jueves, 29 de diciembre de 2016

Match Point. PARTE 10.



Cuando el sol se ilumina, y la luna brilla.


— ¡De todas formas, no! ¡No fastidies!

Oikawa, encaprichado con sus juegos, intentó por todos los medios conseguir que le hicieran caso. Pero, aquella tarde-noche, sus palabras no fueron escuchadas. Quizá porque todos estaban algo cansados del entrenamiento, o tal vez por el simple hecho de ignorarle, al menos una vez. Pucheroso y molesto, Oikawa buscó el consuelo en Iwaizumi, aunque, siendo como es el joven morocho, aquél no llegó precisamente como el apuesto jovencito lo hubiera deseado.

— Iwa-chan~, ¿no vas a darme un beso al menos?

— No tengo ganas, deja de estar de quejica y métete al futón ya.

— Pero quiero dormir contigo~.

— ¡De ninguna maldita manera! ¡Querrás tener sexo si te dejo!

— Pero hoy he sido ignorado por todos~, ¿qué clase de novio eres, Iwa-chan?

— El mejor para ti, Kusokawa.

El apuesto muchacho gimoteó, pataleó e intentó colarse en el futón de su novio de varias maneras. Pero en cada una de ellas fue lanzado lejos por el morocho. Frustrado, Oikawa comenzó a derramar lágrimas, mordiéndose los labios y temblando por el llanto.

— Ng, estás moqueando demasiado, Oikawa.

— Eres tan frío e insensible conmigo~.

— Ya, no seas exagerado.

— ¡Nunca me tratas dulcemente~! ¡Iwa-chan malvado!

— Sí, sí. Soy el peor novio del mundo, ya deja de moquear. — Con brusquedad, el morocho comenzó a limpiarle las lágrimas y los mocos a su novio, los pañuelos desechables se acumularon en el tatami mientras, Oikawa pensaba, se abría una oportunidad para colarse junto a su novio esa noche. — Te dejaré entrar, pero si intentas, por mínimo que sea, colarte en mis pantalones, te voy a botar fuera, ¿entiendes?

Oikawa asintió efusivamente, sonriendo y sorbiendo la nariz. Iwaizumi abrió las mantas de su futón y le dejó acostarse a su lado. Dándole un beso en la frente.

— ¿En serio no vas a besarme?

— Moqueaste demasiado, es asqueroso.

— Iwa-chan~.

— Eres un completo fastidio, Oikawa.

— Pero me amas~.

Chasqueando la lengua, el morocho le besó suavemente los labios. Sabe que Oikawa no tendrá suficiente, pero de todas formas no piensa consentirlo más que eso.

— A todo esto, ¿qué juego tenías pensado esta vez?

— Mh, ¿estás interesado en ello, Iwa-chan?

— Estoy curioso, ya que hiciste tal rabieta porque nadie quiso seguirte el paso esta vez.

— Solo quería hacer karaoke en parejas, con temas de duetos.

— ¿En serio?

— Sí~. Pero todos fueron malvados y ni siquiera me dejaron explicar~.

— Bueno, tienes que admitir que es tu culpa. Siempre fastidias con juegos raros.

— No son raros~.

— Lo son. Y mejor cállate y duerme ya, Oikawa.

— ¿Sin mi beso de buenas noches?

— Sin beso. — Sentenció. Girando y dándole la espalda.

Aunque en el futón apenas entrasen apretados. Oikawa bufó frustrado, y se giró también, rodeando la cintura de Iwaizumi, rogándole al oído por su beso con aire caprichoso. El morocho, después de varios minutos, tuvo que ceder o no le dejarían dormir en paz. Y terminó girando de nuevo, quedando frente a frente con su novio. El beso fue largo y apasionado.

Quienes compartían habitación con la pareja no estaban precisamente felices con el intercambio íntimo y romántico de la pareja, pero guardaron silencio porque era más sano. Y para ser exactos, quienes estaban compartiendo habitación con ellos eran nada más y nada menos que Yaku y Lev, todo había sido cosa de suerte, pero de todas formas era la primera vez que Yaku sentía vergüenza ajena a tal punto que ha dormido con tapones en los oídos, por las dudas.

