Autora: Felina
Título. ABC on Ice.
Parejas: Victuuri, OtaYuri, LeoxGuang. Probablemente otras.
Género: Romance, Humor.
Clasificación: NC-18/Lemon
Anime: Yuri on Ice.
Serie de drabbles que pueden o no estar relacionados entre sí.
VíctorxYuri
~*~
~A~
Admiración
Las personas suelen tener ídolos a los
que admirar. En tu caso, Víctor Nikiforov. Patinador ruso que te ha cautivado
desde que eras un niño. A veces piensas que es debido a la influencia de tu
amiga de la infancia, Yuko, pero con el tiempo has ido aceptando que conocer a
Víctor ha sido meramente cosa del destino. Admirarlo, tu legado. O algo
parecido.
— Es tan genial~. — Suspiras, y has
olvidado el número de veces que lo has hecho.
Porque siempre es así, miras todas sus
participaciones una enorme cantidad de veces, una y otra, y otra vez reproduces
los videos en tu portátil. Admiras cada uno de sus movimientos, las expresiones
de su atractivo rostro, la intensidad de sus ojos verde-agua. Sonríes
imperceptiblemente, y estás ajeno a los latidos de tu corazón, que, contra tu
voluntad, han ido mucho más aprisa.
Lo admiras.
¿Por qué? Bueno, hay una larga lista
para responder eso. Encuentras sus cualidades como patinador sencillamente
perfectas, consigue un efecto en ti que no podrías explicar en palabras, pero
acelera tu corazón y toca tu alma. Pero, de alguna manera sabes también, que no
le admiras solo por ser el grandioso patinador que es. Sabes, que hay “algo” más. Algo que te hace sentir
inquieto y ansioso, como un adolescente esperando el momento en que tu camino y
el suyo puedan cruzarse.
Suspiras de nuevo y tu expresión
ensombrece ligeramente.
Porque lo sabes.
Tuviste una oportunidad “de oro” en la
competencia pasada, pero el “fracaso” que pesa sobre tu corazón tomó de una
todas las metas que podías haberte planteado.
— Me voy a deprimir~. — Gimoteas contra
la tabula rasa de la mesa de trabajo en tu habitación, tus anteojos
estropeándose un poco.
No hace mucho que volviste a casa de tus
padres. Al Onsen que tenía incontables recuerdos. A la ciudad que te vio
crecer. A la familia y amigos que nunca quisiste dejar atrás, pero que por
cinco años mantuviste en la distancia, luchando por un sueño que parecía
habérsete escapado como agua entre los dedos.
— No soy nada confiable~. — Suspiras por
enésima vez.
Tus ojos marrones titubean, pero pronto
tu mirada se pasea por las paredes de tu habitación. Los posters de Nikiforov
adornan aquí y allá, desde su época juvenil con el largo cabello atado en una
coleta, hasta la actualidad, con el cabello corto y la juguetona mirada en su
atractiva cara.
— Siempre ha sido tan guapo~. Realmente
es perfecto, quiero ser como él~. — Te permites soñar. Lo admiras después de
todo, y no hay nada ni nadie que te impida continuar haciéndolo.
Nada. Ni nadie.
Incluso si el destino da, de un momento
a otro, un giro de 360º y Nikiforov deja de ser un ídolo inalcanzable al cual
admirar en posters cada día en las paredes de tu habitación o los videos que
reproduces en tu portátil.
— Yuri. — Le escuchas llamarte.
Y notas, por enésima vez, que tu corazón
late a toda prisa.
Un mes. Es el tiempo que ha transcurrido
desde que, por azares del destino, Víctor llegó a tu vida con la única
intención de entrenarte y llevarte al Grand Prix.
— Vamos, no te quedes en las nubes~. A
menos que estés pensando en mí. — Dice juguetón, guiñando un ojo y llevando el
índice a sus labios. Ese gesto tan suyo que lleva un sonrojo a tus mejillas.
Boqueas como pez en el agua, seguro de
que la negativa baila en tus pensamientos. Pero no eres nada bueno para mentir.
Y negar las palabras del ruso significarían hacerlo. Sellas los labios y
escondes la mirada, deslizas tus patines sobre el hielo y decides repasar la
coreografía de “Eros”.
No te sientes precisamente seductor. Estás nervioso, preocupado.
La admiración que sentías por Víctor no
ha parado de mutar desde que sus caminos convergieron en uno mismo. Su jugueteo
coqueto tampoco ayuda.
Lo descubres de pronto. Como la
iluminación después de una considerada meditación.
Te gusta.
Sí.
En ese sentido.
Lo quieres.
— ¡Yuri! — Le escuchas exclamar, sus
cuchillas deslizándose sobre el hielo.
Tú lo comprendes un poco tarde, has
caído estrepitosamente, y él se ha preocupado por tu seguridad. Frena y se
agacha, te pregunta si te encuentras bien. O algo de eso alcanzas a captar. Hay
un martilleo en tus oídos, se trata de tu corazón tamborileando a toda prisa. Temes
que Víctor pueda escucharte. Así que te incorporas, pero lo haces tan mal y con
tanta prisa que la caída sucede de nuevo. Aunque diferente esa vez.
Es Víctor quien te mira desde abajo, y
tu rostro el que luce preocupado mientras te inclinas un poco y le preguntas si
se encuentra bien.
— Estoy bien, Yuri. No pongas esa cara
que no es tan sexy. — Juguetea de nuevo. Y tú sientes unas extrañas ganas de
llorar.
Te preguntas si estará consciente de que
juega con tu corazón.
— Acércate más, Yuri. — Te dice,
mientras sus largos dedos toman tus anteojos y los saca de tu cara.
Le miras con los ojos abiertos de par en
par, no entiendes lo que quiere. Ni puedes calmar el ritmo de tu corazón
mientras te sonríe con aquella apacible expresión.
— Yuri.
— Víctor.
Te llama, respondes igual.
El mundo se detiene. Y mientras su
diestra se afianza a la parte trasera de tu cuello, empuja suavemente hasta que
consigue lo que quiere. Te inclinas, tus ojos prendados de los suyos. Una
tormenta de sentimientos se desata en tu interior.
No.
Definitivamente no es solo admiración.
Es más, mucho más.
Un sentimiento profundo, loco, adulador,
embriagante, abrumador, hermoso, temible, perfecto.
— Te
quiero, Yuri.
Te suelta de pronto. Así, sin la mínima
consideración por tu corazón a punto de la taquicardia. Así, cuando sus labios
rozan los tuyos y el contacto sublime se transforma en beso.
Tu primero.
Sabes que no el suyo. Pero te sabe como
si lo fuese.
Sutil, corto. Efímero.
El toque se aleja, sus dedos acariciando
tu cuello te anclan a la realidad. Su sonrisa, el brillo en sus ojos y su
cálida respiración, te dicen que sucedió.
Que aquel beso no ha sido una treta de tu imaginación.
— ¿Y tú, Yuri? — Te pregunta de pronto.
Como todo lo que Víctor hace alrededor
de ti.
Te inclinas un poco más. Tu frente choca
suave contra la suya. Cierras los ojos un momento, respiras hondo, te guardas
el aroma de su esencia en la memoria olfativa. Sonríes, aceptas los presurosos
latidos de tu corazón y te inundas en la tormenta de emociones.
— Te
quiero, Víctor.
Respondes.
Y parece que no era tan difícil hacerlo.
El rostro de Víctor se llena de alegría,
sonríe más amplio y su diestra se vuelve ansioso.
Te besa de nuevo. Más largo, más
profundo. Te recuerda cuán inexperto eres en las artes del besar pero no te
importa, sabes que Víctor te lo enseñará todo, y que has de descubrir tus
propias formas. Junto a él.
Tu admiración mutó.
Lo que le entregas, lo que te devuelve,
se llama Amor.
~B~
Baños
termales
No es tu culpa tener esa aura seductora.
Estás convencido. Tampoco lo es que se te dé de forma natural ir por ahí
desbordando esa sensualidad, ni mucho menos que resulte algo atrevida y que un
gran número de personas alrededor del mundo se vean afectadas por tu
personalidad, incluso si no hacen más que admirarte desde la pantalla de un
móvil.
De verdad, no es tu culpa.
Como tampoco lo fue descubrir que coquetear te venía bien en situaciones
como aquella. Porque adoras las mejillas coloradas de tu pupilo, sobre todo si después de aquellos tiernos sonrojos
consigues robarle un beso o dos. Y si es en las aguas termales, mucho mejor.
Porque un sonrojo lleva a un beso, y un beso a dos o tres, o muchos más; y por
supuesto, con el calor propio de las termales, un poquito de picardía no viene
mal.
— Víc-Víctor~ es suficiente. — Le
escuchas suspirar, quedito, tembloroso, lindamente sonrojado.
— Un poco más, Yuri. — Dices. Pero sabes
que miente.
Y él lo sabe también. Pero se deja
hacer, y tú encuentras el pretexto perfecto para seguir adelante. Tus labios se
pasean por sus mejillas, dejas cortos besos en ellas, casi como si intentaras
aliviar en algo su enorme vergüenza.
Pero, bajo el agua, tus manos no están
quietas ni son nada consideradas. Le tocas ávidamente cual si fuese su calor el
combustible para tu motor interno. No has ido demasiado lejos, si pudiera
decirse de alguna manera, Yuri seguía siendo virgen, aunque eres consciente de que su cuerpo reacciona y se
enciende.
— Víctor~. — Suspira de nuevo.
Sus manos se anclan a tus hombros y tú
encuentras el gesto más y más tentador. Te provoca, y ni siquiera es consciente
de ello. Yuri pestañea, rojo hasta las orejas, te llama un par de veces más, se
acerca a tu oído y notas la súplica en su voz temblorosa y ahogada.
Tu cuerpo también se enciende, como la
motivación que te llenaba cuando patinabas sobre una pista de hielo, enardecido
de emoción. Mordisqueas la curvatura entre su cuello y hombro y dejas que tus
manos resbalen por sus costados hasta el redondo trasero. Ha perdido peso, lo
sabes (has sido testigo y entrenador a partes iguales), pero notas cómo su
trasero conserva la grasa suficiente para sentirse “lleno”, moldeable a tu tacto y firme. Tragas hondo, la punzada en
tu entrepierna termina por traerte rudamente a la realidad.
— Vamos, Yuri, es hora de salir. —
Consigues decir, aunque la voz te suene ronca y tú estés consciente de la
excitación al sur de tu ombligo.
Casi agradeces que Yuri sea algo
despistado, o lo suficientemente lindo e inocente como para no mirar hacia
abajo, entre las aguas cálidas y vaporosas, donde tu erección es evidente. Y
dolorosamente impertinente.
Quieres atacarle, pero al mismo tiempo
respetarle.
No es como si el sexo fuera imposible, o
algo inadecuado. Es tu novio, y tú el suyo, lógicamente. Tal cosa como la
intimidad es naturalmente esperable. Pero quieres tomarte el tiempo, y dárselo
a él también.
— Que
sea un bonito recuerdo. — Piensas, y sonríes perceptiblemente.
