Capítulo 15. De tragos amargos y corazones inquietos se
trata el amor
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Shintaro Midorima estuvo a punto de dar media
vuelta y salir corriendo de la casa de Takao. Pero claro, Shintaro Midorima no
es ningún cobarde, ¡no señor! Y mucho menos si los astros han presagiado un
gran día para él hoy. Sin embargo, que sus piernas tardaran un poco en
responderle a sus pensamientos no era culpa suya, cualquier ser humano con
escrúpulos le daría la razón en una situación alarmante como ésta. Su novio ha mencionado la fatídica oración que todo adolescente en su sano juicio teme: te presentaré a mis padres.
– Maldito Takao, seguramente está disfrutando
enormemente esto… – Susurra para sí en tanto el pelinegro aguarda en el pasillo
de entrada, mirándole con esa sonrisa pícara que suele bailotear en sus labios.
– Por un segundo pensé que saldrías
corriendo, Shin-chan.
– No me provoques, Takao… – El ojiverde le
gruñe de mala manera, con aquella sensación de ansiedad instalada en la boca
del estómago y que rara, rarísima vez le asalta a él pues siempre está listo
para enfrentar los retos diarios.
Kazunari soltó una risita, se pasó la mano
por sus negros mechones desordenándolos un poco, lanzándole un beso al aire a
su novio mientras las voces de sus progenitores suenan al fondo, probablemente
tomando el desayuno en el comedor. Midorima se acomoda los anteojos, alisa la
chaqueta de su uniforme escolar y anuda su corbata un poco más firme –aunque en
realidad no hiciera falta, que solo está nervioso–.
– Shin-chan, relájate un poco, no les diré
que estamos saliendo si no quieres… – Takao le susurra al oído, vigilando que
sus padres no noten la pequeña conversación.
– ¿Lo tenías pensado?
– No te mentiré, es demasiado tentador en mi
cabeza.
– Olvídalo. No estamos listos, Takao.
– Yo lo estoy, Shintaro.
Midorima le mira de soslayo, su mirada
afilada enmarcada por su rostro serio le dice suficiente a Takao. El NO es
rotundo de aquella manera, y le decepciona un poco pero al instante se convence
de que es lógico. Presentarse ante los padres de cualquiera de los dos requiere
al menos un mínimo de preparación mutua, mental y emocional.
– Mamá, papá; él es mi amigo Midorima
Shintaro.
– Buenos días… – Saluda con una respetuosa
venia.
– Así que éste es el chico de quien tanto
hablas. Es un gusto conocerte, Shintaro… – La mujer es la primera en sonreír
amablemente, inclinar ligeramente la cabeza e indicarle que les acompañe a la
mesa para desayunar.
Midorima niega afable asegurando que ha
tomado ya su desayuno y ha llegado demasiado temprano por Takao. En tanto, el
hombre de la casa le mira con seriedad, sus ojos tan negros como los del
adolescente destellan con aprehensión, el ojiverde se siente observado
concienzudamente, casi cual si estuviese siendo examinado con escáner. Tal vez
era su propio sentido de culpa por estar corrompiendo
a Kazunari, pero la mirada del Sr. Takao le crispó los nervios, y que apenas se
hubiera limitado a un “hola, muchacho” no cooperaba con sus sentimientos.
– No hagas caso de esa actitud fría de mi
esposo, es un poco apático con las personas que no conoce; pero apenas toma
confianza es idéntico a Kazunari.
El pelinegro asintió vigorosamente, su padre
ignoró el comentario y clavó su atención en una revista de negocios (por lo que
el ojiverde alcanzó a dilucidar con la portada). Midorima trató de imaginar al
serio hombre con la actitud de su novio y simplemente no podía.
Durante unos minutos la mujer continuó
conversando con él, dejando del todo la tarea a su hijo de preparar su
desayuno; el ojiverde estaba atento a su interlocutora pero de vez en cuando la
mirada viajaba hacia su novio, a lo lindo
que se veía con delantal y una cofia en la cabeza, muy cuidadoso y limpio,
concentrado en su tarea. Midorima se pregunta por qué no es así de tranquilo en la escuela o en los
entrenamientos, luego se recuerda a sí mismo que es imposible tratar de
entenderlo.
– ¡Está listo! Ahora podemos marcharnos o
llegaremos tarde, Shin-chan.
