Titulo: GLINGAL
-LLAMA COLGANTE-
Autora: Felina
Parejas: YooSu,
YunJae, HayaMin, Victuuri, OtaYuri.
Crossover
TVXQ&Yuri!! on Ice
Género: Fantasía,
Romance.
Advertencia: Mpreg
Clasificación:
NC-18
Extensión:
Miniserial
Retoma elementos
de las obras de J.R.R. Tolkien.
Para su
conocimiento básico…
Wilwarin. Considerados hombres capaces de
invocar poderes mágicos que vienen de los cinco elementos. Pueden dominar el
agua, la tierra, el fuego y el viento, y por ende, algunos con el entrenamiento
adecuado, se comunican con los animales y tienen cierto dominio sobre las
bondades de árboles y plantas.
Anfauglir. Lobos de gran tamaño que poseen
la habilidad mágica de cobrar forma humana. Empero, poderosos, más fuertes, con
sentidos naturalmente superiores a un hombre común.
Elfo. Seres prácticamente inmortales.
De una hermosura inigualable, valientes, de gran sabiduría y poder. Superan a
los wilwarin pero no sobreviven
muchos de ellos en Endor.
~~*~~
Endor, tierra en la que coexiste criaturas
míticas y seres denominados en un solo nombre: mortales. Endor mantiene un
equilibrio natural sobrevenido entre guerras y disputas territoriales. Cinco
son sus principales ciudades, coronadas por fantásticos palacios o terroríficas
murallas de fuego, metal y piedra. Estas son:
**Alqualondë, el Puerto de los Cisnes; se dice que aquí nacen los Wilwarin más poderosos de Endor.
**Carcharoth. Fauces Rojas. Región al sur de Endor. Se le conoce como una ciudad
calurosa, de un eterno verano, los Anfauglir nacen en estas tierras, pero no
despiertan su naturaleza hasta que conocen el sabor de la sangre.
**Cirith Ninniach. Grieta del arcoíris. Se conecta con el mar occidental, pocos
conocen su paso, y aún menos son capaces de pasar a través de él. Se dice que
solo los Elfos habitan estas tierras imperecederas.
**Echorianth. Las Montañas Circundantes. Las llanuras a su alrededor poseen una
riqueza mágica sin precedentes. Antiguos textos en la Biblioteca de Dorthonion
–La Tierra de los Pinos– sugieren que
la vida en Endor comenzó en éstas tierras orientales.
**Tintallë. Dama de las Estrellas. Aún en la Biblioteca de Dorthorion, pocos,
casi inexistentes, son los textos que hablan de la historia de esta hermosa
ciudad al centro de Endor.
~*~
Alqualondë
El Puerto de los Cisnes era
probablemente una de las ciudades portuarias más hermosas y dinámicas de todo
Endor. Las embarcaciones que visitaban Alqualondë no venían solo por comercio,
el disfrute del paisaje ameritaba un gran número de viajes turísticos. Aunque
no todos sus habitantes eran particularmente amables o cálidos ante las
visitas, el turismo seguía aumentando año con año.
El graznido de las gaviotas y los
sonidos de otras aves que rondan el océano planeaban en los azules cielos del
Puerto, mientras esponjosas y pulcras nubes moteaban lo alto, bañadas por un
atractivo sol primaveral que llevaba su luz dorada a cada rincón de la ciudad.
Más al norte, en las costas privilegiadas del Palacio Eressëa, morada de uno de
los linajes más prestigiosos del Puerto de los Cisnes, el lago Nunduinë
desembocaba en la bahía marítima, y era adornado por cisnes de diversas
especies. Los había de un blanco puro y también de un peculiar ónix que, en las
noches, se camuflaban con envidiable naturalidad.
El Palacio Eressëa está construido de
piedra y mármol, de un brillante color arena es erguido por poderosas columnas
en diseños que, se dice, fueron tallados por las mentes de legendarios Wilwarins, es decir, con una magia
superior que hoy día se dice extinta.
— ¡Plisetski! ¡Detente ahí, mocoso!
Ah, la pacífica vida en Alqualondë,
honestamente, no existía desde hace tiempo. Particularmente con jóvenes
aprendices como aquel rubio de ojos verdes que sencillamente era incapaz de
seguir las reglas básicas, como permanecer en la escuela de magia hasta que las
clases terminaran.
El profesor que había intentado seguirle
un par de calles más allá de las inmediaciones escolares, detuvo su carrera
cuando sintió un pinchazo en el costado, dobló la espalda y apoyó las manos en
sus rodillas, tomando bocanadas de aire mientras una gota de sudor le resbalaba
por la sien. No era la primera vez que Plisetski escapaba de clases y se perdía
en algún lugar de la ciudad.
— Ese mocoso, solo porque tiene talento
cree que puede hacer lo que le venga en gana. — Masculló el hombre, irguiéndose
con un lamento propio de un anciano (aunque él ni siquiera rozara aún los
cuarenta de edad) y llevándose la diestra al costado que pinchó por el
innecesario ejercicio.
En tanto, el mencionado adolescente de
apenas 16, había desacelerado la carrera y caminaba ahora tranquilamente por
las abarrotadas calles comerciales del centro de la ciudad. Los turistas iban y
venían en todas direcciones, y él era capaz de escuchar conversaciones en
numerosos idiomas. Algunos que podía entender, otros que no.
— ¿Escapando de nuevo, Yuri?
— ¡Mokomichi-sensei! — Masculló el rubio
adolescente, maldiciendo entre dientes la habilidad del profesor para disminuir
su presencia mágica haciéndole imposible advertir su cercanía.
— ¿Era aburrida la clase otra vez? — El
hombre treintañero cuestionó, sonriendo con un afable comportamiento mientras
marcaba el paso del adolescente.
— Absolutamente. No me interesan las
pociones ni la historia. Quiero aprender a usar los elementos.
— No puedes estar en la cima sin subir
peldaño a peldaño, Yuri.
— ChangMin casi lo hizo, y usted lo
sabe. Tengo tanto talento como él, ¿por qué yo no estoy en clases avanzadas
también?
— Tal vez porque el joven Shim es un
poco menos insolente que tú, Yuri. — Respondió sonriente, casi divertido con la
exasperación que cruzó las facciones del rubio. — Ahora, de vuelta a clases,
eres un Wilwarin talentoso, pero necesitas forjar algo de tu intelecto también.
Incluso Yuuri ha comenzado a superarte ahora.
