miércoles, 28 de diciembre de 2016

Nine Tailed Fox. CAPÍTULO 14.



CAPÍTULO 14. UNA RAZÓN PARA AMARTE
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En los jardines de la Mansión Park los invitados disfrutaban de la fiesta como lo haría cualquier persona de la élite. La hipocresía y los comentarios hirientes como puñaladas por la espalda no estaban ausentes aquí. Y tanto Myung Dae como su hija Min Hee lo saben, pero están acostumbrados en cierta medida a estos tratos. Min Hee no había querido invitar a personas que no son de su agrado, pero las supuestas amistades entre unos y otros la habían empujado a hacer algo que realmente no quería. De este modo, en su fiesta de cumpleaños había verdaderos amigos, y algunos supuestos que solo estaban ahí para beber y comer gratis, y para criticar a diestra y siniestra por lo bajo.

Tía Min Hee~ ¡Feliz cumpleaños! — Una chica se acerca a darle un caluroso abrazo y su presente.

— Querida~ que sorpresa, creía yo que no vendrías.

— ¿Perderme la oportunidad de verla? Eso nunca, tía Min Hee.

— ¿Verme a mí, querida? Oh vamos, que no soy tonta, sé que has venido por mi Yoochun.

— Me avergüenza, tía. ¿Y dónde está oppa? No le veo por ninguna parte, no me diga que no ha llegado.

— Oh no, él vino. Debe estar en el interior, no tardará.


Junsu abrió y cerró la boca un par de veces, nervioso porque Yoochun se ha dado cuenta de sus colas. Rápidamente las había ocultado y tratado de negar que fuera así, pero el pelinegro insistía en lo que había visto.

Seguramente contaste mal. Mis colas están perfectas, Yoochun ah… — Farfulla inquieto.

— No conté mal para nada, de alguna manera lo primero que hago cuando aparecen es contarlas, y sé exactamente dónde se agita cada una de ellas. Y eran ocho colas, Junsu ah. ¿Es eso normal? No es que sepa mucho sobre Gumihos pero hasta donde recuerdo, la cantidad de colas en un zorro no debería cambiar.

Te digo que mis nueve colas están bien, Yoochun.

— ¿Y por qué las escondiste?

¿No eres tú el primero en decirme siempre que no las ande mostrando así como así? Además estamos en casa de tu abuelo y de tu tía, fue imprudente sacarlas, alguien podría darse cuenta y sería un lío.

— Estamos en mi habitación, todos están fuera. Muéstramelas… — Demandó frunciendo ligeramente el ceño. Algo no anda bien con el pelirrojo desde hace días, y él jura que contó solamente ocho colas. Presiente que algo le esconde, y debe guardar relación con esto y todo lo que ha estado pasando en realidad, así que no dará su brazo a torcer hasta que le sonsaque la verdad.

No quiero~ — Se negó haciéndose el lindo, pucheando y caminando a la salida con toda la intención de volver junto a los demás, así al menos el pelinegro no le insistiría.

— ¿A dónde vas? No te dejaré ir hasta que me las muestres, Junsu… — Dijo, deteniéndole por el antebrazo. Al instante sintió una corriente eléctrica hormiguear en sus dedos, y aunque resultaba molesto, no le dolía. No en comparación del dolor que sintió apenas la noche anterior… — Anoche, no te dije pero tu Aliento dolió como el infierno. Así que deja de hacerte el desentendido y dime qué está pasando, Junsu.

El pelirrojo volvió la mirada hacia el pelinegro. Huir no parecía para nada una oportunidad en este momento, los pozos negros de Park estaban exigiéndole una respuesta.

Te vas a enojar, Yoochun.

— Por qué. Qué hiciste, Junsu.

El zorro de ojos avellanas desvió su mirada, suspiró y reveló sus colas. Ocho esponjosas colas que ondearon lánguidamente bajo los negruzcos ojos de Park.

Yo, renuncié a mi inmortalidad.

Junsu dijo con tono solemne, y Yoochun abrió desmesuradamente sus ojos. Cuencas sorprendidas que apresuran su mirar hacia los ojos ajenos.

