miércoles, 15 de marzo de 2017

ALWAYS PARIS (Secuela Don´t Know Why) HayaMin



ALWAYS PARIS
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ESCENAS ELIMINADAS DON´T KNOW WHY

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Sobre la vida en común

ChangMin estaba tranquilamente –obviemos cierto sarcasmo– esperando fuera del Instituto donde Yeong Ki estudia. Recargado en el cofre de su auto miraba cada minuto la hora en su reloj, tamborileando los dedos en su antebrazo mientras su ceño se iba pronunciando cada vez más.

Qué estará haciendo que se tarda. Le dije que pasaría por él… — Pensaba, y no precisamente en absoluto control.

Casi diez minutos después le vio venir por el amplio patio delantero, despidiéndose animadamente de un par de chicos que, el morocho asumió, debían ser nuevos amigos de su hijo. Cuando el adolescente quinceañero vio a su omma esperándole en la entrada principal, sonrió ligeramente apenado. Está seguro de que recibirá un llamado de atención.

— Omma, buenas tardes.

— Tardaste.

— Estaba conversando con Mokomichi-san. Últimamente siento que nos llevamos mejor, creo. No sé, es una sensación extraña… — El adolescente dijo pensativo. E inconscientemente el morocho se tensó.

Oh sí, hay un pequeño –gran– detalle ahí que no ha sido revelado a oídos de su hijo. Mokomichi-san, es ni más ni menos que, su padre. ChangMin tragó hondo, espabiló la mente y subió al auto luego de que su hijo lo hiciera también. Pero Yeong Ki no es para nada tonto –vamos, que lleva en sus genes poderosa herencia–, intuye algo.

— Omma.

— Qué sucede.

— ¿Hace cuánto estás saliendo con Mokomichi-san sin decirme?

El morocho frenó abruptamente, haciéndose a un costado en la carretera aparcó el auto antes que arriesgarse a un accidente.

— De dónde sacas eso.

— Últimamente vienes prácticamente todos los días por mí. Y Mokomichi-san siempre me pide que aguarde un momento cuando termina la clase, me hace toda clase de preguntas como las cosas que me gustan y las que no. Siento que quiere conocerme, acercarse a mí. Y también me pregunta sobre ti. Además, el otro día les vi ponerse nerviosos cuando se miraron. Están saliendo, ¿verdad?

ChangMin maldijo internamente, tendrían que haber sido más discretos. Miró a su hijo, largó un suspiro y se desordenó el cabello sin saber por dónde comenzar. Yeong Ki por su parte aguardaba pacientemente. En verdad, paciente. El morocho se permitió una sonrisita, esa característica siempre le había recordado a Hayami.

— Eres inteligente Yeong Ki, y muy observador.

— Supongo que lo heredé de ti, omma. Así que, Mokomichi-san me cae bien. No es como si vaya a hacer drama porque ustedes salgan, yo te lo había comentado antes, ¿recuerdas?

— Claro que recuerdo Yeong Ki-ah. Hayami y yo estamos saliendo hace un par de meses.

— Por qué no me lo habías dicho.

— Porque, es un poco más complicado de lo que parece, Yeong Ki-ah.

— No dejará de serlo incluso si intentan evitarlo, ¿cierto? Así que, voy a esperar a que ambos se sientan cómodos con decirme sobre su relación.

El adolescente volvió la vista al frente, dejando a su madre perplejo con sus palabras. A veces, solo a veces, sentía que su propia personalidad había hecho madurar demasiado rápido a su hijo. Aún así, con todos los errores que pudo tener como madre de su hijo, ChangMin estaba profundamente orgullosos de él, del adolescente que tiene todos los días junto a él.

Esa misma noche con Mokomichi decidieron hablar con él y decirle la verdad. Yeong Ki no pareció del todo sorprendido, aunque sus cuencas oscuras delataban su irreverente conmoción, sonrió y abrazó a sus progenitores murmurando que estaba feliz. Feliz porque papá finalmente estaba con ellos.

Sin embargo, a medio año de iniciada la relación, la realidad era que Mokomichi todavía era solo el novio de mamá, y no precisamente el padre de Yeong Ki. ¿La razón? ChangMin todavía no acepta que vivan juntos.

— ChangMin ah, cuánto tiempo más necesitamos para vivir en familia.

— Yo necesito más tiempo, Hayami baka. No es tan, sencillo.

— Pero claro que lo es.

— ¡No para mí! — Exclamó, sonrojándose de vergüenza… — Entiéndeme, durante dieciséis años he vivido solo, haciéndome cargo de todo. No, no es fácil para mí compartir mi vida con-contigo.

— ChangMin… — El japonés sujetó su rostro enmarcándole las mejillas… — Sé que no es fácil, pero en algún momento tenemos que comenzar. Yeong Ki también lo quiere, yo lo quiero. Y te juro que voy a esperar hasta que estés listo, pero, también quiero que sepas que no puedo dejar de insistirte. Quiero que tengamos nuestra propia casa, que vivamos como familia, quiero despertar a tu lado, ver tu cara somnolienta, preparar el desayuno para tres, llevar a Yeong Ki a la escuela al menos de vez en cuando antes de que sea demasiado mayor para querer la presencia de papá. ¿Puedes entenderme tú a mí un poco, ChangMin? Sé que has hecho un trabajo maravilloso criándolo durante todos estos años, sé que no hay manera de recuperar el tiempo transcurrido, así que solo quiero atrapar trocitos de felicidad antes de que nuestro hijo se convierta en adulto y emprenda su propio vuelo. Quiero disfrutar de nuestra familia, ChangMin.

