miércoles, 15 de marzo de 2017

DON´T KNOW WHY (HayaMin)



Título: DON´T KNOW WHY
Autora: Felina
Pareja: HayaMin
Género: Romance, Mpreg (implícito)
Clasificación: NC-17

~*~*~*~*~*~

Esta historia no se centra precisamente en un tierno romance de adolescencia. Es más bien sobre los deslices de juventud que conlleva consecuencias que duran para toda una vida. O algo de eso unió los caminos de nuestros personajes principales. Pero, para no hacer extensa la presentación, mejor pasemos a lo realmente importante. Su historia.


Shim ChangMin era un universitario ejemplar, sus notas eran envidiadas por muchos de sus compañeros, y estaba en la cúspide de los promedios a nivel del campus. Los profesores que le impartían clases solían sorprenderse por su claridad y la facilidad de palabra que tenía, además era prudente y nunca miraba por encima del hombro a nadie. Naturalmente, el chico poseía un coeficiente intelectual muy por encima del promedio, incluso si esta prestigiosa universidad solo admitía en sus filas a lo mejor de lo mejor. Y aunque el muchacho no era de los que se quejasen de su vida diaria, ciertamente no se sentía satisfecho. A veces la monotonía le ponía del mal humor y era un poco difícil de tratar, poseía una personalidad que pocas personas podían comprender y a la cual adaptarse.

Quizá por eso se le conocían pocas amistades, y también quizá por ello, ChangMin ambicionaba aventuras. Ya que no era de estatus socioeconómico particularmente elevado, el muchacho procuraba ser centrado y realista, enfocarse en lo que debía y mantener la mente clara. Sin embargo, nada impedía que desde hace años, hubiese planeado la aventura de su vida. Oh sí, de ninguna manera pensaba llegar a esa etapa en la vida en que trabajar y preocuparse por llevar una vida relajada fuera lo único que ocupara su mente. Por eso, el muchacho había ahorrado concienzudamente para tener su propio viaje de graduación. Así, a sus 21 años cumplía su meta, haberse graduado con honores de la universidad, tener en puerta varias ofertas de trabajo bastante generosas y, el viaje de sus sueños.

ChangMin había querido conocer la paradisiaca ciudad parisina desde que era un adolescente –y no, pese a que pudiera pensarse que en su mente inmadura y deseosa de romances se hubiese gestado aquella ventura, a él simplemente le había interesado la riqueza cultural de sus museos–; y había llevado este anhelo en la mente durante años hasta que se hubo graduado de la Universidad de Seúl.

En su viaje por la bella ciudad de las luces, decidió que haría todo aquello de lo que en sus años de juventud no se había atrevido. Así que gastó todos sus ahorros y permaneció durante dos meses en Paris. Visitó todos sus lugares turísticos, conoció su ambiente romántico pintado de fantasías y armoniosas beldades. Recorrió sus bares y cantinas, sus antros y clubes, conoció muchas personas.

Tuvo un amante.
Una aventura que guardar en su corazón como un caprichoso sueño de verano. De él no supo en realidad mucho, ambos jóvenes se habían entregado al placer banal, y al final solo conocieron sus nombres, sin apellido ni ningún otro dato que los pudiese atar.

Hayami.
Pero pese a que ChangMin había querido conservar solo ese recuerdo del apuesto japonés, 16 años más tarde continuaba criando el fruto de aquella liberal aventura. Un adolescente quinceañero que últimamente no hacía más que hablar de su profesor de idiomas. Mokomichi-sensei. Claro que, la admiración hacia su profesor no había surgido de la noche a la mañana, aunque para ChangMin de cierta forma podría haber sido así.


Cuando supo de su estado de embarazo, ChangMin había sentido que el alma se le iba al piso, había sido tal la sorpresa, que durante un tiempo no pudo asimilarlo adecuadamente. Tampoco es que se negara en rotundo, o que hubiera tenido el mínimo pensamiento de interrumpir tan gloriosa experiencia, simplemente había tardado unas semanas en comprender que, a partir de entonces y durante los siguientes siete meses al menos, su cuerpo y su temperamento pasaría deliberadamente por algunos cambios. Las hormonas y las consecuentes alteraciones en su apetito, humor, hábitos de sueño, y un etcétera que honestamente, era demasiado largo para mencionarlo de pe a pa. Fue, muy probablemente, cuando rozaba el tercer mes de gestación, que ChangMin admitió en cuerpo y alma la nueva etapa de su vida. Tuvo que hablarlo con sus padres y amigos más cercanos, ahí, también descubrió quienes realmente le acompañarían sin importar qué.

