Capítulo 11. Para algunas promesas, un corazón sin
ataduras
~~*~~
Sakurai estaba nervioso y avergonzado. La
penetrante mirada de Aomine estremecía su corazón con una intensidad que jamás
había experimentado, no estaba enojado como suele mostrarse por mero
aburrimiento o porque alguien interrumpe sus jornadas de ocio, claro que no; el
moreno estaba iracundo, la forma en que sus pupilas azul metálico centellaban
lo demostraba, y la fina línea en que comprimía sus labios lo comprobaba. El
castaño quiso apartarse de cualquier contacto del Capitán antes de que aquello
pasara a una situación complicada, pero entonces Imayoshi apresó su cintura con
una fuerza que no vio venir, y el aliento caliente que había estado golpeando
su cuello fue suplantado por una humedad igual de encendida que se deslizó por
su piel.
– ¡Bastardo! – Aomine se lanzó directamente
sobre el mayor, pero sorpresivamente lo que hizo frenar cualquier movimiento
del moreno no fue otra cosa sino la figura del castaño interponiéndose
intrépidamente entre él e Imayoshi… – Qué demonios, Ryo.
– Detente Aomine-senpai. No tiene razón
alguna para pelear contra Imayoshi-senpai… – El castaño dijo con la voz tan
firme como su tembloroso corazón le dejó expresar.
Sus ojos chocolate buscaron la metálica del
moreno, aquella mirada estaba más que sorprendida, probablemente decepcionada.
Sin embargo, ¿no era él quien debiera sentirse ahí más decepcionado? Aomine no
hacía más que confundirle, tratarle como un juguete desechable, fácil de
arrinconar en la oscuridad.
– ¡Aomine! – Fue el grito de Momoi lo que rompió
la tensión que se había instalado en el gimnasio… – Ven conmigo…
– No me jodas, Satsuki.
– ¡Ahora! – La pelirosa exigió. Y aunque
Aomine no es de los que se amedrentan por órdenes como aquella, algo en él
tironeo unas sensaciones amargas que le subieron hasta la garganta e impulsaron
a sus pies a moverse.
Sakurai le siguió con la mirada, hubiera
preferido que Aomine se negara y dijera que era con él con quien deseaba
hablar, explicarle algo, la razón por la que se molestaba cuando sus compañeros
se acercaban a él. Aunque lo de Imayoshi había ido realmente lejos.
– Discúlpame Sakurai, es solo que hay algunos
idiotas que solo pueden reaccionar a base de golpes bajos… – El Capitán palmeó
la espalda del castaño, sonriéndole con aquella típica expresión relajada de su
cara.
– Por favor, Imayoshi-senpai; no haga eso de
nuevo, no me ha gustado de ninguna manera. Lo siento por ocasionarle problemas
con Aomine-senpai… – El castaño murmuró honestamente incómodo. El mayor lanzó
una risita y le desordenó el cabello.
– No te disculpes, chico. Te aseguro que
pronto todo estará correctamente encauzado. Aomine es un desgraciado, pero es
un hombre, tomará sus debidas responsabilidades.
Por un segundo el castaño palideció. La forma
en que el mayor le ha hablado le hizo pensar en la probabilidad de que su
senpai de alguna manera se haya enterado de cómo estaban las cosas ahora. Pero
al instante se dijo que era imposible. Después de todo nadie, absolutamente
nadie, supo de su reciente visita al médico. Ni de la noticia que recibió
aquella mañana.
– ¿Oye, estás bien?
– S-sí, lo siento…
– ¡Sakurai! – Todos exclamaron cuando el
castaño se desvaneció en la duela.
--//--
Fuera del gimnasio, la pelirosa cruzó los
brazos y con el ceño fruncido encaró al moreno.
– Realmente, qué pasa por tu cabeza cuando te
comportas así, Aomine.
– No te metas, Satsuki.
– No me metería si fueras un poco más
consciente del mundo a tu alrededor, y no considerarte tu propio mundo.
– ¿Esto tiene algún propósito? Porque estoy
aburriéndome… – El moreno bostezó con expresión desinteresada, picándose el
oído distraídamente.
– Te lo diré de manera sencilla, Aomine.
Aclara tus sentimientos por Sakurai-kun o yo misma me encargaré de encontrar un
chico que sepa apreciarlo.
– Mantente al margen, Satsuki, no creas que
por ser chica voy a detenerme. Ryo es mío.
– Sakurai-kun no es un objeto, Aomine. Si él
te gusta…
– Lo único que me gusta es el sexo con él.