El morocho ahogó un sollozo, de pronto se sentía un poco culpable porque en los meses que han pasado desde que retomaron el amor suspendido en el tiempo dieciséis años atrás, él solo había sido egoísta pensando en sí mismo. En el miedo que siente de dejarle entrar en su vida y que no funcione, en el temor de ver que la ilusión de dieciséis años no sea más que eso, que se evapore y se venga abajo el castillo que tan celosamente levantó entre sus recuerdos.

— Lo siento, Hayami… — Musitó topando su frente con la ajena… — En verdad lo siento.

— Shh, no te disculpes cariño. Te amo. Amo cada rasgo de tu personalidad, incluso aquellos que no tuve oportunidad de ver antes. Quiero ser parte de tu vida, ChangMin. Quiero que podamos ser felices los tres.

Y así, una semana después la familia elegía su nuevo hogar, una modesta casita en los suburbios que adquirían en pareja. La primera noche, mientras los tres cenaban a la luz de las velas con platillos especialmente preparados por el japonés, Yeong Ki recibió su primer regalo de cumpleaños, ya que había coincidido con la mudanza y un nuevo comienzo de vida en familia. Mokomichi le ha dado a su hijo una cámara fotográfica profesional.

— ¡Es genial, otosan! ¡Gracias! — Emocionado con su presente, el muchacho de dieciséis se abalanzó sobre su progenitor estrechándole en un fuerte abrazo, dándole incluso un sonoro beso en la mejilla… — ¿Puedo estrenarla ya?

— Es tuya, Yeong Ki-ah, puedes hacerlo cuando quieras.

— Perfecto. Entonces, una foto juntos.

Esa noche tuvieron su primera fotografía en familia. Y una semana después, se organizaba el viaje a Paris.


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Sobre el viaje a Paris

Cuando Mokomichi llegó a casa, ChangMin estaba durmiendo en el sofá. Sonrió al verlo, los últimos días han sido agotadores en su trabajo, ser editor parecía más desgastante de lo que se había imaginado antes. Le cargó en brazos cuidando no despertarle y le llevó a la cama. El morocho se removió entre sueños, pero no despertó.

— Mira que eres terco, deberías haber venido directo a la cama… — Murmuró acariciándole el contorno del rostro. Luego le dio un suave beso en los labios y salió directo a la cocina.

Cinco minutos más tarde Yeong Ki llegó, se le veía contento.

— ¿Y omma?

— Duerme, ha estado trabajando hasta tarde en las ediciones, cuando llegué dormía en el sofá. ¿Qué deberíamos hacer con él, eh?

— Bueno, tal vez… ¿unas vacaciones?

— Oh, suena interesante. Lo hablaré con él cuando despierte.

— Si le preguntas dirá que no tiene tiempo. En el trabajo de omma tales cosas como “vacaciones” no existen. Él mismo lo ha dicho año con año, por eso solo aprovechamos algunos fines de semana cuando la fecha límite en el trabajo no está cerca o acaba de pasar.

— ¿Es así? — El japonés se lavó las manos antes de sacarse el delantal, luego se sentó a la mesa frente a su hijo… — Es extraño, ¿no? Que lo conozcas mejor que yo.

— ¿Estás celoso por eso, otosan? — El adolescente preguntó honestamente. Su expresión seria sin embargo no hacía más que recordar al japonés esa faceta centrada de su novio.

— No en realidad. Pero creo que siento prisa por conocerlo todo de ustedes dos. ¿Cómo te fue hoy en la escuela?

— Aburrido, deberías darnos clase todos los días.

— ¿También quieres que sea tu único profesor? — Preguntó con una sonrisa. Francamente orgulloso del comentario de su hijo.

— Eso sería fantástico, pero sé que es imposible. Es solo que todos los jueves tocan los profesores más aburridos, ellos solo van y hablan sin parar, casi nunca dan oportunidad de opinar, y cuando trato de corregir algunos errores mínimos ellos se enfadan.

— ¿Corriges a tus profesores, Yeong Ki-ah?

— Sí.

El japonés se rio de buena gana. Por alguna razón, lo imaginaba más que perfectamente capaz de algo así.

— Es bueno que sepas mucho, pero aunque ellos se equivoquen tal vez debas encontrar otra forma de hacérselos saber pero no delante de toda la clase.

— Oh, pero si el error se da en ese momento, ¿cómo puedo dejarlo pasar, otosan?

— Tienes un punto ahí, Yeong Ki-ah… — Respondió, le revolvió el cabello y volvió a la cocina… — La cena está lista, ¿puedes ir y ver si omma sigue profundamente dormido?

— No es necesario, ya estoy aquí… — La voz pastosa del morocho les dejó claro a los dos que todavía estaba somnoliento… — Tu risa me ha despertado, Hayami.

— Lo siento, cariño~

— No me digas así, baka… — Gruñó, o intentó, porque un bostezo lo interrumpió justo en la última palabra… — ¿Qué preparaste? Tengo hambre.

— Te daré si me das un beso de “buenos días”.

— No condiciones mis sagrados alimentos. Además es de noche, no de día.

— Pero acabas de despertar, bello durmiente~

— Calla y vamos a cenar. Yeong Ki-ah, cómo te fue hoy en la escuela.