Éste campamento “de la amistad” estaba resultando divertidísimo. En un centro de recreación en las montañas nevadas de una ciudad extranjera, todos habían conseguido reunirse durante las vacaciones de invierno gracias a la invitación de Fujimi, pero, lejos de solo tomarse los días para el descanso, también estaban entrenando, aunque el clima para algunos resultara un incordio.

Se han tomado toda una semana, y hacer memorias junto a los de tercer año, era lo máximo para todos. Era innegable cuánto eran extrañados en sus respectivas escuelas, pero también lo era el hecho de que, más que solo compañeros de club, eran amigos. Amigos entrañables.

— ¡Yaku-san~! ¡Vamos a esquiar!

— Estás demasiado animado, Lev.

— ¡Es porque puedo estar con usted en ésta época del año! Realmente pensé que no nos veríamos hasta pasado año nuevo, Yaku-san~.

— De todas maneras, ¡no me arrastres a tus aventuras por tu propia cuenta! — Espetó, tirando de su mano, pero fallando miserablemente en el intento por deshacerse del agarre de su joven novio. — ¡Lev!

— No se enoje, Yaku-san~. ¡Vamos a pasarlo muy bien!

— ¡Escúchame cuando te hablo, maldición!

— Lo estoy escuchando, lo hago~.

— ¡Mentiroso!

Los gritos y reclamos no le valieron de nada al neko mayor, el joven felino estaba entusiasmado, con la adrenalina circulándole en las venas. Nunca antes había esquiado realmente, y eso le tenía con los nervios crispados, aferrándose inconscientemente al brazo del mestizo cuando comenzaron a deslizarse colina abajo en una zona segura. Lev sonreía radiante, estaba contento –como sí no, Yaku-san lucía tan lindo a la defensiva–, y de alguna forma se sentía feliz de poder ser él, esa vez, quien dirigiera a su novio. La diferencia de edad no era nada extraordinario en realidad, pero la más de las veces conseguía ponerle ansioso.

En tal caso, no eran los únicos practicando el singular deporte, muchos lo hacían en parejas o pequeños grupos. Kageyama estaba, para variar, gritoneándose con Hinata porque el pelinaranja era temerario como ninguno, pero tenía un pésimo control de sus tablas de esquí. Kenma se deslizaba lenta y suavemente sobre la nieve, seguido por un Kuroo que casi parecía más nervioso que el mismo neko.

Sawamura y Sugawara le habían cogido con relativa facilidad el truco al esquí. Y Nishinoya actuaba como pez en el agua pese a que también era su primera vez esquiando, mientras que Azumane la pasaba detrás de él con cómicos movimientos mientras intentaba ser tan cool como su novio. Tanaka estaba tratando de seguirle el paso a su amigo líbero, pero estaba fracasando estrepitosamente en el intento, y su novio Ennoshita se mantenía a la distancia, sentado en una cafetería junto con Ikejiri y otros. Fujimi, era el experto ahí a decir verdad, luciéndose como auténtico novio orgulloso de su habilidad, presumiéndose ante los ojos de su novio.

— ¡Cuidado, Tsukki~! — La voz del pecoso le llegó fácil al oído a Lev, y a los pocos segundos vio pasar una alta silueta con cabellos rubios.

Poco después Tsukishima se daba de trasero contra la nieve. Y el pecoso pasaba junto a Lev y Yaku, frenando con cuidado, agachándose junto a su novio, preguntándole si estaba bien. El rubio asintió, levantándose con algunas dificultades y chasqueando la lengua. Era tan difícil ser genial delante de su novio. Yamaguchi sonrió dulcemente, y le pidió continuar con más precaución.

— Yaku-san.

— ¿Qué? ¡Espera, no me sueltes!

— No lo estoy haciendo, Yaku-san. — Dijo, y es que solamente ha dado media vuelta, sujetando las manos de su novio, mirándole de frente… — Te amo, Yaku-san.

El sonrojo explotó en las mejillas del más bajo, balbuceando una correspondencia, no fue capaz de controlarse a sí mismo y se arrodilló cubriéndose el rostro. Tan avergonzado.

…Flashback…

Yaku suspiró. Tenía que recordar exactamente ese momento. Hacerlo le hacía sentir casi tan avergonzado como en aquel momento.