Momoi abrió los ojos de par en par. No por la
implicación en las palabras del moreno, sino por el descaro y la falta de
emociones en su tono, en su expresión. Estuvo por replicarle cuando vieron
salir del gimnasio a los chicos, Imayoshi lleva en brazos a Sakurai, algo arde
en el interior de Aomine con la misma ira de antes, tensa los puños pero antes
de iniciar otra pelea, se percata del estado del moreno.
– Ryo… – Es el único murmullo que sale de sus
labios antes de dar un paso con la intención de seguirles.
Intención que muere al siguiente paso. Por
alguna razón –orgullo tal vez, o quizá miedo, un miedo tan primitivo que rara
vez llega a la conciencia pero domina desde el inconsciente– su cuerpo se clava
y sus pies se detienen. Su mirada sigue el andar de los chicos, comprende que
van rumbo a la enfermería. Momoi dice algo que no alcanza a escuchar y los
sigue. Aomine traga hondo, tiene un extraño presentimiento.
…
Kasamatsu y Kagami estaban observando a la
distancia a Kise y Kuroko. Finalmente han pasado toda la tarde juntos, mirando
todas las tiendas en el centro comercial. El rubio y el peliazul estaban
mirando ropa, para cuando la tripa sea
evidente y haya que vestir a la moda, o eso decía Kise, porque Kuroko
encontraba tanta explicación de cortes, diseños, colores y un largo etcétera
que seguía parloteando su amigo. El pelirrojo y el de ojos cromados comenzaban
a sentirse hastiados, algún que otro bostezo incluso ha aparecido en los
últimos minutos, y Kagami presiente además que en cosa de nada Kuroko comenzará
a tener hambre.
– Oye Kagami, ¿no te tomó por sorpresa saber
que Kise y yo estamos saliendo? – Kasamatsu miró de soslayo al pelirrojo, el 10
de Seirin tenía cara de aburrimiento.
– Lo que ese rubio haga o deje de hacer con
su vida me tiene sin cuidado. Aunque honestamente pensé que había algo de química entre Kise y el bastardo
de Aomine.
– Lo sé… – El de ojos cromados desvió la
mirada, buscando nuevamente a su novio, que sonreía la mar de contento porque
al parecer ha conseguido convencer a Kuroko de comprarle algunas prendas… –
¿Qué hay de Kuroko, tuvo algo con Aomine? Kise dice que llegó a envidiar la
relación que ellos dos tenían, entendiéndose incluso sin palabras, pasando
tiempo juntos después de clases.
– Tetsuya no habla mucho acerca de su vida en
Teiko… – Kagami se limita a responder, sintiendo esa acidez en la boca del
estómago que viene de los celos… – No sé qué le verían de cualquier manera a
ese imbécil.
Kasamatsu asintió. Pero más o menos se daba
una idea. Aomine no era para nada su tipo –¡Él no tiene un tipo! Que le guste
Kise es simplemente único e irrepetible–, pero le reconoce cierto porte varonil,
el talento a manos llenas y personalidad, supone que eso sedujo a Kise y a Kuroko. Y sabe que son las cosas que él no
tendrá. Sigue sintiendo esa espinita en el pensamiento acerca de la solidez de
los sentimientos de Kise por él. Que el rubio esté embarazado no es garantía de
nada más que el hecho de que tendrán un hijo juntos. Pero en cualquier momento
Kise podría encontrar a alguien mejor, alguien como Aomine.
– ¿Piensas que estarás con Kuroko para
siempre, Kagami?
– Naturalmente. Tetsuya y yo nos amamos. Tsk,
eso sonó demasiado cursi… – Rascándose la nuca con aire avergonzado y molesto,
el pelirrojo trató de restarle importancia a sus propias palabras.
Kasamatsu sonrió suavemente. A él le gustaría
tener la confianza y esa dosis de cursilería de la que Kagami lucía tan
avergonzado. Pero no era así, incluso si su relación con Kise va todo lo en
serio posible, piensa que no hay seguridad en que sea para siempre. Simplemente no puede evitar aquellos pensamientos. No
quiere ser pesimista, y quizá peca de realista.
– Joder,
siempre termino pensando en lo mismo y con un bendito dolor de cabeza.
– ¿Kise y tú lo han hablado con sus
respectivas familias?
– No.
– Ah, yo que pensaba que podría pedir algún
consejo.
– ¿Kuroko y tú tampoco lo han hablado con sus
familias?
– No. Aunque en realidad solo debemos hablar
con su familia, mi padre continúa en Estados Unidos y no tiene fecha para
volver pronto.
– Aún así debería saberlo, ¿no?
