Escribí este intento de drabble que más bien quedó como oneshot, aunque corto (?) para Abby, una fiel amante del Victuuri *-* es el primer intento de Yuuri activo ;D lo digo por si a alguien no le va verlo en el rol dominante (?)
YuuVic
~*~
Nikiforov era de esos hombres que entendía
perfectamente cómo debía funcionar una relación romántica como la que ha estado
manteniendo con Katsuki desde hace al menos cinco meses. Sabe, que la otra
parte es justamente un hombre también, y que como tal, hay ciertos deseos y
necesidades que no pueden suprimirse. Para él, tal cosa como dominar o ser
dominado “en la cama” no tenían fundamente alguno, se enamoró de un hombre y
como tal suele tratarle. Aunque a veces la personalidad de su novio le daba tal
ternura que solo quería tratarlo con delicadeza y acariciarlo con pétalos de
rosa. ¡Que! Bueno, no podía evitarlo tampoco.
— Es que Yuuri es tan hermoso~. — Dijo.
Honestamente sin importarle que sus compañeros de pista le escucharan.
Mila sonreía con diversión, Georgi
experimentaba una mezcla de ternura y envidia (porque Nikiforov tenía pareja y
él no), y Yurio quería darle una
patada (pero se contenía porque solía estar ocupado mandándose mensajes, fotos
y haciendo llamadas con cierto kazajo). En tanto, Katsuki se sonrojaba, fingía
no escuchar nada y luchaba fuerte por concentrarse en la coreografía, con sus
cuchillas deslizándose sobre el hielo hasta que casi le obligaban a abandonar
la pista y descansar. Ciertamente su estamina seguía siendo superior a la de su
novio, aunque al ruso aquello no le importaba.
— Particularmente en la cama. — Agregó
con una sonrisilla pícara.
— ¡Víctor~!
— ¡Anciano!
Katsuki no encontraba dónde ocultarse.
Plisetski decidía darle una patada a su
compatriota.
Mientras que Mila reía entretenidísima y
Georgi se lamentaba la falta de pareja.
Todos los días eran tan únicos en San
Petersburgo.
…
Cuando volvieron al departamento
compartido (aunque Katsuki se había negado al principio, finalmente se dio
cuenta de que su mejor opción era vivir con su novio), el japonés estaba
enfurruñado.
— Vamos Yuuri~ ¡perdóname~! Además, no
es como si hubiera contado detalles. — Argumentaba, siguiendo los pasos de su
novio departamento adentro.
— Hablar de nuestra intimidad aún sin
detalles es algo privado. P-R-I-V-A-D-O, Víctor. — Exclamó, enfatizando
obviamente la reserva.
La pareja avanzó directo a la habitación,
casi por inercia, ya que solían cambiarse de ropas ni bien llegaban,
colocándose algunas más holgadas y abrigadoras. A veces aquella costumbre, sin
embargo, se convertía en una oportunidad para deleitarse la pupila mientras
observan al otro desnudarse y cambiar sus ropas.
— Yuuri.
— No te estoy disculpando todavía,
Víctor.
— Hagamos el amor.
— ¡Eh! Te digo que no…
— Realmente quiero hacerlo. Justo ahora.
— Dijo, omitiendo la negación de su novio, se acercó, mirándole con ojos cual
cachorro abandonado.
Makkachin, por cierto, se ha quedado
echado en la estancia, advirtiendo en el olor de sus dueños un humor que
demandaría intimidad.
— ¿Piensas que voy a olvidarlo teniendo
sexo, Víctor?
— No es eso, Yuuri. Pero, he estado
pensando en eso todo el día. Hemos estado ocupados y no lo hemos hecho en casi
una semana.
— ¿Y no puedes vivir sin ello?
— No cuando tú eres mi amado novio. —
Respondió seguro, abrazándole la cintura con aire receloso, rozando su nariz
con la ajena, mirándole con esos ojos suplicantes que hacía un lío en el
vientre del japonés, desatando mariposas y a saber qué más dentro suyo que le
volvía débil a las demandas de su amante. — ¿Yuuri~?
Katsuki le sostiene la mirada, sonríe
cariñoso y asiente. De todas formas no es como si pudiera negarlo del todo.
También lo ha estado pensando, y deseando. Una semana de pronto parece eterna,
quizá porque, desde la primera vez, hacer el amor se sentía como una promesa
renovada de amarse.
— Promete contenerte más frente a los
demás. Realmente muero de vergüenza cuando se te suelta la lengua, Víctor. —
Murmura, abrazándole el cuello, acoplándose al cuerpo de su amante mientras
ladea el rostro y un aire erótico y varonil se matiza en sus facciones.
