IS
YOU...
~.~.~YooSu~.~.~
Mientras caminamos en una
calle soleada
Hablamos sobre el futuro
sin saber siquiera,
Incluso después de un
largo tiempo,
¿Vamos a caminar de la
mano como hoy?
En una noche fría,
iluminada por la luna
¿Cuántos
años llevaban siendo novios? Ocho, en realidad. Pero si se tomaban en cuenta
los dos años que tuvieron para solidificar la hermosa amistad que estuvo antes
del amor, eran trece. Trece años de estar juntos, de conocerse, de compartir
sonrisas y lágrimas, alegrías y tristezas, victorias y derrotas. Todo. Y ahora
estaban allí, caminando de la mano por las primaverales calles de una ciudad
extranjera, haciendo planes para un “mañana” que no tardaría en llegar. Y
casarse.
—
Está oscureciendo, Yoochunnie~.
—
Vamos, vamos, ¿acaso me tienes miedo? Soy un lobo nocturno, pero solo cuando te
tengo en la cama, Junsu baby. — Bromea el azabache, apretando la cintura del
castaño mientras le pega a su cuerpo, caminando juntos sin importar más nada
que ese momento.
—
¿Yo? ¿A ti? Para nada~. Pero si llegamos tarde van a cancelar nuestra
reservación en el restaurante. — Dice con aire caprichoso. Y no le preocupa ser
así, porque ahora puede darse este lujo. — Después de la cena puede que te deje
devorarme en la cama. — Sugiere consciente del efecto que provocará en su
amante.
Porque
Yoochun no tardará en ralentizar el paso, sonreír animado y besarle los labios.
Uno, dos o tres piquitos antes de atrapar sus labios y besarle de verdad,
usando la lengua y empujando su pasión hasta dejarle sin aliento, sonrojado y
con el corazón más acelerado que un minuto atrás.
—
Te amo, Junsu ah.
—
Y yo a ti, Yoochunnie.
Mirarse
cómplices de un sentimiento correspondido y seguir el camino. El sol recién
amenazaba con ponerse en el horizonte, orgulloso e imponente se ocultaba en las
montañas más allá, la nieve les cubre un poco en los altos picos, pero los días
de la estación son cálidos y los paisajes hermosos. Han venido aquí a
vacacionar, a compartir el amor que, aún, en su surcorea natal no pueden darse
con libertad.
Pero
al caso, hoy no importa, probablemente mañana tampoco. Conforme los días y los
años transcurren, el amor que se tienen se hace más fuerte, y las ganas de
compartirlo sin falsas morales sociales, aumenta.
La
cena en el restaurante es amena, las lámparas en la mesa le da el aire
romántico que cae en bien para ambos. Las copas de vino bebidas lentamente,
entre bocado y bocado de exquisitos y exóticos platillos, entre sonrisas
enamoradas y tomaditas de mano por encima de la mesa. Compartiendo la cena con
el tenedor y riendo de tanto en tanto de experiencias pasadas con amigos y
familia, los siempre “osos” que producen vergüenza pero calman la ansiedad de
la compañía inevitable en un lugar público.
Junsu
solo toma una copa de vino, Yoochun se anima por un poco más. El licor no es
demasiado, pero sí suficiente para desinhibirles un poquito –aunque francamente
no lo necesitasen–, deciden caminar un poco por las calles, admirar los
escaparates de las tiendas que ya han cerrado y prometer volver mañana a
comprar esto o aquello. Junsu jura que se probará exactamente las ropas que le
ve al maniquí, y Yoochun no duda en que será tal su suerte que le quedará
perfecto. Él es así, no se preocupa por la moda pero la disfruta, y Yoochun,
asiduo de ésta, se asegura de colar una u otra prenda que resalte la seductora
silueta de su amante. Sí, es celoso, pero al mismo tiempo orgulloso. Puede
presumir de ser él el único hombre afortunado que le hace el amor, que recibe
sus invitaciones a la cama o bailes “privados”.
—
¿Qué estás pensando, Yoochun ah?
—
Cómo te verías en un vestido estilo medieval.
—
¡Qué! ¡Lo sabía~! Eres un pervertido, Yoochunnie~.
—
En mi defensa diré, eres tú quien me provoca, baby. Y sabes que te gusta… —
Agitando las cejas con aire coqueto pero juguetón, el azabache recibe con gusto
el manotazo en el brazo y los pucheros que llegan multiplicados.
Pucheros
que besa, que atrapa “al viento” y devora sin tregua. Se apartan apenas un poco
en la calle, debajo de un farol, cual si poco importase que quedaran a la vista
de cualquiera. Un beso, dos, tres. Pierden la cuenta, tal vez sea culpa del
licor. Se siente bien, el calor asciende, la respiración se altera.
—
Vamos, Junsu ah.
