jueves, 1 de junio de 2017

Love History. Oneshot YooSu.



Título: LOVE HISTORY
Autora: Felina
Pareja: YooSu (YunJae & HayaMin implícito)
Género: Romance
Clasificación: NC-17

LOVE HISTORY
~*~


Su historia de amor era como una de esas súper románticas que producen en Hollywood. Al mero estilo de “Pretty Woman”, donde el apuesto y millonario protagonista le saca de esa vida de…

Ah. No.
Realmente no es de ese estilo.

Pero podía pensar en ”City of Angels”, porque se había enamorado de un ángel y…

No. Honestamente tampoco.

¿Titanic? ¿Meet Joe Black? ¿Lake House?

No. No. ¡No!

¿Por qué no había una película tan hermosa como su historia de amor? ¡Eso era un insulto a su romance de ensueño! Que sí, está enamorado hasta el alma y es el hombre más dichoso del mundo pues aquel a quien ama le corresponde y viven en su mundo color de rosa. Aunque no siempre era color de rosa, obviamente, pero casi podía disfrutarlo como sí.

De todas formas, tal vez había algún manga “shojo” con una historia similar a la suya, ¿cierto? ¿cierto?

— Junsu ah, ¿en qué estás divagando tan temprano, mh baby?

Los brazos que rodean su cintura le sacan de sus pensamientos. El tono algo áspero pero dulce susurrando en su oído le crispa la piel y el beso matutino depositado con ternura en su mejilla, le agita el corazón.

Como cada mañana.

— Yoochunnie~ ¡es que es injusto!

— ¿Qué, eh?

Le sigue la corriente, meciéndose junto al cuerpo esbelto de este hombre hermoso que hoy día sigue siendo su más preciosa realidad.

— No hay una historia de amor en el cine tan hermosa como la nuestra~.

Se queja con ese aire infantil tan suyo, mientras retoma la labor de picar algo de fruta para completar el desayuno.

— ¿No? Bueno, es porque es nuestra. Y somos muy exclusivos, baby. — Le conforta con cariño, sonriendo quedito contra la piel desnuda del cuello de su amado, dejando de mecerle pues no quiere, ni de broma, accidente alguno.

— Pero quiero llorar de amor con una película tan empalagosamente romántica como nuestro amor~.

Infla las mejillas y el azabache se ríe gentilmente por las inocentes preocupaciones de su amado. Las rosadas mejillas del castaño se le antojan cual duraznos y, juguetón, termina mordisqueándole la que tiene a su alcance.

— No me comas~.

— Pero tengo hambre, y estás tan apetitoso.

— ¡Pervertido~!

— Qué te quejas, si no te he corrido mano desde hace siglos.

— ¡Exagerado! ¡Apenas ha sido una semana!

— ¡Una eternidad, baby!

Discuten, aunque las sonrisas y los pucheros, junto a las miradas cómplices y algunos besos dulces caen junto a las exclamaciones de la pareja de enamorados. Todo porque, ha de saberse, Park le ha propuesto matrimonio a Kim hace exactamente una semana, y ahora, por alguna de esas loquitas ideas que se le ocurrían a su prometido, estaba ¡prohibidísimo! Hacer cosas H hasta estar formalmente casados.

Por supuesto, Park espera que la idea se esfume pronto, porque si tiene que esperar el par de meses que han fijado para la ceremonia, se vuelve loco por mínimo. Después de conocer el ínfimo placer de hacer el amor con su prometido, era una tortura privarle de tal.

— Sería una película interesante, ¿sabes?

Retoma de pronto, y Park comprende que el tema no será dejado de lado tan fácil. Así que le ayuda a terminar de preparar la mesa y le dedica toda su atención mientras desayunan.

— Comenzaría con dos pequeñines de apenas dos años de edad, conociéndose por azares del destino. Uno de ellos, llorando porque tiene miedo de aprender a ir al baño, así que sigue usando pañal como un bebé.

— Tiene que ser un niño muy bonito. — El azabache agrega, untando de mantequilla su pan.

El castaño sonríe, el halago fue natural.

— El otro nene, más valiente, presumiendo de que él ya es un chico grande, le mostrará sus calzoncitos y parloteará en su lenguaje todavía medio trabado, lo genial que es ser chico grande.

— ¿Te enseñé los calzones?

— Absolutamente, y me arrastraste al baño, para “enseñarme cómo los chicos grandes hacen pipí”. — Dijo, riendo ante el repentino atragantamiento de su prometido.

— Bueno, era un niño inocente. — Agrega, tratando de salvar su orgullo infantil.

— La película tendría que mostrar cómo, desde entonces, estuvimos juntos siempre. Yendo al mismo centro infantil, al jardín de niños, y toda nuestra historia académica hasta la universidad.

Y la charla continuó, memorando todos los “primeros” compartidos. Porque sí, el uno para el otro han sido el primero. El primer amor, los primeros celos, las primeras confusiones en la sexualidad, la primera confesión, el primer beso. El primer todo.


— Sería una película hermosa, ¿cierto, Yoochun?

— Lo sería, baby. — Sonríe, alargando el torso por encima de la mesa y besándole casto los labios. — Pero esto, lo que tenemos tú y yo ahora, seguirá siendo la historia más hermosa que yo pueda conocer, Junsu ah.

El castaño suspira, y sonríe cómplice del mismo sentimiento. Estira los brazos y acunando el rostro de su prometido le atrae por otro beso, algo más largo y profundo, pero tan dulce y sublime como ese sentimiento justo que les late en el corazón. El desayuno queda a medias por algunos minutos, porque entonces besarse es más importante, es el alimento para el alma.

~*~

Esa mañana se habían despedida entre montones de besos dulces y palabras tiernas. Honestamente, podían hacerse muchos algodones de azúcar con toda esa actitud melosa.

— Extráñame, baby.

— Por supuesto~ tú a mí también Chunnie~.

— ¿Cómo? Pero si ya te extraño y todavía no nos separamos.

— ¡Tan romántico~!

El castaño exclama y se cuelga otra vez del cuello de su prometido. Le llena el rostro de besos mientras el azabache sonríe como el idiota enamorado que es y se deja hacer, todo para devolverle el gesto multiplicado por tres en cuanto le libera de sus besos.

El reloj continúa haciendo tic tac sin que la joven pareja consiga avanzar más allá de las puertas en el elevador del parking del edificio de departamentos donde viven. Finalmente, el carraspeo de alguien al pasar rompe la burbuja, al menos de momento. Porque en cuanto el susodicho se aleja, ellos vuelven a llenarse de mimos. Un minuto después el tono del móvil de cada uno irrumpe de nuevo.

— ¿Qué quieres, Yunho?

Sé que debes estar todavía despidiéndote de Junsu, los conozco. Así que mueve el trasero y ven aquí, ya estás retrasado y tenemos una reunión importante.

— Me arruinas el momento, ¿sabes?

Sí, sí. ¡Muévete!

Sin ánimo de seguirle el juego, Jung, amigo y socio de negocios de Park, había cortado la llamada al instante. Lo mismo había sido para el castaño, quien ha recibido el llamado de Jaejoong, amigo de antaño que dirige un estudio de música junto al castaño.

— Jaejoong me ha reñido~. — Se queja pucheroso, sabiendo que esos labios alzados en trompetilla serían inmediatamente besados.

— Ya, es que tienen un poquito de envidia porque nos amamos y vamos a casarnos, baby. Déjales ser, ya luego se les pasa y nos dejan tranquilos. — Le conforta entre caricias de mejillas y más besos.

— Llega temprano, ¿bien? Hay un montón de cosas para comenzar a revisar, Chun.

— Está bien, estaré a tiempo para la cena.

Obligados a despedirse de momento, cada uno parte en su auto a su respectivo trabajo. En el camino, Park memora casi sin darse cuenta aquella primera vez en que le besó.


Había sido una tarde calurosa de verano, aturdido por el clima, Park se había escapado de una clase y recluido en el club de natación. Se había metido en la alberca sin ánimo de abandonar las frescas aguas, apenas manteniéndose a flote en la superficie. Kim le había seguido por inercia, porque solían ir a todas partes juntos, y donde estaba uno debía estar el otro. Pero el castaño no había querido mojar sus ropas, tenían deportes después y sería un lío todo el asunto. Así que se había resignado a doblar sus pantalones y sentarse en la loza, con sus pies descalzos salpicando el interior, y un helado succionado en su boca.

Aquella había sido la primera vez que el azabache estuvo consciente de cómo sus ojos le traicionaban y miraban a su mejor amigo mientras comía helado. La forma en que los rosados labios se apretaban en el plástico para succionar el frío interior, cómo los relamía de tanto y tanto y hasta la forma en que las gotas de sudor se le perlaban en la frente o surcaban el contorno de su cara.

— Eres sexy, Junsu.

— ¿Qué?

Ni Park había repetido lo dicho, ni Kim se había animado en preguntar otra vez. Aunque realmente dudaba de haber escuchado correctamente.

Park sin embargo había nadado hasta su lado, y colocado sus manos en las rodillas del menor de los dos. Kim le miró lánguidamente, saboreando los últimos resquicios de su helado, quejándose de que le mojaba el pantalón.