— Así que, ¿lo tendrás solo?

— Claro que sí, no sería novedad ser un papá soltero. Bueno, mamá en mi caso, ya que está creciendo en mi vientre… — Aunque raras veces se le veían expresiones tiernas, durante su embarazo, el muchacho las mostró más a menudo, sobre todo cuando se tocaba la tripa, desde que prácticamente continuaba plana, hasta los días aquellos en que rebosaba y le pesaba torturándole la espalda.

— ¿Qué hay sobre el padre? ¿No piensas decirle?

— La verdad es que no intercambiamos manera alguna de mantenernos en contacto, ya que no pensábamos vernos otra vez. Lo que pasó en París fue solo una ilusión, un pasaje romántico que guardar para las memorias, hyung.

— Pero ChangMin ah, tu hijo merece tener un padre.

— Y lo tendrá. Ya que seré su padre y su madre al mismo tiempo.

Sus amigos le miraron entonces con cierto recelo, hubieran insistido en el tema pero, que honestamente no tenía caso. Conocen bien a ChangMin. A ese chico que es firme con sus decisiones. Pulcro con las formas. Recio de carácter, pero blando de sentimientos.

Cuando su bebé nació, un precioso varoncito que rompió en llanto ni bien le sacaron del cálido espacio en el vientre de su madre, ChangMin lloró. Derramó lágrimas de sentimientos encontrados, felicidad, incertidumbre, miedo, amor. Esa pequeña criatura que lloraba desconsoladamente y se presentaba en su vida como el ser más indefenso, le inspiró un sinfín de emociones, y se convirtió desde entonces en su razón para seguir adelante.

Shim Yeong Ki. Así fue bautizado poco tiempo después, apadrinado por la pareja recién casada que conformaban dos de sus mejores amigos, Kim Jaejoong y Jung Yunho. Yeong Ki creció entonces como cualquier otro niño, había momentos en que se lastimaba cuando jugaba, otras veces mostraba su inteligencia evitando los raspones o resolviendo situaciones problemáticas, como el niño que acepta gustoso un reto que le traerá por recompensa una golosina o un juguete nuevo que convertir en el favorito. Caminó a los diez meses, y dominó la marcha al año. Al año y medio era todo un parlanchín, y a los dos, se sabía un montón de cosas de memoria. Cuando alcanzó los tres, pidió de regalo un papá, y el corazón de ChangMin conoció por primera vez la zozobra de la angustia.

— ¿Yeong Ki-ah, por qué quieres un papá? ¿No me tienes a mí?

— Pero tú eres mi omma. Yeong Ki quiere un papá como sus compañeros en la guardería.

— Pero también soy tu papá, Yeonk Ki-ah. Omma y appa, dos en uno, ¿entiendes?

— ¡No quiero así! Yeong Ki quiere un papá de verdad… — El pequeño gimoteó molesto, y con lágrimas colgándole de las pestañas, corrió a su habitación, encerrándose ahí durante toda la tarde, hasta que sus tripitas le hicieron sentir extraño y fue a pedirle comida a su madre.

ChangMin tuvo dolor de cabeza durante al menos una semana, estaba preocupado por cómo haría entender a su hijo que no tenía un papá como sus compañeros y amigos de la guardería.

— ChangMin ah, ¿no ha pasado ya tiempo suficiente? ¿Por qué no intentas conocer a alguien? Salir te haría bien.

— No tengo tiempo para romances absurdos. Hyung, a cuántos chicos conoces que quieran tener una relación con alguien que ya tiene un hijo. No voy a perder la paciencia solo porque Yeong Ki está pasando por esta etapa, cuando esté más grandecito comprenderá mejor.

Pero ese comprender mejor no llegó tan pronto como ChangMin hubiera querido. Yeong Ki no mencionó mucho el tema, pero de vez en cuando volvía a pedirle a su omma tener un papá. Quería ser un niño completo.