— ¡Ese cerdo jamás será mejor que yo! — Exclamó rabioso. Aunque claro, no
era más que la rabieta de un adolescente insolente que todavía no comprendía el
significado de la responsabilidad, el aprendizaje y la amistad. Entre muchas
otras habilidades sociales y cognitivas que le hacían falta.
— Sí, sí. Es por eso que has de volver a
clases, y permanecer en ellas.
Mokomichi dijo, y la respuesta que
recibió fue un chasquido de lengua, maldiciones entre dientes y una expresión
malhumorada que seguramente le duraría todo el día a Plisetski.
~*~
Carcharoth
En la ciudad del eterno verano, el
Palacio de Narya es morada de la familia más poderosa, económica y
políticamente, de la ciudad. El linaje Nikiforov, cuyo futuro dependía entonces
de su único representante, Víktor. Sobreviviente a una tragedia hace más de dos
décadas que le dejó huérfano y bajo el cuidado de otra familia, el Clan Park,
cuyas relaciones con los Nikiforov se remontaban decenios enteros en el pasado.
Aun así, las habladurías iban y venían
continuamente, asegurando que los Park usaban al único en la estirpe Nikiforov
para su propia conveniencia. Verdad o simples rumores, aquello no importaba a
los primogénitos de ambos linajes, quienes han forjado una estrecha y honesta
amistad tras conocerse desde infantes.
— ¿Todavía insistes en ello, Yoochun?
— ¡Claro que sí! ¿No tienes curiosidad
también, Víktor?
— Bueno, la tengo. Pero, si tus padres
se enteran, armarán lío.
— Es por eso que debemos ir en secreto.
Mis padres no se tienen que enterar.
Nikiforov, de 28 años, se llevó una mano
al mentón, entrecerrando la mirada con aire pensativo. Park, mayor por cuatro
años, aguardó impacientemente por su respuesta. Después de todo, esta era la
clase de aventura que solo podría emprenderse en compañía.
— ¿Fraguando alguna estupidez otra vez,
chicos?
— ¡Yunho! — Exclamaron los amigos al
unísono, sonriendo con un dejo de nerviosismo.
A saber, el recién llegado, primogénito
de la familia Jung, hijo del Comandante de las hordas militares de Fauces Rojas, no era precisamente señal
de buenas nuevas. De comportamiento más bien disciplinado y personalidad
severa, era un peculiar amigo que no siempre entendía el espíritu aventurero de
los otros dos.
— ¿Qué es? Escúpanlo cuando todavía lo
pregunto amablemente. — Rugió. Literalmente, y es que no era ningún secreto que
el apuesto muchacho de tez morena fuese un Anfauglir.
Tal como los otros dos.
— Vamos, nadie está pidiendo una pelea
de lobos. — Siseó Park, casi seguro de que sus planes se vendrían abajo cuando
le explicaran a Jung la idea.
— Iremos a Cirith Ninniach. — Nikiforov
dijo abiertamente, sonriendo como si aquello fuese la misma cosa que salir a
tomar en una taberna a medianoche. O algo parecido. — Queremos conocer a los
Elfos, y comprobar con nuestros propios ojos si es verdad que son lo más
hermoso de Endor.
Jung suspiró, se talló las sienes y
luego les fulminó con la mirada.
— Ustedes en verdad son idiotas. — Masculló.
Pero, por alguna razón y ausencia de
lógica o disciplina, dos noches más tarde, emprendía el camino junto a
Nikiforov y Park, en busca del paso hacia la Grieta del Arcoíris.
~*~
Echorianth
La extensa cadena montañosa que da vida
a esta región es conocida también por el hermoso valle que protege en el
interior, llamado Himlan y en cuyas
laderas occidentales nace el río Gelion,
amplísimo y principal afluente de las aguas que bajan cuesta al sur hasta el
océano de aguas esmeraldas al que se le atribuyen un sinnúmero de leyendas.
Alguna vez, siglos atrás, los Elfos más poderosos pudieron haber habitado aquí.
La creencia se ha hecho popular a través
de las décadas, pese a que no hay texto alguno que refiera alguna veracidad a
los hechos. Sin embargo, las finas construcciones y sus exquisitas formas
apelaban el beneficio de la duda. Pero en más, no hay rastro alguno de vida
élfica aquí. Sin símbolos que pudieran pertenecer a su lengua, ni habitante
alguno con rasgos de ascendencia majestuosa. En más, quienes moraban el Valle
de Himlan, eran más bien comerciantes de todas partes del mundo, que se reunían
para hacer intercambios y negocios fructíferos.
El Valle de Himlan es administrado por
el Clan Altin, quienes llegaron en sus inicios desde tierras enclavadas entre
el oriente y occidente de Endor, por numerosas generaciones han continuado su
labor administrativa (política y económicamente) en Echorianth, de un temple gélido y un intelecto superior a
otros linajes de la región, no han
tenido par ni contraposición.
Actualmente la familia principal se
mantiene a la cabeza con el padre de familia, habiendo sucedido al anciano
Altin unos cuantos años atrás. Por lo que, los más jóvenes no se sienten presionados en absoluto por la
sucesión, y disfrutan sus vidas con relativa libertad. Excepto el primogénito,
a quien ya se le enseñan las artes de la administración del Valle de Himlan,
mientras que sus hermanos pueden llevar una vida fácil.
De entre los seis hijos en la familia
principal, Otabek es el quinto de ellos, tiene 18 años y es, probablemente, el
más capacitado para suceder el lugar de su padre, pero también el menos
interesado. De personalidad seria y rígida pero una nobleza transparente, el
joven de tez ligeramente tostada, suele pasar sus horas de ocio paseando por
las montañas, recorriendo cada día terrenos que no ha explorado aún, grabando
todo en su memoria, por el mero gusto de estar en continuo cambio.
— Otabek, no puedes marcharte.
— ¿Por qué, madre?
— Tu padre quiere hablar contigo un
momento, aunque ahora está ocupado en una reunión, haz favor de aguardar.
El muchacho asintió, dejando el bolso en
el sofá de la amplia sala en la Mansión. Tomó asiento y, en tanto esperaba a su
progenitor, dedicó su tiempo a leer un libro que había obtenido durante una
subasta en el centro de la ciudad la semana anterior.
— De todas formas, parece que la salida
de hoy se pospondrá. — Dijo para sí, sabiendo que una charla con su padre nunca
duraba unos minutos.