– Supongo que sí, pero no quiero decírselo
por teléfono.
Kasamatsu iba a plantearle la posibilidad de
que su padre no llegara en los meses del embarazo y la sorpresa que se llevaría
si de repente solo se encuentra con que es abuelo, pero desistió de
mencionarlo, después de todo tiene sus propios asuntos qué resolver.
– Por qué están tan callados y con esas
caras~ – El rubio se sentó en las piernas de su novio, estirándole las mejillas
esperando conseguir que aunque fuera a la fuerza esbozara una sonrisa.
– Taiga, tengo hambre… – El peliazul suspiró
tras librarse del asedio modista del rubio, aunque ahora su novio tuviese que
cargar un par de bolsos más.
– Bien, vamos a cenar a casa, ¿te parece?
Cocinaré para ti.
– Ka-ga-mi~ – El rubio canturreó sílaba a
sílaba, sonreía pero no se le veía particularmente feliz… – Kurokocchi es una
persona muy, muy especial para mí; así que date por enterado, le haces el
mínimo daño y te las verás conmigo.
– No es una advertencia que tengas que
hacerme, Kise. Kuroko es aún más especial para mí, y vamos a ser padres. Así
que mejor ocúpate de tu relación y saca tus narices de la mía… – Con tono
receloso el pelirrojo tiró de su novio fuera de la tienda, feliz de poder
largarse finalmente y volver a casa. Está harto, y todo lo que quiere es la
serenidad de su casa, mimar a su novio y dormir abrazados.
– Taiga…
– ¿Mh?
– La semana entrante está programada mi
primer eco, ¿vendrás, verdad?
– Por supuesto.
– Taiga…
– ¿Qué?
– Gracias… – Da un ligero apretón a la mano
de su novio, dedicándole una de esas sonrisas que tiene reservadas para él. El
corazón del pelirrojo se dispara, es demasiado lindo y transparente. Le
encanta. Hace que se ruborice.
– ¡Tsk, maldición! – Gruñe por lo bajo con
las mejillas ardiendo y ese calorcito subiéndole por las entrañas. De pronto se
da cuenta de que hace días que no hace el amor con Kuroko y le echa en falta,
quiere hacer más que mimarle con besos dulces y caricias respetuosas, hoy no se
siente tan cansado aunque ha tenido tiempo para agotar su mente de tanto
pensar.
…
Koganei era hiperactivo, demasiado en algunas
ocasiones, Mitobe lo sabe pero no le importa porque así le ha conocido desde
siempre, y puede ser que eso haya sido lo que más le ha gustado. Al principio,
cuando el pívot dejó de usar el habla para comunicarse con las personas, su
amigo minino se le quedaba mirando
largo rato en el mismo silencio que él.
– ¿No
te aburres de no hablar? – Le preguntaba, pero su amigo solo negaba agitando la
cabeza… – ¿Tienes alguna razón para no hablar? – el más alto simplemente
encogió los hombros… – Bueno, supongo que será divertido, ahora tendremos que
encontrar la manera de seguir hablando sin hablar.
Por razones como aquella, Mitobe había
aprendido a querer a Koganei como su alma gemela, las palabras nunca hacían
falta, y su minino le entendía a la
perfección el mutismo. ¿Razones? Las hay, no hay acción humana que no tenga una
motivación para ser ejecutada, es solo que Mitobe no quiere pensar en ello,
solo quiere seguir adelante con su vida.
– Oye, en qué estás pensando… – Koganei le
pregunta suavemente, sonriéndole con la mirada y revoloteando alrededor de él
como auténtico minino en busca de atención. Mitobe le sonríe, le atrapa
fácilmente y acaricia su mejilla, jura que el menor ronronea bajo su tacto y se
relaja… – Ven a mi casa hoy, mis papás no llegarán sino hasta muy tarde, tienen
una cena especial…
Mitobe asiente, le atrae suavemente hasta sus
labios besándole despacio. Le gusta cuando Koganei se deja hacer, cuando
suspira contra su boca y busca un poco más de contacto frotándose decididamente
contra él. Mitobe le carga en brazos y le empuja contra los casilleros, todos
se han ido ya, hoy les ha tocado encargarse de dejar todo recogido y limpio. El
pívot sonríe con inocencia, su minino
luce desesperado por arrancarle la ropa. Es un gatito salvaje cuando quiere.
– Sé que dije sobre ir a mi casa… – Koganei
sonríe juguetón mientras le saca la playera del uniforme de prácticas, una
mirada de su novio le ha bastado para saber que le está divirtiendo su
repentina prisa por hacerlo… – Pero
ahora te tengo para mí solito, y hace mucho que no podíamos tener nuestro
tiempo de calidad.
