jueves, 29 de diciembre de 2016

YooSu lobo-neko. Miniserial. PARTE 4.



...

ChangMin y Hayami estaban seguros de que esa noche podrían hacerlo, sus hijos dormían. Y ya pasaba de medianoche. Pero cuando estaban entrando en la parte mas "emocionante", escucharon ruidos fuera. El zorro japonés se apresuró a la ventana.

- Es Kenzo, a dónde rayos va a esta hora y así nada más. Voy a seguirlo, tú espera ChangMin.

...

En la residencia Jung-Kim, Constantine despertaba por el sonido de su móvil bajo su almohada.

- Quiero verte.

Era todo lo que decía, y era del zorro primogénito, pero a él no le decía particularmente nada.

--//--

— Ng, no de nuevo… — Constantine renegó somnoliento, metiendo su mano bajo la almohada en busca de su móvil, que decididamente estaba vibrando nuevamente. Apenas despegó un ojo para leer el texto que le ha llegado.

— Estoy afuera de tu ventana, abre.

El tigre gruñó entre sueños, dejando el móvil donde mismo y dándose media vuelta para acomodarse nuevamente en su calientita y blanda cama. Pero apenas unos segundos después, la vibración de su móvil irrumpió nuevamente en su ya alterado sueño. Quiso ignorarlo –de hecho lo hizo–, pero luego algo comenzó a tocar su ventana, y el tigre se levantó de malhumor para ver qué estaba interrumpiendo su adorado momento de sueño.

— Hey, creo que tu móvil necesita estar en modo activo.

— Ng, Kenzo, qué demonios haces aquí.

— Ah pues, mh. No lo sé.

— ¿Ah?

— Pues eso, que en realidad no sé. Oye, muévete, déjame entrar.

— Ni de coña, lárgate a tu casa.

El tigre cerró la ventana. O quiso hacerlo, pero las manos del zorro detuvieron el marco, queriendo colarse dentro de la habitación del tigre, que, a saber, está en la segunda planta, y no cuenta con balcón, por lo que el zorro estaba, literalmente, colgando de la ventana del tigre.

— ¡Mierda! — Kenzo se quejó luego de caer estrepitosamente dentro de la habitación, habiendo conseguido su objetivo.

Constantine bostezó, agitó la cola color arena moteada de amarillo y con las anchas orejas a medio caer, miró al no invitado sobarse la cola zorruna, acariciando su brillante pelaje como asegurándose de que todavía siguiera todo en su sitio.

— ¿Qué quieres? Intento dormir, sabes.

— También yo intentaba, pero no sé. Quería verte.

— ¿Qué mierda es esa?

No, Constantine no estaba desdeñando al zorro. Era más bien simplemente la proyección de su personalidad, indiferente y poco tolerante a las cosas que salieran de su rutina.

— Ya te dije, no sé.

— Me estoy cansando de escuchar tu absurda excusa de “no sé”. Si no sabes, vete a tu casa y cuando sepas, me cuentas… — El tigre dio media vuelta, metiéndose sin apuración alguna en su cama… — Y date prisa, mi mamá ya debe haber escuchado nuestras voces y vendrá a ver qué pasa.

— Mh, sí, pero… Constantine.

— Qué… — Gruñó a ojos cerrados, dispuesto a dormir con o sin la cooperación del zorro.

— Es raro, ¿no?

— Que me no me dejes dormir es una estupidez, no es raro.

— No hablo de eso. Sino de que, bueno… yo intentaba dormir, pero entonces solo me podía acordar de ti jugando con Nasya y Dante, leyendo tu libro y acariciándoles las orejas.

— Sí, sí. Lo que sea, en serio, déjame dormir, recuérdame la charla mañana.

Kenzo suspiró. Titubeó entre acercarse a Constantine –y tal vez acomodarse a su lado en la cama, o algo, todavía no sabía qué pasaba con él– o salir por donde había entrado durante unos instantes, hasta que finalmente optó por lo segundo. Cuando aterrizó con cuidado en el pasto del jardín, cuidando de no pisar las flores de Jaejoong hyung, ya su padre le esperaba. 

— Ng, papá… — Saludó, sonriendo nervioso a la seria expresión del zorro japonés.

— ¿Qué estás haciendo, Kenzo?

— Eso… — Se rio bajito… — Sabes, papá, me pregunto lo mismo. Constantine me lo preguntó también. Pero yo, no sé, estaba tratando de dormir, pero él seguía apareciendo en mi cabeza. Y yo simplemente quería verlo.

