lunes, 16 de julio de 2018

Entrenando a Otosan. Capítulo 11


Capítulo 11. Para algunas promesas, un corazón sin ataduras
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Sakurai estaba nervioso y avergonzado. La penetrante mirada de Aomine estremecía su corazón con una intensidad que jamás había experimentado, no estaba enojado como suele mostrarse por mero aburrimiento o porque alguien interrumpe sus jornadas de ocio, claro que no; el moreno estaba iracundo, la forma en que sus pupilas azul metálico centellaban lo demostraba, y la fina línea en que comprimía sus labios lo comprobaba. El castaño quiso apartarse de cualquier contacto del Capitán antes de que aquello pasara a una situación complicada, pero entonces Imayoshi apresó su cintura con una fuerza que no vio venir, y el aliento caliente que había estado golpeando su cuello fue suplantado por una humedad igual de encendida que se deslizó por su piel.

– ¡Bastardo! – Aomine se lanzó directamente sobre el mayor, pero sorpresivamente lo que hizo frenar cualquier movimiento del moreno no fue otra cosa sino la figura del castaño interponiéndose intrépidamente entre él e Imayoshi… – Qué demonios, Ryo.


– Detente Aomine-senpai. No tiene razón alguna para pelear contra Imayoshi-senpai… – El castaño dijo con la voz tan firme como su tembloroso corazón le dejó expresar.

Sus ojos chocolate buscaron la metálica del moreno, aquella mirada estaba más que sorprendida, probablemente decepcionada. Sin embargo, ¿no era él quien debiera sentirse ahí más decepcionado? Aomine no hacía más que confundirle, tratarle como un juguete desechable, fácil de arrinconar en la oscuridad.

– ¡Aomine! – Fue el grito de Momoi lo que rompió la tensión que se había instalado en el gimnasio… – Ven conmigo…

– No me jodas, Satsuki.

– ¡Ahora! – La pelirosa exigió. Y aunque Aomine no es de los que se amedrentan por órdenes como aquella, algo en él tironeo unas sensaciones amargas que le subieron hasta la garganta e impulsaron a sus pies a moverse.

Sakurai le siguió con la mirada, hubiera preferido que Aomine se negara y dijera que era con él con quien deseaba hablar, explicarle algo, la razón por la que se molestaba cuando sus compañeros se acercaban a él. Aunque lo de Imayoshi había ido realmente lejos.

– Discúlpame Sakurai, es solo que hay algunos idiotas que solo pueden reaccionar a base de golpes bajos… – El Capitán palmeó la espalda del castaño, sonriéndole con aquella típica expresión relajada de su cara.

– Por favor, Imayoshi-senpai; no haga eso de nuevo, no me ha gustado de ninguna manera. Lo siento por ocasionarle problemas con Aomine-senpai… – El castaño murmuró honestamente incómodo. El mayor lanzó una risita y le desordenó el cabello.

– No te disculpes, chico. Te aseguro que pronto todo estará correctamente encauzado. Aomine es un desgraciado, pero es un hombre, tomará sus debidas responsabilidades.

Por un segundo el castaño palideció. La forma en que el mayor le ha hablado le hizo pensar en la probabilidad de que su senpai de alguna manera se haya enterado de cómo estaban las cosas ahora. Pero al instante se dijo que era imposible. Después de todo nadie, absolutamente nadie, supo de su reciente visita al médico. Ni de la noticia que recibió aquella mañana.

– ¿Oye, estás bien?

– S-sí, lo siento…

– ¡Sakurai! – Todos exclamaron cuando el castaño se desvaneció en la duela.

--//--

Fuera del gimnasio, la pelirosa cruzó los brazos y con el ceño fruncido encaró al moreno.

– Realmente, qué pasa por tu cabeza cuando te comportas así, Aomine.

– No te metas, Satsuki.

– No me metería si fueras un poco más consciente del mundo a tu alrededor, y no considerarte tu propio mundo.

– ¿Esto tiene algún propósito? Porque estoy aburriéndome… – El moreno bostezó con expresión desinteresada, picándose el oído distraídamente.

– Te lo diré de manera sencilla, Aomine. Aclara tus sentimientos por Sakurai-kun o yo misma me encargaré de encontrar un chico que sepa apreciarlo.

– Mantente al margen, Satsuki, no creas que por ser chica voy a detenerme. Ryo es mío.

– Sakurai-kun no es un objeto, Aomine. Si él te gusta…

– Lo único que me gusta es el sexo con él.