— ¿Te gustaría intentarlo, Junsu?

— ¿Qué cosa?

La respuesta le llegó al instante. Sin palabras, pero con acciones. Park se había impulsado de alguna manera hacia el frente, alargando el torso tanto como pudo hasta que su rostro quedó a la altura del otro, rozándole los labios con los propios. Un beso efímero, casi irreal, casi insignificante.

— Fríos. — Murmuró, haciendo clara referencia a los pliegues carnosos de su mejor amigo.

Kim parpadeó varias veces, antes de empujarle con fuerza y mandarlo hacia atrás, salpicando un montón de agua y chillando con aire ofendido y avergonzado.

— ¡Qué haces, Yoochun!

— Vamos, no te enojes.

— ¡No estoy enojado!

— ¿Ah, no?

— ¡No! ¡Pero ha sido trampa! Robaste mi primer beso~ ¡hazte responsable!

— ¿Eh? Ah, sí. Claro.


— Pensándolo bien, ¿no debería haber sido desde ese momento que comenzamos a salir? — Park meditó, girando en la avenida y divagando en sus recuerdos todavía… — Como yo lo recuerdo, me le confesé hasta el año siguiente, cuando cumplió los 16.


Cuando Junsu llegó a su trabajo, no hacía otra cosa más que suspirar. No hacía demasiado que se ha despedido de su prometido, pero ya le extrañaba.

— ¿En serio, Junsu?

Su socio y amigo dijo, sacándole de sus pensamientos mientras sorbe de su taza de café y se sienta, de elegante forma, en el sofá de la oficina en el estudio de música que administran juntos.

— Jaejoong hyung~ ¡realmente amo a ese tonto pervertido!

— Estoy de acuerdo en que es un tonto pervertido. Y ciertamente sé que lo amas, pero, concéntrate en el trabajo, ¿quieres?

— Hago mi mejor esfuerzo~ pero esta mañana no pude despedirme como quería~.

— ¿Qué? ¿No tuviste suficientes mimos? Porque es seguro que sexo no han tenido.

— ¡No me lo recuerdes, hyung~! ¡También extraño que ese tonto pervertido me haga sentir bien~!

— Bueno, fue tu idea eso de la abstinencia hasta la ceremonia de matrimonio. Así que quejarte es un poco. — El hombre sonrió, entre divertido y comprensivo. Caray, si él tuviese que dejar de tener sus deliciosas noches de placer con su amante, también se sentiría un poquito desesperado por el contacto íntimo.

El castaño suspiró, por enésima vez desde que llegara a la oficina, comenzó a revisar unas letras de canciones e inconscientemente su mente divagó. Bueno, ya que su amigo ha tocado el tema del sexo. Él recuerda perfectamente cómo comenzó su “interacción sexual” con el azabache.


Hacía varias semanas que Yoochun le había besado por primera vez en el club de natación. Después de ello, le robaba al menos uno o dos besos cada día donde se le ocurriera. Claro que, siempre cuidando que nadie les viera. Pero, se estaba volviendo una costumbre de la que, para qué negarlo, Junsu no se quejaba.

Pero, ¿no estaban siendo los besos cada día un poco más diferentes a los anteriores? Es decir, justo esa mañana, mientras le secuestraba en un rincón del patio en el colegio, no solo había sido un beso con lengua y mucha saliva, y hasta dientes, sino que además las manos del azabache le habían estrujado el trasero con una confianza no del todo desconocida –realmente Park solía meterse con el trasero de Kim bastante a menudo–, pero la forma en que sus pelvis se habían estrechado. Poniéndolo en palabras cortas, Kim había notado la erección de Park, y a él le había entrado un calor que ¡Uff!

— ¡Junsu!

La voz de Park –sexy, a decir verdad– ha venido desde el otro lado del pasillo, en tanto caminan al aula, el castaño ha vuelto la mirada y esperado a su “amigo” con un inoportuno sonrojo en las mejillas.

— Vamos a mi casa terminando las clases.

— ¿Eh?

El azabache se le acercó, pasando un brazo por los hombros del castaño y susurrando en su oído aquellas palabras que hicieron un manojo de nervios al menor de los dos.

— Tengo una película porno que debemos ver juntos.

Obviamente, a Junsu se le habían subido los colores al rostro, y durante el resto de las clases no pudo concentrarse para nada. Yoochun, por su parte, estaba la mar de tranquilo, como si lo que hubiese propuesto fuera lo mismo que decir “pon el videojuego que quieras”.

— ¿Junsu? Hey, Junsu. ¡Kim Junsu!

— ¡Qué!

— No es para que me grites, sabes.

— Ah, hyung~ lo siento. Es que, estaba, distraído.

— Obviamente.

A saber, quien ha irrumpido en los pensamientos del castaño ha sido su hermano gemelo (aunque en realidad fuesen más diferentes de lo que cualquiera podría esperar de unos gemelos).

— Así que, ¿qué me decías, hyung?

— Te preguntaba si otra vez volverías por tu cuenta a casa.

— Ah, sí.

— Te estás juntando demasiado con Yoochun, ¿no?

— ¿Qué? Claro que no, es, lo normal, creo yo.

— Bueno, sé que es tu mejor amigo y eso pero, realmente pienso que están pasando demasiado tiempo juntos.

— ¿Qué es esto, hyung~? ¿Me extrañas? — Preguntó con tonito inocente y juguetón, colgándose del brazo de su gemelo mientras le hacía ojitos.

Todo sin darse cuenta de que un par de pozos negros les miraba con recelo.

— No es eso, estoy preocupado por ti solamente, Junsu.

— ¿Qué hay para preocuparse, hyung?

— Estás enamorado de él. — Dijo.

Y fue como una bofetada de realidad para el castaño. Porque, obviamente, aquellas palabras en voz de su gemelo han sido una aseveración, sin pauta para dudas.

— Y, ¿eso es un problema? — Se anima en preguntar. Soltando un tono más áspero de lo que pretendiera.

JunHo, su gemelo, suspiró, agitó la cabeza en negación y luego le revolvió el cabello al castaño.

— No tengo nada qué decir si sabes lo que estás haciendo, Junsu.

— Yo, no tengo arrepentimientos, hyung.

Cuando JunHo se retiró, abandonando el aula con una sonrisa, demostrando así que confiaba en su gemelo. Park entró en la misma por la puerta contraria.

— ¿Todo bien, Junsu?

El castaño volvió la mirada hacia el azabache. Sonrió y aseguró que sí. Y juntos se encaminaron a la casa de Park.

Al arribo, tal como el castaño imaginara, la madre de su mejor amigo estaba de salida.

— Pórtense bien, ok. No vayan a dejar muy sucia la habitación, Yoochun.

— Sí, mamá. No somos tan críos.

— Aigoo~ mira qué me vienes a decir, Yoochun. Junsu ah, cariño, quéjate conmigo si es necesario, ¿bien?

— Vaya tranquila, Sra. Park.

Tras despedirse de la progenitora Park, el azabache arrastró al castaño a su habitación, lanzando por ahí al descuido los bolsos, sentándole en el piso frente a la pantalla, rebuscando el video para adultos entre sus cosas.

— ¿Vas a ponerlo ya, Yoochun?

— ¿Eh? Sí, por qué, ¿no quieres?

El castaño se mordió el labio inferior, comenzando a ponerse nervioso.

— No es eso, pero…

— ¡Oh, ya sé! Los pañuelos. — Dijo, apresurándose por una caja de pañuelos desechables.

— N-no, Yoochun. — Kim parloteó, pero sin mayor seguridad pues no consiguió que sus palabras llegaran a oídos del entusiasmado azabache.

— Muy bien, pañuelos listos, DVD listo, ánimos listos. ¡Allá vamos!

En pensamientos de Kim, eso era casi una tortura.


Volviendo a la actualidad, Junsu llevaba toda la mañana suspirando insistentemente, vagando en sus recuerdos y tal, que Jaejoong le ha reñido en varias ocasiones.

— Deberías dejar de hacerte el puro y sencillamente tener sexo con Yoochun.

— ¡Pero no quiero, Jaejoong hyung! — Gimoteó casi ofendido.

— A mi parecer ganas es lo que más tienes, Junsu. Así que tanto como no querer, ni tú te la crees.

— ¡Hyung~!

— Oh, vamos Junsu, no es como si fuera requisito estar limpio de perversiones de aquí al día de tu boda. Virgen de todas formas ya no eres.

— ¡Hyung~!

— No tienes argumentos para defenderte de mí, Junsu.

El castaño suspiró, gimoteó y selló los labios. ¡Tenía toda la condenada razón! Miró su teléfono móvil y, tras anunciar que necesitaba salir un momento, se perdió en la azotea del edificio, marcando el número de su prometido.

¿Junsu baby?

— Yoochunnie~ esta noche, después de revisar los planes para el viaje de bodas, ¡hazme apropiadamente el amor! — Dijo. Y sin dar tiempo a nada al otro lado de la línea, colgó.

El castaño regresó a la oficina con un adorable sonrojo en las mejillas, y una expectativa casi entrañable a la intimidad. A varios kilómetros de ahí, Park sonreía como el idiota enamorado que es.