Casi una hora más tarde, y varios
capítulos leídos de su libro, el Sr. Altin llegó a casa. Se sacó el saco y el
sombrero de copa, entregándolo a su esposa, le miró de reojo y tras servirse un
vaso de licor, se sentó frente a su hijo.
— ¿Qué leías?
— La Historia del Puerto de los Cisnes.
— ¿Interesante?
— Es una perspectiva que no había leído
antes, pero parece bastante fantasiosa.
— No debieras decir eso, Otabek. Estoy
seguro de que no conocemos ni un poco de la verdadera historia de todo Endor.
El muchacho asintió, aunque no
contradecía las palabras de su padre, tampoco estaba seguro de que hubieran
cosas realmente tan increíbles como lo que lee en el libro. De cualquier forma
resultaba bastante entretenido.
— Necesito que me hagas un favor.
— Lo que padre requiera.
— Viajarás a Alqualondë. Es imperante.
— ¿Por qué?
— Otabek, me será enviada una mercancía.
Sumamente importante. Tanto, que es mi urgencia que la recojas en persona, y la
traigas ante mí.
— ¿Qué clase de mercancía?
— No necesitas saberlo. Te daré las
indicaciones del lugar y la persona con que has de encontrarte. En cuanto te
sea entregada, volverás. No será un viaje largo.
El muchacho no preguntó más, era
costumbre familiar obedecer a los mayores. Pero su silencio no era equivalente
a quietud. Por el contrario, la seriedad y la propia evasión de su padre para
revelar el origen de la mercancía adquirida, solo le hacía sentir tanto más
inquieto y dudoso.
A pesar de sus incertidumbres, Otabek
emprendió el viaje a primera hora la mañana siguiente, cuando el alba aún no
despuntaba en el horizonte sobre las montañas.
~*~
En algún lugar de Endor
— Estoy seguro de que estamos yendo por
el camino equivocado, Yoochun.
— Claro que no, estamos siguiendo el
mapa, ¿cierto? — Respingó Park a las palabras de Nikiforov, al tiempo que los
tres amigos se tiraban a descansar bajo la protección de un frondoso árbol en
la colina que han subido.
Más allá, solo podían vislumbrar
praderas, y luego montañas. Y hacía dos días que todo rastro de civilización
había quedado atrás.
— Y cómo demonios se te ocurrió que
sería tan fácil como seguir un mapa. Se supone que el paso a Cirith Ninniach es
secreto, idiota.
— Conseguí este mapa en el mercado
negro, ¿sabes? ¡Se supone que tenga algo de cierto! — Blasfemó furioso.
Encima, aparte del calor infernal, les
escaseaba la comida. Con suerte había ríos en su camino, y sus aguas eran
puras, frescas y cristalinas.
— ¿Deberíamos volver? — Sugirió
Nikiforov.
— ¡No! — Respondieron a la par Park y
Jung.
Y es que eran tercos a su manera.
Honestamente, eran más parecidos de personalidad ellos dos, de lo que Nikiforov
podía para seguirles el paso.
— Me duelen las piernas.
— Eres un quejica, Víktor.
— Odio el calor, qué quieres que haga,
Yunho.
— Vivimos en Carcharoth, ¿cómo es que
después de toda una vida ahí no te acostumbras?
— No me molestes, Yoochun. Odio el calor,
punto.
Los tres amigos gruñeron, se tiraron
sobre la hierba y contemplaron los puntos dorados entre las copas del árbol,
cuyas hojas se mecían apenas suavemente por el viento. Era mediodía, el sol
estaba inclemente, y ellos, honestamente perezosos para continuar la travesía.
— Volvamos.
— ¡Qué no, Víktor!
— Ng.
~*~
Gráciles eran los movimientos de las siluetas
que se deslizaban en el claro de aquella colina. Llevaban descalzos los pies, y
vestían ropas que nunca antes había visto en ningún lugar. Ni aún entre los
extranjeros más finos. Enfocó su mirada tratando de reconocer el par de
siluetas en el claro, bañadas por la luz de la luna y las estrellas.
Comprendiendo de pronto que sus movimientos eran una danza, y que cada uno de
ellos era preciso y hermoso. Y, en algún momento, aquellas dos siluetas se
detuvieron, voltearon en su dirección y, aunque no pudo verles claramente el
rostro, jura que escuchó sí, sus voces.
— ¿Man
Nályë?
— ¿Mh?
— ¿Mallo
Tutalyë?
…
El grito que pegó despertó a toda su
familia. Su hermana y sus padres se apresuraron a su habitación. El joven de
cabellos oscuros se sobaba el trasero mientras sonreía graciosamente.
— Yuuri, ¿estás bien?
— Lo estoy, mamá. Solo, me caí de la
cama. — Respondió, riendo torpemente mientras se levantaba y disculpaba con su
familia. Pronto todos volvieron a su respectiva habitación.
El menor de los Katsuki se sentó en su
cama, abrió las cortinas de su ventana y miró afuera. La noche aún era
profunda, la 1:36 de la mañana marcaba el reloj en la mesita junto a su cama.
Preciosas, la luna y las estrellas seguían reinando el firmamento.
— Igual que en mi sueño. — Murmuró. —
Ah, es verdad, qué sueño tan raro tuve.
~*~
— Estamos totalmente perdidos, chicos.
— Lo estamos.
Los tres hombres suspiraron, viendo con
un dejo de tristeza que, la ciudad que vislumbraban a la lejanía, era de lejos
siquiera parecida a la Grieta del
Arcoíris.
— ¿No estamos en El Puerto de los
Cisnes?
— Así es.
— ¿Cómo demonios llegamos aquí cuando
partimos en sentido contrario?
— Cómo vamos a saberlo, tú traías el
mapa, Yoochun.
— ¡No intentes culparme, Víktor!
— Estoy diciendo la verdad.
— Basta, los dos. No hay vuelta atrás,
lleguemos a Alqualondë.
~*~
Cirith Ninniach
Había en Cirith Ninniach una belleza extraordinaria aún en sus pequeños
detalles, porque los Elfos que aún habitaban estas fenomenales tierras todavía
le cantaban a los árboles, a la tierra, a las aguas dulces de los lagos y las
saladas de los mares, a la luna y las estrellas, al sol, al frío y al calor, al
fuego y a la lluvia. Estos Elfos mantenían viva la magia que les circulaba en
las venas, misma magia que vivía en la naturaleza y el cosmos. Porque se debían
a ellos y jamás olvidaban sus favores.