—
Sí, Chunnie.
Mostrar
en la mirada el cómplice sentimiento de la felicidad absoluta. Tomar un taxi en
la avenida y estrecharse las manos mientras llegan a su destino. Dar un apretón
y acariciarse el dorso con los dedos. El corazón está tranquilo, las ganas de
amarse no tanto. Cuando llegan al hotel, bajan del taxi tomados de la mano, y
corren hasta el ascensor con aire juvenil, emocionados con el encuentro cual si
fuera la primera vez. Al llegar a su piso, caminan lo más sereno posible hasta
la habitación, pero una vez la puerta se cierra, la pasión se desata. Renace el
amor.
Siempre estoy a tu lado,
Antes de que digas que
tienes frío
Incluso después de un
largo tiempo
Voy a sostener tus manos
fuertemente,
Así no olvidarás éste día
A
Park le daba un tanto de temor las alturas. En el trabajo, bueno, no tiene más
remedio que “soportarlo”. Pero cuando sale con Junsu, “soportarlo” no era un
tema en realidad que se discutiera. El azabache se da cuenta de que su novio
siempre busca actividades que no impliquen alturas. Por lo que cuando salen a
sitios paradisiacos como aquella ciudad rodeada de montañas, tales cosas como
alpinismo o esquí estaban fuera de contexto. Sin embargo, Park no quería que
esto se repitiera esa vez. Quiere que el castaño disfrute tanto como él.
—
¿Qué itinerario es este, Yoochun?
—
Nuestras actividades del día, baby.
El
castaño parpadeó confundido un par de veces, luego se puso serio y cruzándose
de brazos dijo un rotundo “no”. Park entonces no dijo nada, “ignorar” de
momento era la única manera de evitar una discusión que, de tenerla ahora, le
significaría a él la “derrota”.
—
Vamos, Su ah, desayuno, desayuno… — Canturreó sonriente, arrastrando a su novio
fuera de la habitación de hotel hasta el restaurante en la planta baja.
Más
tarde comienzan su recorrido, paseando por las calles pintorescas de la región,
visitando tiendas, deteniéndose en algún parque a observar la presentación de
un artista “amateur” que engalana el paseo con su jovial canción y la armoniosa
música de los instrumentos que le acompañan. Cerca del mediodía el azabache
sugiere ir a un paseo por teleférico.
—
Pero Chun.
—
Vamos, no lo paso tan mal. Y quiero mirar, en serio baby, quiero mirar el
paisaje desde allá arriba.
El
castaño suspira, pero acepta. Con ese aire preocupado que atraviesa su faz
cuando hace algo que realmente no le convence, o que no quiere. El azabache
respiró profundo –evitando que su novio lo viera– antes de poner un pie dentro
de la cabina. Cuando comenzó a avanzar, inconscientemente tragó hondo con el
movimiento.
—
Gracias, Chunnie~.
Junsu
dijo, y cuando su mano apretó la del azabache, Yoochun supo que estaba bien.
Que todo marcharía de maravilla siempre que pudiera sostener esta mano y mirar
esos bellos ojos avellana.
—
¿Por qué estás agradeciéndome, eh?
Pregunta.
Pero la única respuesta que recibe es un casto beso en los labios. Luego, un
entusiasmado castaño mira por el cristal el hermoso paisaje que va cambiando a
su paso. Verde en distintas tonalidades, árboles de muchos tipos, el café de la
tierra mojada en la espesa montaña. Y más allá, las cimas nevadas que coronan
la panorámica digna de postal.
—
Junsu ah… — Le llama.
Y
es su voz grave un poco más dulce que lo usual. El castaño se estremece y
vuelve la mirada buscando los profusos ojos negros de su novio. No hay más
gente aquí que ellos solos, en una cabina que sube lentamente cuesta arriba. Y
no es necesario decir más. El beso llega sin prisas, un gesto compartido de
amor sincero que revuela las emociones en el corazón. Quizá miles de aves se
sueltan en parvada en sus estómagos, porque se siente el cosquilleo de sus alas
al viento llenarles de una sensación casi adolescente el vientre. Las manos del
castaño pronto suben y se enredan en el cuello del azabache, jalándole más
cerca, besándole con el mismo ímpetu que su novio le entrega. No es que el
paisaje haya dejado de importarles. Es que este es uno de esos besos que resultan
“necesarios”, cual guinda en el pastel, o el “cierre con broche de oro” de una
escalinata de metas conseguidas.
Al
separarse, Yoochun sonríe con un dejo de culpa.
—
¿Qué pasa, Chun?
—
Saliva. Lo siento, dejé demasiado.