— Tienes esa expresión que tantas ganas me dan de quitarte con un puñetazo, Yoochun.

— Yunho, hoy no puedes arruinarme el humor de ninguna manera.

— Oh por dios, finalmente Junsu te dejará correrle mano.

— ChangMin, qué demonios haces entrando en mi oficina sin anunciarte.

— En primer lugar, Park, me anuncié, que estés con la cabeza en otro lascivo lugar no es mi culpa. Y en segundo lugar, qué mierda tengo que pedirte permiso, trabajo aquí también.

Nada como los buenos amigos, ¿cierto?


Siendo honestos, cuando se es adolescente más que funcionar las neuronas lo hacen las hormonas, y eso es lo que incluso Yoochun estaba esperando pero, resultaba que, tras haber encendido el DVD y comenzara la “acción”, el amiguito al sur de su ombligo no estaba particularmente interesado en las escenas que estaban transcurriendo (aunque comenzaban a aparecer los desnudos y los toqueteos indecentes).

Sentado a su lado, con las piernas cruzadas y un cojín en el hueco entre ellas, Junsu estaba rojo hasta las orejas, pero no estaba para nada “respondiendo” tampoco.

¿Será que me timaron y esto no es tan caliente como debiera? — Pensaba.

Sí.
P – E – N S – A – B – A

Como se señalara antes, las hormonas no le estaban trabajando en esos momentos. Todo y que las condiciones eran ideales, es decir ¡tiene una porno en la tv!

Ahh~

La voz femenina de la actriz hizo eco en sus oídos. Pero lejos de excitarlos solo consiguió que Park comenzara a preguntarse si algo andaba mal con él y su salud sexual (específicamente el amiguito al sur de su ombligo, si sirve de algo la aclaración), mientras que Kim terminó desviando la mirada hacia su derecha (como lo hiciera al otro lado se encontraba con el rostro de su amigo, y, no gracias).

Amo~ su enorme arma no puede ser almacenada ahí~ ahh~

Una vez más, la voz de la actriz les entró por un oído. Pero francamente les salió por el otro sin conseguir el efecto esperado. Junsu seguía mirando apenas de soslayo, mientras retorcía sus manos en el cojín en medio de sus piernas y se negaba a pensar en Yoochun haciéndole ese tipo de obscenidades.

¡No puede ser~! He comenzado a pensar en Yoochun y yo teniendo sexo~. — Gimoteó. En pensamientos, por las dudas.

Ah, la voz de la chica es demasiado chillona, y el tipo está demasiado escuálido. Esto no me está excitando para nada, me siento más emocionado cuando beso a Junsu.

Clic.

Sí, señoras y señores, el famoso “clic” ha vuelto. Y ha funcionado. O algo. La cuestión es que Park ha sentido algo así como la iluminación, e inconscientemente ha virado la mirada hacia su amigo. Justo al tiempo en que Kim volteaba hacia él también.

El choque de sus ojos fue una explosión de tantas cosas, que ninguno sabría decir con exactitud qué tantas de ellas. Emoción, vergüenza, excitación, deseo, incertidumbre, iluminación.

Y un bendito –anótese un toque de sarcasmo– latigazo en el bajo vientre que terminó con sus erecciones bien atentas y listas para despertar.

Los jadeos, gemidos y otras palabras indecentes continuaron sonando en la tv, pero las miradas de los adolescentes estaban más ocupadas en no soltarse como para prestarles atención.

Park tragó hondo. Kim le imitó.
Kim se relamió el labio inferior. Park le atacó.

¿Tal vez Yoochun planeaba dejarle sin aliento? Porque ¡santo cielo! Le estaba besando tan profunda y apasionadamente que Kim comenzaba a sentir que le temblaba el cuerpo entero. Y bueno, sí, la entrepierna le estaba reaccionando también.

Lengua, dientes, más lengua y mucha saliva. ¡Al fin le despertaron las hormonas!
Sí, honestamente el azabache estaba feliz por ello, que casi se montaba fiesta por ello. No, corrección, besar al castaño con aquel apremio era per se una auténtica celebración. Al carajo los jadeos y gemidos de la porno en la tv, hacer esto con Junsu era millones de veces más excitante.

— Ng~. No me muerdas, Chun~. — Gimoteó tras ser liberado de la presión de la boca ajena, respirando laboriosamente, con los labios rojos y húmedos.

— Lo siento, ha sido un impulso, Su. — Sonríe. Y honestamente que no había ni rastro de arrepentimiento alguno en sus ojos negros.

El castaño le golpeó el pecho por mero acto reflejo. Un gesto de nervios y excitación a decir verdad. Pero le devolvió de todas formas la sonrisa. Y a aquella cómplice reacción le siguió otro beso. Algo más húmedo pero, de alguna manera, lento y seductor. Al final, Park le había lamido gentilmente los labios, retirándose con un dulce y corto roce.

— Por qué tan de repente. — Suspiró el castaño, notando el acelerado latir de su corazón y las tibias mejillas.

— Porque me encantas, y siempre que te veo así, tan tierno y tímido, quiero comerte a besos, Junsu. — Responde. Y hay pura honestidad en sus ojos, en la confianza de su voz.

En la sensatez de su cuerpo, porque sí, la erección entre sus piernas también era evidente. Sus hormonas naturalmente han despertado, pero incluso para ellos resultaba claro que no era solo calentura, que algo más sublime les unía.

— ¿Tengo cara de comida acaso? — Preguntó con tono juguetón, mucho más relajado cuando el azabache se acomoda más cerca, apostando las piernas alrededor de él, acunándole en el centro.

— No. Tienes cara bonita, es como que gritas que te devore a besos.

Ambos ríen, y terminan besándose en efecto numerosas veces más.

Las voces del DVD en la tv han quedado completamente en el olvido, aunque siguen haciendo eco en la habitación del azabache. En tanto, los besos que comparten los adolescentes varían de emoción, yendo desde los más tiernos, a los apasionados, de los húmedos a los tímidos, cambiando a fogosos y terminando en dulces; todo para volver a empezar, o intercalar de todos ellos una y otra vez. Esa era, a su manera, la primera vez que estos besos llegaban así, uno tras otro y sin ánimo de retroceder, de renunciar o de posponerlo “para después”.

Los minutos transcurrieron entre besos y esa cercanía que les despertaba un calor que se les anidaba en la boca del estómago antes de descender hasta la entrepierna. Hacía rato que las erecciones de ambos estaban despiertas, pero al momento ninguno se animaba en separarse y atenderse. Bueno, aquello estaba por cambiar.

Park rompió un beso apasionado, cerrándole con dulzura, paseó los labios por las mejillas tibias de Kim y terminó en su frente antes de mirarle a los ojos y hablar.

— Junsu ah, estás duro.

No. No ha sido pregunta. Ha sido la pura verdad, con voz ronca, áspera, varonil. Al castaño le tembló el cuerpo entero al oírlo. Y de paso se sonrojó hasta las orejas por la indiscreta realidad.

— No soy el único, Yoochun~.

Se quejó, señalando inconscientemente el bulto bajo los pantalones de su “amigo”.
Park desvió su mirada, observándose a sí mismo. Luego a Kim, torciendo una sonrisa siniestra.

— Q-qué, por qué me miras así.

— ¿No es obvio? ¿Qué hacemos cuando estamos excitados?

— Yo n-no…

— ¡Claro que sí! Te masturbas, Junsu.

— ¡Yoochun~!

— ¿Qué? Todo adolescente sano como nosotros lo hace, ni en sueños te creería tan inocente como para no masturbarte.

— ¡Pero no necesitas decirlo así! — Gimoteó. Sí, avergonzado, pucheando y todo.

— Ya, ya. No es para burlarme ni nada. Yo me masturbo y no le veo lo malo.

— No es que sea malo, claro está. Pero da vergüenza~.

— Ok, de todas maneras, vamos a arreglarlo, ¿vale?

— ¿Qué?

La respuesta llegó sencilla y sin reparos. Park se desabrochó los pantalones, bajó el zipper y metió su mano en su propia ropa interior, comenzando a tocarse sin despegar sus ojos de un Kim Junsu que enrojecía furiosamente y se paralizaba en el acto. De paso, su entrepierna pinchaba de una forma extraña. Se sentía más excitado, más caliente.

— Vamos, Junsu, tócate. ¿O quieres que lo haga por ti?

— ¡P-puedo solo!

Kim imitó a su “amigo”, pero tocarse mientras se miran a los ojos era sumamente extraño, excitante pero vergonzoso.

— ¿Te da grima?

— N-no.

— ¿Estás asustado?

— Solo da vergüenza.

— ¿Y si nos tocamos mutuamente?

— ¡Qué!

— Ng. — Ese gemido ha sido unísono.

Aunque originalmente solo Park ha llevado su mano a la entrepierna de Kim, acariciándole la erección. Pero le ha sentido tan caliente y pegajoso, que el gemido le ha vibrado inconscientemente en la garganta. Probablemente por expectación. Junsu, bueno, él está inevitablemente excitado, gemir es una reacción natural para su cuerpo indiscreto.