Yuri ha salido de las termales,
enredándose una toalla en la cintura. Tan ajeno y algo mareado, que no se da
cuenta de que es una toalla pequeña, que todavía deja suficiente al descubierto
y que, Víctor lo nota con cierto orgullo, también se ha visto afectado por sus
caricias y besos.
— Ahora
siento que tengo que tomar la responsabilidad~. — Otro pensamiento golpea
tu mente, algo nublada y ansiosa.
Te sientes como embriagado, culpas a su
silueta, y al vapor en los baños. A su sensualidad inocente y al sonrojo que se
le expande por las mejillas cuando te mira de soslayo y casi parece tener un
poco de lucidez, apurándose por otra toalla más grande e intentar marcharse.
Intentar.
Porque has decidido ser buen novio y
sumamente responsable. Abandonas las termales en un santiamén y le abrazas. Tu
desnudes roza contra la suya, o casi, encuentras demasiado estorbosa la prenda
atada a su cintura. Cuelas una mano bajo la abertura y acaricias su muslo.
— Víctor~. — Gimotea, sorprendido por tu
asalto. Demasiado abochornado como para defenderse.
— Esto es parte de tu Eros, Yuri. Lo sabes, ¿no es así? Amor
sexual, placer tras placer. — Susurras en su oído, lo haces con alevosía y
ventaja, consciente del efecto que obtendrás.
Del sonrojo que se enciende al rojo
vivo, de la forma en que se muerde los labios y le tiemblan las rodillas cuando
tu mano alcanza su entrepierna. Está caliente, y notablemente húmedo, no solo
por las termales, también por la excitación. Tus dedos serpentean a lo largo de
su erección, quieres tocarle suavemente, que no le sorprenda ningún movimiento
brusco.
— Ngh~. — Y lo obtienes. El primer
gemido, dulce, avergonzado, honesto.
Sus manos se aferran a tu antebrazo,
entierra sus uñas y arquea involuntariamente la espalda. Sabes que comienza a
sentir los espasmos de placer. Relames tus labios y tus ojos verde-agua brillan
con intensidad. La lujuria se apodera de tus sentidos. Quieres llevarlo hasta
su éxtasis. El tuyo realmente no importa.
— Víctor~. — Suspira. Y has perdido la
cuenta de la cantidad de veces que lo ha hecho en los últimos minutos.
Sus párpados a medio cerrar te devuelven
una imagen de su rostro sumamente adorable. Casi retrocedes por eso. Tan lindo,
que no sabes si amarle inocentemente o molestarle con toda la ventaja que tu
aura seductora te da.
— Yuri, si sigo, no podré parar. ¿Lo
entiendes? — Preguntas, susurrándole al oído.
Pero tu voz ronca te traiciona, y el
roce de tu pelvis contra su trasero también, aunque la toalla en su cintura
siga siendo un impedimento para un auténtico contacto piel a piel.
— ¿Q-qué? — Jadea, extasiado por el
toque de tu mano en su entrepierna.
Y entiendes que le tienes lo
suficientemente mareado de placer como para que esté consciente de sus
palabras, de sus acciones y decisiones. Casi sientes que le estás fallando.
— Está bien, concéntrate en tu placer,
Yuri. — Susurras, convencido de que eso es lo mejor.
Y aumentas el ritmo de tu mano en su
erección. Le sientes más caliente y pegajoso, el sonido húmedo de tu bombeo
sobre su entrepierna es erótico. No, te corriges mentalmente, todo en Yuri lo
es. Si tuvieras que decirlo, honestamente es Eros personificado. Besas su hombro, jadeas su nombre en su oído,
le lames, le muerdes. Le llevas al orgasmo. Su semen ensucia tu mano, y tú
sientes que has ganado otro poco de su corazón, por extraño que parezca.
Yuri casi se desvanece en tus brazos,
mareado de placer y calor, respira pesado y su rostro colorado consigue
preocuparte un poco. Tallas tu mano en su toalla, sin importarte demasiado que
el semen ensucie allí. Le enredas en una de tus batas y cargándole le llevas a
su habitación.
Cuando cruzas desde las termales hasta
el interior del onsen tomas un poco de conciencia. Ha sido una suerte que
estuvieran allí cuando no hay clientes en los baños, y sus padres están lo
suficientemente cansados como para prestar atención a las cosas indecentes que
le haces a su preciado hijo. Sonríes con un resquicio de culpa y vergüenza,
algún día pedirás la mano de Yuri a los señores Katsuki e intentarás compensar
tu “mal comportamiento” de ahora
siendo el mejor de los yernos.
— Oh, quiero casarme con Yuri. —
Murmuras.
Y es que nunca, nunca antes habías
tenido siquiera por asomo, la idea de contraer matrimonio con una persona.
Pasar el resto de tu vida amando a un solo ser humano.
— Realmente te quiero, Yuri.
Concluyes. Le dejas sobre su cama y
secas su cuerpo con una toalla antes de arroparle con el pijama y meterle bajo
las mantas, besar suavemente sus labios, su frente, y salir de la habitación.
Maccachin se queda con Yuri, tú se lo pides a tu fiel compañero de cuatro
patas, el can ladea el rostro, pero trepa junto a tu amante y se recuesta a su
lado. Cierras la puerta y vuelves a tu habitación. Necesitas calmar tu propia
calentura, que no ha bajado en esos minutos por sí sola.
— La próxima vez, realmente quiero ir
hasta el final con Yuri en las termales. — Sonríes.
Lo sabes. No hay manera, tu aura
seductora es sencillamente parte de ti.
~C~
Castle
Hasetsu
Aquel sitio turístico en la ciudad era
uno de tus favoritos ahora. No es que antes no hubieras reconocido cierto
encanto en el Castillo, es solo que ahora tenía otro significado. Para ti, el
Castillo Hasetsu ha sido el lugar con sabor a la primera cita con Víctor.
Aunque nunca hubiera salido siquiera aquella palabra de labios suyos, mucho
menos de los tuyos.
Pero te gusta venir aquí, sentarte en la
banca de siempre y admirar la construcción de frente. A veces Víctor insiste en
saber más historias fantásticas de ninjas, tú sonríes y le cuentas que no hay
tantas de aquellas, que la mayoría son historias inventadas probablemente, como
viejas novelas de escritores apasionados por el pasado.
— Aún así, incluso si eres tú quien las
inventa, me gusta escucharte, Yuri.
Dice. Y a ti se te acelera de nuevo el
corazón. Ahora estás un poco más acostumbrado
a los cambios de tus latidos, pero nada quita el hecho de que te avergüences,
que tus mejillas se sientan tibias y un sonrojo las adorne. Víctor sonríe
apacible, mirando la misma construcción que tú, con Maccachin echado a un lado,
jadeando y relamiéndose el hocico de vez en cuando, bostezando y aguardando
pacientemente.
Hoy, sí es una cita.
O parecido.
Víctor te había pedido salir y el
Castillo fue el destino.
— Yuri.
— Mh.
— ¿Está bien para ti salir conmigo?
Te pregunta. Tan repentinamente que otro
poco y ni siquiera comprendías lo que ha querido decir. Viras el rostro y le
miras. Está serio, preocupado quizá. Te da una punzada en el pecho y te llenas
de miedo.
— ¿No lo está para ti, Víctor? —
Devuelves la pregunta.
Porque de alguna forma se siente como si
pudiera ser más fácil así. Que sea él quien diga que la relación no va tan bien
como pensabas, que quizá se ha arrepentido y es mejor separarse.
Solo pensarlo te duele, se te atora un
nudo en la garganta y tus ojos comienzan a arder.
No, te niegas a llorar, aprietas los
labios y tratas fuerte de deshacerte de aquel nudo en la garganta, atravesado
como un objeto lleno de espinas.
— ¡No me refería a eso, Yuri! — Se
apresura a decirte. Pero tú todavía sientes el miedo y la incertidumbre porque,
después de todo, ¿qué hay tan bueno en ti como para enamorar a un hombre como
él? — Yuri, escucha…
— Lo sé, no debí ilusionarme… — Dices,
negándote a escucharle porque sencillamente eres cobarde, le tienes pánico al dolor y solo quieres huir y escapar. —
Está bien, solo volvamos a ser entren…
— ¡Yuri! — Exclama tu nombre al tiempo
en que te sujeta por los hombros, obligándote a mirarle. Sus ojos lucen
enfadados, severos. Y tú, con un dejo de masoquismo, lo encuentras
terriblemente sexy y atractivo. — Lo pregunté porque nunca antes has salido con
nadie. Soy un hombre, y quiero pasar el resto de mi vida contigo, es por eso
que estaba preocupado por ti, porque, tal vez necesitas conocer a otras
personas y… ¡Ng!
Le notas desesperarse, se revuelve el cabello
y lleva el flequillo tras su oreja, aunque la mayoría de sus platinados
mechones vuelvan a caer sobre su frente. Suspira y termina recargando su rostro
en tu hombro. Tú apenas pudiste entenderle un poco. Lo dicho, no eres muy
diestro en nada relacionado con el romance. Víctor es tu primer amor, tu primer
beso, tu primer amante. Tu primero en todo. Y te encanta, no dudas de quererlo
todo con él.
— Víctor. — Le llamas, acariciando su
nuca con la diestra con aire distraído. Su rostro aun descansa en tu hombro,
pero juras que está avergonzado, sus orejas bañadas en carmín lo delatan. — Te
amo, Víctor.
— Yo también te amo, Yuri. Lo siento,
por haber preguntado algo tan tonto. Es la primera vez que me enamoro de esta
manera, no sé cómo hacerte sentir seguro de lo nuestro, Yuri. No has estado
antes con nadie, me pregunto qué será de mí si algún día llega una chica a la
que…
Sujetas su rostro y entonces eres tú
quien le obliga a mirarte. Callando su discurso con tus labios. Tu beso aún es
algo torpe, pero sincero. No sabes por qué parece tan importante para él que
tengas experiencia en relaciones amorosas cuando es el único en tu vida desde
que eres un niño. No sabes muchas cosas. Pero lo que sientes por él, es único.
Y ahora sí que sabes, que es amor.
— Hablas demasiado, Víctor. Sólo ámame,
no te preocupes por cosas que ni siquiera comprendo. ¿Enamorarme de alguien
más? Imposible, te he admirado desde que era un niño, no he tenido ojos para
nadie más desde entonces, e incluso si no sabía qué era este sentimiento hasta
que apareciste en mi casa, no necesito saber nada más, ni conocer a nadie más
tampoco. Solo te necesito a ti a mi lado, Víctor, tonto. — Añades el insulto con un gracioso mohín de
reclamo.
Víctor te sonríe y sus ojos brillan de
nuevo con esa intensidad abrumadora que te engulle en un abismo de emociones.
Sujeta tus mejillas y te besa. Dulce, cariñoso y húmedo. Largo pero lento. Su
beso te deja en las nubes, cuando se aparta, tú suspiras y buscas refugio en su
pecho. Los latidos de su corazón te llenan los oídos.
— Ven, Yuri.
— ¿Eh?