— ¿Qué cosa?

Quiero ser, tan humano como tú.

— ¿De qué estás hablando? ¿Es eso posible? Pero espera, por qué Junsu.

— Por supuesto que es posible, y yo… yo, hice esto porque… porque tú eres humano, tú dijiste que los zorros no podemos estar en este mundo porque no somos humanos. Pero yo, quiero estar contigo, Yoochun.

— Ya estás conmigo, Junsu.

No lo entiendes. Ahora puede parecer que estoy contigo, pero solo es así porque prácticamente te obligué a eso ya que tienes mi Aliento. Tú ni siquiera me querías aquí.

— Oye… bien, lo acepto, fue complicado al principio, pero ahora… ahora es diferente.

¿Lo es, Yoochun? ¿Ya no tienes miedo de quién soy?

— No. De hecho, me gusta quien eres.

¿Un gumiho?

— No. Junsu. No me importa si eres zorro o humano, me gustas porque eres tú. Pero no te imagino dejando de ser un zorro de nueve colas, porque así es como te conocí, y porque si siento algo por ti, es justamente porque eres así. Renunciar a quién eres, te convierte en alguien diferente, Junsu. Y ese alguien puede perder en esencia quien eres.

Fue entonces el pelirrojo quien abrió sus ojos de par en par, tocado en el alma por lo dicho por el pelinegro. Ciertamente se han confesado antes, y Yoochun ya le había dicho que le gustaba incluso si era un zorro, pero también había mencionado que le daba un poco de miedo lo que sentía por él. Entonces, Junsu había pensado en sus palabras seriamente, sabe bien que los humanos poseen un corazón extraño, que se emociona por muchas razones, entre ellas un sentimiento llamado amor. Pero también sabe que este sentimiento es más inconstante y en ocasiones fugaz, de lo que los propios humanos pueden explicar. Los hombres se enamoran cuando son niños, lo hacen de nuevo cuando son adolescentes, y aún en su adultez, pueden hacerlo de nuevo más de una vez. Tantos amores en una sola vida. Junsu no sabe cómo debería enfrentar este miedo que le nace en la mente pero contagia su propio corazón.

 ¿No te gustaría si soy un humano?

— Me gustas ahora, Junsu. ¿Quién eres? Porque a quien tengo frente a mí es a quien le hablaría de sentimientos. No a alguien diferente el día de mañana.

El zorro de ojos avellanas le sostuvo la mirada, queriendo anclarse a todas las emociones que el pelinegro le pudiera transmitir en ese preciso momento. ¿Quién es él? Un gumiho que está dispuesto a renunciar a su esencia con tal de agradarle a este humano, de gustarle, de provocarle ese algo que a él le hace sentir encantado, atrapado en un hechizo llamado amor. Un sentimiento, una emoción.

Yo, no soy un gumiho, tampoco un humano Yoochun. Pero soy Junsu, el ser al que nombraste. Soy quien está frente a ti, y tiene la ilusión de amar, de ser amado.

— Puedo amarte, Junsu. Porque ya estoy enamorado de ti, pero no quiero que renuncies a quien eres solo porque crees que así voy a quererte. Los sentimientos no se fuerzan de esa manera, y por el contrario, pueden forjar ilusiones que colapsarían en poco tiempo.

No puedo dar marcha atrás, Yoochun… — Dijo, bajando la mirada. Sus colas descendieron también, como respondiendo a su estado de ánimo… — Perderé una a una mis colas en los siguientes días, hasta que mi inmortalidad se desvanezca con la última.

— Por qué no me dijiste lo que harías, no confiaste en mí…  — Park reclamó con un atisbo de molestia en su tono de voz.

El pelirrojo retrocedió casi instintivamente, topando con la superficie de la puerta, pero sintiendo todavía los dedos del pelinegro ajustados a su antebrazo, presionando incluso un poco más, dejándole blanca la zona de la piel presionada. Los ojos del pelinegro, ah, esos ojos. Tan profundos, tan sinceros, tan furiosos.

Temí que… que me rechazaras si lo sabías.