— Mokomichi Kenzo, un “simplemente quería verlo” no justifica el hecho de que saliste de casa a media noche, a hurtadillas de tus padres. Qué tan segura crees que es la ciudad como para hacer lo que te da la gana, ¿eh?

— Bueno, considerando que tío Yunho y tío Yoochun tienen resguardada la zona, creo que es bastante segura… — Un golpecito en la nuca le hizo comprender que esa no era la respuesta que su progenitor esperaba… — ¿Lo siento?

— Una disculpa no será suficiente. Hablaré con tu “madre” y decidiremos tu castigo.

— ¡Pero papá!

— Respóndeme de nuevo y tu castigo, cualquiera que sea, será doble.

El zorro selló los labios y bajó las amplias orejas puntiagudas, escondiendo la cola entre las piernas.

— Obviamente Constantine le gusta, pero, por qué decir que no lo entiende. Kenzo es algo despistado, pero creí que Lucka lo era aún más. Esto tengo que consultarlo con ChangMin ah… — El zorro japonés y su cachorro iban caminando de vuelta a casa bajo la luz de la luna, al menos treinta minutos de distancia.


Jung y Park volvieron a sus respectivos hogares dos noches después, considerablemente agotados de la reciente investigación que estaban llevando a cabo. Cuando el lobo zafiro saludó a su neko amante con un dulce y muy necesitado beso, Elián ya le esperaba para hablar y confesar su “falta”. Maximus había insistido en estar cuando lo hiciera, pues como su pareja era su deber apoyarle, y de hecho ir al frente en la plática, pero el neko adolescente había insistido que, al menos en esa ocasión, quería enfrentar a su padre a solas.

— Papá.

— Sí, Elián… — Apenas le tuvo suficientemente cerca, el lobo zafiro pudo olfatear la esencia del lobo europeo impregnada en la piel de su cachorro. Y esa vez, estaba seguro de que se debía a la consumación sexual de su relación.

--//--

No se necesitaba mayor dote de observación para enterarse de cuán enojado estaba el lobo alpha. Elián tragó hondo, honestamente preocupado por cómo su padre se tomaría su confesión. Park sin embargo ya estaba avanzando, aparentemente hacia él, aunque la puerta por la que unos minutos antes entrara, también estaba en esa dirección. El neko adolescente creyó entonces que su padre querría salir directamente en la búsqueda de su novio Maximus, así que hizo el amago de inteeponerse entre la puerta y su progenitor. Lo que de todas maneras no podía resultar en una gran idea.

- Papá, escucha por favor.

Pero sobre "escuchar", Park no estaba por los términos en ese momento. No cuando alcanza a olfatear el olor del lobo europeo en la calle, y escuchado el crujir de la puerta. Junsu también lo percibió, pero Elián entre su nerviosismo e inexperiencia no se percató de la presencian de su novio hasta que lo vio, a su padre arremetiendo contra el muchacho en lo que se convirtió en una auténtica pelea de lobos.

- ¡Papá, detente! - Pero obviamente Elián no fue escuchado. El adolescente buscó entonces el apoyo de su madre.

- Déjalos, ese es el primitivo y absurdo lenguaje de los lobos, sobre todo alphas... - Dijo, quedándose en la puerta a la casa tras haber cerrado y con la burda esperanza de que los niños no se despertasen... - Meow~ ¡cuidado con mi jardín, tontos!

Elián gimoteó molesto y preocupado, a diferencia de su madre a él le preocupa la seguridad de su amante.

Yoochun y Maximus combaten con sus naturalezas en su máxima expresión. Cada golpe con garras o piernas es lanzado con intención, y después de chocar, rodar y hacer un lío en el jardín de Junsu, Maximus estaba en el suelo, sometido por Yoochun como un criminal a quien mira cual si mereciera el peor de los castigos.

- No has peleado con todo tu poder, Maximus... - Gruñó cerca de su rostro, enseñando los colmillos y su intimidante mirada.

- Porque lo respeto, Sr. Park... - Jadeó, apenas respirando a través de la presión que el alpha mayor mantenía con su rodilla contra su tórax... - Y amo a Elián.

- Y necesitabas confirmarlo tomando su virginidad... - Ironizó colérico.

- ¡Yo lo seduje, papá! - Elián quiso intervenir, pero la mirada de su padre no le daba tregua.

- Tú eres un adolescente, y él el adulto... - Bramó.

- Lo siento, por decepcionarlos, Sr. Park. Pero lo siento también, por no ser capaz de arrepentirme... - La honestidad del lobo europeo alcanzó al lobo zafiro, quien aflojó la presión de su rodilla dejándole respirar con normalidad.