— Ustedes dos me preguntan lo mismo. Entiendo por qué se aman… — El adolescente dijo con tono neutro, yendo a servirse por sí mismo a la cocina. Los adultos por su parte se miraron entre sorprendidos por la franqueza de su hijo, y avergonzados por la sinceridad de su comentario… — Ah, omma, qué tal unas vacaciones en París para verano.

— ¿Eh? ¿París, verano? Yeong Ki-ah…

— Tenlo en cuenta, ¿sí? Serían nuestras primeras vacaciones en familia. Y quiero conocer la ciudad donde fui concebido, faltan un par de meses para el verano, seguro que pueden hacer algo para que podamos ir, ¿verdad? — Dijo dándoles una mirada y caminando luego a su sitio en el comedor. Tomó un bocado y le brillaron los profusos ojos oscuros… — Otosan, tu cocina es la mejor.

— ¿Y la mía qué? — Refunfuñó el morocho, espabilando de momento la petición de su hijo y sirviéndose su platillo también.

— La tuya tiene un gusto diferente omma, no te pongas celoso porque digo que la comida de otosan es la mejor.

ChangMin se sentó frente a su hijo, en la silla que antes había ocupado Hayami. El japonés se preguntó cuántas de estas escenas se perdió durante tantos años. Sonrió melancólico pero pronto se deshizo de esa sensación y acompañó a su familia en la mesa.


El verano, pronto llegó. Y, aunque el morocho había tenido algunas dificultades para conseguir hacerse de un par de semanas libres en el trabajo, finalmente se ponía de acuerdo con su novio sobre la estancia en París.

— Por qué estás buscando hoteles, ChangMin ah.

— Cómo que por qué. ¿Dónde se supone que vamos a llegar en París?

— Conservo mi departamento… — El japonés vio a su novio estremecerse y fruncir el ceño… — ¿Qué?

— No podemos quedarnos ahí.

— Por qué. Es amplio, está limpio y tiene dos habitaciones.

— Pero, ahí… — El morocho se mordió el labio inferior, sintiendo tantas emociones revolucionarse en su interior que un sonrojo le subió a las mejillas… — No creo que sea conveniente.

— ¿Porque te acuerdas de lo nuestro?

— Sí, por eso. Sería incómodo para mí estar en el mismo sitio donde… donde nosotros.

— Donde concebimos a Yeong Ki.

ChangMin levantó la mirada, Hayami sonreía pero había algo en sus ojos que le hacía sentir nervioso. Casi se sintió como el jovencito aquél que fue seducido por el encanto de su madurez.

— Hayami… — Suspiró su nombre involuntariamente, luego fue su boca la que buscó la de su novio, besándole con una ansia salvaje que casi le pareció desconocida a sí mismo.

— Estoy en casa… — Cuando escucharon la voz de su hijo, ambos se separaron abruptamente… — Por qué les avergüenza tanto besarse delante de mí. No soy un niño, y además son mis padres. Dejen de comportarse como si hicieran algo malo delante de mí.

— Heredó demasiado de ti, ChangMin.

— Oh, cállate.

— Heredé de ambos, dejen de discutir sobre mi carácter. De todas formas estoy forjando el mío… — El adolescente miró de soslayo en el portátil de su padre, había varias ventanas activas, todas sobre París… — ¿Iremos? — Preguntó entusiasmado, y es que sus padres habían estado aguardando para decírselo cuando ya tuvieran todo bien planeado.

— Eso…

— Sí, iremos Yeong Ki-ah.

— ¿En serio? — Sus padres asintieron y él gritó de emoción como el adolescente que es… — ¿Dónde vamos a quedarnos?

— Estamos revisando aún.

— ¿Pero, otosan no tenía un departamento allá? Tenía la ilusión de quedarnos ahí.

— Oh por dios, Yeong Ki también hace pucheros como tú, ChangMin.

— ¡Yah! ¿Cuándo me viste hacer puchero eh?

— Aigoo, tío Jaejoong tiene razón, ustedes dos están hechos tal para cual.

— ¿Has hablado con Jaejoong?

— Por supuesto, es mi padrino después de todo, igual que tío Yunho. El otro día fui con ellos a comer.

— No nos dijiste.

— Porque ustedes estaban ocupados coqueteándose. Así que salí para darles un poco de espacio.

ChangMin fulminó con la mirada a Hayami. Oh sí que recuerda esa tarde, Yeong Ki les había dicho repentinamente que saldría con unos amigos y volvió hasta la hora de la cena. Y claro, esa tarde el japonés le había hecho el amor de formas increíblemente candentes. Y le había dejado dolorido del cuerpo también. Mokomichi sonrió ante la mirada acusadora de su novio.

— Por cierto, tío Jaejoong me contó que el profesor Kim está realmente saliendo con Park Yoochun. ¿Sabías que Yoochun es sobrino de tío Yunho?

— De qué cosas platicas con tus padrinos, Yeong Ki-ah, siempre que charlas con ellos terminas enterándote de un montón de cosas.

El adolescente se encogió de hombros, luego anunció que iría a cambiarse y dejar su bolso. Después de todo, va llegando de la escuela y de repente se siente cansado. Está en semana de exámenes.

— Así que, ChangMin ah, ¿nuestro departamento?

— No digas “nuestro”.

— Pero lo es. Incluso después de que dejamos de vernos, ese departamento siempre tuvo tu recuerdo, y cuando vine a Seúl, tenía la esperanza de verte de nuevo. Y un día, volver a enamorarnos en París.

