El
silencio se hizo del ambiente, Etsuko era una mujer de habitual carácter
amable, pero cuando se enojaba era de temer. Algunos, los más grandes de la familia,
podían recordar haberle visto en acción en algunas batallas y realmente
preferían evitar un confrontamiento con ella. Su experiencia y habilidad como
lycan todavía eran canon para los más jóvenes.
Cuando
la reunión se disolvió la mayoría se retiró de ahí con las mandíbulas apretadas
de coraje. Una vez vacío el Salón, Keishiro pidió a Saburo quedarse.
–
Sé lo que estás pensando Keishiro. Pero no fui yo quien les entregó esa
información.
–
Estaba escrito el nombre de Kazue en algunos de esos papeles. ¡Quién más podría
saberlo todo! – Bramó. Tomoe y Etsuko permanecieron al margen.
–
No tengo idea. Pero te juro que no fui yo.
–
Entonces averígualo, pero si para la siguiente luna llena no lo has sabido voy
a expulsarte del Clan, Saburo.
Himuro
asintió, y sin externar una sola palabra más salió de la Mansión Kagami. Los
siguientes días estuvo dedicado totalmente al tema. Pero cuanto más investigaba
más le iba preocupando hacia dónde –o mejor dicho, quién– apuntaban sus pistas.
–
Tatsuya, ¿tú sacaste esta información de mi base de datos?
–
¿Cómo podría?
–
Hijo…
–
No me llames así. ¿Crees que no lo sé? Soy como Taiga, pero a diferencia suya,
en mi caso es del padre de quien no llevo su sangre. ¿Por cuánto tiempo
pensaste que podría ser ocultado algo tan evidente como mi naturaleza? ¡Soy un
vampiro!
–
Tatsuya, te lo pude haber explicado si solo me lo preguntabas. Pero por qué
entregaste esta información a la familia.
–
¡Y por qué no! ¡No somos familia después de todo!
–
Tatsuya…
–
Fuiste recibido ahí solo porque eres amigo del Adalid. Pero incluso así, no
tengo más relación con el Clan de la que tengo contigo.
–
Escucha…
–
¡No! Siempre hablándome acerca de que mi madre había muerto cuando me dio a
luz. ¡Pero en realidad tú le asesinaste, junto a mi padre verdadero! ¡Tú
cazaste a mi familia!
–
Tatsuya…
–
¡Te odio! ¡Te odio a ti y a toda tu estirpe! ¡Y esto, esto ha sido solamente el
principio!
La
ruptura de Tatsuya con su padre se
dio ese día. Más no renunció al apellido. ¿Por qué? Tatsuya no entendería sino
hasta mucho tiempo después la razón.
Saburo
no tuvo más opción que hablar con la verdad ante su amigo. Keishiro dejó el
asunto de esa manera, como algo meramente familiar. Pero ninguno de ellos se
percató de la presencia de Taiga al otro lado de la puerta. El pelirrojo
entonces se sintió traicionado por Tatsuya. Y fue entonces cuando rompieron
también cualquier lazo de amistad que pudo haberles unido.
–
Keishiro…
–
Madre…
–
Las cosas siguen muy agitadas por aquí. Tomoe también está inquieta. Por qué no
envías a Taiga lejos por un tiempo.
–
Esta familia debe dejar de huir, madre.
–
Claro que sí. Pero insisto, por el bien de Taiga. Sé que amaste a su madre,
pero Taiga estuvo consciente de su presencia incluso cuando era un niño de tres
años aún; si bien los recuerdos ahora siguen reprimidos en su inconsciente,
permanecer en este ambiente tan hostil para él no será bueno para nadie. Kazue
era hermosa, y muy poderosa también. Pero era una Veela a fin de cuentas.
–
¡Basta, mamá!
–
Sé que no quieres recordarlo, pero fue así. Cuando Kazue se presentó ante su
hijo por última vez, Taiga estaba cumpliendo un año, sabes bien cuál fue el
legado que le dejó. ¿Quieres proteger a Taiga? Entonces escúchame, hijo mío.
Unos
meses más tarde Taiga partió a Japón, al país que anhelaba incluso en sueños,
aunque no comprendiera esa sensación de añoranza aún.
…Flashback…
–
Taiga. ¡Taiga!
El
pelirrojo abrió los ojos lentamente. Parpadeando varias veces mientras
conseguía enfocar su alrededor, el peliazul tenía expresión preocupada, y él no
tenía idea de lo que había pasado o el tiempo transcurrido. ¿Estaba en la
habitación de Kuroko? No, parecía diferente. Lo era, los muros eran blancos y
la amplia cama no tenía doseles.