- Si lastimas a mi hijo, de la forma que sea, te descuartizo... - La amenaza del lobo zafiro fue tomada con seriedad por el lobo europeo, que se quedó tendido en el suelo recuperando el aliento cuando el lobo zafiro se apartó.

- Maximus... - Elián se avalanzó sobre él... - ¿Estás bien? Lo siento, lo siento tanto.

- Tranquilo, estoy bien Elián. En el lugar de tu padre, haré exactamente lo mismo por nuestroa hijos.

Junsu sonrió suavecito a Yoochun cuando le pasó por un lado volviendo al interior de la casa.

- Me ayudarán con el jardín.

- Sí, Junsu ah. Ng, mierda, ese idiota me dio un par de buenos golpes.

- Lo dejaste peor... - El neko rosa finalmente dirigió su atención a la joven pareja... - Entren. Te pondré algunos parches para los golpes.

La bienvenida a la familia Park-Kim era por mucho, especialmente dolorosa. Pero valía la pena, Maximus pensó al sentir los brazos de Elián abrazarle cariñoso, culpable.

--//--

Después de que Junsu puso algunos parches medicinales en los golpes más evidentes del lobo europeo -bajo la recelosa mirada de Elián que para nada estuvo conforme con que su madre viese y mucho menos tocase el torso y la espalda desnudos de su novio, pero habiendo que aguantarse ya que quien sabía bien lo que hacía era justamente su progenitor-, el siguiente tema de discusión en la mesa fue la "protección". Junsu y Yoochun no esperaban convertirse en abuelos aún. El momento fue por demás vergonzoso, pero escucharon atentamente. Cuando Maximus se despidió, Elián se mostró evasivo y serio con sus padres.

- Sabemos que estás molesto, Elián.

- Más que molesto, mamá. Irse a los golpes fue demasiado, papá.

- Deberías agradecer que no lo mandé, por mínimo, al hospital.

- ¡Yo quería hablar contigo!

- No vuelvas a levantarme la voz, Elián... - Park dijo, mirando a su hijo con autoridad... - ¿Qué ibas a decirme? ¿La misma estupidez de antes, que tú le sedujiste?

- No exactamente eso. Quise decirte que lo amo, que sabía que mi decisión fue precipitada, que soy un condenado crío pero que todavía estaba seguro de ser feliz, de ser amado y apoyado. Que confío en Maximus, y por eso esperaba que confiaras también.

- Y lo hago, tal confianza le tengo a ambos que he venido tragándome mi orgullo dejándoles estar. No pidas más, Elián. Vas a comprender algún día, cuando debas proteger tu propia manada.

El lobo zafiro se despidió con un gruñido, cansado y ansioso por una buena ducha de agua tibia, con Junsu metido ahí a ser posible. Cuando su amante se perdió en la segunda planta, Junsu se dirigió a su hijo.

- Es maduro cuando quiere, pero él, como tú, tampoco puede evitar tener instinto. Si quieres que tu padre te comprenda, por qué no intentas comprenderlo también en primer lugar, Elián. Ahora vamos, hay que descansar.

...

- Meow~ Yoochun tendría que haber considerado dejar el rostro fuera del alcance de sus manos, mira que dejar una cara tan atractiva de semejante manera.

- Jaejoong, ¿me explicas qué mierda hacemos en la universidad? ¿Y por qué estás viendo a ese "lobezno" con ojitos brillantes? - Bufó el tigre.

- Ay~ no te pongas celoso, no tiene nada de malo que reconozca el atractivo de las personas, Yunho~. Y pues eso, solo vine a ver con mis propios ojos que el chico estuviera bien, queda de paso para ir por los chicos.

- Acerca de eso, Constantine iba a ir con Kenzo a una librería, me dijo en la mañana, pero me dio la impresión de que quería preguntar o decir algo más.

- ¿Sí? No me dijo nada.

...

- Así que, estuve investigando sobre el libro que leías el otro día, y supe que tenía una edición especial, y pues... ¿la tienes?

- No.

- ¡Oh que bien! Digo, vamos, yo te la compraré.

- Bueno... - El tigre se perdió en el pasillo con gesto indiferente hacia el zorro. Pero en realidad estaba emocionado. Quizá por el libro, quizá por la compañía.

- Esto, ¿no es raro que estemos haciendo esto? - Kenzo se preguntó mentalmente.

...

De camino a casa, otro de los hijos Jung-Kim se texteaba con uno de los zorros Mokomichi-Shim. Pero no estaba feliz. A Lucka comenzaba a gustarle alguien, una chiquilla de su clase.