— Junsu ah, tócame también.

El castaño le mira jadeante, titubea un poco, pero su mano termina arropando el caliente falo del azabache, masajeándole arriba y abajo con lentitud.

— Mg. Se siente bien, Junsu.

— ¿Sí?

Park asiente, y le pregunta si no es lo mismo para él.

— Es extraño, pero me gusta, Yoochun. — Responde. Echando el cuerpo un poco más al frente y apoyando su frente en el hombro del azabache. — Ngh~. No me toques así, soy sensible ahí~.

Park le escucha, y siente un pinchazo de excitación al conocer este lado de su “amigo”. Saber que la cabeza fálica le pone más a tono, que lo estremece como hoja al viento contra su cuerpo y jadea quedito amortiguado en su hombro, que por momentos debe sentirse mucho mejor porque le aprieta un poquito o detiene sus bombeos.

— Junsu, no pares. — Le susurra al oído, aprovechando que le tiene así de cerca.

Kim murmura una disculpa y retoma sus movimientos. El tronco de su “amigo” no difiere mucho del suyo, pero se siente completamente diferente. No era tampoco expresamente la primera vez que se veían desnudos. Pero lo era, en definitiva, con esta caliente intención.

— Ngh~ ahh~ Yoochun~.

— ¿Te gusta así?

— Sí~.

— Entonces, vamos a intentar algo diferente.

— ¿Eh?

El castaño apenas si tiene tiempo de seguirle el hilo cuando ya están pelvis contra pelvis, el azabache sujetando ambos miembros y frotándolos a la vez. La sensación caliente y pegajosa del roce les arranca nuevos gemidos, entrecierran los ojos y se sienten más y más al borde del éxtasis. De pronto se roban besos algo torpes, respiran más agitados y la respiración se vuelve un lío. Junsu se une a los movimientos de la mano de Yoochun, el chapoteo suena mucho más fuerte que las voces de la tv, el calor que emana de ellos es más nebuloso también, y les embota los sentidos al punto de perder de foco la realidad.

— Yoochun, Yoochun~ ¡Ngh!

— ¿Estás cerca?

— Sí~.

— También yo, aguanta un poco más, Junsu.

— No, no. Siento raro, va a salir~.

— ¡Mgh! — Gimen a la par.

Y chorrea de ambos el semen, ensuciándose las manos.
Manos que apartan lentamente, mirando casi incrédulos de haberlo hecho de verdad. Se han masturbado y llevado al éxtasis mutuamente.

— ¡Wow! Salió más de lo que esperaba.

— ¡No estés mirando tanto~!

— No te enojes, Junsu. — Beso, beso, más besos. Cortitos, dulces, erráticos. Todavía le tiembla todo después de todo.

Kim infla las mejillas, pero luego algo hace otra vez “clic” en su pensamiento y busca desesperadamente la caja de pañuelos desechables.

— Espera, cuida…do.

Tarde llega la advertencia, en los movimientos apresurados y por mala suerte –o torpeza–, Junsu se ha ido de bruces y chocado de lleno con Yoochun. ¿Consecuencia? El semen termina embarrado aquí y allá en sus ropas. Y la postura, por si fuera poco, consigue que piensen en algo más, subido de tono. Sobre todo porque, justo al momento, la porno alcanza un punto clímax y al virar la mirada, se topan con una escena en la que el tipo embiste fuertemente el cuerpo femenino, mientras se encuentran básicamente en la misma postura que ellos.

— ¡Perdón! — Exclama avergonzadísimo el castaño, levantándose de golpe y apartando la mirada.

— No hay necesidad de disculparte, Junsu. — Murmura, pero de todas formas termina evitando los ojos del castaño.

Se siente, por alguna razón, avergonzado también. Sí, alguna vez en la vida Park tuvo la capacidad de sonrojarse.

— Pañuelos.

— Sí, pañuelos.

Así había sido la primera vez, ignorando una porno y masturbándose en su lugar.
Así ha sido la primera vez en que ambos han comprendido que para calentarse, bastaba la presencia del otro.

Así, la primera vez que las hormonas despiertan sus deseos sexuales.
Pero, por supuesto, ni de cerca la última.


Esa noche, cuando Park arriba al departamento compartido con Kim, su prometido le espera con la cena servida, un ambiente romántico. Y un atuendo de infarto.

— Baby, ¿puedo devorarte a ti en su lugar? — Dice, señalando el comedor repleto de platillos.

— ¡Todavía no~!

¿Será que lo escucha? Es decir, ¿quién exigía que le hicieran apropiadamente el amor?

— Sabes que no voy a escucharte, ¿verdad, baby? — Amenaza, seduciéndole con la mirada, sonriendo coqueto.

Así como solo Park Yoochun sabe.
Haciéndole temblar en expectación.

— Ciertamente, nunca lo haces que yo recuerde~. — Se queja, infla los mofletes y chilla al segundo, cuando los brazos del azabache le rodean la cintura levantándole en vilo, empotrándole contra un muro.

Besándole con ganas. Todas las ganas del mundo. Hacía demasiado tiempo que no le daban luz verde para el sexo. Bien, no es como si fuera realmente TANTO tiempo, pero para un hombre sexual como Park, una eternidad era equivalente.

En tanto el castaño cooperaba con el apasionado beso, realmente había algo importante ahí. Además del sexo, obviamente. Y es que Park no era bueno escuchando las palabras de Kim cuando aquellas no caían en su conveniencia. O lo que es lo mismo en el glosario del azabache, cuando dichas palabras fueran en contra de sus mil y una formas de amar, obsesivamente, al menor de los dos.


Esto es acerca de la primera vez que experimentó celos. Esos odiosos instintos asesinos que le ponían de un humor de mierda, solo porque Junsu sonreía con otros. Solo porque Junsu era estimado por otros. Solo porque Junsu, es jodidamente lindo y todo mundo se da cuenta de ello.

— Das miedo con esa cara, Yoochun.

— No me digas, Yunho. — Ironizó.

Quien le ha llamado es Jung Yunho, un chico que recién ese año se había integrado a la escuela, y que en poco tiempo había conseguido volverse amigo del azabache, y de los gemelos Kim, sobra decir, entre otras personas. Pero su confianza con el azabache era más estrecha que con los gemelos o cualquier otra persona. Así que era, el segundo mejor amigo de Park. Sí, segundo, porque el –idiota– de Park todavía seguía pensando en Kim como el primero. Todo y que hace un par de semanas se han masturbado viendo –ignorando– una porno en su casa.

— ¿Por qué estás de genio?

— ¿Hay necesidad de preguntar?

— Pues adivino no soy, pero si no quieres decirme.

— Me refiero a que, ¿no es obvio? Es decir, ¡porqué de pronto todo mundo quiere hablarle a MI Junsu! ¿Ah? ¿Ah?

Jung se rascó distraídamente la nuca, siguiendo la mirada de su amigo fue a toparse con una escena en el otro lado del patio que debía ser la culpable del mal humor de Park. A saber, los gemelos Kim estaban jugando soccer con otro grupo de chicos de su grado y colados de otros. El problema, Jung advierte, no debe ser el hecho en sí de que estén matando el tiempo cuando es hora del almuerzo, sino que, además de haberse auto-excluido por perezoso, Junsu estaba la mar de contento corriendo, pateando, barriéndose y ensuciándose como si no fueran a tener clases después.

— ¿Es eso normal para ti, Yoochun?

— ¿Qué?

— Enojarte porque Junsu está jugando con otros que no eres tú. — Obvió Jung.

Pero a Park le dio un tic nervioso. Le saltó la venita en la sien y se puso rojo de las orejas. Todo su cuerpo decía cuán cabreado se encontraba en esos momentos. Pero Jung, o le ignoraba, o realmente no se estaba enterando de lo realmente importante ahí.

Park Yoochun estaba a rabiar de celoso por Kim Junsu.
Como un enamorado al que no le parece que su novio conviva con otros.
Como un novio perfectamente posesivo.

Novio.

N – O – V – I – O

Oh. Joder.
Golpe de realidad.

Recién asimilando los hechos, resultó que más allá, probablemente como mero jugueteo, uno de los jugadores se le fue encima a Junsu, desordenándole el cabello, riendo como idiota, abrazándole con demasiada confianza. Obviemos la magnitud de esto a ojos del azabache. Y su reacción, claro está.

— Yoochun, sigues con esa cara de miedo. Mejor dime si piensas “asesinar” a alguien para largarme, no pienso ser testigo y luego tener que debatirme entre declarar en tu contra o cubrirte.

A oídos sordos llegaron las palabras de Jung.

— Oh bien, haz lo que quieras. — Musitó el de tez morena sin ánimos de seguirle la corriente cuando el azabache se levantó cual fierecilla al ataque.

De todas formas todo sucedió rápido, cual escena de drama adolescente. Park había llegado al grupo de jugadores directo a alejar de un tirón al susodicho antes de darle un puñetazo o dos, vociferar algo que dejó a todos pasmados y a Kim con cara de sorpresa, vergüenza y enojo. Sí, una mezcla extraña en la linda cara del castaño.