– Fue un gusto conocerles y charlar con
ustedes… – El ojiverde se despidió con el mismo respeto que al llegar, la mujer
lo hizo animadamente, mientras que el hombre solo le dirigió una dura mirada… –
Ah, joder. Siento como si estuviera
poniéndome sobre advertencia. ¿Será que sospecha algo? Sería imposible, ni
siquiera he intentado acercarme al idiota de Takao. Es cierto, todo es culpa de
él por pedirme entrar para presentarme a sus padres.
– Shin-chan, deja de pensar tanto. No ha sido
tan malo conocerlos, ¿o sí?
– A tu padre no le caí bien.
– A mi padre no le cae bien nadie que llega a
la casa, pero luego poco a poco va acostumbrándose y es amable.
– No sé si lo será cuando sepa que estamos
saliendo.
…
Ha salido de la consulta con el alma en los
pies. Izuki no sabe qué hacer justo ahora. El doctor le ha dicho que después de
realizarle las pruebas de rutina para un deportista como él, todos los
resultados habían salido normales. Sin embargo, al charlar con un colega
solicitó entonces se le realizara una prueba más. Al fin había comprendido lo
que pasaba con el adolescente.
Embarazo.
Izuki aún estaba procesando el significado de
aquella noticia, impactado por las implicaciones de tal estado y su reciente
soltería le tenían preocupado. Claramente el padre es Kiyoshi, pero dado que él
no había podido perdonarle la traición
de aquel día, había dado por terminado su noviazgo. Sin embargo, en esos
momentos sentía que era a él a quien más necesitaba a su lado, que le abrazara
y le asegurara que todo saldría bien, que cuidaría de él y del pequeño que
crece en su vientre, que…
– No sirven de nada las promesas. No debería
estar pensando en él de todas maneras.
Camina sin prisas, se ausentará de clases después
de todo, tiene mucho en qué pensar. Además, no quiere encontrarse cara a cara
con Kiyoshi, seguramente terminaría llorando otra vez y contándole lo que pasa.
Ingresó en una cafetería y se sentó en una mesa solitaria, no tenía apetito
pero necesitaba llevarse algo al estómago ya, su bebé necesita alimentarse
adecuadamente, y para eso tiene que hacerlo él por principio de cuentas.
Unos minutos después le llegó un mensaje, se
trata de Riko que está preocupada por él puesto que no ha llegado para la
segunda clase como había dicho. La castaña y él no han hablado mucho tampoco
desde lo sucedido entre Kiyoshi y Hyuga, pero no significa que ellos estén en
malos términos. Aún así, Izuki no sabe qué responderle, así que miente
diciéndole que se ha sentido mal y que estará en casa. Cuando la entrenadora le
responde con un sencillo “cuídate mucho”,
el chico ojo de águila no evita
preguntarse si Kiyoshi habrá notado su ausencia o si estará curioso por la
misma.
– Estoy decepcionado de él, pero lo sigo
queriendo mucho.
--//--
En la escuela, efectivamente Kiyoshi estaba
preocupado por la ausencia de Izuki. En todo el tiempo que lleva de conocerle
nunca había faltado a clases. Ha estado indeciso entre llamarle o preguntarle a
Riko si sabe algo al respecto, claro que dada la reciente situación entre los
cuatro, la castaña ha estado distante –naturalmente– y por eso no se anima en
acercarse. Se ha disculpado con ella hace unos días, pero la castaña se había
limitado a pedirle que no mencione más el asunto y sigan adelante. La amistad
sin embargo ya había sido dañada. Con Hyuga las cosas no estaban para nada
mejor ni diferentes, la distancia entre ellos era abrumadora, tanto que los de
primer año lo notan y parecen incómodos con la situación, mientras que Koganei,
Mitobe y Tsuchida se mantienen al margen.
Ha acarreado tanto un solo error. El corazón de hierro se siente inquieto,
demasiado para permanecer ahí. Así que decide marcharse e ir a casa de su… de
Izuki, e indagar por cuenta propia que se encuentre bien. Sale de clase sin
prestar atención, se escapa de la escuela como auténtico rebelde, el corazón le
late aprisa, dolorosamente contra el pecho. Todo en cuanto piensa es en Izuki,
en cómo debiera pedirle perdón y recuperarle.
La reconciliación le resulta sin embargo
lejana.