No entiendes nada hasta que escuchas el
obturador. Ha tomado una fotografía mientras su nariz rozaba la tuya y la
sonrisa que te regalaba te contagiaba una felicidad indescriptible. Cuando
Víctor te muestra, te sonrojas por la tierna captura. Ustedes dos, en una cita,
con el Castillo de Hasetsu en el fondo enmarcando una novela que probablemente
no sería escrita porque faltaban ninjas y un ambiente más dramático. Pero que
todavía se sentía muy tuya y, tal vez, algún día contarías a tus hijos.
— Ah,
acabo de pensar que quiero tener hijos con Víctor. — Piensas, y sonríes
avergonzado cuando tu novio te besa de nuevo mientras un grupo de turistas
pasan por allí.
A veces es tan, él. Llamando la atención
donde quiera que iba haciendo las cosas más espontáneas y locas posible.
Pero eso no importa realmente.
Lo amas, te ama.
Qué más da todo lo demás.
~D~
Dormitorios
Pese a que llevaban meses saliendo, Yuri
todavía se negaba a compartir habitación. Tampoco es que no lo entendieras, es
decir, viven bajo el techo familiar, por supuesto que lo correcto es que cada
uno tenga su habitación. Todo y que los Sres. Katsuki saben de su relación y la
han aprobado, una cosa es que les hayan permitido tan de buena gana continuar
con el noviazgo, y otra muy diferente que se tomen con calma el que compartan
dormitorio, sabiendo que cosas “de
adultos” pueden pasar ahí.
— Cosas de adultos. — Suspiras,
dejándote caer en la amplia cama de tu habitación. — No hemos hecho nada desde
la ocasión en las termales. Yuri está 100% concentrado en practicar sus
programas y todo lo que hacemos es besarnos cuando hay oportunidad. Pero, no
tengo suficiente con besos. — Dando vueltas en la cama, tratas de pensar en
cómo seducir a tu tierno cerdito
antes de que tu brazo izquierdo se vuelva más musculoso con el uso que le das.
— ¡Vicchan~ es hora de la cena~!
La voz de tu suegra te distrae un poco
de tu línea de pensamientos. Pero realmente lo agradeces, o estarías
recurriendo a medidas “extremas” porque al sur de tu ombligo la fiesta parecía
a punto de iniciarse.
— ¡Yuri, date prisa también~!
Escuchas a tu suegra llamar a su hijo.
Sonríes un poco y le esperas en el pasillo. Tu adorable novio asoma poco
después de su habitación. Viste ropa deportiva, como casi siempre, pero su
cabello aún está húmedo, ha tomado la ducha recién tras volver del
entrenamiento. Habías querido arrastrarle al onsen, pero Yuri se había negado
alegando que era tarde y su madre no tardaría en llamarles para la cena. No se
ha equivocado.
— Deberías usar una secadora, Yuri.
Pescarás un resfriado. — Dices, acercándote para tocar uno de los mechones que
caen sobre su frente, notando cuán húmedo está aún su cabello.
— Ah, está bien, lo secaré después de
cenar. — Responde, mostrándote la toalla en su mano izquierda.
Toalla que tomas y comienzas a frotar en
su cabello mientras le empujas por el pasillo camino al comedor.
— Víctor, no es necesario~.
— Lo es, estoy cuidando de mi novio. Y
además de mi pupilo.
Cuando la noche cae, te despides de Yuri
besándole profundamente en la puerta de su habitación, sin ganas de dejarle ir,
necesitado de más. Yuri suspira cuando abandonas su boca, su rostro enrojecido
te tienta demasiado al pecado, sus ojos almendrados tan brillantes como un
cielo estrellado.
— Yuri. — Le nombras, tentado de pedirle
que te invite a pasar la noche en su habitación.
Pero aquella invitación no llegará de
sus labios tan fácilmente. Más que fácil, desvergonzadamente. Yuri es tan
inocente y lindo que no te pediría algo tan insinuante como aquello.
Necesita un poco de ayuda. Concluyes.
Y sin más, le empujas dentro de su
propia habitación, cerrando la puerta detrás de ti mientras tu boca le besa
apasionadamente, colando tus manos bajo la sudadera y playera deportivas,
palpando su tersa piel en los costados y espalda.
— Víctor~. — Le escuchas suspirar,
dejándose hacer mucho más dócilmente de lo que hubieras esperado.
Envalentonado por su respuesta,
comienzas a desnudarle sacando de su cuerpo prenda por prenda, invitándole a
imitarte aunque sus manos son temblorosas y torpes pero decididas.
— Voy a hacerte mío, Yuri.
— Sí, Víctor.
Cuando le empujas sobre su lecho, una
cama individual, piensas que resultará un poco incómodo pero no te detienes, ya
te las ingeniarás para acoplarte al espacio. Sus anteojos se empañan y
resbalan, tan adorable con su cara sonrojada y algunas gotas de sudor
resbalando por el contorno de su rostro, que te da un pinchazo de excitación su
erótica figura ataviada de inocencia.
Le miras desde arriba, apostado a la
altura de su pelvis, arrodillado en la cama. Relames tus labios y te preguntas
si es que Yuri ya habrá notado el bulto bajo tu ropa interior. Sonríes y
desciendes sobre su cuerpo, iniciando otra ronda de besos y caricias que,
sabes, no pararán ahí.
Cuando despiertas, con la oscuridad
todavía reinando la madrugada, estás en tu cama, usando el pijama y
completamente solo. Ni siquiera tu amigo fiel de cuatro patas se encuentra a tu
lado, seguramente se ha colado en la habitación de tu novio, como suele hacer.
— Lo que es más, tuve un sueño erótico
con Yuri. — Sonríes con burla, cubriéndote el rostro mientras admites cuán
desesperado estás por el contacto íntimo con tu amante.
Después de unos minutos te levantas y
decides ir a echar una mirada en la habitación de tu novio, solo para
asegurarte de que tu perro se encuentra con él. Abres la puerta con sigilo,
pero te sorprendes cuando encuentras a Yuri conversando en voz baja con tu
perro.
— Maccachin, no lo soñé, ¿sabes? Porque
me duele el cuerpo y además estoy desnudo. Yo nunca duermo sin ropa~. Pero, no
entiendo por qué Víctor se fue a su habitación cuando despertó. ¿Es sonámbulo?
¿Le desagradé? ¿Fui tan malo? Bueno, tal vez lo fui, ya que no hice nada y le
dejé todo a él. Maccachin, qué haré~.
Le escuchas y casi te das de topes
contra el muro. ¡No has soñado nada! Simplemente fuiste lo suficientemente
idiota e insensible como para, somnoliento, escapar a tu habitación en medio de
la noche, quizá porque tu inconsciente actuó con la intención de evitar que tus
suegros se enterasen de lo sucedido.
— Menudo
idiota. — Susurras para ti.
Pero tu voz es lo suficientemente alta
para que tu novio se percate de tu presencia.
— ¡Víctor! ¿Cu-cuánto llevas ahí?
— Lo suficiente, Yuri. — Admites, sin
necesidad de evadir esta conversación. — Lo siento, Yuri, por haberte dejado.
Pero, te lo aseguro, fue hermoso hacer el amor contigo, tú estuviste tan
adorable y apasionado.
— ¿De verdad? — Te pregunta con una
sonrisita, con sus ojos almendrados más brillantes que nunca, moviéndose sobre
la cama la sábana que le cubre resbala y te muestra sus hombros, la clavícula,
la piel sudorosa aún enrojecida por el calor que desprendieron juntos. Las
marcas de beso que dejaste por todo su cuerpo.
— De verdad, Yuri.
— ¡Qué alivio~! — Gimotea, enterrando el
rostro contra su almohada, quejándose un poquito pues en el brusco movimiento
ha resentido el dolor en su espalda baja.
Maccachin ladra, tú le reprendes y él se
oculta bajo el cuerpo de tu amante. Yuri ríe divertido y le escuchas decir algo
como que él le protegerá de ti. A ti se te antoja una imagen muy tierna y
decides capturarla, como muchas otras, en fotografía.
— Yuri.
— ¿Mh?
En cuanto voltea para atenderte, con esa
feliz sonrisa en su bonita cara, lo fotografías.
— ¿Qué haces, Víctor~?
— Le tomo fotos a mi adorable novio y mi
rebelde Maccachin. — Respondes con tono juguetón, acercándote para besarle
casto los labios, acariciando su espalda baja con cariño.
De pronto miras sus lentes, y se te
ocurre ponérselos a tu perro, haces otra fotografía y la colocas de fondo de
pantalla en tu celular. Yuri te reclama lo atrevido de la imagen y tú le callas
con otro beso.
— Yuri.
— ¿Sí?
— Vivamos juntos.
— ¿Eh?
— Quiero compartir el dormitorio
contigo, pero bajo el techo de tus padres es imposible. Así que, mudémonos
juntos, Yuri.
— Eso…
La respuesta parece difícil. Pero no te
preocupa, no llevas tanta prisa de todos modos.
Pero todavía esperas que un día, tu
habitación y la suya sean la misma.
~E~
Eros
Desde que te vio enfundado en el traje
que heredaste de él, pudiste notar
también la mirada lujuriosa en los ojos verde-agua de tu novio devorarte
lentamente. Aquello te incentivaba como Víctor probablemente no tenía idea.
Porque sí, has de admitirlo, te gusta la forma en que te mira, con deseo, con
un anhelo que solo inspira el Eros
que transmites cuando te sientes seguro de tu cuerpo, de tus movimientos, de la
forma en que habrás de presentar el programa sobre la pista de hielo.
China de pronto no asustaba tanto, al
menos en el Programa Corto, estabas listo para demostrarle al mundo que tener a
Víctor de tu lado era una pérdida a la que tendrían que resignarse. La
sensación de ser un poco egoísta se sentía bien en tu pecho. Era como si
pudieras tener al mundo en la palma de tu mano, una sensación tan agradable que
sentías tui pecho henchido de orgullo, de amor propio.
— “No
me quites los ojos de encima”.
Si lo pensaras después, ni tú sabrías
exactamente de dónde vino tal confianza, tal demanda de atención. Todo en lo
que pensabas en aquellos momentos era en seducir
a Víctor, a través de la mirada del mundo.
Y expresar en tu Eros, ese tipo de
deseo primitivo que impulsó cada uno de tus movimientos sobre la pista de
hielo.
Víctor no te apartó la mirada ni por un
segundo, estaba orgulloso de ti, y lo sabías. Por supuesto, has dado lo mejor
de ti en aquel programa. Convencido de que eres
el único que puede satisfacerle.
Sus felicitaciones en el Kiss&Kry te alegran, pero algo parecía insuficiente. No lo supiste
hasta que Víctor te acorraló en una pequeña sala casi vacía y que, has de
recordarlo alguna vez en la vida, nunca supiste o tuviste idea para qué estaría
destinada. Tus sentidos, algo aturdidos por la emoción de la competencia y
seducidos por la mirada de Víctor te hicieron flaquear.
— Víctor~. — Jadeaste su nombre con una
voz que casi desconociste como tuya.