— ¿Rechazarte? Ya te he dicho que me gustas antes, y creo que lo he demostrado incluso si no estaba consciente. Ustedes son inteligentes y perceptivos, ¿no? Debiste darte cuenta… — Exclamó apenas conteniendo la repentina ira. El Aliento contenido en su pecho se sacudió entonces con algo de violencia, como reclamando el trato, los sentimientos, la furia que depositaba en su recipiente original.  

Tal como los humanos, podemos no ver las cosas por más evidentes que sean, si tenemos miedo de lo que esté detrás de ellas. Todo el tiempo he tenido miedo de ti, de tu rechazo, de cómo me temieras, de que vieras solo un zorro en mí, y no una persona en alguna forma. Tengo esta apariencia humana, pero todavía soy un zorro con colas, orejas y colmillos. Todavía soy una criatura mágica. Incluso mis instintos siguen aquí, por eso hui de la probabilidad de que me hirieras con tu indiferencia o tu rechazo.  

— ¿Es por eso que no has tomado tu Aliento de vuelta? ¿Porque querías ser un humano? ¿Incluso si entonces todavía todas esas cosas que dijiste podían pasar?

Yoochun dijo con tono severo, mandándole una mirada diferente a cualquiera que Junsu le hubiese visto hasta el momento. Había algo en esta mirada que le hacía temblar, no sabe decir exactamente de qué, si es miedo, intuición o ansiedad.

Yoochun ah…

— Nunca me ha gustado que me mientan aquellos en quienes confío. Por eso tengo realmente pocos amigos de verdad. Si no he tenido novia hasta ahora, ha sido porque ninguna chica supo ganarse, más que mi corazón o mi deseo, mi confianza. Y Junsu, tú no te la has ganado tampoco.

Yoochun ah…

— Hay que volver a la fiesta.

Yoochun ah…

Pero ni aunque suplicara haría que el pelinegro se detuviera. Realmente lo había hecho enojar. El pelirrojo se quedó ahí cuando el otro salió de la habitación. Tenía ganas de llorar, el pecho le dolía y algo se le atoraba en la garganta. Apretó la puerta con tal fuerza que la escuchó crujir, luego aflojó al darse cuenta de que estaba perdiendo el control.

Como un animal asustado. A fin de cuentas, solo soy un zorro, ¿verdad, Yoochun?


Cuando Park volvió a la fiesta, fue abordado al instante por su abuelo. Myung Dae le arrastró entre los invitados hasta una de las mesas donde estaban dispuestos bocadillos para los comensales. Ahí, el pelinegro reconoció de inmediato a una de las chicas. Frunció el ceño y renegó internamente. Ya se imaginaba lo que su abuelo diría a continuación.

— Hace algún tiempo que ustedes dos no se veían, ¿cierto?

— Oppa~ dónde te habías metido… — Ella pregunta con una sonrisa sutil. Sus ojos castaños le miran tímidos, pero el largo de sus pestañas seduce con inocencia, igual que el brillo sutil en sus labios rosa o el tenue maquillaje en sus mejillas de durazno.

— Seong-ah, viniste.

Tía Min Hee ha dicho lo mismo. ¿Es tan raro que me aparezca, oppa?

— Pues, no.

— Aigoo~ Yoochun, muchacho. Qué seriedad es esa para tratar a una dama tan bella como Seong-ssi, ¿ah? ¡Invítale algo! Y charlen, charlen mucho… — El abuelo dijo con entusiasmo, entregando su copa de vino a su nieto, palmeándole el hombro con fuerza, guiñándole un ojo al marcharse y dejarles “solos”.

— El abuelo siempre tan entusiasta… — Comenta ella con otra de sus sonrisas. Tú asientes, incómodo con la intención de tu abuelo de hecho… — Siempre le ha gustado la idea de vernos, juntos.

— Es una lástima que eso no pueda ser… — Aclara, conociendo de antemano la intención de ese “juntos”.