--//--

Una vez conseguido su objetivo, Kenzo se sentía en el limbo. ¿Qué narices hacía ahora? Es decir, Constantine le agradeció por el libro e incluso iba a su lado en el transporte público sin abrirlo aún, casi como si estuviera aguardando la dicha de rasgar la envoltura hasta estar en casa. Razón por la cual, van sentados uno a lado del otro en absoluto silencio. El tigre no es de los que buscan la conversación a menos que tenga algo interesante para decir, y ese no parecía ser el momento. Y el zorro, por su parte, estaba que se drenaba el cerebro tratando de entender por qué le latía tan fuerte el corazón y se ponía nervioso.

- ¿Constantine? - Luego de pronto nombrarle con interrogante, mirando sin atinar a comprender por qué de pronto el tigre le toma la mano sin dejar de mirar al frente... – Esto...

- Esto es lo que necesitas. Lo que, necesitamos, babo.

- ¿Eh?

- Te gusto, y bueno, tú a mí también.

- ¡¿Eh?!

...

Jaejoong estaba preocupado por sus jóvenes nekos. Tenían días actuando diferente a lo que generalmente hacían, por eso ahora ha decidido sentarse a charlar con ambos y averiguar que anda mal con sus pequeños que no son los juguetones de siempre.

Y supo entonces, porque los nekos no pudieron negarle la respuesta cuando sus grandes ojos negros lucían afligidos por su causa, que a Vladimir le gustaba Eider, y a Iker, Lucka. Y que ambos se sentían con el corazón roto pues dudaban que sus sentimientos pudiesen ser correspondidos.

- Oh, queridos, lamento que el primer amor esté siendo de esta manera para ustedes... - Conmovido por sus cachorros, atinó a estrecharlos en un abrazo y darles su cariño maternal... - Lo que diga ahora no aliviará sus actuales sentimientos, pero estoy seguro de que la felicidad también llegará para los dos. Mis preciosos mininos, serán amados, ya verán.

...

- Por qué me han estado mirando con esa cara... - Lucka preguntó a sus hermanos, Amaya y Orión, que desde que les contó que una chica mona de su clase le gustaba andaban de un humor apático que lo estaban amargando también.

- Porque más que despistado, eres un completo idiota, Lucka.

- No es necesario que me insultes, Orión.

- Ni ganas darían si fueses más listillo y te dieras luz de un par de cosas, empezando porque esa chiquilla lo único que quiere es atención... - Añadió su hermana, y Amaya era del carácter de su madre, sin pelos en la lengua.

- ¿Y qué tiene de malo?

- ¡No puedo con tu nivel de estupidez, Lucka!

- ¡Deja de insultarme!

- ¡Pues date cuenta! ¡Hay otro a quien le gustas y es en serio!

- ¿Ah? ¿Qué? ¿Quién?

Amaya y Orión blasfemaron por lo bajo y luego se fueron, dejándole solo en la estancia, con sus dudas bailándole en la adolescente mente.

...

Kenzo tampoco sabe por qué ha llevado a Constantine hasta la puerta de su casa -le tocará caminar a la suya como la noche que se fugó de casa para verle-, tampoco sabe por qué el tigre ha tirado de su nuca y plantado sus labios con los propios. No, no sabe, ¡pero algo explota en su estómago!

Yunho, que iba regresando de la tienda de conveniencia cerca de casa, siente cómo se le crispa la cola y las orejas al encontrarse con tal escena.

...

Yoochun sonreía de oreja a oreja, Junsu le ha prometido sexo después de que los chicos duerman. Algo para aligerar la tensión de los últimos días.

--//--

Park estaba más que naturalmente entusiasmado, en cierta forma se le hacía larga la espera para que callera la noche, más específicamente, la madrugada. Cuando sus cachorros durmiesen lo suficientemente profundo como para que no les escuchasen teniendo sexo. El neko rosa ronroneó coqueto cuando sintió las manos del lobo zafiro acariciarle la espalda bajo las mantas, haciendo esos sonidos roncos con la nariz mientras le olfatea el cuello y le jala contra su cuerpo, haciendo un lío con sus piernas y enredando también sus colas.

— Yoochunnie~ apenas pasa la una, los chicos podrían despertarse~ meow~.

— No lo creo, por qué crees que estuve jugando con Nasya, Dante, Kirian y Yannick hasta casi la hora de dormir, ninguno escucharía ni uno de mis potentes rugidos… — Aseguró el lobo, rozando descaradamente su pelvis contra la de su amante.

— Ngh~ meow~ que lobo tan travieso eres, Chun~. Pero, te olvidas de los mayores, Eider, Kilian y Elián nos van a escuchar~ y moriré de vergüenza.

