jueves, 27 de abril de 2017

WHISPERS IN THE SHADOWS (KNB) Capítulo 22,



“Algunos aman, otros odian… Pero si detrás de este misterio existe otro vasto más que se resuelve poco a poco, un misterio que incluyera nuestras acciones… ¿no sería mejor que nos entregáramos a ese destino con la decisión de hacer bien? Lo demás está en manos de lo inescrutable.”

Fragmento Capítulo 55 “Encuentro en la Ribera” en “LOBA” de Verónica Murguía.

Capítulo 22. SUSURROS EN LAS SOMBRAS
(FINAL, Parte 2)
~*~

No resulta novedoso para Sakurai saber que un inmortal tiene interés en él por poseer el gen de dragón. Sin embargo, que se trate de este chico en particular pone todo de cabeza. ¿De dónde ha salido esta personalidad? ¿Era éste Mitobe el verdadero desde un principio? El castaño no podía evitar que estas inquietudes saltasen en su mente incansablemente mientras era observado fijamente por el otro. Su sonrisa siniestra y la mirada serena realzaban el aura oscura que desprendían sus ojos negros y la postura relajada con que se mantenía frente a él.

— Entonces, ¿todo lo que buscas es mi poder mágico?

— Sí, es eso verdad.

— No soy el único Ángel, hay otros tres como yo…

— No te equivoques, los otros tres Ángeles no son para nada como tú. Sakurai Ryo, ¿podrá ser que no has comprendido aún lo valioso de tu legado como dragón?

Sakurai retrocedió instintivamente mientras chasqueaba la lengua con un gesto de frustración. No, la realidad es que todavía no comprende su poder, o el alcance que posee siendo un Ángel con aquella cualidad tan única –o rara, en palabra vulgar–, había decidido dejar que el tiempo y las circunstancias le mostraran el camino, pero justo ahora siente que debió esforzarse más.

— Sentí algo extraño cuando nos ayudaste a llegar a la guarida de los cazadores. El propio Dr. Hotaru se había estado mostrando intranquilo por los poderes mágicos que estabas mostrando cuando todo indicaba que eras un mago de tercera generación. Dime, ¿tenías todo esto planeado?

— Haces tantas preguntas, Sakurai Ryo.

— Sé que puedo obtenerlas por mí mismo, pero te estoy dando la oportunidad de hablar voluntariamente. Si te obligo a mostrarme la verdad, haré que sea doloroso para ti, quien quiera que seas realmente… — El castaño miró de hito en hito las dos figuras inconscientes en el piso detrás de Mitobe.

El muchacho miró de soslayo hacia allí, siguiendo la mirada del Ángel. Y una sonrisa sórdida se dibujó en sus labios. Sakurai se tensó, detestaba cuando los que estaban frente a él se burlasen de su debilidad por los otros, pero él no podía evitar preocuparse por cualquiera que estuviese herido cerca de él. Tenía esa necesidad de ofrecer su ayuda inmediata. Y lo hacía ya de hecho, desplegando sutilmente algunos hechizos mágicos para socorrer al doctor y al minino. Tan sutiles, que el mismo Mitobe no se ha percatado de ello, aunque parece estar sospechando ya.

— Eres astuto, Sakurai.

— Me lo han dicho tantas veces, que probablemente una parte de mí haya comenzado a creerlo, pero no tengo confianza en absoluto.

— Podrás decirlo con palabras, pero tu mirada es determinada. Y puedo sentir el fluir de tu sangre, fría ahora, pero capaz de calentarse lo suficiente como para desatar un huracán de fuego, ¿no es así?

— Tu sensopercepción es acertada, incluso si intentara ocultar mi magia de ti, no podría. Ya que es esta tu habilidad, es imposible para mí esconderme a tu mirada, Mitobe.

— Mh, sí, tienes razón. Sin embargo, que me permitas verte tan libremente tampoco me agrada, tanta luz, debe haber algunas sombras por ahí que estás manipulando.

— Me llamas astuto, cuando tú también lo eres.

— Mi astucia no tiene comparación alguna con tu poder, sin embargo. Eso es una desventaja enorme para mí, Sakurai.

— Y es esa la razón por la que estoy aquí, ¿cierto? Esperas tener la oportunidad de arrebatarme mis dones. ¿Cuánta confianza puedes tener en tu sensopercepción para creer que podrás?

— No es confianza en mi sensopercepción. Es más como que confío en ti, en que serás incapaz de mantenerte centrado aquí, en ti mismo. ¿No eres demasiado bondadoso, Sakurai? Aliviando las heridas de Koganei y el Dr. Hotaru mientras charlamos, aferrándote al vínculo con Aomine Daiki, manteniendo ese mismo contacto mental con dos de los otros ángeles. No te sorprende que lo sepa, ¿verdad?

— Comenzaba a parecerme extraño que no lo mencionaras. ¿Cómo lo ves, Mitobe? ¿Hilos mágicos emanando de mí?

— Sí. Fibras tan delgadas que casi se vuelven invisibles. Y las hay de muchos colores, irradian desde cada fibra de tu ser y se despliegan como diminutas serpientes ahí hasta donde tu pensamiento las guía. Tal poder, capaz de cubrir toda la faz de la tierra. Lo quiero, lo deseo tanto que mi alma finalmente fue liberada.