El morocho suspiró, le rodeó la cintura y topó su frente con la del japonés.

— Romántico idiota… — Refunfuñó quedito, besándole de nuevo. Esa vez, no estaban preocupados por ser sorprendidos por su hijo.


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Sobre los recuerdos en la ciudad de las luces

Y París, de repente lucía más brillante y hermoso que nunca. Ni bien arribaron a la ciudad, la atmósfera era diferente. El cálido sol de verano, la suave ventisca soplando con sigilo, la pintoresca panorámica de París lo hacía todo significativamente especial.

— ¡Wow! ¡Es mucho mejor de lo que se ve en fotografía! — Yeong Ki dijo entusiasmado, mirando por la ventana del taxi que les llevaba al departamento de su padre… — ¡Vayamos pronto a la Torre Eiffel! — Exclamó señalando a la distancia la famosa estructura de hierro parisina.

— Iremos mañana, hoy vamos a instalarnos y descansar.

— ¿Mañana? — Yeong Ki miró a su madre. El morocho realmente tenía semblante cansado. Se había exigido bastante en las últimas semanas para dejar en su trabajo todo en orden y tomarse estas vacaciones con calma… — Está bien, mañana omma… — Dijo sonriendo, volviendo a mirar por la ventana, haciendo algunas fotos y videos con la cámara que su padre le diera en su cumpleaños.

Mokomichi estaba contento. Parecían una feliz familia en sus primeras vacaciones. No, se corrige mentalmente, no solo lo parecen, lo son. Mientras iban avanzando por las amplias avenidas transitadas con gran afluencia vehicular a esa hora del día, la pareja no pudo evitar volver en sus memorias a los días aquellos en que se conocieron, en que fueron amantes. Cuando se enamoraron tan profundamente del otro.

Aquí estaban todos los recuerdos de su prematuro amor dieciséis años atrás. Está el Museo de Louvre, donde se conocieron. El barrio de Montmartre y su Plaza Tertre, donde ChangMin hizo la primera fotografía de Hayami al verle paseando por ahí. También está el Río Sena y sus recorridos en Bateaux-Mouche. Y por supuesto, está el Restaurante Le Stella, donde cenaron por primera vez, el bar a una calle de ahí, y la primera noche en el departamento del japonés.


ChangMin estaba seguro de que esto no debía ser bueno, estaba tan encantado con la personalidad de Hayami que todo lo que ha venido pensando desde que salieron de Le Stella es meter su mano en los pantalones del japonés. Sí, honestamente que tenía tan embutidos los sentidos que no podía más que pensar en sexo. Nunca, realmente nunca, se había excitado de esta manera por nadie, independientemente de que fuera hombre o mujer. De hecho, hasta ese momento él todavía se había considerado un chico bisexual, pero con Hayami presentía que se declararía gay. O quizá simplemente, un hombre de un solo hombre para toda la vida.

En qué tonterías estoy pensando.

— ¿Quieres otra copa?

— No, yo creo que bebí suficiente ya.

Hayami torció una sonrisa. Esa sensual curva que tiraba de sus labios y hacía latir como potro desbocado el corazón de ChangMin. Incluso le resecó la garganta, obligándole a relamerse los labios en busca de algún tipo de humectación.

— Oye, ChangMin... — El japonés le llamó, sentándose a su lado en el sofá de la estancia, mirándole fijamente a los ojos.

— ¿Qué? — Preguntó por inercia, sumido en la confianza pícara que desbordaba los ojos del otro.

— Si no haces nada para escapar ahora, voy a tomarte esta noche, ¿entiendes?

¡Claro que entendía! De hecho, no hace más que ansiar el momento en que esas manos le desnuden, que le bese y le acaricie como si estuvieran haciendo el amor.

— ¿Soy una chica? No me tengas tanta consideración, baka.

Por supuesto, también fue la primera vez que le insultó en japonés, mostrándole esa faceta suya algo agria y malhumorada. Hayami sonrió en respuesta, reduciendo finalmente la distancia y besándole sin prisas, saboreando lentamente los labios de ChangMin, empujándole suavemente contra el respaldo del sofá mientras sus manos comenzaban a desabrocharle la camiseta azul zafiro y tocaba su desnudez sin pudor alguno.

Los besos candentes llegaron pronto, la húmeda pasión que desbordaban en aquellos roces de labios que sincronizaban el candor de sus cuerpos iba en aumento. Sus manos se movieron ágiles, deshaciéndose de toda prenda insultante a la urgente necesidad de cubrirse piel a piel. Fue Hayami el primero en alcanzar la erección de ChangMin, masajeando despacio arriba y abajo, tanteando la excitación de su amante, sus puntos sensibles, el sonido erótico de sus jadeos, su caliente respiración, el clamor de sus besos desesperados.

Hayami pronto se dio cuenta de la inexperiencia de ChangMin por su comportamiento, por lo fácil que temblaba bajo su cuerpo o lo ansioso que se mostraba cuando le mordisqueaba el cuello, deseoso de regresarle las mismas atenciones pero sin tener el mínimo control de su cuerpo, pues él lo estaba dominando.

— Relájate, ChangMin… — Le susurró al oído, lamiéndole el lóbulo y luego la línea del cuello, en tanto sus dedos se movían sigilosamente en los testículos del morocho.

— Nghh, no puedo… si haces eso, baka… — Reprochó avergonzado y excitado, encorvando la espalda cuando la mano del japonés rodeó nuevamente su tronco presionando hacia arriba, los dedos jugando nuevamente en la cabeza de su pene hinchado.