— Los niños como yo vienen de una mamá y un papá, pero Yeong Ki no conoce a su papá. ¿Omma, a dónde se fue papá? ¿Cuándo va a volver a vivir con nosotros? ¿Le has mostrado nuestros álbumes de fotografías? ¡Seguro que sí! Papá conoce a Teong Ki, ¿verdad, omma?

Cuatro, cinco, seis años. ChangMin no dejó de escuchar todo tipo de preguntas en torno a su papá hasta que Yeong Ki pareció realmente comprender que papá, no estaría nunca en sus vidas. Entonces, cuando cumplió los siete, el niño comenzó a pedir cosas simples para su cumpleaños o navidad. Papá no fue mencionado nunca más en adelante. Aunque ChangMin, ah, ChangMin todavía lo recordaba más de lo que podría admitir.

~*~*~*~

ChangMin dedicó esa mañana a visitar únicamente el Museo de Louvre, estaba en una de las Salas observando la famosa pintura La Gioconda de Leonardo Da Vinci cuando otro muchacho se paró a su lado, contemplando la misma obra de arte. El morocho miró de soslayo al recién llegado, notando sus rasgos orientales no pudo evitar la curiosidad por observarle mejor, razón por la cual se animó en voltear. Al mismo tiempo el otro había girado el rostro, y cuando sus miradas se encontraron una sonrisa flotó en los labios de ambos. ChangMin notó que por primera vez en toda su vida, se sentía realmente nervioso.

— Tenía ganas de admirar las obras de arte en esta Sala, pero no pensé que encontraría a una de carne y hueso junto a mí.

— Qué… — Honestamente, al morocho le tomó por sorpresa que el hombre (apuesto, a decir verdad) hubiese dicho aquello.

Así que apuró la mirada alrededor solo para corroborar que no estuviese diciéndoselo a él. Pero, salvo otro grupo de personas en la Sala, no había nadie más lo suficientemente cerca como para evadir la vergonzosa situación.

— Lo siento, ha sido irrespetuoso de mi parte. Pero en verdad, tienes un atractivo sutil e inusual. Un exquisito toque varonil que seduce.

ChangMin volvió a parpadear, contrariado por la desvergüenza tan evidente del muchacho. Aunque, nunca antes nadie le había abordado de esta manera. Las ocasiones en que chicas ­–y algunos chicos– le abordaban daban más rodeos para comunicarle sus intenciones.

— Hayami… — Dijo el hombre, extendiendo su mano para saludarle. El morocho miró de hito en hito la mano que se le ofrecía y el rostro del muchacho.

— ¿Vives aquí?

— Solo temporalmente, soy de Tokio.

— De Seúl, me llamo ChangMin.

— Mucho gusto, ChangMin… — Finalmente, pudieron estrechar sus manos… — ¿También estás temporalmente en la ciudad?

— De vacaciones, en realidad.

— Oh, ¿Largas, o cortas?

— Lo estoy decidiendo todavía… — ChangMin dijo, sonriendo de alguna manera diferente. Pronto, se dio cuenta de su actitud. Estaba tratando de flirtear con el japonés.

— Bueno, yo tengo fijo al menos un año más.

— Genial.

Y nada, en realidad ChangMin sintió tanta vergüenza que su intento por flirtear resultó fallido. No porque no estuviese teniendo efecto en Hayami, sino porque el morocho simplemente no pudo con sus nervios. ¡Tener una aventura en una ciudad lejana! De pronto, parecía demasiado irreal, casi imposible. Algo, que no correspondía a su forma de actuar.

Después de ese día ChangMin continuó visitando lugares turísticos, y en sus recorridos eligió el barrio de Montmartre como destino. Ahí, además de pasear por sus reconocidas Iglesias, caminó por la Plaza de Tertre, donde pintores y retratistas exponen sus obras al aire libre. Por supuesto, ChangMin no resistió la tentación de un retrato por la bella plaza. Así, mientras el hábil retratista hacía lo propio, ChangMin vislumbró a unos metros una silueta que de inmediato captó su atención. El corazón le latió a mil por hora. Era el mismo chico que conoció en Louvre, de eso estaba seguro. Jamás, jamás olvidaría ese atractivo perfil, la espalda ancha, los rasgos varoniles tan bien cincelados, el tono tostado de su piel e incluso la forma de su largo cabello oscuro ligeramente ondulado en las puntas. Y su sonrisa, ChangMin no confundiría esa sonrisa ni entre un millar de transeúntes.