El
sonrojo en las mejillas de Junsu explota. Y es este uno de los centenares de
motivos por los que amarle es sencillamente natural. El castaño balbucea
palabras sin sentido, pero no hace el mínimo intento por “limpiar” el rastro
apasionado de su beso. Park sonríe enternecido, y son sus dedos los que se
encargan del húmedo vestigio.
Y
cuando llegan a lo más alto –permitido para los turistas–, Yoochun apresura la
salida hacia un mirador cercano, observan el horizonte y se hacen algunas fotos
con aquel paisaje natural mientras el cielo amenaza con nublarse un poco.
—
No creas que no me he dado cuenta, Yoochunnie~.
—
¿Eh?
—
Gracias. Sé que las alturas no te gustan, pero hemos venido hasta aquí. Es
hermoso ver este paisaje a tu lado, Chun.
—
Yo miro el paisaje más hermoso de todo, todos los días.
—
¿Eh?
—
A ti, Junsu baby.
Otro
sonrojo, tanto más adorable que el anterior. Las voces de otros turistas
acercándose al mirador rompe la burbuja que habían formado alrededor de ellos.
Pero no importa, se mantienen cerca, cogidos de la cintura mirando el paisaje.
Junsu apoya un momento su rostro en el hombro de Yoochun. Es tan cálido.
—
Yoochun ah.
—
Dime, baby.
—
¿Crees que sigamos juntos aún de viejitos?
—
¡Por supuesto! Tal pregunta ni se hace. Vamos a seguir juntos incluso cuando
dejemos este mundo. Allí donde sea, y a quien le tenga que suplicar, desearé
que nuestras almas sigan juntas para la eternidad.
El
castaño se aparta, asombrado por las palabras de su novio. No porque no las
hubiese esperado, o porque antes no hubiera recibido confesiones similares. Es
que, simplemente cada vez conseguía tocar las fibras sensibles de su alma.
—
Parece frase de drama, ¿cierto?
Suelta
de repente. Y el castaño no se contiene de darle un manotazo en el hombro. Casi
parece que arruina el glorioso momento romántico.
—
¿La escuchaste en alguno, Chun?
Indaga
de cualquier forma, achicando la mirada y viéndole casi con aire acusador. Park
le pincha una mejilla y le abraza de nuevo, esa vez mirándole de frente,
dándole piquitos en los labios.
—
Pues no. Realmente es lo que siento, Junsu ah. Pero verdad que pega para frase
de drama. Tal vez deba cambiar de cantante y compositor, a escribir guiones.
—
Bobo~. — El castaño sonríe, y da un gentil golpecito en la amplia frente de su
novio… — Te afecta la altura, eh.
—
¿Qué? ¿No piensas que estaría bien en incursionar en algo diferente?
—
No es eso. Pero, me darán celos si compartes con guiones escenas basadas en
experiencias nuestras. Ya te conozco, si escribes hermosas canciones pensando
en nuestra relación, lo que harías de otra manera. No, me niego~.
—
Eres tan, pero tan adorable cuando te pones celosito, baby. Me dan ganas de
comerte a besos.
—
Eso lo haces siempre~.
—
Ah, pero comerte a besos por ternura es diferente a colarme en tus pantalones…
— Sugiere pícaro, agitando las cejas con aire coqueto pero cómico.
Junsu
suelta la carcajada –con esa muy particular risa suya– y Yoochun infla pecho
cual si esto se tratase de algún orgullo.
Los
minutos pasan y más tarde es momento de volver. El regreso en el teleférico
está lleno de fotos tomadas al paisaje, y algunas de ellos a bordo de la
cabina. Los dedos entrelazados culminan el modesto viaje a las montañas, pero
adorna su camino por las calles hasta el restaurante donde comer. Y más tarde,
lo mismo cuando continúan visitando tiendas o mirando escaparates. Cuando la
noche llega, una joyería llama la atención de ambos, y salen de ella con
anillos de pareja.
Anillos
que saben a compromiso, que revisten un amor mutuo que aún tiene mucho, mucho
más para dar.
—
Hace fresco.
—
Ven, Junsu ah.
Park
sostiene las manos de Junsu por un momento, exhalando su aliento cálido en las
palmas, besándole los nudillos y metiendo luego las manos en los bolsillos de
su chaqueta. Incluso sin lenguaje verbal, sus miradas hablaban. Y el diálogo
era el mismo de cada vez desde hace años.
Te
amo.
Si hay una razón por la
que nacimos en el mismo mundo
Eres tú, eres tú, eres tú
con ese corazón
Con confianza, a través de
ti,
Esas palabras parpadeantes
Eres la única persona para
mí
Cuando
volvieron a casa en Seúl, era momento de volver también a ciertas rutinas, al
trabajo y a todo lo demás. Las reuniones familiares, las salidas entre amigos.
A esa vida que les gusta, y que no se siente del todo tan difícil cuando se
tienen el uno al otro, y hay seguridad en ello.