El pívot le pellizca una mejilla con cariño,
le besa despacio y tironea de su labio inferior arrancándole un jadeo alterado.
Le está dando luz verde a su deseo de montárselo ahí. Por un instante se
pregunta si serán los únicos que lleguen tan lejos en el gimnasio, pero casi luego una risa suena en su
pensamiento, duda muchísimo del autocontrol de Kagami con Kuroko, y ellos se
han quedado de último muchas más veces. Está bien hacerlo esta vez, una
fantasía que cumplir de la larga lista de ambos.
…
A Momoi le brilla la mirada, no para de
alternar la mirada entre Kuroko y Kise, no sabe si es su imaginación o si realmente
lucen más radiantes que nunca. Kagami y Kasamatsu no están de buen humor, les
pone de los nervios que no llegue el momento en que la pelirosa deje de chillar
emocionada por el embarazo de sus amigos.
– Aunque era yo quien quería tener los hijos
de Tetsu-kun… – Lagrimea falsamente, Kagami chasquea la lengua y con recelo
termina abrazando a su novio con aire posesivo, solo por si las dudas.
– Momoi-san, ¿Sakurai-kun le ha dicho ya a
Aomine sobre su estado?
– No. Sakurai-kun no le dirige la palabra, y
Aomine ahora es más bestia que nunca, y su humor está en el límite, no tolera
que nadie mire siquiera a Sakurai-kun, pero mismo Sakurai-kun le ha pedido que
deje de comportarse así.
– ¿Entonces ellos no están saliendo?
– Dudo que pueda decirse que salieron en
algún momento. Ya conocemos a Aomine, es tan bruto como un cavernícola… – La
pelirosa dijo con tono resentido.
– Aomine tiene sus motivos, no hay por qué
ser tan duros con él… – Kuroko le defiende con tono sereno pero firme. A Kagami
le pincha algo de celos.
– Probablemente tenga sus razones, pero
Tetsu-kun también tenemos que pensar en Sakurai-kun, él va a tener un hijo de
los dos.
– ¿Y sí es de Aomine? – Kise pregunta, no
porque intente desconfiar del castaño, simplemente no le conoce. Momoi suspira.
– Sakurai-kun no habría sostenido relaciones
íntimas con nadie que no sea Aomine, ya que está enamorado de él. Kise-kun, tú
debes entenderlo, igual que Tetsu-kun; ¿no es esa la razón por la que también
serán madres?
– Por supuesto… – Kuroko responde, Kise
asiente efusivamente y aprieta la mano de Kasamatsu. Kagami por su parte se
siente incómodo. De alguna manera cuando los prodigios de la Generación
Milagrosa se reúnen él se siente irritado y excluido.
– Ya vuelvo… – Anuncia y sin apenas mirar a
los presentes se levanta de la mesa y echa a andar rumbo a los sanitarios. El
peliazul le sigue con la mirada, la tensión en la espalda del pelirrojo le dice
que algo no va bien y se promete preguntarle apenas tengan algo de privacidad.
– ¿Y cuál es la idea ahora, Momocchi?
– Yo esperaba que ustedes hablaran con
Aomine.
– Me mandará al diablo… – Kise gimotea,
Kasamatsu nota cierto resentimiento en sus gestos.
Le da envidia, Aomine puede ocupar fácilmente
el pensamiento de esas tres personas, porque los tres le quieren. Mucho. Aomine
es afortunado pero no lo sabe. Kasamatsu comienza a entender la razón por la
que Kagami se retiró un instante. Pero si él se marcha también se verá raro. O
quizá ni lo noten, están absortos en ayudar
a Aomine.
– Tetsu-kun, háblale tú, estoy segura de que
te escuchará.
– Momoi-san, el único que debe hablar con
Aomine es Sakurai. Lo que está pasando entre ellos es cosa suya, si nos metemos
podríamos complicar más todo.
– Pero Aomine es un tonto, y Sakurai-kun
piensa que no tiene oportunidad alguna.
– Sigue siendo cosa de ellos, no deberíamos
meternos.
– Tetsu-kun…
– Aomine no es tan tonto, solo dale algo de
tiempo y entenderá.
– ¿Y si pasa lo mismo que pasó contigo?
– ¿Qué es lo que pasó entre Aomine y Tetsuya?
– La voz ronca de Kagami hace respingar a la pelirosa. El peliazul levanta la
mirada y engancha sus ojos en los fieros rojizos de su novio. Suspira y le pide
que vuelva a sentarse a su lado, el pelirrojo se niega silenciosamente,
permaneciendo de pie al lado de la mesa.