Demasiado ronca y áspera, mientras la
lengua de tu novio se paseaba sinuosa por tu hombría. Era raro, porque aunque
antes se han tocado, nunca habían
llegado tan lejos como esto. Víctor, arrodillado entre tus piernas, lamiéndote
justo ahí. Era como un sueño, uno de
esos húmedos y eróticos en los que tú tampoco habías querido reparar demasiado,
porque sencillamente era vergonzoso.
Pero ahora estás ahí, sudando y
jadeando, gimiendo el nombre de tu ruso novio mientras hace maravillas en tu
entrepierna. Muerdes tu labio inferior y por un segundo tu diestra se mueve
hasta su cabeza, empujándole contra tu pelvis hasta que sentiste el fondo de su
garganta y una arcada le hizo retroceder, soltarte
y levantar la mirada.
— Hoy estás tan diferente, Yuri. — Dice
sin apartarte los expresivos ojos verde-agua.
Tú no sabes qué decir, acaricias su
mentón y cuelas uno de tus dígitos en su boca. Le sientes caliente y su lengua
se enreda en tu falange. Honestamente, hablando de Eros, Víctor todavía te lleva millas de ventaja. Su forma de
mirarte, de jugar contigo ahí, de atraparte sin que seas capaz de resistirte,
de volver tu cuerpo gelatina y hacer que te tiemblen las piernas mientras
sofoca el calor encendido entre tus piernas.
— Víctor~. — Suspiras de nuevo.
Con el rostro caliente y colorado, el
sudor corriendo por el contorno, resbalando por tu cuello, donde puedes sentir
algunas gotas correr. El traje se te pega de una forma casi incómoda, aunque
estás algo acostumbrado a él. No, lo comprendes un poco tarde, no es que el
traje incomode, es que tú necesitas más, mucho más de Víctor.
— ¡Ngh~! — El gemido suena ronco, casi
doloroso en tu garganta.
Lo presientes, un clímax de ensueño. Te
corres sin aviso alguno (hombre, que ni tú puedes creer que hayas llegado), la
lengua de Víctor lame tu hombría, como si estuviera limpiando los rastros de tu
semilla. Su rostro está ligeramente ruborizado, sus ojos brillan y su sonrisa
te atraviesa con picardía.
— No pude dejar de sentirme excitado
desde que me pediste no apartar mi mirada de ti, Yuri. — Dice, y tú sientes una
llamarada de vergüenza cuando algo de timidez se cuela en tu cerebro nublado de
placer.
— Esto, yo… nh, Víc-tor. — Tartamudeas,
tan torpemente que olvidas por completo que todavía llevas el traje
desarreglado y que acabas de recibir tu primer felación en la vida.
Víctor sonríe orgulloso, se relame los
labios y jurarías que saborea una victoria. Contra ti, por supuesto. Pero no te
ofendes, por el contrario, te llenas de una felicidad que no te cabe en el
pecho y se trasluce en cada una de tus adorables facciones.
— La próxima vez, voy a arruinar
completamente tu atuendo, Yuri.
— ¡¿Eh?!
~F~
Fogón
Ser novio de Yuri Katsuki era una
constante montaña rusa –obvias la referencia–, te hace experimentar una
cantidad impresionante de emociones. Algunas de ellas incluso te llegaban a
parecer una novedad absoluta. Los celos, por ejemplo, sí, has de admitirlo, los
sientes; aunque probablemente no lo reflejas.
La primera vez que sentiste celos fue
cuando conociste el entorno familiar de Yuri, sus amigos cercanos y el vínculo
estrecho que tenía con ellos. Pero lo superaste, fácil, casi lo dirías. Porque
su amiga de la infancia no era un obstáculo
en tu camino hacia el corazón de Yuri, y porque tampoco te preocupaba su
mentora en la danza. Después, cuando supiste de Phichit, un poco de curiosidad
te invadió, pero pronto te percataste de que el sentimiento que los unía era
meramente de amistad. Linda, has de decirlo. Luego, cuando Chris toqueteó el trasero de Yuri sin
vergüenza alguna, tu rostro apenas dibujó una expresión menos entusiasta que de
costumbre, y atinaste a llamarle, señalarle y convertirte en su centro de
atención. Eso, a cambio de que se alejara de Yuri.
Más tarde, comenzaste a sentir chispazos
de celos conforme el tiempo avanzaba y las personas que le conocían por su
carrera en el patinaje artístico aumentaban. Sin embargo, te consolaba su
mirada brillosa y enamorada. Sus tiernos sonrojos y exclamaciones avergonzadas
por cosas sin sentido.
Y ahora estaban ahí, de vuelta a “casa”, al onsen. Le has recogido en el
aeropuerto con el corazón atorado en la garganta, le has abrazado como si la
vida te dependiese de ello. Y han prometido, con palabras disfrazadas, seguir
juntos hasta siempre.
— Yuri, ven conmigo un momento.
— ¿Eh? ¿A dónde, Víctor?
— Ya verás, solo sígueme.
Te hace caso, como suele suceder, y te
sigue en silencio. Recién parece más abochornado que minutos antes cuando se
abrazaban en el aeropuerto. Te entran ganas de besarle ahí mismo, pero te
contienes por el mero gusto de hacerlo. A veces, cuando te reprimías de
besarle, al momento de hacerlo casi se sentía más glorioso.
— Víctor, esto es una zona residencial
lujosa.
— ¿Lo es? — Preguntas, aunque de antemano
lo sabes de hecho. Él asiente, mira de hito en hito los edificios de
departamentos y le ves tragar hondo. Parece un lindo cerdito asustado. — Vamos, quiero mostrarte uno.
— ¿Eh?
— Mientras viajaba de regreso, estuve
pensando un montón, Yuri. Te lo dije antes, ¿no? Quiero vivir contigo.
— Víctor.
— Pero no te preocupes, solo vamos a
mirar, empezar a conocer lugares donde podríamos vivir. Algo que nos guste a
los dos, Yuri.
Tu novio te sigue, probablemente
inquieto, temeroso. Y te sientes como que lo estás presionando un poquito, te
entra algo de culpa y detienes tus pasos antes de entrar en el edificio. Le
enfrentas y buscas su mirada.
— Yuri, si no quieres…
— Quiero. — Dice, antes de que tú puedas
seguir hablando. Sus ojos aún tiemblan, pero no ves miedo en ellos… — Mirar
departamentos contigo, y escoger uno donde vivir juntos. Realmente quiero. Como
quiero ganar el Grand Prix Final y ofrecerte la medalla de oro como muestra
máxima de lo que siento por ti, Víctor.
Ah, a veces es tan, pero tan
endemoniadamente lindo y serio, que te dan ganas de abrazarle y besarle para
toda la vida. Sonríes, tomas su mano y le arrastras dentro de aquel
departamento.
Cuando cae la noche, el cansancio le
vence primero a él –lo que es irónico, porque su resistencia realmente no es
una broma–, pero adviertes que las emociones han sido demasiado para su novato
corazón. Se ha quedado dormido mientras le secabas el cabello después de una
ducha en las termales. Maccachin le olfatea perezoso y se echa contra la pared.
— Cuídale bien, Maccachin. — Dices a tu
fiel amigo perruno, él relame su nariz y te mira con brillantes ojos caninos,
sabes que te entiende muy bien. Vuelves la mirada a tu novio y besas su frente.
— Descansa, Yuri. — Pero, incapaz de quedarte con aquel anhelo palpitando en
tus labios, tomas un beso casto de su boca antes de salir de su habitación.
Y lo comprendes mejor que nunca. Que
Yuri es el fogón incandescente crepitando en tu pecho. Ardiendo en tu corazón
con el fulgor de un amor puro, inocente, honesto. Y sabes, que amarle a él será
una tarea diaria que no tienes problema en cumplir toda una vida.
~G~
Guirnalda
Antes de continuar el camino hacia el
podio en el Grand Prix Final, has querido darle algo, un presente que le
recordara lo grandioso que es como patinador. Más que el entrenador del que has
aprendido montones de cosas, querías regalarle un momento de felicidad hacia la
vida que hace más de medio año, llevaba sobre el hielo.
Te habías estado drenando la cabeza
pensando en ello desde que regresaron de China, pero todavía no conseguías
pensar en algo “adecuado”. Fue cuando le viste alejarse sobre el hielo y salir
de la pista que tuviste una “revelación”. Por un momento le has visto en tu
imaginación con su cabello largo, varios años más joven, sonriendo con esa
picardía natural en él, vistiendo un precioso traje como cada vez. Hermoso,
imponente, inalcanzable. Y suspiras, enamorado de su pasado, de su presente,
expectante de su futuro, junto a ti.
— ¿Yuri, no vienes? ¿Aún quieres
practicar? En verdad tienes mucha resistencia.
Le escuchas decir, ladear el rostro con
una sonrisa y aguardar por ti, aún escuchas palabras como “no pienso volver a
la pista, estoy cansado” y más como que no es tan joven como tú y ansía volver
a las termales porque sencillamente adora bañarse en la “amplia tina”.
Tus ojos permanecen fijos con los suyos,
y es quizá la intensidad de tu mirada la que le advierte que tu cabeza está en
otro lado. Sonríe coqueto y pregunta si es que quieres un beso, o algo.
— N-no es eso.
Atinas a decir finalmente, deslizando
tus patines sobre el hielo, siguiendo el camino que él marcará antes, saliendo
de la pista. Pero aún así, él lo hace. Te besa, corto, dulce, casi efímero. Se
burla de ti sin afán de ofenderte, le gusta molestarte con sus gestos
espontáneos que adornan tus mejillas con sonrojos. El suspiro que escapa de tus
labios te recuerda cuán enamorado estás de Víctor, y lo mucho que quisieras
darle a cambio, pero lo terriblemente frustrado que sueles ponerte cuando
descubres que no tienes mucho para ofrecerle, así que a cambio te empeñas en
dar lo mejor de ti cada vez sobre el hielo.
Mientras caminan de vuelta al onsen,
pasan por una florería. Los arreglos florales tienen tu atención por brevedad,
pero esa noche, mientras permaneces tumbado en tu cama con la luz de la luna
colándose por la ventana de tu habitación, lo decides. Y al día siguiente
escapas de la práctica asegurando que volverás en breve.
— Yuri, a dónde vas. ¡Oye, Yuri!
Probablemente le hayas molestado con tu
actitud “rebelde”, pero esperas que más tarde perdone tu osadía de dejar el
entrenamiento a medias. Te apresuras a la florería que viste el día anterior, y
entras con el corazón en la garganta.
— Buen día, señor cliente. ¿Desea un
arreglo en particular? — Una mujer de mediana edad te pregunta con aire
cordial.
Tu mirada viaja por los distintos tipos
de flores en la tienda y titubeas en tu respuesta.
— Nh, esto… una, corona. — Respondes,
haciendo ademanes para referir tu pedido.
— ¿Una guirnalda?
— ¿Eh?
— ¿La quiere para decorar, o para
dársela a su novia como tocado?
— Esto… — Parpadeas absolutamente
contrariado. La mujer sonríe, consciente de tu ignorancia.