— Lo, prometo, Yuuri~. — Jadea, ansioso
de pronto por más contacto, por más que miradas y susurros.
Así que termina jalando a Katsuki a la
cama, empujándole sobre el lecho y trepando en su regazo, inclinándose cual
felino al acecho y en celo.
— Hoy, quiero sentirte dentro, Yuuri. —
Dijo coqueto, sonriendo cariñoso ante las mejillas ruborizadas de su novio. —
¿No quieres?
— S-sí, quiero. Claro que quiero,
Víctor. — Respondió con un titubeo, tragando hondo y dejándose besar cuando los
labios de su novio asaltaron los suyos.
Pese a todo, Katsuki no estaba muy
acostumbrado a ser quien dirigiera, por ponerlo de alguna manera, durante el
acto sexual. Pocas eran las veces que tomaba el rol “dominante”, sintiéndose
aún un poco torpe y muy inexperto.
— ¿Seguro? Tienes esa mirada, Yuuri.
— Es que…
— ¿Tienes miedo de herirme? — Le ayudó,
notando la dificultad de su amante para expresarse. Katsuki asintió. — No
temas, Yuuri. Cada vez que me has hecho tuyo, me he sentido satisfecho, y por
sobre todo, feliz de pertenecerte. Me gusta cómo me preparas con cuidado, que
me miras continuamente y te tomes tu tiempo para disfrutar de mi cuerpo.
Con renovada confianza, Katsuki comienza
a besar el cuello de su ruso amante. Nikiforov jadeó bajo el tibio tacto de los
mojados labios de su novio, paseándose sin prisa alguna a lo largo de la nívea
línea de su cuello, metiendo su lengua en la sensible cuna de su oído,
mordisqueando el lóbulo y volviendo con besos por la línea hasta el hombro,
encontrando de pronto un poquito molesta la ropa.
— Víctor~.
— Yuuri~.
Suspiran el nombre del otro, saboreando
en los labios la sensación de posesión que es inherente al mutuo y profundo
sentimiento que ha enlazado sus vidas hasta ese punto.
Nikiforov irgue el torso, empuja a
Katsuki por los hombros hasta que ambos se encuentran de rodillas sobre el
colchón, besándose incontables veces mientras desaparecen las prendas
superiores y las caricias de sus manos se vuelven más indiscretas e intencionadas,
palpando bajo el tacto de las yemas de sus dedos la piel febril que se eriza
debajo de ellas.
Encontrar el camino entre los pantalones
del amante no es difícil, tocarse un poco y jadear mucho tampoco. Katsuki le
empuja una vez más, impulsándole a recargarse contra el cabecero de la cama,
Nikiforov sigue su mandato por inercia, preso de excitación y ganas de más,
mucho más.
La mirada del japonés le atrapa, sus
ojos marrones brillan intensamente bajo las micas de sus anteojos mientras le
saca los pantalones y la ropa interior. El ruso sonríe bajo su mirar, traga
hondo y se deja hacer, particularmente cuando su erección es expuesta y los
delgados dedos de su amante le acarician a lo largo, fijando entonces sus
lascivas pupilas en aquel trozo de carne caliente. Katsuki desliza parte de su
cuerpo, casi recostándose sobre la cama, inclina el rostro y cubre de besos la
punta y extensión del erecto miembro.
— Ngh, Yuuri~. — Gimotea, temblando un
poco y excitándose más. Separa las piernas y las extiende, cual ofrenda
entregada en bandeja de oro.
La lengua del japonés se desliza
sigilosa a lo largo, se enreda en la punta y desciende húmeda y caliente hasta
la base. Los labios se abren y encuentran por presa los testículos de
Nikiforov, succionando cada uno de ellos mientras sus oídos se llenan de los
sonidos eróticos que el ruso deja escapar sin pudor alguno. El vello en la base
del pene le importa poco o nada, Katsuki se concentra en ofrecerle placer de la
misma forma en que lo ha recibido en otras ocasiones. Y siente de pronto las
manos del ruso pasearse por su espalda, los dedos colarse bajo su ropa rozando
la curva de su cadera.
— Yuuri~ desnúdate~. — Exige entre
jadeos y aliente caliente. Dispuesto a renunciar al delicioso placer que está
recibiendo.