— No vas a morir, Junsu ah. Vamos, mantén esa hermosa voz tuya en susurros y no despertarán… — Insistió seductor, mordisqueando las felpudas orejas de su amante, escuchándole ronronear y sintiendo su calor corporal ir en aumento.

Notando también sus sonrojos, sonriendo por ellos, por su visión nocturna y la ausente necesidad de más luz que aquella que se filtra por la ventana para admirar a su hombre en su hermoso esplendor. La puerta estaba trabada –solo por si las dudas, quizá también por costumbre–, y dentro mantenían honestamente sus gemidos ahogados. Junsu mordía la almohada –literalmente–, mientras que Yoochun se enterraba en él con embestidas suaves, delirantes, placenteras, y amortiguaba sus roncos alaridos contra la espalda del neko, besando, mordiendo un poco, controlando su instinto a base de tensar la mandíbula o morderse los labios.

El rumor de sus cuerpos danzando la misma sinfonía de pasión, el aire caliente sofocando la habitación, el clamor de sus nombres en suaves murmullos de placer, miradas perdidas. Todo era perfecto, sexo suave, como un tango seductor que aún a través de su fuerza, se expresa romántico, erótico.

— Yoochunnie~ meow~ quiero, verte. Quiero verte, amor… — Jadeó el neko, volviendo el rostro y buscando la mirada de su amante.

El lobo le lamió los labios, y saliendo despacio de su interior le giró lento, casi sin llegar a salir de su interior, gruñendo por placer. Empujando la pelvis cuando siente las piernas del neko abrazarle la espalda baja y aferrarse a sus hombros enterrando el rostro contra el hueco en el cuello, apretando los labios para no gemir alto cuando le siente penetrar profundo, rozándole la carne interna, alcanzando su próstata y aumentando las dosis de placer que suministra a su torrente sanguíneo de un calor febril que sacude hasta la más ínfima fibra de su ser.

La cola del lobo se crispa en alto, firme y orgullosa. La del neko, presionada por el cuerpo de su dueño, se mantiene sumisa, recatada y coqueta. El orgasmo está cerca, y para cuando lo abrazan, ambos saben que no es suficiente, que todavía podrían hacerlo hasta el amanecer.

Y así lo hacen.


— ¿Por qué papá está preparando el desayuno? — Fue Kirian, la loba, quien preguntó. Bostezando somnolienta, olfateando su batido de fresa con entusiasmo. Adora cuando aquella bebida láctea refresca sus sentidos cada mañana de verano.

— Porque mami está cansado esta mañana, y la cocina de papá no es tan mala, ¿verdad, princesa? — Park sirvió los panqueques en la mesa, sus siete hijos estaban ahí, algunos más despiertos que otros.

— Sí, ya imaginamos la razón por la que está cansado, papá… — Kilian dijo con una sonrisa traviesa. Y su padre le lanzó una mirada de advertencia, lo que significa que está prohibido decir o hacer algo que pueda avergonzar a su progenitor neko cuando baje al comedor.

— Voy a despertarle, ustedes comiencen o se nos hará tarde a todos.

Cuando Yoochun subió a la habitación en busca de su agotado amante, sus hijos rieron por lo bajo. Elián no pudo evitar sentir un poquito de envidia, él no lo ha hecho desde la primera vez con Maximus, no porque no quieran, es que, de alguna manera, no han tenido tiempo. Kilian también sentía envidia, no solo por sus padres, sino también de su hermano; él, sin embargo, debería tolerarlo mucho más, está segurísimo de que Yunho hyung no le amenazaría si tocase más de lo debido a Dayelin, el tigre seguro lo descuartizaba en una. El lobezno se estremeció de solo imaginarlo. ¿Será que tendrá la voluntad, junto a su novia, de aguantar hasta que la minina alcance la edad adulta?

— Ng, esto es tan difícil… — Gimoteó por lo bajo. Sus hermanos le miraron de soslayo, pero ninguno preguntó nada, todos tenían sus propias preocupaciones.

Excepto, obviamente, los más pequeños, cuya única preocupación era, la escuela, y jugar. Jugar mucho.

Cuando Yoochun despertó a Junsu, sonrió enamorado al escucharle ronronear y hacerse ovillo bajo las mantas. Acurrucándose luego en su regazo, murmurando su nombre al olfatear su aroma, deseando un poco más de tiempo en aquel hermoso sueño onírico.

— Vamos, Su ah, los chicos nos esperan para el desayuno.

— Nh, meow~ — Ronronear otro poco y pestañear. Agitar esas largas pestañas chocolate que le coquetean tan temprano, sonreír quedito y deslizarse como el felino que es, directo a su regazo, sentándose en sus piernas y rodeándole los hombros, besándole corto, dulce, enamorado. Somnoliento… — Buen día, Chunnie~.