—
¿Qué es, Yoochun? Me has hecho venir casi corriendo~.
El
castaño, con el entusiasmo de siempre, llegó al café en que su novio le ha
citado apenas hace una hora. De repente, sin más que una llamada de escasos
segundos necesarios para citarle con urgencia allí.
—
¿Corriendo? ¿Y tu auto, baby?
—
Estaba cerca de aquí, entrenando con los chicos, tendremos un partido el fin de
semana. ¿Ya se te olvidó? Te lo mencioné desde hace una semana~.
—
Ah, lo sé, lo sé. Ha sido una maldad de mi parte citarte sabiendo que estabas
ocupado.
—
¡Chun~! ¿En serio?
—
No, no. Solo bromeo. Realmente quería verte ahora.
—
Está bien, pero cuál es la urgencia. ¿Va todo bien en el trabajo?
—
Sí, no es una urgencia por algo malo, Junsu baby.
—
Entonces. — Indaga, ladeando el rostro con aire inquisidor, curioso.
Y
el corazón del azabache va más rápido, porque su novio es adorable cuando actúa
así. Y le entran las ganas de diario de besarle. Dulce, calmado, sin más prisa
que darle oportunidad de grabarse en la memoria la textura de sus labios.
—
Yoochun~ deja de hacerla de emoción~ ¡dime ya~!
—
Aquí voy, no desesperes baby.
Park
aclara la garganta, mira de hito en hito alrededor. La cafetería no está muy
concurrida, pero tampoco es que estén solos. De pronto cae en cuenta de que
eligió un mal lugar. Que la decisión no fue precipitada, la elección del
momento, puede que un tanto sí. Pero no podía echarse para atrás, no quería.
Necesitaba hacerlo ahora. Le dedicó una sonrisa y tomando la mano de Kim, le
besó suavemente los nudillos, alegando que ya, que estaba por hablar. Se tocó
el pecho a la altura del corazón, y dando unas palmaditas allí respiró
profundamente varias veces, antes de levantarse de su sitio y arrodillarse
delante de su novio.
A
Junsu se le fue el color de la piel por un momento. Entrando en un extraño
“pánico escénico” que mandó a volar su pulso. Lo entendió de golpe, la razón
por la que Yoochun le ha llamado con “urgencia”.
La
cajita blanca que Park extiende con sus manos luce preciosa. Y a Kim le entra
un nerviosismo sinigual. Se emociona de la “nada” y casi se echa a llorar.
—
Junsu ah, hace trece años nuestros senderos se cruzaron, tal vez porque era
nuestro destino, quizá porque el karma tenía que premiarme por alguna vida
pasada. No lo sé, y la verdad es que eso ahora no importa. Sino el hecho de que
estamos tan enamorados el uno del otro, y de que no tengo duda alguna de que
pasaré el resto de mi vida a tu lado. Por eso…
Aclararse
de nuevo la garganta. Saber, mientras mira de soslayo, que los pocos clientes
en el café les están mirando. Que muchas fotografías estaban siendo tomadas,
videos también. A él, solo le importa el chico sentado frente a él, el que se
cubre la boca con las manos mientras sus mejillas van ganando color y la mirada
le brilla de un intenso chocolate que le endulza la sangre misma.
—…
Por eso, Junsu ah, demos este paso juntos. Aunque sea una ceremonia más
espiritual aquí, pero un trámite legal que hagamos en cualquier otro país donde
podamos. Junsu ah, ¿te casarías conmigo?
El
castaño de pronto quiso reclamarle por proponerle matrimonio en tales “fachas”.
Porque no es nada romántico estar ahí, hecho un manojo de emociones, usando
todavía el uniforme de soccer con que estuvo entrenando apenas unos minutos
atrás. Tampoco le parece nada “lindo” ir todo sudado, con el cabello pegado a
la frente y las rodillas sucias después de sus “barridas” en el pasto.
Pero,
de pronto también aquello parece insignificante, allí está su novio, su amante,
su mejor amigo, el amor de su vida. Su todo, proponiéndole matrimonio, con el
corazón en la mano y la mirada en sus ojos.
—
Sí, Yoochun. Claro que me casaré contigo.
Gimotea
finalmente –y es que los segundos que le tomó encontrar su voz en la garganta,
resultaron eternos para el azabache–. Con el corazón latiéndole en las sienes,
Kim dejó que su novio tomara una de sus manos, la izquierda, y la llevara hasta
sus labios besándole nuevamente los nudillos. Luego, con gesto romántico –pero
dedos temblorosos de emoción–, Park deslizó la argolla de compromiso en el
anular de su, ahora, prometido.
Los
aplausos rompieron en la cafetería repentinamente. Y ellos, avergonzados y
nerviosos, atinaron a sonreírles en agradecimiento y apresurarse fuera del
local con sendas sonrisas en sus rostros sonrojados.