–
¿Qué pasó?
–
Entraste en estado de trance por casi dos horas.
–
Demiyah-san.
–
Bienvenido a la realidad, Taiga. Tetsuya estaba muy preocupado.
–
Yo… no tengo idea de cómo fue.
–
Yo tengo una. Tus poderes y los de mi hijo están interactuando. Su preocupación
por que te fueras y tu deseo de no abandonarle debieron conectar con los dones
mágicos de ambos y activar tu inconsciente.
–
Eso… – El pelirrojo se incorporó sintiendo las sienes punzarle.
–
Lo siento. Duele así por mi culpa. Como no sabía por qué estabas en trance yo,
usé mis habilidades telepáticas para entrar en tu mente. Pero fracasé
totalmente, no podía hacerte salir del trance.
–
Aún eres joven Tetsuya. Todavía tienen mucho qué aprender para controlar el
verdadero potencial de sus naturalezas.
–
Demiyah-san, por qué me buscó.
La
mujer suspiró y tras encender unos inciensos que colocó en un incensario de
estilizada belleza regional que descansaba sobre un buró.
–
Ahora entiendo las visiones que tuve, y los deseos que sus madres depositaron
en mí. No había mencionado esto nunca antes a nadie, ni siquiera a tu padre
Tetsuya, y honestamente no estoy segura de a dónde nos llevará. Taiga, conocía
a tu madre, a tu verdadera madre. Iwasa Kazue, una Veela de la Orden de las
Hadas, a donde Kuroko Natsuki también perteneció siendo una Ninfa; y de la que
también forma parte.
--//--//--
Kise
tiene esta idea aunque sabe que es absurda. Fundar un Clan donde sean bien
recibidos todos aquellos que estén en contra de las guerras entre las diversas
especies. Un Clan mestizo por decirlo
de alguna manera, no un consejo como el Concilio Supremo que parece estar
dañado por corrupción de raíz.
–
Es absolutamente estúpido, Kise.
–
Y porque es estúpido puede funcionar. Kasamatsu, no somos los únicos en la
posición en que nos encontramos actualmente. Podría jurarlo. Debe haber muchos
otros ahí fuera escondidos en el
anonimato, huyendo o simplemente renegando del por qué tuvieron que ser
expulsados de su Clan.
–
Aún si lo hay, no tenemos nada qué ofrecer Kise. Somos unos mocosos para todos los que ostentan el
poder. Hay cientos de Clanes de las diversas razas en todo el mundo, quienes
nos escuchen hablar nos tachará de idiotas. De hecho, podrían matarnos sin más,
simplemente por estorbar o pensar diferente.
–
¿Por qué tienes tanto miedo, Yukio? – El rubio dijo con seriedad. Y el
licántropo sintió una punzada de ira contenida mezclada con culpa… – Míranos,
no tenemos a dónde volver. Por qué no arriesgarnos, no tenemos que ser
impulsivos, podemos investigar, buscar alguna clase de patrocinio.
–
¿Y cómo vas a hacer eso? ¿Presentándote por ahí como Kise Ryota? En cuanto tu
familia sepa que estás conmigo, te harán elegir entre tu Clan o yo.
–
Te elegiré a ti entonces.
–
Y volveremos a donde estamos ahora. Esto es punto muerto, Ryota. No podemos
estar juntos.
–
Entonces hagamos que se pueda.
--//--//--
La
reunión de Murasakibara con el cabecilla del Imperio Akashi estaba
impacientando al joven pelivioláceo, que el hombre no le sacase la mirada de
encima a Himuro y que él se permitiera flirtear aún delante de sus narices le
estaban sacando de sus casillas.
–
Entonces, qué quiere de mí Akashi-san.
–
Oh, es verdad Atsushi, estás aquí… – El hombre tuvo la desfachatez de mirarle
por encima del hombro. El alto muchacho tensó los puños y una venita resaltó en
su sien, lo que no pasó desapercibido para el magnate y que le divirtió
bastante… – Me distrajo la belleza que te acompaña. ¿Es amigo tuyo?
–
Es mi novio… – Respondió sin titubeo alguno, una sonrisilla brotó de labios de
Himuro, francamente le gustaba este lado celoso de su amante.
–
Ya veo… – El magnate de todas maneras siguió mirando al de rasgos delicados con
expresión lujuriosa.
–
Akashi-san, le pido que me diga por qué estoy aquí.