Inconscientemente, el muchacho sacó su móvil e hizo una fotografía. Cuando se dio cuenta de lo que había hecho, un sonrojo explotó en sus mejillas y se desconoció a sí mismo. ¡Estaba actuando tan fuera de sí!

— He terminado, jovencito… — El retratista al que ya le blanqueaba la cabeza y en cuyo rostro se marcaban algunas arrugas, extendió el retrato mientras sonreía con cierta diversión.

ChangMin no comprendió la sonrisa del hombre hasta que observó su retrato. Joder, hasta su propio retrato le echaba en cara la vergüenza vivida. Y es que ahí, entre las líneas a lápiz la expresión de su rostro era clara, emoción y sonrojo.

— Enamorarse en París, es de buen augurio… — El hombre dijo, y lo que el morocho atinó a hacer fue pagar por su retrato y alejarse sin siquiera voltear en dirección alguna en busca de la silueta anterior.

Hayami. Por qué lo he visto de nuevo.

Sin embargo, los encuentros casuales no terminaron ahí. Durante esa semana ChangMin se encontró con Hayami en al menos dos o tres sitios más. Y por cada vez, su corazón latía más aprisa que antes. Por supuesto, ChangMin no podía excluir un recorrido en el típico Bateaux-Mouche por el Río Sena y observar la ciudad mientras disfruta de la excursión a bordo del barco abierto. Con suerte no había tenido que esperar demasiado para que le tocase un turno, y cuando hubo tomado su lugar, la persona que se sentó a su lado fue justamente, Él.

— Vaya, volvemos a vernos, ChangMin.

— Hola… — Saludó. Aunque, si es sincero consigo mismo, la palabra le ha salido en automático.

— Hola… — Correspondió el japonés con una sonrisa.

Luego, el silencio se hizo espacio entre ellos. Dirían que era por observar la inigualable vista, pero estarían mintiéndose mutuamente.

— ¿Estás libre hoy después de esta excursión?

— ¿Eh?

— ¿Conoces el restaurante Le Stella?

— Sí, bueno. He pasado por ahí.

— Bien. Estoy trabajando ahí. O aprendiendo, creo que eso sería más correcto.

— ¿Aprendiendo?

— Soy chef. Y un amigo me contactó con el administrador de ese restaurante, y de alguna manera me invitaron a conocer su negocio. El chef en jefe probó algunos de mis platillos y dijo que tenía potencial, así que terminé aceptando conocer a través de él la gastronomía auténtica de Francia.

— Oh, eso es, impresionante.

— En realidad suena más a una mentira… — Dijo él sonriendo divertido.

— No pareces un sujeto mentiroso, Hayami.

Ah, que alguien le notificara a su corazón que no era momento de ponerse en ese plan, por favor. ¡Que no quiere liarse con alguien tan apuesto!

— Gracias, ChangMin. Entonces, ¿tienes libre después de esto?

— Sí.

Cuando terminaron el recorrido, sin apenas haberse soltado la mirada o dejado de hablar de los sitios que ambos han conocido de París, se encaminaron sin titubeo haca Le Stella, un restaurante bastante reconocido de la capital, ubicado en una calle transitada y bastante concurrido por asidua clientela. El interior era sencillamente majestuoso, de romántico toque en todos sus detalles, finos mobiliarios y personal cualificado de pies a cabeza para la atención al cliente.

Esa tarde ChangMin probó por primera vez la comida de Hayami. Y más tarde, cuando la noche permitió que las luces de Paris se presentaran con su insólita belleza, los jóvenes salieron a un bar. La noche sin embargo culminó, por primera vez, en el departamento del japonés, entre sábanas cálidas y olor a sudor, sexo y colonia. ChangMin sufrió el placer de la primera vez, pero no pudo sacarse de la cabeza aquel encuentro íntimo en los días que le siguieron. Ni tampoco evitó los otros encuentros fortuitos, o enredarse de nuevo con Hayami entre gemidos y pasión, cegado por una lujuria que se desconocía, pero que era equivalente en las caricias que el japonés le entregaba con pulcra avidez. Como si quisiera dejarle en cada recoveco la huella imborrable de su tacto.