— ¿Quieres que la use como auténtica
corona en su cabeza?
— Sí.
— Está bien. ¿Tienes idea del tipo de
flor que te gustaría?
Frunces el ceño brevemente, concentrado
en la pregunta. No, la verdad es que ni siquiera sabes si a Víctor podría
agradarle recibir flores repentinamente, sobre todo si no es un arreglo
convencional. La mujer sonríe y te alienta con palabras amables.
— Ven, te mostraré algunas. Entonces
solo elige lo que más te guste, tardará un poco, pero estará lista en algunos
minutos. ¿Está bien, joven?
Asientes, y te maravillas con la
cantidad de flores que se te muestran. Al final te decides por violetas y
orquídeas blancas, entretejidas de una forma muy elegante con ramas y tallos
frescos. Cuando la mujer te la entrega, tus manos tiemblan, estás nervioso,
casi pareciera que le vas a pedir matrimonio.
— ¡Ng! — Exclamas sonrojado hasta las
orejas. La mujer sonríe y te da ánimos, asegura que tu “novia” será feliz con
el presente.
Tú estás tentado de decirle que es a tu
novio a quien has de entregarle esta
guirnalda de flores, pero al mirar la hora te das cuenta de que has tomado más
tiempo del que pensaste, así que tras pagar, apresuras tus pasos de vuelta al
Ice Castle. Asomas el rostro para asegurarte de que Víctor siga ahí y le ves
practicando en la pista. Sus movimientos son hermosos y sublimes como siempre,
casi sientes un pinchazo de culpa por ser parte de la razón por la que no
patina más en competencias, pero luego tu pecho se infla de un extraño orgullo
egoísta que tira de tus labios formando una sonrisa.
Entonces prestas atención en la melodía,
es nada menos que “Stay close to me”, el programa que tú imitaste hace más de
medio año, lo que cautivó a Víctor y lo impulsó a convertirse en tu entrenador.
Tragas hondo y comprendes que esto, casi
se siente como el destino.
~H~
Hado
No tienes ni idea del comportamiento de
Yuri ese día, pero le dejas ser, porque sabes de antemano que él no es quien
hace algo sin una razón de peso. Tras varios minutos después de su extraña
partida, supones que le tomará más tiempo el volver, así que decides practicar
en tanto. Entras en la pista con cierta sensación de añoranza. Últimamente has
pensado más a menudo en tu vida antes de convertirte en entrenador de Yuri, en
las horas que dedicabas a practicar ballet, a escuchar melodías y crear las
coreografías para tus programas.
Inevitablemente vino a tu mente aquel
programa en particular. “Stay close to me”, y el papel que había jugado en tu
sendero cruzándose con el de Yuri. Como cosa del destino. Un hado caprichoso,
pero sabio. Lo juras.
Antes de conocer a Yuri, cosas como el
amor no te importaban. Disfrutabas la vida sin comprometerte en nada más que el
patinaje. Porque esa era tu vida. Pero ahora, más que solo patinar, amabas
hacerlo con Yuri. Y esta sensación de añoranza mientras tus patines se deslizan
en el hielo, pesan sobre tu corazón porque tienes miedo.
Un miedo irracional a que todo termine,
a que lo que ha comenzado como algo hermoso y demasiado natural, sea un
espejismo o una ilusión. Un sueño del que mañana despiertes y se desvanezca con
los rayos del sol.
…Stammi vicino
Non te ne andare
Ho paura di
perderti…
Giras y alcanzas a vislumbrar la silueta
de Yuri dibujarse fuera de la pista. No te detienes, casi pareciera que no
puedes. Los giros, cada paso, cada salto, la emoción que expresa tu rostro, una
melancolía albergada en el corazón, una súplica muda al destino, a los
sentimientos de Yuri. Ejecutas tus últimos saltos, la pirueta y cuando
terminas, respiras más agitado de lo que debería. Son tus emociones, los
repentinos miedos, las absurdas dudas.
— Víctor.
Le escuchas nombrarte. Con esa voz suya
que tienes grabada en fuego en la memoria. Se desliza en la pista hasta llegar
ante ti. Sostiene algo en su mano pero sus ojos parecen preocupados.
— Yuri, qué…
— ¿Por qué estás llorando?
— ¿Qué? — Cuestionas por inercia, pero
lo sientes, esa sensación húmeda en tus mejillas.
Tienes la intención de limpiar tu
rostro, pero son los dedos de tu novio los que cubren el sendero de lágrimas.
Le ves tragar hondo y su mirada titubear.
— Estoy bien, Yuri.
— Nun-nunca te había visto, llorar. —
Murmura, apartando su mirada un instante, volviendo a tus ojos. — ¿Estás seguro
de que todo está bien, Víctor?
Asientes, y dibujas una sonrisa para él,
aunque algo floja, no engañas lo que sus ojos ven en los tuyos.
— Lo estaré, Yuri, si permaneces a mi
lado para siempre.
…I battiti del
cuore
Si fondono tra
loro…
— Víctor. — Suspira tu nombre, y se
arroja a abrazarte, enterrando su rostro enrojecido contra tu pecho. — ¡Ah! —
Exclama de pronto, alejándose con un titubeo en su expresión, y mira lo que
lleva en su mano. — Que alivio, no la maltraté.
— Yuri, ¿qué es?
— Ah, esto… es para ti, Víctor.
— ¿Para mí?
Tu novio asiente, sonriendo avergonzado.
Descubriendo finalmente aquello que protegía de su propio entusiasmo.
— ¿Una corona?
— Yo, no soy bueno para esto, pero…
quería regalarte algo.
— ¿Por qué? Ni siquiera es mi
cumpleaños.
— Hace más de diez años, un día como
hoy, te conocí, Víctor.
Oh, así que es una especie de
aniversario. Piensas. Y sonríes enternecido por los detalles a los que Yuri
presta atención.
— Me siento en desventaja, Yuri.
— ¿Eh?
— Pero ahora, cada día en adelante, voy
a conocerte tanto que adivinaré tus deseos antes de que siquiera los tengas.
— Eso, es demasiado, Víctor.
— ¿Verdad? Está bien, procuraré no
exagerar. Entonces, ¿me coronas, Yuri?
Tu novio asiente, con sus tiernas
mejillas bañadas de rubor. Inclinas tu cabeza un poco y sientes el cálido peso
de la guirnalda sobre tu cabello y frente.
— Eres, el rey de todos mis
sentimientos, Víctor.
— Oh, eso es tan dulce, Yuri.
Dices honestamente. Y su respuesta es
sonrojarse hasta las orejas, sudar y ponerse nervioso. No se acostumbra a tus
formas, y tú adoras sorprenderle cada vez con tus acciones.
— Tú también eres el rey de mis
sentimientos, Yuri. Un emperador, un dios. Gobiernas todo en mí porque te amo.
Confiesas. Y boquea como pez fuera del
agua. Sonríes algo más y le besas. Ahí, en medio de la pista de baile, ajenos a
la melodía que una vez más suena. La misma canción que patinaron hace meses al
mismo tiempo, sin saber, que el hado de sus corazones estaba más cerca que
nunca.
Porque estaba en sus destinos amarse.
History
OtabekxYurio
Detestabas admitirlo, pero te había
salvado esa tarde. No eres bueno socializando, y sabes que tienes un carácter
difícil, que puedes ser grosero y soltar palabras innecesarias cuando te
sientes cabreado –lo que sucede más a menudo de lo que quisieras, y por razones
que, honestamente, no son justificables–.
Otabek es en realidad un tipo raro.
Demasiado serio, casi inexpresivo. Pero bastante honesto con sus palabras,
directo. Algo que tú, difícilmente eres. Aunque sabes decir lo primero que te
viene a la mente, no siempre es lo que realmente quieres expresar. A veces
simplemente estás cansado, harto de la rutina o inquieto por la salud de tu
abuelo. Es él, después de todo, la única familia que te queda.
— Volvamos al hotel, Yuri.
— Te gusta conducir a gran velocidad,
Otabek.
— Es una sensación incomparable de
libertad. ¿Quieres intentar?
— ¿Eh? Yo, nunca he conducido una
motocicleta.
— No es tan complicado. Lo es mucho más
los cuádruples que ejecutas sobre el hielo, Yuri.
Chasqueas la lengua, un poco picado en
tu orgullo, pero todavía indeciso. Aún así sucumbes, y trepas al frente en la
motocicleta. Otabek sube detrás tuyo y cuando pasa sus manos por el lado de tus
hombros para indicarte lo que debes hacer, tu corazón, por alguna razón que
todavía no entiendes, comienza a latir a prisa.
— ¿Yuri?
— ¿Eh? ¿Qué?
— ¿No estabas escuchando?
— ¡Cállate! ¡Sí, sí lo estaba haciendo!
— Reaccionas involuntariamente, levantando la voz y haciendo rabieta por nada.
Avergonzado sin ninguna razón.
Otabek no dice nada, ni se muestra
enfadado por tu adolescente reacción. En cambio, se toma la paciencia para
explicarte –de nuevo– lo que debes hacer. La tarde avanza lentamente, y al
crepúsculo, terminas en un restaurante conversando animadamente con él.
Claro que, no todo podía ser perfecto
–vas a ignorar deliberadamente pensarlo de esa manera–, katsudón y Víctor se les unen, Phichit, Chris, y esas ruidosas
mujeres también. De pronto parece que arruinan tu primera cita en la vida.
— ¡Ah!
¿Cit-cita? ¿Qué demonios estoy pensando? — Entras en pánico por tus
pensamientos.
Porque es la primera vez que siquiera
tienes esa clase de preocupaciones. ¿Te cautivó el trato de Otabek acaso?
— ¡No,
no! ¡Imposible! ¡Además lo acabo de conocer! ¡Maldición! — Reniegas, casi
por acto reflejo.
Pero cuando vuelven al hotel, y Otabek
prácticamente te acompaña hasta tu habitación, tú te sientes como tu compañera
Mila, emocionado por nada y con el corazón apresurado en tu pecho.
— Da lo mejor de ti mañana, Yuri.
— T-tú también, Otabek.
— Sin importar el resultado,
definitivamente sigamos siendo amigos, Yuri. Yo realmente quiero conocerte.
Abres tus ojos de par en par, y desvías
el rostro con un chasquido, agradeciendo que el rubio flequillo cubra el
sonrojo de tus mejillas.
— Como quieras.
Murmuras, y cierras la puerta de la
habitación aunque probablemente él aún tenía cosas para decir. Luego recuerdas
que intercambiaron datos personales y te sorprendes cuando te llega un texto de
su parte.
— Buenas noches, duerme bien. Eres
grande, Yuri. Llevas sangre de campeón, subamos al podio juntos.
— Idiota. — Atinas a decir.
Pero te emocionas, y sonríes con el
rubor cubriéndote aún las mejillas.
Tu historia, apenas estaba comenzando. Y
compartirías el protagonismo con Otabek Altin. Ni más ni menos.