A su abuelo se le había metido entre ceja y ceja hace al menos un par de años, liarlo con la bella Han Seong, pero ellos no habían tenido la química esperada por el anciano hombre. Por aquel entonces, Han estaba en una relación aparentemente estable. Hace un año supo que aquella relación terminó, y que el abuelo había vuelto al redil de cupido queriendo liarlos. Por supuesto, a Yoochun ella le había gustado mucho hace dos años, todavía podría decir que es el tipo de chica que cualquier hombre en su sano juicio querría por novia, futura esposa y tal. Pero, el corazón del pelinegro no era para nada el mismo que hace dos años. Ni siquiera hace un mes.  

— Oppa, ¿todavía estás resentido conmigo porque no salí contigo cuando me lo pediste hace dos años? — Seong se ancla de su brazo, le sonríe coqueta y su tacto altera el Aliento contenido en el pecho del pelinegro. Rechaza este contacto como cualquier otro. Quizá, porque el pelinegro no pudo evitar que emergieran las emociones de sus memorias. Era verdad, él había estado enamorado de Seong, y le había dolido su rechazo.

— Si lo estoy o no, este no es el momento ni el lugar para hablar de eso, Seong-ah. En realidad, tampoco creo que sea el tiempo. Dos años es demasiado tiempo para continuar resentido por lo mismo… — Murmura con firmeza, tratando de deshacerse del agarre femenino sin que pareciera un gesto incómodo de su parte. Lo que menos quiere es que la chica siga pensando que está molesto por el pasado. Justo ahora, todo lo que tiene en la cabeza es a Junsu… — Zorro idiota, renunciar a quien es por… por alguien como yo. ¿Hasta dónde puede llegar por querer ganarse mis sentimientos? ¿No es que son criaturas sumamente inteligentes? Incluso ChangMin lo parece, lo es, pero ¿no ha dejado de verse con Hayami también? ¿Qué mierda les pasa por la cabeza a estos zorros tontos?

— ¿Oppa? — Seong le mira con cierto atisbo de confusión. Yoochun luce de pronto molesto, y ella no puede asegurar que esté pensando en ellos dos. Conoce al pelinegro de toda la vida, puede ver en su mirada las emociones que probablemente ni él tenga claras.

— Vamos a dejarlo aquí, ¿está bien? No quiero echar a perder la fiesta de mi tía.

— ¿Mi presencia te incomoda de alguna manera?

— No es eso… — Suspira ligeramente frustrado. Y el Aliento en su pecho le pincha de nuevo con dolor. Él tuerce un gesto y la chica se preocupa. La tibia mano femenina cae sobre su mejilla y a él se le dispara el pulso… — Aléjate, por favor Seong-ah.

Park le pide amablemente. No quiere seguir provocando la ira del Aliento en su pecho. Pero la chica agita la cabeza suavemente, negando sus palabras. Le mira a los ojos, también a los labios. La atmósfera se torna extraña en cuestión de segundos. El pelinegro traga hondo, no debería sentirse para nada atraído por esta situación, pero Seong. Ah, ella fue una chica que realmente le gustaba.

— ¿Oppa, está bien si te beso?

A la distancia, Jaejoong finalmente se percata de la escena. Su primera reacción es abrir los ojos de par en par, luego frunce el ceño y se siente molesto.

Confíe en él. Le dije a Junsu que era diferente. ¿Y ahora va y se hace el galán con una chica?

— Jaejoong, eso no es lo que parece… — Yunho comenta al darse cuenta de los hechos. El zorro de ojos negros sin embargo no le escucha, un tono rojizo le cubre las orbes negras y él casi teme que la acción de su amigo vuelva a traer el pasado de vuelta... — Mierda Yoochun, no me digas que todavía sientes algo por Seong… — Piensa y tensa los puños. Metería las manos al fuego por su amigo, pero si Yoochun besa a Seong, ni así podría cambiar la perspectiva que tendrían de él. Además… — ¿No estaba cayendo en el amor por Junsu?