— No. Creo firmemente en que tú eres la parte corrompida de Mitobe Rinnosuke. Estuviste por demasiado tiempo involucrado con Kaage Den, también con Akashi Masaru. Aún puedo percibir reminiscencias de la magia de ambos en ti, consiguieron manipularte por instantes, y al final fuiste seducido por sus egoístas ideales.

— Como dije, eres demasiado bondadoso, Sakurai.

— Quizá lo sea. Y porque eso es probable, no voy a dejar que sigas aplastando al verdadero Mitobe Rinnosuke, así que solo mírame, porque voy a liberarte de tu propia prisión.

Sakurai dio nuevamente un paso atrás. La oscuridad que cernida estaba sobre el recinto se disipó en un instante cuando del chico emanó una imponente luz cegadora. Mitobe incluso tuvo que entrecerrar los ojos y cubrirse el rostro con el antebrazo para cubrirse de la luminosidad que había lastimado su vista. Era tan brillante que un dolor comenzaba a punzarle en la cabeza. Trató de adaptarse a la claridad y seguir el rastro de la magia del ángel, usar su sensopercepción en ese momento no era sin embargo para nada fácil. Sakurai se estaba ocultando de la forma más sencilla posible, mostrándose.

Mitobe chasqueó la lengua y quiso dar un paso al frente, estaba seguro de que podía hacer uso de algunos de los hechizos mágicos que había robado del Dr. Hotaru antes. Él era después de todo un Guardián, y cien años atrás había encerrado al Ángel Hyuuga.

— ¡Tsk! No puedo acceder a los poderes en mi propio cuerpo, ¡qué demonios!

— Te lo diré claramente, Mitobe. No puedes usar aquello que no te pertenece. Era originalmente una buena idea, pero tiene grandes defectos. Para ti, la desventaja más grande es que no soy tan fácil como Hyuuga. Ya que tú mismo lo señalaste antes, soy un Ángel con sangre de dragón. 

A la altura del vientre del castaño una luz rojiza cobró vida, parecía una llama de fuego crepitando en su interior, y estaba bañada en polvo de estrellas por lo que también parecía una pequeña burbuja sideral que flotaba tranquila bajo sus manos. Y todo a su alrededor se agitaba como si el viento circulase exclusivamente para él, casi como si le ofreciese tributo o aguardara pacientemente a sus órdenes. Los lacios mechones castaños se agitaban quedamente, y los grandes ojos chocolate brillaban con una intensidad que Mitobe jamás había admirado nunca en nadie –y honestamente que conoció a una gran cantidad de inmortales con personalidades de todo tipo, incluso las más retorcidas como las de Kaage Den y Akashi Masaru–.

— ¿Piensas matarme?

¿Matarte? Claro que no. Presta atención, solo voy a purificar de ti la corrupción que el pensamiento de mentes perversas dejaron en tu percepción.

Y fue que la burbuja sideral cobró la forma de una serpiente de fuego, aliento de dragón que Sakurai exhaló con la bondad que caracterizaba su personalidad. Mitobe no tuvo la mínima oportunidad de escapar de este ataque mágico, había sido paralizado por la magia del castaño sin siquiera haberse percatado. Cuando el aliento de dragón lo atrapó envolviéndole de pies a cabeza, él sintió realmente el calor sofocante emanando de éste, “perforando” lenta y dolorosamente en su interior, colándose con el ardor del fuego en su torrente sanguíneo e invadiendo hasta la ínfima fibra de su ser. Mitobe sintió sus rodillas chocar contra el mármol, y se sostuvo la cabeza mientras alaridos de dolor resecaban su garganta. Luego su espalda se dobló hacia atrás y su rostro miró hacia el cielorraso del recinto, donde todo cuanto veía era luz, y cuando un nuevo gritó resonó desde el fondo de su garganta, él sintió algo tirando desde sus entrañas, como espesas ligaduras que se empecinaban en mantenerse arraigadas a su interior cual raíces profundas. Pero resultó que el aliento de dragón de Sakurai fue más poderoso al punto de obligarlas a soltarse, y cuando emergieron por la boca de Mitobe no eran más que cenizas que otro hechizo del ángel selló en un pergamino que a su vez se consumió en una llama azul apenas fuese escrito en un idioma que Mitobe no conocía, pero que Sakurai parecía dominar.

¿Acaso el lenguaje de los dragones? — Pensó, antes de sentir que se le nublaba la vista y perdía lentamente la conciencia.

Unos instantes después, Sakurai soltó un suspiro de alivio. Mitobe estaba desmayado en el frío piso del recinto que no estaba más sumido en oscuridad, pues algunas antorchas mágicas flotaban aquí y allá en distintos puntos del mismo. El castaño se acercó a Mitobe, y en su frente dibujó un símbolo mágico que funcionaría como una especie de hechizo protector para el muchacho, así no importaría quien intentara dominar otra vez sus dones mágicos, no podrían siquiera acceder a su mente.

— A menos que la persona en cuestión pudiese superar mis poderes mágicos… — Murmuró el castaño. Sonriendo flojito después, ha pensado que aquello sería imposible, al menos en esta vida. Junto a Kuroko e Izuki, él puede asegurar que son los inmortales más poderosos de la tierra… — ¿Acabo de tener un pensamiento egoísta? — Sakurai sonrió quedito… — Eso no es importante ahora, sino el verdadero actor detrás de todo esto, Masaru Akashi.