A casi seis semanas de esta relación sexual, ChangMin se quedó en el departamento de Hayami después de haber tenido sexo hasta entrada la madrugada. Entre el cansancio y el sopor de la intensa noche, el sueño le había vencido; y cuando abrió nuevamente sus ojos, reconoció el techo alto ajeno a la modesta habitación que había estado rentando en una posada durante esas semanas. También reconoció el olor flotando en el ambiente, sobre todo el café que venía desde la cocina. Tras cambiarse con prisas, el morocho salió de la alcoba, con los pies descalzos y el cabello enmarañado.

— Buenos días, ChangMin.

— Buenos días, Hayami.

— ¿Café?

— Gracias.

Un intercambio de palabras que podía resultar rutinario, pero que para ellos, se daba por primera vez.

ChangMin tomó la taza de café que se le ofrecía, pero antes de poder sentarse en el desayunador, Hayami le había abrazado por la cintura y robado un beso tan… dulce, que el morocho sintió que le temblaron las piernas. Era tan perfecto, que le dio miedo.

Esa noche, y esa mañana, fueron las últimas que pasaron juntos.

~*~*~*~

— ¡Omma!

— Qué.

— ¿Estás bien?

— Sí, Yeong ki-ah, solo estaba pensando. Cómo te fue hoy en la escuela.

— Nos cambiaron de profesor en la asignatura de idiomas.

— ¿Sí? ¿Qué pasó con el profesor Kim?

— Los rumores dicen que lo despidieron porque estaba saliendo con un alumno del último grado. ¿Te acuerdas de Park Yoochun?

— Sí, el jovencito que estaba en el club de TaekWonDo, ¿no?

— Pues él, dicen que el profesor Kim estaba saliendo con Yoochun.

— No me imagino a Junsu saliendo con un adolescente.

— La verdad es que Yoochun lo buscaba mucho. Y creo que al profesor Kim no le era indiferente. Además, el profesor Kim es joven, no veo por qué hacen tanto drama en la escuela.

— No es ético, Yeong Ki-ah. Él es un adulto, debe respetar a sus alumnos, y mantener la distancia sin importar cuánto lo aborden.

— ¿Incluso si se enamoran?

ChangMin no pudo responderle esa pregunta. Enamorarse, irónicamente él seguía atrapado en ese sentimiento, aunque han transcurrido 16 años.

— ¿Quién es tu nuevo profesor? ¿Es bueno?

— Mokomichi-san es bueno. Aunque como fue el primer día no sé si mejorará. Pero sabes, omma, sentí algo extraño cuando lo vi.

— ¿Extraño como qué? Yeong Ki.-ah, no me dirás que te gustó, ¿verdad?

— Omma, solo porque acabo de decir que al Profesor Kim lo despidieron por su supuesta relación con Yoochun no significa que yo vaya por el mismo camino.

— No lo dije por eso. Es solo que tú nunca habías dicho algo como eso.

— Lo hice, con el profesor Kim.

— Lo que tu dijiste entonces fue que el profesor Kim era genial porque despedía un aura casi tan relajada como la de ustedes. Espera, creo que de hecho usaste la palabra “infantil” en algún punto.

— Entendí el punto, omma. Como sea, Mokomichi-san me agrada. Tiene casi cuarenta años y es soltero. Deberías conocerlo, omma.

El morocho enarcó una ceja. Miró a su hijo y le vio encoger los hombros.

— Para qué.

— Bueno, omma. ¿Hace cuánto no sales con nadie?

— No necesito hacerlo. ¿Me has visto interesado en ello, Jeong Ki-ah?

— No, pero…

— Pero nada. Estoy bien así, y te tengo a ti.

La charla se zanjó en ese momento. Pero Yeong Ki continuó sintiéndose de alguna manera extraño cuando estaba en la clase de idiomas. Mokomichi-san era bastante claro, fluido y dinámico. Sus clases nunca caían en aburrimiento y se iban volando.

— Mokomichi-san.

— Dime, Shim-kun.

— ¿Es usted gay?

Ante la pregunta tan directa y con una seriedad absoluta, el profesor dejó de limpiar la pizarra y atendió a su alumno, preguntándole la razón de su cuestionamiento.

— Solo, quiero saber.

— ¿Solo quieres saber? — El profesor se sacó los anteojos de armazón negro dejándolos sobre el escritorio, sentándose él al filo del mueble fijó su mirada en el adolescente… — Shim-kun, ¿tienes inquietud respecto a tu orientación sexual?