— ¡Eres un idiota, Yoochun! — Exclamó Kim, tirándole un puntapié antes de girar sobre sus talones y marcharse.

— ¡Yo qué hice, Junsu! ¡Junsu! — Gritoneó, sobándose la espinilla y maldiciendo por no seguirle de inmediato.

JunHo, el gemelo de su no-novio (aún) se acuclilló frente a él, mirándole con serios ojos.

— Yoochun.

— ¿Ahora qué?

— Por qué no eres claro de una vez, imbécil.

— ¡Ah!


Junsu rodó en la cama, sumamente complacido del sexo recién disfrutado. Park se tiró de espaldas, respirando agitado, con el cuerpo sudoroso y rastros de semen de su prometido manchándole el torso. Ambos estaban más que satisfechos después de la segunda ronda, aunque ganas todavía tenían. Pero era momento de un pequeño descanso.

— ¿Quieres agua, baby?

— Sí~.

— Espera aquí entonces. — Levantándose del lecho, y dándole un fugaz beso, el azabache salió a la cocina, así con traje de Adán y todo.

Ya en la cocina, sonrió con un dejo de culpa tras ver la mesa todavía servida, los platillos fríos, la botella de vino nadando en agua fría, las reminiscencias de hielos.

— Le mimaré montones por esto. — Dijo para sí. Acercándose al refrigerador y sacando dos botellas de agua de ahí. Aunque seguramente compartían una misma.

Tras dar media vuelta, alcanzó a ver en la mesa de centro de la estancia un montón de papeles regados y la laptop suspendida. Bastó tocar cualquier tecla para que se activara de nuevo, algunas páginas de sitios web sobre lugares turísticos estaban desplegadas en el explorador.

— Y yo preguntándome por qué tardabas tanto en volver. — Junsu dijo a su espalda, abrazándole los hombros y tomando delicadamente una de las botellas de agua que llevaba, apartándose apenas para dar un sorbo.

— Isla de Pemba, Tanzania. Tienes marcada esa página, ¿es ahí donde quieres que tengamos nuestro viaje, Junsu?

— Es uno de los que más me han gustado, ¿no te agrada?

Park sonrió, atrayéndole de nuevo, bebiendo un trago de agua que compartió en un beso. El líquido escapó por las comisuras ligeramente, pero ellos estaban fascinados con el intercambio. Y el roce de sus cuerpos desnudos, también.

— Me agrada si te gusta a ti, baby. Pero, sabes, estaba recordando algo más.

— ¿Eh?

— Fui el primero en sentir celos, eso es injusto. Fui el primero en estar colado hasta el tuétano por ti.

— ¿Qué cosas dices~?

— Es cierto, lo recuerdo perfectamente.

— Oh, aquella vez cuando golpeaste a un superior en la escuela~. Pero espera, ¿fue por celos eso?

— ¡Claro que sí! Me ofende que no te dieras cuenta, Junsu.

— Pero si no había razón para tener celos~. ¡Estábamos jugando!

— El idiota ese te tomó demasiadas confianzas.

— Oh my god sun~ tus ojos cambiaron completamente justo ahora~. ¡Seguro dabas miedo!

— Los celos son cosa seria, sabes.

— Ya lo creo~. Pero Yoochun ah, tú pudiste tener celos por primera vez ese día, yo los tuve mucho antes. Incluso antes de saber que me gustabas, no me gustaba cuando hacías otros amigos. Y menos cuando eras amable o lindo con chicas~. ¡Todavía no me gusta eso!

— ¿Y cuándo voy siendo lindo con alguien que no seas tú, mh?

Dijo, y antes de dejarle pronunciar una sola palabra más, estrechó el abrazo y le besó fogosamente, acariciándole la desnuda piel, todavía tibia y pegajosa de sudor (y otros fluidos, obviemos las especificaciones).

— No he terminado de hacerte apropiadamente el amor, baby.

— ¡Nya~~!

Y entonces, después de haberle dejado agotado en la segunda ronda, Yoochun ha sido un novio consentidor y le ha llevado abrazado a la ducha, metiéndole con cuidado en la tina de agua tibia llena de burbujas. Por supuesto, el propio azabache se ha metido también, y han terminado entre risas y besos mimándose mutuamente.

— Esto me recuerda la primera vez que nos bañamos juntos y te excitaste, Yoochunnie~.

— ¡Hey! Pero no fui el único excitado esa vez, Junsu baby.

— ¡Lo mío fue porque me tocaste indecentemente~!

— Bueno, tal vez un poquito. Pero te excitaste, ¿cierto?


Viajar en sus memorias no era novedad. Y ya que han tocado el tema, no estaba de más recordarlo. La primera vez que se excitaron al calor de las hormonas.

Había sido días después de la ocasión aquella en que Yoochun golpeó a un superior, Junsu le estaba castigando con el látigo de sus caras serias y cero visitas a la casa del otro. El azabache le extrañaba horrores, pero ya no sabía cómo disculparse, sobre todo porque siempre terminaba diciendo que no se arrepentía en absoluto.

— Se lo merecía, te estaba acosando.

— ¡Qué! ¿De dónde sacas tal tontería, Yoochun?

— ¿Insinúas que no es verdad?

— No insinúo, ¡no lo es!

— Bueno, está bien. Ya no estés enojado conmigo, Junsu. — Dijo, haciendo cara de cachorro abandonado, viendo sonreír a su amigo. Sabe que está rompiendo su caparazón de molestia.

— No lo sé, eres muy babo a veces, Chun. — Musitó, haciéndose un poquito el difícil. Pero solo un poco, porque él también extrañaba pasar el tiempo con el azabache. Que le hiciera reír, ganarle en los videojuegos y sus castigos a base de cosquillas y besos.

Besos.

— Vamos, Junsu~. — Gimió haciéndose el lindo con el castaño, abrazándole y pegando su mejilla a la ajena, restregándola con suavidad.

Queriendo ablandarle del todo y ganarse de nuevo todos esos beneficios que le confería ser su número uno. Su mejor amigo. Aunque ahora tuviese claro que estaba colado por él. Que, incluso en esos momentos, actuaban como una pareja que ha tenido una tonta discusión y están buscando la reconciliación.

— Nh, está bien, está bien. Pero no hagas tonterías como esa de nuevo, Chun.

— Me encantaría asegurarlo, pero no puedo… — Murmuró, sonriendo como un niño que admite su condición infantil por naturaleza.

El castaño suspiró, le dio un golpecito en el pecho y devolvió la sonrisa. Estaban bien las cosas de nuevo. Aunque bien, no es como si realmente hubiesen estado mal para empezar. Solo habían perdido un poquito los estribos el uno con el otro.

— Entonces, vamos a ducharnos, Junsu.

— ¿Eh? ¿Qué? ¡Ni hablar! Ve tu primero si tanta prisa tienes en ducharte.

— No, no, no. Cómo crees, si estás en mi casa, lo justo es que vayas primero, pero ya que estoy realmente sudado, compartimos el baño.

— Pero Yoochun~.

Obviamente, el castaño había salido perdiendo. En realidad lo supo desde el momento en que aceptó, después de casi una semana sin hacerlo, ir de vuelta a casa con el azabache, se había imaginado que harían parada en la residencia Park pues sabe que los señores han salido de viaje y que su hermano pequeño, YooHwan, probablemente estaría en clase de piano a esa hora.

Lo tenía todo planeado~. — Pensó, desnudándose con timidez, viendo a su amigo hacerlo sin pudor alguno.

— Vamos, date prisa Junsu.

— ¿Por qué tengo que hacerlo~?

— ¿Qué? ¿Estás avergonzado? — Quiso saber. Y la respuesta la obtuvo de inmediato. El sonrojo en el rostro del castaño le era suficiente. — Venga, ni que fuera la primera vez que nos vemos desnudos.

— Pero hace años que no nos bañamos juntos~. ¡Dejamos de vernos desnudos desde que dejamos de ser niños~! — Gimoteó, queriendo escapar de la ducha, siendo retenido a la fuerza cuando su amigo empujó la puerta que él intentó abrir. — Yoochun.

— Sé que no somos niños, pero tampoco es para tener vergüenza. Somos amigos, y ambos somos chicos, no es como si fuera a ver partes de tu anatomía que yo no tenga, Junsu.

Poco convencido, el castaño finalmente entró en la ducha junto al azabache. Claramente tenían la misma anatomía, pero verle desnudo le provocaba otro montón de sensaciones muy extrañas. Sentía calor, y una vergüenza extrema. Así que estaba evitando al máximo mirar concretamente la entrepierna del azabache. Aunque, podía sentirlo, él estaba siendo minuciosamente observado de pies a cabeza.

— ¿Qué tanto estás mirando, Chun?

— No, yo solo… Junsu, realmente tienes un cuerpo de infarto.

— ¿Eh?

— Eres sexy, y bonito.

— ¡Eh!

El azabache le acorraló entonces contra el azulejo, mientras el agua caía sobre ellos sin parar y el jabón les cubría la piel. Kim tragó hondo, Park también. Esta era una situación extraña. Y caliente.