El
azabache arrastró al castaño hasta su auto, y ni bien entraron en él, incluso
sin importar que alguien más pudiese verles. Se besaron. Una, dos, tres,
cuatro, infinidad de veces. Unieron sus labios y saludaron la boca ajena con la
misma esencia romántica de cada vez. No, un poco diferente. Porque el
matrimonio podía ser de muchas formas, un simple papel, una simple formalidad
para unirse ante la ley del hombre. Pero era, para ellos, una forma también de
demostrarse cuánto se significaban en la vida del otro, cuán seguros estaban de
que este amor que se profesan no tiene fecha de caducidad ni puede ser
doblegado por las insensatas moralidades de algunas fracciones de la sociedad.
—
Te amo, Yoochun ah.
—
Junsu ah, jamás serán suficientes los “te amo” para expresarte lo intenso de
los sentimientos que tengo por ti.
—
Calla ya, Chun~. Me avergüenzas tanto, y me dejas sin palabras para devolverte
todo lo que me dices.
—
¿Es acaso necesario? Me bastan tus miradas, tus sonrisas, la forma en que me
llamas y cómo me besas. Soy yo quien siempre se verá necesitado de su lado
poético para condonar el amor que me tienes.
—
Yoochunnie~ — Falto de palabras, pero emocionado hasta el alma.
El
castaño le abrazó más fuerte, besándole con lentitud, subiendo
inconscientemente al regazo del azabache, aunque el asiento del auto fuera
estrecho y sus cuerpos se empujaran sutilmente uno contra otro apretándose
entre sí. La lengua de Park se coló pronto en la boca de Kim, arrastrándose
apasionadamente allí, invitando a su igual a un cortejo lascivo en el que ambos
participaron con gusto.
—
¿Sabes qué pienso ahora, baby? — Preguntó, con la voz enronquecida, tirando con
sus dientes del labio inferior de su prometido.
—
Ngh~ qué, Chun.
—
Wanna touch your body all night. — Cantó, con ese tono seductor suyo que
erizaba el vello en la piel del castaño.
—
Mgh~ back seat~. — Le siguió el coqueteo, empujando sutilmente su cadera contra
la pelvis de su novio.
Indecente.
Así se sintieron por el segundo de lucidez que coló en sus pensamientos. Pero
pronto, aquello fue enviado lejos. Nada más importaba que ellos.
— Put you on my
back seat, baby.
— Baby this is
all about~.
— You know what
next is back seat, baby.
Cuando
pasaron al asiento trasero, y las ropas comenzaron a desaparecer, el calor de
la joven pareja de prometidos, fue sellando su amor entre besos, caricias y
jadeos. Entre gemidos calientes que venían de la piel febril, y el deseo
insistente de apaciguar la llama de la pasión que se les encendía en el
corazón.
En este camino lleno de
pasto en el que estamos
Cuando huelo las flores,
Significa que estás
sonriendo
Mañana nos llenaremos de
ambos
¿Caminamos un poco más?
Hablar
con sus padres sobre su compromiso no fue tan difícil en realidad. Si bien es
cierto que una relación gay era complicada, también es verdad que hoy día
muchas familias pueden aceptar este tipo de amor. Y las de ellos dos no ha sido
la excepción. Ha habido un shock inicial, sin duda, pero pronto aquellas
expresiones de sorpresa fueron suplantadas por sonrisas amables y miradas
cariñosas, propias del amor de una madre y un padre. Las felicitaciones y los buenos
deseos también llegaron, la aceptación de sus seres más queridos se sintió como
rayos de sol después de una fría nevada; tan cálidos y nobles.
—
Fui tan feliz cuando tu mamá dijo que estaba contenta de que fuera yo.
—
Por supuesto, a mamá le encantas, Yoochun ah~.
—
Oh, pero tú a mi madre también, baby. Muchas veces me regañó por ser tan
“insensible” contigo, sabes.
—
¿Eh? ¿Cómo pudo ser eso, Chun?
—
Bueno, fue en cada ocasión que trabajé en dramas.
—
Oh, por los rumores que surgieron con las actrices. Porque tu mamá supo de
nosotros antes que mis padres. Incluso antes de que yo pudiera tranquilizarme
por los chismes, tu mamá ya me llamaba por teléfono y me aseguraba que eran
mentiras, que tú estabas perdidamente enamorado de mí.
El
azabache sonrió con un poco de nerviosismo, timidez quizá. Y el castaño se rio
de buena gana por ello. Era tan difícil verle así por su causa.
—
Siempre me decía que si te dejaba ir, me arrepentiría toda la vida.