Justo cuando el zorro de ojos negros estaba por hacer algo –aunque eso significara sacar a sus hermanos de ahí y desaparecer definitivamente de la vida de estos humanos, Yunho incluido. Vamos, el mayor de los zorros pensará todo el tiempo primero en sus hermanos, es su responsabilidad–, Yoochun apartó a Seong con amabilidad, pero firme al mismo tiempo. Y a la vez, Junsu volvía a los jardines, percatándose apenas de la cercanía de esta chica con el pelinegro. Las miradas de ambos se encontraron en aquél preciso momento. Y el Aliento del zorro de ojos avellana arremetió con furia en el pecho de Park, haciéndole jadear de dolor. La mano de Yoochun subió a su propio pecho, apretando inconscientemente la camiseta justo a la altura de su corazón.

— ¿Oppa?

— No me toques, Seong-ah.

— Pero…

— Estoy bien, solo… necesito que te alejes de mí.

Ella, extrañada por la petición del pelinegro, dio un paso atrás y luego media vuelta, alejándose de él. El pelirrojo dio un paso al frente con la intención de acercarse y calmar su Aliento, pero titubeó. No sabía cuán enojado podría seguir Yoochun con él. Además, si su Aliento le ha aguijoneado…

Estaba pensando de alguna manera particularmente romántica con esa chica. Ella es bonita, seguramente el tipo de señorita que le robaría el corazón.

Park miró alrededor, como asegurándose de que nadie se haya dado cuenta de la situación. Con suerte la gente estaba demasiado metida en los chismes como para prestarle atención, y Seong había ido a reunirse con unas amigas. Su tía, por otra parte, estaba con el abuelo quizá pidiéndole que no bebiese en exceso. El pelinegro entonces encaminó sus pasos hacia el pelirrojo, quien estático no hacía más que quedarse quieto en su sitio, en el pabellón al costado de los jardines de la mansión.

— Junsu ah… — Murmura su nombre y le abraza con una mano, acercando su pecho al del pelirrojo… — Duele, por favor. Cálmalo… — Su respiración resulta pesada, y el tono de su voz suplicante.

Lo, siento…. — Atina a decir, en tanto apoya su mano en el pecho del pelinegro, entrecerrando los ojos y pidiéndole a su Aliento tranquilizarse.

— Duele…

 Ya, parará en un momento. Lo, prometo Yoochun.  

— No, no parará, Junsu. No parará, porque todo lo que quiero es amarte. Y tu Aliento aguijonea como el demonio. No importa con quién esté, o quién se acerque a mí. Yo solo te tengo a ti en mis pensamientos.

Yoochun ah…

— Y una mierda. Por qué duele tanto. ¿No debería tu Aliento comprender que quiero besarte, abrazarte, estar cerca de ti y hacerte el amor?

Cuando Park dijo eso, se quejó porque justamente otras punzadas de dolor le aguijonearon el cuerpo entero.

 Tú, ¿estás pensando en todo eso ahora?

— ¿En qué más si no? No tengo idea de cómo llegué a esto, pero no estoy mintiendo. Tu Aliento lo sabe, por eso me atormenta. ¿Puedes tomarlo de vuelta?

¡No! — Exclamó casi asustado de la petición. El pelinegro le miró profundamente preguntando el por qué de su negativa… — Yo, te dije Yoochun. No puedo dar marcha atrás con mi decisión de renunciar a mi inmortalidad. Pero, no puedo tomar mi Aliento de vuelta hasta que… hasta que mis nueve colas se hayan desvanecido.

Park frunció el ceño. De pronto se lo ha imaginado sin sus juguetonas colas y no le ha gustado tanto como cuando es un zorro.

— ¿No puedes? Pero, me gustas siendo tú, así. Como un zorro, Junsu.

Yoochun ah, creo que el dolor te está afectando.

— ¿Por qué? ¿Porque estoy diciendo esto?

Sí.

— Pero, estoy diciendo la verdad.


Mokomichi estuvo fuera de la Mansión Park durante varios minutos. De hecho, bastantes. Cada que decidía bajar de su auto, el Aliento de ChangMin le picoteaba hasta la conciencia haciéndole jadear incómodo.