--//--
En casa no hay nadie, sus padres han salido a
trabajar y sus hermanas están en la escuela. Recuerda vagamente cuando recién
conoció a Kiyoshi y en más de alguna ocasión terminó tomando el desayuno junto
a su familia. Sus hermanas varias veces le preguntaron si es que tendría novia,
aún entonces él sentía esos tirantes celos que le revolvían el estómago, pero
solía responderle a sus hermanas que no hasta donde sabía. En alguna ocasión
una de ellas, la menor, había comentado que le gustaba para cuñado, pero no
precisamente por su hermana mayor. Izuki se había sonrojado y por primera vez
deseó que las palabras de su hermana menor se hicieran realidad. Cuando fue
así, quiso contarle pero al mismo tiempo le pareció absurdo, así que lo dejó
pasar. Ahora piensa que hizo bien en no decirle, o también habría tenido que
contarle acerca de su rompimiento.
Con todos esos pensamientos haciéndose un
remolino en su cabeza, Izuki atinó a meterse en su cama y hacerse un ovillo
enredado en sus mantas. Cinco minutos después el timbre sonó. Quiso ignorarlo
pero insistieron, así que salió para atender, se arrepintió al percatarse de la
persona que estaba al otro lado de la puerta.
– Kiyoshi…
– ¿Estás enfermo?
Izuki estuvo tentado de abofetearlo y
mandarlo al demonio, pero se sentía demasiado débil para hacer nada.
– Un poco.
– ¿Estás tomando medicina?
– No es necesario.
– ¿Seguro? – De un momento a otro su mano fue
a dar a la frente del chico ojo de águila;
ambos sintieron cómo se estremecían al entrar en contacto… – No tienes
temperatura pero tu semblante me preocupa.
– Haz favor de no preocuparte por mí e irte,
Kiyoshi.
– No puedo irme y dejarte así. Sé que soy la
persona que menos quieres ver estos días, pero por favor, sopórtame solo unos
minutos, te prepararé un té que te ayudará a mejorar, mi abuela me lo decía cuando
enfermaba por el estrés… – El intento de sonrisa del corazón de hierro fue suficiente para que las defensas del más bajo
se derribaran y le permitiera el acceso a su hogar.
El silencio era demasiado para los nervios de
ambos muchachos, sin embargo para Kiyoshi era relativamente menos difícil
controlarse cuando se concentraba en encontrar los ingredientes necesarios en
la cocina de esa casa en la que siempre ha sido tan bien recibido. Sus memorias
de hecho viajaron a todas y cada una de las ocasiones en que terminó tomando el
desayuno ahí en compañía de las hermanas y la mamá de Izuki, al padre del
muchacho casi nunca lo veía puesto que salía demasiado temprano a su trabajo.
Extrañó los días aquellos, la aparente serenidad de Izuki y los juegos de
palabras que siempre le arrancaban una risa, y la supuesta competencia en que
una de sus hermanas solía caer con el chico.
– Kiyoshi…
– ¿Sí?
– ¿En verdad me amas?
La pregunta tomó desprevenido al corazón de hierro, tanto que casi
derrama el agua caliente. Volvió la mirada y enfocó sus ojos en los del otro.
– Sí, con todo mi corazón, Izuki.
Los ojos rasgados del muchacho se
cristalizaron aguijoneando con culpa al mayor de los dos.
– No volveré a decirlo si te lastimo.
– ¿Crees que te habría preguntado si no
quisiera escucharlo?
– Lamento haberte fallado.
– Sé que sí. Y tengo mucho miedo de que
puedas fallarme otra vez si solo soy un poco débil y cedo a lo que siento por
ti.
– Izuki… – Kiyoshi dejó el té frente al
muchacho, el humo ascendente de la taza tranquilizó un poco los nervios del
chico ojo de águila pero no podía
hacer nada frente a los latidos desenfrenados de su corazón ante la cercanía
del otro… – Te Amo, nunca, ni una sola vez, he dicho esas palabras sin estar
seguro de lo que siento. No puedo hacer nada para dar marcha atrás en el tiempo
y evitar lo que pasó con Hyuga, pero te juro por mi vida que no significó más
de lo que tengo contigo.
– Siento que me consumo sin ti, Teppei… –
Izuki sollozó y unas lágrimas rodaron por sus mejillas.
– Lo siento. Perdóname Shun, déjame volver a
tu lado porque siento que no vivo desde que te perdí… – Suplicó, rodeando la
mesa para inclinarse y abrazar al chico ojo
de águila. Su llanto le duele como nunca pensó que podría sentirse, y sabe
que no puede hacer más que rogar y demostrar que está arrepentido, que le ama.