Algunas batallas se llevaban a cabo en escenarios privados, mientras que otras se desataban en fieros campos donde las alianzas pendían de un hilo y las traiciones inclinaban la balanza hacia el egoísmo, o bien se daban por un fuerte sentido de supervivencia que vampiros y licántropos tenían bien arraigados en el instinto más primitivo de su inmortalidad.

En aquel momento las diferentes razas de inmortales se han vuelto todas contra todas, no había tal cosa como clanes de vampiros contra clanes de licántropos o de magos. No existía nada como pertenecer al Sínodo de las Tinieblas, el Concilio de Magia o Canon de Lycans; tampoco existe más dominio alguno del Consejo Supremo. Y la Orden de los Guardianes se mantiene alerta pero también con cierto margen, proteger a los mortales es su misión prioritaria y tampoco definen clanes. Excepto el Clan Kuroko, pues es Demiyah después de todo el Adalid de ésta Orden, y esposa del vampiro dirigente.

— ¿Cazadores aquí? — Toshio Kuroko sacudió sus espadas bañadas en sangre, ha perdido interés en saber a cuántas ha atravesado con sus cuchillas, las gotas del líquido carmín siguen cayendo y mezclándose con los ríos que se han formado en los suelos de las calles en la ciudad. Su mirada azulina escudriñó varios metros más allá, donde un puñado de cazadores parecía tener interés particular en atraparle a él… — No me jodan, ¿ir tras el líder en estas circunstancias? Una total pérdida de tiempo… — Masculló relamiéndose los labios. Los filosos colmillos también han conocido el sabor de la sangre, y rastros de ella manchan mentón y cuello del padre de Tetsuya. Está enardecido, y no es el único.


Murasakibara estampó a Kasamatsu contra el piso, aprisionando al joven licántropo con sus largas extremidades, clavándole las garras en los hombros le hizo soltar un alarido de dolor y enojo.

— ¡Mierda! — Kasamatsu gruñó, incapaz de liberarse del agarre aún empleando todas sus fuerzas.

— ¡Yukio! — Cuando Kise vio al licántropo de cabellos lilas superar los poderes de su amante, no dudó en intervenir, pero pronto recibió uno de los poderosos embates de Murasakibara, al mismo tiempo le hizo bajar la guardia lo suficiente para que Kasamatsu pudiera liberarse… — ¿Estás bien?

— Eso debería preguntártelo yo, esa herida se ve profunda… — Señaló, mirándole de soslayo el vientre, las ropas se han convertido en raídos trozos de tela llenos de sangre y tierra, los cortes en su piel casi parecen haber alcanzado sus entrañas.

— Está sanando, no te preocupes por mí, Yukio… — Dijo con una sonrisilla. El licántropo de ojos metálicos sonrió también, presiente que su amante está disfrutando de esta pelea como el chiquillo que puede hacer travesuras por capricho.

— Vamos a terminar con esto de una vez, Ryota… — Señaló, y al instante licántropo y vampiro se habían lanzado a la vez tras Murasakibara, quien atajó sus ataques apenas antes de que lo alcanzaran.

Cuando la pelea se transformó en un dos contra uno, Himuro dejó de mantenerse al margen y se unió. Los embates entre los cuatro iban cambiando de un objetivo a otro. Aún así, parecía que la dupla de Himuro con Murasakibara superaba a Kasamatsu con Kise, y sin embargo ninguno sabía en éste punto por qué estaban combatiendo.


— Yo, solo… por favor, no lo tomes… — Insistió. Y entonces su agarre fue tan fuerte que sus uñas se clavaron en el antebrazo del mayor.

Furihata tragó hondo cuando Akashi le obligó a soltarle. Era obvio que no le haría cambiar de opinión, tomaría aquel objeto en su poder y algo muy malo sucedería, estaba convencido de ello. Su corazón angustiado se lo gritaba.

— Seijuro, te lo ruego.

— No seas bobo, es un arma que puedo controlar.

— ¡No! ¡No lo harás! ¡Será ella quien te controle a ti!

— Koki… — Siseó perdiendo la compostura, ofendido por el tono con que su amante le ha gritado… — ¿Estás olvidando quién soy?

— No lo hago. Y sé que soy un simple juguete sexual para ti, pero si valoras tu vida y el control que tienes sobre ella, no uses esa arma.

Había algo en la mirada de Furihata que hizo titubear a Akashi. Tal vez determinación, o un coraje del cual el castaño nunca había hecho alarde.

— ¿Por qué estás tan seguro, Koki?

— Yo, lo presiento.

— Un presentimiento no es suficiente para mí. Debe haber algo más, piensa. Eres un mago de segunda generación, dominas el elemento agua, y esta arma obedece al fuego, puede ser solamente una incompatibilidad.

— ¡No se trata de eso, maldición! — Exclamó, frustrado hasta las lágrimas que comenzaban a desprenderse de sus largas pestañas… — Tú y yo somos compatibles, ¿no? Y nosotros también somos agua y fuego… — Gimoteó.

— Entonces dame una razón más firme, Koki… — Insistió el de cabellos bermellón, acercando su mano al objeto que descansaba sobre una almohadilla de finas telas.