Katsuki se incorpora, sin atisbo de voz
se saca la ropa con poca sensualidad y sí muchas prisas. Su miembro es revelado
también, la punta rojiza y las venitas inyectadas de sangre dándole vida al
falo caliente. Dispuesto a retomar por donde se ha quedado, no respinga cuando
la postura cambia un poco y Nikiforov busca la forma de complacerse mutuamente.
Montado sobre el japonés, el ruso le ofrece también la oportunidad de alcanzar
su parte más íntima.
— Necesito el lubricante, Víctor. —
Murmura, sacándose por cuenta propia los anteojos porque han comenzado a ser
difíciles de manejar, a empañarse por el calor que desprende de su cuerpo y a
resbalar por el puente de su nariz.
Así, mientras Nikiforov se levanta y
busca el lubricante y los condones en un cajón de la mesita de noche, Katsuki
aprovecha el “descuido” para empujarle de nuevo bajo su cuerpo, quitándole la
oportunidad del mutuo placer. El ruso se deja llevar, sabe que esos son los
momentos que su novio necesita para sentirse seguro, para hacer lo que le dicta
su cuerpo y tomar la iniciativa.
El lubricante y los condones son dejados
a un lado, mientras Nikiforov abre las piernas y las eleva ligeramente, dándole
espacio a Katsuki de acceder a su cuerpo. Yuuri traga hondo, frunce ligeramente
el ceño y fija la mirada, si tuviera mejor visión no se sentiría en desventaja
en un momento tan importante. Víctor sonríe, le gusta todo de él, su tierna
torpeza y sus ganas honestas de hacerle sentir bien.
Katsuki tantea el lado de la cama hasta
topar con la botellita de lubricante, exprima un montón de ella sobre la palma
de su mano y de inmediato lleva la espesa sustancia entre las nalgas de
Nikiforov, esparciéndola allí, donde incluso siente el comprimido anillo
palpitar.
— Ngh~.
— ¿Está frío?
— Sí, Yuuri. Pero sé que vas a
calentarlo para mí. — Sonríe coqueto, atrapando la almohada de al lado cuando,
para distraerle de la dilatación, Katsuki comienza a masturbarle con la boca. —
¡Ngh~!
Los gemidos de Nikiforov aumentan,
equivalente a su placer, entrecierra los ojos y se le tintura el rostro y zonas
de piel de rubor, producto de excitación y, quizá, un poco de vergüenza. Porque
sí, incluso él puede sentir bochorno cuando Katsuki le mima con tal esmero,
presionando una de sus falanges en la carne apretada de su interior,
succionando su hinchado miembro y soportando su propia excitación.
— ¿Te gusta así, Víctor?
— Ngh~ me encanta, Yuuri~. No te
detengas, nh~.
Katsuki sonríe, agrega un segundo dedo
en la cavidad de Nikiforov, y antes que continuar chupándole, lleva su boca a
labios del ruso para besarle. Largo, fogoso, caliente. Se guarda los gemidos
cual si los arrastrase hasta su garganta, mientras empuja sus dedos con un poco
más de fuerza, tocando profundamente el anillo de su amante. Nikiforov arquea
inconscientemente la espalda, apenas un poquito porque el peso de su novio le
impide mayor movimiento, tiembla y roza su falo contra el vientre de Katsuki,
encontrándose sin proponerlo con la entrepierna de éste. Sus pelvis se mueven
involuntariamente entonces, anhelando un placer que les vibra en la piel,
chocan una, dos, tres, muchas veces, el sonido húmedo del chapoteo de los dedos
de Katsuki en el interior de Nikiforov y el propio sonido que emite el choque
de sus cuerpos inunda la habitación de un erotismo sofocante. Los besos, el
roce, las caricias, los suaves gemidos y los calientes jadeos apremian la
necesidad de un contacto más íntimo.
Katsuki rompe el beso primero, un
hilillo de saliva pende de sus labios y rompe cuando la distancia se alarga,
cayendo casi invisible sobre el mentón de Nikiforov. Ni siquiera sabe en qué
momento la almohada que abrazara le fue arrebatada y lanzada al otro lado de la
cama. Casi presiente que su adorable novio tuvo un arranque de celos y se
deshizo de ella porque tiene su linda cara estampada en ella.
— Yuuri~, entra ya.
— Todavía te siento tenso, Víctor.
— Date prisa~. — Exige con una de esas
expresiones lindas a las que Katsuki no puede resistirse.
Y se traslada de nuevo al lugar entre
sus piernas, busca un condón y lo coloca en su
pene, untándolo con lubricante y perfila la cabeza en el agujero del
ruso, presionando apenas un poco conforme empuja firmemente su pelvis y siente
la tensión del anillo al verse “obligado” a ceder ante el intruso que busca
refugio en su interior.