— No. Es incorrecto de su parte suponer que le pregunto porque estoy proyectando mis problemas existenciales. Soy un adolescente, pero no soy tan inmaduro como cree.

— Oh, por supuesto que no… — Mokomichi se permitió una sonrisa. Ya se lo habían advertido sus compañeros profesores, que el joven Shim Yeong Ki poseía un coeficiente intelectual por encima de la media… — ¿Así que es solo curiosidad sobre mi vida personal?

— Sí. ¿Es un problema para usted que le haga esta clase de preguntas?

— No, siempre y cuando tengas claro desde ahora, que soy tu profesor, Shim-kun. Y aunque llevo poco tiempo trabajando aquí, he aprendido a apreciar a todos mis alumnos. Un aprecio, amistoso, ¿entiendes?

— Usted sigue infiriendo cosas erróneas, Mokomichi-san.

— Cierto. ¿Quieres ser mi amigo?

— Sí, eso es más adecuado al por qué de mi acercamiento con usted. Además, aunque puedo reconocer que es usted un hombre muy atractivo, el único tipo de afecto que podría desarrollar hacia usted sería igual al de un hijo hacia su padre.

— ¡Wow! Gracias, estar en ese nivel es todo un cumplido. Aunque no sé si a tu padre le gustaría.

— Tampoco lo sé… — El adolescente vio la mirada de su profesor cambiar por confusión… — Yo solo tengo omma, nunca conocí a mi padre.

— Oh, ya veo. Pero sabes, creo que tu padre estaría orgulloso de ti si te conociera, Shim-kun.

— ¿De verdad?

— ¡Por supuesto! — EL profesor dijo con determinación. Y por alguna razón el adolescente se sintió conmovido. Parloteó algunas incoherencias y luego simplemente se despidió, saliendo a prisa del aula, dejando al japonés aún más confuso por su actitud… — Shim Yeong Ki. Hay algo en el chico que me resulta familiar.


ChangMin no estaba seguro de que esto fuera buena idea. No quería armar alboroto alguno en la escuela de su hijo, pero tampoco podía dejar pasar algo de esta naturaleza. Así que terminó yendo hacia allí poco antes de la hora de salida, ya había llamado para solicitar una entrevista con el Profesor Mokomichi de la asignatura de idiomas, para aclarar algo referente a las calificaciones de su hijo.

Con el tiempo justo, el morocho arribó a la escuela armado de argumentos y evidencias para defender el puntaje final de su hijo. Esperó un par de minutos en la oficina del profesor Mokomichi, con el corazón inquieto –quizá porque era la primera vez en mucho tiempo que estaba en contacto con alguien del país nipón. Ciertamente era una tontería, pero pequeños detalles como aquél conseguían ponerle los nervios de punta–, y la ansiedad de toda madre que debe defender el honor de su hijo.

— Disculpe la… tardanza.

Bastaron esos segundos en que tardaron sus miradas en encontrarse para que el mundo de ambos hombres colapsara. Se han reconocido de inmediato.

— ¿ChangMin?

— Hayami.

Uno ha preguntado, el otro suspirado. Pero la realidad era que en casi 16 años, esa era la primera vez en que sus labios volvían a pronunciar el nombre del otro. Y obviamente, que se encontraban otra vez.

— Qué, haces aquí… — Mokomichi preguntó, honestamente presa de sentimientos encontrados.

Por un segundo estuvo por abrazarle, también tuvo el deseo anhelante de besarle, le tembló el corazón y se sintió el joven aventurero aquel de 25 años que vivía un sueño en la paradisiaca ciudad de París. El joven que se enamoró de un desliz.

— Yo… — El morocho retrocedió inconscientemente, chocando con la puerta de entrada que antes el japonés acababa de cerrar… — Yeong Ki-ah… sus, notas.

— ¿Shim-kun? ¿Es tu hijo?

El morocho asintió, con un nudo atravesado en la garganta y el pensamiento de salir corriendo de ahí. Mokomichi tragó hondo. No tenía que hacer demasiado esfuerzo, comprendía la situación. ChangMin había tenido un hijo después de su aventura con él en París. No lo negaría, estaba decepcionado. Porque desde que le dejó sin más aquella mañana dieciséis años atrás, él se había pasado cada día enamorado de aquellos recuerdos, con la esperanza inmortal de reencontrarse.