Hubo una época, perdida en la historia,
en que el paso a la Grieta del Arcoíris
era transitable por todos los hombres. Una época en que todos podían vivir en
armonía. Época, que ha quedado en el olvido porque los mismos Elfos así lo han
preferido. Porque una guerra fue suficiente para comprender que los hombres, y
aún las criaturas que entre ellos han evolucionado, no son de fiar. Los
licántropos, los hechiceros, los chupasangre y otras criaturas que fácil podían
ser seducidas por la ambición y el poder.
Aquella guerra había costado mucho.
Vidas, dolor, pesares. Y quien más había sufrido fue la Comunidad élfica, pues
casi habían sido exterminados de la faz de Endor. Recluirse y ocultarse en Cirith Ninniach fue la única manera de
salvar a los suyos. Y evitar la mismísima destrucción de Endor. Si se perdía el
equilibrio mágico, el planeta no lo soportaría y se vendría abajo. Muerte,
destrucción y desolación vendrían para Endor.
Una barrera mágica salvaguardaba los
límites de Cirith Ninniach, más una
guardia constante en todas sus fronteras. La comunidad élfica era hoy día mucho
más próspera, y ocasionalmente cambiaban sus galas para salir al mundo más allá de sus lindes. Más ninguno debía
ausentarse demasiado tiempo de Cirith
Ninniach pues todos y cada uno de ellos eran un eslabón importante en la
comunidad.
En Cirith
Ninniach existía una jerarquía, determinada desde sus inicios por el poder
mágico de quienes quedaban. Tenían reyes y príncipes, militares, artesanos, herreros,
etcétera. Entre ellos, había también encantadores de dragones, de unicornios y
otras criaturas mágicas que protegidas estaban en la Grieta del Arcoíris pues no era amplia su población y se prevenía
su extinción. Estos encantadores no
solían pertenecer a la familia Real, pero en la generación más joven así ha
sucedido. Los Príncipes Jaejoong y Junsu tenían la habilidad para encantar a las criaturas mágicas. Y
eran, de entre la realeza, los más queridos de todos.
Jaejoong, el mayor –aunque su edad
difícilmente podía ser contada en años como cualquier otro mortal–, era hermoso
como todos los elfos. De larga cabellera negra y ojos del color de una noche
repleta de estrellas, su piel pálida como la nieve y los labios rojos como
cerezas, de esbelta figura y piernas ágiles para moverse ahí donde quisiera.
Tiene control sobre todos los elementos, y se le da bien encantar a los unicornios, entre otras criaturas mágicas menores
dentro de Cirith Ninniach.
Junsu, el menor –cuya edad tampoco
podría ser contada en años mortales–, era hermoso como su hermano, aunque de
rasgos más aniñados. Su cabellera le llegaba a media espalda (mientras que su
hermano la portaba más allá de la cintura) y era de un color castaño que podía
parecer dorado bajo la luz del sol. De ojos color chocolate y una piel clara,
sus labios parecían tinturados de rosa. Su esbelta figura estaba
particularmente acentuada por la curva en su espalda. Y aunque de pies ágiles,
Junsu era menos habilidoso para trepar o correr grandes distancias. Quizá por ello se le daba bien encantar seres alados como los dragones, a quienes solía montar y
dar largos paseos por los cielos de Cirith
Ninniach.
La Grieta
del Arcoíris sin embargo, estaba por perder su inquebrantable quietud. Los
pasillos del Palacio en el centro de la ciudad élfica fueron invadidos por un
grupo de militares que a toda prisa se dirigían directamente a uno de los
patios en su interior, ahí donde el Rey solía pasar largas horas meditando
frente al Espejo Cuiviénen, donde se
reflejaban los eventos más entrañables entre los gobernantes de las ciudades
más importantes de Endor. El Espejo Cuiviénen
era una especie de fuente de la que nacían aguas mágicas, puras y cristalinas,
pero terriblemente honestas. Mostraban el bien y el mal en su más puro estado.
Y era deber del Rey vigilar los hechos de los hombres, e intervenir si era
sumamente necesario o prudente. El Espejo Cuiviénen
sin embargo, no mostraba nada de lo que sucedía dentro de Cirith Ninniach. Por lo que, la terrible noticia entregada por sus
militares, solo podía ser un mal augurio.
— Mi Lord Lenwë, ¿cuáles son las medidas
que debemos tomar?
El Rey miró a los militares sin emitir
respuesta alguna. Pronto su mirada se perdió más allá, entre los altísimos
árboles que fungían como pilares naturales del Palacio, sus increíblemente
anchos troncos y toscas raíces. En lo alto, los rayos del sol se colaban entre
las copas, mientras el viento jugaba con sus hojas y formaba un canto natural
de murmullos pacíficos. Se llevó una mano al corazón y musitó unas palabras
élficas, segundos después, de las puntas de sus dedos flotaron hebras doradas
que tomaron camino al frente, serpenteando entre el Espejo de Cuiviénen y los árboles élficos,
enredándose en sus troncos y conectándose en sus memorias. Largos fueron los
minutos que le tomó al Rey Lenwë recorrer cada centímetro de la ciudad en busca
de respuestas, de indicios.
Los militares aguardaron pacientemente,
parados firmes, en absoluto silencio y respetuosos de la presencia del Rey. Durante
su consulta a los grandes árboles de Cirith
Ninniach, la Reina se unió. Emeldir es su nombre, hermosa como ninguna otra
elfa, de cabellos rojos como el fuego y una presencia apasionada como éste.
Enterada de la desgracia que había acaecido sobre la ciudad, estaba ahí
dispuesta a unirse a la comitiva que fuese enviada en busca de lo que ha sido
robado, tan hábilmente, del Palacio.
El Glingal. La Llama Colgante.
La principal fuente de vida para la
comunidad élfica.
— Es mi deseo partir en busca del
Glingal, pero una imprudencia innecesaria. — Dijo de pronto el Rey, volviendo la
mirada hacia su esposa y los militares.
— Iré, Lenwë. Llevaré conmigo a los
mejores y…
— No, Emeldir. Has de ir sola, con
nuestros hijos. Y ocultar nuestra naturaleza mágica.
— ¿Por qué llevar a Junsu y Jaejoong,
Lenwë?
— Porque el Glingal responderá a ellos.
Lo encontrarán con menos dificultad y sin desatar una guerra.