— Buen día, Junsu ah. ¿Cómo es que luces tan lindo medio adormilado, mh? Es como algo en contra de cualquier regla divina que exista, o algo. Me dan ganas de empujarte de nuevo contra la cama y hacerte cosas sucias.

— No te pongas pervertido~ todavía me siento cansado. ¿Qué hora es?

— Te digo que es tarde, los chicos ya están abajo.

Y luego, ese sonrojo explotando en las mejillas del neko. La lucidez finalmente se ha colado en su cerebro. Se crispó de pies a cabeza y de un salto se apartó del lobo, apresurándose a la ducha. El lobo se rió de buena gana. ¡Cómo adora a ese neko!


En otra casa, el despertar no es del todo grato para la familia. El tigre Jung sigue de mal humor, y su amante neko no está por los términos de calmarle, sentido por él por haberse atrevido a tratar de aquella manera al “adorable” zorro.

Constantine, por su parte, toma el desayuno con expresión serena, y en su bolso, el libro que Kenzo le comprara la tarde anterior, durante la noche apenas se había deleitado la pupila y el tacto sacándolo del envoltorio plástico, olfateando con gusto el aroma de las hojas nuevas, de la tinta cual si hubiese salido recién de la imprenta. Se había tomado su tiempo para hojearlo, admirar los detalles dorados y en relieve que poseía la portada, del efecto papiro que tenía en su interior. Esa mañana al preparar sus cosas para la escuela se aseguró de meter el libro en él, sí o sí comenzaría a leerlo durante los tiempos libres entre una clase y otra.

— Aunque, si Kenzo se acerca ya no podré. Pero, ¿lo hará? Anoche papá lo sacó prácticamente a patadas de la casa. Bueno, si él no se acerca, tal vez yo debería hacerlo. Y, disculparme en nombre de mi papá. Ah, es cierto, no aclaré el asunto con papá anoche… — Pensó, y tal cual su personalidad, de inmediato se dirigió a su progenitor… — Ayer, cuando nos viste. Kenzo no me besó a mí, yo lo besé a él. Qué clase de tigre alpha crees que soy para dejar que él dé el primer paso, papá.

El moreno se atragantó con un sorbo de café, Jaejoong soltó una risita, la molestia inicial se había ido al carajo. La expresión de Yunho era un poema a la contradicción y la vergüenza mezcladas juntas. Porque el tigre ahora sabía que, con mayor razón dada la confesión actual de su hijo, debería disculparse con el joven zorro.

— Joder, ChangMin va a aprovecharse de esta situación… — El tigre gruñó, sabiendo que no tenía escapatoria.

Jaejoong sonrió de nuevo. Luego se dio cuenta de que dos de sus hijos seguían sin compartir la extraña alegría de los mayores.

--//--

- Jaejoong ah, no es justo que tenga que hacer esto.

- Oh, sí que lo es.

- Deberías comprender que fue una reacción natural, instintiva. Yoochun hizo lo mismo y no hiciste comentario alguno, por que yo tengo que ir y hablar directamente con Hayami y ChangMin.

- De Yoochun no dije nada porque él es mi amigo, y Junsu es quien tiene razón para hablar o dejar de hacerlo respecto a cómo aborda las situaciones. Pero, lo más importante es que él peleó con un adulto perfectamente capaz de defenderse, y tú te le fuiste encima a un quinceañero como si fuera un delincuente.

Al otro lado de la línea, recargado en el cofre de su auto, Yunho bufó por lo bajo, sin más argumentos que dar al respecto. Del ascensor salió el pelinegro, sonriendo como idiota mientras veía algo en su móvil, el moreno juraría que con Junsu se envía fotografías casi indecentes.

- Terminando tu trabajo solo ve a casa de nuestros amigos antes que aquí, Yunho.

- Sí, sí. Pero Jaejoong, ¿no puedes omitir la otra parte de todo esto?

- No, nada de sexo hasta que se me pase la molestia... - Cuando el neko blanco cortó la llamada, el moreno solo gruñó por lo bajo.

- ¿Qué? ¿por qué esa cara?

- Tienes suerte de que tus hijos sean casi adultos, Yoochun.

- No le veo la suerte por ningún lado. Elián te dice algo.

- Bueno, pero sigue siendo casi un adulto.

- Yunho, ¿se te olvida que Dayelin sale con Kilian?

- Jódete, Park.

- Es apenas mediodía, cómo es que estamos tan de mal humor. Te hace falta algo de acción con Jaejoong.