— Yo, me voy.

— Espera.

Por supuesto que no, Hayami no podía dejarle marchar otra vez. Así que había reaccionado casi instintivamente, cerrando la puerta que ChangMin intentó abrir. La cercanía de sus cuerpos les disparó todos los sentidos sensibilizándoselos.

— Hayami…

— Hablemos, ChangMin.

— Yo no tengo nada qué hablar contigo.

— ¿No venías a hablar sobre las notas de tu hijo?

¡Mierda! El morocho maldijo mentalmente.

— Aléjate, Hayami. No necesitas estar tan cerca de mí.

— Te extrañé, ChangMin. Dieciséis años son toda una vida… — El japonés dijo, apoyando su rostro en el hombro del morocho… — Siento que estoy soñando, pero este sueño es tan diferente a todos los que tuve, porque en ellos siempre estábamos en París, en cualquier rincón de la ciudad. Y eras un jovencito, no un hombre. ChangMin, sigues siendo la obra de arte en carne y hueso más perfecta de todas, tienes un atractivo sutil e inusual. Un exquisito toque varonil que seduce.

ChangMin tembló de pies a cabeza. Esas palabras eran las mismas, el sentimiento sin embargo era diferente. De muchas maneras lo era. Respiró profundo y trató de serenarse, giró sobre sí mismo y quedó de frente al japonés. Él también ha cambiado, luce más maduro, más guapo. Si su corazón dejase de temblar le haría un favor.

— Las notas de mi hijo, Mokomichi-sensei.

El japonés dio un paso atrás. La fría mirada del morocho no consiguió minimizar su emoción. Y aunque esa tarde los minutos fueron crueles avanzando con rapidez y solo resolvieron un malentendido respecto a las notas de Yeong Ki, en adelante Mokomichi comenzó a buscar al morocho. Incluso si usaba a Yeong Ki a su favor. Así, algunas cosas fueron dándole claridad al japonés. Como por ejemplo, la fecha de nacimiento del adolescente. De modo que, la próxima vez que se encontró por casualidad con el morocho, le preguntó directamente su inquietud.

— ¿ChangMin ah, Yeong Ki es hijo mío?

— ¡Qué! ¿De, de dónde sacas eso?

— He estado hablando con él, até cabos sueltos. Su fecha de nacimiento y el tiempo del embarazo hacen coincidir tu estancia en París. Y estoy seguro que entonces, fui el único hombre en tu vida.

Ah, la realidad podía ser tan cruel e irreverente.

— ChangMin… — Mokomichi demandó.

— Yeong Ki es mi hijo.

— Eres su madre por supuesto, pero necesito saber si es mío también, ChangMin.

— Para qué.

— ¡Porque he estado enamorado de ti durante dieciséis años!

El japonés espetó fuera de sí, desesperado por la verdad.

— ¿Enamorado? Solo tuvimos una aventura, Hayami.

— Tal vez lo haya sido para ti. Quizá incluso lo pensé de esa manera. Pero estuvimos viéndonos por casi dos meses ChangMin, y habría continuado de esa manera incluso si volvías aquí, pero tú solo te marchaste sin darme oportunidad de nada.

— No quería atarme a la ilusión romántica de una aventura en París.

— Yeong Ki dijo que no has salido con nadie desde que tiene recuerdos. Si no querías atarte a una ilusión romántica parisina por qué sigues soltero, ChangMin, por qué veo en tu mirada la misma ansiedad que me arde en las venas. Tú me quieres tanto como yo a ti, ChangMin, por qué lo niegas.

El morocho se mordió los labios con fuerza, incapaz de una mentira a esas alturas de su vida. Tragó hondo y mantuvo la frente en alto, pero el alma misma le temblaba presa de un millar de emociones.

— ChangMin…

— Le he ocultado tu identidad a Yeong Ki toda su vida, con qué cara voy a hablarle ahora de ti, Hayami.

— Yeong Ki es tan inteligente como tú, sabrá comprender. Tú le has amado desde que supiste que le tendrías, ¿cierto? Deja que me ocupe de recuperar al menos un poco de todo el tiempo que no he podido estar con ustedes.

— ¿Tú, quieres ser parte de nuestra vida?

— No soy un extraño después de todo. Soy su padre, y el hombre que te ama, ChangMin.