Furihata se tensó al verlo, y toda la magia de la que era capaz pareció alertarse ante el movimiento de Akashi. Las lágrimas que fluyeron de sus ojos se convirtieron entonces en delicadas formas de polvo congelado, tan finas que semejarían el filo de cuchillas. El muchacho estaba asustado, era indudable, pero su capacidad para enfrentarse a las situaciones también lo volvía precavido. Estaba listo para atacar si tenía que hacerlo, si solo Akashi se atrevía a tomar aquel artefacto.

— ¿No tienes una? — La pregunta llegó con tono burlón. Y Furihata casi se sintió humillado por aquellos poderosos ojos de emperador.

Norteamérica

— Ya estoy bien, Tetsuya.

— ¿Seguro?

— Sí. Totalmente recuperado. Ahora tenemos que volver, el aire huele a sangre.

— Tu familia está bien, Taiga. Son fuertes, no puede ser de otra manera.

— No estoy preocupado por mi familia. Otros clanes se están moviendo, y mortales están en medio de sus batallas. Hay que intervenir.

— Sí, vamos.

Cuando Kuroko y Kagami se pusieron en pie, la espada roja que el peliazul había sellado con la joya del unicornio comenzó a agitarse, aunque su magia ha sido sellada por el Ángel, aún resplandece su cuchilla.

— ¿Puedes sentir eso, Tetsuya? — El pelirrojo miró a su amante, su ceño fruncido dejaba entrever cierta preocupación. Y parte de su naturaleza lycan continuaba ahí, cada uno de sus sentidos estaba agudizado, y las uñas de sus manos eran filosas cuchillas, además de que sus músculos eran como acero, difícilmente podrían ser alcanzados por algún arma.

— Puedo sentirlo. Es como si otro artilugio mágico estuviera llamando a la espada… — El peliazul trató de tomar la espada, pero la mano de su amante fue más rápida… — ¿Taiga?

— Hay que destruirla, Tetsuya.

— No podemos… — Respondió de inmediato. Y la mirada de su amante cayó sobre él con inquisitiva curiosidad… — Después de que te heriste con ella y al momento en que la sellé, tu magia y la mía quedó unida a la espada, para siempre. Si la espada roja se destruye, nosotros seguiremos su destino.

— Entonces hay que ocultarla en algún lugar. No sé qué es esa magia que está vibrando con la espada, pero nada bueno resultará de eso.

— Es verdad… — Kuroko alargó la mano y la cerró alrededor de la empuñadora de la espada. Kagami estaba por soltarla, pero luego hizo el agarre más firme cuando su mirada se encontró con las pupilas azules de su amante.

— ¿Qué es lo que pretendes hacer, Tetsuya?

— Guardarla.

— ¿Dónde?

— Donde tenía oculta la joya del unicornio.

— No.

— Taiga…

— ¡No! Y es definitivo. No vas a guardar esta espada dentro de tu cuerpo, Tetsuya.

— Pero…

— No. Sé algo porque la empuñé. Nadie, excepto yo puede usar esta espada. Y nadie, excepto tú, puede retirar el poder de la joya del unicornio con que la sellaste. Así que haremos esto, seré yo quien la guarde en mi cuerpo, pero tú harás el hechizo. De esa manera, el único que puede usarla será incapaz de acceder a ella, porque el único que puede romper el sello, eres tú.

— Y estaremos unidos eternamente a su destino, porque tú y yo siempre estaremos juntos, ¿verdad, Taiga?

— Siempre, Tetsuya.

Y en el momento justo en que Kuroko comenzó a sellar la espada roja en el cuerpo de Kagami, al otro lado del mundo, en la bóveda dentro del Imperio Akashi, Seijuro y Koki tenían un peculiar enfrentamiento de amantes. Agua contra fuego se desataron ahí. Los hechizos de un mago de segunda generación contra el poder de un demonio vampiro.


Puertas metálicas se abrieron de par en par cediéndole el paso. Sakurai entró en aquella sala con la mirada al frente, donde otro par de ojos dorados le esperaban. Se trata del emperador, quien sentado en su trono le miraba con superioridad.

— Bienvenido, Sakurai Ryo.

— Siento llegar tarde, Akashi Masaru.

El emperador del imperio Akashi sonrió siniestro cuando el ángel entró en el salón y las puertas metálicas volvieron a cerrarse. Sin embargo, el castaño no parecía estar preocupado por el encierro. Lucía demasiado confiado y relajado.

— Tenía planeado que Mitobe te entretuviera un poco más en realidad. Te encargaste demasiado rápido y fácil. Pero fue grato, es la primera vez que veo desplegado el poder de un ángel con sangre de dragón. Impresionante, Sakurai. Impresionante… — Dijo, y aplaudió un par de veces como si así pudiera enfatizar su halago.

— No tengo intenciones de mantener una conversación con usted, Masaru.

— ¿Entonces cuál es tu intención, Sakurai?

— Detenerlo. Sé que así como estuvo manipulando a Mitobe, lo hace con la cazadora Riko Aida. Y con muchos, muchos más. Mortales e inmortales, usted los mantiene cautivos con hilos mentales, usándolos como marionetas.