Hayami levantó la mirada, viendo el rostro sonrojado y sudoroso de su amante. ChangMin tensó el vientre, contrayendo los músculos de su torso al sentir algo húmedo arropando su extensión. Hayami le ha tragado, lenta y totalmente hasta sentir su garganta. Las succiones comenzaron así, lentas y casi furtivas, las lamidas indecentes y los besos sordos. Pero todo fue en aumento conforme los minutos pasaban y en nada, ChangMin se derramó sin apenas avisar que se corría, manchando así el rostro de su amante pues apenas había tenido tiempo de retroceder y no tragarse la semilla del morocho.

ChangMin respiraba jadeante, nunca ha tenido un orgasmo pero sospecha que debe ser parecido a esto. Luego recordó que era el único que había terminado y se incorporó, también tomó conciencia del hecho de que le han practicado sexo oral en un sofá. Sonaba tan, propio de una película pornográfica que le entró algo de vergüenza. Solo un poco, no había tiempo para detenerse en aquellos detalles.

— Espera… — Hayami dijo cuando vio la intención de su amante por devolverle el favor… — Vamos a la habitación.

El morocho casi le dice que no es necesario, pero cuando el japonés se levantó y le dio la espalda, a él se le fue la sangre nuevamente directo a la entrepierna. Que tiene un cuerpo esculpido por los dioses del Olimpo, simplemente transpiraba sensualidad. La piel tostada, los músculos perfectamente marcados, el olor de su sudor perlándole la piel tan exquisito que le atontaba al mezclarse con su colonia; los anchos hombros, la espalda recta, los huesos de la pelvis, el torneado trasero.

— Hey, no necesitas solo mirar ChangMin. Ven.

Ah, el maldito sí que sabía cómo darse a desear. Con su mirada pícara y esa sonrisa sobrada de confianza, cómo perder el tiempo solo mirando. ChangMin le siguió entonces, sintiendo sus mejillas arder cuando se percató de la excitación que se ha erguido rápidamente entre sus piernas.

Mierda, ¿soy adolescente? Empalmarme cuando me acabo de correr. Hayami baka.

Cuando entró en la habitación de su amante, ChangMin se percató de lo limpio y ordenado de todo el lugar, antes no había reparado en eso pero justo ahí lo hacía. Quizá porque inconscientemente buscaba alguna distracción para lo que sabe que vendrá a continuación. Nunca antes ha tenido sexo con nadie, pero sabe cómo funciona entre dos hombres. Él no se imagina el rol que tomará cada uno, pero su instinto lo pone en alerta.

— ChangMin, ¿eres virgen, cierto?

— Qué clase de pregunta es esa, baka.

— Lo haremos como quieras, incluso si no deseas penetración o quieres tomar el rol dominante. Ya que es tu primera vez, no quiero que te sientas presionado de ninguna manera.

— ¿Qué rol tomas cuando… lo haces con un hombre? — Preguntó, pese a que hacerlo le pinchaba un agrio sabor de boca que le subía desde el estómago. Quizá estaba celoso, a saber cuántos amantes ha tenido este hombre antes de él.

— No tengo tanta experiencia como debes estar pensando. Hacía mucho que no lo hacía, y eres el único que he traído a mi departamento.

— ¿En verdad?

— No tengo motivo para mentirte.

ChangMin desvió la mirada. De pronto la caliente escena se había convertido en una oportunidad para sentirse abochornado, y tal vez, esperar que no sea solo una aventura. No, ahuyenta el pensamiento de su mente y se dice a sí mismo que esto es todo lo que será, una aventura de una noche. Y luego, cuando vuelva a Seúl, solo recuerdos de una apasionada noche en París con un amante exquisito que le muestre los placeres del sexo.

Convencido de su propio ideal, ChangMin se acercó en silencio a Hayami, con mirada ardiente y determinada actitud, le besó con renovado entusiasmo y en cuestión de minutos cayeron de nuevo en el vórtice del erotismo. Los besos, las caricias, el murmullo del roce de sus cuerpos desnudos contra las sábanas de seda, el sonido de sus respiraciones alteradas, el corazón despotricado, el sudor perlado, la piel febril. El deseo, las ganas, la lujuria. Los dedos de Hayami pronto encontraron camino entre las piernas de ChangMin y más allá hasta la zona íntima entre sus glúteos, tanteó la zona con cuidado, luego tomó una botellita de lubricante en la mesita de noche y comenzó a prepararle. ChangMin jadeó incómodo mientras su interior era dilatado por los delicados dedos de su amante. Pero gimió ronco y adolorido cuando aquellos intrusos fueron reemplazados por el caliente falo de Hayami.

— Respira, ChangMin. Trata de relajar los músculos de tu interior.

El morocho gimoteó con lágrimas colgando de sus pestañas. Agua salada que pronto fue tomada por los labios tibios del japonés. Cuando sintió el miembro de Hayami entrar un poco más, ChangMin enterró sus uñas en la ancha espalda de su amante, rasguñando sin miramientos, arqueando la espalda y tensando el cuerpo entero.

— ¡Ngh! ChangMin, relájate, te estrechaste demasiado.

— Oh cállate, esto duele baka.

— Lo siento, en verdad lo siento. Pero si no te relajas, voy a correrme sin moverme ni una sola vez.