Los reyes se sostuvieron la mirada
durante instantes. Hasta que la Reina asintió.
— He depositado en tu pensamiento el
sendero que has de tomar. Emeldir, no te separes de nuestros hijos, en ningún
momento.
La Reina sonrió, de sangre guerrera, no
se permitiría error alguno. Su pueblo dependía de ella, y los dones mágicos de
sus hijos.
~*~
Alqualondë
Víktor, Yoochun y Yunho finalmente han
entrado en la ciudad. Estaban impresionados de cuán hermosos eran sus paisajes
y variados sus edificios. Construcciones que iban desde lo más antiguo hasta
las más modernas. Un mercado ruidoso y atractivo a la vista. Al menos para
Park, cuya personalidad coqueta estaba saliendo a la luz. Mientras que
Nikiforov, más sutil pero igual de seductor, trataba de ignorar las miradas
pretenciosas de mujeres locales y extranjeras. Jung, demasiado serio para
flirtear con extrañas, estaba más interesado en encontrar una posada donde
hospedarse.
— Dejen de hacer ojitos o lanzar besos
al aire, par de idiotas. Vamos por allá, tomemos un descanso y planeemos
nuestros siguientes movimientos.
— ¿Siquiera te interesa alguien, Yunho?
¿Mujeres? ¿Hombres?
— No me molestes, Yoochun.
— Sí, no lo molestes Yoochun. Que es tu
culpa que estemos aquí y no en busca de la Grieta
del Arcoíris.
— ¿Vas a seguir fastidiándome con eso,
Víktor?
— Naturalmente. — Respondió, sonriendo
como si fuera la cosa más normal del mundo.
Park gruñó, y por un segundo los
colmillos bajo sus labios centellaron su propia frustración. Pero el apretón
que Jung dio en su hombro, le recordó dónde estaba. Incluso en Carcharoth tenían que andarse con
cuidado, mostrar la naturaleza lobuna que llevaban en la sangre no era
prudente, ni cosa buena.
— Tomemos una tregua, los tres. Quiero
descansar, y comer algo decente.
— Yunho, en serio me preocupo por ti,
amigo.
— También yo, amigo.
— Jódanse.
Mientras discutían, un joven de cabellos
rubios les pasó al lado, acompañado iba por otras tres personas.
— Profesor Mokomichi, ¿por qué tenemos
que acompañarle a hacer sus compras?
— Oh, Yuuri, porque vamos a compartir la
comida, por supuesto. Ya que es el no cumpleaños
de ChangMin~.
— Solo está buscando pretexto para que
probemos alguno de sus inventos culinarios.
— Hieres mis sentimientos, ChangMin~.
Cuando varios metros separaban ambos
grupos, alguna fuerza más allá de su comprensión, hizo virar la mirada a
Nikiforov. Y jadear con sorpresa al chocar sus ojos con los del muchacho de ojos
avellana. Katsuki sintió sus mejillas tibias. Y el corazón latirle a toda
velocidad.
Nikiforov dio un paso al frente, como si
pretendiera salir al encuentro del muchacho por el que su cuerpo parecía de
pronto arder en llamas y expectación.
— ¿Yuuri? ¿Qué sucede? No te quedes
atrás. — Quien le ha llamado es ChangMin, el wilwarin por el que el joven de cabellos rubios se sentía un
poquito envidioso.
— ¿Eh? Ah, yo. Sí.
Tartamudeando sin sentido, Katsuki echó
a andar con sus amigos (aunque era difícil considerar al profesor Mokomichi
como uno, ya que era mayor que ellos), pero volvió la mirada todavía algunas
veces más antes de que el –apuesto– hombre de cabello plateado se le perdiera
entre los transeúntes. Su corazón, sin embargo, todavía latía deprisa y sentía
las mejillas, de hecho, más calientes aún.
Plisetski le miró de soslayo, curioso
por el repentino nerviosismo del mayor (Katsuki tiene 23), y es que aunque era
ciertamente de personalidad nerviosa y tímido, algo raro estaba extra en su comportamiento.
— ¿Qué rayos con el sonrojo? — Murmuró
entre labios, chocando repentinamente con alguien, pues iba demasiado
concentrado en adivinar lo que le pasaba a su compañero wilwarin. Estuvo por
decir alguna grosería, cuando el otro afectado
se disculpó primero.
— Lo siento, no miraba por dónde iba. —
Tan amable y caballeroso, que el rubio adolescente se quedó sin palabras.
El muchacho hizo una venia respetuosa y
continuó su camino. Plisetski sin embargo todavía estaba sorprendido por la
obvia educación del susodicho. Su porte elegante, las finas ropas, el garbo
caballaresco.
— ¿Un príncipe? — Se preguntó entre
dientes, perdiendo de vista al hombre cuando entró en un establecimiento de
antigüedades.
— Ése era Otabek Altin. — Escuchó decir
a su profesor. Mokomichi apoyó una mano en el hombro del adolescente… — Y será
mejor no relacionarse mucho con él, Yuri.
— ¿Por qué no?
— Te daré más detalles cuando pases tu
siguiente evaluación de encantamientos mentales. — Mokomichi dijo con una
sonrisilla.
— ¡Qué demonios! ¡Eso es trampa! — Se
quejó, señalándole acusadoramente con el dedo, frunciendo el ceño y gruñendo
como el crío desafiante que es.
— Se llama intercambio justo, Yuri.
— ¡Profesor, intenta sacar provecho de
la situación!
— Naturalmente, por eso es un
intercambio justo. Voy a revelarte secretos muy bien protegidos.
— ¿En serio? — Plisetski preguntó, de
pronto algo más dócil, sus ojos
verdes brillando como los de un cachorro esperando su premio por buen
comportamiento. Aunque, él era más como un gato. Arisco y demandante. Sí, un
gato le pega más.
— ¿Vamos a continuar nuestro camino? ¿O
van a seguir perdiendo el tiempo en tonterías?
— ¿Hambre, ChangMin~?
— Por supuesto. Además, ¿no dijo que es
por mí no cumpleaños? Aliménteme, profesor
Hayami.
ChangMin.