— ¡Ngh~ Víctor~! — Katsuki se derrite
lentamente, la presión de los carnosos anillos de su amante le desenfocan un
poquito, le nubla los sentidos y despierta en él sensaciones que no puede
nombrar o describir.
Es un placer exquisito e infinito.
— ¡Ahh~ Yuuri~! — Gimotea también, entre
adolorido y complacido.
El ruso dobla las rodillas y separa más
sus piernas, mueve ligeramente su pelvis y busca otro ángulo de penetración. Su
amante roza su próstata sin darse cuenta y él se vuelve un manojo de placer y
espasmos que sacuden su cuerpo. Le gusta tanto. Y luego de pronto las manos del
japonés sujetan sus tobillos, y en un segundo sus piernas descansan en los
hombros de éste, mientras el vaivén de caderas se intensifica en profundidad
pero mantiene un ritmo más bien lento.
— Víctor~. — Gime el nombre de su
amante. Una y otra, y otra vez. Y no se cansa de hacerlo.
Porque es su amante el único que inunda
su mente 24/7, cuando le hace el amor, cuando duerme a su lado, cuando
comparten el desayuno y una pista de hielo.
— Víctor~ nghh~. — Su rostro se mueve a
un lado, besando la piel clara a su paso.
Las largas piernas de Nikiforov se
anclan tras su cuello, tensa las pantorrillas y agita sus caderas con un poco
más de velocidad. No tiene suficiente con la profundidad, quiere que le dé un
poco más duro y rápido. Que sea un poco más egoísta y quizá, salvaje.
— Más, Yuuri~. — Demanda con ojos azules
matizados de lujuria. Sus manos descansan entonces sobre los muslos de su
amante, notando bajo su palma la fuerza que el japonés imprime en ellos
mientras embiste con mayor frenesí.
El calor les perla la piel en sudor, el
cabello se les pega al contorno de la cara y favorece el olor sexo
impregnándose en la habitación. Nikiforov comienza a masturbarse cuando el
placer le llena el vientre de fuego, Katsuki estira sus manos y juega con sus
pezones, los pellizca y golpetea con sus dedos, se inclina cuanto puede y se
apropia de ellos con su boca, con sus dientes, con labios y lengua. Los gemidos
de Víctor hacen eco en la alcoba, y el placer de Yuuri se duplica imprimiéndole
un calor abrasador en el bajo vientre.
Están cerca y lo saben. Nikiforov
aumenta el ritmo de su bombeo, cierra los ojos y trata de contenerse pero no lo
logra. Su semilla sale disparada manchándose el pecho. En reacción natural
contrae su anillo, sofoca el pene de Katsuki y lo arrastra con más velocidad al
orgasmo. Cuando Yuuri cae sobre su pecho, respirando agitado y murmura apenas
audible su nombre, Víctor se siente regocijado no solo por el orgasmo, sino por
saber que se pertenecen. Que lo que han compartido es único y que nadie más ha
tenido esas primeras veces como ellos.
Katsuki rueda luego a un lado, se saca
el condón y tras atarlo con cuidado lo lanza al cesto de basura más allá junto
a la cama.
— ¿Quieres ducharte? ¿O prefieres que
use una toalla húmeda, Víctor?
Nikiforov sonríe pícaro, y Katsuki
presiente que aquello no ha terminado.
— ¿Quién necesita limpiarse tan pronto,
Yuuri?
— ¿Eh?
Una ronda de besos, de caricias y
miradas cómplices, de sonrisas enamoradas y un jugueteo casi inocente pero
demasiado erótico entre ellos. Minutos más tarde, excitados de nuevo, es turno
de Nikiforov, de acechar cual felino a su presa, y hacerle el amor. Yuuri
descansa de rodillas sobre el lecho, con el trasero elevado y el tronco de su
novio profundamente dentro, mientras las uñas del ruso trazan senderos sobre la
lechosa piel del japonés, o sus dientes pequeños mordiscos en páramos que hacer
suyos.
Cuando se tiene tiempo y deseo, ¿qué
importa quién se ofrece primero?
FIN
Quien dice que los ukes no pueden ser semes?? Pues he aqui la respuesta nuestro adorable y vergonzoso Yuuri si que sabe serlo... por un momento pensé que iban a quedar asi pero por supuesto Viktor no se iba a quedar con las ganas de probar las mieles de su amado...
ResponderBorrarGracias por el capi!!!