ChangMin estuvo tentado de responderle algo como “entonces córrete, maldito semental” pero guardó con recelo su comentario. Cerró los ojos y se aferró a la espalda de Hayami mientras respiraba profundo y relajaba su interior. Luego, las primeras estocadas no fueron más que dolor e incomodidad, pero cuando Hayami comenzó a masturbarle y cambió el ritmo de sus embestidas, poco a poco fue sintiendo esa gloriosa sensación de excitación y placer corriéndole desde las entrañas y contagiando hasta la más ínfima fibra de su ser.

El sonido húmedo de sus cuerpos unidos hacía eco en la habitación, y se armonizaba con los gemidos que brotaban desde el fondo de la garganta de ambos. Esa noche tuvieron sexo por primera vez, pero ambos tenían ese sentimiento clavado en el corazón, de que no podía ser la última vez.


Cuando llegaron al departamento de Mokomichi, Yeong Ki se sorprendió de lo amplio, bien decorado, limpio y ordenado que era.

— Pareciera que alguien vive aquí cotidianamente.

— Alguien se encargó de conservarlo en condiciones adecuadas. La señora de la limpieza me conoce bien.

— Estoy cansado, tomaré una ducha y dormiré un poco, ustedes dos pueden hacer algo mientras tanto, no espero que se queden aquí encerrados conmigo.

— Omma…

— Tómenlo como una tarde de padre e hijo.

Hayami y Yeong Ki sonrieron, luego dejaron el equipaje en las habitaciones y comenzaron su estancia vacacional en París. ChangMin sonrió con nostalgia, pero feliz. Los recuerdos en este departamento siguen intactos en su memoria, su presente sin embargo, se presenta todavía más hermoso que cada uno de ellos.


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Sobre el anillo de compromiso en Le Stella

Esa tarde efectivamente Hayami con Yeong Ki habían salido a dar un paseo como padre e hijo, visto que ChangMin no había tardado nada en caer rendido después de tomar una ducha. Su hijo y novio lo comprendían perfectamente, pero al final estas vacaciones eran para el disfrute y descanso, lo que más necesitara el morocho.

Durante su salida, el adolescente estuvo tomando fotografías de lugares, personas, el paisaje y todo cuanto se le antojaba adecuado para la lente de su cámara profesional. El japonés sonreía divertido, orgulloso y algo nostálgico. Esa sensación de haberse perdido toda una vida del crecimiento de Yeong Ki no le dejaba nunca, pero estaba aprendiendo a sobrellevarlo.

— ¿En qué piensas, otosan? — La pregunta le llegó incluso si el adolescente continuaba mirando a través de la lente fotográfica.

— ¿Por qué crees que estoy pensando en algo, Yeong Ki?

— Porque estás callado, y no dejas de mirarme. Puedo sentirlo, sabes.

— Lo siento, es que estoy imaginando cómo fue tu infancia. En ese tipo de cosas pienso, Yeong Ki.

— Supongo que debe ser complicado conocer a tu hijo cuando ya es casi un hombre… — El chico dijo con seriedad, pero su padre no pudo evitar la sonrisa divertida que tiró de las comisuras de sus labios.

Un hombre, por supuesto. Hayami pensaba que Yeong Ki ha madurado rápidamente de muchas formas, así que sí, no parece tan errado pensar que pronto se convertirá en un hombre. O al menos un adulto lo suficientemente capaz de ostentar el título.

— No lo es. Por más que quiero evitar pensar en ello, sigo preguntándome cómo fue mirarte dar tus primeros pasos, escuchar tus primeras palabras o acompañarte mientras aprendías a ir al baño.

Yeong Ki asintió, con una expresión serena dirigió la lente de su cámara hacia Hayami, haciéndole una foto en ese instante, sonriendo con un dejo de nostalgia la imagen en la pantalla digital.

— Yo también me he estado preguntando si mi vida hubiera sido mucho más genial de lo que ha sido si tú hubieras estado ahí desde siempre. Pero, omma hizo un gran trabajo criándome, no me arrepiento de quién soy por él. No significa que me da igual tu presencia, otosan, es solo… llegado a este punto realmente no sé cómo explicarlo.

— Está bien, Yeong Ki… — Dijo revolviéndole el cabello, sonriendo agradecido de que pueda ser franco con él. De que lo quiera ahora en su vida.

— Otosan, por qué no tienes otro hijo con omma. No me importaría tener un hermanito, sabes.

Mokomichi abrió los ojos con sorpresa, y es que honestamente no había visto venir de ninguna manera este comentario. Yeong Ki sin embargo estaba consciente de sus palabras, y no pensaba echarse atrás. Aunque un hermanito a su edad, sería extraño. Demasiados años de diferencia.

Igual seguro sale tan inteligente y apuesto como omma y otosan. Ah, ¿significa que inconscientemente me considero de esa manera?

— Yeong Ki-ah, ¿me acompañas a un lugar?

— ¿Mh? Claro, donde quieras otosan.


Los días siguientes la familia turisteó por varios puntos de la bellísima ciudad de las luces. Sin embargo, algo que le extrañaba a ChangMin es que Hayami aún no mencionara siquiera la posibilidad de ir a comer al restaurante Le Stella.

— Hayami.

— Qué.

— ¿Todavía estás en contacto con la gente de Le Stella?

— Sí, por qué.

— Nada particular, solo me pareció extraño que no lo has mencionado en estos días.