– No vuelvas a lastimarme, Teppei… – Gimotea
aferrándose al cuerpo del más alto… – Nunca más, júralo por lo más sagrado que
tengas.
– Te lo juro, por mis abuelos. Que jamás,
jamás volveré a lastimarte, Shun.
…
Kasamatsu y Kise estaban comiendo en un local
cercano a la escuela, los antojos del rubio comenzaban a presentarse y era
mejor complacerle. Además, así Kasamatsu aprovechaba para hablar con él, cuando
Kise era complacido a la hora de comer, era más tranquilo y escuchaba sin hacer
dramas.
– Entonces, tienes que bajar el ritmo en los
entrenamientos.
– Sé que debo. Nuestro bebé lo requiere pero,
es tan difícil para mí abandonar el baloncesto.
– Es temporal, cuando haya nacido podrás
reincorporarte.
– Pero ya no estarás ahí, Yukio. Irás a la
universidad y ya no será divertido jugar.
– No seas crío, disfrutas el baloncesto por
el baloncesto, no solo por quienes están en el equipo. Superaste dejar a tus
compañeros de Teiko antes, lo harás si no estoy en la duela.
– Es diferente. No estaba enamorado hasta la
médula de ninguno de ellos. En cambio ahora contigo… – El rubio suspiró y
sonrió bobamente mirándole fijamente. El de ojos cromados estuvo tentado de
recordarle que entonces le gustaba Aomine, pero prefirió no echarse a perder el
momento él solo.
– Aún así, tienes que ser fuerte y poder.
Además, tú lo dijiste, es por nuestro bebé.
– Yukio, ¿vamos a casarnos?
– Q-qué…
El giro en la conversación le ha tomado
totalmente con la guardia baja. No tiene tiempo siquiera para pensar
debidamente, intuye que Kise ha estado dándole vueltas a ese asunto
previamente, lo conoce suficiente como para percatarse de esos detalles. Casarse
no estaba en sus planes próximos, ser padre mucho menos.
– En algún momento lo haremos Ryota. Antes
tenemos que hacer otras cosas, ¿no crees? Vamos por partes, paso a paso.
…
Kuroko jadeó al sentir las manos de Kagami
sobre su piel, hace algún tiempo que no intimaban –escasos días en realidad,
pero que para ellos eran eternidades–, con la inexperiencia de la paternidad
para ambos y las dudas naturales acerca de lo que está bien y lo que no en el
estado del peliazul, había días en los que Kuroko sentía las hormonas alteradas
y buscaba el contacto íntimo con Kagami, pero él se le negaba alegando que
probablemente lastimara algo en su interior con aquel tipo de actividad. Pero
hoy, tras preguntarle a su médico, ambos cuentan con la seguridad de que –al
menos hasta los ocho meses de gestación– la actividad sexual no daña en
absoluto al bebé siempre que las posturas sean adecuadas.
– Taiga, date prisa… – Gimoteó el peliazul
con sus pálidas mejillas ruborizadas, abriendo las piernas y apoyándolas sobre
los hombros del pelirrojo.
– Estoy en ello, Tetsuya… – Gruñó por la
impaciencia de su novio, acariciándole los glúteos y presionando el segundo
dígito en la cavidad que ha humedecido ya con su saliva.
Hacer el amor con aquella ansiedad no era
propio de Kuroko, pero Kagami culpa a las hormonas. Y no es que se esté
quejando en realidad.
…
Aomine observaba atentamente a Sakurai, le
nota algo raro desde hace algunos días pero no sabe qué es. Quiere preguntarle pero
no encuentra la manera ya que no está seguro de lo que quiere saber.
– Ryo.
– ¿Qué sucede, Aomine-senpai?
– ¿Estás engordando?
Lo siguiente que supo el moreno es que la
mano del castaño golpea con la fuerza de un yunque. La bofetada le quedó
marcada en la prieta mejilla con un lindo tono rojizo. Aomine no sabe por qué
una pregunta tan inocente provocó tal
reacción en Sakurai, y esa actitud solo agrega dudas a su lista de rarezas en el comportamiento de su
novio.
…
Midorima está seguro de que esto es
básicamente una locura, pero qué son
las acciones de los adolescentes hoy en día sino locuras.
– ¿Estás pensando en arrepentirte?
– No, estoy pensando en que si no te callas
voy a amordazarte.
– ¿Shin-chan, eres sádico?
– ¡Mierda! Harás que me baje la excitación,
Takao.
Continuará……
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