Shim ChangMin, 19 años. Y el único en
todo Endor con poder sobre Mokomichi Hayami. Poder que, secreto a voces, venía
del amor (romántico) que tiene el profesor por el aprendiz wilwarin. Aunque 15
años hubiera de diferencia entre sus edades. ¿Noviazgo? No. ¿Algún tipo de
relación física? No. ¿Confesión previa? Sí. Una vez, cuando ChangMin cumplió
18, y Mokomichi casi perdió la vida en un enfrentamiento contra otros wilwarin
y chupasangre en tierras al extremo
norte de Endor. Aquella vez, Mokomichi lo había dicho. “Me gustas, te amo. Eres lo más importante que tengo, y el único temor
que poseo en la vida, es no envejecer a tu lado”. Shim no había respondido
nada a tales palabras tan honestas. Un solo beso compartieron aquella mañana
fría de los últimos días de un crudo invierno. Pero después, quizá ambos
tomaron distancia, o sencillamente habían dejado en stand by lo sucedido.
Plisetski chasqueó la lengua, metió las
manos en los bolsillos de su chaqueta de cuero y siguió a los otros. Katsuki
seguía en su nube, casi parecía que ni siquiera se ha enterado de más nada
desde hace minutos. El rubio, por su parte, solo piensa en que sí o sí, deberá
cumplir con excelencia su próxima evaluación de encantamientos mentales.
…
Cuando había perdido de vista al
muchacho de ojos avellana, Nikiforov sintió un estremecimiento que sacudió todo
su cuerpo, suspiró y luego puso una expresión tan rara que Park lanzó una
maldición cuando se percató de ella.
— ¡Qué diablos contigo, Víktor! Pareces,
no sé qué, pero das miedo.
— Yoochun, Yunho, creo que llegamos.
— ¿Qué? — Preguntaron los nombrados al
unísono.
Nikiforov soltó otro suspiro.
— A Cirith
Ninniach. — Dijo.
Sus amigos se miraron entre sí y luego
otra vez a Nikiforov.
— ¿Tanto te afectó el calor? — Jung
preguntó. — No estamos ni de cerca en…
— ¡Pero lo vi! A la criatura más hermosa
de todo Endor. — Dijo, suspirando, sí, de nuevo. — Definitivamente era un elfo, tan hermoso~.
— ¿Dónde? — Preguntó Park curioso.
Comenzando a cepillar la zona con la mirada.
Veía sí algunas personas atractivas,
mujeres y hombres, pero alguien hermoso.
No.
Jung, con más disimulo, también tanteó
con la mirada alrededor. Pero como Park, no encontraba a nadie particularmente hermoso por ninguna parte.
— Estoy enamorado, amigos míos~.
Nikiforov exclamó cual embriagado de
amor, casi parecía que le flotaban corazoncitos sobre la cabeza, y se echó
dramáticamente a los brazos de Park. La cosa no hubiera sido tan desagradable para su amigo si no hubiese
comenzado a restregarse contra él
como lombriz en un charco de lodo. Feliz, vaya.
— ¡No te me restriegues como perro en celo, joder!
— ¡Pero lo estoy!
— ¡Qué!
— ¡Oh vamos, todos los lobos alpha como
yo estamos en celo todo el tiempo! ¡Y acabo de conocer a la criatura más
hermosa de Endor! ¡Quiero aparearme
con él!
Jung se golpeó la frente, mientras que
Park luchaba con su amigo por conseguir sacárselo de encima. Eran todo un caso.
Sin embargo, la escena cómica que el
trío de amigos se estaba montando, fue repentinamente interrumpida por un ruido
sordo y cercano, cual si hubiera sucedido una explosión. Pronto las personas
comenzaron a gritar y alejarse histéricas de ahí, corriendo y farfullando algo
sobre fuego en un local.
Park, Jung y Nikiforov se apresuraron
(casi por instinto) hacia el lugar de donde veían emerger una línea de humo.
Demasiado negro para ser “natural”. Además, había un olor en el aire que no les
daba buena espina. Sus instintos lobunos estaban activados, como cuando se
predisponen a una pelea.
El lugar era el establecimiento de
antigüedades al que antes Plisetski viera entrar al joven Altin. Lo extraño
comenzó, cuando del humo negro comenzaron a emerger criaturas malignas que no
tenían nombre para los mortales, pero eran bien conocidas por los wilwarin. E
incluso para los Anfauglir. Demonios menores que solo podían ser invocados por
un Nigromante (siempre ocultos y con centenares de artimañas para mantenerse en
anonimato), pero que solían ser el precedente de los Balrog (demonios de fuego
creados de maldad pura).
Mokomichi, que no se había alejado
demasiado aún, se puso al frente de inmediato, invocando escudos de protección.
Los pupilos, reacios a mantenerse bajo la protección de su profesor, han
emulado su magia, conteniendo los demonios en un radio de medio kilómetro. No
era mucho, pero podían aguantar hasta que otros wilwarin se unieran.
O eso pensaban.
— No hay tiempo, tendremos que
intervenir. — Jung dijo.
Y en segundos los tres amigos estaban
adoptando sus formas licántropas. Detrás, manteniéndose casi a la sombra de los
hechos, la Reina Emeldir y sus hijos Junsu y Jaejoong aguardaban el desenlace
de esta batalla.
— Madre, el Glingal estuvo aquí. Pero no
más. — El pelioscuro dijo. Notando cómo su cuerpo parecía presto para unirse a
la batalla.
— Ha sido transportado de nuevo por
magia maligna. Un Nigromante, hacía décadas que no se movían tan
despreocupadamente entre los hombres.
— Madre, ¿vamos a mirar solamente? — El
castaño quiso saber, consciente del cosquilleo que le corría por las venas.
Presto, como su hermano mayor, a unirse a la batalla.
La Reina Emeldir miró a sus hijos. Y vio
en ellos su pasión, el fuego que circula en su sangre guerrera. Se sintió
sumamente orgullosa. Pero, desechó la idea de que se unieran a la pelea. No
aún. No era tiempo para ellos todavía.
— Nuestro destino es recuperar el Glingal.
Y no está más aquí. Debemos irnos.
— Pero madre… — Dijeron a la par los
jóvenes elfos.
— Ellos lo harán bien. El Puerto de los
Cisnes está seguro. Hay al menos cuatro Wilwarin talentosos aquí, y tres Anfauglir.
No necesitan nuestra magia. Vamos, Junsu, Jaejoong.
Aunque inquietos, los jóvenes elfos
siguieron los pasos de su madre. Sin embargo, cuando comenzaron a alejarse,
Park y Jung alcanzaron a vislumbrar, con su vista agudizada bajo la apariencia
lobuna, el perfil de los elfos.