—
Tu mami es muy inteligente. — Junsu dijo con expresión seria. Aunque de
seriedad no tuviese mucho en realidad, estaba disfrutando el hecho de que su
prometido se sintiese un poquito vulnerable y “dependiente” de su amor.
—
Por supuesto. Y es por eso que sus hijos lo somos también… — Park se jactó.
Inflando pecho con orgullo y todo. Su prometido volvió a reírse de buena gana.
—
Estás contento, ¿verdad, Junsu baby?
—
Claro que lo estoy. Nuestro compromiso fue aceptado por nuestras familias por
igual. Siento que tenemos una gran suerte por eso.
—
La tenemos, Junsu ah. La tenemos.
Los
muchachos detienen sus pasos, el camino en el parking del edificio no era tan
largo, y ellos están listos para volver a casa después de haber pasado por el
departamento de uno de sus managers por cuestiones de trabajo. Habían ido allí
justo después de la comida con sus familias en la casa de los Kim.
—
Ahora que lo pienso, ¿por qué siempre parezco “la novia”? — Dijo de pronto,
alzando los labios en trompetilla.
—
Oye, ¿puchero tan pronto? Te voy a comer, baby.
—
No lo digas cuando ya lo estás haciendo~.
—
Es que me pones tentación, baby.
—
Para ti cada cosa que hago o digo te resulta tentador, Chun~.
—
Porque me encantas de pies a cabeza, por supuesto. — El azabache dijo. Y su
prometido se sonrojó tiernamente… — Ah, joder. Vamos a darnos prisa y volver.
—
¿Eh?
—
Rápido, rápido. Quiero hacerte el amor.
—
¡Yah~ pervertido~! Respeta mis quejas~.
—
Pero ni siquiera sé de qué te estás quejando, baby.
—
¿Por qué tuvimos que ir a mi casa a hablar con nuestros padres? Me sentí como
“novia pedida~”.
—
Ah, lo fuiste. Aunque más que “novia”, mi novio. Y por supuesto, mamá tenía que
estar ahí para apoyar a su primogénito mientras pide la mano de su novio en
matrimonio frente a sus padres. Todo está en perfecto orden, Junsu baby.
El
castaño selló los labios. Y se le fue encima abrazándole por el cuello mientras
le besaba con ganas, importándole poco que el roce de sus cuerpos les provocase
la libido. Cuando se separaron, los hombres se miraron a los ojos, sonriéndose
suavemente antes de besarse de nuevo. Más tierno y cariñoso, más húmedo y
confiado.
Junsu
se dijo mentalmente que tendría problemas en el futuro si Yoochun siempre
conseguía “convencerlo” con sus palabras. Parecía todo un experto para saber
qué decirle en qué momento, luciendo siempre tan honesto y confiable, que él
terminaba un poco más enamorado del azabache.
—
Yoochun ah, te amo.
—
¡Wow! Es un atentado contra mi salud, baby.
—
¿Eh?
—
Mira, siente. Late tanto que creo que me voy a desmayar de emoción.
—
¡Yah! No es la primera vez que te lo digo, Chun~.
—
No, no lo es. pero esta es la primera vez que me dices que me amas mientras tu
mano se cuela en mis pantalones.
Naturalmente,
el sonrojo en el rostro del castaño explotó. Y el azabache recibió unos cuantos
golpes en el pecho por avergonzarlo de aquella manera y “arruinar el ambiente”.
O lo que es lo mismo para Park, retrasarlo hasta que hubieron llegado a su
departamento y estuvo libre de hacerle el amor sin preocuparse por nada.
Horas
más tarde, después de la ducha compartida –y otra ronda de buen sexo–, Park
estaba secando el cabello de Kim al tiempo que cepillaba sus sedosos mechones.
—
Junsu ah, ¿tanto te gustó el sexo en el auto la otra vez?
—
¡Qué~!
—
Bueno, hace un momento si no te detenía, nos lo montábamos ahí de nuevo.
—
Eso no… no, ng. Yo solo me dejé llevar por la emoción, no es que me excite
hacerlo particularmente en el auto, pervertido.
—
Ok, aunque, no me quejo eh. Pero, la próxima vez, al menos deja que entremos
primero al auto.
—
¡Ya deja de recordármelo~!
…
El
día de la boda, en tierras extranjeras, Junsu ha vestido traje blanco, y
Yoochun negro. Se les veía tan radiantes y enamorados, que no habría cámara lo
suficientemente fiel como para tomar una fotografía idéntica a la imagen que
transmitían.
La
ceremonia ha sido en un hermoso jardín estilo oriental, espacio rentado
especialmente para el evento. Sus familiares y amigos cercanos estuvieron ahí,
como testigos de su amor verdadero. Después de los votos y los anillos, de firmar
el acta matrimonial, ambos deciden caminar un poco por el jardín y admirar su
belleza. El aroma de las sakuras y otras esencias florales flotaba naturalmente
en el ambiente, la vista era sencillamente hermosa. Y ellos, estaban casados.