Momoi abrió los ojos de par en par. No por la implicación en las palabras del moreno, sino por el descaro y la falta de emociones en su tono, en su expresión. Estuvo por replicarle cuando vieron salir del gimnasio a los chicos, Imayoshi lleva en brazos a Sakurai, algo arde en el interior de Aomine con la misma ira de antes, tensa los puños pero antes de iniciar otra pelea, se percata del estado del moreno.

– Ryo… – Es el único murmullo que sale de sus labios antes de dar un paso con la intención de seguirles.

Intención que muere al siguiente paso. Por alguna razón –orgullo tal vez, o quizá miedo, un miedo tan primitivo que rara vez llega a la conciencia pero domina desde el inconsciente– su cuerpo se clava y sus pies se detienen. Su mirada sigue el andar de los chicos, comprende que van rumbo a la enfermería. Momoi dice algo que no alcanza a escuchar y los sigue. Aomine traga hondo, tiene un extraño presentimiento.


Kasamatsu y Kagami estaban observando a la distancia a Kise y Kuroko. Finalmente han pasado toda la tarde juntos, mirando todas las tiendas en el centro comercial. El rubio y el peliazul estaban mirando ropa, para cuando la tripa sea evidente y haya que vestir a la moda, o eso decía Kise, porque Kuroko encontraba tanta explicación de cortes, diseños, colores y un largo etcétera que seguía parloteando su amigo. El pelirrojo y el de ojos cromados comenzaban a sentirse hastiados, algún que otro bostezo incluso ha aparecido en los últimos minutos, y Kagami presiente además que en cosa de nada Kuroko comenzará a tener hambre.

– Oye Kagami, ¿no te tomó por sorpresa saber que Kise y yo estamos saliendo? – Kasamatsu miró de soslayo al pelirrojo, el 10 de Seirin tenía cara de aburrimiento.

– Lo que ese rubio haga o deje de hacer con su vida me tiene sin cuidado. Aunque honestamente pensé que había algo de química entre Kise y el bastardo de Aomine.

– Lo sé… – El de ojos cromados desvió la mirada, buscando nuevamente a su novio, que sonreía la mar de contento porque al parecer ha conseguido convencer a Kuroko de comprarle algunas prendas… – ¿Qué hay de Kuroko, tuvo algo con Aomine? Kise dice que llegó a envidiar la relación que ellos dos tenían, entendiéndose incluso sin palabras, pasando tiempo juntos después de clases.

– Tetsuya no habla mucho acerca de su vida en Teiko… – Kagami se limita a responder, sintiendo esa acidez en la boca del estómago que viene de los celos… – No sé qué le verían de cualquier manera a ese imbécil.

Kasamatsu asintió. Pero más o menos se daba una idea. Aomine no era para nada su tipo –¡Él no tiene un tipo! Que le guste Kise es simplemente único e irrepetible–, pero le reconoce cierto porte varonil, el talento a manos llenas y personalidad, supone que eso sedujo a Kise y a Kuroko. Y sabe que son las cosas que él no tendrá. Sigue sintiendo esa espinita en el pensamiento acerca de la solidez de los sentimientos de Kise por él. Que el rubio esté embarazado no es garantía de nada más que el hecho de que tendrán un hijo juntos. Pero en cualquier momento Kise podría encontrar a alguien mejor, alguien como Aomine.

– ¿Piensas que estarás con Kuroko para siempre, Kagami?

– Naturalmente. Tetsuya y yo nos amamos. Tsk, eso sonó demasiado cursi… – Rascándose la nuca con aire avergonzado y molesto, el pelirrojo trató de restarle importancia a sus propias palabras.

Kasamatsu sonrió suavemente. A él le gustaría tener la confianza y esa dosis de cursilería de la que Kagami lucía tan avergonzado. Pero no era así, incluso si su relación con Kise va todo lo en serio posible, piensa que no hay seguridad en que sea para siempre. Simplemente no puede evitar aquellos pensamientos. No quiere ser pesimista, y quizá peca de realista.

Joder, siempre termino pensando en lo mismo y con un bendito dolor de cabeza.

– ¿Kise y tú lo han hablado con sus respectivas familias?

– No.

– Ah, yo que pensaba que podría pedir algún consejo.

– ¿Kuroko y tú tampoco lo han hablado con sus familias?

– No. Aunque en realidad solo debemos hablar con su familia, mi padre continúa en Estados Unidos y no tiene fecha para volver pronto.