— Eso ha sido porque París tiene mucho para ofrecer. No pienso que estas vacaciones sean suficientes para recorrer todo lo que me gustaría con ustedes. Y Yeong Ki-ah se parece a ti, ayer por ejemplo pasamos visitando museos, y esta mañana quería continuar.

— Yo no la pasé en los museos.

— No, pero te conocí en Louvre.

La sonrisa de los dos se abrió paso en sus rostros. Yeong Ki volvía de tomar la ducha, afuera ya estaba oscuro pero para el adolescente se sentía como si fuera demasiado temprano para que sus padres se quedaran ahí.

— Deberían salir sin mí, saben.

— ¿Eh? — ChangMin volvió la mirada hacia su hijo con expresión confundida. El adolescente se sentó en el sofá frente a ellos mirándoles con seriedad.

— Ustedes dos, ¿no deberían salir sin mí?

— Por qué.

— Omma, es lógico. Aquí se conocieron, aquí me concibieron. Es aburrido si vienes a París solo a vacaciones en familia. No soy un niño, sé que no pueden hacer sus cosas si estoy en el departamento, pero seguro que conocen algún lugar donde se den amor.

Las implicaciones del adolescente eran claras. Y tanto el morocho como el japonés agradecieron mentalmente que no lo dijera más directamente, que capaz sí que lo creían.

— El otro día le dije a otosan, así que también te lo diré a ti omma.

— ¿Decirme? ¿Qué cosa? ¿Qué te dijo Yeong Ki, Hayami?

— Quiero tener un hermanito.

Si ChangMin hubiese estado tomando algo, segurito escupía todo de una forma ridículamente vergonzosa. De todos modos, al morocho se le encendieron las morenas mejillas de carmín.

— ¿Qué?

— Bueno, no es solamente que se me haya ocurrido. En realidad lo he estado pensando, no es tan divertido ser hijo único. Y otosan está de nuevo con nosotros. Pienso que ambos necesitan disfrutar de un hijo, juntos. Y realmente me pregunto qué se siente tener un hermano, omma, ¿puedes tener un bebé a tu edad?

ChangMin no supo si sentirse ofendido por ser considerado mayor, o conmovido por el deseo de su hijo. Está bien, de momento su cuerpo decide sentirse ofendido y por eso le laten las venitas de la sien.

— No soy tan mayor, Yeong Ki-ah. Seguro que aún puedo embarazarme.

— ¡Genial! Otosan y tú están a tiempo de llegar a su reservación en Le Stella.

— ¿Eh? — Sus padres le miraron entonces sin entender. Honestamente ambos. Todo y que cualquiera podría pensar que confabularon esto, el japonés no estaba ni enterado… — Otosan, recuerdas que el primer día me presentaste al chef en Jefe del restaurante, bueno, estuve hablando con él esta mañana antes de que ustedes despertaran.

— ¿Qué?

— Es una persona súper agradable. Hablamos de un montón de cosas, y dijo que yo me parecía a ti, que se notaba que era tu hijo. Bueno, ya les contaré luego más de eso, ahora en verdad deben darse prisa. Yo iré a conversar con mis padrinos en línea y luego directo a la cama, promesa de hijo. Buenas noches.

Yeong Ki, tan serio de carácter, les dejó con las preguntas en la boca y se encerró en su habitación, directo a la portátil para ponerse en contacto con Jaejoong y Yunho. ChangMin y Hayami se miraron todavía con la confusión dibujada en sus caras, un minuto después rieron con ganas y se levantaron anunciando que volverían antes de medianoche. Su hijo por su parte les dijo que él les pedía encarecidamente no hacerlo a esa hora, sería aburrido y ni chance tendrían de comenzar a concebir a su hermanito con amor de calidad.

— No le dejaré hablar más con Jaejoong y Yunho, a saber de qué cosas hablan con él.

— Dudo que sea simplemente la influencia de sus padrinos. Y se ve con son personas súper agradables. De hecho, Yeong Ki es astuto por naturaleza, se parece a ti ChangMin.

— No es así. Quiero decir, la astucia pega más contigo Hayami.

— ¿Tú crees?

— De qué otra manera habría sido arrastrado por ti al amor hace tantos años, baka.

— Oh, esa es una de las confesiones más románticas que has hecho, cariño~

— ¡Cállate!


ChangMin se sorprendió de cuán elegante y vistoso continuaba siendo el restaurante. No dejaban de anonadarle en su belleza las pinturas ataviando los muros y techos, las lámparas a media luz y los faroles colgando en las esquinas entre riachuelos del grabado en bronce que decoraba los marcos de los muros. Los amplios vitrales permitiendo el paso de la luz nocturna, y la pulcra elegancia de sus mesas con acabados en caoba y finos detalles. Las copas de cristal y la vajilla de porcelana sobre manteles blancos. Y por supuesto, su capacitado personal atendiendo de principio a fin con el mejor de los tratos.

— Han hecho algunos cambios en la apariencia, pero sigue siendo majestuoso.

— Verdad que sí, al dueño le preocupaba hacer cambios de hecho, pero entre su personal más antiguo se encargaron de convencerlo. Mantiene su toque romántico y tan parisino, pero también se ha modernizado en otras cuestiones. Ah, la carta también ha cambiado. Algunos platillos los introduje yo.

— ¿Estás presumiéndome, baka? — Preguntó con una sonrisa, consultando el menú y tratando de encontrar algo que le hiciera pensar “ah, este debe ser de sus logros”.

— No es presunción, hice muchas cosas en este tiempo ChangMin. Y aunque suene tonto decirlo, hice cada una de ellas pensando en ti.