Y supieron, que algo acababa de cambiar ahí para siempre.
…
Mokomichi no estuvo ajeno a la presencia
de los lobos de Carcharoth. Ha leído mucho sobre ellos, como cualquier wilwarin en Alqualondë y cualquier rincón de Endor. Pero nunca se había topado
con ninguno de ellos. Los escritos dicen que hay varios tipos de anfauglir, pero que entre ellos los
más poderosos eran capaz de tomar la
forma de una bestia (licántropo), de un lobo común y corriente, o de un lobo
enorme con la habilidad para comunicarse mentalmente con cualquiera al alcance
de cualquiera de sus sentidos.
— No
debo distraerme con eso. Hay que controlar esto antes. — El profesor
Mokomichi cambió la modalidad de sus escudos mágicos, de manera que entonces
cualquier persona alrededor estaría ciega
a la presencia de los anfauglir.
Katsuki, anonadado con la presencia de
los licántropos y la habilidad con que desgarraban demonios con sus poderosas
garras, fue capaz de mantener un escudo mágico, junto con Plisetski y Shim, que
se encargaba de absorber los residuos de magia negra que desprendía el
exterminio de cada demonio.
Controlada la situación, el resto fue
cuestión de esperar. En Alqualondë no
estaba estrictamente prohibido el uso de la magia, sin embargo había un
concilio que supervisaba todos los eventos relacionados con ella. Rápidamente
se reunían y borraban de las memorias de quienes hubieran sido testigos, los
hechos. Era mejor mantener la existencia de los wilwarin a discreción. Como sucedía con casi todo lo sobrenatural
sobre Endor. Aunque hubiera existido una época en que la magia y las criaturas
que pudieran estar relacionadas con ella, vivieran libremente sobre Endor.
— Una excelente intervención,
Mokomichi-sensei. Sus pupilos también lo hicieron bien, aunque hubiera
preferido que tuviéramos menos testigos a los cuales manipularles la mente.
Sabe que no es fácil para nuestros telépatas encargarse de tanto a la vez,
¿cierto?
— No es como si hubiera sigo elección
mía que un nigromante usara tales artilugios en pleno centro de la ciudad. —
Mokomichi respondió con tono ácido.
Y la verdad es que tenía varias razones.
Empezando por el hecho de que no tenía, para nada, buena relación con el Anciano frente a él. Los ancianos eran los wilwarin más longevos de todo Endor, los más experimentados, aunque
no necesariamente poderosos. Incluso el aprendiz Shim tenía más talento que
muchos de ellos, pero se les debía respeto por el simple hecho de ostentar el
título de Anciano. Por sus heridas en
batalla que no sanarían nunca, ya que las heridas provocadas por la magia solía
ser de esa manera. También eran ancianos
por los logros obtenidos, algunos de ellos, se dice, previnieron guerras entre
ciudades, o construyeron puentes políticos en pro de la paz.
Como fuera, para Mokomichi, había ancianos con el que estaba frente a él,
que ni siquiera merecían el título.
— ¿Está escuchando, Mokomichi-sensei?
— Lo hago. Y como está escrito en el
reporte, los únicos wilwarin que
estuvimos ahí fueron Katsuki, Plisetski, Shim y yo. Nadie más.
El anciano
achicó la mirada, dudoso de las palabras del profesor. Se acarició la larga
barba blanca y finalmente asintió. Indicándole con una simple señal de mano, que
se marchara.
Mokomichi salió de aquella oficina con
semblante sombrío. Estaba enojado, y preocupado, a partes iguales. Enojado por
el poder político que tenían ahora los ancianos,
y preocupado porque estaba cometiendo, probablemente, un error, al ocultar la
identidad de los anfauglir al
Concilio de Ancianos.
— ¡Profesor!
— Ah, Plisetski, ¿qué sucede?
— Yuuri no está en su habitación.
— ¿Qué? ¿Cuándo fue la última vez que lo
viste?
— Cuando los ancianos nos ordenaron encerrarnos en nuestras habitaciones hasta
que charlaran con usted. Pero, en cuanto los candados mágicos fueron liberados,
salí y le busqué.
— ¿Y ChangMin?
— Estaba leyendo un libro cuando me
asomé en su habitación.
— Ve con él. Y esperen un mensaje mío.
¡Anda!
— ¡Sí!
Si bien el rubio adolescente era un
tanto rebelde, tenía instinto para saber cuándo era mejor obedecer los mandatos
de sus mayores. Y este, era uno de esos casos. Así que volvió sobre sus pasos,
atravesando varios pasillos y subiendo escaleras hasta una tercera planta,
pasando de largo su habitación y entrando directamente en la de Shim. El
morocho volvió la mirada hacia él con gesto inquisitivo.
— El profesor Mokomichi me dijo que
esperáramos por él aquí.
— Buscará a Yuuri.
— Lo sé.
— Teme que esos lobos se lo hayan llevado.
— ¿Qué razón tendrían para hacerlo? Y de
todas formas, ellos no habrían podido entrar en este edificio, ¿no? Estamos
seguros aquí.
— A menos que Yuuri los hubiera dejado
entrar.
— ¿Y por qué él haría algo como eso?
— ¿No te diste cuenta? Ah, bueno, es
claro que no. Y entendible, todavía eres muy joven para entender algunas cosas.
— Shim dijo con aire superior, mientras que al rubio se le fruncía el ceño y le
saltaba la venita en la sien. — Uno de esos lobos estuvo particularmente centrado
en Yuuri. Podría decirse que lo defendía, y estoy seguro de que sus ojos azules
nunca soltaron la figura de Yuuri.
…
Debía ser una pesadilla. Oh bien, un
sueño, no era tan terrible como podría parecer. De cualquier manera, Katsuki
estaba curioso acerca de la razón que lo impulsó a romper las reglas de la
escuela de magia y salir, por su propio pie, en busca de los lobos. Romper el encantamiento de los
candados mágicos en las habitaciones no solo iba contra las reglas, sino que
además alertaba a los ancianos de su
ausencia. Podrían estarle buscando en esos momentos.
— ¡Ay~! — Exclamó de pronto, habiendo
chocado de lleno contra alguien.
— Eres el wilwarin de antes. — Dijo la ronca voz. Y Katsuki reconoció a este
hombro, como una de las bestias de antes.
— Yo, esto…
— Relájate. No somos enemigos de
ustedes. Soy Jung. — Dijo, extendiendo la mano para un apretón.