— Mierda, ha sido de esta manera todo el tiempo. Por más que intento no pensar en cosas impuras, una y otra vez veo a ChangMin en mis pensamientos. Y esos besos que nos dimos antes y ¡ngh! Ok, ok, entiendo… — Suspira y deja caer su frente en el volante de nuevo. Ha perdido la cuenta de la cantidad de veces que ha dicho aquello. La misma cantidad de veces en que el dolor le ha hecho permanecer aquí… — Si lo veo, seguro se pone peor la cosa.

¿Hayami?

El japonés maldice su suerte, pero al mismo tiempo una sonrisa tira de las comisuras de sus labios cuando escucha esta voz. El tono hosco, confundido, alegre. Todo mezclado y acompañado de una mirada ceñuda pero brillante. Mokomichi abre la puerta de su auto y baja, cierra con elegancia y mira de arriba abajo al zorro de ojos oscuros.

— ¿Por qué tan guapo?

 No me fastidies… — Farfulla entre dientes, haciéndose el indiferente pero fallando miserablemente en el intento. Maldita la hora en que decidió salir de la Mansión porque no soportaba más las hipocresías que escuchaba aquí y allá entre los invitados… — ¿Qué haces aquí? No se suponía que vinieras.

— ¿Y por qué se supone que no vendría? También fui invitado, ChangMin.

Pero deberías haber supuesto que estaría aquí.

— ¿Y…?

Cómo que “¿y?”, obviamente que esperaba que no vinieras. Acordamos no vernos en un mes, ¿recuerdas?

— Vagamente.

¡Hayami no baka! ¡No digas “vagamente”! ¡Mi vida misma está en juego!

— Bueno, resulta que tu Aliento está volviéndome loco. No, espera, voy a corregir lo que dije. Tú, me vuelves loco. No paro de pensar en ti día y noche, incluso más que cuando te veía todos los días viviendo en mi departamento.


Jaejoong había suspirado aliviado cuando escuchó –involuntariamente– parte de la conversación entre su hermano y Park. Luego arrastró a Yunho entre la gente hasta un lugar “privado” con el único deseo de besarle, y comprobar que ellos realmente se habían conectado antes. Pero un texto en el móvil del moreno interrumpió su momento.

— Esto, es para ti. De SungJae… — El moreno dijo al comprobar el remitente del mensaje entrante.

Jung le mostró el texto al zorro de ojos negros, y vio al instante que la mirada le cambiaba.

Yo, debo irme.

— ¿Le pasó algo?

No. Bueno, no parece grave pero, dice que necesita hablar conmigo. Así que, tengo que ir.

— Está bien, te llevo.

¿Seguro? ¿No se enfadará Min Hee-ssi si nos vamos?

— No, nos disculpamos y luego le explicamos por qué nos marchamos.


SungJae casi quería llorar. Hace unos minutos, el idiota de YongGuk le había, besado. Oh sí, besado.

— Ese idiota, por qué hizo eso… — Gimoteó, tocándose los labios. Y es que todavía podía sentir el cálido tacto de los labios del muchacho sobre los suyos.

Mansión Seo

Cuando los “amigos” de Ji Seok se marcharon, y sin haberle contado gran cosa del dichoso libro, Wooyoung solo había conseguido sentirse más y más ansioso. Ji Seok se ha dado cuenta, por supuesto, pero no tiene idea de cómo hacer para apoyarle cuando ambos están en las mismas condiciones.

— He estado pensando, Yoochun y los demás estuvieron actuando de una forma extraña desde que sus nuevos “amigos” llegaron. Tal vez, debería preguntarles a ellos… — El abogado dijo, bastante seguro como para que el universitario refutara su idea.

— Entonces, ¿vamos a reunirnos con ellos?


Continuará……

2 comentarios:

  1. YC, tú tienes la culpa q el pobre de JS sea tan inseguro, lo trataste muy mal al inicio y le decías cosas feas obvio q él va a pensar q siendo humano será el único modo de estar contigo 🙄.

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  2. Qué chistocito eres Chunnie en serio....a veces dan ganas de darte una docena de zapes!!!!! Ojalá haya modo de que ellos recuperen su colita, sería hermoso que el HomiHaya les diga que los aman como son contodo y su naturaleza😭😭😭

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