— Junsu, quiero besarte. — Dijo, con voz ronca. Mirándole fijo. Acariciándole una mejilla, piel surcada por pequeños ríos de agua.

— ¿Y, qué te detiene, Chun? — Murmuró, casi invitándole con sutileza a hacerlo.

Los labios del azabache cayeron suaves contra los suyos. Pero el beso estuvo lejos de ser suave o tierno, en cuanto Park presionó un poco más y coló su lengua entre los pliegues de Kim, éste respondió con la misma intensidad. Abrazándose inconscientemente, provocando el roce de sus cuerpos desnudos. Despertando las hormonas, reflejando aquella calentura en las erecciones palpitando entre sus piernas.

— Junsu, vamos a tocarnos como cuando la porno, ¿sí? — Dijo, besándole el cuello, lamiéndole la piel, sintiéndose excitado por el olor a jabón, por la forma en que se estremecía y se le enchinaba la nívea superficie.

— Ngh~ — Kim jadeó, apenas consciente de sus propios pensamientos, asintiendo y buscando de nuevo la boca de su amigo.

Los besos continuaron cayendo, fogosos y húmedos, en tanto sus manos se encargaron de la excitación del otro.


— ¿No crees que hicimos todo en el orden equivocado, Yoochun?

— Tal vez. Pero, ¿no es nuestra historia de amor hermosa y única por eso, baby?

El castaño sonrió, ladeó el rostro y asintió, dejándose besar dulcemente, acariciando con sus manos el agua en la tina, provocando ondas suaves.

— De todas formas, la confesión vino al último, ya nos habíamos besado, celado, y habías golpeado a un superior incluso.

— Te faltó que nos masturbamos varias veces antes de confesarnos.

— Porque eres un pervertido desde entonces, Chunnie~.

— Sí, sí. Digamos que en efecto es mi culpa, Junsu baby. Pero, sabes lo más importante, ¿no?

— ¿Mh?

— Que te amo, Kim Junsu. Probablemente desde que nos conocimos. El hilo rojo del destino me tenía atado a ti desde siempre.

Las mejillas del castaño se tiñeron suavemente de rubor, sonrió y girándose de modo que quedó sentado a horcajadas sobre su prometido, le rodeó el cuello con los brazos, besándole la nariz antes de rozarla con la propia en esos cariñitos tiernos que solían regalarse.

— También te amo, Park Yoochun. No puedo imaginar siquiera una vida sin ti.

Besarse de nuevo, algo más largo, pero lleno de dulzura y cariño.


Cuando el alba despuntó, un rayo del alumbrante sol se coló precavido por la ventana abierta de par en par, el vientecito matutino agitó las delgadas cortinas y así, se creó aquella escena, perfecta. La luz iluminando tenuemente el dormido rostro del castaño, su cabello revuelto moteado de los matices dorados del sol, su piel clara acariciada por el haz matinal. El azabache, apostado en el piso, se apresuró en sacar una fotografía con un cámara de revelado inmediato. Una, dos, tres. Incluso muchas más no serían suficientes.

El azabache estaba terminando de verificar las fotografías en la mesita a lado de la cama, cuando los murmullos de sábanas advirtieron que su prometido estaba abandonando el mundo de los sueños.

Kim estiró los brazos, revolvió las mantas y abrazó la almohada perteneciente a Park. Pestañeó somnoliento varias veces antes de admitir que era momento de despertar. Aunque fuese todavía muy temprano y ellos hubieran hecho el amor hasta entrada la madrugada. De todas formas sabía que bastaría un pucherito y lograría que su prometido entrase al lecho de nuevo y entregarse otra vez a Morfeo.

— Mh~. ¿Yoochun? — Murmuró con voz pastosa, consciente recién de que la almohada pegada a su pecho no era la suya, y de que su prometido no estaba en el lecho.

— Aquí, baby Su. — Dice, delineando con gentileza la línea dorsal de su prometido. Provocándole un escalofrío antes de que diese media vuelta y se encontrasen cara a cara. — ¿Has dormido bien, honey?

— Nh~ sí~ pero todavía tengo pesadez, y me duele el cuerpo~.

— Uy, mi culpa. — Admite casi con orgullo. Porque bueno, sí, ha sido su noche apasionada la causante del matutino malestar de su prometido.

— Bobo~. — Sonriendo, el castaño finalmente se da cuenta de las fotografías que descansan sobre la mesita. — Yoochun~ por qué me haces fotos mientras duermo~ no me veo guapo ni sexy~.

— Correcto. Te ves hermoso, Junsu. — Asegura, sin pizca de vergüenza por el cumplido dado.

Su castaño prometido se sonroja tiernamente y oculta su rostro bajo la almohada de su prometido. Huele a él, se dice cuando nota el palpitar enamorado contra su pecho.

— Deberíamos colocar una de estas en las invitaciones, sabes.

— ¡Qué! Claro que no~ Yoochun.

— ¿Por qué no?

— ¿Qué tiene de romántico poner una foto de mí durmiendo~?

— Sales hermoso. — Obvia, tomando una de las fotografías tomada, admirando la imagen con detenimiento. — Siento que le tomé una fotografía a un ángel.

— ¡Yah~! ¡No me avergüences tanto~ Chun~! — Gimotea la mar de sonrojado. Como un farolillo encendido a plena luz del día. La almohada no es suficiente y termina ocultándose bajo las mantas también.

Ahí donde Yoochun le sigue con aire juguetón, haciéndole cosquillas y haciendo un completo desorden del lecho. Hasta que, saciados de reír, permanecen en aquella posición cómoda e íntima para la enamorada pareja. Junsu debajo de Yoochun, mirándose a los ojos con brillantes pupilas. Y luego, ese dulce beso que se alarga por, a saber, cuántos minutos. Porque el tiempo pierde sentido, y todo cuanto importa para ambos es que están ahí, juntos, probablemente más enamorados que el día anterior.

— No vamos a poner fotos así en nuestra invitación, Chun. — Dice de pronto, retomando el tema anterior. Solo porque, bueno, su prometido a veces tenía ideas así de alocadas.

— Tienes razón, mejor no. Me darán celos si todo mundo te admira. Tu belleza debería ser exclusivamente mía. Soy el único con derecho a mirarte con esta cara de idiota enamorado que tengo por ti.

Kim sonríe, le alega otro poquito los cumplidos bochornosos, pero terminan haciendo un lío de piernas bajo las mantas, con un Park encantado de besarle y un tic tac ajeno a oídos de ambos porque, claro, nada vale más que amarse.

— De verdad, Junsu, tienes imán para atraer a las personas. No importa si te conocen o son perfectos desconocidos, terminan mirándote como idiotas. Debería encerrarte en una burbuja de cristal, rodeado de nubes de algodón, cielos rosados y arcoíris por doquier.

— Hoy estás muy romántico, Yoochun. — Es lo único que dice.

Y es solo entonces cuando Park se da cuenta de que sí, de que esa mañana ni bien despertó (aunque hubiese dormido apenas un par de horas), todo lo que quiso hacer fue admirarle, tomarle fotografías, llenarle de mimos y besos. E incluso si hubiera tenido las entrañas para apartarse unos minutos de él, habría corrido a la florería un par de calles abajo y le habría comprado un precioso ramo de rosas que intentara competir con su hermosura, aunque supiese él ya de antemano, que nada ni nadie es tan hermoso como Junsu ante sus ojos.

— Yoochun ah, ¿desayunamos?

— Por supuesto.

Más tarde, mientras Junsu prepara el desayuno en la cocina (vistiendo una camiseta de su prometido, como si su sola presencia semidesnuda no fuera suficiente provocación para el azabache) y tarareaba canciones de amor, Yoochun colocaba las fotografías de antes en uno de los tantos álbumes que tiene de su prometido. Sí, de su prometido. No precisamente un álbum de fotografías en pareja, sino que de su prometido solo. Un arte natural que se da el lujo de tener, sí, exclusivamente para él. Fotografías que nadie más tiene.

— En serio, Yoochun, ¿cuántos de esos tienes ya?

— No llevo la cuenta, pero estoy seguro de que seguiré coleccionando muchos más de ellos, baby.

Jalándole a su regazo, el azabache le llena de besos una vez más (como si la vida entera no le bastase para ello), en tanto, en uno de los libreros del departamento, una serie de álbumes permanecen ordenados, en el primero de ellos, la primera fotografía de ambos como pareja. La feliz pareja enamorada que son ahora.


Si bastase con echar una mirada al pasado, probablemente su hermosa historia de amor se simplificaría a una serie de eventos demasiado naturales que los llevó al punto en que se encuentran hoy en día. Viviendo juntos, a unas cuantas semanas de casarse y consolidar un poco más ese sentimiento que, ambos saben, es más claro y nítido que el agua más cristalina sobre la faz de la tierra. Pero, ya que Kim incluso deseaba una película que pudiese retratar esa hermosa historia de amor que ha construido junto a Park durante todos esos años de conocerse, no podía simplificarse a una serie de eventos naturales. No, había que entrar en detalles en algunos de ellos, por mínimo. Y darle a cada uno de ellos el peso que merecía. Porque las primeras veces de todo lo valen.