El morocho levantó la mirada hacia su novio, sellando los labios con indulgencia para no echar a perder el momento. Sus mejillas se tiñeron suavemente, pero con algo de suerte no se ahogó en vergüenza cuando el mesero volvió para servirles un poco de agua y ofrecerles los vinos de la casa.

Lentamente los minutos se deslizaron con tranquilidad, comenzaron a hablar de los recuerdos en París, encontrando innecesario volver a decir cuán felices estaban de reencontrarse. Más tarde, el postre fue llevado a la mesa, junto al mejor champagne de la barra de añejamiento en el sótano.

— ¿Estás usando tus influencias para tanto lujo hoy?

— Cenar contigo de esta manera no necesita de mis influencias, es algo que simplemente te mereces. Además, Yeong Ki ya dio el empujoncito inicial.

Ni bien Hayami hizo el señalamiento, ChangMin se sonrojó copiosamente, todo y que no ha ingerido alcohol como para echarle la culpa. No, se ha acordado de la petición de su hijo. Tener otro bebé con Hayami.  La verdad es que lo había pensado en más de una ocasión.

— ChangMin ah.

— ¿Sí?

— Cásate conmigo.

— ¿Qué?

ChangMin soltó el cubierto, que hizo un ruido sordo al caer al piso. Un mesero se aproximó de inmediato, indicándole que en breve le acercaría otro. El morocho por supuesto no escuchaba, estaba tildado con la propuesta de su novio. Además, la cajita abierta sobre la mesa ante él, le tenía absorto. Hayami no estaba bromeando. Y el anillo era precioso.

— Te amo, ChangMin. Y no encuentro ninguna razón más fuerte o importante que esa para pedirte esto. ¿Es precipitado?

— Yo, no sé... — El morocho gimoteó atrapado entre la respuesta que le gritaba su corazón y el nerviosismo de su mente.

— Mentiría si dijera que no espero una respuesta ahora, pero sabes que no está en mi naturaleza mentir. Sin embargo, si necesitas pensarlo…

— No. Yo no, realmente no necesito pensarlo. Han sido demasiados años enamorado de ti, Hayami.

La sonrisa que tiró de los labios del japonés hizo enrojecer furiosamente al morocho, que frunció el ceño como mero acto reflejo, temblando involuntariamente cuando Hayami tomó su mano y deslizó el anillo en el dedo indicado.

— ¿Sabes? Estamos en París, la capital del romanticismo, y tú no fuiste para nada romántico.

— ¿Querías que lo fuera? Si te lanzo uno de los tantos discursos que pensé seguramente me insultarías por lo avergonzado que haría que te pongas.

ChangMin optó por el silencio. Sí, justo en ese momento pensó –inteligentemente– que su mejor defensa contra la vergüenza era cerrar la boca y no provocar el espíritu romántico de su nov… prometido.

¡Mgh! Mierda, es tan raro pensar en Hayami como mi prometido. Ah, es verdad. Cuándo compró los anillos. ¿Los habrá comprado aquí? No creo que los haya traído desde Seúl.

— El primer día, ChangMin.

— ¿Qué?

— Yeong Ki me ayudó a escogerlos el día que llegamos a París. Mientras descansabas en el departamento, nuestro hijo ya me había dicho que le gustaría tener un hermano, cuando lo escuché yo simplemente supe que estábamos listos para el compromiso también.

— Creo que, estamos listos para vivir todo lo que no pudimos antes, Hayami. Y, pienso que… tener otro hijo, juntos, estaría bien también.

Mokomichi se puso serio muy de repente, llamó al mesero al tiempo que se levantaba y le instaba a imitarle.

— Nos vamos.

— ¿Ah?

— Por supuesto, Le Stella no se irá a ninguna parte, vendremos a cenar en otra ocasión.

— Qué narices estás diciendo ahora, baka… — Farfulló entre dientes, avergonzado de llamar la atención de los comensales alrededor.

— Un bebé no se hace solo, ChangMin.

Obviemos el resto de la noche. De todas maneras desde ese día ChangMin porta con orgullo su anillo de compromiso, a juego con el de Hayami –aunque recordó colocárselo solo hasta que hicieron el amor el resto de la noche en un hotel cerca del departamento familiar–, el regreso a Seúl tras unas auténticas vacaciones en París. Y el consecuente declive de la oferta que le hicieran a su prometido para quedarse como Chef en Jefe de Le Stella.

Lo importante de todo esto era sin embargo, que un par de meses después, ChangMin estaba encinta. Yeong Ki y Hayami, así como Jaejoong, Yunho, e incluso Junsu y Yoochun, estaban tan entusiasmados que el morocho ha terminado por huir de todos porque le han levantado dolor de cabeza.

— Aún así, me siento tan estúpidamente feliz. Tú, como Yeong Ki, eres fruto de amor verdadero… — Dijo acariciándose la tripa (aunque ni se notase). La sonrisa en su expresión lo valía todo, y el cariño de su prometido así como su primogénito, toda la fuerza que necesitaba para ser un hombre en sus cuarentas cargando tripita de embarazo.

— Omma~

— Cariño~

Y ahí, su hermosa familia llegando de las compras. La vida, ni siquiera está cerca de algún final. Pero este episodio, sí.


FIN

1 comentario:

  1. Hoy vuelvo a leer está bella historia, antes fui egoísta y no comenté, pero de verdad que agradezco por tu talento y por está bella pareja

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