— Es un pasatiempo, ya que es mi poder principal, lo dominé desde pequeño. Y con el tiempo incluso se volvió aburrido, así que comencé a apostar por manipulaciones más arriesgadas e interesantes. El Imperio Akashi nunca fue suficiente, siempre he querido más y más, y más.

— ¿El mundo? ¿Dominarlo? ¿No es esa una ambición insulsa? ¿Qué es lo que pretende si lo consigue? — Sakurai preguntó sin apartarle la mirada.

Y recibió su respuesta cuando el salón se llenó de imágenes proyectadas en todas direcciones, son escenas de batallas alrededor del mundo. Él pudo distinguir algunas particularmente. Daiki transformado en aquél magnífico lobo, aullaba sobre una montaña de licántropos salvajes que han perdido su vida en la presión de sus mandíbulas y garras, por mencionar lo menos. Izuki y Hyuuga continuaban en una férrea pelea en los desiertos del Sahara, pero pudo ver que el ángel ojo de águila comenzaba a tomar ventajas sobre el mayor de los dos. En Wudang, Riko también estaba perdiendo la pelea contra el licántropo guardián. No pudo distinguir a Kuroko ni Kagami en ninguna imagen, pero sí a Seijuro con Furihata, el de cabellos bermellón parecía llevar las riendas del enfrentamiento a su favor.

— ¿Estás preocupado por un chico al que ni siquiera conoces, Sakurai?

— Tal vez no lo conozco, pero puedo ver la pureza de su alma.

— Pues esa pureza le hará perder contra Seijuro.

— No lo creo. ¿No lo ve, Masaru? Su hijo no ha parado de titubear, él en realidad no quiere lastimar a su oponente.

Akashi estaba frustrado consigo mismo. Debería ser fácil deshacerse de Furihata ya que había sido él quien se opusiera a su voluntad primero. Y él nunca ha perdonado a nadie que se le ha opuesto deliberadamente. Sin embargo, cada vez que pensaba en un ataque mortal, lo deshacía antes de que pudiera alcanzar su objetivo. En otras ocasiones Furihata estaba siendo lo suficientemente audaz para eludir sus hechizos. Fuego y agua seguían encontrándose una y otra vez, y el vapor ha comenzado a nublar la bóveda, impidiéndoles incluso mirarse adecuadamente. Él sin embargo era capaz de mirar incluso en un ambiente así, ya que sus ojos de vampiro le dan aquella capacidad. Furihata por el contrario es un mago de segunda generación que ni siquiera ha sido capaz de desarrollar al máximo su potencial.

Masaru chasqueó la lengua, podía verlo. Su hijo vacilaba.

— Supongo que no lo críe lo suficientemente bien. O tal vez fue imposible que heredara algo de la sangre de su madre. Ella era una mujer hermosa, y noble. Sumamente inteligente y fuerte, pero la nobleza era su único defecto.

Masaru movió sus dedos cual si estuviese tocando notas sobre un piano invisible, y en la imagen Sakurai pudo ver a Furihata perder el control de su cuerpo.

— ¿Qué está haciendo?

— Me deshago de lo que estorba. Debí hacerlo desde el momento en que Seijuro lo llamó a su casa por segunda vez. Seijuro nunca se interesó por un juguete en más de una ocasión, ese chico Furihata siempre fue la excepción. Incluso me negó tenerlo. Estorba, así que lo quitaré del camino.

Cuando Masaru quiso ejecutar su plan, no solo le fue imposible porque Sakurai rompió los hilos mágicos que manipulaban a Furihata, sino también porque mismo Seijuro había lanzado un hechizo tan poderoso que la bóveda se había colapsado. El emperador estaba sorprendido, pero el ángel aún podía sentir la magia de ambos jóvenes por lo que estaba seguro de que habían sobrevivido.

— No hay manera de que consigas tu objetivo, Masaru.

— En ese caso… — El emperador se levantó de su trono, pero no se alejó de él, sino que se colocó detrás de este… — Sabes que han existido otros ángeles, ¿verdad? Y que cada uno ha sido diferente a otros. Algunos han sido como tú y tus amigos; pero otros, otros han creído que el caos es la respuesta. Y ya que tengo la impresión de que mi poder no contendrá el tuyo, te dejaré enfrentar el legado de otro de los tuyos.

Masaru dijo. Y luego extendió los brazos, lanzó un hechizo en su contra y una explosión repentina lo dejó reducido a un montón de huesos, sangre, entrañas y sesos desperdigados por doquier. Sakurai se había cubierto el rostro con el antebrazo por acto reflejo, y un aliento de dragón le había protegido de cualquier daño que pudiera haberlo alcanzado. La muerte del emperador no había sido al azar sin embargo, el trono se partió de dos en dos, igual que toda la estructura de concreto y metal debajo de éste. El salón se estaba viniendo abajo en su totalidad, reduciéndose a escombros y un montón de polvo. Del fondo una bruma de oscuridad emergió, parecían simples sombras, pero Sakurai imaginaba lo que eran en realidad. Inmediatamente intentó capturarlas con su aliento de fuego, pero aquellas sombras eran poderosas e intentaban imponerse.

— Ng… — Sakurai sintió sus rodillas temblar, dolor, pena y odio. Aquellos sentimientos alimentaron las sombras, y ahora intentaban asentarse en su corazón, como una infección que contaminaría su sangre y su alma… — No puedo permitirlo, si eso sucede. Yo mismo destruiría este mundo con el poder de la sangre de dragón.