~I~
Íntimo
Finalmente estaban allí. Mirándose a los
ojos con una sonrisa ladina asomando en sus labios. No fue exactamente como lo
planeaste, pero honestamente que no importaba ya, lo único realmente valioso
era que los anillos habían sido intercambiados. Que tu mano y la suya portaban
las argollas doradas que los volvían prometidos.
Compromiso.
Antes, nunca lo habías pensado.
Hoy, se sentía como lo más natural del
mundo. El siguiente paso, otro peldaño hacia la felicidad absoluta.
— Yuri. — Tu prometido te llama, y tú
atinas a sonrojarte hasta las orejas cuando su divertida mirada te atrapa. —
¿En qué estás pensando?
— N-nada, en particular. — Tartamudeas.
Y te parece increíble hacerlo a estas alturas de tu relación Víctor.
— ¿Compartimos lecho? — Pregunta coqueto,
todo y que ya estaba colándose en tu cama.
Asientes. Obviamente incapaz de negarte.
Sus manos están un poco frías, y recuerdas que esa misma mañana asaltó tu cama
–junto con Chris– helado como auténtico cubo de hielo.
— Estás raro, Yuri.
— Frío.
— ¿Eh?
— Tus manos, están frías. Eres sensible
al clima de invierno, Víctor.
— Es porque Barcelona es fría, y yo que
pensaba que no. — Le ves sonreír, pegarse a tu cuerpo y abrazar tu cintura.
La verdad es que no suelen dormir
juntos, a pesar de todo. Generalmente te acompaña unos instantes pero termina
dejándote solo. O en compañía de Maccachin.
— Sigues raro, Yuri. — Te dice,
enlazando su mano con la tuya. El anillo brilla a la luz de la habitación, y tú
sonríes inconscientemente.
— No estoy raro, solo pienso.
— Quiero conocer tus pensamientos, Yuri.
— ¿Eh?
— No quiero perderme nada de ti. Pero no
tengo la facultad de adivinar el pensamiento, por eso me intriga cuando te veo
ausente.
— Yo, suelo pensar en ti, Víctor. —
Murmuras avergonzado.
Y sus piernas responden enredándose con
las tuyas bajo las mantas. Sonríe, feliz del nuevo descubrimiento.
— También pienso mucho en ti, Yuri.
Desde que te conocí, en realidad.
— ¿Eh?
— Y no hablo de nuestro encuentro en
Japón. Sino del banquete el año pasado.
— Ng, por favor, no me lo recuerdes,
muero de vergüenza.
— Me sorprende lo diferente que eres
cuando te embriagas, Yuri.
— Déjame~. — Gimoteas, dando media
vuelta y cubriéndote el rostro con las manos.
Tus orejas coloradas, calientes. Tu
corazón acelerado. Víctor ríe en tu oído, te besa la nuca y aprieta de nuevo el
abrazo. Sus manos descansan en tu vientre.
— Te amo, Yuri.
Susurra. Una confesión íntima, piensas.
Tus ojos se cristalizan. De pronto
tienes ganas de llorar. Llorar de felicidad.
— Yo también, Víctor.
Correspondes, apretando las manos que te
abrazan, encogiéndote involuntariamente. Víctor se incorpora un poco, te mira
desde atrás. Y al inclinarse de nuevo, sus labios rozan tus pestañas, besa la
lágrima que cuelga de ellas. Susurra muchas veces más sus sentimientos y
terminas recostándote de espaldas al lecho, saboreando con dicha los dulces
besos que tu prometido te da.
Tan íntimo, tan tuyo.
Tan lleno de amor.
Inocente
LeoxGuang
Hong
Conocer a otros patinadores no era tan
sencillo como podía pensarse. Algunos se mantenían al margen de las
competencias y no establecían auténticas relaciones amistosas con otros. Sin
embargo, ese no era tu caso. Ni el de Guang Hong, para ustedes hablar,
intercambiar datos personales y mantenerse en contacto incluso si vivían en
países diferentes, era sencillamente necesario. Quizá porque el rango de edad
era cercano, o porque en personalidad también se sentían afines.
Quizá, porque algo en él te gusta. Demasiado.
— ¿Volverás de inmediato a Estados
Unidos, Leo? — Guang te pregunta, mirando tímidamente hacia ti.
Y algo se agita en tu interior por
aquella razón. Sus ojos marrón, grandes y brillantes hacen juego con el color
de su cabello, y le dan vida a su rostro algo aniñado.
— No. Me quedaré unos días. ¿Hacemos
turismo? — Sonríes, y le ves devolverte el gesto, entusiasmado con la idea de
mostrarte algunos lugares de su amada china.
En los días siguientes la pasas todo el
día con él. Visitan incluso la Muralla China, se hacen algunas fotos y las
comparten en sus redes sociales. Phichit es el primero en responder y
reaccionar, pero sus comentarios consiguen hacerles sonrojar.
— ¿De cita? ¡Quiero foto de beso
también!
Dice el más embarazoso. Los emoticons
que usa no quitan la tensión al momento. Guang Hong parlotea algo, pero no
alcanzas a entenderle. Tú te has quedado tildado, preguntándote si es que
realmente darán esa impresión, o si Phichit solo está molestando, como suele
juguetear cuando anda en las redes sociales.
— Volvamos, Leo.
— Espera, Guang Hong.
— ¿Mh?
Sus grandes ojos marrones te miran, las
mejillas arreboladas de rubor. Una ventisca agita su cabello, y tú le
encuentras demasiado lindo para ignorar los sentimientos que se mueven en tu
interior. Por él.
— Hagámoslo.
— ¿Qué?
— Besarnos.
— ¡Eh!
— Quiero decir. Me gustas. — Aclaras la
garganta y te riñes mentalmente por no tener nada de tacto.
No es como si fuera la primera vez que
alguien te gusta –aunque antes solo fueron chicas–, es más como si ahora fuera
algo, serio.
— Leo… — Le escuchas nombrarte. Desvía
su mirada e intenta alejarse.
Sujetas su mano antes de que huya. Sabes
que no has dicho las cosas como deberías. Te sientes torpe y nervioso. Tus
manos sudan, las de él también.
— Lo digo en serio. Me gustas, he estado
pensado en esto últimamente. En lo que siento por ti. Realmente he sentido que
estamos de cita estos días. Cada recuerdo que hemos formado son preciados para
mí. Y quiero, besarte.
Su rostro se enciende al rojo vivo, pero
te mira con ojos soñadores. Como seguramente tú le miras también. Sonríe y
asiente. Se acerca un poco más y cierra sus ojos mientras alza el rostro. Lo
comprendes de inmediato. Y reduces la distancia besándole tiernamente. Sus
labios son tibios, suaves y delicados. Te alejas con el corazón a mil en el pecho.
Tu primer amor.
Tú el suyo.
Un amor adolescente, inocente, puro.
~J~
Jugueteo
Ambos habían echado de menos a Maccachin
durante esos días, cuando el can les dio la bienvenida a la entrada de la casa
Katsuki, su peso hizo ceder el equilibrio de tu prometido, quien cae de trasero
con una cristalina risa vibrando en sus labios. Tu fiel can lame todo su
rostro, agita la cola con entusiasmo y ladra varias veces.
— También estoy feliz de verte,
Maccachin~ ¿has sido buen chico? — Le escuchas hablarle, riendo con
sentimientos honestos.
— Como
dicen algunos, si lo quiere tu perro, no pudiste elegir mejor. Por lo que,
enamorarme de Yuri fue lo correcto, instintivamente incluso. — Piensas,
aunque sabes que raya un poco en lo absurdo. De todas formas no te arrepientes de
tus propios pensamientos. — Maccachin, saluda a papá también.
— ¿Eh? — Yuri suelta el monosílabo ante
tus palabras.
Su cara confundida bañada de rubor
acelera tu corazón. Y luego recibes la misma cantidad de besos caninos en el
rostro, Maccachin ladra y agita su cola. No tarda mucho en alejarse de ti y
volver a los mimos con tu prometido. Sonríes aún más amplio, besas el anillo en
tu dedo y suspiras. Tantas cosas por hacer aún. Después de todo, han venido
prácticamente a despedirse. Una vida en Rusia les espera todavía.
Pero decides que están bien si se lo
toman con un poco de calma. No quieres dejar Hotetsu abruptamente, ni separar a
Yuri de su familia de esa manera. Necesitan hablar serenamente. Te sientes como
que debes pedir la mano de Yuri “como corresponde”, y te entran, por qué
negarlo, unos nervios que te hacen sudar las manos.
— Yuri, vamos a dejar las maletas, y
saludar a tus padres, seguro que quieren felicitarte.
No hace falta decir más. Yuri asiente y
sus ojos se quedan colgados de los tuyos durante un tiempo que se siente
eterno, hermoso. Sonríe ampliamente y con sus orejas rojas, finalmente entra en
el onsen, su madre es la primera en recibirles, al poco su padre se une a las
felicitaciones. Por supuesto, celebran comiendo katsudon. Aunque tú te permites
pensar en otro katsudon al que también encantado le hincarías el diente.
— Oh,
estoy teniendo deseos eróticos por mi tierno prometido~. — Sí, piensas,
para variar. Casi temiendo que la sonrisa te delate. Pero todos están ajenos,
ocupados en adular a tu prometido, y a ti por estar a su lado.
Más tarde finalmente pueden ir a las
habitaciones, quieres acompañarle a la suya pero él insiste en que no. Así que,
con un mohín de capricho en la cara, avanzas hacia la tuya.
— ¡Víctor! — Le escuchas exclamar tu
nombre un minuto después.
Apresuras tus pasos hacia su habitación,
y cuando irrumpes en ella, Yuri está señalando con el cuerpo tembloroso hacia
su cama.
— Oh, es eso. — Dices con tono neutro.
— ¿¡E-eso!?
¿Q-qué, quieres decir, Víctor? — Tartamudea, chillando involuntariamente cuando
tu can decide que la almohada de Yuri no es suficiente, baja de la cama y se
acerca a la pierna de tu prometido.
— Vamos, Maccachin, no puedes hacerle eso a Yuri. — Respondes, luchando contra
la risa que se te agolpa en la garganta, porque, oh sí, ha sido jodidamente
divertido ver la expresión de Yuri cubierta de desconcierto y vergüenza.
Sin embargo, Maccachin debe saber que
esa es una conducta inaceptable. Tiras de tu amigo de cuatro patas y le
adviertes comportarse, le recuerdas
que su emoción y su cariño los puede expresar como momentos antes. También le
prometes al oído sacarle a jugar con otros canes, llevarle a algún sitio donde
pueda tener cita con una linda
perrita. Maccachin entiende, ladra y tranquilamente sale de la habitación.
No es lo mismo para Yuri. Su rostro
continúa en desconcierto. Y de pronto te preguntas si es que no vivió
suficiente con Vicchan como para saber acerca de todo esto. Aclaras la garganta
y suavemente te acercas a él, tocas su hombro y delicadamente bajas la mano
hasta enredar tus dedos con los suyos, llamándole con tono suave para tener su
atención.