— ¡Yaku-san~! ¡Estoy en casa! — La algarabía vibró en la voz del mestizo en cuanto entró a casa. — Te he traído un regalo de parte de los chicos en el trabajo. Son pastelillos. ¿Eh? ¿Por qué estás rojo? ¿Te sientes mal?

— No, no. Estoy bien, Lev. — Tarde intentó espabilar la vergüenza. La grande mano de su amante cayó sobre su frente, comprobando que no tuviese temperatura. — Te lo dije, estoy bien.

— Pero…

— Recordé algo y me sentí avergonzado. Eso es todo, Lev.

— ¡Eh! ¿Qué pudo recordar Yaku-san para sonrojarse tan lindamente? — Sonriendo con aire coqueto, el mestizo le acunó el rostro con una mano, mientras la ajena viajaba hasta el abultado vientre de su novio.

— Nada pervertido, tú, tonto.

— Yo tampoco dije nada de eso, Yaku-san~.

— Ah, pero esa mirada tuya. Te conozco, sé lo que estás pensando.

— ¿Sí? — Frotando su nariz con la ajena, el mestizo rozó sus labios con cada una de las mejillas de su novio. Encorvado como estaba, se veía de alguna forma tan bobo. — Yaku-san, te extrañé.

— Nh, yo también, Lev.

Cargarle en brazos no le significaba honestamente ningún problema al mestizo. Era fuerte, y alto. Y tan malditamente varonil cuando se lo proponía.

— Maldición, no me gusta que seas tan adulto.

— ¿Eh? Yaku-san qué sign…

— Shh, házmelo lenta y dulcemente, Lev.

Callarle con un beso no estuvo nada mal. Dejarse hacer por las fuertes y cálidas manos del mestizo, tampoco. Yaku no lo decía a menudo, pero amaba locamente a Lev. Y tener un bebé con él, lo volvía todo mucho más precioso.


Sorprendentemente, Yaku llegó a la fecha aproximada de parto sin dolores intensos pre-parto. Las contracciones iban y venían, pero él no se sentía particularmente afligido por ellas, y le preocupó al principio, ya que cada uno de sus amigos que dieron a luz dijeron que eran dolorosas.

— No tienes que preocuparte, Yaku. Tu bebé está en perfecto estado de salud. Es solo que, para ponerlo simple, tienes un cuerpo perfectamente diseñado para el parto. Claro, eso no significa que tu bebé vaya a nacer por la vía natural, sino simplemente que los dolores no son intensos. Vamos a internarte ya, y en unas horas será la cirugía, ¿de acuerdo?

— Sí, doctora.

— Muy bien, les dejaré. La enfermera se encargará de todos los preparativos en la sala.

Cuando la doctora salió, tal como dijo, una enfermera le explicó detalladamente todo lo que pasaría a partir de ese momento. Entre otras cosas, Yaku tuvo que cambiarse por una cómoda bata, y no podría comer o beber nada en las horas siguientes hasta que entrara a quirófano. Lev estaba nervioso, se le notaba en la mirada. Y en lo callado que estaba.

— Lev.

— ¡Sí! ¿Necesitas algo, Yaku-san? ¿Te duele algo?

— No necesito nada, y estoy bien. Pero, tú me preocupas, estás tan callado que casi no te reconozco, Lev.

— Oh, no. Yo, yo… nh, bueno, creo que estoy un poco asustado después de todo. Lo siento, Yaku-san.

— Por qué te disculpas.

— ¿Eh? Pues, por, actuar así. Es un gran momento para nosotros, pero de pronto yo…

— Es normal. También estoy asustado, Lev. — Yaku dijo. Y la mirada de su novio pronto viajó hacia él. — Vamos a ser papás, por supuesto que íbamos a estar asustados. Pero, ¿sabes? Me siento más feliz que temeroso. Porque nuestro bebé por fin va a nacer, y porque tú estás aquí conmigo.

— Yaku-san~. — Tanto más sensible en el momento que su novio, el mestizo le abrazó con lágrimas en los ojos. — Te amo, te amo tanto que creo que mi corazón va a explotar~.

— Vamos, tonto, estás ensuciando la bata y es nueva… — Palmeándole la espalda a su novio, el mayor de los dos pensó, que en ése momento, realmente él estaba actuando como el maduro en la relación. — También te amo, Lev.