Sobre todo, la primera vez que Park Yoochun le confesó sus verdaderos sentimientos. Más allá de cualquier idea o pensamiento que el castaño hubiese tenido después de casi un año en esa extraña relación que, incluso su hermano gemelo, catalogaba de “amigos con derecho a roce”, porque nunca han formalizado nada, ni han hablado con la debida claridad. Sin embargo, esa primera vez, también había sido hermosa.

Para Park ya ni siquiera era extraña esa costumbre de festejarle doble al castaño, pero solía tomarse más emotiva la fecha a inicio de año, quizá porque en su pensamiento tenía la idea de que, de alguna manera, cuando celebraba su cumpleaños junto a él, iniciaban algo nuevo, diferente. Y era por eso que, ese año, en los dulces 16 de Junsu, Yoochun finalmente estuvo seguro de lo que faltaba para sentirse más seguro de eso que tenía con el castaño.

Eso. Que debía, apropiadamente, llamarse amor, pero que él, con un tanto de torpeza, ha pospuesto durante prácticamente un año. Los besos, los toqueteos íntimos (aunque hasta el momento no llegasen más allá de masturbarse), los celos, las salidas a sitios que también ser considerados citas. Las miradas, el cariño, las sonrisas. Todo aquello que le unía, pero que no ha puesto en las palabras adecuadas. Y honestamente, no del todo en las acciones. Porque a veces se va de lengua larga y, para provocar un poquito los celos de Junsu, Yoochun mencionaba lo bonita que era tal o cual chica en la escuela. ¡Qué clase de no-novio era que mencionaba cosas como esa!

— Tengo suerte de que Junsu no niegue mis acercamientos después de cada ocasión en que digo estupideces.

— La verdad es que sí.

— Yunho, no estoy de humor, así que no me molestes.

— Pero si esta es la parte divertida desde que me dijiste que estás enamorado de Junsu. Es tan fácil fastidiarte, me basta con decirte quién en el club de soccer lo miró por más de cinco segundos.

El adolescente azabache fulminó con la mirada a su amigo de tez morena, luego le arrebató el móvil de las manos y envió un texto a cierto contacto que a Jung le moteó las mejillas de rosa, y las orejas de rojo.

— ¡Qué mierda hiciste!

— Vamos, que no soy el único “rarito” por aquí. Querías una cita con Jaejoong hyung, ¿no? Pues te eché una mano.

— ¡Yo no ando pidiendo citas por mensajes!

— Lo que sea, te ayudé, así que no me fastidies y ayúdame también. ¿A dónde debería llevar a Junsu en su cumpleaños? Dame ideas.

— Ni loco. Piénsalo tú solo, si algo llegase a salir mal, me echarás la bronca a mí. Y no, gracias. Suficiente tengo ahora con la ayudita que me diste, Jaejoong y yo todavía nos estamos conociendo como para que yo vaya y le diga así nada más que salgamos a ese café.

— Qué hay de malo en salir a tomar un café.

— ¡A ese café van solo parejas, idiota!

— Oh, bueno. ¿Debería llevar a Junsu allí?

Jung le dio un golpe en la cabeza, desordenándole el cabello y maldiciendo la serenidad de Park. Porque bueno, no estaban hablando solo de Junsu ahí, joder.

Como quiera que fuese, el primero de enero estuvo de pronto ahí, más rápido de lo que Park planeó. Porque, de hecho, no tenía nada concreto por hacer. Se le habían ido los días entre festividades con parientes y amigos de la escuela, viajes molestos hasta Estados Unidos, y reuniones familiares que le habían dejado K.O. para más nada. Lo que más había detestado era no haber estado en Seúl el 15 de diciembre, y haber tenido que conformarse con una llamada telefónica para felicitar a su no-novio por su 16 cumpleaños.

— Ni siquiera tengo un regalo decente. — Gimió, frustrado con la vida misma.

Era temprano, pero él ya estaba despierto. Mejor dicho, no había pegado ojo en toda la noche. Y el dilema que le mantuviera con los ojos abiertos ni siquiera se ha resuelto. No tiene idea de qué regalarle a Junsu, y lo único con que se había hecho de su viaje a Virginia, era una cámara fotográfica de impresión instantánea.

— ¡Fuck! — Renegando, el azabache abandonó su cama casi haciendo rabieta en su camino a la ducha.

Las horas de esa mañana le fueron eternas, y aún cuando le mandó un texto a Kim para confirmar el sitio donde habrían de reunirse a mediodía, se sentía de un humor raro. Un poquito molesto consigo mismo, y otro tanto ansioso por verle de nuevo. Habían sido dos semanas de infierno sin estar en el país.

— Yoochun~.

Pero bastó escucharle con esa voz chillona suya llamándole, para que todo mal humor y ansiedad se esfumaran en un parpadeo. Verle agitar la mano y sonreír mientras le llama entre la repentina muchedumbre vaciándose en aquella plaza, le bastó para sentir el corazón desbocado y arrancarle también una sonrisa.

Cuando Park llegó a su lado, lo primero que hizo fue abrazarle. Efusivo, emocionado, lleno de vida, contento.

— Feliz cumpleaños, Junsu ah. — Y murmurarle aquello al oído, saboreando ese temblorcito en el cuerpo contrario, y esa tímida sonrisa desvanecerse cuidadosa contra su hombro mientras le agradece en tono quedito. — Llegaste muy temprano, Junsu. Y yo que creí que podría ser quien te recibiera.

Dijo, y obtuvo un tímido sonrojo en las mejillas del castaño.

— No nos veíamos hace dos semanas, tenía muchas ganas de verte, Chun.

— También yo, Junsu. En verdad te extrañé muchísimo todos estos días. No quiero volver a separarme de ti nunca más desde hoy. — Aseguró con aire bromista, pero la intensidad de sus ónix negruzcas no dejaban espacio para la duda.

— Bobo, y cómo vas a hacer eso, ¿eh? ¿Planeas que vivamos juntos?

— ¡Exacto! ¡Vivamos juntos, Junsu!

— Babo~ no podemos, somos unos adolescentes todavía.

— Es verdad. Pero, te aseguro que no pasarán muchos años hasta el momento en que podamos hacerlo. ¡Definitivamente quiero vivir contigo, Junsu!

— Yoochun… — Murmurar su nombre ha sido casi un reflejo. Pero la mirada contrariada expresaba esa repentina inquietud. Porque lo que Park proponía sonaba demasiado bueno para ser verdad.

— Escucha, Junsu. Lo pensé mucho, en verdad que lo hice, pero no pude hacer mucho al final y por eso estoy aquí con cero ideas para decirte esto.

— ¿Decirme qué, Chun?

— Te quiero.

— Yo también te quiero, Chun.

— No, no. No lo dije apropiadamente. — Aclarando la garganta, el azabache sujetó las manos del castaño, clavando sus ojos en los del otro… — Te amo, Junsu ah.

— Q-qué. — Parloteó, pestañeando entre confundido y mareado por la ola de emociones que amenazaba con romper contra su mente.

— Te amo. Todo lo que ha pasado entre nosotros desde hace un año, los besos, los celos y absolutamente todo lo demás, no es curiosidad, ni nada parecido a una relación de amigos sexuales. Todo eso, han sido las formas en que mi cuerpo y mi mente han expresado lo que siento por ti. Lo que, por idiota, no me atrevía a decir claramente. Lo que hace latir mi corazón como loco. Te amo, Junsu. Estoy perdidamente enamorado de ti. Y, quiero que seamos más claros aún, te quiero como pareja.

— ¿De verdad? — Dijo, maldiciéndose mentalmente por escuchar su voz echa un hilo.

— De verdad. Me niego a dejar que alguien más pueda llegar y robarte de mi lado.

— Eso nunca pasaría, Yoochun. ¿Crees que haría todas las cosas que hemos hecho si yo no sintiera lo mismo que tú?

— Sé que no. — Sonriendo un poquito más envalentonado, el azabache le abrazó rodeando su cintura. Honestamente perdido en su burbuja rosa junto al castaño, porque el hecho de estar en plena plaza le importaba nada. — Entonces, ¿me amas también?

— Sí, te amo Yoochun. — Musitó, con el rostro encendido de carmín. — Chun, la gente nos mira.

— No me interesa. Estoy abrazando a mi novio y, aunque no lo parezca, estoy haciendo fiesta en mi cabeza.

— Tonto, me avergüenzas~.

— Pues yo muero por besarte justo ahora, Junsu.

— ¡Qué! No~ es demasiado vergonzoso~.

Por supuesto, Park de todas formas le había besado ahí, en medio de una plaza llena de gente, con el cielo cubierto de nubes y unos repentinos copos de nieve cayendo con suavidad.

A los minutos, después de mucho decirse cuánto se aman y extrañaron, Park finalmente le entregó su presente. Una cámara fotográfica de impresión instantánea. Y Kim había estrenado su regalo de la mejor forma posible, haciendo una foto de ellos dos juntos en aquella plaza, con una fuente de agua congelada atrás y los copos de nieve cayendo sin cesar, cubriendo de blanco el paisaje. Del mismo blanco que el color de los sentimientos de la adolescente pareja. Puro, precioso.