A la distancia, Aomine sintió el apuro de su amante y sin pensarlo aulló con tal fuerza que una vez más quebró la realidad, atravesando un resquicio de aquella para llegar junto al castaño.

— Sopórtalo, Ryo… — Dijo, sosteniendo a su novio por los hombros con una mano, apoyando la otra en su corazón.

— Daiki.

— Confío en ti. Eres más fuerte que cualquier maldad en el mundo… — Aseguró. Y le ofreció su magia élfica para alimentar su alma con su propio amor.

Y sucedió que también aparecieron Kuroko, Kagami e Izuki. Los dos ángeles usaron sus propios dones mágicos para contener las sombras que intentaban colarse de las entrañas de lo que fue el trono del emperador Akashi.

— Cualquier cosa que sea esto, se sigue alimentando de las batallas que aún se desatan alrededor del mundo… — Izuki dijo, seguro de que el hecho de que ellos mismos habían sido parte de algunos enfrentamientos y derramado sangre, las sombras eran así de poderosas como para suprimirlas.

— No tenemos opción, debemos seguir hasta que podamos contenerlas… — Kuroko añadió. Sintiendo los brazos de su novio apoyarse en sus manos, las que tenía alzadas al frente pues de ellas estaba manando toda su magia. Sonrió, Kagami le apoya de la misma manera en que Aomine hace con Sakurai.

— Ng... — Izuki se quejó, y una de sus rodillas se venció cayendo al suelo. No sabe qué ha sido, pero algo ha herido a Kiyoshi… — No puedo alcanzar su mente. Estas sombras me están debilitando.

De pronto un nuevo puente dimensional se abrió entre las ruinas que quedaban del salón, se trata de Hyuuga, a quien Izuki creyó haber dejado lo suficientemente débil en los desiertos del Sahara antes. Sus ropas estaban hechas un lío, y sangre seca manchaba su sien izquierda, la comisura de sus labios y algunas otras heridas en el resto de su cuerpo.

Hyuuga miró de hito en hito a los tres ángeles, al elfo oscuro y al híbrido-demonio. Cinco personas luchando contra las sombras para proteger al mundo, a mortales e inmortales por igual, sin importar de qué lado estuviesen peleando. Hace cien años él había sido un ángel que pensó en destruirlo todo. Hace unos minutos era un demonio motivado únicamente por su corazón destrozado. Pero, cuando Izuki se enfrentó a él pudo darse cuenta de la razón por la que Kiyoshi le había elegido por encima de él. Izuki podía ser impulsivo, emocional e inseguro; sin embargo, una vez que decidía luchar por algo, nada lo apartaba de ese sendero.

Ideales objetivos son los que Izuki tenía en mente mientras me enfrentaba. Yo siempre tuve ideales subjetivos. Fui egoísta todo el tiempo. Estos chicos no lo son, piensan en los demás antes que en sí mismos. Incluso están dispuestos a morir por el mundo.

Hyuuga-kun…

— ¿Sakurai?

Lo siento, por irrumpir en tu mente ahora. Pero estás aquí, y puedo ver en tus ojos que no has seguido la magia de Izuki-kun con el fin de vengarte. Creo, que estás aquí porque quieres compartir la pasión de su entrega.

¿Y crees que realmente podré? Si uso mi magia con ustedes, probablemente alimente más el poder de las sombras.

Esa es una decisión que debes tomar por tu propia voluntad, Hyuuga. Ser un ángel, o un demonio.

Hyuuga sintió el momento justo en que Sakurai abandonó sus pensamientos. Y su cuerpo se movió casi cual si tuviera vida propia. Ninguno de los cinco hizo movimiento alguno para detenerle. No le estaban viendo como una amenaza. Él se sintió de alguna manera, parte de esto. Y fue ahí que por vez primera reveló sus propias alas de ángel, largas y blancas se extendieron dejando caer algunas plumas que brillaban bañadas de luz plateada. Cerró los ojos un instante, respiró profundo y evocó el recuerdo más hermoso que tenía en lo profundo de su mente. La magia que emergió del cuarto ángel brilló con tal intensidad que los otros cinco se vieron obligados a entrecerrar sus ojos. Así, con la brillante magia luminosa de cuatro ángeles, apoyados por un elfo oscuro y un híbrido demonio, las sombras fueron sucumbiendo a su poder. El aliento de dragón de Sakurai finalmente las extirpó de las entrañas del trono y las consumió hasta desaparecerlas.


Cuando hubieron controlado las sombras, Sakurai usó su magia para contener otras batallas alrededor del mundo, Izuki, Kuroko y Hyuuga le imitaron. Lo que han hecho es simplemente dormir a todo aquél que tenía intenciones de matar o cuyas almas estaban corruptas. Así, han dado tiempo suficiente a la Orden de los Guardianes y otros clanes como el de Kuroko, Kagami y Aomine para encargarse de la situación. Los muchachos estaban agotados.

— Está por amanecer, ha sido una noche muy larga.

— Sí, pero ahora todo comenzará a tomar el curso correcto… — Sakurai murmuró apenas consciente, acurrucándose en el hombro del moreno pronto sucumbió al cansancio y se durmió. Aomine sonrió, le abrazó y acomodó en su regazo dándole de su calor.