El mestizo se apartó al instante. Era tan raro que su novio lo dijera, que cada que lo hacía, él se sorprendía y le entraba una emoción inigualable, haciéndole sentir dichoso y feliz. Y le daban ganas, también, de besarlo de pies a cabeza, de darle amor a manos llenas.

Los amigos se turnaron para visitarles, ansiosos también por el nacimiento del bebé. Durante la cesárea, Lev estuvo presente, tomando video y soportando, sorpresivamente, todo el proceso. Y fueron sus oídos, junto a los de su novio Yaku, los primeros en escuchar el potente llanto de su bebé. Una preciosa niña ha nacido. Con cabellos cenizos y la piel arrugada, sus pulmones dieron muestra de la fuerza que le venía en los genes.

— Ha nacido, Yaku-san.  Nuestra bebé finalmente ha nacido. — Lev decía, incapaz de controlar sus emociones, grabando a su bebé mientras la revisaban y limpiaban, con una mano apenas sujetando la de su novio, feliz de tener extremidades largas para poder hacer aquellas dos cosas a la vez.

— Estoy feliz, Lev.

— Yaku-san, ¿estás feliz? — Preguntó con una sonrisilla, despegando apenas su mirada de su bebé, grabando inconscientemente el rostro lloroso de su novio.

— Sí, Lev. Muy feliz. No me grabes, tonto. — Gimoteó, sonriendo cuando los labios de su novio se encargaron de las lágrimas de felicidad.

El cuadro fue perfecto cuando entregaron a la bebé en brazos de su madre. Yaku le sujetó con devoción, acariciando su cabecita y manitas, besándole la frente. Dándole la bienvenida en su seno, acunándole contra su pecho con cariño.

— Dile “hola” tú también, papá. — Sonriendo hacia un Lev hecho un manojo de lágrimas y mocos, Yaku supo que este era uno de esos momentos inolvidables en la vida, cuando el mestizo besó dulcemente la frente de su hija.

— Bienvenida a la familia, Kira. — Orgulloso y feliz, el mestizo acarició suavemente las manitas de su hija.

Al fin, después del doloroso camino, podían experimentar la dicha de ser padres. Kira, su pequeña Kira, era junto a Yaku, lo mejor que le pudo pasar en la vida.

Las felicitaciones, los presentes, las fotografías, las risas y todo el calor de amigos y familia comenzaron a llegar para los recién estrenados padres. Kira era preciosa, y, como era de esperarse, cayó en gracia a todos los pequeños de sus amigos. Aunque Hibiki, el hijo de Futakuchi y Aone, pareció particularmente cautivado por la bebé.

— ¿Te imaginas, Takanobu, que de grandes se enamoraran?

— No me molestaría, Kenji.

— Sé que no~ eres un padre tan comprensivo~. Es una de las razones por las que estoy tan enamorado de ti, Taka~.

Papi Ken, ¿puede Kira vivir con nosotros? — El pequeño, de cinco años ya, preguntó inocentemente.

— Oh cielos, Hibiki, Kira tiene que vivir con sus padres.

— Oh… — El niño bajó la mirada.

— Pero, qué tal si les visitamos a menudo, y cuando esté un poco más grande, le invitamos a casa para jugar, mh.

— ¡Eso es fantástico!

Aone sonrió suavemente cuando su hijo volvió a acercarse a Yaku, pidiendo ver a la pequeña Kira otra vez, diciéndole a Yaku lo que Futakuchi planeó, dándolo por hecho.

Sugawara, Nishinoya, Ennoshita y Shimada, con sus vientres bastante más visibles, estaban contentos por sus amigos también, y se imaginaban la fiesta en grande que se vendría para celebrar la llegada de Kira.

Tsubasa y Yakumo, aproximándose al primer año de edad, estaban inquietos practicando sus primeros pasos con ayuda. Y no tenían timidez alguna para ir de las manos de sus padres a la de cualquier otro adulto disponible.

— Realmente Yakumo no se parece a ustedes, Yamaguchi y Tsukishima, creo que él va a ser bastante sociable.

Tsukishima miró de mala gana a Hinata, pero no le dijo nada. No estaba tan equivocado.

— Y estoy contento por eso, Hinata. Me preocuparía que su personalidad se pareciera a la mía.

— También si fuera malhumorado como Tsukishima.