Ah, a veces las barreras se venían abajo con tal facilidad, que eran relegadas a absurdas paredes de humo. El morocho le sostuvo la mirada al japonés. Seguía teniendo esa magnética profundidad del apogeo de sus años mozos.

— Pero, lentamente Hayami. Dieciséis años son, demasiado.

— Paso a paso, ChangMin.

~*~*~*~
Torre Eiffel

Tras haber subido hasta el segundo nivel de uno de los monumentos turísticos más reconocidos de la bella ciudad de París, la familia Mokomichi admiró la panorámica a través de sus cristales, caminando alrededor por el mero gusto de la vista desde distintos ángulos. De los tres, Yeong Ki era el más emocionado, con su cámara profesional al cuello, tomaba fotografías tanto de fuera como del interior; claro, aunque cada una de las escenas que capturaba era de sus padres tomados de la mano, sonriendo o discutiendo por todo.

— ¡Otosan! A omma le están mirando unas turistas.

— ¿Dónde? — El japonés siguió la vista hacia donde su hijo indicó con un ligero movimiento de cabeza. Efectivamente, un grupo de turistas femeninos estaba señalando a su novio, pero ChangMin estaba tan ensimismado con la guía impresa que ni se enteraba… — ¿Debería hacer algo al respecto, Yeong Ki?

— ¡Por supuesto! Omma siempre ha tenido imán para las mujeres, otosan. Ha sido difícil mantener su castidad intacta.

Mokomichi se rio de buena gana. Últimamente su hijo decía cosas tan… propias de la sangre de su madre.

— Creo que desde que tenía seis o siete años comprendí que tarde o temprano papá llegaría, así que no podía permitir que omma fuera tomado por nadie más.

— Mis deseos alcanzaron a llegar a ti, Yeong Ki. Has sido el mejor hijo durante todos estos años, estoy realmente orgulloso de ti, y también de tu madre.

El adolescente asintió, sonrió y le tomó una fotografía de cerca. Mokomichi sonrió y luego le indicó que iría con el morocho. Al llegar a su lado le rodeó la cintura, tomó su mentón y le besó. Ahí en medio de un millar de personas, con una de las vistas más hermosas de París. Capturados por un flash, admirados por la vista del auténtico fruto de su amor.

Después, cuando Yeong Ki había revelado las fotografías hechas en la ciudad, buscó uno de sus primeros álbumes y pegó en él nuevas imágenes. Una fotografía era la que ChangMin tomó a Hayami en La Plaza de Tertre. Originalmente en las páginas del álbum había dos fotografías, de un lado decía “Me and Mom”, del otro “Me and Dad”, en ambas ChangMin posaba junto a Yeong Ki. Entonces, el adolescente colocó a su padre debajo de la que ya estaba colocada, de modo que realmente estaba con su papá cuando fue concebido. Y de esa manera terminó llenando varios álbumes de familia más. De una auténtica familia, porque entonces realmente tenía a su omma y a su otosan. Y él, que honestamente, era el adolescente más feliz del mundo.

— ¡Te ofrecieron ser chef en Jefe de Le Stella!

— Sí, pero pienso rechazar la oferta…

— ¡Pero tú estás loco, Hayami!

— ¿Ah?

— ¡Es la oportunidad de tu vida!

— No, ChangMin. La oportunidad de mi vida es la familia que tengo. Todo lo demás, es solo un accesorio. Te amo, a ti y a nuestro Yeong Ki, solo eso me importa.

— Tú, Hayami baka, no digas cosas tan románticas estando en París.

— Don´t no why~ honey~


FIN

3 comentarios:

  1. Gracias por subirlo!!! Me encanta esta historia!! Después que leí x primera vez en tus historias el HayaMin ya no pude volver a concebir a Changmin con alguien mas, apesar q me he leidos la mayoria de tus historias, bueno por lo menos las publicadas :)
    Gracias nuevamente Feli!! *u*

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  2. Me pasa lo mismo que Alejandra, hiciste que amaraaa el Hayamin <3<3 Hayami es tan lindo y paciente con Changmin~

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  3. Perdón, pero me borró mi comentario algunas veces, no puedo imaginar a Changmin con nadie más que Hayami,no importa sobre quién escribas, tocas las emociones con tus historias, muchas gracias por compartir tu talento, eres la mejor 👏👏👏

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