Kuroko y Kagami también estaban exhaustos, el peliazul miraba el tatuaje que se había dibujado en la piel de su novio. Curiosamente era un tigre estampado desde su vientre hasta la espalda, incluso el brazo derecho. Se veía tan sexy que le daba un poco de celo saber que otros podrían admirarlo.

En tanto, Izuki y Hyuuga se habían ausentado, habían unido fuerzas para encontrar a Kiyoshi, y cuando lo han hecho, ambos se han transportado mágicamente hasta el lugar. Kiyoshi nunca había salido de Wudang, y Riko fue quien le hirió, justo antes de que el licántropo guardián la dejara inconsciente.

— Shun, Junpei… — Nombró a ambos al verle.

— Kiyoshi… — El chico ojo de águila se arrojó a sus brazos feliz de verle. Un quejido del pelicastaño le recordó que el hombre estaba herido… — Lo siento, ¿dónde es?

— Estoy bien, Shun… — El pelicastaño sonrió tiernamente, acariciando una mejilla de su joven amante mientras éste descubría su herida en el vientre.

— Voy a curarte, así que quédate quieto.

Hyuuga apartó la mirada de la pareja, no podía evitar sentirse algo miserable al verles actuar tan melosamente el uno con el otro. Encontró entonces a la chica de cabellos castaños. Estaba acostada en una posición cómoda bajo un árbol, imagina que Teppei le ha puesto ahí.

Un caballero incluso con el enemigo. Tan idiota… — Pensó, sonriendo irónicamente.

— Ella no recordará nada cuando despierte, así que tal vez sería bueno si le llevaras con su padre, Junpei.

— Sí, lo haré. Adiós, Teppei.

Sin darle tiempo de agregar nada, Hyuuga cargó en brazos a Riko, usando nuevamente un puente dimensional para desaparecer de ahí.

— Ustedes ahora usan ese poder con facilidad, que increíble.

— Fue porque de alguna manera los poderes de los cuatro se vincularon en ésta guerra.

— ¿Por qué estás tan serio, Shun?

— Hyuuga se despidió de ti, Kiyoshi.

— Lo sé, le escuché.

— Él, en verdad lo hizo. Como si pretendiera no volver a verte nunca más. Eso, ¿no te preocupa?

— No. Es su decisión si no quiere que nuestros caminos se crucen nunca más. No me preocuparé por él, porque la decisión de seguir adelante es suya, y creo que si él fue capaz de cambiar su mentalidad en el momento crucial, entonces podrá encontrar su felicidad lejos de mí. Así como yo la encontré lejos de él, contigo Izuki Shun.

Compartir una sonrisa cómplice, y entregarse un beso confiado. Es lo que hacen los enamorados con el alma. Y ellos, lo eran sin dudar.


Una semana después.

Kagami y Kuroko volvían de sus clases en la universidad, caminaban uno a lado del otro con sus manos enlazadas y el nacarado atardecer cubriendo el cielo. Han pasado apenas unos días, pero casi puede sentirse como si todo hubiera sido una simple pesadilla. O murmullos en la oscuridad que confunden al que atraviesa un parque solitario.

— Mis padres y la abuela llegarán mañana temprano.

— Estaré encantado de verlos de nuevo.

— Sí. Bueno, la cuestión es que mi padre ha insistido en que tengamos una cena, estás invitado… con tus padres.

— ¿Mis padres?

— Sí bueno… — El pelirrojo aclaró la garganta, visiblemente nervioso… — Digamos que mi padre piensa que es momento de que yo asuma la responsabilidad.

— ¿Eh?

— Al parecer, tengo que pedir tu mano en matrimonio.

— ¡Eh!


Aomine bostezó, estaba aburrido. Y Sakurai parecía ni enterarse, metido con suma seriedad en los libros desplegados en la mesa.

— Ryo.

— ¿Sí?

— No entiendo.

— ¿Qué part…?

El moreno no le dejó terminar. Honestamente era una pérdida de tiempo, besarle era mucho más interesante, y él no podía entender por qué razón el castaño no lo veía de la misma manera. Como sea, le arrastraría a su habitación y le haría el amor como si hiciera una eternidad que no puede sentir la tibieza de su piel. Todo, mientras los padres de Daiki atienden en la planta baja a unos peculiares invitados, los padres de Sakurai.


Con la muerte de Masaru, el Imperio Akashi ahora es dirigido por su único heredero, Seijuro. Y aunque no tan tirano como su padre, el primogénito lideraba con tal garbo que nadie se atrevía a contradecir su palabra. Sin embargo, tampoco era el mismo chico frío que antes. Tal vez porque ahora sabía, de alguna manera, lo que significa calor de hogar.

— Koki, ¿qué estás haciendo?

— Preparo la cena, Seijuro. Y tú deberías ayudar acomodando la mesa.

El de cabellos bermellón sonrió con malicia. Tenía una mejor idea para la cena. Y tiene nombre y apellido.


Aunque se ha dado cierto concilio entre los clanes de las diferentes especies, algunos han optado por permanecer fuera de éstos una vez que en el pasado habían sido desterrados o desconocidos por ellos. Tal es el caso de Kasamatsu y Kise, cuyo clan inclusivo ha conservado a casi todos los miembros que se le habían unido anteriormente, incluidos Takao y Midorima. Ahora de hecho también Himuro y Murasakibara.