— ¿Qué te parece, Yoochun?

— Me gusta. Vamos a reservar, baby Su.

— ¿De verdad?

— ¡Por supuesto! Me intriga que el hotel sea flotante, pero sobre todo que las habitaciones sean submarinas. Voy a hacerle el amor a mi tierno delfín en su hábitat natural.

— ¡Yah~! ¡Pervertido! ¡Seguro que por eso quieres reservar ahí para nuestra luna de miel~!

— Me conoces, Junsu. — Dijo coqueto, moviendo las cejas con aire pícaro y juguetón.

Tenían todo listo, en pocos días, la ceremonia de matrimonio.

~*~

El lugar elegido para la ceremonia de matrimonio ha sido el extranjero, específicamente en Piamonte, Italia. Y ahí, en el Castello di Gabbiano, en la Llanura Padana, también conocida como Valle del Po. Histórico castillo del siglo XVI, que se encuentra situado entre cien hectáreas de viñedos y olivares. La elección de tal paradisiaco lugar ha sido unánime entre la feliz pareja próxima a casarse. La romántica vista del castillo había enamorado a Junsu ni bien se informaron en sitios web, le emocionaba también caminar por sus misteriosos laberintos y admirar los amplísimos jardines que los conforman; y a Yoochun le había seducido enormemente la cata de vinos ofrecido a los visitantes, además de recorrer los viñedos y sentirse en una de esas películas de corte italiano cargadas de un romance seductor e hipnotizante. Justo como su hermosa historia de amor junto a Junsu.

Reservar para la ceremonia no había sido fácil, habían tenido que posponer la boda por casi un año, pero ambos estaban seguros de que valdría la pena.

Esta sería la primera y única vez en que podrían tener una boda.

Han viajado con algunos días de anticipación a la gran fecha. Para instalarse y conocer los ritos de la ceremonia. Por supuesto, también han querido recorrer al menos un poco los alrededores. Y se han enamorado de sus noches frescas con firmamentos estrellados y lunas plateadas, de esa sensación a libertad mientras caminan cogidos de las manos o agarrados a la cintura del otro, de los viñedos y sus particulares aromas, de la amabilidad de su gente y los desayunos al aire libre.

— Ha sido la mejor elección, ¿cierto, Junsu?

— La mejor.

La joven pareja se sonríe, y son invitados por uno de los empleados a observar la minuciosa selección de la vid. Así, terminan enzarzados en interesantes anécdotas del hombre que les acompaña, y bendecidos con sus buenos deseos. Se toman un montón de fotos y construyen grandiosos recuerdos.

Y en cosa de nada, el gran día está ahí. La joven pareja se prepara en habitaciones diferentes. A Park le acompaña Jung, y Shim, aunque éste último esté más interesado en degustar los bocadillos y el vino que han acercado a la habitación. Para los nervios del novio, aunque se los engulle uno de los mejores amigos. En la otra habitación, Jaejoong se asegura de que Junsu quede perfecto.

— Deja ya de ajustar la corbata, está perfecta, Jaejoong~. — Se queja como niño pequeño.

— ¿Qué debería hacer, Junsu? Creo que estoy más nervioso yo que tú.

— Tal vez, pero es porque amo a Yoochun, y sé que él me ama también. No tengo razones para estar nervioso cuando voy a casarme con el chico que he amado durante más de la mitad de mi vida, y a quien he conocido desde que tenía dos años.

— Ustedes realmente deberían tener una película plasmando su historia de amor, eh. — El hombre de cabellos oscuros dice, sonriendo feliz por su amigo. — Felicidades, Junsu ah.

— Gracias, Jaejoong~.

En uno de los patios del castillo se ha dispuesto lo necesario para la ceremonia, que además se celebrará durante el atardecer, pocos son los invitados (familia y amigos cercanos) pero hermoso el arreglo. Los muros de piedra escalonados por plantas enredaderas con flores de diferentes colores, todas ellas hermosas que desprenden aromas dulces y agradables. Antorchas alrededor iluminan el patio, y mesas de manteles blancos y cristalería fina para los presentes para platillos exquisitos creados por un chef de renombre internacional contratado bajo recomendación de mismo Jaejoong, Mokomichi recuerda la feliz pareja, el receloso Jung, y el particularmente interesado Shim.

Un camino de pétalos conduce al altar compuesto de un sencillo arco ataviado de lirios de agua y azaleas, blanco y rosas en distintos matices, así como el amor de ambos, la fragilidad y pasión en perfecto balance; la elegancia, nobleza y rectitud que caracteriza a ambos hombres.

Park fue el primero en caminar por el sendero, colocándose en pie a lado del altar en espera de su prometido. Le sudan las manos y de pronto el corazón parece que se le escapará del pecho si no se concentra en respirar con normalidad. Sí, la verdad es que ni bien comenzó a andar por el camino de pétalos los nervios le habían atacado. Estaba haciendo realidad uno de sus deseos de toda una vida. Casarse con el chico que ama con todo su corazón.

Kim sale unos instantes después, camina por el mismo sendero con una expresión de felicidad absoluta que refleja hasta en sus brillantes ojos castaños. Y es cuando su mirada se encuentra con la del azabache que él también experimenta esos nervios producto de la anticipación y la emoción corriéndole a partes iguales por la sangre. El corazón se le acelera e inconscientemente se ruboriza.

Van a casarse.
Aunque más de quince años de relación haya detrás de este paso en ella.

Cuando se encuentran en el altar, se dedican una sonrisa, suspiran y no hallan qué hacer con sus manos porque les hormiguean en un deseo inconsciente de sostenerse y no soltarse nunca más. El maestro de la ceremonia encuentra demasiado tierna a la pareja, y se dedica a llevar a cabo el trámite para dejarles ser con un poco más de libertad. Les nota en la mirada un amor sincero y puro. Uno de esos romances destinados a la eternidad.

Los votos llegan en un santiamén y el intercambio de anillos junto a ellos. Las palabras no son suficientes y las lágrimas de felicidad resbalan. Una firma con pluma ligera en un papel que no hace más que legalizar lo que les late en el alma misma. Un beso dulce, corto, tierno. Una mirada cómplice, un abrazo y los vítores acompañados de aplausos.

Finalmente lo han hecho.
Son esposos.
La dicha es enorme.

Y así, mientras los músicos tocan una melodía con el sax coronando el sensual romanticismo de la noche, Junsu y Yoochun bailan a su compás. Mejilla con mejilla, sonriendo como el par de idiotas enamorados que son.

— Gracias, Junsu.

— Por qué, eh.

— Por todo. Por amarme, por dejarme amarte. Por ir haciendo todos mis deseos realidad desde que entendí cuán enamorado estaba de ti a los quince, por aguantar mis celos de adolescente, por confortar mis primeros tropiezos siendo un adulto. Por ser mi soporte, por tantas, tantas cosas, baby Su.

Kim siente que se le calientan las mejillas y termina escondiendo el rostro contra el hueco entre cuello y hombro de Park, aferrándose otro poquito al abrazo. Musitando algo como “es lo mismo para mí” que arranca una sonrisilla enamorada al azabache.

— Te amo, Yoochun. Gracias también por seguir haciendo de mí el chico más feliz del mundo entero.

Corresponde a su manera, con voz dulce y unas ganas de cantar que no contiene y deja escapar las notas desde el fondo de su garganta, acompañando la melodía del sax y haciendo de aquella una escena realmente digna de película.

Porque probablemente nadie sobre la faz de la tierra tendría nunca una historia de amor tan hermosa como la de ellos dos.


FIN

5 comentarios:

  1. Yo también quiero la pelicula!!! \*0*/ hermosamente rosa!! Me encantó de principio a fin, me encantan las historias llenan de corazoncitos!! Y mas si son de mi hermoso Yoosu!! Gracias por la historia!!! :D

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    1. Vdd, una película YS sería hermosa *----*
      Voy a escribir más historias cortas así súper melosas, que casi siempre me gana la vena pornosa xDD

      Gracias a ti por pasarte! ;D

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  2. Despues de un par de siglos..... volvi.... y al fin pude leer...buabauabuaaubua
    me encanta la idea de una pelicula relatando los bellos momentos de las primeras veces.... gracias por seguir compartiendo esas bellas ideas tuyas.... sabes que lo digo siempre pero adoro tu trabajo eres la mejor...
    matta ne... <3

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    1. No eres la única que se desaparece por siglos, yo en verdad no tengo perdón! ;_; pero, en mi defensa, no ha sido por mala persona, solo he tenido que reorganizar mi vida y así :)

      Vdd, vdd! Una peli con el YS de protas de su amor hermoso sería tan *--------* moriría de diabetes y luego reviviría una y otra vez nada más para seguir contemplando su hermoso amor~

      Soy feliz de saber que te guste mi trabajo~ con altos y bajos, pero aquí seguiré compartiendo las locuras que se le ocurren a mi ratón ;D

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  3. Me encanta!!! Deberia de haber una pelicula de ellos!! Y ya podria morir tranquilamente xD
    Gracias por escribir estas cosas tan bonitas !!

    Un saludo desde Canarias!

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