–
Sí, claro. ¿Vas a quedarte a escuchar? Disculpa, cuál era tu nombre.
–
Él no se lo ha dicho, ni usted necesita saberlo… – El pelivioláceo volvió la
mirada hacia el de rasgos delicados solicitándole que le esperara afuera.
Himuro sonrió y salió sin hacer escena alguna por ello. Definitivamente, las
reacciones posesivas de Murasakibara le hacían sentir de alguna manera,
especial.
–
Tan propio de los licántropos, ser temperamentales.
–
Insisto, por qué estoy aquí Akashi-san.
–
Necesito que te hagas cargo de entregar unos mensajes por mí.
–
¿Qué clase de mensajes y a quién?
–
El Concilio Supremo ha estado interfiriendo constantemente en mis planes
últimamente. Hay unos jovencitos que me gustaría conocer, no directamente aún
claro. Es más como que quiero conocer el potencial de sus habilidades.
–
¿Y por qué yo?
–
Porque yo ya conozco tu potencial, Atsushi. Estas son las personas que quiero
que conozcas y evalúes, sé bien que Seijuro te enseñó cómo hacerlo… – El hombre
desplegó algunas imágenes en su escritorio, cuya superficie funcionaba igual
que una pantalla digital. Ahí, Murasakibara vio a varios chicos que debían
rondar su edad.
–
Ryo Sakurai. Tetsuya Kuroko. Izuki Shun…
– El pelivioláceo leyó los nombres mentalmente, preguntándose qué interés
tendría el magnate en estos tres chicos en particular.
–
Quiero tu reporte en 24 horas, Atsushi.
–
Bien. Me retiro, Akashi-san… – Cuando el híbrido salió, vio a Himuro recargado
en el muro de al lado, no le extrañaría que hubiese escuchado la conversación…
– Tatsuya, por qué estabas flirteando con él.
–
No estaba coqueteando con él, Atsushi.
–
¡Lo hacías! – Bramó el más alto sacando a relucir su naturaleza licántropa ni
bien las puertas del ascensor se cerraron tras su espalda. Sin embargo, Himuro
no se inmutó, después de todo había visto a Kagami explotar en más de una ocasión.
–
Dije que no lo hacía. Si no quieres creerme es tu problema, Atsushi. Y te lo
digo de una vez, que esté contigo no te da derecho alguno sobre mí, no soy un
maldito objeto.
--//--//--
Aomine
y Sakurai estaban realizando sus propias investigaciones respecto a todo lo que
el Dr. Hotaru les hacía contado cuando se reunieron con él. Pero los Ángeles y los Guardianes parecían poco menos que neblina entre los clanes.
–
Esto es agotador… – El moreno dijo desplomándose en el sofá de su casa.
–
Lo sé, perdona que…
–
Shh… – Aomine selló los labios de su novio con un beso… – No se te ocurra
volver a disculparte por cosas así. Estoy haciendo esto porque quiero, Ryo.
–
Sí, Daiki… – Sakurai dijo sonriendo tranquilo.
–
Ah, maldición, me muero de hambre…
–
Es verdad, no hemos probado comida en un buen tiempo.
–
Pediré algo porque no creo que haya algo en la nevera.
–
¿Seguro? Déjame echar un vistazo, aún con pocos ingredientes podría preparar
algo.
–
Será en otra ocasión, ahora estás tan cansado como yo, así que quédate quieto
ahí… – Aomine ordenó, Sakurai obedeció sin decir más nada, vio a su novio pedir
algo a domicilio y volver luego a su lado, abrazarle posesivamente y tenderse
en el sofá.
–
Daiki, nos vamos a quedar dormidos.
–
Está bien, encenderé el televisor… – Tal como dijo, hizo. Pero no soltó al
castaño, y no era que él tuviera prisa por ser dejado… – ¿Estás asustado, Ryo?
–
¿Eh?
–
De ser lo que el Dr. Hotaru dijo.
–
Estoy asustado de no saber lo que ser un Ángel significa. Hotaru-san dijo
muchas cosas pero al mismo tiempo me dejó con muchas dudas. Pero confío en ti,
incluso si algo no va bien conmigo, sé que tomarás la decisión adecuada, Daiki.
Aomine
le besó el pelo y procuró mandar al fondo de su mente cualquier pensamiento
para evitar que Sakurai pudiese leerlo. Pero en su alma él sabía cuál sería su
respuesta en el peor de los escenarios. Sabe, que nunca dañaría a su novio.