El pecoso se rió nerviosamente. Sabe que la personalidad de su novio no es fácil. Pero, había sido debido a las circunstancias también. En realidad, Tsukishima era amable cuando quería. Solo cuando quería, lo que de todas formas no era muy seguido, ni con cualquiera.

En eso estaban cuando, algo extraordinario sucedió. Y un tic nervioso palpitó en los ojos de Kageyama y Tsukishima. Yakumo y Tsubasa, se han dado un tierno beso en sus boquitas, reído con ganas y continuado con su juego, caminando tambaleantes alrededor.

— Oh. — Hinata y Yamaguchi han atinado a murmurar. Cubriéndose la boca para callar cualquier gritito de impresión.

— Tsukishima.

— Kageyama.

Nombrarse con tonos ásperos, echar chipas por los ojos. El preludio de una difícil amistad se anunciaba ese día.


— Ha sido bastante movidito el día, ¿quieres que te de un masaje, Makoto?

— Nh, sí~. Mis pies me están molestando, Yuusuke~.

— Vale, voy a preparar la tina con agua tibia, y vuelvo para mimarte, cariño. — Dándole un beso en los labios, Takinoue se encaminó a la ducha.

Su hija, Kaiya, pasaría la noche en casa de Takeda y Ukai, visto que las gemelas y su hija habían estado jugando la mar de entretenidas durante el día. Y de paso, Takeda sabía bien que a su amigo no le vendría mal un descanso.

Cinco meses de gestación, casi seis. Esos tenía ya, pero casi se sentía como si fuera más.

— Debe ser la edad~.

— Qué tonterías estás diciendo, Makoto.

— No son tonterías~ tengo 35, por si lo has olvidado.

— Por eso, es una edad excelente.

— Como tú no le estás cargando~. — Se quejó. Aunque era más un capricho buscando ser mimado, que realmente no soportarlo.

Bien, era verdad que sentía que era más pesado sobrellevar el embarazo ahora, que hace cinco años, cuando esperaban a Kaiya.

— Ya, ya. Venga, déjame darte un masaje. — Ayudándole a acomodarse en el sofá, recibió sus piernas en su regazo tras haberle sacado el calzado. Y comenzó a masajear sus plantas y pantorrillas. — Si te duele, me avisas.

— Yuusuke.

— ¿Sí?

— ¿Estás feliz?

— ¿Mh? Por supuesto que sí. Porque de pronto lo preguntas, Makoto.

— No, yo solo. Quería saber.

— ¿No lo parezco?

— Luces cansado últimamente. Me estaba preguntando, si esto también es agotador para ti. Te haces cargo de muchas tareas en la casa. Todo y que te he dicho que yo todavía puedo hacerlo perfectamente.

— Estoy feliz, quizá un poco cansado. Pero no me arrepiento. Quiero consentirte, Makoto. Es por eso que trato de ser buen esposo y padre.

— Pero tengo miedo de que colapses en cualquier momento~.

— No soy tan débil, Makoto. — Dijo, sonriendo suavemente. Estirándose para besarle dulcemente, mimándole la tripa en su camino. — Confía en mí, cariño.

Shimada asintió, dejándose hacer cuando Takinoue, con un poco de esfuerzo, le cargó en brazos para llevarle a la ducha.


Akaashi se sentía un poco inquieto. ¿Por qué? No está seguro. Pero, parece que tiene alguna relación con el nacimiento de Kira, y el embarazo de cuatro de los amigos.

— Akaashi, ¿qué te pasa?

— Nada, Bokuto-san.

— No seas mentiroso, algo luce diferente en tu cara.

El muchacho frunció ligeramente el ceño, tratando de pensar en ello. El búho mayor sonrió juguetón.

— Akaashi, ¿te dio un poco de envidia?

— ¿Eh? ¿Envidia? ¿De qué o quién? No te entiendo, Bokuto-san.

— Vamos, ya sabes. Tal vez se te antojó la paternidad.

— La paternidad no es un antojo, Bokuto-san, así que no diga tonterías.


Tenerle en casa después de larga espera, era hermoso. Yaku y Lev estaban tan atentos a las necesidades de Kira, que ni bien lloraba un poquito, ya estaban revisando si ha ensuciado el pañal, mirando la hora para saber si tocaba mamila o le arrullaban para que durmiera. Durante los primeros meses de vida su pequeña no haría más que eso, comer, dormir, hacer sus necesidades, prestar atención a sus voces, y repetir el ciclo. Era una bebé recién nacida después de todo.