—
Gracias, Junsu ah. Por seguir en éste camino conmigo. Voy a protegerte, y
hacerte tan feliz que nunca dejes de sonreír como lo haces. — Dijo,
acariciándole gentilmente una mejilla, mientras sus manos se enlazaban a la
altura de sus pechos y los anillos que les han vuelto formalmente esposos,
brillaban bañados por la luz de la enorme luna en el cielo.
—
Entonces diré lo mismo, Yoochun ah. Gracias, por elegirme para caminar a tu
lado, por amarme así. Voy a protegerte también, y hacerte tan feliz que nunca dejes
de mirarme con esos ojos negros que tanto amo. — Corresponde, mientras se apoya
en la palma que sostiene su mejilla, antes de reducir la distancia y besarse
dulcemente en los labios.
El
camino de la vida aún tenía largo trecho, pero ellos estaban listos y
dispuestos a seguir, porque se tenían mutuamente. Y porque siempre que Junsu
sonriera, Yoochun vería la primavera florecer en él, el verano resplandecer en
sus ojos, el otoño bailar en su cuerpo y el invierno reflejarse en su nívea
piel.
Porque
“mañana” volverían a amarse como hoy. Y ese, es un ciclo de vida hermoso para
el amor.
En el cielo de la noche de
verano,
Estrellas que se parecen a
ti,
Están cayendo
Incluso después de que
pasa el tiempo
Después de este verano
Incluso tus arrugan van a estar
bonitas
Su
vida de casados era buena. No se atreverían a decir que perfecta solo para
evitar malos entendidos o señalamientos innecesarios. Su vida de casados era
buena, tenía amor, y algunas discusiones. Lo saludable en toda relación de
pareja. Sus momentos buenos, y los no tanto, como era de esperarse. A veces el
trabajo les complicaba el verse por semanas enteras, los celos seguían llegando
también cuando uno u otro actuaba al lado de una linda actriz y los rumores
comenzaban. Rumores innecesarios, infundados, malintencionados. Y es que,
incluso si ellos hicieron público su matrimonio, había personajes en el medio
que pretendían involucrarlos sentimentalmente con alguna mujer porque eso “era
más prometedor para sus carreras”. Como si aquello fuese lo más importante para
ellos.
—
¿Llegarás tarde, Junsu baby?
—
Lo siento, Yoochun ah. El vuelo se
retrasó. Así que duerme, ¿bien? me colaré en la cama en cuanto llegue~. —
El castaño dijo, con una sonrisita que a su esposo le llegó clara incluso si no
podía verle. Su voz lo delataba, siempre.
—
¿Irme a dormir? ¿Qué clase de marido crees que soy? Por supuesto, te estaré
esperando en el aeropuerto.
—
Pero son al menos un par de horas~. Y
mañana inicias grabaciones, ¿cierto?
—
Como dije, estaré esperándote. Así que, duerme un poco en el avión, ok.
—
Ok~ eres tan testarudo Chun~. La edad te
hace más terco~.
—
Pero me amas, a que sí, Junsu baby.
—
Por supuesto~. Serás mi ratoncito gruñó
cuando estés viejito.
—
Y tendré panza.
—
Serás un hombre panzón muy sexy~.
—
¿También si me vuelvo calvo?
—
Sí~. Porque seguirás siendo mi
Yoochunnie~. Y eso es más que suficiente para mí.
—
Junsu ah.
—
¿Sí?
—
Cuando llegues lo haremos en el baño.
—
¿Eh?
—
Del aeropuerto, que te quede claro.
—
¡Qué! No~ pervertido~.
Sí,
cuando Junsu llegó al aeropuerto después de su gira por el continente
americano, Yoochun lo raptó. No al baño, sino a un aula que, a saber, qué
destino tendría. A Park no le importó, fue el primer sitio que encontró
“disponible”. La salita en la que han entrado tenía disponible una mesa, y un
par de sillas.
—
Yoochun, basta. No podemos, aquí.
—
Shh, tienes idea de lo difícil que ha sido. Una semana, Junsu ah. Una maldita y
larga semana.
El
castaño se mordió los labios, incapaz de detener las manos de su novio, que
hábilmente le ha bajado ya los pantalones.
—
Sabes, Junsu ah, creo que tú realmente querías esto también. ¿Pantalones
cortos? Te los he quitado tan fácil. — El azabache le dijo al oído,
mordisqueándole el lóbulo mientras le levanta una pierna y se abre paso entre
los glúteos de su esposo, tanteando su cavidad anal… — Joder, Junsu ah, ¿te
preparaste antes?