— ¿Estás bien? Te aseguro que Maccachin
no estaba siendo, esto… ¿pervertido? O algo así. Solo pasa que, se emocionó al
vernos. Y nosotros también estamos emocionados por todo lo sucedido, así que…
— Lo entiendo… — Murmura, finalmente
mirándote a los ojos, apretando el agarre de tus dedos. — Solo, me sorprendí,
un poco… — Añade, con un sonrojo subiéndole hasta las orejas. Lo encuentras tan
lindo, que no te reprimes y le besas. — Víctor. — Murmura, cubriéndose la boca
y mirando hacia la puerta.
— ¿Está mal si nos ven, Yuri?
— N-no es eso. Solo, da vergüenza~.
— Yuri.
— ¿Mh?
— Tu almohada no está en condiciones de
usarse. Duerme conmigo~. — Propones, honestamente flirteando con tu prometido.
Aunque, comienza a inquietarte si se enterará realmente de todos tus avances.
— ¿D-dormir contigo?
— ¿No quieres?
Yuri desvía su mirada, muerde su labio
inferior y sus ojos brillan. Parece debatirse mentalmente con tu propuesta. Las
orejas se le encienden de nuevo en rubor. Y a ti se te acelera el pulso.
Honestamente, quieres hacerle algunas cosas subidas de tono.
— ¿Yuri? — Le nombras, acariciando
furtivamente su cintura, jugueteando con la piel tibia baja su ropa, sonriendo
travieso.
— Sí. — Susurra con un hilo de voz,
suspirando y temblando bajo tu toque.
Y a ti se te envalentona el corazón
–obvias la reacción de tu cuerpo, que ese hace rato que entró en calor–.
— Sí, ¿qué, Yuri? — Juegas un poco con
él, inclinas el rostro besándole una caliente mejilla y sigues el camino hasta
sus labios, dejando piquitos en
ellos. Guardándote sus suspiros, su aliento tibio, su tierno sonrojo.
— D-dormir. Contigo. Víctor. — Dice así.
Palabra a palabra entre suspiros y sonrojos, derritiéndose en tus brazos cuando
le besas de verdad.
Húmedo, profundo, caliente.
Obviamente, quieres más que ese inocente
jugueteo.
~K~
Katsudon
Cuando entras en su habitación, el
corazón ya te va a mil por hora. Es una adrenalina muy diferente a la que
sientes cuando practicas los complicados saltos en la pista de hielo, y para
nada igual a los nervios previos en una competencia. Esta ansiedad, esta
adrenalina, estos nervios y ese miedo se deben a que sabes, que esa noche,
difícilmente podrás negarte a las intenciones de tu prometido. Besarse era una
cosa muy hermosa y distinta a esto, a
hacer el amor.
Tiemblas y evades su mirada desde que
las puertas corredizas se deslizan dejándoles en privacidad. Víctor sonríe
cariñoso, con un brillo travieso bailando en sus encantadores ojos acuamarina y
tu cuerpo se estremece involuntariamente.
— Yuri, si te veo así de asustado no
haré nada que te de miedo, ¿entiendes? — Dice, y su diestra se desliza suave
por una de tus mejillas.
Suspiras y cierras los ojos un momento,
disfrutando su toque y el tono cariñoso de su voz. Vuelves tu mirada a la suya
y sonríes, quedito, avergonzado. Y tomas un poco de valor desde el fondo de tus
entrañas aunque el corazón se te aloque y el pulso te cimbre en los oídos, te
estiras un poquito y le besas. Sabes que algo insulso, tus labios pegados a los
suyos no debe ser gran cosa en comparación a los besos que sabe darte. Pero te
sientes sumamente complacido contigo mismo.
— Yuri.
Te nombra. Con un tono de voz distinto
al de antes. Sus dedos sujetan tu mentón y cuando tus ojos caen atrapados por
los suyos, sabes que has perdido cualquier oportunidad de posponer este momento
–si es que había aún algo de duda en tu interior–, deseo y amor brillan en sus
pupilas acuamarina. Tiemblas inconscientemente, expectante y temeroso. Nunca
has hecho nada como esto, temes no estar a su altura, no satisfacer ese deseo
que brilla en sus ojos.
— Víctor, yo nunca… yo… — Parloteas con
el rostro colorado y las manos temblorosas, intentaste desviar la mirada pero
sus dedos se mantuvieron firmes en tu mentón.
— Yuri, es también la primera vez para
mí. Hacer el amor con la persona que tengo en mi corazón, estoy nervioso
también. Quiero que sea un recuerdo memorable y hermoso para los dos.
Dice. Y sus palabras consiguen calmar tu
ansiedad, lo suficiente al menos para no frenar abruptamente y salir corriendo
de su habitación. Suspiras y sostienes su mirada con el rubor cubriéndote las
mejillas. Tus manos sudan aún, y sientes que el sudor también te corre por la
frente y hará un desastre con tu cabello, aunque realmente no sea gran cosa tu
peinado. Sabes, que comienzas a preocuparte por nimiedades.
— Yuri, ¿sigo? — Te cuestiona,
acariciando suavemente tu mejilla izquierda.
Su mirada brillante te es suficiente.
Víctor no te ha fallado hasta ahora, y no lo imaginas haciéndolo en el futuro.
Sonríes y asientes. Temblando de nervios y emociones varias. Sus dedos sujetan
tus anteojos y los retira.
— Podría romperlos sin querer. — Te dice
con una sonrisita, la que devuelves con muchos más nervios que los suyos.
— Y se estaban empañando. — Susurras.
Y luego sin querer un sonrojo explota en
tus mejillas.
Claro que se empañarían, con el calor
que estaban desprendiendo y el aliento mezclado de ambos tan caliente exhalado
de sus labios, no había manera de evitar que las micas de tus lentes pagasen
algún precio. El mínimo, empañarse.
Víctor no dice nada, parece advertir la
vergüenza que sufres al momento y te ahorra cualquier incomodidad extra. En
cambio, tras dejar los lentes con cuidado en una de las mesitas de noche junto
a su cama –y verle fruncir ligeramente el ceño, al parecer porque el espacio
entre las lámparas era poco para tus anteojos–, vuelve su atención a ti,
besándote dulcemente largos minutos.
— Yuri, comenzaré a desnudarte, ¿ok?
— O-ok.
El abrigo y las prendas superiores son
retiradas primero. Las tuyas y las suyas, y te sientes un poco torpe por no
ayudar demasiado y aguardar simplemente a que Víctor sea quien dirige. Cuando
sientes sus dedos serpentear por tu vientre desnudo, los estremecimientos son
inevitables, y el jadeo constante en tus labios junto a ese ardor en el rostro
también.
— ¿Te sientes bien, Yuri?
— Sí, Víctor~.
Suspiras. Una y otra, y otra vez. Sus
caricias recorren tus brazos, tus hombros, tu espalda, tu vientre. Las yemas de
sus dedos palpan centímetro a centímetro toda tu piel, dejando una estela de
calor que bulle hasta tu sangre y te calienta de una manera que nunca, nunca
antes habías experimentado. Te acaricia también con sus labios, con suaves
besos aquí y allá, marcando trocitos de piel en tu cuello, en tu hombro y la
clavícula. Parece que comienza a tener interés por morderte también, pero un
jadeo más sonoro escapando de tus labios le detiene.
— ¿Dolió? — Pregunta con aire
preocupado, con el flequillo pegado a su frente y las mejillas ligeramente
rosadas.
Tan guapo. Que casi te cuesta responder
su pregunta, pero tu cuerpo lo hace, agitas la cabeza en negación y él te
regala una sonrisa en tanto sus manos alcanzan tus pantalones. La prenda
desaparece en un parpadeo, no es que sea la primera vez que la desnudez de
ambos queda al descubierto. Es sencillamente, que hoy hay una intención muy
clara de aquel estado.
— Víctor~. — Suspiras, con el corazón
atorado en la garganta y unas ganas irresistibles de abrazarte a su cuello.
Lo que haces, casi sin caer en cuenta de
ello. Pero tus brazos se enroscan en su cuello y le atraes a ti, besándole con
una pasión novedosa que te brota desde el vientre lleno de mariposas y aves que
aletean por todas partes sin tenerte un ápice de compasión. Enredas tu lengua
con la suya y te sorprende lo fácil que él toma el control, empujándote contra
su cama, yendo detrás de ti, acariciándote de formas que no había intentado
hasta el momento.
Su intención enciende una llama que se
aviva en tu interior, una pasión crepitante que los contagia, que derretiría
una pista de hielo si pisaran alguna en aquellos precisos momentos.
— Ngh~. — Gimes, involuntario.
Encendido, mareado en calor.
Su rodilla se abrió paso entre tus
piernas, rozando descaradamente contra tu entrepierna, provocándote de aquella
manera una erección pues aquel roce acompañado de sus caricias y sus besos, no
podían dar otro resultado más que aquél.
— Yuri. — Jadea tu nombre al tiempo en
que, anclada su mirada a la tuya, se irgue lo suficiente para sacar sus propios
pantalones.
Su ropa interior es sexy, piensas a la
vez que tragas hondo. El prominente bulto bajo la prenda te pone algo más
nervioso.
— Descuida, no iremos tan lejos si no te
sientes cómodo, Yuri.
Promete. Y tú encuentras una vez más el
alivio necesario para dejarte llevar.
— Estoy feliz, Víctor. Me gusta cómo me
haces sentir~.
Murmuras, sonriendo dulcemente.
Alargando tu diestra con la intención de tocar su entrepierna. Tus temblorosos
dedos le rozan, y él vibra de pies a cabeza, ahogando un gemido al apretar los
labios y acompañar tu movimiento al imitarte. Le tocas, te toca. Y te sientes
como un cerdito afortunado, un hombre
del talle de Víctor Nikiforov, está excitado, enamorado, y listo para amarte a
ti. A ti. Katsuki Yuri, tenía la presea más preciada del mundo entero, su
corazón, su amor.
— Víctor, te quiero. — Susurras de
pronto, honestamente sorprendiéndote a ti mismo.
Y notas que sus mejillas se tinturan con
un rubor más evidente, que sus ojos brillan y que la sonrisa que se extiende en
sus labios, muestran cuán feliz le haces cuando te confiesas así.
— Te amo, Yuri. — Corresponde.
Y desciende de nuevo sobre tu cuerpo
para besarte. Un beso diferente, tanto más profundo y húmedo, acompañado de
caricias sinuosas en tu entrepierna, de las caricias que tu mano intenta
ofrecer del mismo modo. Quieres aprender todo de él, lo que le gusta y cómo le
gusta. Quieres aprender a amarlo, en la intimidad.
~L~
Life
& Love
Besarle es lo único que puedes hacer
para devolverle el amor tan puro que te ja profesado desde que se conocieron.
Pero tocarle, ah, si pudieras poner en palabras honestas cuán dichoso te
sientes al acariciarle así. Pero no las hay. No, probablemente sí, pero tú no
puedes pensar con claridad cuando sus dedos temblorosos siguen rozando tan
delicadamente tu erección y su sonrojo se queda grabado a fuego en tus pupilas.
— Eres hermoso, Yuri. — Susurras contra
sus labios, besándole de nuevo con otro poquito de húmeda confianza.