- ¿Tengo cara de poder tenerla?

...

Al mismo tiempo, Constantine tenía acorralado a Kenzo contra el escritorio. Y sus manos parecían decididas a deshacerse de su camiseta, pues ya se había encargado de los botones hasta su pecho.

- ¡Espera, espera! ¡Tiempo muerto! - El zorro exclamó, sujetándole las manos por las muñecas, seguro de que las palabras no detendrían al tigre. Mirándole directamente a los ojos. La expresión del tigre no se perturbaba, y esa serenidad reflejada en su cara lo hacía lucir muy, muy atractivo, maduro... - Ah, es verdad, marrón oscuro.

- Kenzo, ¿eres asexual?

- ¿Eh? ¡No!

El tigre elevó una ceja, para nada convencido, porque él sentía que una erección había comenzado a crecer en su entrepierna, pero el zorro estaba tan "tranquilo" que hasta estaba perdiendo confianza en su anterior conclusión sobre gustarse.

- Escucha, Constantine, esto va muy rápido.

- ¿Qué? No, tú eres el lento.

- ¿Quién es el que pretende tener sexo en la escuela? - Gimoteó el zorro, mirándole casi ofendido.

- No, no sexo, solo tocarnos... - Corrigió el tigre, posando sin recato alguno su mano sobre la entrepierna del zorro.

- ¡Dónde estás tocando así nada más! - Respingó el zorro. Y luego se preguntó cómo es que el tigre se le había zafado de las manos tan fácilmente.

- Te dije que quería tocarte, me gustas y te gustó, ¿no?

- Sí, pero ngh... oye, Constantine, ngh espera.

--//--

Los jadeos del zorro comenzaron a sonar con un poco más de fuerza conforme la mano del tigre friccionó con más suavidad, presionando la forma de la erección de Kenzo con las yemas de sus dedos. Constantine sintió un pinchazo en el bajo vientre y se inclinó para lamer los labios del zorro, llevando la mano de éste a su propia entrepierna.

― ¡Diablos! ¿Qué pasa contigo? ¿Estás en celo? ― Jadeó, moviendo su mano con nerviosismo pero la suficiente agilidad como para que las hormonas de ambos adolescentes siguieran en dominio.

― A nuestra edad, siempre lo estamos, Kenzo… ― Respondió, desabrochando los pantalones del uniforme del zorro, deseando tocarle directamente.

Sin embargo, entonces los labios del zorro interrumpieron sus intenciones. El zorro le besaba, de una forma tan demandante que el tigre sintió cómo sus sentidos fueron atrapados en un santiamén por la pasión con que el zorro le besaba, incluso haciendo sus piernas temblar mientras le roba hasta el último gramo de aliento. Cuando Constantine volvió a despertar de la ensoñación en que ese beso lo había sumido, se dio cuenta de que ya no tenía acorralado al zorro contra el escritorio, y que en cambio era él quien estaba prácticamente sentado en un banco.

― ¿Qué demonios? ― El tigre tragó hondo cuanto vio los ojos del zorro.

Kenzo lucía de alguna manera diferente en ése preciso instante, con los ojos color miel que había heredado de la genética de su padre –concluía el tigre–, cruzados por un oscuro café que le daba un aire seductor, maduro, imponente. Constantine sonrió, y tal gesto en su rostro le proveía a él de un toque sexy que gritaba un coqueteo natural que encendería a cualquiera que le viese.

― Querías esto, ¿no es así, Constantine? ― El zorro dijo, su esponjosa cola serpenteó hasta el rostro del tigre acariciándole el cuello en un gesto por demás incitante.

― Bueno, sí… ― El tigre tiró de la abertura de los pantalones del zorro, con esa sonrisa pícara ensanchada en su rostro. metiendo su mano en el interior, rozando delicadamente la prenda que ocultaba lo que tanto deseaba… ― En ésta postura es difícil tocarnos mutuamente, déjame levantarme.

― Me tenías así hace un minuto… ― Gruñó el zorro, desabrochándole los pantalones con prisa… ― ¡Joder! Estás caliente, Constantine.

― Ngh, no me toques tan descaradamente.

― Insisto, es lo mismo que hacías tú.