– Aún así debería saberlo, ¿no?

– Supongo que sí, pero no quiero decírselo por teléfono.

Kasamatsu iba a plantearle la posibilidad de que su padre no llegara en los meses del embarazo y la sorpresa que se llevaría si de repente solo se encuentra con que es abuelo, pero desistió de mencionarlo, después de todo tiene sus propios asuntos qué resolver.

– Por qué están tan callados y con esas caras~ – El rubio se sentó en las piernas de su novio, estirándole las mejillas esperando conseguir que aunque fuera a la fuerza esbozara una sonrisa.

– Taiga, tengo hambre… – El peliazul suspiró tras librarse del asedio modista del rubio, aunque ahora su novio tuviese que cargar un par de bolsos más.

– Bien, vamos a cenar a casa, ¿te parece? Cocinaré para ti.

– Ka-ga-mi~ – El rubio canturreó sílaba a sílaba, sonreía pero no se le veía particularmente feliz… – Kurokocchi es una persona muy, muy especial para mí; así que date por enterado, le haces el mínimo daño y te las verás conmigo.

– No es una advertencia que tengas que hacerme, Kise. Kuroko es aún más especial para mí, y vamos a ser padres. Así que mejor ocúpate de tu relación y saca tus narices de la mía… – Con tono receloso el pelirrojo tiró de su novio fuera de la tienda, feliz de poder largarse finalmente y volver a casa. Está harto, y todo lo que quiere es la serenidad de su casa, mimar a su novio y dormir abrazados.

– Taiga…

– ¿Mh?

– La semana entrante está programada mi primer eco, ¿vendrás, verdad?

– Por supuesto.

– Taiga…

– ¿Qué?

– Gracias… – Da un ligero apretón a la mano de su novio, dedicándole una de esas sonrisas que tiene reservadas para él. El corazón del pelirrojo se dispara, es demasiado lindo y transparente. Le encanta. Hace que se ruborice.

– ¡Tsk, maldición! – Gruñe por lo bajo con las mejillas ardiendo y ese calorcito subiéndole por las entrañas. De pronto se da cuenta de que hace días que no hace el amor con Kuroko y le echa en falta, quiere hacer más que mimarle con besos dulces y caricias respetuosas, hoy no se siente tan cansado aunque ha tenido tiempo para agotar su mente de tanto pensar.


Koganei era hiperactivo, demasiado en algunas ocasiones, Mitobe lo sabe pero no le importa porque así le ha conocido desde siempre, y puede ser que eso haya sido lo que más le ha gustado. Al principio, cuando el pívot dejó de usar el habla para comunicarse con las personas, su amigo minino se le quedaba mirando largo rato en el mismo silencio que él.

– ¿No te aburres de no hablar? – Le preguntaba, pero su amigo solo negaba agitando la cabeza… – ¿Tienes alguna razón para no hablar? – el más alto simplemente encogió los hombros… – Bueno, supongo que será divertido, ahora tendremos que encontrar la manera de seguir hablando sin hablar.

Por razones como aquella, Mitobe había aprendido a querer a Koganei como su alma gemela, las palabras nunca hacían falta, y su minino le entendía a la perfección el mutismo. ¿Razones? Las hay, no hay acción humana que no tenga una motivación para ser ejecutada, es solo que Mitobe no quiere pensar en ello, solo quiere seguir adelante con su vida.

– Oye, en qué estás pensando… – Koganei le pregunta suavemente, sonriéndole con la mirada y revoloteando alrededor de él como auténtico minino en busca de atención. Mitobe le sonríe, le atrapa fácilmente y acaricia su mejilla, jura que el menor ronronea bajo su tacto y se relaja… – Ven a mi casa hoy, mis papás no llegarán sino hasta muy tarde, tienen una cena especial…

Mitobe asiente, le atrae suavemente hasta sus labios besándole despacio. Le gusta cuando Koganei se deja hacer, cuando suspira contra su boca y busca un poco más de contacto frotándose decididamente contra él. Mitobe le carga en brazos y le empuja contra los casilleros, todos se han ido ya, hoy les ha tocado encargarse de dejar todo recogido y limpio. El pívot sonríe con inocencia, su minino luce desesperado por arrancarle la ropa. Es un gatito salvaje cuando quiere.