Y tu interior se regocija cuando sientes
su lengua bordear entre tus labios con suma timidez, colándose despacio, como
si tuviera miedo de equivocarse. Así que le des confianza, abres un poco más tu
boca y le dejas entrar, cuando roza tu igual, no dudas en enredarte suavemente
con la suya y mutar aquel beso en un apasionado intercambio de saliva y rubor.
— Víctor~. — Suspira cuando le dejas ir,
aunque renuente.
Su rostro adornado de carmín te seduce.
Y comprendes una vez más por qué caíste tan profundamente en el amor por él.
Yuri transformó tu vida, colándose lentamente en tu corazón también te permitió
conocer un amor que nunca antes habías experimentado. El amor romántico que
hacía falta en tu vida para llenarla de experiencias invaluables.
— Víctor. — Suspira de nuevo, sus manos
enredadas en tu cuello. Sus ojos suplicantes en tus pupilas.
Ha dejado de tocarte, más tu mano sigue
en su entrepierna, masajeando con suavidad, mimando la punta de su pene. Le
besas de nuevo por el mero gusto de saborear sus labios y su vergüenza. Tu
flequillo choca con su frente y se enreda con sus oscuros mechones. La
respiración que deja ir se te antoja caliente y embriagadora, más que cualquier
licor que hubieras probado antes. Así que le besas de nuevo, una y otra, y otra
vez. Tu mano no para de moverse, de acariciarle y darle placer. Honestamente
estás perdido en las expresiones de su rostro, los pequeños sonidos que deja
escapar y cómo aprieta los labios cuando su voz sale más alta. No te cansas de
mirarle, la vida entera se te irá en adelante en hacerle feliz, y amarle como
si la vida de hecho te dependiese de ello. Amor y vida son dos cosas que, de
entonces en más, irán siempre de la mano junto a su nombre, Katsuki Yuri.
— Víctor~. — Jadea de pronto, y esconde
su rostro contra tu cuello.
Poco después sientes tu mano mojada y
caliente. Su orgasmo ha llegado antes de que ninguno hubiera podido advertirlo.
Miras hacia abajo entre sus cuerpos y notas la respiración en su vientre, su
semen en tu mano. Tragas hondo, has pensado en probarle, pero temes provocarle
una vergüenza insuperable, así que te reprimes esa noche. Vuelves a subir la
mirada y encuentras sus ojos lacrimosos, sus labios entreabiertos respirando
con dificultad. Tu nombre vibrando una y otra vez en su voz.
Te separas un poco, tras besarle
dulcemente, y alcanzas unos pañuelos de la caja en la mesita de noche. Cuando
limpias tu mano el sonrojo asalta de nuevo su rostro, y tú sonríes enamorado de
su ternura.
— Lo siento, Víctor.
— ¿Por qué estás disculpándote, Yuri?
— Bueno, yo… tu mano… ng…
— Está bien. Estoy feliz de haber
conseguido que te vinieras con mi mano. Cuando tengamos más experiencia, lo
haré con mi boca, Yuri. — Sugieres con aire coqueto, y lo haces con toda la
intención de obtener ese matiz rojo intenso en su cara.
— ¡Víctor~! — Junto a esa exclamación
que suena ahogada en su voz. Muere de vergüenza, y te encanta que lo haga. Te
seduce su tierna pureza incluso en aquella situación, desnudo y sudoroso bajo
tu cuerpo febril.
— Yuri, ¿puedo seguir?
Preguntas con suavidad, besándole las
mejillas y la frente, conectando su mirada unos segundos después. Le ves tragar
hondo, desviar la mirada hacia tu entrepierna y luego volverla a tu rostro.
Asiente suavemente y mientras lo hace, sus dedos acariciando tímidamente tu
erección.
Gimes ahogado y topas tu frente con la
suya, besándole otra vez. Jadeando contra sus labios por aquel toque reservado
sobre tu falo. Más tarde te separas, rebuscas en el cajón de la mesita de noche
y sacas un tubito con lubricante junto a un condón. Yuri te mira atento, y en
sus pupilas brilla la curiosidad y la vergüenza.
— Lo compré antes, esperando que
pudiéramos tener esta oportunidad en algún momento. ¿Te molesta, Yuri?
Su respuesta es muda, agita su cabeza de
un lado a otro y luego traga hondo. Parece entender lo que seguirá. Enrosca sus
manos en tu cuello y es su boca la que busca la tuya, besándote tiernamente
apasionado.
— Confío en ti, Víctor. Me gusta cómo me
haces el amor~. — Suspira, dejándose hacer cuando le separas suavemente las
piernas y colocas un almohadón bajo su espalda.
— Sujétalas unos momentos, Yuri. —
Dices, instándole a mantener sus piernas ligeramente elevadas, mientras te
inclinas entre ellas y tanteas con cuidado su intimidad.
Yuri respinga y se estremece, es
imposible que su rostro enrojezca más. Para mitigar su timidez desciendes sobre
su cuerpo y mimas su pecho. Besas, lames y chupas sus pezones, dejas marcas de
beso por todo su torso y atrapas sus labios en numerables ocasiones en tanto
atiendes aquel virgen páramo de su anatomía.
El lubricante es útil, pero no evita el
dolor ni la incomodidad de tus dedos invadiéndole. Pero Yuri lo soporta
estoicamente, aferrándose a sus propias pantorrillas, temblando y gimiendo en
distintas intensidades, mordiéndose los labios o demandando besos de tu boca.
Su interior te resulta caliente y muy
ajustado, llegas a dudar de que tu falo pueda entrar del todo o darle algún
placer. Estás tentado de retroceder y terminar con tus propias manos. Pero es
Yuri quien te pide más cuando dos de tus dígitos entran y salen de su interior
con un poco más de facilidad. Su voz se quiebra y las lágrimas resbalan por sus
mejillas, pero sostiene tu mirada cuando anclas tus ojos con los suyos y le
repites mil veces que le amas.
— Iré lento, Yuri.
Aseguras cuando decides cambiar tus
dedos por tu erección, posicionándote algo más cerca, tomando sus piernas
contra los costados de tu cintura. Le sientes tensarse ni bien has comenzado a
empujar y la punta de tu pene le invade despacio. Aprieta los labios y tensa
los piños. Y tú atinas a besarle tratando de distraerle y confortarle. Y así te tomas tu tiempo para penetrarle,
haciendo a un lado tu propio deseo por llenarle por completo porque la presión
de su estrechez seduce todos tus sentidos. Pero la amas, y es tu vida hacerle
feliz.
— Ngh~ Víctor~. — Suspira cuando has ido
un poco más lejos, casi llenándole de ti.
Y lágrimas gruesas escapan de sus ojos,
rodando por sus mejillas y clavando un dejo de culpa en tu corazón. Así que las
bebes, capturas cada una de aquellas gotas saldas con tus labios y le besas
mucho más. Tus primeros movimientos son dolorosos para él, así que le masturbas
de nuevo, no obteniendo la reacción esperada hasta que varios minutos
transcurren. Pero después, el ritmo de tu cuerpo se sincroniza con el suyo, y las
embestidas aumentan de a poco junto a sus gemidos menos ahogados y más
placenteros.
— Más, Víctor. — Te pide más tarde, y se
ancla a tu cuello cuando elevas sus piernas sosteniéndolas contra tus hombros.
Su mirada vidriosa no refleja solo dolor
o incomodidad, esa vez notas auténtico placer, su interior se ha relajado un
poco más, y palpita contra tu caliente erección. El placer te inunda también, y
las embestidas se vuelven más frenéticas y profundas. Una de sus manos acompaña
entonces a la tuya al masturbarle, sus gemidos vibran más ásperos y la
respiración se le vuelve un lío. Sudas y notas el acelerado pulso en tus
sienes, el placer se te agolpa en el bajo vientre y adviertes tu propio orgasmo
antes de que los espasmos hagan estragos en tu cuerpo, y en el suyo, pues se
corre apenas unos segundos después de ti.
Minutos más tarde, enredados con brazos
y piernas bajo las mantas, le mimas con besos y palabras cariñosas, le has
limpiado y te has encargado de ti, pañuelos y el condón descansan en una esquina
en el piso, entre tu cama y la mesita de noche. Tarde reparas en los ruidos más
allá de la familia Katsuki y Maccachin. Ríes avergonzado y escondes tu rostro
contra tu antebrazo unos instantes.
— ¿Víctor?
— Hablaré seriamente con tus padres, Yuri.
— ¿Eh?
— Definitivamente, tenemos que casarnos
cuanto antes, mi hermoso Yuri.
Sonríes algo más y llenas su rostro de
besos mientras tu adorable prometido hierve en sonrojos. Sí, tu vida, tu amor.
ahh!!!!!!!!!!!!!!
ResponderBorrarpor fin pude terminar de leerlo.. voy tres dias tratando de leerlo.... buabauab... me reencanto!!!!! amo esta pareja tambien la de otabek y yurio son tan lindos juntos... victor no sabe como no avergonzar a yuri... leo se enredo con las palabras, propio de su edad pero son tan tiernos y no falta nuestro tailandes favorito phichit sabe como aligerar las cituaciones....
ya quiero saber que viene con la siguientes letras, el final de esta parte me deja soñando con lo que puede venir de la serie quiero la sig temporada... eso es otra cosa jejeje...
te adoro feli y tambien a mako por la imagen del blog son unas genias...
matta ne... <3
Hola~
BorrarQue gusto leerte por aquí~ ahora tengo más confianza en que mis ficos no se quedan con cero rws ;D porque sé que sueles pasarte y comentar todas mis locuras~
Es que, cm no amar al Victuuri, si son amor <3 igual que el OtaYuri~ qué bueno que Otabek apareció en el anime! porque JJ no me convencía xD
Phichit es nuestro pastor <3 ajaja lo amamos!
En unos días más espero terminar el ABC y así subir el resto de una ;D así que, paciencia, cm siempre~
Mil gracias por pasarte! ;3
Woooww!! Por fin tuve un tiempito para terminar de leer este ABC!! Solo puedo decir q me entacantó!! Yurii es super cute y Viktor tiene esa actitud q muchas quisieramos como novio. Yurio es tan rebelde y «malo» que siempre me recuerda a Changmin y me muero de la risa leerlos 😆 Estoy atrasada con las historias, hoy trataré de ponerme al corriente y más q ya has publicado dos capitulos de Yoosu!!! 😱pero trato de no caer en la tentación y leerlos antes de terminar con las historias q tengo pendientes!!
ResponderBorrarGracias por escribir, de verdad me encantas como lo haces!! Nos leemos en otra histori!!! 😊
Que bueno que te haya gustado!
BorrarYuuri es una cosita tan hermosa que es imposible no enamorarse de él~ y Víctor es tan versátil que tbn es imposible no amarlo! Y pues juntos complementan de maravilla~ <3
Ajajaja sí, en algo se parece Yurio a ChangMin xD
Gracias a ti por pasarte y dejarme estas palabras~ siempre termino dándome cuenta de si el rumbo que tomo es bueno o hay que mejorar ;D sé que te leeré en otros lados~