Y fue así, con Constantine contra el filo de un banco, y Kenzo imponiéndose en altura. Que ambos adolescentes se tocaron. Sus manos acariciaron la erección ajena tal cual se masturbaban, pero conociendo al mismo tiempo las sutiles diferencias al placer. A Constantine le gustaba lento, a Kenzo un poco más fuerte. Pero en lo que ambos coincidieron mientras se exploraban de aquella manera fue en los besos. Tocarse sin besarse no se sentía igual, pero cuando sus bocas permanecían unidas compartiendo saliva y calor, las corrientes eléctricas de placer sacudían con más fuerza sus sentidos, acelerándoles el pulso, aumentando la temperatura en el aula. Y los gemidos que ambos liberaban era más ásperos, erráticos y peligrosamente altos, si alguien pasaba por el pasillo, seguro que les escuchaba. Pero la suerte estaba de su lado, por lo que aún cuando ambos gimieron con fuerza al derramarse en la mano ajena, su clandestino encuentro permaneció en el anonimato, con las cuatro paredes de aquel salón como únicos testigos.

― Constantine, ¿en qué nos convierte esto? ― El zorro preguntó sin mirarle a los ojos, concentrado en limpiar la semilla del tigre de su mano, omitiendo el hecho de que parecía que el tigre lo tenía todo planeado visto que hasta había llevado pañuelos desechables para limpiarse.

― Lo que quieras está bien para mí, Kenzo.

― ¿Qué?

― Bueno, pareja, amigos sexuales. No es como si ya nos estuviéramos “casando”.

― Nh, pero de todos modos, decir “amigos sexuales” es un poco.

― Entonces novios, qué más da. No voy a confesarme de todas maneras.

― ¡Te devoras libros y no puedes ser un poco más romántico!

― Tengo 15, y puedo ser romántico, en serio, he pensado acerca de confesiones románticas pero… ― El tigre miró de arriba abajo al zorro… ― Tú no me inspiras ser cursi.

― ¡Qué! ¿Cómo que no te inspiro?

― Eres más alto que yo, y lento, terriblemente lento. Si no te “cazo” no habríamos avanzado nada hoy.

― ¡Esto no tiene nada qué ver con cómo soy!

― ¿Qué? ¿Piensas ser el uke en la relación?

― ¿Ah?

― Bueno, quieres que sea cursi contigo y te haga una romántica confesión.

― N-no, no quise decir eso. ¡Pero me ofende que digas que no te inspiro que lo seas!

― Cielos, qué ruidoso eres. Anda ya, la siguiente clase está por comenzar, no quiero llegar tarde.

El zorro le empujó repentinamente contra la puerta de entrada impidiéndole salir. La respiración de Kenzo le golpeaba directamente el lóbulo, Constantine sintió que se le erizaba toda la piel.

― No me gusta de esta manera. Se siente como si te diera igual, Constantine.

― Tonterías. No habría hecho esto con nadie más, Kenzo.

― No parecía que te gustara hasta hace unos cuantos días, ¿y ahora nos hemos masturbado? Te dije, fuimos muy rápido.

― Eres un idiota… ― El tigre incluso se permitió una sonrisita, dio media vuelta encarando al zorro… ― Bien, tú ganas. La verdad es que me gustas desde hace un tiempo, un año quizá.

― Mentira.

― No, y sabes que no miento, Kenzo. Me gustas desde hace mucho, ¿recuerdas la vez en que una manada de tigres de la zona sur se metieron conmigo solo porque las chicas de ahí al parecer me miraban?

― Sí, lo recuerdo. Inesperadamente te defendí, y nos metimos en problemas con nuestros padres por pelear.

― Sí. Bien, esa vez, te luciste en la pelea. Fue cuando descubrí que eras sexy, y ya no pude mirarte con otros ojos.

― Nunca me di cuenta de que me miraras. En las reuniones familiares casi siempre estás leyendo. O jugando con los pequeños de Junsu hyung y Yoochun hyung.

― Qué puedo decir, soy un genio, puedo mirarte y leer o jugar. Aunque eso último no es por voluntad propia, esos cachorros siempre me arrastran en sus juegos.

― Pues no es justo, tienes que mirarme de forma que lo sienta… ― Bufó demandante.

― En serio, decídete, uke o seme, Kenzo.

― ¿Y por qué tengo que elegir uno, Constantine?

El tigre lo meditó un segundo. Uno, porque luego empujó lejos al zorro y maldijo entre dientes. La campana acaba de sonar. Y él llegará tarde a clase por primera vez en sus largos años de vida escolar.

― ¿Y la romántica confesión? ¡Constantine!

Bueno, son adolescentes quinceañeros, tienen un largo camino por recorrer aún.

1 comentario:

  1. Ay Dioooos....aquí hay eso de que te enamoras de alguien que te recuerde a tu mamá o algo así. Pobre Kenzo...Constantine es algo así como Changmin en chiquito...pero bueno, el amor es así jajaja. En serio que Yunho me sorprendió... Y mi Chunnie ni se diga❤️💕❤️💕

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