Katsuki observó de hito en hito la
extremidad que se le ofrecía y la mirada determinada del hombre. Tragó hondo y
sintió que le sudaban las manos. De nuevo, ¿qué le movió a venir a buscarles?
— Katsuki Yuuri. — Respondió finalmente,
dando un ligero y casi fugaz apretón de manos. Mirando luego a ambos lados.
Estaban a las afueras de la ciudad, pero el hombre parecía estar solo.
— Mis amigos están buscando transporte, no
queremos problemas con los suyos, así que nos marcharemos.
— ¿Qué vinieron a buscar en Alqualondë?
— Incluso si te debiera algo, no
responderé esa pregunta tuya, Katsuki.
— Ah, eso…
— ¡Yunho! — Se escuchó una segunda voz.
Y cuando Katsuki viró ligeramente la
mirada, le vio. El mismo hombre con quien sus ojos se cruzaran horas antes.
Nikiforov sonreía, aunque sus pupilas no lo reflejaban realmente, en tanto veía
a su amigo y parecía reñirle mentalmente.
Detrás, Park caminaba con las manos en
los bolsillos y una expresión inquieta que no ha abandonado sus ojos desde que
viera aquella hermosa criatura partir. Tanto él como Jung, tenían la urgencia
de marcharse de alqualondë por la
misma razón.
— Hola, perdona a mi malhumorado amigo.
Suele pasarnos después de una batalla, la adrenalina tarda en esfumarse de
nuestra sangre. — Nikiforov trata de explicarle a Katsuki, consciente de lo
acelerado que llevaba el corazón y las repentinas ansias de conocer todo de él.
— Me llamo Víktor Nikiforov.
— Katsuki Yuuri. — Repitió, casi en
automático. Estrechando más que la mano del hombre, el abrazo que tan
efusivamente le dio. Poniéndole algo más nervioso. — Esto, yo quería…
— Víktor, tenemos que irnos.
— ¿Eh?
— Vamos, andando ya.
— Pero, chicos.
Nikiforov miró aprehensivamente a
Katsuki. Y éste le devolvió la mirada.
— ¡Voy con ustedes! — Exclamó cuando los
otros dos comenzaron a llevarse a la fuerza (de una forma bastante cómica,
sobra decir, que lo llevaban “de cantarito”) al peliplateado.
— No. — Dijeron al unísono Jung y Park.
— ¡Seguro! — Por supuesto, Nikiforov
está encantado con la propuesta.
Katsuki mira de hito en hito a los tres
amigos. Nikiforov gruñe gutural, Park y Jung hacen lo mismo. Katsuki pensaría
que es un lenguaje bastante primitivo, pero al parecer funcional entre los tres
hombres.
— De acuerdo, puedes venir si quieres.
Nos hemos puesto en sintonía. — Nikiforov dijo.
— Más
bien acabas de imponer tu linaje. — Pensó Jung.
— Estúpido
Víktor, tenías que enamorarte de un wilwarin. — Park también tuvo su
pensamiento.
— ¡Yuuri!
Oh bueno, las cosas no iban a ser tan sencillas para Katsuki y Nikiforov y esa
ansiedad extraña que no les dejaba separarse. Mokomichi está ahí.
~*~
En el sendero hacia Dorthorion
La capucha que les ocultaba el rostro se
agitó cuando se internaron en el bosque. El aire helado de su interior podría
haberles calado hasta los huesos de no ser por su sangre élfica.
— La vista al frente, hijos míos. El bosque
de Dorthorion es engañoso.
— Madre, por qué vamos hacia Dorthorion.
El Glingal no está ahí.
— Pero hay en la biblioteca de
Dorthorion algo que debo entregarles
antes de seguir nuestra búsqueda del Glingal.
Jaejoong, el nigromante de antes, no estará solo. Ni debe ser el más poderoso. Lo
sintieron, ¿no? Otras presencias mágicas además de la del Nigromante.
— ¿Tan poderosos como para que nosotros
no los enfrentemos, madre?
— Una batalla no se gana solo con el
poder, Junsu. Lo sabes. Tú, que encantas a
los mismísimos dragones, debes saberlo muy bien.
Los jóvenes elfos asintieron, y con la
mirada al frente siguieron los pasos de su madre hasta que ella se detuvo. Y al
segundo entendieron el por qué. Presencias demoniacas los han rodeado.
Notas de Felina:
Como se darán cuenta, he retomado la escritura *w* aunque la srita. inspiración ha decidido que sea con algo nuevo~ espero que sea de agrado para quienes no me siguen por fb y lean esto por primera vez.
En una semana estaré de vacaciones, y realmente tengo ánimos para continuar los otros miniseriales que dejé pendientes, así que ¡a esperar por ello!
Ya Ne! ;D
Sinceramente creo que es de las primeras veces que comento en alguna de tus historias y eso que te sigo desde hace años, pero nunca es tarde.
ResponderBorrarYa directamente de la historia me enamoro la temática, simplemente me encanta, además que soy fan de la fantacia.
Estaré pendiente de las actualizaciones de este y tus otros proyectos como siempre, decirte que sufrí mucho cuando veía que no actualizabas pero ya paso. Espero que la inspiración siempre te acompañé, porque haces historias maravillosas.
Saludos~~~~(^-^)/
waaaaaaaaaaa.......
ResponderBorrarnueva historia no puedo creerlo.. es una combinación tan interesante que no se como aguantare hasta el sig capi...
las personalidades de cada uno estan tan bien identificadas que no pensarias que son de mundos diferentes...
me reencanta asi que esperare con paciencia para saber como se desarrollan las cosas... ya que la historia esta empezando y no creo que las sorpresas se detengan.... eres la mejor
saludos besos y abrazos a la distancia..
matta ne... <3
Aaayyyy Dios!!! Crossover!! Una vez te escribí por facebook que gracias a ti vi por primera vez a Yuuri on Ice y me encantó paso a ser uno de mis animes favoritos y ahora junto a mis lindos shinkis me encaaaaantaaaa!! En un mundo de fantasia donde ellos no son tan comunes pero saben que existen!! Ya quiero el segundo capitulo, ya Viktor y Yuuri estan cautivados quieron que los demas se conozcan!! Y que va a pasar con Jae, Junsu y su mamá??
ResponderBorrarEspero que la señorita inspiración esta vez se quede contigo laaaaargo tiempo jajajajjaja
Gracias por la historia!!!