– Aomine y yo éramos buenos compañeros de
equipo, amigos a nuestra manera. Hubo un tiempo en que estábamos tan unidos que
nos confundimos. Aomine me hacía sentir especial, y a él le gustaba ser centro
de atención de todo el mundo, es egoísta después de todo, pero también es noble
y de buenos sentimientos. Solo hay que saber entenderlo. Supongo que tuvimos química, pero Aomine priorizó el
baloncesto sobre cualquier otra cosa, sobre todo los sentimientos. Pero como
dije antes, tiene sus motivos para eso.
– ¿Entonces a ti te gustaba Aomine? – Kise
cuestiona, esa duda le había intrigado desde la secundaria, tenía su
oportunidad de saberlo con claridad ahora.
Kagami le sostiene la mirada a Kuroko, más
que nadie ahí desea saberlo.
– Supongo que sí. Pero eso fue antes, ahora
solo me gusta Taiga, y más que gustarme, estoy enamorado de él… – El jugador fantasma susurra, nota las
mejillas del tigre encenderse y sus
fieras pupilas ablandarse. Los temores del pelirrojo se esfumaron con sus
palabras, y él se promete asegurarse de que nunca dude de ellas.
Kagami se sienta a su lado, sujeta su mano y
entrelaza sus dedos. Le dirá algo cuando estén solos, ahora está lo
suficientemente avergonzado de sus celos y de sus palabras. Momoi suspira y
sonríe, su cariño por el peliazul es sincero, pero le hace feliz verle enamorado,
así que no es tan doloroso renunciar
a él. Kise siente que ha superado un bache del pasado, Aomine también le
gustaba en la secundaria, incluso antes de salir con Kasamatsu todavía algunas
ocasiones pensar en el moreno le disparaba el pulso, y enfrentarlo en la cancha
le emocionaba demasiado.
– Estamos donde comenzamos. No es que no
entienda el punto de Kurokocchi, pero pienso como Momocchi que Aomine necesita
un empujoncito, Sakurai parece un chico demasiado lindo, no se atreverá a hacer
algo si no se siente apoyado. Así que no hablaremos con Aomine, pero vamos a
brindarle nuestra ayuda a Sakurai~
…
Takao piensa que no debe presionar las cosas
con Midorima. Pero está comenzando a desesperarse como antes de comenzar a salir con el peliverde. No le ha besado
desde aquel día. ¡Ni un roce siquiera!
– Shin-chan~
– ¿Qué quieres?
– Deja de practicar un momento y préstame
atención.
– No voy a dejar de practicar mis tiros
porque se te ocurre, Takao.
El pelinegro suspiró y se dejó caer en la
duela. Veía a su… ¿novio? –bueno, si están saliendo es correcto que lo piense
de esa manera, ¿cierto?– de perfil, concentrado en sus movimientos, encestando
uno a uno cada tiro desde la media cancha. Es obsesivo, con todo lo que le
gusta del baloncesto, es igual con las clases, siempre obteniendo las mejores
notas. ¿Por qué no muestra esos comportamientos obsesivos con él?
– Shin-chan…
– No he terminado, Takao.
– ¿Me deseas? Sexualmente hablando… –
Aquellas palabras consiguieron un efecto que ni en sueños había imaginado el
pelinegro. Vale, en sus fantasías más locas sí que lo había hecho. El caso es
que Midorima falló su tiro.
– Estúpido…
– ¿Ese error fue un sí?
– No.
– Entonces, ¿qué diferencia hay en nuestra
relación de ahora a como era antes? No has vuelto a besarme, no me tomas de la
mano, ni siquiera me miras más de lo cotidiano. ¿No te muevo el piso?
– No soy un contenedor de hormonas
alterables. Y no me interesa andarte besando, menos tomarte de la mano. Que
estupidez.
– Por eso, ¿qué diferencia hay, Shin-chan?
Midorima se acomodó los anteojos, carraspeó y
por primera vez en años de práctica, dejó de lanzar. Caminó lentamente hasta el
sitio en la duela donde el pelinegro estaba sentado, se inclinó y miró
directamente a sus ojos, sin decir nada más le sujetó de la playera y tiró de
él hasta fusionar sus bocas. Era un beso tosco, nada romántico. Takao no
entendía nada, ¿estaba besándolo solo por complacerlo?
Continuará……
No hay comentarios.:
Publicar un comentario
Disculpen las molestias, pero se eliminaran los comentarios con contenido de otras parajes fuera de las que se abordan en este blog, esperamos su comprensión