Incluso si de ello dependiera la humanidad, todavía elegiría la vida de Sakurai
por encima de todo lo demás.
--//--//--
Ah,
la marca en el hombro. Takao tragó hondo (y dada su personalidad esta reacción
realmente era mucho para él), explicarle a Midorima esto podría significar su rompimiento, si es que el hecho de ser
amantes podía considerarse algún tipo de relación formal y no simple sexo casual cuando les venía en gana.
Técnicamente esto era más como amigos
sexuales que otra cosa. Pero para hablar acerca de quién la ha dejado ahí, era también un atentado contra su orgullo,
porque se la habían hecho a la fuerza.
¡A él! ¡Un vampiro que suele presumir de sus habilidades!
–
Takao… – El ojiverde le llamó con tono de advertencia.
–
Tú sabes Shin-chan, algunas chicas no saben cuándo parar con sus intentos de
seducción.
–
Quiero la verdad, Takao, así que no me jodas con esas idioteces.
–
Hombre pero que carácter… – La cara de pocos amigos que Midorima tenía le
tensó. No, pensándolo bien no era esa expresión porque esa era de todos los
días. Era la intensidad que fulguraba en sus pupilas verde olivo… – Un hombre
que pertenece al Concilio Supremo.
–
¿Quién? ¿Por qué?
–
¿Tiene algún caso que te responda? ¿Qué, vas a ir y enfrentarte con él? ¿Vas a
reclamarme como tu amante o algo así?
Takao
esperó que Midorima desviara la mirada, pero que se la sostuviera y le obligara
a ser él quien la virara, era una respuesta invaluable. Esos ojos decían tanto.
Que por alguna razón se sintió bien.
–
Ivan-san.
–
¿Wagner Ivan-san? Él es de la rama europea en el Consejo, ¿no?
–
Sí.
–
¿Se aprovechó de ti?
Takao
se rió nerviosamente. Escucharlo de voz de Midorima se sentía peor. Pero
después de todo había sido así. No había podido evitar que el hombre lo
manoseara por todas partes.
–
Kazunari, ¿hasta dónde llegó?
–
Él solo me tocó. No llegó hasta el final, básicamente usó mi cuerpo para
masturbarse.
Midorima
no dijo nada. Ajustó los lentes y dio media vuelta.
–
Vuelve a casa primero, te llamaré más tarde.
–
Espera, a… a dónde vas, Shintaro.
Pero
Takao se quedó con las palabras en la boca. Midorima cerró la puerta de la
habitación y abandonó el hotel con un objetivo fijo. Ivan Wagner pagaría con su
sangre el atrevimiento de tocar a su chico de esa manera tan pervertida.
--//--//--
Furihata
estaba incómodo en aquella fiesta a la que Akashi le ha arrastrado como su acompañante.
–
Pero qué modales, Koki.
–
Me pone nervioso el ambiente, Akashi-senpai.
–
De acuerdo, vámonos entonces.
–
¿Eh? Pero…
–
Pero qué, estás incómodo, ¿no? Además, estoy aburriéndome aquí.
Furihata
se dejó llevar por el de cabellos bermellón cuando tiró de su mano. En su
camino fuera del sitio, el chico se percató de las miradas hacia él en
particular, se imaginaba lo que decían en murmullos todas esas personas con
poder económico y político. Su tensión aumentó e inconscientemente emergió
parte de su magia. Todo líquido alrededor comenzó a burbujear, las botellas de
costosos vinos estallaron igual que las copas servidas que descansaban en las
manos de muchos presentes. Los gritos de sorpresa, confusión y hasta miedo,
hicieron acto de presencia.
–
Contrólate, Koki… – Akashi dijo mirándole con firmeza, pero Furihata no podía
hacerlo, la tensión solo seguía creciendo cuando se estresaba… – Koki, mírame.
–
Lo lamento, Akashi-senpai… – Gimoteó.
–
Cállate y mírame… – Una vez los ojos marrones enfocaron los suyos, el tono ocre
dorado tinturaron sus pupilas y pronto Furihata cayó dormido en sus brazos, le
cargó y llevó hasta su auto indicándole al chofer que le llevara a su
departamento, mientras él tomó otro rumbo antes que reunirse con su amante.
–
Y bien, qué fue lo que mi padre te encomendó, Atsushi.
–
Evaluar las habilidades de estos tres chicos. Voy a ir tras ellos ahora mismo,
comenzaré por él… – El pelivioláceo señaló la fotografía de Izuki.
Continuará……
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