– Sé que dije sobre ir a mi casa… – Koganei sonríe juguetón mientras le saca la playera del uniforme de prácticas, una mirada de su novio le ha bastado para saber que le está divirtiendo su repentina prisa por hacerlo… – Pero ahora te tengo para mí solito, y hace mucho que no podíamos tener nuestro tiempo de calidad.

El pívot le pellizca una mejilla con cariño, le besa despacio y tironea de su labio inferior arrancándole un jadeo alterado. Le está dando luz verde a su deseo de montárselo ahí. Por un instante se pregunta si serán los únicos que lleguen tan lejos en el gimnasio, pero casi luego una risa suena en su pensamiento, duda muchísimo del autocontrol de Kagami con Kuroko, y ellos se han quedado de último muchas más veces. Está bien hacerlo esta vez, una fantasía que cumplir de la larga lista de ambos.


A Momoi le brilla la mirada, no para de alternar la mirada entre Kuroko y Kise, no sabe si es su imaginación o si realmente lucen más radiantes que nunca. Kagami y Kasamatsu no están de buen humor, les pone de los nervios que no llegue el momento en que la pelirosa deje de chillar emocionada por el embarazo de sus amigos.

– Aunque era yo quien quería tener los hijos de Tetsu-kun… – Lagrimea falsamente, Kagami chasquea la lengua y con recelo termina abrazando a su novio con aire posesivo, solo por si las dudas.

– Momoi-san, ¿Sakurai-kun le ha dicho ya a Aomine sobre su estado?

– No. Sakurai-kun no le dirige la palabra, y Aomine ahora es más bestia que nunca, y su humor está en el límite, no tolera que nadie mire siquiera a Sakurai-kun, pero mismo Sakurai-kun le ha pedido que deje de comportarse así.

– ¿Entonces ellos no están saliendo?

– Dudo que pueda decirse que salieron en algún momento. Ya conocemos a Aomine, es tan bruto como un cavernícola… – La pelirosa dijo con tono resentido.

– Aomine tiene sus motivos, no hay por qué ser tan duros con él… – Kuroko le defiende con tono sereno pero firme. A Kagami le pincha algo de celos.

– Probablemente tenga sus razones, pero Tetsu-kun también tenemos que pensar en Sakurai-kun, él va a tener un hijo de los dos.

– ¿Y sí es de Aomine? – Kise pregunta, no porque intente desconfiar del castaño, simplemente no le conoce. Momoi suspira.

– Sakurai-kun no habría sostenido relaciones íntimas con nadie que no sea Aomine, ya que está enamorado de él. Kise-kun, tú debes entenderlo, igual que Tetsu-kun; ¿no es esa la razón por la que también serán madres?

– Por supuesto… – Kuroko responde, Kise asiente efusivamente y aprieta la mano de Kasamatsu. Kagami por su parte se siente incómodo. De alguna manera cuando los prodigios de la Generación Milagrosa se reúnen él se siente irritado y excluido.

– Ya vuelvo… – Anuncia y sin apenas mirar a los presentes se levanta de la mesa y echa a andar rumbo a los sanitarios. El peliazul le sigue con la mirada, la tensión en la espalda del pelirrojo le dice que algo no va bien y se promete preguntarle apenas tengan algo de privacidad.

– ¿Y cuál es la idea ahora, Momocchi?

– Yo esperaba que ustedes hablaran con Aomine.

– Me mandará al diablo… – Kise gimotea, Kasamatsu nota cierto resentimiento en sus gestos.

Le da envidia, Aomine puede ocupar fácilmente el pensamiento de esas tres personas, porque los tres le quieren. Mucho. Aomine es afortunado pero no lo sabe. Kasamatsu comienza a entender la razón por la que Kagami se retiró un instante. Pero si él se marcha también se verá raro. O quizá ni lo noten, están absortos en ayudar a Aomine.

– Tetsu-kun, háblale tú, estoy segura de que te escuchará.

– Momoi-san, el único que debe hablar con Aomine es Sakurai. Lo que está pasando entre ellos es cosa suya, si nos metemos podríamos complicar más todo.

– Pero Aomine es un tonto, y Sakurai-kun piensa que no tiene oportunidad alguna.

– Sigue siendo cosa de ellos, no deberíamos meternos.

– Tetsu-kun…

– Aomine no es tan tonto, solo dale algo de tiempo y entenderá.

– ¿Y si pasa lo mismo que pasó contigo?