—
Cállate, ya me estoy muriendo de vergüenza~, Chun. — Gimoteó aferrándose con
sus manos a los hombros de su esposo. Sintiendo sus dedos palpando su interior.
—
Vamos, dímelo, baby.
—
¿Qué?
—
¿Lo hiciste en el baño del avión? ¿En el aeropuerto en Los Ángeles?
—
Ngh~ ahh~ Chun.
—
Tendrás que mostrarme cómo lo hiciste cuando lleguemos a casa.
—
Sí, sí. Vamos Chun, ponlo ya~. — Gimoteó excitado, rozando con sus dedos el
tronco de su esposo.
El
falo de Park estaba caliente, duro, Kim incluso podía sentir bajo su tacto las
venitas inyectadas de sangre en la excitación de su esposo. El azabache perfiló
su hombría entre las piernas de su esposo, ayudándose con su mano para
posicionarla en la mojada entrada del
castaño. Y mientras le besaba profunda y deliciosamente, le penetró de una,
fuerte, profundo. Exquisito.
—
Mgh, joder, tan caliente, baby. Se siente delicioso dentro de ti.
—
Ngh~ muévete Chun, no me hagas esperar.
—
Y sigo siendo yo el único pervertido aquí, eh.
Park
sonríe, le muerde el mentón, una mejilla, el cuello y los labios. Embiste con
ritmo acelerado, volviendo cadencioso el encuentro de sus cuerpos. Su pelvis
encuentra rápidamente el compás indicado, golpeando dentro de su esposo
enloquecedoramente placentero durante minutos. Callan sus gemidos con besos y mordidas,
chupando la lengua ajena o lamiendo todo rastro de piel a su alcance. Kim
estrecha sus paredes internas cuando se siente más cerca del final, arruga la
camiseta de su esposo y gime contra su cuello, sintiendo esos espasmos de
placer que le anuncian el orgasmo cercano. El azabache, conociendo la
compatibilidad de sus cuerpos y sabiendo que el calor ha llegado lo
suficientemente alto como para llevarlos al éxtasis, acelera sus embestidas,
masturbando al mismo tiempo el miembro del castaño. Besándose sin
lamentaciones, jadeando contra los labios del otro, mirándose a medias porque
sus ojos luchan contra el placer.
—
Estoy cerca, Junsu ah.
—
Ngh-no, no salgas Chun. Córrete dentro, dentro.
—
¡Mgh!
…
Algunas
aventuras tan locas como el sexo en el aeropuerto continuaron llegando con el
pasar de los años. Los cuarentas los abordaron cuando menos lo esperaban, el
cumpleaños número cuarenta de Park se anunció primero, como era de esperarse.
Junsu ha querido festejar en familia, y lo han disfrutado en grande en un
campamento a las faldas de las montañas. Por la noche, los amantes salen a
admirar el cielo estrellado, sentados en un tronco y cubriéndose con una manta,
beben chocolate caliente y café. Es invierno. Y una lluvia de estrellas se ha
anunciado por anticipado. Ellos quieren observarla, y pedir tal vez un deseo.
—
Oh, ha comenzado. — Kim dice maravillado, sonriendo contento del espectáculo
natural.
Por
su parte, el azabache piensa que esta lluvia de estrellas es más bonita porque
puede apreciarla reflejarse en la faz de su esposo. En su brillante mirada y la
radiante sonrisa de sus labios. Le ama tanto, tanto.
—
Junsu ah.
—
Mh.
—
Amémonos durante mil vidas si la eternidad es demasiado ambicioso.
El
castaño vuelve la mirada. Le ha sorprendido. Como muchas veces antes. Sonríe,
se estira un poco y le besa. Dulce, cariñoso, enamorado.
—
Será así, Yoochun ah. Mil vidas, si la eternidad es una meta ambiciosa.
Tú y yo
…Eres tú, eres tú, eres tú
con ese corazón…
En
el cumpleaños cuarenta de Junsu, Park le regala el más hermoso de los
presentes. Algo que habían venido hablando desde antes. Los documentos que los
vuelven legalmente padres de un par de hermosos niños recién nacidos sin hogar.
Formarían su propia familia, criarían hijos aún cuando no llevasen su misma
sangre. No ha sido un mero capricho, solo un deseo de ambos. Porque se siente
como que están listos para la paternidad, para comprometerse en la crianza de
otros seres humanos. Para criar grandes personas. Y un día, cuando las arrugas
les marquen la piel y el avanzar de la edad sea evidente, puedan sonreír al
cielo sabiendo que, de una u otra forma, han dejado su legado en éste mundo.
—
Mil vidas, Yoochun ah.
—
Mil vidas, Junsu ah.
FIN
Gracias por tan hermosa historia.
ResponderBorrarAmo tu trabajo....la bella forma en que redactas me hace vivir lo que voy leyendo.