— Yaku-san, duerme tranquilo, yo estaré al pendiente de ambos.

— Pero tú también tienes que dormir. Vamos a turnarnos.

— No esta noche, Yaku-san. Necesitas recuperarte, trajiste a Kira al mundo.

— Si me consientes demasiado me vas a malacostumbrar.

— Está bien, te seguiré consintiendo entonces, Yaku-san.

El mayor de los dos sonrió cariñoso, pero francamente cansado. Kira estaba durmiendo en medio de ambos en la cama. Así era como se sentían más seguros como padres primerizos, aunque la cuna estuviese junto a la cama.

Al día siguiente les llegó un regalo de parte de Ikejiri y Fujimi. Es una cama matrimonial, con cuna integrada, había una separación sutil entre ambos muebles y permitía a los padres primerizos cuidar de su bebé mientras dormían, sin sentir que se “separaban” de su pequeña.

— Esto es, ¡wow! Gracias, Ikejiri-san, Fujimi-san.

— Hayato la vio hace unos días, pero el pedido no estuvo a tiempo. Lo sentimos por eso.

— ¿Bromea? Llega en el momento justo.

— Vamos, Lev. Te ayudaré a hacer el cambio.

— ¿Eh? No, no. No podría abusar de Fujimi-san de esa manera.

— No te preocupes, entre ambos quedará listo en menos tiempo.

Arrastrando al mestizo, el ojiazul emprendió la tarea de cambiar las camas esa misma tarde.

— Fujimi es buen chico. Pero realmente da pena que nos ayude tanto.

— Está bien, Yaku. Tiene energía de sobra. — Ikejiri dijo con una sonrisilla avergonzada. — Kira es una niña preciosa, ¿ya abrió sus ojitos?

— Sí, los tiene verdes como Lev.

— Oh, va a ser una rompecorazones cuando crezca.

— ¿Crees?

— Por supuesto.

— Oh, tenemos algunos dulces en la alacena, deberíamos preparar té helado para Fujimi y Lev.

— Está bien, yo lo hago si me dices dónde está todo.

— Pero…

— Por favor, Kira está tranquila en tus brazos, Yaku.

— Ikejiri.

— Dime.

— ¿Están intentando embarazarse?

— ¿Eh? Oh, sí. Pero, todavía no ha dado resultado.

— Si en algún momento necesitas hablar sobre ello. Bueno, ya sabes, puedo escucharte.

— ¿De verdad? Gracias, Yaku.


— Tobio, no seas así. Vamos a salir con Yamaguchi y Tsukishima. Es fin de semana~ y a Tsubasa le encanta jugar con Yakumo~.

— Por eso es que no vamos a ir, Shoyo.

— Tú de verdad eres un papá súper celoso.

Kageyama chasqueó la lengua. Pero no refutó las palabras de su novio.

— Bien, si no quieres venir, no lo hagas. Pero Tsubasa y yo sí que iremos.

— ¡Qué!

La misma historia se repetía en casa del pecoso, y así, seguidos por sus parejas en plan enfurruñado, los chicos se reunieron en el parque, donde Tsubasa y Yakumo se entretuvieron jugando en un arenero.

Kageyama y Tsukishima seguían lanzándose miradas asesinas, como si fuera culpa del otro el hecho de que sus hijos se llevaran bien.

— Si nuestros hijos realmente se gustan cuando sean grandes, ellos van a ser un dolor de cabeza, Yamaguchi.

— Bueno, tendremos que esperar y ver lo que el tiempo dirá, Hinata.


Cuatro meses después, nuevos nacimientos se dieron. Sugawara y Sawamura tuvieron un varón al que llamaron Tensei. Nishinoya y Asahi una linda niña a la que nombraron Aika. Ennoshita y Tanaka tuvieron otro niño, y le llamaron Itsuki. Shimada y Takinoue tuvieron un varón cuyo nombre es Kazuya.

Esa mañana, Ikejiri y Fujimi han tenido consulta, y las buenas nuevas los han bendecido. Finalmente se han embarazado.
Continuará…

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