– ¿Qué es lo que pasó entre Aomine y Tetsuya? – La voz ronca de Kagami hace respingar a la pelirosa. El peliazul levanta la mirada y engancha sus ojos en los fieros rojizos de su novio. Suspira y le pide que vuelva a sentarse a su lado, el pelirrojo se niega silenciosamente, permaneciendo de pie al lado de la mesa.

– Aomine y yo éramos buenos compañeros de equipo, amigos a nuestra manera. Hubo un tiempo en que estábamos tan unidos que nos confundimos. Aomine me hacía sentir especial, y a él le gustaba ser centro de atención de todo el mundo, es egoísta después de todo, pero también es noble y de buenos sentimientos. Solo hay que saber entenderlo. Supongo que tuvimos química, pero Aomine priorizó el baloncesto sobre cualquier otra cosa, sobre todo los sentimientos. Pero como dije antes, tiene sus motivos para eso.

– ¿Entonces a ti te gustaba Aomine? – Kise cuestiona, esa duda le había intrigado desde la secundaria, tenía su oportunidad de saberlo con claridad ahora.

Kagami le sostiene la mirada a Kuroko, más que nadie ahí desea saberlo.

– Supongo que sí. Pero eso fue antes, ahora solo me gusta Taiga, y más que gustarme, estoy enamorado de él… – El jugador fantasma susurra, nota las mejillas del tigre encenderse y sus fieras pupilas ablandarse. Los temores del pelirrojo se esfumaron con sus palabras, y él se promete asegurarse de que nunca dude de ellas.

Kagami se sienta a su lado, sujeta su mano y entrelaza sus dedos. Le dirá algo cuando estén solos, ahora está lo suficientemente avergonzado de sus celos y de sus palabras. Momoi suspira y sonríe, su cariño por el peliazul es sincero, pero le hace feliz verle enamorado, así que no es tan doloroso renunciar a él. Kise siente que ha superado un bache del pasado, Aomine también le gustaba en la secundaria, incluso antes de salir con Kasamatsu todavía algunas ocasiones pensar en el moreno le disparaba el pulso, y enfrentarlo en la cancha le emocionaba demasiado.

– Estamos donde comenzamos. No es que no entienda el punto de Kurokocchi, pero pienso como Momocchi que Aomine necesita un empujoncito, Sakurai parece un chico demasiado lindo, no se atreverá a hacer algo si no se siente apoyado. Así que no hablaremos con Aomine, pero vamos a brindarle nuestra ayuda a Sakurai~


Takao piensa que no debe presionar las cosas con Midorima. Pero está comenzando a desesperarse como antes de comenzar a salir con el peliverde. No le ha besado desde aquel día. ¡Ni un roce siquiera!

– Shin-chan~

– ¿Qué quieres?

– Deja de practicar un momento y préstame atención.

– No voy a dejar de practicar mis tiros porque se te ocurre, Takao.

El pelinegro suspiró y se dejó caer en la duela. Veía a su… ¿novio? –bueno, si están saliendo es correcto que lo piense de esa manera, ¿cierto?– de perfil, concentrado en sus movimientos, encestando uno a uno cada tiro desde la media cancha. Es obsesivo, con todo lo que le gusta del baloncesto, es igual con las clases, siempre obteniendo las mejores notas. ¿Por qué no muestra esos comportamientos obsesivos con él?

– Shin-chan…

– No he terminado, Takao.

– ¿Me deseas? Sexualmente hablando… – Aquellas palabras consiguieron un efecto que ni en sueños había imaginado el pelinegro. Vale, en sus fantasías más locas sí que lo había hecho. El caso es que Midorima falló su tiro.

– Estúpido…

– ¿Ese error fue un sí?

– No.

– Entonces, ¿qué diferencia hay en nuestra relación de ahora a como era antes? No has vuelto a besarme, no me tomas de la mano, ni siquiera me miras más de lo cotidiano. ¿No te muevo el piso?

– No soy un contenedor de hormonas alterables. Y no me interesa andarte besando, menos tomarte de la mano. Que estupidez.

– Por eso, ¿qué diferencia hay, Shin-chan?

Midorima se acomodó los anteojos, carraspeó y por primera vez en años de práctica, dejó de lanzar. Caminó lentamente hasta el sitio en la duela donde el pelinegro estaba sentado, se inclinó y miró directamente a sus ojos, sin decir nada más le sujetó de la playera y tiró de él hasta fusionar sus bocas. Era un beso tosco, nada romántico. Takao no entendía nada, ¿estaba besándolo solo por complacerlo?



Continuará……

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