— Enemigos antes, amigos ahora. Se siente un poco raro, pero es agradable a la vez.

— ¿Ryota, quieres bajarte?

— Mh, no. No quiero. Estoy muy cómodo aquí, recostado sobre mi amado senpai~.

Kasamatsu sintió que le palpitaba la venita en la sien, pero como sabía que no le ganaría, le dejó continuar ahí. Ambos tirados en la cama, desnudos. Con Kise hablando de cosas al azar mientras mira una revista y le roba besos entre una cosa y otra. Claro, solo mientras decide que es hora del tercer round de la noche.

En la planta baja de la mansión que ahora es hogar de las dos parejas, Takao monta sin tapujo en la cadera de Midorima, la alfombra en la estancia se ha convertido en su nidito de amor, y las luces de la fogata encendida en la chimenea su única testigo. Los sonidos guturales de vampiro y mago mueren ahogados entre besos y mordiscos. Las palabras sobran, el fuego y la pasión, sobran.

Y en algún otro lugar, Murasakibara entierra los restos de su hermano después de que finalmente dio con su paradero. Himuro se pregunta si es que su amante realmente sintió la muerte de su hermano, o si solo cumple con esto ya que no hizo nada por sus padres.

— Está hecho, volvamos a casa, Murochin.

— ¿Seguro? No hay problema si necesitas un poco más de tiempo, Atsushi.

— No es necesario. Quiero volver.

Himuro asintió, sujetó la mano de su amante y echó a andar junto a él por el camino de aquella ciudad desconocida. Las calles oscuras y tétricas no le gustaban, pero lo soportaba porque se sentía seguro junto a Murasakibara.

— Atsushi, cuando volvamos quiero presentarte a alguien.

— Mh, a quién.

— A mi padre.

— Creí que no tenías familia.

— También yo. Pero después de todo lo que pasó, supe que mi padre siempre estuvo ahí. Y que es importante. ¿Está bien, Atsushi?

— Lo que tú digas, Murochin.


Mitobe y Koganei han comenzado a vivir solos en un modesto departamento cerca de la universidad. Para ambos lo sucedido antes era tan solo una pesadilla, los sentimientos que ambos tienen el uno por el otro se conservan. Y un romance finalmente había nacido entre los dos. Mitobe ha vuelto a ser el chico reservado y callado de antes, aunque ciertamente hace uso de la palabra un tanto más, particularmente con su minino.

El Doctor Hotaru ha vuelto a su trabajo en la universidad, y le han visto coqueteando con una profesora de la facultad de arte. La Orden de los Guardianes aún le considera de los suyos, y él está seguro de que si es convocado, acudirá sin dudarlo.


Aunque Kagami hubiera querido que esta reunión se hubiera llevado a cabo en otro momento, estaba ahí. En una casa que sus padres acababan de adquirir en la ciudad hace un par de días y a la que todavía no se acostumbra. Usando un molesto traje, un ridículo peinado y sudando a mares.

La abuela Etsuko se había pasado hace unos minutos por su habitación, y riendo diligentemente le había palmeado la espalda deseándole suerte. Su madre Tomoe también le había visitado, arreglándole la corbata y opinando que el peinado podía cambiarlo.

— No necesitas ser tan formal, cariño… — Le había pellizcado una mejilla y salido con una sonrisita. Y él, continuaba hecho un manojo de nervios.

Ciertamente, había un anillo de compromiso en el bolsillo de su saco. El pelirrojo tanteó la cajita y suspiró. Tenía la impresión de que se saldría de su sitio sin que él se diese cuenta. Luego el sonido del timbre sonando en la planta baja. Y su corazón latiendo más aprisa. Escuchó las voces de sus padres y abuela recibiendo a los Kuroko. Y un minuto después el knock, knock llamando a su puerta. Su novio estaba ahí, buscándole.

— Taiga, vamos a bajar ya.

— Sí, Tetsuya.

Bajaron las escaleras tomados de la mano. Kuroko se veía tranquilo, mientras que él no podía dejar de sudar.

— Taiga.

— Mh.

— Te amo.

Escucharle decir eso y verle sonreír exclusivamente para él. Hermoso como siempre. Kagami devolvió la sonrisa. Y los nervios, el sudor y la ansiedad desaparecieron igual que las sombras que amenazaban con cubrir el sol y la luna. Le besó a medio camino y rodeó su cintura con aire posesivo.

— Te amo, Tetsuya… — Correspondió.

— ¡Qué tiernos~! — Exclamaron Tomoe, Demiyah y Etsuko a la vez, mirándoles desde abajo mientras aplaudían y la joven pareja enrojecía hasta las orejas por ser pillados in fraganti.

Toshio y Keishiro comenzaron a hablar sobre cosas tales como fusionar sus clanes y comenzaron a andar hacia la estancia, donde una botella de vino y bocadillos esperaban. Las tres mujeres también les dejaron solos. Kuroko y Kagami sonrieron avergonzados.

 Ciertamente, el camino apenas había comenzado. Y las sombras, nunca dejarían de existir. Como tampoco la luz, ni la buena voluntad.


FIN

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